viernes, 5 de agosto de 2016

Final de temporada en Ashtanga Yoga Bilbao: ¡Hasta el 29 de agosto!


Cerramos por vacaciones y regresamos el 29 de agosto.  Diseño de Nines Blázquez.

La primera temporada de Ashtanga Yoga Bilbao ha llegado a su fin.  Mucho ha llovido -en sentido figurado y literal; esto es Bilbao- desde que abriéramos puertas el pasado 21 de septiembre.  Hoy comenzamos nuestro descanso de tres semanas (estaremos cerrados desde el 6 hasta el 28 de agosto), y ha llegado el momento de las conclusiones.

La temporada ha sido larga.  Aunque el pistoletazo de salida lo diéramos en septiembre, hubo mucha tela que cortar antes.  En las últimas semanas de mayo del 2015 abandoné mi antiguo trabajo y regresé a Bilbao para buscar un sitio a la altura de este proyecto.  Cualquiera que haya emprendido la búsqueda de un lugar para su nuevo hogar o negocio sabe lo tedioso que puede resultar una pesquisa de esas características, y más con las particularidades propias de una escuela de yoga en las que no basta con encontrar un espacio sin más, sino en la que tranquilidad, la luz y la armonía resultan elementos imprescindibles.

La séptima planta del Rascacielos Bailén fue el lugar finalmente escogido, pero a nuestras manos llegó en forma de oficina de arquitectura compartimentada en despachos, cubierta por una astrosa moqueta, paredes desteñidas por el paso de décadas de descuido, una espantosa iluminación fluorescente de oficina y con un vestíbulo oscuro y unos baños destartalados y sin ducha y requería de una profunda remodelación para convertirse en el Ashtanga Yoga Bilbao que habíamos soñado.


Clase estilo Mysore en Ashtanga Yoga Bilbao.

El mes de agosto transcurrió en frenética actividad: derribo, desescombro, fontanería, cristalería, carpintería, electricidad, alicatado, pintura,...  Los gremios de construcción locales por lo visto tenían más ganas de estar de vacaciones que de trabajar y hubimos de traernos desde Madrid unos albañiles multiusos rumanos que -por propio interés- trabajaron en jornadas de doce horas de lunes a domingo, ignorantes del calor veraniego y del ajetreo de la Aste Nagusia, para terminar la reforma cuanto antes y poder irse de vacaciones a su país a mediados de septiembre.  Para agilizar las tareas yo mismo ejercí de peón albañil, y aún no sé cómo encontré también tiempo para encajar entre medias una mudanza Madrid-Bilbao que incluía a Nines y al gato.

Finalmente terminaron las obras.  Hasta casi el último día estuvimos pendientes de la llegada e instalación de muebles, mamparas de ducha, lámparas y complementos varios, pero al fin terminó aquel trance y pudimos inaugurar la temporada.

La apertura en Bilbao de la primera escuela de Ashtanga Yoga era una iniciativa que tenía mucho de audaz pero también de temerario.  En realidad, ya se había enseñado Ashtanga Yoga aquí antes, pero no en su forma tradicional, es decir, tal y como se enseña en la India, con clases mañana y tarde seis días a la semana: cuatro días de estilo Mysore y dos de clases guiadas, y tampoco en una escuela exclusiva de Ashtanga Yoga con la personalidad e idiosincrasia que suelen tener, y mucho menos que contase con el reconocimiento del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore creado por Sri Krishna Pattabhi Jois.

Clase guiada en Ashtanga Yoga Bilbao.

Del mismo modo que el que abre una imprenta o una fábrica de sacacorchos, la incertidumbre rodeó Ashtanga Yoga Bilbao siquiera antes de que diese su primer paso.  Ciertas malas lenguas sugirieron que si no se había abierto una escuela de este estilo de yoga en Bilbao quizás fuera porque nadie estaba interesado.  Nosotros andábamos sobrados de ilusión y confianza, pero no teníamos ningún argumento que esgrimir ante los embates pesimistas que resonaban, y desgraciadamente algunos de ellos demasiado cerca.

Lo primero a lo que los agoreros hacían alusión, por supuesto, era a la faceta económica, aunque por suerte, la divulgación de Ashtanga Yoga se trata de una labor mucho más sutil que la impresión de libros o la venta de sacacorchos en los que el éxito se mide ateniéndose a fríos números.  Al igual que todo negocio, nosotros también estábamos sujetos a balances de ingresos/gastos y una cuenta de resultados, pero una escuela de yoga tiene un valor intrínsicamente humano que hace que las personas que acuden sean mucho más que clientes con mero valor transaccional.  Nuestras expectativas, por tanto, no se centraban en la superación del umbral de rentabilidad, sino en saber transmitir pasión, salud y conocimiento a todo aquel que se acercase a la séptima planta del edificio Bailén.  Lo demás acabaría -o acabará- llegando por sí solo, como la fruta madura.

Las expectativas, ya se sabe, son traicioneras.  Una de las grandes enseñanzas del Bhagavad Gita versa en torno a la acción sin expectativas, en el cumplimiento del deber natural de cada uno sin apego a los resultados materiales o emocionales.  Por otro lado se dice que la frustración -o la realizacion- es una función de nuestras expectativas, en el sentido de que un deseo exacerbado puede echar al traste resultados objetivamente positivos o que bajo otra luz bien podrían haberse considerado positivos.



