lunes, 28 de diciembre de 2015

Pranayama y meditación en Ashtanga Yoga.

Guruji, en padmasana.

Durante las últimas semanas dos inquietos estudiantes de Ashtanga Yoga Bilbao que llevan un par de meses en nuestra escuela me plantearon la siguiente cuestión: ¿cómo es que en la tradición de Ashtanga Yoga no se llevan a cabo ejercicios específicos de meditación y pranayama?

En realidad, se trata de una pregunta muy pertinente que he escuchado formular varias veces.   La respuesta no es ni mucho menos que en Ashtanga Yoga no se medite ni haya técnicas de control de la respiración aunque así se lo pueda parecer a personas acostumbradas a otros "formatos" en los que se establecen claras líneas divisorias entre la práctica de asanas, pranayama y meditación.  No obstante, la explicación implica varios matices metodológicos y cuestiones históricas, por lo que se alargará algunos párrafos.

Nines Blázquez y Fernando Gorostiza, de Ashtanga Yoga Bilbao, en padmasana.

Una de las mejores respuestas la escuché hace unos años de labios de Peter Sanson, el profesor certificado neozelandés que desde hace una década celebra puntualmente cada mes de mayo en Madrid un taller de Ashtanga Yoga y del que escribí una extensa entrada en este mismo blog.  Jorge Turell, un compañero ashtangui y amigo madrileño tristemente desaparecido -falleció hace menos de un año de un fallo cardíaco mientras participaba en un triatlón- le preguntó a ver si sabía los motivos por los que en Ashtanga Yoga no se practicaba meditación y pranayama.

Sin explayarse en grandes disertaciones, fiel a su estilo, Peter le preguntó si acaso no tenía suficiente con dos horas diarias de práctica de yoga.  Porque uno siempre puede practicar asanas durante dos horas, pranayama durante otra hora y meditar durante otra hora más, y quizás repetirlo de nuevo durante la tarde, pero para eso hace falta tener una gran disponibilidad de tiempo, algo imposible si se tiene un trabajo, una familia y, en definitiva, una vida que atender.  La práctica de Ashtanga Yoga fue pensada precisamente para esas personas que no disponen de cantidades ingentes de tiempo, y es en sí una disciplina de respiración consciente -pranayama- de hora y media o dos horas de duración en la que se incluyen numerosos elementos de concentración, de repliegue hacia el interior que en sí constituyen un gran ejercicio meditativo.

En muchos de los sistemas de yoga que existen hoy por el mundo, en cambio, se practica pranayama y meditación de manera independiente, incluso como práctica principal.  ¿Por qué esta diferencia?  El Ashtanga Yoga que diseñó Sri Krishna Pattabhi Jois junto a su gurú Tirumalai Krishnamacharya en la primera mitad del siglo veinte no pretende ser mejor ni peor que los demás estilos, sino que debe ser entendido dentro de su contexto y del de las personas que lo crearon y a las que estaba orientado.


Yoga en el ashram y en la ciudad.

Parampara en cuatro grandes linajes de yoga.

En la imagen superior están representados cuatro linajes distintos de yoga que se han dado a conocer en todo el mundo.  En la fila superior se describe la línea sucesoria de gurús del linaje del raja yoga que Vivekananda llevó a Occidente a finales del siglo diecinueve.  La segunda fila corresponde al yoga Sivananda, una modalidad de hatha yoga (tipo de yoga en el que se da énfasis especial a las asanas y otras técnicas corporales con el fin de proporcionar salud a sus practicantes) muy popular desde mediados del siglo veinte.  En la tercera se muestra a Paramahansa Yogananda (autor de la famosa Autobiografía de un Yogui) y los gurús que le transmitieron las enseñanzas del kriya yoga, que se dio a conocer más allá de sus fronteras durante los primeros años del siglo veinte.  Por último, la cuarta fila describe el linaje de Krishnamacharya del que emanan hatha yoguis como Pattabhi Jois, precursor del sistema de Ashtanga Yoga y BKS Iyengar, creador del estilo de yoga que lleva su nombre.

Lo primero que cabe destacar es el hecho de que todos los sistemas de yoga que se practican hoy día tuvieran un origen sumamente discreto.  Millones de personas han conocido a Vivekananda, Vishnudevananda y Yogananda, y cuando el mundo quiso saber más de ellos sus gurús fueron conocidos también, en el caso de que siguieran vivos.  Pero es importante saber que, históricamente, el yoga no se enseñaba en clases masivas con decenas, cientos de aspirantes deseosos por aprender.  Todo lo contrario; los gurús de yoga escogían a sus discípulos con sumo cuidado hasta asegurarse de que eran dignos de recibir sus enseñanzas y se las transmitían tan sólo después de una prolongada relación personal de muchos años, en lo que se conocía como parampara.

