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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Diario de un viaje a Mysore en los tiempos de Guruji - 1ª parte.



La perspectiva de un nuevo viaje a Mysore me ha animado a llevar a cabo la que pensaba sería una tarea colosal: confeccionar la crónica de mi primer viaje a Mysore en el año 2008.

Digo confeccionar porque en realidad no escribí nunca ninguna crónica al uso de aquel viaje, pero sí que estuve bastante en contacto con el mundo exterior a través de correos electrónicos.  La idea era bucear entre todos aquellos correos, ordenarlos, corregirlos, censurarlos, en algunos casos traducirlos y completarlos hasta juntar una especie de diario de lo que fue aquel viaje.  Al final no ha sido para tanto; apenas me ha llevado un puñado de días, aunque ha acabado siendo bastante más largo de lo que pensaba y tendré que publicarlo en dos partes.

En esta crónica se hallarán algunos puntos interesantes sobre todo para el que ha conocido el Instituto de Ashtanga Yoga actual, como la celebración del último cumpleaños en vida de Pattabhi Jois y el momento en el que Sharath acababa de recoger el testigo y empezaba a encargarse de las clases en solitario ayudado por su madre Saraswathi.   Al que no conoce Mysore y/o la India le resultará interesante leer las reacciones de un occidental que se enfrenta por primera vez a la realidad de aquel mundo, tan interesante pero tan extraño y a veces chocante para nuestra mentalidad.  Mientras volvía a leer estos correos no he podido evitar sonreír al leer las cosas que me llamaron la atención hace ocho años y quise hacer notar a la gente de casa.  Algunas de ellas, como escandalizarme por madrugar tanto para practicar, son hoy parte de mi vida cotidiana y a otras muchas seguramente ya ni siquiera les daré importancia al volver a afrontarlas dentro de algunas semanas.

Una imagen vale más que mil palabras pero, por desgracia -o por suerte-, aquellos no eran tiempos de smartphones y las fotos había que sacarlas con cámaras fotográficas ad hoc.  Por ello no dispongo de demasiadas imágenes originales de aquel viaje con las que ilustrar el diario.  Pero eso sí, las que ilustran el artículo son auténticas de los hecho narrados.  

Que esto sirva de documento histórico para los viajeros a Mysore y practicantes de Ashtanga Yoga en general y, cómo no, para entretener a los lectores que siguen nuestro blog.  De alguna manera, nosotros en Ashtanga Yoga Bilbao hemos procurado traer un poquito de allí hasta acá, por lo que la lectura de este diario quizás sea imprescindible para comprendernos.


Escribiendo ¿este diario? en el porche de casa en Mysore. 


Viernes 11 de julio.

He llegado ya.  Acabo de comprobar que sí que hay Wi-Fi en casa.  De momento todo parece muy, muy cutre.  Son las 5 de la mañana y no voy a escribir mucho.  Estoy escribiendo desde la pda. Cada día se va la luz varias veces y con ella Internet. Sólo me puedo conectar ahora con la pda, no se porqué.


Lunes 14 de julio.

Ayer tuvimos un incidente.  Fuimos a la primera clase, la guiada del domingo.  Hice la serie entera, aunque al final me sentía cansado y sediento.  Cuando terminé, me fui a buscar agua desesperado.  La cosa tenía mala pinta. Tenía sueño, sed y nada de hambre.  Acabé yéndome a dormir con dolor de cabeza.  Curiosamente, Nacho ha tenido exactamente lo mismo.  Nos han dicho que es la yogi fever, resultado de un sobreesfuerzo tras un largo viaje.  Ayer estuve todo el dia en la cama.  Hoy estoy ya mejor.  Me he pasado la tarde escribiendo y bebiendo agua con unos polvos para reponer minerales que nos ha traído Javi.


Miércoles 16 de julio - Encuentro con Guruji.

Llegué a Mysore hace cinco días, y al fin hoy he logrado tener una conexión a Internet decente.  No sé si sabes, pero estaré en la India hasta el 29 de agosto gracias a un permiso sin sueldo al que me acogido en el trabajo.  He venido a practicar Ashtanga Yoga en el estudio de Shri Krishna Pattabhi Jois, el creador del estilo que a sus 93 años recién cumplidos sigue dando guerra.  Por así decirlo, esto es la Meca de Ashtanga Yoga.   Se practica todos los días a las 7 de la mañana excepto los sábados y los días de luna llena y nueva. 

