lunes, 29 de enero de 2018

La leyenda del Yoga Korunta.

Contraportada del Yoga Mala de Pattabhi Jois, con la fotografía de una hoja de un viejo manusrito en sánscrito.  ¿El Yoga Korunta?  No, sin duda, pero me gusta la idea.

Sin duda, el yoga ya forma parte de la cultura popular: aparece en anuncios de televisión, en los carteles del metro, políticos y famosos presumen de que lo practican...  En estos tiempos modernos resulta difícil pensar que el yoga no gozó siempre de este prestigio, este glamour, y que hubo una época, hace no mucho, en el que el yoga era visto en el mundo como una exótica extravagancia de Asia y que en la India, su propia cuna, quedaba relegado al ostracismo, a la marginalidad de eremitas, monjes, shadus, swamis y sannyasas retirados de la sociedad. 

Pero la realidad es exactamente ésa: el yoga no se ha dado a conocer al mundo sino en el último siglo y su expansión a gran escala se ha producido tan sólo en las últimas décadas.  Durante siglos el mundo no sentía interés por el yoga; en la India las familias no deseaban que sus hijos lo practicasen y terminasen llevando una vida monacal en un ashram; los grandes maestros vivían y perecían sin fama ni oropeles, sin que los cronistas recogieran sus enseñanzas y las preservasen en bibliotecas ni se les rindiese encendidos homenajes.  En sus discípulos y algún astroso manuscrito quizás perdurasen sus enseñanzas durante un tiempo, pero por lo demás el personaje detrás quedaba condenado a diluirse cual terrón de azúcar en el océano del tiempo y, a lo sumo, a convertirse en leyenda o mito.

No es de extrañar, por tanto, que un velo de misterio cubra en gran parte los orígenes del yoga y sus linajes.  Hay sabios de la antigüedad como Patanjali, Vyasa, Ashtavakra, Ishvarakrishna, Shankaracharya o Swatmarama cuyo legado ha conformado buena parte del conocimiento yóguico actual y que son referencia para todas las tradiciones pero de cuyas vidas poco o nada se conoce.  Muchos otros sabios y textos se han perdido y hoy ya ni se recuerdan sus nombres.  Los mismos linajes, las escuelas que se extienden por los cinco continentes y que tienen a sus fundadores bien identificados con nombre, apellido, foto y extensa biografía, pierden sus raíces en el pozo del anonimato.  Vivekananda fue discípulo de Ramakrishna, y Ramakrishna de Totapuri pero, ¿quién fue Totapuri y quién fue su maestro?  Totapuri vivió en aquellos siglos oscuros en los que al mundo no le interesaban los locos ascetas del yoga y es el último y misterioso eslabón al que podemos remontarnos del sin duda milenario linaje del raja yoga de Vivekananda.

En el caso de la tradición de Ashtanga Yoga sucede otro tanto.  El mundo ha conocido a Pattabhi Jois y a su maestro Krishnamacharya, que falleció en 1989 a unos dilatados 101 años.  Para entonces la pasión por el yoga ya había despertado en el mundo, lo que permitió que sus vidas fueran suficientemente documentadas, fotografiadas y filmadas.  Pero más allá de Krishnamacharya  existe un gran misterio.  ¿Surgió Krishnamacharya de forma espontánea, como una seta en el bosque, sin que nadie la plantase?  ¿Fue un autodidacta, un inventor que interpretó e innovó por cuenta propia a partir de la exquisita educación formal universitaria que recibió?  Evidentemente no.

Fotografías y retratos en la main shala del KPJAYI en Mysore.  El gran retrato de Pattahi Jois se encuentra flanqueado por una fotografía de Krishnamacharya y una representación ficticia de Ramamohan Brahmachari, lo más parecido a una imagen suya que puedo ofrecer a los lectores del blog.

En algún momento de los años 1910, el joven Tirumalai Krishnamacharya viajó al Tíbet para encontrarse con el que sería su principal gurú durante siete años: Ramamohan Bramachari.  No se sabe nada de Brahmachari salvo lo que el propio Krishnamacharya contaba sobre él: que era su gurú, que vivía en una cueva con su mujer y tres hijos, y que dominaba numerosas técnicas de yoga y más de 7.000 asanas.  Por lo visto, y aquí existen muchas versiones e informaciones incompletas y contradictorias, uno de los conocimientos que adquirió Krishnamacharya durante aquellos siete años junto a Brahmachari, aparte de 700 asanas, fue el estudio del Yoga Korunta, un enigmático texto sobre yoga escrito por un tal Vamana Rishi que Brahmachari le hizo aprender de memoria.

Posteriormente, durante sus años en Mysore entre mediados de 1920 y 1950, Krishnamacharya enseñaría un sistema de yoga vigoroso que ponía en práctica los conceptos de vinyasa, bandhas y dristhis y estaba estructurado en torno a series de asanas de dificultad creciente que Pattabhi Jois aprendería y continuaría enseñando tras la marcha de Krishnamacharya y que hoy conocemos como Ashtanga Vinyasa.  Pattabhi Jois siempre afirmó que el método que Krishnamacharya enseñó en Mysore estaba ampliamente basado en el Yoga Korunta y que él mismo, como experto en sánscrito, en cierta ocasión le había acompañado a Krishnamacharya a la Biblioteca de Calcuta donde, siguiendo las pistas de su viejo maestro Brahmachari, habían hallado una copia completa del Yoga Korunta.  Pattabhi Jois supuestamente lo vio con sus propios ojos, pero el manuscrito enseguida se destruyó, envejecido por el paso del tiempo y carcomido por los insectos.

El Yoga Korunta es uno de tantos textos perdidos, una romántica leyenda quizás, y a todos los efectos un dudoso argumento para respaldar el milenario origen del método de Ashtanga Vinyasa.  Tan sólo el testimonio de Pattabhi Jois lo sostiene, de la misma manera que tan sólo el testimonio de Krishnamacharya sostiene que Ramamohan Brahmachari fuera un personaje real.  No cabe pensar que ni uno ni otro tuviesen motivos para mentir.  Eran académicos universitarios y maestros de yoga y filosofía, no vulgares charlatanes.  No obstante la gente, escéptica por naturaleza, quiere, exige pruebas; no le bastan los actos de fe.  Así, se cuentan por legiones los detractores que ven en esto del Yoga Korunta un oscuro aspecto de Ashtanga Yoga y una espléndida oportunidad para vilipendiar la enseñanza de Pattabhi Jois, a quien a menudo se acusa de pretender investirse de forma ilegítima con la autoridad de un viejo libro antiguo inexistente y que, en el fondo, seguramente tan sólo enseñó un método de gimnasia más o menos sofisticado con ínfulas de yoga inventado en el siglo veinte y sin el menor atisbo de raíces antiguas.  

Pues bien, hace unas semanas llegó hasta mis manos un interesantísimo texto del año 2015.  Me lo envió Rafa Brancas, aplicado estudiante de Ashtanga Yoga Bilbao.  El autor es James Russell, un profesor de yoga -no de Ashtanga Yoga- y blogger del Reino Unido que ha publicado en su blog una reveladora investigación que ha llevado a cabo acerca del Yoga Korunta con unos resultados más que sorprendentes.  Me he tomado la molestia de traducirlo y ofrecérselo a los lectores del blog de Ashtanga Yoga Bilbao.  Aquí está el enlace al texto original.


