lunes, 28 de diciembre de 2015

Pranayama y meditación en Ashtanga Yoga.

Guruji, en padmasana.

Durante las últimas semanas dos inquietos estudiantes de Ashtanga Yoga Bilbao que llevan un par de meses en nuestra escuela me plantearon la siguiente cuestión: ¿cómo es que en la tradición de Ashtanga Yoga no se llevan a cabo ejercicios específicos de meditación y pranayama?

En realidad, se trata de una pregunta muy pertinente que he escuchado formular varias veces.   La respuesta no es ni mucho menos que en Ashtanga Yoga no se medite ni haya técnicas de control de la respiración aunque así se lo pueda parecer a personas acostumbradas a otros "formatos" en los que se establecen claras líneas divisorias entre la práctica de asanas, pranayama y meditación.  No obstante, la explicación implica varios matices metodológicos y cuestiones históricas, por lo que se alargará algunos párrafos.

Nines Blázquez y Fernando Gorostiza, de Ashtanga Yoga Bilbao, en padmasana.

Una de las mejores respuestas la escuché hace unos años de labios de Peter Sanson, el profesor certificado neozelandés que desde hace una década celebra puntualmente cada mes de mayo en Madrid un taller de Ashtanga Yoga y del que escribí una extensa entrada en este mismo blog.  Jorge Turell, un compañero ashtangui y amigo madrileño tristemente desaparecido -falleció hace menos de un año de un fallo cardíaco mientras participaba en un triatlón- le preguntó a ver si sabía los motivos por los que en Ashtanga Yoga no se practicaba meditación y pranayama.

Sin explayarse en grandes disertaciones, fiel a su estilo, Peter le preguntó si acaso no tenía suficiente con dos horas diarias de práctica de yoga.  Porque uno siempre puede practicar asanas durante dos horas, pranayama durante otra hora y meditar durante otra hora más, y quizás repetirlo de nuevo durante la tarde, pero para eso hace falta tener una gran disponibilidad de tiempo, algo imposible si se tiene un trabajo, una familia y, en definitiva, una vida que atender.  La práctica de Ashtanga Yoga fue pensada precisamente para esas personas que no disponen de cantidades ingentes de tiempo, y es en sí una disciplina de respiración consciente -pranayama- de hora y media o dos horas de duración en la que se incluyen numerosos elementos de concentración, de repliegue hacia el interior que en sí constituyen un gran ejercicio meditativo.

En muchos de los sistemas de yoga que existen hoy por el mundo, en cambio, se practica pranayama y meditación de manera independiente, incluso como práctica principal.  ¿Por qué esta diferencia?  El Ashtanga Yoga que diseñó Sri Krishna Pattabhi Jois junto a su gurú Tirumalai Krishnamacharya en la primera mitad del siglo veinte no pretende ser mejor ni peor que los demás estilos, sino que debe ser entendido dentro de su contexto y del de las personas que lo crearon y a las que estaba orientado.


Yoga en el ashram y en la ciudad.

Parampara en cuatro grandes linajes de yoga.

En la imagen superior están representados cuatro linajes distintos de yoga que se han dado a conocer en todo el mundo.  En la fila superior se describe la línea sucesoria de gurús del linaje del raja yoga que Vivekananda llevó a Occidente a finales del siglo diecinueve.  La segunda fila corresponde al yoga Sivananda, una modalidad de hatha yoga (tipo de yoga en el que se da énfasis especial a las asanas y otras técnicas corporales con el fin de proporcionar salud a sus practicantes) muy popular desde mediados del siglo veinte.  En la tercera se muestra a Paramahansa Yogananda (autor de la famosa Autobiografía de un Yogui) y los gurús que le transmitieron las enseñanzas del kriya yoga, que se dio a conocer más allá de sus fronteras durante los primeros años del siglo veinte.  Por último, la cuarta fila describe el linaje de Krishnamacharya del que emanan hatha yoguis como Pattabhi Jois, precursor del sistema de Ashtanga Yoga y BKS Iyengar, creador del estilo de yoga que lleva su nombre.