En lo que respecta a nuestras expectativas en la primera temporada de existencia de Ashtanga Yoga Bilbao, para ser sinceros eran muy bajas.  Como ya he dicho, no existía antes en Bilbao ninguna escuela de Ashtanga Yoga tradicional y, a pesar de la popularidad e implantación de que goza en muchas ciudades del mundo y de España, lo cierto es que muy pocas personas conocían la existencia de este estilo de yoga.  El hecho de ser pioneros en darlo a conocer y divulgarlo, por tanto, nos aconsejaba mantener una postura conservadora.  Además, contábamos con el ejemplo de amigos cercanos que se habían lanzado a la aventura de abrir su propia escuela de Ashtanga Yoga en otras ciudades y sabíamos bien de las dificultades que habían tenido que afrontar.

Por ello preferimos empezar con pies de plomo.  No estábamos seguros de cómo reaccionaría la gente al horario matutino y durante las primeras semanas tuvimos clase por la mañana tan sólo tres días, dos de ellos a la prudente hora de las 09:30.  Pero la respuesta de los bilbaínos no tardaría en sorprendernos.

Las clases comenzaban el lunes 21 de septiembre; la inauguración oficial tendría lugar el sábado 26, cuando varios amigos de Madrid vendrían a visitarnos, pero decidimos comenzar con las clases antes de la propia inauguración.  Por la mañana de aquel lunes 21 vinieron tres personas, dos de ellas practicantes experimentadas que nos acompañarían a diario hasta el final de temporada, en un caso, y hasta que la vida la llevó a otras latitudes, en el otro, pero por la tarde, a partir de las 17:45 comenzó a sonar el timbre.  Una y otra y otra y otra vez.  Hasta dieciocho veces.  ¡Dieciocho personas, sí, vinieron a practicar Ashtanga Yoga en nuestra primera tarde!  De todas ellas, diecisiete partían de cero.  No os podéis hacer una idea de lo que fue enseñar a diecisiete personas a dar sus primeros pasos en Ashtanga Yoga durante una tarde de clase estilo Mysore, ¡desde luego Borja nunca me preparó para algo así!  Algo tendría que ver el hecho de que lanzásemos una oferta de apertura para practicar los últimos diez días de septiembre a cambio de 25 euros, pero se trató de una reacción completamente inesperada por muchos anuncios en Facebook y carteles que hubiésemos estado pegando por las calles.  Contábamos con unos comienzos difíciles y desde luego con que aquel primer día sería más bien tirando a discreto.

Cartel promocional de la apertura de Ashtanga Yoga Bilbao el 21 de septiembre del 2015.  Diseño de Nines Blázquez.

Llegarían tardes y días peores, aunque aquello tampoco fue ningún espejismo. Muchas de las personas que comenzaron a practicar Ashtanga Yoga aquellos primeros días llevaban tiempo esperándonos y bastantes de ellas han continuado con nosotros durante todos estos meses hasta que las vacaciones nos han hecho despedirlos hasta después del verano.  Así que el impulso de aquel primer día nunca decayó y semana a semana, mes a mes, fueron llegando más personas, siempre en un número mayor que las que se iban.  Llegarían los días sin gente, claro está, esas clases guiadas en viernes por la tarde que tardaron en cuajar o para las que no había gente suficiente -desaconsejamos asistir a clases guiadas a los principiantes, pero fueron la excepción a la norma.  Bilbao tenía -tiene- sed de Ashtanga Yoga y muchas personas, una vez lo probaban, le cogían el gustillo y ya no querían soltar la copa.  A la buena acogida respondimos ampliando horarios.  Al cabo de pocas semanas abrimos clases todas las mañanas de lunes a viernes a partir de las 07:00, y a partir de enero también los sábados por la mañana hasta completar treinta y cuatro horas semanales de clases de Ashtanga Yoga,

Así que apenas podemos estar más satisfechos.  Tampoco daré cifras exactas, pero desde que abrimos puertas el pasado 21 de septiembre han pasado por nuestra escuela muchas más personas de las que cabía esperar en una primera temporada, algunas gente de paso que han tomado clases sueltas pero muchas de ellas gente que ha estado con nosotros durante meses, por las que hemos llegado a sentir gran cariño y con algunas de las cuales me atrevo a decir que hemos entablado amistad.  Algunos iban y venían, otros se quedaban, pero mes a mes veíamos que las clases funcionaban cada vez mejor hasta que llegó mayo, sin duda el más popular.  A partir de entonces, con la llegada de los meses de verano y el buen tiempo, poco a poco la gente se fue despidiendo por vacaciones.  ¡Lo mismo que hacemos nosotros ahora con un estupendo sabor de boca!

Hemos iniciado a muchas personas en la práctica de Ashtanga Yoga, bien a través de nuestros cursos de iniciación de fin de semana -cuatro esta temporada- o de nuestras ofertas de uno y dos meses de iniciación.  Otras ya conocían la práctica y la han continuado o retomado con nosotros. Hemos tenido estudiantes que residían en Madrid, Ibiza, Costa Rica, Chile o el Reino Unido y que nos han elegido para continuar su práctica durante su estancia en Bilbao, y también algunas personas nos han sorprendido y honrado viniendo a practicar habitualmente desde lugares tan lejanos como Plentzia, Gazteiz o Torrelavega, empleando más tiempo en desplazarse hasta aquí que a la propia práctica.

Nuestra labor, nuestra aspiración, nuestro deseo, nuestro deber, nuestro dharma, era hacer llegar la práctica de Ashtanga Yoga y sus beneficios al mayor número de gente posible, tal y como habría sido el deseo de Sri K. Pattabhi Jois y de T. Krishnamacharya.  Al final, todas y cada una de las personas que han pasado por nuestra escuela han sido especiales para nosotros; todas habéis formado parte de Ashtanga Yoga Bilbao, esta hermosa aventura que durante mucho tiempo existió en el interior de nuestras mentes en forma de sueño y que finalmente cobró vida.  Por habernos acompañado, de corazón gracias y... ¡nos vemos a partir del 29 de agosto!