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domingo, 17 de febrero de 2019

Gran novedad desde Mysore: Sharath abre una nueva shala.

La nueva gran shala para las clases guiadas.

Sharath Jois dio comienzo el pasado mes de enero a un nuevo periodo de enseñanza de tres meses en el Instituto de Ashtanga Yoga -KPJAYI- de Mysore.  En los últimos tiempos, lo que antaño fueran temporadas más o menos estables de seis meses de duración entre octubre/noviembre y marzo/abril se han convertido en periodos de enseñanza difíciles de predecir.  Por ejemplo, en la pasada temporada 2017-2018 hubo un total de cinco meses: dos meses de diciembre del 2017 a enero del 2018 y tres más de junio a agosto del 2018.

El resto del año Sharath no permanece ocioso, sino que durante buena parte del tiempo viaja por el mundo para, como él ha dicho y escrito en ocasiones, poner la fuente original del método de Ashtanga Yoga al alcance de gente cuyas circunstancias no les permiten viajar a Mysore. Así, el pasado mes de septiembre estuvo en España y Portugal en lo que constituyó su primer tour por el sur de Europa y en noviembre enseñó en Japón y Bali.  Tras el actual periodo de tres meses en Mysore, brevemente interrumpido por su participación durante dos días de marzo en un festival internacional de yoga en los Himalayas, entre abril y mayo Sharath viajará por los Estados Unidos, en julio por el norte de Europa y en septiembre de nuevo por Extremo Oriente.

En la página web de Sharath se indicaba expresamente que las personas que habíamos estudiado en Mysore el pasado verano (recordad que Nines y yo estuvimos en agosto) no debíamos enviar la solicitud para los meses de enero, febrero y marzo y así dejar sitio para otras personas, lo cual sugería que quizás este próximo verano se abriera un periodo de enseñanza adicional en el KPJAYI.  Sin embargo, tras irse desvelando una a una las etapas del tour internacional de Sharath, se ha hecho evidente que esta temporada en Mysore se iba a limitar únicamente a estos tres primeros meses del 2019.  A lo sumo, tal vez Sharath decida enseñar de nuevo en el aislado mes de agosto o ya a partir de octubre, pero eso formaría parte ya de la temporada 2019-2020.

Mantra y pujas en la nueva shala.  Consultar el perfil de Instagram de Sharath Jois par más detalles.

Hace unos días llegó una importante noticia desde Mysore: la inauguración de una nueva gran shala para las clases guiadas.  Con el tamaño de un hangar o de una pista de baloncesto, tiene la suficiente capacidad como para albergar a varios cientos de personas sobre sus esterillas.  Sólo se va a emplear para las clases guiadas de sábado y lunes.  La shala de Gokulam, con capacidad para unas sesenta personas cómodamente instaladas sobre sus esterillas, seguirá utilizándose para las clases estilo Mysore.  A través de las redes sociales muchas personas han aplaudido la novedad, aunque personalmente me han surgido sentimientos contrapuestos y he querido reflexionar sobre ello "en voz alta" a través del blog.  

Por un lado se trata de una buena noticia, sin duda.  Las personas afortunadas que son escogidas en la gran tómbola del formulario del KPJAYI y consiguen estudiar con Sharath viven una situación muy desagradable cada sábado y lunes al que la gente se ha acostumbrado pero que no deja de ser un auténtico calvario.  En el caso de las sesiones estilo Mysore de martes a viernes  cada cual recibe una tarjeta con una hora de entrada.  De este modo, a intervalos de media hora entre las cuatro y las diez de la mañana la shala de Gokulam es capaz de absorber medianamente bien a las entre trescientas y cuatrocientas personas que se matriculan cada mes con un tiempo de espera aproximado de veinte minutos.  Sin embargo, en los días de clases guiadas el problema de espacio se hace más que evidente.  Sharath imparte tres clases guiadas una detrás de la otra: a las 4:30, 6:00 y 7:30, pero la shala que durante las sesiones Mysore da cabida a sesenta personas simplemente no puede acoger a cuatrocientas en tres sesiones guiadas.  La gente acaba practicando en el vestíbulo de entrada y los vestuarios, y para evitarlo y poder practicar dentro de la shala se ha establecido una suerte de competición de madrugones que lleva a mucha gente a hacer cola en la calle durante más de una hora.  Sharath ha insistido por activa y por pasiva en que los estudiantes esperen su turno de clase guiada con una antelación no superior a los treinta minutos, pero no vigila que se acate esto y la gente hace caso omiso; la persona que llega media hora antes irremisiblemente practicará en los vestuarios.  La última vez que nosotros estuvimos en Mysore fuimos testigos de cómo gente que tenía el turno de las 7:30 de la mañana hacía cola en la calle como si fuera a entrar a la clase de las 6:00 y así estar en la cabeza de la cola para su turno.  ¡Al menos ahora hay una cola organizada!  Unos años atrás, antes de que se implantase el sistema de cola, la gente se agolpaba en masa ante la puerta y al abrirse se producía un efecto embudo con toda clase de pillerías: carreras, empujones, pisotones, gente que saltaba el muro para colarse...  ¡un verdadero ejemplo de virtuosismo y compañerismo entre practicantes de yoga!  