Lo primero que cabe destacar es el hecho de que todos los sistemas de yoga que se practican hoy día tuvieran un origen sumamente discreto.  Millones de personas han conocido a Vivekananda, Vishnudevananda y Yogananda, y cuando el mundo quiso saber más de ellos sus gurús fueron conocidos también, en el caso de que siguieran vivos.  Pero es importante saber que, históricamente, el yoga no se enseñaba en clases masivas con decenas, cientos de aspirantes deseosos por aprender.  Todo lo contrario; los gurús de yoga escogían a sus discípulos con sumo cuidado hasta asegurarse de que eran dignos de recibir sus enseñanzas y se las transmitían tan sólo después de una prolongada relación personal de muchos años, en lo que se conocía como parampara.

Esto quiere decir que, hasta la expansión global que sufrió a partir de la segunda mitad del siglo veinte, el yoga era un gran desconocido y los diversos linajes no eran los árboles robustos que son hoy, con gruesas ramas extendidas por los cinco continentes, sino que más bien contaban con un tronco raquítico, en algunos casos exánime, y a menudo su supervivencia precisó de no pocas dosis de buena suerte.  Por ejemplo, si Krishnamacharya no hubiera emprendido un viaje de varios meses a través de las montañas para ir en busca de Ramamohan y someterse a su disciplina, quizás el mundo no habría llegado a recibir el legado de aquel gran hatha yogui y los yogas de Iyengar y Pattabhi Jois no habrían existido jamás.  Y si, por otro lado, una epidemia de cólera hubiera asolado la Calcuta de Ramakrishna, o si el cáncer hubiese acortado su vida tan sólo algunos años más, tal vez el mundo no habría tenido ocasión de recibir el raja yoga a través de discípulos suyos tales que Vivekananda.

El mundo ha visto y escuchado en persona a Vivekananda,  Krishnamacharya, Yogananda y Vishnudevananda, quienes fueron fotografiados, entrevistados, impartieron conferencias multitudinarias e incluso tuvieron a bien regalar al mundo retazos de su sabiduría plasmada en libros.  El mundo también ha recibido con entusiasmo las enseñanzas de Iyengar y Pattabhi Jois, Gurujis de dos respectivos linajes que cuentan con cientos de miles, millones de practicantes en pleno siglo veintiuno.  En cambio, Totapuri, Vishwananda, Ramamohan y Babaji, que tan sólo se remontan un par de generaciones y que constituyen la fuente original de linajes de yoga que hoy conocen y practican millones, son personajes misteriosos rodeados de sombras de los que apenas sabemos lo que sus discípulos contaron de ellos y cuya misma existencia muchos ponen en duda, relegándolos a la categoría de mitos del yoga.

Representación de Babaji, que según Paramahansa Yogananda ha vivido durante miles de años y recibido los conocimientos del kriya yoga del propio Lord Krishna en los tiempos del Mahabharata.

¿Cómo se explica esto?, ¿cómo puede ser que conozcamos perfectamente a los gurús pero sepamos tan poco de sus "abuelos" espirituales, ni qué decir de sus "bisabuelos" o "tatarabuelos", y nos resulte tan difícil reconstruir el árbol genealógico de los linajes de yoga?  Por escaso que fuera el afán de protagonismo de los yoguis y su deseo de pasar a la posteridadhay que admitir que el verdadero culpable de que el yoga no hubiese logrado trascender más allá de las fronteras de la India y hubiera permanecido agazapado en la oscuridad durante tanto tiempo era el propio yoga, que no había sabido "venderse" en la sociedad india.  El yoga había logrado sobrevivir al paso de los siglos, si, gracias al parampara, la transmisión a pequeña escala, lenta pero segura, basada en la relación entre gurú y discípulo, pero no contaba con prestigio alguno entre la población oriunda.  De hecho, el castellano dicho de "nadie es profeta en su tierra" se podía aplicar perfectamente al yoga en la misma India, su tierra natal, donde estaba denostado hasta el punto de considerarse una práctica esotérica exclusiva de swamis, de shadus y de sannyasis, renunciantes ascetas y demás personas desconectadas de la vida terrena.  Las familias veían con espanto que un hijo quisiera dedicarse al yoga porque se imaginaban que acabaría recluido en un ashram -monasterio- o en la calle desnudo, con el pelo y la barba sin afeitar, trenzada en rastas imposibles, volcado en el yoga y otras prácticas espirituales y que en cualquier caso, nunca tendría una vida "normal", con un trabajo y una familia de la que hacerse responsable.  Por esto se entiende que cuando un jovencísimo Pattabhi Jois entró en contacto con su gurú Krishnamacharya, acudiera en secreto a sus clases de yoga temprano antes de acudir a la escuela sin que sus padres supieran nada, por temor a ser reprendido.

