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jueves, 21 de marzo de 2019

Reflexiones para un día de luna llena, equinoccio y Holi.


Anoche, en apenas cuatro horas, se sucedieron el equinoccio de primavera y la luna llena de marzo: el equinoccio a las 22:58 de la noche del miércoles 20 de marzo y la luna llena a las 2:43 de la madrugada del ya jueves 21 de marzo.  Se trata de una feliz coincidencia astronómica que, además, ha hecho posible que justo hoy tenga lugar el festival Holi con el que los hindúes celebran el final del invierno y el comienzo de la primavera.  La fiesta Holi es un homenaje al amor, a la amistad, a la igualdad, a la luz, y viene marcado por la última luna llena de los meses de invierno y no por el equinoccio solar, así que el de este año adquiere un especial significado porque se celebra justo en el momento del año en el que los días comienzan a ser más largos que las noches. 

En cierto sentido resulta curioso que en la India se celebre el final del invierno precisamente ahora, cuando están atravesando la época más calurosa del año.  Yo no he llegado a estar nunca en Mysore en estas fechas: siempre viajé entre octubre y febrero o entre julio y septiembre, pero sé por otras personas que las temperaturas a partir de marzo y hasta mayo se vuelven insoportablemente altas.  De hecho, la temporada de enseñanza en el KPJAYI, tanto ahora con Sharath como cuando Guruji vivía, concluía al llegar el mes de marzo o a lo sumo con el primer día de abril, y si eso se retomaba en julio a fin de evitar los meses más tórridos.  La llegada de los monzones ocasiona que los húmedos meses de verano sean mucho menos calurosos que la seca primavera.  El solsticio, el día más largo en la India también sucede en junio, claro, pero desde el punto de vista de las temperaturas, su verano está teniendo lugar justo ahora. 

Pero quizás sea justo ése el motivo por el que el festival Holi adquiere tanta importancia entre los hindúes.  Las festividades indias van de acuerdo con el calendario lunar; el Holi se celebra alrededor del equinoccio de primavera y se convierte en una celebración de luz y color, con la gente arrojándose polvo y agua tintada los unos a los otros y hogueras que se encienden por doquier al estilo de San Juan.  Sin embargo, no existe un festival similar en torno al solsticio de verano.  Por lo tanto, puede afirmarse que el Holi es la celebración hindú al punto culmen del año solar. 

Polvo de colores en el mercado Devaraja, Mysore.  Para teñir tejidos o ser derrochado en el festival Holi.

El festival Holi hace referencia a Holika, un personaje malvado que aparece en una de las leyendas del Bhagavata Purana, texto antiguo que narra los triunfos de Krishna (Vishnu) sobre el mal que se ha apoderado del mundo.  La historia dice tal que así: 

El Rey Hiranyakashipu reinaba sobre todos los demonios y se le había otorgado un don que le confería cinco poderes especiales: no podía ser herido por humano ni animal, ni dentro de edificios ni al aire libre, ni de día ni de noche, ni mediante armas arrojadizas ni empuñadas, ni en tierra, agua o aire.  Hiranyakashipu creció arrogante, pensando que era Dios, y exigió que todo el mundo lo adorara sólo a él.

El único hijo de Hiranyakashipu, Prahlada, en cambio, no estaba de acuerdo.  Él mantuvo su devoción en Vishnu, lo que enfureció a Hiranyakashipu.  El Rey someió a Prahlada a crueles castigos, ninguno de los cuales surtió efecto en el niño ni alteró su determinación de hacer lo que creía correcto.  Finalmente Holika, la malvada tía de Prahlada, engañó al niño para que se sentara sobre una pira de fuego con ella.  Holika vestía una capa que la hacía inmune al fuego, mientas que a Prahlada no lo protegía nada.  Según el fuego crepitaba, la capa se escapó milagrosamente de Holika y cubrió a Prahlada, quien sobrevivió mientras Holika ardió hasta la muerte.  Vishnu entonces apareció bajo la forma de Narasimha, medio humano y medio león, al ocaso (cuando no era ni de día ni de noche), llevó a Hiranyakashipu al umbral de una casa (que no era ni dentro ni fuera), lo situó sobre su regazo (que no era ni tierra, agua ni aire) y entonces lo destripó y mató con sus garras de león (que no eran ni arma empuñada ni arrojadiza).

La hoguera Holika y el Holi simboliza la celebración de la victoria simbólica del bien sobre el mal, de Prahlada sobre Hiranyakashipu, y del fuego en el que ardió el mal, encarnado en Holika.  