Cola de espera de madrugada para una clase guiada en el KPJAYI actual.

Con la nueva shala, por tanto, terminan las largas esperas a la intemperie.  Sin embargo, bien mirado no todo son buenas noticias, porque la inmensidad del espacio va a despersonalizar todavía más la enseñanza.  Sharath ya no tendrá que guiar tres clases seguidas, sino una sola, pero la distancia con sus estudiantes se va a ver incrementada de forma dramática.  

Uno de los elementos más distintivos y hermosos que caracterizan la práctica de Ashtanga Yoga de otros métodos es la personalización, ese trato individualizado en el que profesor y estudiante establecen una relación de confianza y conocimiento mutuos: el profesor sabe cómo y cuándo ayudar y el estudiante confía y atiende.  Tampoco se trata de un camino unidireccional desde el que enseña hacia el que aprende, sino que tiene dos direcciones: ambos aprenden el uno del otro y el paso del tiempo perfecciona su relación.  Para que esto tenga lugar es imprescindible la cercanía, que en los antiguos tiempos del yoga era tal que el estudiante formaba parte del propio círculo familiar del maestro en lo que se conocía como relación gurú-shishya parampara

En la actualidad tan sólo dentro de ashrams o monasterios y entre renunciantes o shaddus sigue siendo posible mantener esa clase relación que tiene aparejado además un alto coste: la dedicación completa y el consiguiente alejamiento de la sociedad.  Tirumalai Krishnamacharya, en cambio, quien fue conocido como un yogui de ciudad, le demostró al mundo que era posible aprender yoga y al mismo tiempo mantener los vínculos con el mundo.  Durante su estancia de dos décadas en Mysore mantuvo una yogashala a la que acudían estudiantes, trabajadores y padres de familia, y en los posteriores años de Madrás enseñó a multitud de personas que se acercaban hasta su casa y a los que prescribía tratamientos ayurvédicos y rutinas de asanas y pranayama personalizadas que pudiesen integrar en su vida cotidiana.  Él mismo, que dedicó toda su vida a la enseñanza de yoga, se casó y tuvo hijos, y cuando le fue ofrecido un importante cargo religioso lo rechazó, fiel a la promesa que le había hecho a su gurú Ramamohan Brahmacharya de permanecer con su familia: "Dedica tu vida a enseñar yoga pero cásate y ten hijos".

Cola de espera en la antigua shala de Lakshmipuram.

El legado de Krishnamacharya en Mysore fue custodiado por Pattabhi Jois, quien posteriormente le pasaría el testigo a su nieto Sharath en lo que se ha dado a conocer como línea tradicional, tildada por algunas personas de dogmática y que también es la más extendida.  El método de Krishnamacharya, basado en la individualización, en la cercanía, se transmitió así de generación en generación a través de las décadas, desde el anonimato de los años cincuenta pasando por los impopulares años setenta y ochenta hasta el boom mediático de la actualidad.

Si existe una escuela de Ashtanga Yoga tradicional en Bilbao, qué no habrá en Seúl, Los Ángeles y Sidney.  Muchos hemos querido estar en contacto con la fuente original y hemos viajado hasta Mysore desde todas partes.  En realidad, todo el mundo tiene derecho de hacerlo.  Pero claro, somos tantos y la escuela, escalada para ser dirigida por un pequeño grupo de personas, al principio sólo Guruji, después Guruji y Sharath, y hoy, Sharathji y un puñado de ayudantes, cada vez se queda más pequeña.