Los linajes de raja yoga, Sivananda yoga y kriya yoga se corresponden precisamente con esta visión.  Vivekananda, Vishnudevananda y Yogananda tomaron votos y vivieron monásticamente.  Ramakrishna, gurú de Vivekananda, fue un místico célibe -aunque casado en un matrimonio feliz jamás consumado; una de esas curiosidades que ofrece la India- y la mayoría de sus discípulos fueron monjes o swamis.  El propio Totapuri, principal gurú de Ramakrishna, era un shadu que vivía en el bosque y al que Ramakrishna llamaba cariñosamente "el desnudo".  En consecuencia, las escuelas de yoga que de ellos derivaron estuvieron inevitablemente influenciadas por la vida monástica donde, como podemos imaginarnos, se dedica una gran cantidad de tiempo al estudio espiritual y donde las prácticas ascéticas, y por encima de todas ellas la meditación, ocupan un lugar preferente.  Léase si no la Autobiografía de un Yogui, en la que Paramahansa Yogananda, precursor del kriya yoga, describe una disciplina de meditación muy intensa a la que se entrega con entusiasmo durante buena parte del día.  La influencia monástica se observa paradigmáticamente en la tradición de hatha yoga Sivananda, donde a los maestros de yoga se los conoce como yoga acharyas y cuyas escuelas, por lo que yo sé, y pido disculpas si en algo me equivoco, están dirigidas por swamis y se organizan al estilo de un ashram.  Todo esto, aunque interesante sin duda, no favoreció la divulgación del yoga entre los gentiles.  

Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989).

El punto de inflexión llegó con Tirumalai Krishnamacharya, un gran hatha yogui de exquisita educación universitaria que ni fue un monje ni vivió como un monje ni enseñó prioritariamente a monjes.  Krishnamacharya fue un yogui de ciudad con mujer e hijos que dedico su vida a poner el yoga y su potencial terapéutico al alcance de gente de toda clase y condición.  Para él, el yoga debía proporcionar en primer lugar salud, porque, ¿cómo se puede aspirar a la espiritualidad si se está enfermo?  De ese modo, Krishnamacharya enseñó técnicas de yoga a amas de casa, niños, obreros, ancianos, maestros, gobernadores, maharajás, a gente de cualquier estrato que necesitara restituir su bienestar y que pudiese dedicarle algo de tiempo pero para la que no tenía sentido recluirse en un monasterio, estudiar enrevesados textos clásicos ni entregarse a tediosas prácticas contemplativas.  Más adelante, la escuela de yoga que Krishnamacharya abriría en el Palacio de Mysore y en la que estudiarían BKS Iyengar y Pattabhi Jois, fue erigida sobre esta misma idea.  Completamente alejada del concepto de ashram, la escuela estaba pensada para que los estudiantes pudieran empezar el día con una sesión de yoga directa al grano y a continuación acudiesen a sus quehaceres; trabajar, atender a su familia o, en el caso de Pattabhi Jois, asistir a las clases en la Universidad de Sánscrito.  El gran logro de Krishnamacharya fue que enseñó al mundo que era posible integrar el yoga en la vida cotidiana.  Nunca saldría de su India natal, pero este hombrecillo de poco más de metro y medio de altura fue ampliamente responsable de que hoy millones de personas en todo el mundo se pongan de pie cada día sobre una esterilla y por ello es conocido como "el Padre del Yoga Moderno". 