Sharath Jois, Pattabhi Jois y Tirumalai Krishnamacharya: tres generaciones de maestros custodios del legado de Ramamohan Brahmachari y del Yoga Korunta.


Desenterrando la leyenda del Yoga Korunta.

Hay una misteriosa leyenda en el mundo de Ashtanga Vinyasa Yoga.  Si nunca la has escuchado, suele decir tal que así:

A mediados de los años 1920, el gran maestro y profesor de yoga, Sri T. Krishnmacharya, se dirigió a la biblioteca de Calcuta acompañado por un joven y devoto estudiante llamado K. Pattabhi Jois.  Iban en busca de un texto de yoga perdido, oscuro, denominado "Korunta."  Hallaron el texto, cuyo autor era un sabio llamado "Vamana Rishi", escrito sobre hojas de plátano o palma (lo cual es frecuente en los textos de yoga antiguos.)  Los caracteres sobre las hojas describían con detalle un método de Hatha Yoga dinámico y vigoroso.

Este método se caracterizaba por varias secuencias fijas (krama) de posturas (asanas) enlazadas a través de movimiento, respiración, contracciones físicas y puntos hacia los que dirigir la mirada.  Esta unión de movimiento y respiración se conoce como "vinyasa."  Vinyasa significa "colocar de una manera especial" y es un término que también se encuentra en artes indias clásicas tales como la música y la danza.

Algunos afirman que las hojas del Korunta estaban atadas a una antigua edición de los Yoga Sutras de Patanjali (un tratado de dos mil años de antigüedad sobre la tecnología psicológica del yoga).  A este sistema se lo conoce como Ashtanga Yoga (que significa yoga de los ocho pasos.)  De acuerdo con Gregor Maehle (Ashtanga Yoga 2006) los dos sistemas estaban pensados para que fuesen practicados y estudiados juntos.  De ahí el nombre "Ashtanga Vinyasa."

Tras descifrar el texto, Krishnamacharya le enseñó el método a Pattabhi Jois.  La última parte de la historia es que el Korunta se desintegró poco después y/o que fue carcomido por hormigas (perfectamente plausible en el clima de la India); para nunca ser visto de nuevo por nadie más que Krishnamacharya y Pattabhi Jois.  Se cree que se trataba de una copia única.

Jois dedicó su vida a divulgar el método de Ashtanga Vinyasa y en los años 1970 enseñó a los famosos yoguis occidentales David Williams, Nancy Gilgoff y Norman Allen.  La práctica se propagó en Occidente donde alcanzó una gran popularidad y fue elogiada por personajes famosos como Madonna, Gwyneth Paltrow y Sting.  Hoy, Ashtanga Vinyasa es una de las formas de yoga más populares en el mundo.

Los defensores del sistema Ashtanga Vinyasa han esgrimido el Korunta como principal argumento para afirmar que se trata de una practica antiquísima que se remonta milenios atras.  Muchos practicantes han citado también el antiguo sistema de Patanjali como fuente para legitimar y conferir credibilidad a su práctica.

"En el corazón de Ashtanga se encuentra Vinyasa.  La esencia de Vinyasa es la sincronización de respiración y movimiento." (Ashtanga Yoga, John Scott, DVD, 2002.)

Sin embargo, el texto de Patanjali no hace ninguna mención a Vinyasa y tan sólo una a asana: "Sthira sukhasanam (la postura ha de ser estable y cómoda)" (Yoga Sutras 2:46)  El Ashtanga Yoga de Patanjali es esencialmente meditativo y es un método para poner la mente bajo control de manera progresiva, para "acallar las ondas de la mente." (Yoga Sutras 1:2)  El método de Patanjali, claramente, es muy distinto del sistema vigoroso y físicamente exigente que hoy conocemos como Ashtanga Vinyasa Yoga.


James Russell, autor de este artículo e investigación.


La búsqueda del Korunta.

Desde el principio me fascinó la leyenda del Korunta: otorgaba a las series de Ashtanga un velo de misterio y una antigua autoridad.  Leí varias versiones de la historia del Korunta y me pregunté acerca de su autenticidad.  Una vez comencé a buscar, descubrí que varios de los estudiantes de Krishnamacharya lo mencionaron hablando acerca del texto pero no fui capaz de encontrar ningún registro de que semejante texto hubiese sido nunca publicado.  Tampoco pude encontrar un autor con el nombre de Vamana Rishi.  En la mitología hindú, Vamana es el nombre del quinto avatar de Vishnu y se trata de un nombre indio bastante común.  El título "Rishi" por lo genera denota a un sabio o vidente, de la raíz "Drsh" que significa "ver." (Al igual que en "Drishti", la práctica de dirigir la mirada a diversos puntos.)

El método Vinyasa y de asanas descrito en el libro de Krishnamacharya "Yoga Makaranda" (1934) guarda grandes semejanzas con la primera serie de Ashtanga Yoga y parece formar parte de un sistema de Vinyasa Yoga mucho más amplio que algunos de sus estudiantes posteriores denominarían "Vinyasa Krama."  No obstante, la larga bibliografía del Makaranda no incluye al Korunta.

El libro "Yoga Mala" (1962) de Pattabhi Jois, el texto seminal de Ashtanga Vinyasa, tampoco incluye ninguna referencia al Korunta.  No obstante, Jois ofrece una atractiva cita de Vamana Rishi, (presumiblemente del Korunta)

"Vina vinyasa yogena asanadin na karayet -
Oh yogui, no hagas asana sin vinyasa"

Vamana Rishi.

Aparte de esta única cita, no fui capaz de hallar ninguna otra cita que se hubiese publicado en un texto bajo el nombre de Korunta.  Ni tampoco pude encontrar ningún registro anterior a 1934 acerca de yoguis que practicasen asanas en el estilo vinyasa que enseñó Krishnamacharya y después Jois.  De hecho, un gran número de las posturas del método Ashtanga Vinyasa no se pueden encontrar en ninguno de los textos tradicionales de Hatha Yoga.  El Korunta y los orígenes del Ashtanga Vinyasa Yoga seguían siendo un gran misterio.


La escuela de yoga de Krishnamacharya en Mysore, junto al Palacio Jaganmohan.

¡Eureka!

Entonces, en el año 2011, mientras estudiaba el Hatha Yoga Pradipika (un texto del siglo decimocuarto que trata sobre Hatha Yoga) un nombre destacó entre el texto y atrajo mi atención.  En el primer capítulo del Pradipika, el autor Svatmarama enumera el linaje de yoguis en Hatha Yoga (Hatha Yoga Pradipika 1: 5-9).  El decimotercer nombre de la lista es:

"Kuarantaka: también conocido como Karandaka, puarantaka y Kurantaka"

Kurantaka - Kuranta - Korunta.

El nombre tiene una gran similitud con Korunta.  Interesante, pero no demasiado significativo.