La new shala que muchos conocemos, con sus míticas alfombras hoy retiradas.

Cuando la shala de Lakshmipuram no dio más de sí, en el año 2002, Guruji trasladó el Instituto de Ashtanga Yoga al actual emplazamiento en Gokulam.  Algunos de los antiguos estudiantes, acostumbrados a sentarse con Guruji a tomar té y llamarle por teléfono para avisarles de su llegada o preguntarle a ver qué tal iba todo, renegaron del giro que estaba dando Mysore y de las aglomeraciones que con el transcurso del tiempo no hicieron sino aumentar, y dejaron de ir.  Pattabhi Jois y Sharath afrontaban una creciente popularidad y con la mejor de las intenciones trataban de acoger y enseñar a todo el que se acercara hasta su puerta; el mundo tenía sed por ese sistema de yoga a cuya difusión habían entregado su vida y no se podía interpretar sino como una buena noticia.  Pero claro, ya no podían sentar a su mesa a un centenar de estudiantes y la distancia con ellos aumentó inevitablemente.  Hoy, con cuatrocientos estudiantes al mes, muchos más que se quedan fuera y mediante un ímprobo esfuerzo, Sharath es todavía capaz de mantener la cercanía en la enseñanza, pero ha de limitarla al tiempo que duran las clases por un razón sencilla: es un ser humano y no un superhéroe.  Nosotros hemos estado allí numerosas veces y lo hemos vivido en primera persona: Sharath permanece en la shala desde el principio hasta el final en jornadas de siete y ocho horas ininterrumpidas y te conoce, aprende tus fuerzas y debilidades y se encarga personalmente de decirte qué hacer y qué no hacer.  A lo largo de los meses y de los viajes sientes que hay una línea de enseñanza progresiva que Sharath gestiona sin prisas ni trompicones.  Al final, se trata de una relación de años, con largas interrupciones, sí, y limitada a dos horas diarias, pero una larga relación al fin y al cabo, no un teacher training de un mes, doscientas o quinientas horas ni unas vacaciones de verano, cosa que curiosamente sí les suele parecer bien a aquellas personas que califican de "dogmática" la línea tradicional.  Lo que ya no es, ni lo volverá a ser nunca, es ese grupo de amigos a los que Pattabhi Jois alojaba en casa como a sus hijos.  Son los nuevos tiempos, peores a ojos de nostálgicos que echan de menos cuando los practicantes de Ashtanga Yoga de todo el mundo cabían en un par de autobuses y a cada momento en Mysore apenas había un puñado, pero mejores, sin duda mucho mejores desde el punto de vista del Ashtanga Yoga como herramienta hacia la salud y la trascendencia abierta a toda la humanidad. 

Así que este "hangar" ha sido una nueva respuesta de Sharath al acuciante problema de espacio en Mysore.  Con anterioridad ya había instaurado el formulario online, impedido la posibilidad de viajar múltiples veces la misma temporada, establecido la restricción de un único periodo de a lo sumo tres meses y el requisito de tener que estudiar con algún profesor autorizado de su lista.  Pese a todas estas trabas, la creciente popularidad del método de Ashtanga Yoga propicia que la página web del KPJAYI continúe recibiendo millares de solicitudes de todo el mundo e, independientemente del momento del año en que decida abrir Sharath, el aforo del KPJAYI se completa siempre y, en especial durante las clases guiadas, sus estudiantes padecen la peor cara de la conversión de Ashtanga Yoga en un fenómeno global.  

Primera clase guiada en la nueva shala.

No puedo decir que se trate de una idea que me entusiasme: practicar en una estancia con el tamaño de un polideportivo y ver a Sharath a lo lejos.  Desde luego, me horrorizaría que las clases estilo Mysore tuviesen lugar allí.  Llegado ese caso Sharath poco menos que tendría que dirigir la clase a través de cámaras desde una sala de control.  Por otro lado, comprendo que el asunto de las clases guiadas requería de alguna solución, y éste puede ser un buen intento.

Es probable que en el futuro pueda haber más novedades en este sentido.  Sharath adquirió un terreno (creo que el mismo en el que ha abierto esta shala) y según ciertos rumores que se escuchan parece que tiene intención de construir algo que precisamente permita volver a estrechar la relación con sus estudiantes.  ¿Un ashram, una residencia, una pequeña ciudad del yoga?  El tiempo lo dirá...  

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