Estoy viviendo con dos amigos de Madrid, Javi y Nacho, en una calle que se llama 5th Main.  Para los conocedores del lugar, entre el Tina´s Café y el restaurante de la calle 6th Main.  Nuestra casa es bastante grande pero oscura porque fue diseñada de manera que a pleno día en el salón principal tenemos que estar con las luces encendidas, si es que hay electricidad.  Lo digo porque cada día hay varios cortes de electricidad de varias horas de duración.  Tampoco se puede beber agua del grifo salvo que quieras arriesgarte a pasar una buena temporada en el hospital, las verduras y fruta hay que sumergirlas en lejía antes de comerla y nuestro baño y cocina dan un poco de asquito.  Hay muchas historias de gente que se pone mala de las tripas, por lo que yo sigo estrictas normas de higiene.  Me he traído el kéfir, que se ha hecho todo un trotamundos y seguirá desempeñando su papel sanador.  Cuando vamos al centro la cosa se vuelve más cruda, aunque tampoco es Delhi, que me han dicho que es la pera.  Lo mejor es lo barato que sale todo. 

No hay tantos mosquitos como pensaba y eso sí, hay mucha pobreza.  Javi, Nacho y yo estamos viviendo en Gokulam, en lo que parece un barrio pijo dentro de la ciudad en el que también está la shala de yoga de Pattabhi Jois, aunque el barrio tampoco es nada del otro jueves.  Nuestra cocina es muy rudimentaria, con fregaderos de piedra y grifos toscos.  Al menos tenemos retretes normales, lo cual es todo un lujo porque la mayoría de sitios disponen de un mero agujero en el suelo sobre el que acuclillarse.  Donde no suele haber es por la calle, en los bares de desayuno y así.  En nuestra casa hay una habitación con uno de esos baños con un agujero en el suelo, y hemos visto gente que también tiene un baño de esos además de uno normal.  A pesar de que tiene inodoro, nuestro baño es bastante asqueroso.  Es como para sacarle una foto, en serio.  Hay un desagüe en el suelo que utilizo para ducharme y limpiarme los dientes.  No hay plato de ducha, así que el agua cae de la cebolla sobre todo el suelo del cuarto de baño, que está hecho de piedra rojiza.  Nada de azulejos.  Hay también una extraña estructura de piedra en una esquina llena de agua y tapada con un plato que no sé para qué sirve.  Javi me ha dicho que cree que sirve para recoger el agua de lluvia y utilizarla en momentos de escasez.  Sea lo que sea, es rarísimo.


Pues mira, al final sí saqué una foto al cuarto de baño.

También tenemos un frigorífico pequeño y aunque no es posible obtener nada de carne o pescado, hay leche a tutiplén (incluido leche desnatada, yogurt - curd, lo llaman) y huevos.  Lo mejor son los precios.  Todo es sumamente barato.  Puedes obtener una comida completa por menos de un euro (que al cambio vienen a ser unas 70 rupias).  El centro de la ciudad es increíblemente sucio y pobre, abarrotado de gente y tráfico (principalmente motos y rickshaws o mototaxis).  Se conduce por el lado izquierdo y la circulación es un completo caos.  Se abren camino tocando el claxon continuamente.

Tuve la suerte de conocer a Pattabhi Jois el día que me registré en la shala.  Sharath estaba impartiendo clase a un grupo de indios (muy poca gente, apenas una docena) por la tarde y nos condujo a la oficina donde estaba sentado su abuelo.  Me senté justo ante él.  Fue un momento muy emocionante.  Primero se interesaron por la carta que había que enviar para practicar con ellos.  Dijimos que sí la habíamos enviado y a continuación, sin comprobar nada nos preguntaron de dónde veníamos y quién era nuestro profesor.  "Oh, Borya, Borya", respondió Pattabhi cuando le hablamos de Borja, a quien conoce bien.  La pronunciación de nuestras jotas parece que les cuesta.   Pattabhi Jois está muy delgado y ya no enseña.  Nadie lo ve durante las clases.  Parece que está enfermo y Sharath se ha hecho cargo del sitio definitivamente, con la ayuda de su madre.  Demasiados pocos profesores para tantos estudiantes, para ser honestos.  Hay alrededor de 70 personas dentro de la clase, que está completamente llena de 04:30 a 09:30 de la mañana.  ¡La gente tiene que ir a los vestuarios y junto a los lavabos para hacer la secuencia final!  La gente probablemente tendrá ocasión de ver a Pattabhi Jois durante las celebraciones de su cumpleaños, que tendrán lugar pasado mañana. 