Sin embargo, unas pocas semanas más tarde recibí desde la India una traducción de una versión más larga del Pradipika, no disponible previamente. (Hathapradipika 10 capítulos, 2006.)  Este texto da más detalles del linaje de Hatha y de nuevo menciona a Kuarantaka.  Descubrí para mi asombro que un yogui llamado "Kuarantaka" fue autor de un texto titulado:

"Kapala Kuarantaka Yogabhyasa Paddahti"

Que se traduce aproximadamente así: "El método de yoga de Kuarantaka Kapala" (Kapa signfica calavera o cráneo y sospecho se trata de un título que se le dio al yogui Kuruntaka para indicar su afiliación a la secta Shaivinista de los Kapilika o portadores de calaveras)

El texto descrito contiene 112 posturas.  Eso me interesó enormemente, dado que este número es muy cercano al número combinado de las posturas contenidas en la primera y segunda series de Ashtanga Yoga, que es de 106 (David Swenson 1999.)  Resulta significativo que los textos más antiguos de yoga tan sólo describan un puñado de asanas predominantemente sentadas.  Que un manuscrito anterior al siglo dieciocho describiera tantas asanas no tiene precedentes.

El título completo del texto es un trabalenguas, en especial para los occidentales, así que parece lógico que Krishnamacharya y Jois lo acortasen a Kuaranta o Korunta.

Sharath Jois y A.G. Mohan, secretario y discípulo de Krishnamacharya durante las últimas décadas de su vida.

Después de investigar un poco más, descubrí que mi teoría quedaba confirmada en la biografía de Krishnamacharya publicada por A.G. Mohan, en la que afirma lo siguiente:

"Krishnamacharya mencionó el 'Yoga Kuranta' en varias ocasiones durante mis estudios.  El Yoga Kuranta aparantemente lo había escrito el yogui llamado Korantaka, quien es mencionado en el Hatha Yoga Pradipika (1.6)." (A.G. Mohan 2010)

Me puse en contacto con el Instituto Lonavla en India, donde se había traducido y publicado la versión larga del Hatha Yoga Pradipika y les pregunté acerca del texto escrito por Kurantaka.  Su respuesta me puso los ojos como platos:

"Hemos copiado el manuscrito Kapala kurantaka de la Biblioteca Bharat Itihas Samshodhan Mandal en Pune.  Esto es un texto de Hatha pero mucho más diferente de otros textos de Hatha por todas sus prácticas vigorosas/rigurosas.  Es posible decir que esta tradición pertenece a la parte meridional de la India."

De modo que un texto escrito por el yogui llamado Kurantaka sí que existe y de hecho lo conocen algunos eruditos en sánscrito de la India.  Posteriormente supe que se suele referir a él como el "Kapala Kurantaka."

Lo de "prácticas vigorosas/rigurosas" encaja a la perfección con la naturaleza de Ashtanga Vinyasa.  Krishnamacharya era originario del sur de la India.  ¿Podría ser que éste es el mismo texto descrito en la leyenda del Korunta?

Tras explicarle al Doctor Gharote, máximo responsable del Instituto Lonavla, mi teoría respecto al Korunta, me respondió:

"Es posible afirmar que el texto 'Korunta' sea de hecho el 'Kapala Kuaranta Hathabhyasa-Paddhati' porque hasta ahora nunca nos habíamos encontrado con ningún otro texto relativo al término 'Kurantaka' salvo éste.  Así que al menos y hasta que no dispongamos de ninguna otra evidencia, tenemos que aceptar que 'Korunta' es de hecho 'Kapala Kuaranta Hathabhyasa-Paddathi".

Aunque esto no sea de ningún modo definitivo sí que resulta alentador y abre la posibilidad de que el Korunta sí que exista, aunque con un título ligeramente distinto y escrito por otro autor.

Enciclopedia de asanas tradicionales.  Doctor Gharote.

Conseguí hacerme con una lista de nombres sánscritos de todas las asanas enumeradas en el Kapala Kuarantaka y con la ayuda de la "Enciclopedia de asanas tradicionales" (también del Instituto Lonavla, 2006) y comparándolas con el manual de Ashtanga Yoga de David Swenson, he sido capaz de identificar 51 posturas o más que guardan una gran similitud o son idénticas a posturas de la primera y segunda series.  Bien podrían ser más dado que hay muchas posturas que no he sido capaz de comparar o identificar debido a que la nomenclatura del yoga del sur de la India en aquel tiempo era muy distinto del de hoy.  Además, he encontrado al menos dos posturas que aparecen en la tercera y cuarta series de Ashtanga Vinyasa.


También es significativo la identificación del asana número 86 de la lista:

"Dehallyunllaghen"

Enciclopedia de asanas tradicionales:

"Mantén las manos firmemente sobre el suelo y salta dentro y fuera a través de los dos brazos." (KKH - 86)

Esta práctica de saltar con las piernas a través de las manos es un componente importante de Ashtanga Vinyasa y es una técnica que enlaza cada postura con la siguiente.  Es similar a la práctica de "Tolasana" en la que se elevan las piernas, también conocida como "Pluthi".  La práctica de saltar con las piernas entre las manos es virtualmente exclusiva del Ashtanga Vinyasa y rara vez se encuentra en otros linajes.

El Doctor Gharote estima que la antigüedad del Kapala Koruntaka es, al menos, anterior al siglo catorce.  Esto resulta significativo en sí mismo puesto que muy pocos textos de aquella época mencionan tantas asanas.

El Instituto Lonavla tiene intención de publicar este texto en algún momento del futuro, aunque existen varias limitaciones por el hecho de que en la actualidad tan sólo disponen de una copia del manuscrito: para publicar una edición seria precisan de al menos tres manuscritos entre los que llevar a cabo comparaciones.  También, el manuscrito que tienen está incompleto.  Algunas de las asanas no tienen nombre, sino que sólo se proporcionan descripciones de su técnica.

No obstante, el Doctor Gharote tiene la confianza de que, siempre que puedan hallarse otras copias de este manuscrito, acabarán publicándolo.  Más pronto que tarde, y con algo de suerte, este texto de yoga perdido estará traducido para que todos podamos estudiarlo y aprender de él.


Pattabhi Jois enseñándole a su nieto Sharath,  Sus enseñanzas son todo lo que podemos saber del Yoga Korunta.  Por el momento.


Conclusión.

Es más que probable que el Ashtanga Vinyasa moderno, hasta cierto punto, sí que tenga su origen en las enseñanzas que recoge el texto que comúnmente es referido como el Korunta.  Estoy convencido de que este texto sí existe y que lo conocen algunos estudiosos indios, quienes lo denominan el "Kapala Kurantaka".

El texto fue escrito por un yogui llamado "Kuruntaka" y fue escrito en alguna fecha anterior al siglo decimocuarto.  El título completo del texto es: "Kapala Kuarantaka Yogabhyasa-Paddathi."

Krishnamacharya era un reputado erudito en sánscrito, y sabemos por la introducción al Makaranda de 1934 hecha por K.V. Iyer que Krishnmacharya y sus discípulos visitaron Lonavla.  Así que es muy probable que estuviese familiarizado con el Kapala Kuarantaka.

