miércoles, 27 de febrero de 2019

De Guruji a Sharathji: Diez años de Transición en Mysore.


Por lo visto no tuve suficiente con la reflexión del otro día acerca de la gran novedad que Sharath ha introducido en las clases guiadas de Mysore y mi cabeza, cual centrifugadora atrapada en el ojo de un tornado, le ha estado dando alguna que otra vuelta más al tema.  El resultado es este nuevo ensayo en torno a los cambios que han habido en Mysore durante los últimos diez años con el que espero ofrecer nuevas e interesantes aportaciones.

¿Y por qué diez años y no cinco o veinte?, se preguntará alguno.  Pues porque precisamente el próximo mes de mayo se cumplen diez años desde el fallecimiento de Pattabhi Jois y la consiguiente recogida de testigo por parte de Sharath.  Quedan más de dos meses todavía para la efemérides, pero tras la apertura de esa gran main shala para las clases guiadas quizás sea ya un buen momento para repasar lo que han sido estos diez años post-Guruji en los que Sharath ha encabezado en solitario el Instituto de Ashtanga Yoga y afrontado la insólita problemática planteada por los nuevos tiempos.

En primer lugar habría que decir que Sharath Jois es un maestro de yoga al que se puede calificar de "peculiar" en el sentido de que se encuentra a caballo entre dos mundos: lo antiguo y lo nuevo, la tradición y la vanguardia, lo artesanal y lo tecnológico, lo oriental y lo occidental.

Sharath, Pattabhi y Saraswathi Jois.

Criado en el seno de una conservadora familia hindú perteneciente a la casta brahmín, el yoga estuvo presente en su vida prácticamente desde la cuna.  Cuando nació en 1971 el humilde Instituto de Ashtanga Yoga que su abuelo Pattabhi Jois había abierto en casa y que compatibilizaba con su magisterio en la Universidad de Sánscrito ya llevaba funcionando más de veinte años, su madre Saraswathi le ayudaba en las clases y su tío Manju se contaba entre los practicantes más avanzados.  Mientras Sharath crecía observó a estudiantes procedentes de todo el mundo que viajaban hasta Mysore para aprender de su abuelo y su madre, quien a partir de 1975 comenzaría a encargarse de sus propias clases.  Sin embargo, al principio Sharath no mostró un gran interés en el yoga.  A partir de los siete años de edad su abuelo le enseñaría algunas asanas, pero no tuvo continuidad y dejó aparcada su práctica centrándose en los estudios formales.  En 1986 Saraswathi rompería moldes y estereotipos convirtiéndose en la primera mujer india en enseñar yoga a hombres y mujeres juntos.  Entretanto, Sharath obtuvo un diploma en electrónica de la Universidad JSS de Ciencias y Tecnología de Mysore.

En 1989 tuvo lugar la gran epifanía de Sharath en el yoga, cuando su madre le pidió que ayudase a su abuelo, ya mayor y al que cada vez acudían más y más estudiantes, en sus clases.  Comenzó entonces un camino de estudio y enseñanza que nunca abandonaría, convirtiéndose a la vez en compañero de práctica y profesor de los estudiantes de su abuelo, alrededor de los cuales había crecido.

Sharath vivió en primera persona la transición del Ashtanga Yoga desde unos orígenes humildes constreñidos a las cuatro paredes de una habitación hasta un fenómeno global.  Sus raíces familiares lo asentaban en las tradiciones ancestrales hinduistas, pero su entorno y circunstancias fuera de lo común lo habían puesto en temprano contacto con el modo de vida y costumbres de Occidente.  La sociedad india en que vivía, con separación entre castas y sexos, matrimonios concertados y un férreo conservadurismo, contrastaba con la variopinta constelación de estudiantes que se congregaban en la shala, en la que hombres y mujeres de distintas razas, nacionalidades, ideologías, orientaciones y religiones compartían la misma práctica en el mismo espacio.

Sharath practica bajo la instrucción de Guruji.

El transcurrir del tiempo dio paso a un progresivo relevo en el que Sharath cada vez fue adquiriendo un mayor peso específico dentro del Instituto.  A medida que fue creciendo como profesor bajo el paraguas de su abuelo y gurú, Sharath desarrolló su estilo de enseñanza con criterios propios en ocasiones distintos de los de Guruji, y al tiempo incluso abrió una pequeña shala en la que impartió clases en solitario.  Con la mudanza a la shala de Gokulam en el 2002 pasaría a ser el Subdirector del Instituto de Ashtanga Yoga con despacho propio, el mismo que hoy ocupa y que bien conocemos los que viajamos a Mysore porque tenemos que inscribirnos y pagar la cuota en él.  En el año 2008, y debido a crecientes problemas de salud, Pattabhi Jois daría un paso a un lado después de sesenta años al frente de la dirección del Instituto y setenta dedicados a la enseñanza de yoga.  De manera natural, Sharath ocupó el vacío que dejó su abuelo, quien fallecería poco después en mayo del 2009 a la edad de noventa y cuatro años, en cierta manera como si hubiera esperado a concluir su labor sin dejar un solo cabo suelto.