Los discípulos de Krishnamacharya mantendrían vivo su legado.  Cuando Guruji abrió su discreta escuela de yoga en Lakshmipuram, celebraba sus sesiones de yoga de madrugada, antes de impartir clases en la Universidad de Sánscrito.  Su método era claro y directo: respiración, asanas, movimientos enlazados y concentración; todo a la vez en una única sesión de menos de dos horas sin pausas para meditar y sin grandes disertaciones teóricas.  ¿Pero eso del yoga no consistía sobre todo en permanecer sentado en la postura del loto y meditar?  ¿Qué es eso de hacer un asana detrás de otra y a continuación irse a casa o al trabajo?  La realidad es que en el sistema de Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois no hay lugar a la improvisación; está muy bien pensado y todo tiene un porqué.


Meditación en Ashtanga Yoga.

Sharath Jois.

Entonces, ¿se medita o no se medita en Ashtanga Yoga?  Sí y no.  En una ocasión, en Mysore, durante la conferencia del fin de semana, Sharath respondió a una pregunta al respecto: "Si tienes tiempo, puedes quedarte más respiraciones en padmasana", esto es, en la penúltima asana de la secuencia de cierre y justo antes de la relajación final.

La mayoría de los que lean esto seguramente ya lo sepan, pero nunca está de más recordarlo: ashtanga yoga es el yoga de las ocho ramas descrito hace dos milenios por el sabio Patanjali en sus 196 aforismos conocidos como yoga sutras.  Sin entrar en detalles, las ocho ramas son ocho pasos progresivos que conducen al ser humano hasta la iluminación, la purificación, el moksha, la liberación, el nirvana, la identificación plena con el todo universal, la rotura de las cadenas de la existencia condicionada o karma que atan al ser humano al samsara, a una sucesión sin fin de reencarnaciones mortales en un mundo que no es más que una ilusión o maya.  Las ocho ramas engloban una serie de prácticas que incluyen imperativos morales de comportamiento con el entorno y los demás -yamas-, hábitos y obligaciones personales -niyamas-, un régimen de posturas físicas saludables -asana-, control de la respiración -pranayama-, repliegue desde el mundo de los sentidos hacia el interior -pratyahara-, concentración de la mente en un solo objeto -dharana-, meditación ininterrumpida -dhyana- y, por último, identificación plena con el objeto de meditación -samadhi- que, en última instancia, sería Dios o el todo.  Por lo tanto, el Ashtanga Yoga que practicamos en Ashtanga Yoga Bilbao y que suele escribirse en letras mayúsculas para diferenciarlo, es tan sólo la interpretación que Pattabhi Jois hizo del yoga de las ocho ramas, del ashtanga yoga de Patanjali, y que en realidad constituye los cimientos de todos los sistemas de yoga, incluidos, también, el raja yoga de Vivekananda, el kriya yoga de Yogananda y el Sivananda yoga de Vishnudevananda

Así, las ocho ramas incluyen todas las actividades que se llevan a cabo en cualquier sistema de yoga, incluida la práctica de asanas, el pranayama y la meditación.  Las diferencias entre una tradición y otra estriban en el énfasis que ponen sobre cada una de las ocho ramas, pero el fin último de todas ellas es samadhi, la iluminación.  Así, en el kriya yoga destaca la meditación, en el raja yoga la meditación y el estudio espiritual -svadhyaya, uno de los niyamas-, en el hatha yoga la práctica de asanas, mientras que en el bhakti yoga o yoga devocional de los Hare Krishna que encuentran en la repetición mántrica del nombre de Dios una herramienta útil para elevarse hacia el samadhi, es isvara pranidhana -otro de los niyamas-, la devoción a la divinidad, el que adquiere una importancia central.  Pero esto no significa necesariamente que un kriya yogui no practique asanas, un raja yogui no realice pranayama o un bhakti yogui o un hatha yogui no mediten, de la misma manera que ninguno de ellos se crea con carta blanca para olvidarse de los yamas y le parezca permisible el robo.  Es una simple cuestión metodólogica.

Las ocho ramas de ashtanga yoga.