Dicho esto, creo que es improbable que el Kapala Kuarantaka describa el Ashtanga Vinyasa de la manera en que lo conocemos hoy: completo con vinyasas, bandhas, dristhi y pranayama.  Las posturas no parecen estar enumeradas en ningún orden concreto.  Algunas de las posturas puede que estén en el mismo o similar, pero también hay algunas otras prácticas inusuales que tienen poco en común con la práctica de hoy día.  Por ejemplo, estar colgado en posturas desde cuerdas es algo que ciertamente aparece en el texto.  (Curiosamente, la palabra "Korunta" puede traducirse como "marioneta," al igual que en "estar colgado de una cuerda".)  Podría darse el caso de que algunas de las técnicas desarrolladas por B.K.S Iyengar empleando bloques y cuerdas tengan también su origen en este texto.

Es muy probable que el planteamiento vinyasa aplicado a la práctica de asanas sobre el que escribió Krishnamacharya en 1934 y que enseñó a sus alumnos estuviera influenciado por el Kapala Kuarantaka y también por un amplio abanico de otras prácticas, textos, tradiciones y por el Gurú de Krishnmacharya, Ramamohana.

Seguimos sin saber a ciencia cierta si Pattabhi Jois visitó la biblioteca de Calcuta con Krishnamacharya y leyó el texto o no lo hizo, pero está claro que el método vinyasa que aprendió de Krishnamacharya se convirtió en una parte fundamental de las enseñanzas que transmitió y que más tarde llegarían a ser conocidas como Ashtanga Vinyasa.

Debo admitir que me han sorprendido mis propias conclusiones.  No soy de ningún modo un practicante devoto de Ashtanga.  Disfruto practicar de vez en cuando Ashtanga Vinyasa pero esta forma de yoga no es mi práctica principal.  Al principio me sentía un poco escéptico respecto a la leyenda del Korunta y me figuraba de que al final no resultaría más que un mito popularizado entre la comunidad de Ashtanga.  Ahora me doy cuenta que puede que estuviera completamente equivocado y mi opinión ha descrito un giro de 180 grados.

También me he dado cuenta de que, en último término, en realidad no importa si el sistema es antiguo y proviene de un manuscrito perdido.  Sin duda es un gran método de yoga que en el interior de su estructura encierra una sabiduría silenciosa y una inteligencia somática que ningún montón de palabras escritas o textos podrán revelar.  Ashtanga Vinyasa no precisa un compendio de credenciales antiguas para resaltar su credibilidad.

Reconozco que esta investigación no es para nada definitiva pero espero suscite el interés de la comunidad de yoga.  Estoy seguro de haber aportado mi granito de arena para que este asunto sea considerado seriamente y sea el punto de partida para ulteriores investigaciones.

miércoles, 24 de enero de 2018

Sharath sobre la esencia del mantra inicial de Ashtanga Yoga.

El próximo mes de septiembre la comunidad española y portuguesa de Ashtanga Yoga vivirán un momento histórico porque Sharath Jois, nieto de Pattahi Jois, director del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore y Paramagurú de Ashtanga Yoga, llevará a cabo su primer tour por el sur de Europa enseñando cinco días de clases guiadas en las ciudades de Madrid y Odemira.

Ashtanga Yoga Bilbao participará en este acontecimiento, por supuesto, que tendrá lugar entre el 4 y el 14 de septiembre y al que seguramente se le dedicará alguna entrada a la altura en este blog.  Si te interesa, te dejamos este enlace a la página de Mysore House Madrid, quienes organizan la visita a Madrid de Sharath.

Sin embargo, hoy no hablaremos del tour de Sharath en septiembre.  Esta entrada es para, esencialmente, publicar una reflexión de Sharath Jois que ha aparecido recientemente en Internet y que, de nuevo, nos hemos tomado la molestia de traducir para los lectores de este blog.

La presencia de Sharath Jois se está haciendo cada vez más notoria en las redes sociales.  En otros tiempos era muy reacio a aparecer en los medios, llegando a prohibir que se publicasen en Internet extractos de lo que decía en sus conferencias de los sábados e incluso animaba fogosamente a la gente a que no perdiera el tiempo asomándose a las ventanas de Facebook, Twitter y demás.  Ahora, en cambio, y me atrevería a decir que afortunadamente, ha debido cambiar de opinión y es posible seguirlo a través de su perfil de Instagram y de algunos artíulos que se publican de vez en cuando bajo su firma.

A mi modo de ver es de agradecer este cambio porque, si bien es verdad que Internet y las redes sociales no son el mejor sitio para divulgar determinadas enseñanzas que se imparten mucho mejor en distancias cortas, no es menos cierto que Ashtanga Yoga ha adquirido una dimensión inmensa, mundial, y que somos muchos los que seguimos con atención lo que sucede en Mysore y lo que tiene que decir nuestro maestro pero no podemos estar allí para escucharlo.

Y si Krishnamacharya, durante sus años dorados en Mysore bajo el patrocinio del Maharajá, recorrió la India organizando exhibiciones y conferencias para difundir el yoga y dar a conocer sus enseñanzas, se antoja lógico que los maestros modernos ahora hagan uso de las tecnologías para que sus palabras encuentren mayor eco y ayuden a que lo que se sabe del yoga no se limite a ciertas referencias frívolas en los anuncios y las teleseries.  

La verdad es que no sé muy bien si es el propio Sharath en persona el que se encarga de escribir estos artículos que aparecen en Internet o si alguien transcribe sus palabras a partir de lo que ha dicho entrevistas del pasado o conferencias.   Sea cual sea su origen, parece que él aprueba su contenido y les concede su autoría, así que se puede asumir que son palabras suyas.

Hace unos días apareció una interesante reflexión de Sharath en torno al mantra inicial de Ashtanga Yoga que se recita al comenzar todas las clases en esta tradición y, cómo no, nos hemos tomado la molestia de traducirla. Aquí está el enlace a la entrada original.  ¡Que la disfrutéis!



Sharath sobre la esencia del mantra inicial de Ashtanga Yoga.

Me aprendí el mantra inicial cuando comencé a practicar yoga, en torno a los dieciocho años. Shankaracharya, el famoso teólogo indio del siglo VIII, es el autor de este antiguo slokha, u oración, que se puede recitar no sólo para practicar yoga, sino que todo el mundo puede hacerlo. Antes de nuestra práctica cada día lo recitamos para rezar al gurú de manera que sus bendiciones y gran conocimiento espiritual nos guíen paso a paso hacia la eliminación de los obstáculos en nuestro viaje espiritual.

Para entender cómo de importante resulta recitar esta oración en Ashtanga Yoga, primero hay que conocer el significado del verso saṃsāra halāhala mohasantyai. Saṃsāra es un término sánscrito que a grandes rasgos hace referencia a toda la sociedad y a la naturaleza cíclica del mundo. Las perturbaciones que surgen en esto son los obstáculos que impiden nuestro crecimiento.

Saṃsāra proporciona muchas atracciones y distracciones, buenas y malas pero, sobre todo, incrementa las fluctuaciones de la mente. Nos vemos atraídos hacia cosas materiales y situaciones que nos hacen felices durante un tiempo pero que, al final, perturban nuestros pensamientos, lo que nos conduce a la tristeza e incluso a la depresión. En un ciclo sin fin. Esto es a lo que el mantra inicial se refiere con el término halāhala, o veneno, y afecta a nuestra sādhana o disciplina de práctica. Si la mente no se encuentra estable resulta imposible crecer en nuestro viaje espiritual.