La entrada a la shala.

Nacho y yo tuvimos un problema de salud el primer día de práctica.  Fue el pasado domingo, tras la clase guiada.  A mí me dejó terminar la serie.  Sharath detiene a la gente en ciertas posturas (marichyasana D y supta kurmasana) y no les deja seguir si considera que no lo están haciendo adecuadamente, pero a mí no me detuvo.  Durante la secuencia final empecé a notar mucha sed y cuando la clase terminó no podía pensar en nada salvo en agua.  Llevaba una barrita Larabar de chocolate y coco, pero mi boca estaba tan seca que ni podía tragarla.  Compré agua y me bebí una botella de dos litros de golpe.  Luego fuimos a desayunar pero no tenía nada de hambre.  Sólo me apetecía dormir.  Volví a casa con dolor de cabeza y dormí el resto del día.  A Nacho, que voló conmigo desde España, le pasó exactamente lo mismo con unos minutos de diferencia.  Al día siguiente estaba algo mejor, pero me pasé todo el día bebiendo agua con unos polvos de sales minerales para rehidratarse que me dieron.

Hay mucha gente interesante por aquí, así como un grupo bastante grande de españoles practicantes de Ashtanga, alrededor de diez.  Los indios son muy majos, pero en cuanto hay dinero de por medio, intentan engañar. 


Jueves 17 de julio.

Tengo un número indio finalmente, aunque lo que más barato sale es cogerse una de esas tarjetas para llamadas internacionales y llamar desde un fijo en un locutorio.  Estoy sin saldo en el móvil, porque les he dado 500 rupias por la tarjeta y el resto para ponerme saldo y el listo de la tienda no me ha metido el saldo, por lo que con la primera llamada que he hecho a Bilbao se me ha agotado lo poco que venía con la tarjeta.  A ver si mañana me paso por ahí y le tiro de las orejas al indio listo. 

No va haber clase mañana, pasado ni al otro por las celebraciones del cumpleaños de Patthabi, así que mi vuelta a la práctica será el domingo, justo una semana después del chungo que nos dio a Nacho y a mí.  Espero que vaya bien esta vez.


Viernes 18 de julio - Cumpleaños de Guruji.

Hoy ha tenido lugar el que sin duda será el gran acontecimiento de este viaje: el 93 cumpleaños de Sri Krishna Pattabhi Jois, gurú de Ashtanga Yoga.  

Todos los estudiantes hemos sido invitados a un local en el centro de Mysore donde se ha preparado una gran fiesta.  Todo el mundo iba con sus mejores galas.  Llamaba la atención ver a las chicas, orientales y occidentales, ataviadas con saris tradicionales.  Entre los estudiantes estaba el famoso John Scott, con quien me he sacado una foto y Peter Sanson, el profesor neozelandés que últimamente viene siempre a Madrid en mayo. 


Guruji en lo que a la postre sería la última tarta de cumpleaños de su vida.
Con John Scott.
Una vista de pájaro de los asistentes.
Javi durante la comida.

Ha habido una actuación musical de unos estudiantes.  Luego Pattabhi Jois se ha sentado en una silla sobre un estrado rodeado por su familia, le han puesto collares de flores y a continuación hemos hecho cola para presentarle nuestros respetos.  Yo estaba tan nervioso que cuando me ha tocado mi turno ni me he quitado las chancletas.  Le he deseado feliz cumpleaños y le he dado las gracias por su labor.  Él me ha respondido: "Thank you, thank you."  Han traido una tarta de cumpleaños y Guruji ha cortado un trozo.  No ha dado ningún discurso ni nada.  Lo cierto es que se le ve bastante ajado físicamente, mucho más delgado que en todas las fotos que había visto de él y moviéndose con mucha torpeza.  Es una pena haberlo conocido en estas circunstancias, con la vitalidad que debía derrochar apenas unos meses atrás.