Pattabhi Jois dividía las ocho ramas del ashtanga yoga de Patanjali en dos grandes grupos: las ramas externas y las internas.  Las ramas externas son yama, niyama, asana y pranayama; las internas pratyahara, dharana, dhyana y samadhi.  Según su enseñanza, para el ser humano es posible, aunque difícil, practicar las ramas externas.  Las ramas internas en las que se engloban los diversos estados de meditación, en cambio, son extremadamente difíciles de poner en práctica de forma aislada, hasta el punto de resultar frustrantememte inalcanzables para la mayoría.  Su aproximación a las ramas internas, por tanto, era indirecta: Pattabhi Jois creía que la práctica constante y adecuada de su sistema de yoga, con todos sus elementos, con toda su complejidad -la respiración, las asanas, los bandhas, los dristhis-, purifica el cuerpo físico y conduce al ser humano de manera natural hacia las ramas internas.

Cuánto de lejos se quiera llegar, es una cuestión personal de cada uno, de su actitud.  Algunos desearán tan sólo obtener salud, otros apaciguar su mente; los habrá quienes persigan el control de los sentidos, aumentar su capacidad de concentración o meditar en la esencia del ser humano y del Universo.  Guruji lo tenía claro; para él, el objetivo último del yoga es Dios.  Cuando practiques, "piensa en Dios, el Dios que prefieras, no hay problema".  O, como Krishnamacharya decía: "Piensa en Dios,  Si no en Dios, en el sol.  Si no en el sol, en tus padres."  Por último, esto es lo que se puede leer en la página web del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore acerca de los fundamentos prácticos y filosóficos de Ashtanga Yoga tal y como lo enseñó Sri Krishna Pattabhi Jois: "... Dios reside en nuestros corazones en forma de luz, pero esta luz se encuentra cubierta por seis venenos: kama, krodha, moha, lobha, matsaryamada.  Deseo, ira, ignorancia, codicia, envidia y pereza.  Cuando la práctica de yoga se mantiene con diligencia y dedicación durante un largo periodo de tiempo, el calor generado consume todos estos venenos y la luz de nuestra naturaleza interna emerge."

Por lo tanto, ¿es necesario meditar en Ashtanga Yoga?  Si uno practica correctamente, con devoción, con entusiasmo, durante mucho tiempo, la práctica se convierte per se en una meditación.  La respuesta de Sharath, en cierta medida jocosa, converge hacia la de Peter Sanson:  Medita, si tienes tiempo y quieres, pero en realidad, algún día te darás cuenta, sólo necesitas tu práctica.  


Pranayama en Ashtanga Yoga.

Círculo de pranayama.  Guruji con sus estudiantes occidentales en Encinitas, California, en los años 70.

Todo lo dicho al respecto de la meditación se aplica también a las técnicas de pranayama, cuarta rama del ashtanga yoga de Patanjali y elemento crucial en el Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois.  A través de la respiración llega el control de la mente, y toda la práctica de Ashtanga Yoga se erige en torno a la respiración, fuente principal de prana, con un énfasis que no se observa en ningún otro estilo de yoga,    

La práctica de Ashtanga Yoga no es sencilla.  Ni desde el punto de vista de las asanas, ni mucho menos de la respiración.  Ejecutar todos los vinyasas de manera correcta, cada movimiento exactamente en su inhalación o en su exhalación, prolongada, profunda y calmada, conlleva un largo proceso de transformación interna físico y mental.  Durante años, el dominio de la respiración en la propia práctica resulta un más que suficiente ejercicio de pranayama y el que persigue más todavía quizás debiera revisar el alcance de su ambición.  ¿Se te queda corta la inhalación cuando caminas hacia delante en los guerreros, poco menos que hay que emplear un fonendoscopio para escuchar la vibración de tu garganta, se entrecorta tu aliento en las torsiones, llegas a navasana con la lengua fuera, y aún así te preocupas por que nadie te haya enseñado todavía técnicas de pranayama?