Comenzanos el mantra inicial con vande gurunam caranaravinde para mostrarle nuestros respetos al gurú de manera que pueda ayudarnos a atravesar este saṃsāra. El gurú ha sufrido este mismo proceso y a través de la práctica de yoga ha resuelto cómo obtener cierta estabilidad y cómo juzgar las cosas. 


Antes de los grandes medios sociales y el mundo digital, nuestras relaciones involucraban principalmente a la familia, el colegio, el trabajo y la comunidad. Los efectos del saṃsāra eran resultado de estos entornos tan sólo. En la India, cuando era un niño, si quería saber algo de lo que sucedía en América, se tardaba un tiempo en que las noticias viajaran y, entonces, era principalmente a través de periódicos. Había un agujero de comunicación de varias semanas, a veces meses.

Ahora, a través de la tecnología, podemos observar a toda la humanidad, si lo deseamos, siempre que lo deseemos. A medida que el mundo se estrecha, el saṃsāra se vuelve inmenso. A través de nuestros aparatos de comunicación (teléfonos móviles, ordenadores), en un santiamén, sabemos qué ocurre en los más alejados confines del mundo y, a menudo, cosas que no necesitamos saber. Reaccionamos, construimos opiniones y tenemos sentimientos hacia cosas que no están no por lo más remoto cerca de nosotros. Vemos cómo a la gente no le gusta otra gente o sus prácticas religiosas, ideologías, políticas y sistemas de creencias. El resultado es que nos enfrentamos a más gente, más atracciones y, en definitiva, más saṃsāra. Un mayor saṃsāra hace que los pensamientos no deseados se multipliquen en nuestra mente, adentrándose más profundo en nuestra psicología. Todo esto genera sufrimiento y más venenos.

Todos los seres vivos tienen derecho a vivir en paz en este mundo. Las plantas, los insectos, los pájaros, los animales, los humanos... todos tienen el mismo derecho. Tenemos derecho a vivir en una sociedad feliz y saludable, una sociedad pura sin venenos en la que todo el mundo debería ser capaz de ir en pos de su viaje personal y hacer lo que quiera en su práctica personal.

Un viaje espiritual es personal; no debería estar dirigido por una sociedad. Un viaje o práctica espiritual no surge a partir de una religión. No es religioso; tienes que entender eso. La práctica espiritual es para ampliar conciencia. Muchas religiones dividen a la gente, pero la práctica espiritual nos une. Ésta es la razón por la que rezamos al gurú en el canto inicial, para que elimine al saṃsāra del halāhala. Oramos para liberar a la sociedad de estos males y se obtenga mukti o moksha, la liberación de la ignorancia, para acabar con el veneno y comenzar nuestro recorrido espiritual.

Así que, ¿cómo hacemos que saṃsāra sea un lugar armonioso en el que podamos coexistir con todos los seres vivos? ¿Dónde podemos vivir siendo la mejor versión de nosotros mismos? ¿Cómo erradicamos los venenos de nuestro interior de manera que no haya sitio para la negatividad en la sociedad? ¿Cómo fortalecemos nuestra mente, pensamiento y acciones?


Del mismo modo que un viaje espiritual es personal, así son las respuestas a estas preguntas. El verso “Nih sreyase jangalikayamane” establece que tenemos que ser como un médico de la selva o un encantador de serpientes, jangalikaya, quien extrae el veneno de serpiente en la jungla del saṃsāra. También debemos tratar de eliminar el veneno, y las perturbaciones, en nuestras propias vidas. Es un proceso del pensamiento. Tenemos que concentrarnos en nosotros mismos. Si piensas con negatividad, empiezas a malentender que todo en la vida es negativo, y entonces tu mente se vuelve negativa. Es un gran desafío, pero no significa que debas distanciarte de la gente de este mundo. Hay distintos tipos de personas (tanto positivas como negativas) y debemos coexistir con todas. Tenemos que aprender a integrarnos. Debemos dar con una solución en la que todo el mundo permanezca en armonía y salud. 

Al practicar yoga, aprenderemos muchas cosas a través de nuestra propia sādhana. Con el tiempo, la práctica tranquiliza el sistema nervioso y la mente se entrena para no distraerse y para aliviar la negatividad. Cuando la mente se vuelve pura, calmada y estable, entonces nuestras acciones se volverán puras, calmadas y estables.

Ésta es la razón por la que oramos para que nuestro gurú pueda enseñarnos cómo tener una vida en paz y armonía en la que respetemos a los demás y los demás nos respeten a nosotros. Una vez vivamos en ese tipo de entorno, entonces nuestro viaje espiritual alcanzará su máximo nivel.

Al comienzo de un nuevo año deberíamos orar por el nuevo año que acaba de empezar. Nuestro año nuevo en Kannada, Ugadi, comienza en primavera, y en las oraciones siempre decimos que el pasado es el pasado y nos permitimos un nuevo comienzo con buenos pensamientos y buenas intenciones, en paz. Siempre empezamos así pero, por desgracia, la resolución que hacemos al comienzo del año a menudo se ve atrapada en el saṃsāra un poco más adelante y, por lo tanto, nuestros pensamientos se desvían en otra dirección.

Por esto es muy importante que practiquemos yoga y comencemos nuestra práctica orando para que la positividad impregne nuestras vidas. Mediante nuestra práctica diaria fortalecemos las promesas que hacemos, se quedan con nosotros durante todo el año y el año transcurre de manera positiva.

Hay mucha gente con diferentes prácticas y religiones viviendo en este saṃsāra. Si queremos coexistir y vivir felices, tenemos que respetar las prácticas de cada uno como sus propios viajes personales y liberar al mundo de saṃsāra. Esto lo recibimos a través del conocimiento y las bendiciones de nuestro gurú y así es como viviremos en armonía.

miércoles, 10 de enero de 2018

Crónica final de un viaje a Mysore en diferido.

Nines y un servidor en Mysore en diciembre del 2013.  Pasando frío, ya se ve.

Escribo cuando apenas faltan unas horas para mi partida.  Esta noche, de madrugada, vuelo de regreso a las frías tierras hispanas.  Detrás quedan dos meses largos de aventura india.  En mi última misiva relaté lo que había acaecido durante el primer mes.  Es tiempo ahora de escribir la crónica final.

Estos setenta días han dado mucho de sí.  Ha habido muchas distintas etapas y mi sensación es que han sido mucho más de dos meses.  Muchas cosas parecen ya viejos recuerdos, cuando en realidad tan sólo se remontan algunas semanas.  La primera casa, la convivencia con Tanya, las Navidades con Nines...

Nines y Tanya en Gokulam.

Tanya en el mercado de Mysore.