Después hemos subido al piso de arriba donde nos han ofrecido una comida tradicional india.  Ha siido una comida bastante curiosa.  En cada sitio no había cubiertos ni platos: tan sólo unas grandes hojas de árbol.  Cuando nos hemos acomodado en nuestros sitios, una procesión de indios desnudos de cintura para arriba con algo que parecían cubos de fregar han ido desfilando entre las mesas.  En cada cubo había un alimento distinto, y al pasar ante cada hoja dejaban caer un cucharón sobre ella.  La hoja se iba manchando con las cucharadas de distintos colores que dejaban caer hasta completar alrededor de una docena.  Dulce, salado, arroz, verduras picantes, legumbre, pedazo de tarta... todo se mezclaba sobre la misma hoja.  Y para comer, las manos.  Un verdadero choque cultural.  No es esto, desde luego, lo que en Occidente se esperaría para la comida de cumpleaños de una eminencia, pero ha estado bien vivir algo así.  Me imagino que está bien que en el mundo haya esta clase de contrastes y que las cosas no sean igual en todos lados.


Sábado 19 de julio.

Acaba de volver la luz después de un corte de varias horas.  Hemos hecho algunas compras graciosas en el súper: productos Nivea para la limpieza del cutis que no me imaginaba se podrían comprar aquí.  También me he comprado un abundante surtido de cuchillas Gillette a una fracción de lo cuestan en casa.  También hemos llevado la ropa sucia a lavar a una tintorería.  Javi estaba lavando a mano las suyas, lo cual es bastante engorro.  En una lavandería del pueblo me van a lavar y planchar en dos días tres calzoncillos y cuatro camisetas por la ridícula cantidad de 26 rupias, como medio euro.  Ahora nos vamos a comprar tomates


Domingo 20 de julio.

Ha vuelto la luz hace un rato y voy a poder escribir un poco antes de echarme a la cama.  Los apagones solemos pasarlos a la luz de las velas, hablando de chorradas varias y utilizando mi linterna para desplazamientos más largos como visitas al hediondo cuarto de baño.  Esto me ha permitido revivir las experiencias pictóricas de Goya a la luz de las velas.  El otro día me contaron una historia para no dormir de una chica que se levantó de madrugada con ganas de ir al baño y se encontró una rata dentro de la taza del váter.  La chica se puso a gritar y la rata salió despavorida, escondiéndose en algún rincón de la casa.  No la pudieron encontrar y pusieron matarratas por la casa.  Unos días después localizaron el cadáver de la rata por el olor.  Delicioso, ¿verdad?  

Mañana toca práctica a las 7:45.  Estamos en el último grupo de todos.


Lunes 21 de julio.


A la luz de las velas en pleno día.

Ha habido dos apagoncillos esta tarde de una hora.  He vuelto a estar a la luz de las velas.  Ahora que hemos comenzado la práctica diaria, la mayoría de las días vamos a llevar una vida de lo más casera, parecida a la de hoy.  Hemos salido por la mañana a las 7:15.  Nuestra hora de entrada eran las 7:45, pero hemos tenido que esperar hasta las 8:20 por lo menos.  Después de la práctica nos hemos ido a desayunar a un barecillo llamado Santosha que llevan unos occidentales que se han quedado a vivir en la India y que es bastante bueno pero caro (casi dos euros nos podemos dejar por un desayuno bien majo; tampoco demasiado).  Luego hemos vuelto a casa.  