La realidad es que sí existe una práctica específica de pranayama en Ashtanga Yoga, aunque por lo que acabo de explicar se reserva a niveles de práctica avanzados para los que sí tiene sentido.  En Mysore, cuando la gente se lo pregunta a Sharath, suele decir: "Haz lo que te enseñe tu profesor."  De la misma manera que no debe ser el estudiante, por lo general proclive a la precipitación y a la temeridad, el que decida cuándo está preparado para aprender una nueva asana, un profesor cualificado y con perspectiva debería de ser quien considere si ha llegado o no la hora de aprender pranayama.

Sharath Jois enseñando pranayama en la main shala del KPJAYI en Mysore.

En los viejos tiempos de Lakshmipuram, cuando los estudiantes eran tan pocos que podían sentarse en un pequeño círculo en torno a Guruji, era habitual que la gente que practicaba la serie intermedia aprendiese técnicas específicas de pranayama.  Más tarde, y seguramente debido al creciente número de alumnos -en opinión de David Williams-, Guruji decidió explicar pranayama sólo a los estudiantes que practicaban tercera serie.  No se trata tampoco de ningún secreto celosamente guardado: yo mismo he tenido ocasión de practicar los ejercicios de pranayama de Ashtanga Yoga en dos ocasiones, durante sendos talleres con David Williams y Tomás Zorzo.  En este enlace podéis encontrar información detallada acerca de cómo ejecutarlos.  Hasta el propio Sharath Jois ha divulgado en los últimos tiempos una técnica de pranayama muy sencilla con respiración alterna que muchos profesores de Ashtanga Yoga -yo incluido- están enseñando en sus escuelas.  Es simplemente una cuestión de: ¿por qué deseas hacer más, si lo básico ya es más que suficiente para ti?

Para terminar, repetiré unas palabras que Sharath Jois gusta mucho de repetir: "La práctica de asanas supone sólo dos horas al día.  El yoga ocupa las veinticuatro horas."  Y es que, a menudo nos preocupamos mucho de tecnicismos, que si pranayama, asanas que no salen, medios lotos que se atascan, el salto adelante y el salto atrás, y en cambio nos olvidamos de atender las primeras ramas de Ashtanga Yoga, los yamas y niyamas, sin los cuales podremos aspirar, a lo sumo, a ser unos virtuosos gimnastas.  

jueves, 24 de diciembre de 2015

¡Feliz Navidad, feliz luna llena y feliz primer trimestre de Ashtanga Yoga Bilbao!

Tarjeta navideña de Ashtanga Yoga Bilbao.  Diseño de Nines Blázquez.

Mañana se celebra la fiesta de la Natividad, un antiquísimo festejo pagano del solsticio astronómico que el cristianizado Imperio Romano hizo coincidir con el nacimiento de Jesús para favorecer su asimilación popular.  En realidad, según la propia Biblia, el nacimiento de Jesucristo tuvo lugar en otra época del año, seguramente a principios de otoño.  En cualquier caso, se trata de una fecha muy especial para muchos.  Creyentes o no, la Natividad sirve de excusa a las familias para reunirse y pasar juntos una -en principio- agradable velada. 

La Navidad de este año es un poco más singular en términos astronómicos porque coincide con la luna llena de diciembre.  Podría decirse que, energéticamente, el cambio de ciclo solar se ve reforzado por el cambio de ciclo lunar, y quizás por ello la gente sienta un deseo todavía mayor de estar cerca de los suyos y protegerse unos a otros.  Sea como sea, esta coincidencia se produjo por última vez en 1977 y no volverá a suceder hasta el año 2034, así que no está de más tenerla presente.

¡Nuestros mejores deseos en tres idiomas!  

Para nosotros es también una celebración con muchas connotaciones. Abrimos las puertas de Ashtanga Yoga Bilbao con el equinoccio de otoño y ahora, con el solsticio de invierno y la luna llena de diciembre, cumplimos nuestro primer trimestre de existencia.

Satisfechos por el camino recorrido y agradecidos por la acogida recibida, afrontamos el futuro con ilusión, con la esperanza de aportar, guiar y servir.  ¡Muchas gracias por confiar en nosotros, aunque sea sólo leyendo esta entrada del blog, y feliz Navidad!