Recuerdo que durante mi primer viaje a Mysore, en el 2008, cuando Guruji aún vivía pero ya se había apartado de las clases, Sharath evitaba sentarse en la gran silla de madera de su abuelo y elegía para sí una pequeña silla de metal.  A partir del 2009 se le vería ocupar la silla de madera, que en la actualidad ha sido sustituida por una de menor porte.  También decidió abandonar el apellido de su padre, Rangaswamy, y adoptar el de su madre, Jois.  Poco a poco, Sharath iba conformando su identidad como profesor.

Guruji, que apenas sabía hablar inglés, enseñaba con manos, gestos, parcas palabras y sonidos guturales o gruñidos, mientras que sus conferencias, pese a su condición de profesor de filosofía en la Universidad de Sánscrito, eran muy elementales, condicionadas por su escaso dominio del inglés.  Sharath, al que tampoco se le puede calificar como un grandísimo orador, en cambio sabe hablar muy bien el inglés, y si bien durante las clases tampoco hace gala de un gran alarde dialéctico y prefiere más bien observar y dar indicaciones puntuales o "hablar" con sus manos precisas a la manera de Guruji, los sábados se explaya durante hora y media en la habitual conferencia que imparte tras la clase guiada de la primary series.

Sharathji y Guruji en la vieja shala de Lakshmipuram.

Sharath bebió el yoga desde la infancia y aprendió de su abuelo y gurú la esencia de un sistema de yoga que a su vez Pattabhi Jois había aprendido de Krishnamacharya, un maestro sumamente estricto famoso por su observancia de las normas y de la manera correcta de hacer las cosas.  Tanto él como Guruji consideraban a los shastras o textos sagrados del yoga referencias irrefutables, e incluso Pattabhi Jois, perteneciente a una familia de astrológos, se tomaba la astrología muy en serio.  Pero ni los shastras ni la astrología daban respuesta a muchos de los interrogantes que los nuevos tiempos estaban trayendo.  Sharath había recibido un legado y asumido el deber de preservarlo, pero lo haría a su manera y acorde con la época a la que le tocaba enfrentarse.

Nada más morir su abuelo Sharathji cambió el nombre del Instituto, que en homenaje a Guruji pasó a llamarse Krishna Pattabhi Jois Ashtanga Yoga Institute o KPJAYI.  Un mero cambio de fachada al que más tarde se sumarían pequeños detalles como la retirada de las maltrechas alfombras, la instalación de una tarima nueva o el pintado a rojo del muro exterior de la main shala.

Algo más tarde, en la temporada 2014-2015, Sharath movió la jornada semanal de descanso del sábado al domingo.  Se trataba de otro cambio menor que no obstante dejó impactada a parte de la comunidad, en especial a algunas voces agoreras que durante años habían hallado razones peregrinas de índole astrológico o metafísico para explicar el descanso sabático, y que debieron llevarse las manos a la cabeza por que Sharath osase cambiar uno de los aspectos "sacrosantos" de la tradición que Pattabhi Jois había mantenido inamovible durante décadas y que parecía fundamental hasta el punto de que al ser autorizados los profesores debían firmar un documento comprometiéndose a no impartir teacher trainings y a respetar el descanso de los sábados.  A Sharath simplemente le venía mejor tener libre el domingo para pasar más tiempo con su familia, y a mi modo de ver fue un símbolo de la nueva era: sí a la esencia de la tradición, pero no a la literalidad ni a la ausencia de cambios para mejorar. 


La primera gran sorpresa llegó en verano del año 2010, cuando Sharath impartió el primer teacher training en toda la historia del Instituto de Ashtanga Yoga.  Un curso de formación de profesores de dos meses, en apariencia similar a los que bajo el sello de la infame Yoga Alliance se celebraban por todo el mundo incluido Mysore y contra los que Sharath no cesaba de arremeter una conferencia sí y otra también por vulnerar el principio de la enseñanza tradicional gurú-shishya parampara consolidada a través de una relación de muchos años entre maestro y discípulo, aunque con una pequeña gran diferencia: era exclusivo para profesores previamente autorizados con los que, por tanto, ya mantenía una prolongada relación.  Casi parecía como si se estuviera burlando de los manidos teacher trainings, dedicando sí dos meses a un curso pero no para cualificar a sus viejos estudiantes, la mayoría de los cuales ya estaban enseñando Ashtanga Yoga en sus propias escuelas desde hacía años, sino para intimar con ellos, aconsejarles y pulir detalles. Desde entonces ha organizado dos o tres cursos más de estos, y muchos en la comunidad llevamos ya un par de años esperando el próximo...  