Estos dos se han echado a dormir, pero yo me he quedado escribiendo en la puerta de casa, en un balconcito que tenemos.  Javi se ha unido a mí después para estudiar un método de inglés que tiene.  Luego, a las 14:30 nos hemos ido a comer a un sitio llamado Chakra House que lleva una familia india que prepara comida para occidentales con verduras, arroz integral, tortillas, etc.  Los restaurantes de comida india son sencillamente nefastos para mi paladar.  Hay un sitio especialmente barato donde por 35 rupias (medio euro) puedes comer todo lo que quieras y repitiendo tantas veces como quieras, pero lo único que tienen es un inmenso perol de arroz blanco y un montón de cazuelitas con verduritas picantes atiborradas de grasa.  Lo aborrezco.  Después hemos vuelto a casa.  Estos se han echado su segunda siesta, y el resto de la tarde la he transcurrido escribiendo primero a la luz natural y luego a la luz artificial (bombillas y velas alternativamente).  Estos se han entretenido viendo películas, leyendo y Javi haciendo unos ejercicios de apertura de cadera que le han recomendado para no cargar tanto las rodillas.  

Hemos conocido a una japonesa que, agárrate, se está haciendo una "cura de ghee" (pronunciado "gui") que bien merece un párrafo.  Eso del ghee es grasa pura de leche de vaca líquida, una especie de mantequilla cocida y filtrada para que no se solidifique como la mantequilla normal.  El primer día que llegué aquí me contaron la milonga de que venía muy bien para "lubricar" las articulaciones y que era una especie de secreto milenario de los yoguis.  Para mí es simplemente grasa de vaca y eso de que las rodillas se engrasan con ghee a modo de lubricante no me lo creo e intento evitarlo rigurosamente, aunque seguro que me lo "cuelan" en la comida cuando comemos fuera.  Dudo mucho que en las cocinas de los restaurantes indios tengan botellas de aceite de olive virgen extra extremeño.  Pues bien, la dichosa "cura del ghee" consiste en pasarse cinco días sin comer día y noche otra cosa que esa milagrosa grasa láctea.  Después te tienen que ingresar en el hospital, donde te pasas tres días más durante los cuáles no sé que te hacen exactamente, pero por lo me han comentado una de las cosas que te hacen es someterte a un enema de ghee.  Enema es un término médico que hace referencia a la introducción de fluídos por el recto.  Unas cuantas personas me han dicho que este maravilloso proceso de cura sienta muy bien al cuerpo y te da un aspecto fantástico, como si hubieras rejuvenecido diez años.  La japonesa ya lo ha hecho y nuestra amiga Raquel también.  A mí no me interesa en absoluto.  Una cosa es estarse un día de ayuno, y otra pasarse una semana haciendo excentricidades.   

Como se vaya la luz ahora sí que me da algo.  Son las 22:30 y tendré que ir abreviando.  Yo no me meto dos siestas al día como Nacho y Javi porque cuento con dormir como es debido por la noche, así que mejor que me vaya aplicando el cuento.  


Martes 22 de julio - Practicando con Sharath.


Nuestras esterillas, tendidas para secarlas de un día a otro.

Las clases las da Sharath, el nieto de Pattabhi Jois, y le ayuda su madre Saraswathi.  Es un tío que, por lo que se dice, llega a la serie quinta, lo máximo que llega nadie en el mundo y que sólo puede enseñarla el propio Pattabhi.  Creo que la serie sexta es un misterio que nadie conoce.  Se dice que los textos en que están basadas las series de Ashtanga, el Yoga Korunta, los guarda Pattabhi bajo caja fuerte, y por lo visto su nieto los heredará cuando muera.   

Sus clases son una locura en comparación a Ashtanga Yoga Madrid.  Hay como 60 personas practicando a la vez y sólo Sharath y su madre para llevarlas a todas.  Desde las 5 de la mañana hasta más de las 10 no para de entrar y salir gente.  En cuanto se libra un hueco, entra otro.  Sharath no te ajusta lo más mínimo.  Imagínate que haces un trikonasana o un utthita hasta padangustasana mal.  Da igual.  Es tu problema, porque no va a venir Sharath a corregirte.  Tampoco pierde el tiempo en meterte más en la postura, bajarte los brazos en prasarita padottasana C ni nada por el estilo.  Lo único que he visto que hace es ayudar un poco en el marichyasana D, y sólo a algunos, y en los backbendings.  Lo que sí hace a todo el mundo es ayudar a bajar con las manos en los hombros las tres veces (lo que viene a ser la segunda parte de los backbendings) y luego te da un empujoncito para subir tras caminar con las manos hacia los pies.  Luego se pone encima tuyo en paschimottanasana, pero se queda ahí como dos segundos y se larga a otro sitio tras espetar "one more" para que otra persona ocupe tu lugar.