Uno de los episodios más entrañables que he vivido tuvo lugar hace más o menos un mes.  Tanya tenía la buena costumbre de comprar el periódico Times of India todos los días, lo que le permitía enterarse de interesantes noticias de actualidad.  Tanya supo así que al templo de Krishna en Gokulam, a poca distancia, iba a ir un niño prodigio de ocho años a recitar de memoria todo el Bhagavad Gita.  Tanya y yo nos acercamos a la hora señalada.  No había rastro del niño, sino que en el templo un sacerdote y algunos devotos estaban haciendo un puja, una oración hindú.  Nos mantuvimos a distancia; no somos hindúes y no queríamos ser irrespetuosos inmiscuyéndonos en sus tradiciones religiosas.  El sacerdote, desnudo de cintura para arriba, sacó una vela y la acercó a los feligreses (no sé si este término vale en el caso de un templo hindú, pero bueno), que acercaban sus manos para sentir el calor de la llama.  Entonces, el sacerdote se dirigió a nosotros y los feligreses nos dejaron espacio.  Participamos en la puja acercando las manos al fuego, comiendo una flor amarilla, recibiendo agua en la mano derecha y echándonosla por la cabeza en una suerte de bautismo, y recibiendo un cuenquito de arroz glutinoso con especias.  El momento fue bastante emocionante: los hindúes nos aceptaban en su templo y compartían con nosotros su oración.  Más tarde llego el niño, que estaba enfermo y sólo pudo recitar los primeros capítulos del Bhagavad Gita antes de sentirse indispuesto (de hecho, le vimos echar la raba).  Entretanto, un anciano muy majete nos habló de que todos los humanos éramos iguales y que Dios estaba en todos, que Jesucristo y Krishna eran en definitiva lo mismo.  Cuántas desdichas que nos ha dado la historia se habrían solventado con esta filosofía.

Nines con una bailarina del espectáculo de Nochevieja en el Lalitha Mahal.

Con Nines viví otro momento muy especial en Nochevieja.  El uno de enero era día de luna y teníamos la Nochevieja libre, así que nos regalamos un masaje a cuatro manos en el centro ayurvédico Indus Valley y después asistimos a la fiesta de fin de año que se celebraba en el Latitha Mahal, el segundo palacio más grande de Mysore, construido por el Maharajá para alojar a sus invitados y que hoy día es un impresionante hotel de lujo.  Nines y yo tuvimos la suerte de disfrutar de una fiesta ciento por ciento india. Éramos los únicos occidentales en todo el salón y resultó una experiencia muy interesante.  Desde las 20:00 se sucedieron actuaciones, alternando bailes tradicionales indios con desenfrenadas actuaciones discotequeras.  Mientras tanto, nos servían cosas para ir picando y bebiendo, hasta que bien entradas las 22:00 nos informaron de que el banquete estilo bufé ya estaba servido.  A nuestro lado había un grupo de indios mayores de apariencia solemne, ataviados con turbantes de colores que habían venido desde Delhi.  Parecían gente seria e importante pero, cuál no fue nuestra sorpresa, cuando de pronto uno de ellos salió al escenario y convocó al mismo a "todos los señores de Delhi".  Los ancianos aturbantados se desmelenaron entonces y empezaron a bailar música de discoteca todo cachondos.  Creo que los copazos de whisky que se habían estado ventilando tenían mucho que ver en ello.  Más personas se les unieron, y entonces uno de ellos vino a donde estábamos nosotros y nos sacó a bailar.  Y ahí estuvimos, haciendo el gamba un rato.  Uno de los señores de Delhi resultó ser un hombre de mucho mundo que el pasado verano había estado de vacaciones por toda la costa mediterránea española y que nos habló de las muchas lindezas y virtudes de nuestro país, algo que es de agradecer en los tiempos que corren.

En el comedor del Lalitha Mahal.

Como tierra de contrastes, a estos episodios de "hospitalidad" se les pueden oponer algunos otros de "hostilidad".  La mayoría de cosas desagradables han tenido como denominador común la cuestión económica.  Las negociaciones con los conductores de rickshaw acerca del precio a pagar, por ejemplo, eran a veces fuente de agrias discusiones.  Como extranjeros, sabemos que nos hacen pagar más que a los locales, pero a veces se pasaban tres pueblos.  Para su desgracia, yo contaba con el Google Maps del iPhone y sabía exactamente la distancia al destino y no me dejaba engañar.  La diferencia entre 100 y 200 rupias (1,2 ó 2,4 euros) es ridícula para los estándares de España, donde en una corta carrera de taxi te puedes dejar 10 euros.  Pero francamente, no me gustaba que muchos conductores se quisieran aprovechar de manera descarada por el hecho de ser occidental.  

Nines haciendo migas con las lugareñas.

El caso de Siddhu, el dueño de la casa que alquilé, merece un capítulo aparte.  Como sabeis, alquilé una casa de tres dormitorios situada en el centro de Gokulam, cerca del templo de Ganesha y del coconut stand, por 33.000 rupias.  Lo curioso del caso es que el buen señor, por motivos que desconozco, consideraba que la casa la alquilaba sólo para dos personas.  Cuando me lo dejó caer me quedé perplejo.  A su modo de ver, la llegada de Nines suponía una tercera persona, lo cual significaba que había que pagarle 1.100 rupias adicionales por cada día que la tercera persona estuviera.  Es decir, que su casa se alquilaba por 33.000 rupias al mes para dos personas y por 66.000 rupias para tres personas.  El tío no se atenía a razones y ni siquiera le valía que Tanya se fuera y viniera Nines.  Nines era ya una tercera persona, aunque sólo hubiera dos personas a la vez en la casa, y no se podía quedar sin pagar.  Una semana antes de que viniera Nines tuve una muy desagradable conversación con Siddhu en la que traté de hacerle ver lo ilógico de sus pretensiones.  Le deje caer que si no llegábamos a un acuerdo entre nosotros, quizás tuviéramos que alcanzarlo a través de la policía.  Ahí el tío montó en cólera y empezó a insultar y a amenazar.  Lo cierto es que fuimos a la policía, pero después de una noche de consulta con la almohada tomé la que pensé era la mejor decisión: buscar otra casa.  Al fin y al cabo, sólo había alquilado la casa hasta el 3 de enero y hasta el 10 tendríamos que estar en otro lado.  En el bed & breakfast de Mark cobraban 1.500 rupias al día por persona, lo cual nos habría supuesto más de 20.000 rupias a Nines y a mí.  Por ese dinero, era seguro que podía alquilar algo para dos personas y ahorrarme así seguir adelante con el penoso trance de la denuncia policial y vivir en la casa de un hombre lleno de rencor y mala energía. 

En el Santosha con Manju, nuestro nuevo casero.
La sala de estar de la nueva casa.

El mismo día que me puse a buscar, encontré una casa.  Y por 10.000 rupias tan sólo.  Seguí la estrategia de llamar puerta por puerta preguntando a ver si se alquilaba alguna casa.  Así pude ver un buen puñado de sitios y, al final de la tarde, el que se acabó convirtiendo en mi hogar y el de Nines desde el 20 de diciembre hasta hoy.  Se trata de una habitación en un piso de un edificio moderno, con ascensor y vigilantes de seguridad veinticuatro horas, a cinco minutos andando del coconut stand.  En la casa vive Manju, un indio de veintinueve años muy majete.  Tiene muchas macetas con plantas y su salón lo preside una impresionante televisión de pantalla plana con altavoces panorámicos.  A lo largo de estas semanas de convivencia se puede decir que hemos desarrollado cierta amistad.  Hemos ido a comer y desayunar fuera algunas veces, nos hemos contado nuestras vidas e incluso ayer fuimos juntos a hacer footing en torno al lago Kukarahalli.  