En ese mismo año 2010 Sharath introdujo una gran novedad al añadir un nuevo nivel de autorización que no existía anteriormente: la autorización nivel dos, que confería el permiso para enseñar la serie intermedia completa o parte de ella.  Antes de esto, Guruji sólo había otorgado blessings de dos tipos: autorizaciones y certificaciones.  Las autorizaciones requerían de tres/cuatro viajes anuales mínimo y permitían enseñar sólo la primera serie; las certificaciones se entregaban tras no menos de diez viajes y la persona debía de haber completado la tercera serie.  En la práctica, las certificaciones estaban al alcance de muy pocas personas y sólo las tenían los antiguos estudiantes de Guruji con varias décadas de experiencia y un puñado de los nuevos que habían empezado a viajar a Mysore desde muy jóvenes.  Los estudiantes en escuelas autorzadas, en teoría sólo podían aprender legítimamente de sus profesores hasta setu bandhasana, la última postura de la primera serie.  Para aprender más allá de forma legítima debían trasladarse hasta algún profesor certificado o el mismo Mysore, lo que generaba situaciones absurdas.  Había claramente un vacío y Sharath, en esto sí creo que nadie estará en desacuerdo, decidió llenarlo con esta autorización intermedia.

Esta nueva categoría de blessing conllevó un incremento en el número de profesores autorizados del que la comunidad no se tardó en percatar.  Tomemos el caso de España: en el año 2009 apenas había una decena de profesores autorizados en la lista oficial; hoy día hay más de treinta, tres veces más.  Recuerdo que en el 2009 sólo era posible encontrar profesores autorizados en Madrid (uno: Borja), Barcelona (un puñado: Elena, Hojung, Eva...), Asturias (uno: Tomás) y Canarias (Camino y Ananda, parientes de Tomás).  Hoy día Madrid y Barcelona cuentan cada una con un buen puñado de profesores autorizados, Asturias tres, y en la lista han aparecido también provincias nuevas como Mallorca, Málaga, Ibiza, Cádiz, Bizkaia...  Además, me consta que existen comunidades de practicantes y escuelas no autorizadas, pero que podrían llegar a estarlo en un futuro cercano, en Sevilla, Galicia, Valencia, Cantabria, etcétera.

Autorización de Fernando Gorostiza.

Voces conspiratorias no tardaron en alzarse proclamando que esto suponía una "devaluación" del proceso de autorización, como si las nuevas valieran menos que las antiguas porque Sharath las estaba "regalando" a manos llenas, como quien siembra semillas en un campo.  Nada más lejos de la realidad; Sharath no estaba ni más ni menos que reconociendo a la nueva generación de alumnos que se habían incorporado a la comunidad.  Su entusiasmo por la práctica no era menor al que había mostrado la generación antigua, pero sí que eran más numerosos, cada vez más numerosos, y Sharath debió concluir, entiendo que correctamente, que tenían el mismo derecho a ser reconocidos como difusores válidos del método de Ashtanga Yoga.  La consecuencia lógica fue el incremento en el número de autorizaciones.  Los antiguos estudiantes no sólo no fueron olvidados, sino que algunos de ellos incluso recibieron un reconocimiento especial mediante la creación de una lista de profesores certificados honorarios, aunque este movimiento no estuvo exento de polémica porque Sharath aprovechó también para eliminar de la lista a profesores que a su modo de ver ya no estaban conectados con el espíritu del KPJAYI y habían decidido emprender su propio camino, entre ellos su tío Manju Jois.

¿Y de dónde habían salido tantos nuevos estudiantes?  No me resulta difícil intuir la respuesta extrapolando el caso de Madrid, que conozco bien.  Durante los diez años que permanecí allí entre el 2006 y el 2015 fui testigo de cómo, al principio, la única escuela autorizada, la de Borja, ni siquiera tenía página web y contaba con apenas sitio para una quincena de personas en el salón de su casa.  En la actualidad, Borja se encuentra en un espacio con cabida para cuarenta personas, tiene clases durante prácticamente todo el día de lunes a domingo y en el conjunto de Madrid hay un total de siete escuelas autorizadas con una decena de profesores (incluyendo a Nacho, Carmen y Óscar, que aún no han sido listados, y a Sara, autorizada por Saraswathi) y posiblemente haya otras diez con comunidades activas de practicantes de Ashtanga Yoga.  Pues bien, estoy en condiciones de afirmar que la práctica totalidad de esas escuelas, autorizadas o no, tienen como origen dos únicos puntos, dos únicas personas: Borja Romero-Valdespino y José Carballal.  Sé que en algún momento fue su alumno, pero no estoy seguro de que José conociera Ashtanga Yoga a través de Borja, así que lo dejaré en dos puntos de origen y no uno.  También cabe mencionar a Natalia Paisano, quien vivió en Madrid hasta alrededor del año 2004 y a través de quien Borja conoció Ashtanga Yoga.  Después, Natalia vivió en Suecia durante muchos años y recientemente ha regresado instalándose en Mallorca (tampoco aparece en la lista por España; continúa bajo el epígrafe de Suecia).     