Lo mejor, desde luego, no son los ajustes y atenciones de Sharath.  Lo que sí hay es un montón de energía fluyendo por toda la sala.  Yo he decidido hacer una respiración bastante suave para no reventarme.  Como me pusiera a respirar como hago en Madrid, seguramente me pasaría lo mismo que me pasó el primer día y que me mantuvo todo un día en la cama.  La serie es exactamente igual, con una sola diferencia bastante curiosa: sólo se hacen tres surya namaskar B.  Supongo que como esto es más tropical, no es necesario calentar tanto.  Para cuando empiezo padangustasana, yo ya estoy chorreando como un pollo.  En las clases guiadas se saltan los backbendings (como en Madrid) y los finales se hacen muy largos.  El sirsasana es una tortura.  Cuentan 15 respiraciones lentísimas en la posición A y 10 en la B, con las piernas horizontales.  Esa cuenta de 10 es terrible.  Lo curioso es que, como después hay otra clase guiada, no nos pasamos ni un segundo en savasana y nos mandan fuera sin relajación.  Exactamente lo que Borja dice que no hay que hacer jamás.  Curioso que en la meca del Ashtanga se hagan estas cositas.  


Miércoles 23 de julio.


Niños descalzos vendiendo pañuelos en un semáforo.

La India es un país de contrastes.  En la zona en la que vivimos hay unos cuantos colegios por que parecen bastante pudientes y al que las niñas van uniformadas, muy guapas ellas, con trajes muy bonitos, limpios y planchados, todos iguales, y lacitos en el pelo.  Tienen el aspecto que podrían tener las estudiantes de un colegio de monjas pijo de España.  A pesar de todo lo que he contado sobre la casa en la que vivimos, el dueño, que vive con su familia en el piso de arriba, va vestido como un auténtico dandy, con gafas de sol y gemelos de oro.  Tiene un todo terreno muy chulo y todo.  Pero todo esto no es óbice para que por la calle se vean vacas campando a sus anchas y revolviendo con el hocico en los contenedores de la basura en busca de comida o para que te vengan a pedir limosna niños pobres y sucios.

Hoy hemos visto una cosa muy graciosa.  Ha venido a casa un tío que se subía a las palmeras y tiraba los cocos.  El tío no usaba cuerdas ni nada, y subía como un mono los doce metros largos de tronco hasta las copas.  Ponía una mano por delante del tronco y otra por detrás.  Luego, ponía las piernas como en badha konasana contra el tronco, dobladas, y las estiraba.  Luego volvía a doblarlas y las estiraba, y así iba ganando altura.  Acababa poníéndose encima de la palmera, caminando sobre las ramas superiores.  Luego sacaba una hoz que llevaba metida en el pantalón y empezaba a pegar golpes para tirar los cocos.  Así evitan que le caigan a alguien encima y le abran la cabeza.  Ha sido bastante impresionante, aunque luego el tío me ha desilusionado fumándose un pitillo.


Trepando un cocotero.

Otra cosa que hemos hecho hoy ha sido ir a comer a un sitio llamado Shandya que es la pera.  Lo único malo es que está un poco lejos y hay que ir en rickshaw.  Te daban un plato vacío y ponían unos siete platos llenos de comida de los que servirse.  Cada cual se echaba algo de lo que quería.  Éramos varios y al principio tampoco parecía gran cosa, pero el quid de la cuestión era que los siete platos llenos de comida estaban siempre llenos de comida.  Cada vez que se acababan traían otro.  Sin límite, todo lo que quisieras.  Había un gran bol de arroz blanco con especias y otro de verduras muy picantes, como si tuvieran rábano, de los que he pasado, pero había también un bol de lentejas, otro de zanahoria con verduras, otro de cebolla y otras cosas, otro de salsa de tomate, otro de brócoli especiado y otro de bambúes o yo que sé de qué que sí que estaban buenos y saludables y me he puesto como el quico.  De postre había todo el yogur que quisiéramos.  Y todo por 100 rupias, algo más de un euro. 


