miércoles, 23 de septiembre de 2015

Equinoccio de otoño, una oportunidad para el cambio.


El equinoccio de otoño ha puesto hoy punto y final al verano y dado inicio a un periodo de seis meses en los que la noche será más larga que el día.  Se trata de un gran cambio de ciclo que evoca la impermanencia de nuestra realidad.  El final del verano supone también el inicio de la primavera para nuestros vecinos del cono sur, por lo que una vez visto el cuadro completo tampoco cabe hablar de una transición triste, tal y como han parecido sugerir los noticiarios del día.  

Los grandes ciclos astronómicos como los equinoccios y solsticios, las fases de la luna o el día y la noche, equivalen al ciclo de la respiración.  Alguien podría decir que lo que más le gusta es inspirar oxígeno y estar despierto, y que eso de exhalar aire y echarse a dormir no le interesa para nada.  Sin embargo, uno no es posible sin el otro y, de hecho, uno y otro se necesitan.  Al reconocer y honrar los ritmos de la naturaleza, aprendemos a vivir en mayor armonía con ella y a aceptar que nosotros, como parte de la naturaleza, tampoco vamos a permanecer para siempre y que en lo bueno y en lo malo, en lo que nos gusta y lo que no, hallaremos cambios y que, sin duda, esos cambios harán para deshacer, o desharán para hacer.

Al finalizar la reforma en Ashtanga Yoga Bilbao y barajar fechas de apertura, el equinoccio de otoño pareció atraernos como un imán.  Una gran transición astronómica caía justo dentro del plazo al que las tareas pendientes apuntaban.  Era como si, en cierto modo, el cosmos nos guiñase un ojo.  No opusimos resistencia y nos dejamos llevar: sería el 21 de septiembre, lunes, a escasas horas del equinoccio.

Hoy, después de tres días, miramos hacia atrás satisfechos y hacia delante con ilusión.  Los cambios que nos ha traído este equinoccio han sido muchos y grandes, y qué menos que dedicarle estas pocas palabras después de tantas semanas de escasez epistolar en el blog.  Un abrazo y gracias.

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