Con el chipriota Martinos y la coreana Mina en la main shala.

Todos los nombres que aparecen en la lista por Madrid, y muchas de las personas que enseñan en otros lugares sin el blessing de Mysore, son o fueron estudiantes bien de José o bien de Borja.  Por lo tanto, se puede afirmar que en el caso de Madrid, la expansión de Ashtanga Yoga es fruto exclusivo de la gran labor difusora de Borja y José y de la buena acogida del método por parte de los madrileños.  José enseñó en su casa de Malasaña, sin página web, hasta el año 2010 en que abrió Mysore House junto a Rafa.  En ese momento ninguno de los dos estaban autorizados.  José, estudiante de Pattabhi Jois desde la etapa final en Lakshmipuram, fue autorizado en el 2012, lo que convirtió a Mysore House en la segunda escuela oficial.  Pues bien, el resto de personas de Madrid a las que Sharath autorizaría a partir de ese momento lo fueron como alumnos de Borja (Alexia, Nacho, Sussana -esposa de Borja-, Sara y Yara, que ya no reside en Madrid) o de José (Ángel, Óscar y Rafa, cofundador de Mysore House).  Carmen residió en Londres durante muchos años, donde estudió con Hamish, y a su regreso a Madrid practicó y estuvo enseñando en las escuelas tanto de Borja como de Alexia, así que tampoco la asociaré directamente a Borja.  Huelga decir que Ashtanga Yoga Bilbao es una escisión de Borja que, en vez de quedarse en Madrid, regresó a sus orígenes.

Si esto ha sucedido en España, qué no habrá pasado en otros países.  El caso de Asia resulta especialmente significativo.  En el año 2008 había muy pocos profesores autorizados en el continente asiático, ni siquiera en la India, y entiendo que no era por un afán discriminatorio por parte de Pattabhi Jois, sino por el simple hecho de que aún no había en esos países comunidades lo suficientemente consolidadas.  Sin embargo, si se echa un vistazo a la lista oficial por Asia, atendiendo al alto número de profesores parece como si en China, Corea, Hong Kong, Japón, Singapur y Taiwan se hubiese estado practicando Ashtanga Yoga toda la vida.  Conozco personalmente a varias profesoras coreanas autorizadas y todas ellas son personas bastante jóvenes, de treinta y pocos o veintimuchos, que comenzaron a practicar Ashtanga Yoga y viajar a Mysore a partir del año 2010.  Algunas de ellas, incluso, comenzaron a aprender Ashtanga Yoga desde cero con Sharath y Saraswathi, y en la actualidad enseñan el sistema en sus ciudades de origen, asumiendo en Corea el mismo papel difusor que en Madrid desempeñaron Borja y José. 

Fechas y lugares del tour norteamericano de Sharath 2019.

De forma paralela se produjo el gran aumento en los destinos de las giras de enseñanza de Sharath, sus famosos tours.  Desde que Pattabhi Jois viajara a California por primera vez en 1975 de la mano de David Williams y Nancy Gilgoff, Guruji y Sharath no habían dejado de recorrer el mundo con la intención, me imagino que sí, de hacer turismo, pero principalmente de hacer llegar la fuente del Ashtanga Yoga de Mysore a aquellas personas cuyas circunstancias no les permitían viajar a la India durante el mínimo exigido de un mes, haciendo bueno el dicho de "si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma".  Sharath continuó haciendo giras, pero aumentó los destinos adaptándose a la realidad de las incipientes comunidades de Ashtanga Yoga que proliferaban por el mundo.  A los habituales destinos en Europa y Estados Unidos añadió China, Corea, Japón, Thailandia y Filipinas; el año pasado visitó por primera vez España y Portugal, y si no me equivoco para el año 2020 llevará a cabo su primer tour por Sudamérica.  No dispongo del dato, pero tengo la impresión de que Sharath se ha vuelto mucho más viajero de lo que fue Pattabhi Jois quien, quizás debido a su edad, permanecía la mayor parte del año en Mysore.

La adaptación de Sharathji a los tiempos modernos fue un paso más allá con un gesto sumamente sencillo e inocente pero que en su caso parecía imposible: la apertura de una cuenta de Instagram.  Muchos, entre los que me incluyo, quedaron impactados.  Un tema recurrente de sus conferencias eran las redes sociales y lo mucho que perdíamos el tiempo en ellas y el poco o nada de yoga que había detrás de subir a Facebook una foto haciendo un asana.  Así que, ¿Sharath en Instagram?  ¡Imposible!  Al principio pensamos que se trataba de una cuenta falsa, pero no tardaron en aparecer fotos y vídeos de su vida personal y de su práctica y finalmente quedó claro que el mismísimo Sharath se encontraba detrás de esa cuenta.  En la actualidad si vas a Mysore no es raro descubrir a Sharath grabando un vídeo con su iPhone durante una clase guiada y verlo subido después en su cuenta de Instagram.  También la utiliza como plataforma para anunciar novedades, felicitar el nuevo año, etcétera.