En las leyendas indias no se andan con rodeos: el mal es destripado sin piedad.

Ashtanga Yoga Bilbao inició su andadura en un equinoccio de otoño: el 21 de septiembre del 2015.  Con el de hoy, por tanto, hemos cumplido ya siete ciclos de equinoccio.

El siete es un número mágico en muchas tradiciones: siete eran los planetas clásicos de la antigüedad, siete fueron las maravillas del mundo, siete eran las columnas del templo de Salomón, siete son las virtudes capitales...  y siete es también el piso en el que se ubica Ashtanga Yoga Bilbao.  Casi se podía esperar que en nuestro séptimo equinoccio aconteciese algo especial, como así ha sido cuando la luna, el sol y el festival Holi han tenido a bien ponerse de acuerdo en el día de hoy.

Por lo tanto, y tal y como hemos hecho en otras ocasiones, hoy es uno de esos días en que toca mirar atrás y hacer recapitulación, porque hace justo siete equinoccios nos propusimos hacer lo que hoy ya es una realidad: reunir en torno a Ashtanga Yoga Bilbao a una comunidad de personas afines y ayudarlas a emprender un camino de búsqueda hacia la salud, el bienestar y las respuestas.

Sesión estilo Mysore en Ashtanga Yoga Bilbao durante la tarde de ayer: víspera del festival Holi.

Cada cual es hijo de su padre y de su madre y tiene sus circunstancias, lidia sus batallas y persigue sus objetivos.  Sin embargo, cuando insistimos en sintonizar, en ajustar nuestra relación con la respiración, la esterilla y la postura, todos convergemos hacia el mismo punto.

El yoga por sí solo no va a solucionarle a nadie sus problemas pero, al igual que la respiración en torno a la cual se articula, puede insuflar vida y ofrecerte la oportunidad de hacer algo con ella.  Al tiempo, la propuesta de retirar el foco hacia el interior pone a nuestro alcance destellos que nos alejan de todo aquello que nos azota en el exterior sembrando sufrimiento y dudas.

Pero ninguno somos ermitaños retirados de la sociedad y tras la práctica hemos de regresar a nuestros problemas, que siguen allí sin que el yoga los haya cambiado.  Los momentos de armonía más o menos duraderos cosechados sobre la esterilla parecen no haber servido de mucho cuando, al regresar a casa o al trabajo, vuelves a enfrentarte a ese problema que te sume en la amargura.

Los colores de las esterillas en Ashtanga Yoga Bilbao, diríase que cubiertos por el festival Holi.

Si te preguntas cuál es entonces el significado de todo esto, en primer lugar ten en cuenta que tus compañeros de esterilla e incluso tus profesores a menudo se preguntan lo mismo.  La respuesta no es fácil pero sí simple, y no es otra que enseñarte a regresar una y otra vez a la realidad.  Cada respiración, cada mirada, cada movimiento, cada postura no es ni más ni menos que un entrenamiento de retorno a la realidad.  Esto no va de ayudarte a conseguir ese futuro perfecto que anhelas ni a recuperar un pasado que echas de menos; se trata de pura y simple realidad, una realidad que a cada momento se te escabulle de entre los dedos, que cuando terminas una inhalación ya se te ha escapado pero que continúa en la siguiente exhalación, por lo que de nuevo tienes la oportunidad de reengancharte a ella, una realidad que no vas a poder prolongarla hasta el infinito, sino una realidad efímera que sólo puedes vivirla.  Momento a momento, asana a asana y respiración a respiración.

Si eres capaz de trasladar esta idea de vivir en realidad al resto de tu vida, sin juzgar en base a lo que sucedió en el pasado ni actuar de acuerdo con lo que se te retornará en el futuro, sino hacer lo que sea correcto en cada momento, moverte en la dirección adecuada y estar presente en cada paso que das, entonces tendrás en tu mano la respuesta a muchas preguntas.  Eso es el yoga.

Nosotros mismos estamos inmersos en ese arduo camino y te damos las gracias, tanto si nos estás acompañando en él a través de Ashtanga Yoga Bilbao, lleves mucho tiempo o poco, como si simplemente nos has seguido la pista desde la distancia a través de este blog.  El viaje sobre la esterilla es fascinante pero sabe mucho mejor en compañía, al lado a personas con las que llenarlo de colores.  De nuevo, gracias, y... ¡hasta el próximo equinoccio!

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