Nines en el Nandi de Chamundi Hill.
Nines en el Golden Temple de Bylakuppe.

Ha tenido la oportunidad de hacer también mucho turismo.  He subido la escalera de 1008 peldaños de Chamundi Hill dos veces, una con Tanya y otra con Nines, he ido a ver templos en Srirangapatna y su decepcionante santuario de pájaros.  He recorrido varias veces los lagos de Kukarahalli y Kalanji, visitado el templo de oro de Bylakuppe (dos veces), una reserva de elefantes, las cataratas de Abbi en Madikeri y la jungla de Otty.  No teníamos moto, pero con Tanya y con Nines he caminado largas distancias o ido en rickshaw hasta el Mercado Devaraja, el Palacio de Mysore, la Iglesia de Santa Filomena y el zoo.  Entre los momentos estelares debo contar también los innumerables comidas y cenas en restaurantes de postín, capaces de satisfacer el apetito de un voraz bilbaino, por un puñado de euros.  El Green Hotel y Dhatu han sido los que más visitas han cosechado.  No puedo olvidarme tampoco de aquel maravilloso día en que, impelido por contracciones intestinales, me vi obligado a entrar en un repugnante baño público indio que no tenía ni papel higiénico ni agua.  Servidor hubo de limpiarse con su mano izquierda.  Aquel día sin duda obtuve el certificado oficial de residente en la India.

Nines en el centro de Mysore.
Nines de viaje en autobús.

En cuanto a la práctica de asanas, he de reconocer que la experiencia me ha resultado muy positiva aunque, también, dura y difícil.  En primer lugar tengo que hablar de los dolores.  Los primeros días apareció un agudo dolor en la parte media de la espalda que sólo fue remitiendo tras unos masajes ayurvédicos y unas pastillas de hierbas.  Recuerdo también molestias en la muñeca, en las nalgas, en la rodilla izquierda, en la rodilla derecha...  no ha sido un camino de rosas ni mucho menos, y las semanas con seis días seguidos de práctica, madrugones inauditos y largas esperas al raso bajo la luz de luna se han hecho muy cuesta arriba en más de una ocasión.

A pesar de ello, la historia de mi práctica en este nuevo periodo de estudio con Sharath la califico de muy buena, plagada de difíciles retos y superaciones, en algún caso sorprendente.   La shala está llenísima de gente: alrededor de setenta personas practicando sin parar en relevos desde las 04:30 de la mañana.  Sharath cuenta con cuatro asistentes, todos ellos profesores autorizados y certificados y muchos de ellos muy capaces, pero aún así Sharath sigue reservándose para sí la potestad de qué puede hacer o deja de poder hacer cada uno.   

Con Tanya en la main shala antes de una conferencia de Sharath.

Durante el primer mes Sharath me dejó "atascado" en shalabasana (el saltamontes), la tercera asana de la serie intermedia.  Tras los primeros días de práctica de primera serie me dijo que hiciera pashasana (el nudo) y, el mismo día que la hice, que hiciera hasta shalabhasana.  Y así transcurrieron las semanas.  Mi practica era una docena de asanas más corta de lo que estoy acostumbrado.  Lo acepté con resignación e incluso, ante el dolor de espalda que me estuvo lacerando durante días, con cierto alivio.  En sus charlas del domingo, que se prolongaban durante más de una hora, Sharath nos hablaba en numerosas ocasiones de cómo la "iluminación" puede llegar practicando las asanas más sencillas.  No se adquiere mayor desarrollo espiritual por alcanzar determinados logros físicos.  Así que, durante un tiempo, me tocó cultivar la moraleja de estas palabras.

Tuvo que llegar el lunes 9 de diciembre, ya dentro del segundo mes de práctica (mi primer día había sido el 5 de noviembre) para que Sharath comenzara su verdadera "instrucción", como el maestro de artes marciales que le hace a su discípulo repetir una tarea aparentemente absurda una y otra vez para finalmente, al cabo de un tiempo de haber puesto a prueba su paciencia, impartirle sus enseñanzas.  Comenzó con una exclamación que me hizo esbozar una sonrisa.  Me encontraba yo en uno de los infernales sitios de atrás del todo, sobre el frío mármol, con una pared a mi derecha y a mi espalda y al lado de una ventana abierta por la que se deslizaba inmisericorde el frío matutino.  Acababa de hacer la secuencia de backbending ayudado por uno de los asistentes de Sharath cuando escuché su voz que me preguntaba:  "What is your last posture?"  Sharath estaba al lado, ayudando a mi vecino de esterilla a caminar hacia los pies en los últimos backbending.  Me hablaba sujetando su cintura, todo un símbolo de lo increíblemente ocupado que está, hasta el punto de que tiene que atender a dos de sus alumnos a la vez, a uno con sus manos y a otro con sus palabras.  Cuando le dijo cuál era mi última postura, Sharath exclamó con sorpresa:  "¿¡¿Shalabasana?!?", como reconociendo que se había olvidado de su humilde discípulo.  Me dijo que el siguiente miércoles hiciera tres asanas más, hasta parsva dhanurasana (el arco de lado).  

Nines en la main shala del KPJAYI.

El lunes siguiente, 16 de diciembre, Sharath estuvo conmigo varios minutos.  Me dijo que hiciera la siguiente asana, ustrasana (el camello), me observó, y a continuación me dijo que hiciera laghu vajrasana (el pequeño relámpago).  Cuando vio que me levantaba y volvía a ponerme de rodillas, me dijo que hiciera kapotasana (la paloma).  Mientras me doblaba hacia atrás, me cogió de las manos y me las llevó suavemente a los talones.  Esta postura, como sabrán todos los practicantes de Ashtanga que lean estas líneas, suele ser una verdadera pesadilla.  La espalda se dobla hacia atrás de manera terrible y, salvo que uno sea extraordinariamente flexible, no resulta nunca cómoda.  Yo llevaba más de un mes sin hacerla, mis dolores de espalda ya habían desaparecido del todo y, además, Sharath me había insistido varias veces en que separara mucho las rodillas, más de lo que pensaba era correcto, al hacer posturas hacia atrás como los backbending y ustrasana.  Por ello, ese día kapotasana me resultó relativamente sencilla. 

Sharath volvió a acercarse a mí ese día durante la secuencia de backbending.  Como Sharath tiene cuatro asistentes, por lo general no es él el que me asiste en la parte final de esta secuencia.  Al final de todo, como sabréis los que practicáis Ashtanga Yoga, se baja al suelo al puente y se camina con las manos hacia los pies.  Algunas personas son capaces de doblar tanto la espalda que se tocan los talones y, otros, los menos, se pueden coger los tobillos o hasta las rodillas o los muslos, doblándose como ovillos en lo que parece, desde fuera, una terrible contorsión.

Sharath Jois con su hijo Sambhav en una fotografía reciente.