Fechas y localizaciones del tour europeo de Sharath 2019.

Además de Instagram Sharath también se está dejando ver con cierta notoriedad por la página web Sonima, en la que desde hace algunos años se vienen publicando videos suyos enseñando secuencias de asanas muy básicas para principiantes y donde también están apareciendo interesantes artículos firmados por él, tal que si de un blogger se tratara.

Quizás se lo pueda criticar porque haya acabado haciendo justo lo contrario de lo que predicaba, pero también conviene recordar que Krishnamacharya fue un hombre famoso por hacer exhibiciones públicas de sus habilidades yóguicas con el objetivo de captar adeptos para sus clases y revitalizar el interés por el yoga entre la población.  Precisamente fue a través de una de estas demostraciones que Krishnamacharya se ganó el interés de Parttabhi Jois y sin la exhibición de Manju Jois en Pondicherry ante Nancy Gilgoff, Norman Allen y David Williams seguramente el Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois todavía habría tardado algunos años más en dar el salto al mundo.  Puede que Sharath haya roto sus propios prejuicios y se haya dado cuenta de que Instagram y las páginas web tal que Sonima son el escaparate de la nueva era, una ventana abierta hacia miles y miles de estudiantes de yoga, actuales o potenciales, por todo el mundo, y que es preferible estar que no estar y aportar su grano de arena que enterrar la cabeza en el suelo cual avestruz.

Sharathji, el moderno.

Dentro de este contexto divulgativo, uno de los pasos más desconcertantes de Sharath fue su aparición detrás de la marca Jois Yoga, una suerte de franquicia de escuelas de Ashtanga Yoga a las que prestó su imagen y que parecían estar relacionadas en cierta manera con Mysore.  Nadie sabe muy bien qué se pretendía con ello, si expandir la marca por todo el mundo convirtiendo las escuelas Jois Yoga en sucursales internacionales del KPJAYI, o simplemente ayudar a algunos empresarios norteamericanos a hacer negocio.  Por motivos que desconozco el proyecto fracasó, y en la actualidad creo que sólo permanece un centro Jois Yoga en los Estados Unidos que opera como una escuela de Ashtanga Yoga normal y corriente.

De forma interesante, y pese a todos estos cambios y novedades, la práctica en sí ha permanecido exactamente igual durante la última década.  No recuerdo diferencia alguna en las secuencias de asanas ni en los vinyasas entre mi primera vez en Mysore en el 2008 y la última en el 2018.  Si acaso, se puede mencionar el pranayama de respiración alterna nadi shodana, que durante los últimos años Sharath ha empezado a enseñar a todo el mundo al término de la práctica.  Guruji no enseñaba ningún pranayama hasta que el estudiante no hubiera llegado a la tercera serie de posturas, lo que en la práctica se traducía en un porcentaje muy reducido de personas que aprendían los ejercicios de pranayama de Ashtanga Yoga.

Pattabhi Jois, por el contrario, sí que fue añadiendo numerosas modificaciones a lo largo de los años.  Me vienen a la cabeza varias de las que he sabido a través de Tomás Zorzo, David Williams o investigando por mi cuenta, a saber: la inclusión de parivritta parsvakonasana en la secuencia fundamental, que durante décadas no se hizo y que en nuchos pósteres publicados y vídeos subidos a Youtube no aparece; la limitación de paschimattasana a dos variantes, cuando antes se hacían tres y hasta cuatro; la incorporación de baddha konasana b y de medio vinyasa entre upavistha y supta konasana en el último cuarto de la primera serie; la adición de las siete variantes de sirsasana al final de la serie intermedia; la inclusión de medio vinyasa entre paschimattanasana y sarvangasana y la omisión de cinco respiraciones en savasana antes de subir a sarvangasana en la secuencia final.  Sharath, al ser preguntado acerca de estas alteraciones, suele decir que no lo recuerda con claridad porque era muy joven, pero que sí, en efecto su abuelo cambió cosas y, si lo hizo, fue porque pensó que era mejor así.  De hecho, conviene recordar que la escuela original se llamó Ashtanga Yoga Research Institute (AYRI), o Instituto de Investigación de Ashtanga Yoga, en referencia a que Pattabhi Jois todavía se encontraba “afinando” el método descrito en el Yoga Korunta y que aprendió de Krishnamacharya.  El nombre actual no incluye el término Research, lo que sugiere que tal vez Sharath haya optado por concluir la investigación y que el método ya está bien tal como está. 