Jueves 24 de julio. 

Hoy Javi se ha puesto malo.  Tiene algo parecido a lo que tuvimos nosotros.  Igual se lo hemos contagiado, no sé.  Nacho y yo estamos perfectamente.  Yo estoy vacunado del cólera y de toda una familia de bacterias intestinales, así que confío en que no me vuelva a pasar nada raro.  Mañana tenemos clase guiada a las 6 AM.  Hoy, por vez primera desde que estoy en Mysore he sido capaz de ponerme de pie desde urdhva dhanurasana.  He estado dándome impulso poco a poco hasta que lo he visto claro y me he puesto de pie, sólo que no me ha quedado demasiado bonito.  Aquí hay gente que practica espectacularmente.  A veces parecen las Olimpiadas.  Lo de caer al puente algunos lo hacen de tal forma que en vez de caer con las manos al suelo caen con las manos cogiéndose los tobillos, y hemos visto incluso un par que se agarran los muslos.  Lo llaman catching - "cogerse".  Imagínate cómo debe de tener esa gente la espalda, de goma.  Hay un venerable anciano que tendrá unos 60 años o más y que tiene una barba blanca tipo Salomón que hace los backbendings que tanto me cuestan a mí como si nada.  La repera.  Y sí, todos son occidentales.  La mayoría son de Estados Unidos y de Japón.  También hay de varios sitios de Europa como Suecia, Portugal o Gran Bretaña.  Españoles somos también unos cuantos.  Diez o así.  Lo que no hemos visto son franceses, italianos o alemanes.  Tiene que ser gente de países del Primer Mundo para poder pagar los más de 400 euros que hemos pagado por el primer mes (el siguiente serán unos 200).  Ten en cuenta que el sueldo de un indio medio es de unos 100 euros al mes. 


Rickshaw y motocicletas por las calles de Mysore.

El taxi por antonomasia aquí es el rickshaw, una motocicleta a la que han añadido una carcasa detrás para poder llevar gente.  Por lo visto algunas funcionan con bombonas de butano, cágate.  Parece que antes había una versión con tracción humana, tipo los chinos.  También hay coches más grandes que hacen las veces de taxi, pero esos no se ven por la calle.  Hay un tío en el barrio al que podemos llamar para cuando tengamos que ir al aeropuerto, y él nos consigue un coche con conductor pero que no tiene ningún símbolo de taxi oficial ni nada.  Hay autobuses de línea grandes y viejos, como sacados de una película de los años 60, y autobuses de colegio pequeños de color amarillo, pero no como los americanos.  Hasta ahora, todos los autobuses que he visto no tenían puertas, y no sé porqué.


Viernes 25 de julio.

Es muy tarde hoy.  Mañana no tenemos clase (el sábado es el único día que no hay) y me he quedado escribiendo hasta tarde, con cortes de luz y todo.   Javi parece que está mejor hoy, aunque tampoco para tirar cohetes.  No ha venido a practicar ni nada.  La clase guiada de Sharath ha sido muy dura.  Estaba llenísima la shala, con un montón de calor.  Me ha ido bien, a pesar de todo.  Creo que me he bebido unos 6 litros de agua en el día de hoy, 2 de ellos nada más acabar la clase.


Sábado 26 de julio.

Javi está ya bien.  Hoy me he comprado tres camisetas por 80 rupias (1,2 euros) cada una, un libro de yoga Bikram por 500 (7,5 euros) y el Yoga Mala de Pattabhi Jois, el único libro que ha escrito por 650 rupias (9 euros).  Menudos chollazos.  El libro de Bikram es uno gordo, creo que el mismo que venden en el centro de Bikram de Madrid por no menos de 20 euros. 


Domingo 27 de julio.

Ha estado lloviendo casi todo el día y al final de la tarde, cuando ha escampado, Nacho y Javi han querido ir a un Pizza Hut que vimos el otro día.  Está en una zona bastante "cool" de Mysore, con tiendas que tienen bastante buena pinta para lo que es la India.  Había un semáforo por los alrededores y todo.  En todo el tiempo que llevo aquí, sólo sé de dos cruces que estén controlados por semáforo.  Pero sólo para los coches.  Los peatones para cruzar se las apañan como puedan.  Ellos se han tomado la pizza de rigor después de sendos platos de spaguetti y yo he pedido un par de ensaladas, porque con la primera no he tenido ni para empezar.