Yo, a lo sumo, había llegado alguna vez a tocarme los talones.  En Madrid ya ni siquiera lo intentaba, y me quedaba en un puente especialmente cerrado.  A mi modo de ver, se trataba de una contorsión exageradamente violenta e innecesaria.  Aquel lunes 16 de diciembre, con Sharath, bajé al puente, caminé con las manos hacia los pies y toqué los talones con los dedos de las manos.  A continuación, para mi sorpresa y horror, Sharath me dijo que levantara la mano derecha, me la asió y me la llevó al tobillo derecho.  A continuación hizo lo mismo con la otra mano.  Y me quedé ahí, alucinando, retorcido hacia atrás con mis ojos viendo la parte de atrás de mis piernas y cómo mis manos agarraban mis tobillos.  La posición no era para nada cómoda, pero ahí estaba, tratando de respirar con los pulmones aplastados por la brutal contorsión.

A partir de ese día seguí haciendo a diario el "catching", como llaman a agarrarse uno mismo en el backbending.  Las sensaciones variaban mucho en función de quién fuera el que me ayudara.  Algunos de los asistentes eran más hábiles o capaces que otros, y a veces tenía sensaciones de relativa comodidad y en otras ocasiones sentía que me caía hacia atrás y debía deshacer el catching y volver al puente.  Una vez, uno de los asistentes me dijo que lo hiciera con los pies completamente paralelos, sin abrirlos, y ese día sentí mucho dolor y le dije que aún no estaba preparado para ello.  Sharath me preguntó todos y cada uno de los días a ver si había podido hacer el catching.  Para mi propia sorpresa, mi respuesta era siempre que sí.  Otro día Sharath me ajustó e hizo que hiciera el catching directamente desde el aire, sin pasar por el puente.  Con Sharath siempre me resultaba cómodo.  Ese día intentó incluso subirme las manos hacia arriba, subiendo por las espinillas, pero estaba muy sudado y las manos resbalaban hacia abajo de nuevo.  Sharath me dijo que subiendo más alto la postura era más fácil.

Kapotasana, by Fernando Gorostiza, en Ashtanga Yoga Bilbao. 

El lunes 23 de diciembre Sharath le preguntó algo a la persona que me había ayudado en kapotasana (me imagino que a ver si me había agarrado de los talones) y me dijo que hiciera la siguiente postura: supta vajrasana (el relámpago tumbado).  Al día siguiente, martes, me preguntó de nuevo al salir si había hecho el catching y a continuación me dijo que el próximo domingo fuera a la clase guiada de la serie intermedia a las 07:30 de la mañana.

Así que, el colofón a mi práctica en Mysore ha sido haber asistido a la clase guiada de la serie intermedia.  Tuve el gran honor de practicar al lado de grandes profesores de todo el mundo, como Kino McGregor, su marido Tim Feldmann, profesores con los que he estudiado en ocasiones anteriores como Elena de Marti, José Carballal y Manuel Ferreira y tantos otros autorizados y certificados.  Sharath me dejó hacer tres asanas más hasta eka pada sirsasana (postura de la cabeza con un pie) y después me retiré al vestuario a hacer finales mientras los "mayores" de la clase seguían hasta terminar la segunda serie y más allá (Sharath guía también las primeras asanas de la tercera serie).  Estuve un poco nervioso por eso de la primera vez, pero me quedó un gran sabor de boca.  De alguna manera, sentía que había obtenido la atención y el reconocimiento de Sharath y que mi historia de dos meses de duración había tenido un final feliz.  Al fin y al cabo, no había venido a la India a hacer turismo y a comer en restaurantes, sino a practicar Ashtanga Vinyasa Yoga.


Una cosa que me pregunto es cuánta gente habrá tenido la suerte que he tenido yo y ha recibido las atenciones del gran gurú del Ashtanga Vinyasa Yoga.  Las personas que nos trasladamos hasta aquí contra viento y marea lo hacemos para poder beber de la fuente original de la que emanó esta disciplina que tanto amamos y, por lo visto, cabe muy mucho la posibilidad de que el paso de alguien por aquí transcurra sin pena ni gloria y de Sharath no reciba sino algún pequeño consejo, alguna asistencia puntual, o ni siquiera nada de eso.  La situación en la shala, en lo que respecta a número de alumnos, es altamente preocupante.  Al principio, mi práctica empezaba a las 07:15 de la mañana y terminaba después de las 09:00.  No había muchos turnos después de las 07:15 y podía quedarme en la Shala haciendo las posturas finales.  A medida que fueron transcurriendo las semanas, llegó más y más gente, mucha más de la que se iba, y Sharath tenía que ir añadiendo más y más turnos.  Pronto resultó impensable quedarse en el sitio haciendo finales; nuevos turnos de personas reclamaban sitio y tenía que retirarme al oscuro vestuario.  Sharath tuvo que poner una tercera clase guiada el viernes porque muchas personas se estaban quedando sin practicar; no era suficiente con los sitios improvisados en vestuario, stage y hall de entrada.  La clase de chanting con Lakshmi se fue retrasando más y más...  

Ayer fui a comer a casa de Mark y Stephanie.  Era las 13:30.  Una chica que se alojaba en una habitación de su bed & breakfast estaba ahí, sentada a la mesa.  Pero no estaba comiendo, estaba DESAYUNANDO.  Le había tocado el turno de las 11:00 y había terminado de practicar a las 13:00.  Por lo que me dijo, había también gente que tenía el turno de las 11:15.  Es decir, Sharath está enseñando durante unas siete horas seguidas, desde las 04:30 hasta más allá de las 13:00, lo cual es una auténtica pasada si se le añade el hecho de que él se levanta poco después de la medianoche y hace su propia practica.  A este paso, para marzo la gente estará practicando hasta las 15:00 horas.  Se dice que ha habido un error informático y han aceptado a más gente de lo debido.  Algunas personas afirman que Sharath quiere enseñar al mayor número de gente posible y que por eso ha aceptado la inscripción de tantos, cosa que dudo porque, según parece, está bastante gruñón respecto a la alta ocupación y no está dejando a nadie extender su estudio ni un solo día más.  En cualquier caso, creo que la situación no es sostenible y que a Sharath cualquier día le va a dar un jamacuco.  El Ashtanga Vinyasa Yoga que desarrolló su abuelo ha adquirido una dimensión mundial y él continúa empeñado en gestionarlo de manera familiar, de forma heroica pero a costa de su salud.  

Otro capítulo interesante del conocimiento adquirido en este viaje han sido las clases de sánscrito.  Con Tanya me apunté a las clases de nivel uno, en las que hemos aprendido el alfabeto sánscrito, a pronunciar y a escribir y leer cualquier palabra.  El profesor, Lakshmi, es el mismo que dirige las clases de chanting durante las mañanas del lunes, miércoles y viernes después de la clase de Sharath.  Esas clases que a medida que llegaban más y más alumnos se iban postergando más y más.   Me imagino que ahora tendrán lugar a las 13:00.  En cualquier caso, las clases de sánscrito me han parecido sumamente interesantes.  El día que supimos cómo escribir la palabra "Ashtanga" en sánscrito, fue el momento estelar.  Además, el profesor Lakshmi es un hombre de lo más majete y como muy paternalista.  En ocasiones se explayaba durante largos minutos relatándonos algún acontecimiento de su vida personal o dándonos consejos sobre la vida y la muerte.

Pues nada, voy a concluir esto.  Me quedan unas pocas horas para salir hacia Bangalore en taxi.  Nos vemos en breve.  ¡Hasta pronto!