Sharathji, el tradicional, con su esposa Shruthi el pasado San Valentín.

Por último están las cuestiones organizativas, de gestión del KPJAYI de Mysore ante el ingente número de estudiantes que año tras año desean visitar la fuente original del método.  Pero ya escribí largo y tendido acerca de ellas en el anterior post.  El último episodio lo ha constituido la apertura de la nueva shala para clases guiadas, y augura el comienzo de lo que sin duda será un tiempo nuevo en Mysore.

En resumen, los hechos acaecidos durante los últimos diez años en Mysore han sido el resultado de la adaptación a las nuevas curcunstancias por parte del director del KPJAYI Sharath Jois, un hombre arraigado en las viejas tradiciones pero al mismo tiempo abierto a la realidad contemporánea.  Un gran maestro y referente que no se ha arrugado ante los nuevos retos sino que ha dado más de un paso al frente tomando decisiones incómodas.  Desde hace algunos años incluso se ha hecho llamar paramagurú o máxima autoridad en el linaje de Ashtanga Yoga, algo que bajo nuestro prisma puede sonar pretencioso pero que en el contexto indio intuyo simplemente representa una asunción de responsabilidad.

Recurriendo al manido tópico de “nada es constante sino el cambio”, lo único que nos resta por decir es que en Ashtanga Yoga Bilbao esperamos estar ahí y poder seguir narrándolo.  ¡Se trata de un viaje demasiado hermoso como para que nos lo perdamos!

domingo, 17 de febrero de 2019

Gran novedad desde Mysore: Sharath abre una nueva shala.

La nueva gran shala para las clases guiadas.

Sharath Jois dio comienzo el pasado mes de enero a un nuevo periodo de enseñanza de tres meses en el Instituto de Ashtanga Yoga -KPJAYI- de Mysore.  En los últimos tiempos, lo que antaño fueran temporadas más o menos estables de seis meses de duración entre octubre/noviembre y marzo/abril se han convertido en periodos de enseñanza difíciles de predecir.  Por ejemplo, en la pasada temporada 2017-2018 hubo un total de cinco meses: dos meses de diciembre del 2017 a enero del 2018 y tres más de junio a agosto del 2018.

El resto del año Sharath no permanece ocioso, sino que durante buena parte del tiempo viaja por el mundo para, como él ha dicho y escrito en ocasiones, poner la fuente original del método de Ashtanga Yoga al alcance de gente cuyas circunstancias no les permiten viajar a Mysore. Así, el pasado mes de septiembre estuvo en España y Portugal en lo que constituyó su primer tour por el sur de Europa y en noviembre enseñó en Japón y Bali.  Tras el actual periodo de tres meses en Mysore, brevemente interrumpido por su participación durante dos días de marzo en un festival internacional de yoga en los Himalayas, entre abril y mayo Sharath viajará por los Estados Unidos, en julio por el norte de Europa y en septiembre de nuevo por Extremo Oriente.

En la página web de Sharath se indicaba expresamente que las personas que habíamos estudiado en Mysore el pasado verano (recordad que Nines y yo estuvimos en agosto) no debíamos enviar la solicitud para los meses de enero, febrero y marzo y así dejar sitio para otras personas, lo cual sugería que quizás este próximo verano se abriera un periodo de enseñanza adicional en el KPJAYI.  Sin embargo, tras irse desvelando una a una las etapas del tour internacional de Sharath, se ha hecho evidente que esta temporada en Mysore se iba a limitar únicamente a estos tres primeros meses del 2019.  A lo sumo, tal vez Sharath decida enseñar de nuevo en el aislado mes de agosto o ya a partir de octubre, pero eso formaría parte ya de la temporada 2019-2020.

Mantra y pujas en la nueva shala.  Consultar el perfil de Instagram de Sharath Jois par más detalles.

Hace unos días llegó una importante noticia desde Mysore: la inauguración de una nueva gran shala para las clases guiadas.  Con el tamaño de un hangar o de una pista de baloncesto, tiene la suficiente capacidad como para albergar a varios cientos de personas sobre sus esterillas.  Sólo se va a emplear para las clases guiadas de sábado y lunes.  La shala de Gokulam, con capacidad para unas sesenta personas cómodamente instaladas sobre sus esterillas, seguirá utilizándose para las clases estilo Mysore.  A través de las redes sociales muchas personas han aplaudido la novedad, aunque personalmente me han surgido sentimientos contrapuestos y he querido reflexionar sobre ello "en voz alta" a través del blog.  