Lunes 28 de julio.

Sharath me ha adelantado hoy la hora de entrada.  A las 7:15, media hora antes.  Esto significa que la gente se está yendo de Mysore y que las cosas vuelven a la normalidad.  Espero que no me la adelante mucho más, porque me va a dar algo.  Hoy he conseguido ponerme en pie y caer al puente dos veces, sin ayuda.  Lo he hecho con mucho cuidado, acercando mucho las manos y los pies y dándome impulso.  Cuando lo he visto claro, he subido, con las manos detrás preparadas por si me caía.  Pero no, me he puesto de pie.  Después he bajado al puente (esto es mucho más fácil) y he vuelto a subir.  Sólo he dado un paso para atrás al levantarme (es posible perder el equilibrio y caerse hacia delante o hacia atrás, dando muchos pasos).  He vuelto a bajar al puente sin novedad, pero ya la tercera subida no la he hecho.  Me he intentado dar impulso pero, al subir, me he quedado a mitad de camino y he vuelto a caer al puente.  Al menos sobre las manos.  Entonces he desistido.  Pero bueno, ha sido todo un logro.


Martes 29 de julio.

Hoy hemos estado en el centro de Mysore.  Suerte que íbamos tres tíos bien grandes, porque a veces los indios se ponen muy pesados hablando contigo, queriendo vender cosas, pedir dinero y demás.  A veces notas cómo hay uno o dos indios que te van siguiendo, no sé con qué intenciones.  Lo mejor es detenerse y que pasen de largo.  Lo más seguro es que esperan algún descuido para meterte mano en la cartera o en lo que pillen.  A veces es bastante agobiante, todo llenísimo de gente, suciedad en las calles, miseria y un montón de tráfico: montones de motos y bicicletas, algún coche suelto y autobuses enormes y viejos.  Donde nosotros vivimos es mucho más tranquilo, aunque tampoco es la pera.  Nuestra casa es cutrecilla, con esos baños y esa cocina con tan mala pinta, de piedra, pero tenemos nuestro jardincito con palmeras y todo.  Si estuviéramos en el centro, me imagino que estaríamos en un tugurio a medio derruir e infestado de bichos.  Salir a la calle cada día sería una aventura, como lo es cada vez que vamos y notamos cómo el mundo te mira y se acercan a preguntarte cómo te llamas, de dónde eres y a ver si quieres algo de lo que ellos te ofrecen.



Una vista de pájaro de Mysore desde las ventanas de Rashinkar.

También he hecho muchas fotos, entre ellas de Rashinkar Emporium, la tienda del centro donde la mitad de escuelas de yoga del mundo debe de encargar sus esterillas de algodón, camisetas y demás.  Tienen de todo y hacen encargos a medida.    También he sacado fotos del gatito que vive en un restaurante al que solemos ir.  Es muy juguetón.  Me imagino que lo tienen de cazador, porque a veces hemos visto cucarachas enormes en ese restaurante.

El móvil no funciona como debería.  Supongo que es algo normal, viendo cómo funciona el sistema eléctrico.  Al lado de casa hay una torre de luz que es para verla.  Sus cables están hechos un auténtico caos, y las cajas de control están abiertas de par en par.  Cualquier niño podría acercarse y ponerse a jugar con las clavijas de colores.  Mentalicémonos que estoy en un país tercermundista y que a veces pueden pasar cosas raras.  


Miércoles 30 de julio.

Lo del móvil indio es un cachondeo.  Cada día tengo dos o tres llamadas y un par de sms de publicidad.  Las llamadas tienen un tonillo musical de lo más cachondo y a un operador indio que me habla en kannada, el idioma de este estado.  En cuanto suena el tonillo musical cuelgo, y a veces me llega a continuación un sms en inglés diciendo que acaban de intentar ponerse en contacto conmigo para comunicarme una oferta genial de llamadas o qué se yo.

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