Por un lado se trata de una buena noticia, sin duda.  Las personas afortunadas que son escogidas en la gran tómbola del formulario del KPJAYI y consiguen estudiar con Sharath viven una situación muy desagradable cada sábado y lunes al que la gente se ha acostumbrado pero que no deja de ser un auténtico calvario.  En el caso de las sesiones estilo Mysore de martes a viernes  cada cual recibe una tarjeta con una hora de entrada.  De este modo, a intervalos de media hora entre las cuatro y las diez de la mañana la shala de Gokulam es capaz de absorber medianamente bien a las entre trescientas y cuatrocientas personas que se matriculan cada mes con un tiempo de espera aproximado de veinte minutos.  Sin embargo, en los días de clases guiadas el problema de espacio se hace más que evidente.  Sharath imparte tres clases guiadas una detrás de la otra: a las 4:30, 6:00 y 7:30, pero la shala que durante las sesiones Mysore da cabida a sesenta personas simplemente no puede acoger a cuatrocientas en tres sesiones guiadas.  La gente acaba practicando en el vestíbulo de entrada y los vestuarios, y para evitarlo y poder practicar dentro de la shala se ha establecido una suerte de competición de madrugones que lleva a mucha gente a hacer cola en la calle durante más de una hora.  Sharath ha insistido por activa y por pasiva en que los estudiantes esperen su turno de clase guiada con una antelación no superior a los treinta minutos, pero no vigila que se acate esto y la gente hace caso omiso; la persona que llega media hora antes irremisiblemente practicará en los vestuarios.  La última vez que nosotros estuvimos en Mysore fuimos testigos de cómo gente que tenía el turno de las 7:30 de la mañana hacía cola en la calle como si fuera a entrar a la clase de las 6:00 y así estar en la cabeza de la cola para su turno.  ¡Al menos ahora hay una cola organizada!  Unos años atrás, antes de que se implantase el sistema de cola, la gente se agolpaba en masa ante la puerta y al abrirse se producía un efecto embudo con toda clase de pillerías: carreras, empujones, pisotones, gente que saltaba el muro para colarse...  ¡un verdadero ejemplo de virtuosismo y compañerismo entre practicantes de yoga!  

Cola de espera de madrugada para una clase guiada en el KPJAYI actual.

Con la nueva shala, por tanto, terminan las largas esperas a la intemperie.  Sin embargo, bien mirado no todo son buenas noticias, porque la inmensidad del espacio va a despersonalizar todavía más la enseñanza.  Sharath ya no tendrá que guiar tres clases seguidas, sino una sola, pero la distancia con sus estudiantes se va a ver incrementada de forma dramática.  

Uno de los elementos más distintivos y hermosos que caracterizan la práctica de Ashtanga Yoga de otros métodos es la personalización, ese trato individualizado en el que profesor y estudiante establecen una relación de confianza y conocimiento mutuos: el profesor sabe cómo y cuándo ayudar y el estudiante confía y atiende.  Tampoco se trata de un camino unidireccional desde el que enseña hacia el que aprende, sino que tiene dos direcciones: ambos aprenden el uno del otro y el paso del tiempo perfecciona su relación.  Para que esto tenga lugar es imprescindible la cercanía, que en los antiguos tiempos del yoga era tal que el estudiante formaba parte del propio círculo familiar del maestro en lo que se conocía como relación gurú-shishya parampara

En la actualidad tan sólo dentro de ashrams o monasterios y entre renunciantes o shaddus sigue siendo posible mantener esa clase relación que tiene aparejado además un alto coste: la dedicación completa y el consiguiente alejamiento de la sociedad.  Tirumalai Krishnamacharya, en cambio, quien fue conocido como un yogui de ciudad, le demostró al mundo que era posible aprender yoga y al mismo tiempo mantener los vínculos con el mundo.  Durante su estancia de dos décadas en Mysore mantuvo una yogashala a la que acudían estudiantes, trabajadores y padres de familia, y en los posteriores años de Madrás enseñó a multitud de personas que se acercaban hasta su casa y a los que prescribía tratamientos ayurvédicos y rutinas de asanas y pranayama personalizadas que pudiesen integrar en su vida cotidiana.  Él mismo, que dedicó toda su vida a la enseñanza de yoga, se casó y tuvo hijos, y cuando le fue ofrecido un importante cargo religioso lo rechazó, fiel a la promesa que le había hecho a su gurú Ramamohan Brahmacharya de permanecer con su familia: "Dedica tu vida a enseñar yoga pero cásate y ten hijos".

Cola de espera en la antigua shala de Lakshmipuram.

El legado de Krishnamacharya en Mysore fue custodiado por Pattabhi Jois, quien posteriormente le pasaría el testigo a su nieto Sharath en lo que se ha dado a conocer como línea tradicional, tildada por algunas personas de dogmática y que también es la más extendida.  El método de Krishnamacharya, basado en la individualización, en la cercanía, se transmitió así de generación en generación a través de las décadas, desde el anonimato de los años cincuenta pasando por los impopulares años setenta y ochenta hasta el boom mediático de la actualidad.

Si existe una escuela de Ashtanga Yoga tradicional en Bilbao, qué no habrá en Seúl, Los Ángeles y Sidney.  Muchos hemos querido estar en contacto con la fuente original y hemos viajado hasta Mysore desde todas partes.  En realidad, todo el mundo tiene derecho de hacerlo.  Pero claro, somos tantos y la escuela, escalada para ser dirigida por un pequeño grupo de personas, al principio sólo Guruji, después Guruji y Sharath, y hoy, Sharathji y un puñado de ayudantes, cada vez se queda más pequeña.

La new shala que muchos conocemos, con sus míticas alfombras hoy retiradas.

Cuando la shala de Lakshmipuram no dio más de sí, en el año 2002, Guruji trasladó el Instituto de Ashtanga Yoga al actual emplazamiento en Gokulam.  Algunos de los antiguos estudiantes, acostumbrados a sentarse con Guruji a tomar té y llamarle por teléfono para avisarles de su llegada o preguntarle a ver qué tal iba todo, renegaron del giro que estaba dando Mysore y de las aglomeraciones que con el transcurso del tiempo no hicieron sino aumentar, y dejaron de ir.  Pattabhi Jois y Sharath afrontaban una creciente popularidad y con la mejor de las intenciones trataban de acoger y enseñar a todo el que se acercara hasta su puerta; el mundo tenía sed por ese sistema de yoga a cuya difusión habían entregado su vida y no se podía interpretar sino como una buena noticia.  Pero claro, ya no podían sentar a su mesa a un centenar de estudiantes y la distancia con ellos aumentó inevitablemente.  Hoy, con cuatrocientos estudiantes al mes, muchos más que se quedan fuera y mediante un ímprobo esfuerzo, Sharath es todavía capaz de mantener la cercanía en la enseñanza, pero ha de limitarla al tiempo que duran las clases por un razón sencilla: es un ser humano y no un superhéroe.  Nosotros hemos estado allí numerosas veces y lo hemos vivido en primera persona: Sharath permanece en la shala desde el principio hasta el final en jornadas de siete y ocho horas ininterrumpidas y te conoce, aprende tus fuerzas y debilidades y se encarga personalmente de decirte qué hacer y qué no hacer.  A lo largo de los meses y de los viajes sientes que hay una línea de enseñanza progresiva que Sharath gestiona sin prisas ni trompicones.  Al final, se trata de una relación de años, con largas interrupciones, sí, y limitada a dos horas diarias, pero una larga relación al fin y al cabo, no un teacher training de un mes, doscientas o quinientas horas ni unas vacaciones de verano, cosa que curiosamente sí les suele parecer bien a aquellas personas que califican de "dogmática" la línea tradicional.  Lo que ya no es, ni lo volverá a ser nunca, es ese grupo de amigos a los que Pattabhi Jois alojaba en casa como a sus hijos.  Son los nuevos tiempos, peores a ojos de nostálgicos que echan de menos cuando los practicantes de Ashtanga Yoga de todo el mundo cabían en un par de autobuses y a cada momento en Mysore apenas había un puñado, pero mejores, sin duda mucho mejores desde el punto de vista del Ashtanga Yoga como herramienta hacia la salud y la trascendencia abierta a toda la humanidad. 

Así que este "hangar" ha sido una nueva respuesta de Sharath al acuciante problema de espacio en Mysore.  Con anterioridad ya había instaurado el formulario online, impedido la posibilidad de viajar múltiples veces la misma temporada, establecido la restricción de un único periodo de a lo sumo tres meses y el requisito de tener que estudiar con algún profesor autorizado de su lista.  Pese a todas estas trabas, la creciente popularidad del método de Ashtanga Yoga propicia que la página web del KPJAYI continúe recibiendo millares de solicitudes de todo el mundo e, independientemente del momento del año en que decida abrir Sharath, el aforo del KPJAYI se completa siempre y, en especial durante las clases guiadas, sus estudiantes padecen la peor cara de la conversión de Ashtanga Yoga en un fenómeno global.  

Primera clase guiada en la nueva shala.

No puedo decir que se trate de una idea que me entusiasme: practicar en una estancia con el tamaño de un polideportivo y ver a Sharath a lo lejos.  Desde luego, me horrorizaría que las clases estilo Mysore tuviesen lugar allí.  Llegado ese caso Sharath poco menos que tendría que dirigir la clase a través de cámaras desde una sala de control.  Por otro lado, comprendo que el asunto de las clases guiadas requería de alguna solución, y éste puede ser un buen intento.

Es probable que en el futuro pueda haber más novedades en este sentido.  Sharath adquirió un terreno (creo que el mismo en el que ha abierto esta shala) y según ciertos rumores que se escuchan parece que tiene intención de construir algo que precisamente permita volver a estrechar la relación con sus estudiantes.  ¿Un ashram, una residencia, una pequeña ciudad del yoga?  El tiempo lo dirá...