Esto quiere decir que, hasta la expansión global que sufrió a partir de la segunda mitad del siglo veinte, el yoga era un gran desconocido y los diversos linajes no eran los árboles robustos que son hoy, con gruesas ramas extendidas por los cinco continentes, sino que más bien contaban con un tronco raquítico, en algunos casos exánime, y a menudo su supervivencia precisó de no pocas dosis de buena suerte.  Por ejemplo, si Krishnamacharya no hubiera emprendido un viaje de varios meses a través de las montañas para ir en busca de Ramamohan y someterse a su disciplina, quizás el mundo no habría llegado a recibir el legado de aquel gran hatha yogui y los yogas de Iyengar y Pattabhi Jois no habrían existido jamás.  Y si, por otro lado, una epidemia de cólera hubiera asolado la Calcuta de Ramakrishna, o si el cáncer hubiese acortado su vida tan sólo algunos años más, tal vez el mundo no habría tenido ocasión de recibir el raja yoga a través de discípulos suyos tales que Vivekananda.

El mundo ha visto y escuchado en persona a Vivekananda,  Krishnamacharya, Yogananda y Vishnudevananda, quienes fueron fotografiados, entrevistados, impartieron conferencias multitudinarias e incluso tuvieron a bien regalar al mundo retazos de su sabiduría plasmada en libros.  El mundo también ha recibido con entusiasmo las enseñanzas de Iyengar y Pattabhi Jois, Gurujis de dos respectivos linajes que cuentan con cientos de miles, millones de practicantes en pleno siglo veintiuno.  En cambio, Totapuri, Vishwananda, Ramamohan y Babaji, que tan sólo se remontan un par de generaciones y que constituyen la fuente original de linajes de yoga que hoy conocen y practican millones, son personajes misteriosos rodeados de sombras de los que apenas sabemos lo que sus discípulos contaron de ellos y cuya misma existencia muchos ponen en duda, relegándolos a la categoría de mitos del yoga.

Representación de Babaji, que según Paramahansa Yogananda ha vivido durante miles de años y recibido los conocimientos del kriya yoga del propio Lord Krishna en los tiempos del Mahabharata.

¿Cómo se explica esto?, ¿cómo puede ser que conozcamos perfectamente a los gurús pero sepamos tan poco de sus "abuelos" espirituales, ni qué decir de sus "bisabuelos" o "tatarabuelos", y nos resulte tan difícil reconstruir el árbol genealógico de los linajes de yoga?  Por escaso que fuera el afán de protagonismo de los yoguis y su deseo de pasar a la posteridadhay que admitir que el verdadero culpable de que el yoga no hubiese logrado trascender más allá de las fronteras de la India y hubiera permanecido agazapado en la oscuridad durante tanto tiempo era el propio yoga, que no había sabido "venderse" en la sociedad india.  El yoga había logrado sobrevivir al paso de los siglos, si, gracias al parampara, la transmisión a pequeña escala, lenta pero segura, basada en la relación entre gurú y discípulo, pero no contaba con prestigio alguno entre la población oriunda.  De hecho, el castellano dicho de "nadie es profeta en su tierra" se podía aplicar perfectamente al yoga en la misma India, su tierra natal, donde estaba denostado hasta el punto de considerarse una práctica esotérica exclusiva de swamis, de shadus y de sannyasis, renunciantes ascetas y demás personas desconectadas de la vida terrena.  Las familias veían con espanto que un hijo quisiera dedicarse al yoga porque se imaginaban que acabaría recluido en un ashram -monasterio- o en la calle desnudo, con el pelo y la barba sin afeitar, trenzada en rastas imposibles, volcado en el yoga y otras prácticas espirituales y que en cualquier caso, nunca tendría una vida "normal", con un trabajo y una familia de la que hacerse responsable.  Por esto se entiende que cuando un jovencísimo Pattabhi Jois entró en contacto con su gurú Krishnamacharya, acudiera en secreto a sus clases de yoga temprano antes de acudir a la escuela sin que sus padres supieran nada, por temor a ser reprendido.

Los linajes de raja yoga, Sivananda yoga y kriya yoga se corresponden precisamente con esta visión.  Vivekananda, Vishnudevananda y Yogananda tomaron votos y vivieron monásticamente.  Ramakrishna, gurú de Vivekananda, fue un místico célibe -aunque casado en un matrimonio feliz jamás consumado; una de esas curiosidades que ofrece la India- y la mayoría de sus discípulos fueron monjes o swamis.  El propio Totapuri, principal gurú de Ramakrishna, era un shadu que vivía en el bosque y al que Ramakrishna llamaba cariñosamente "el desnudo".  En consecuencia, las escuelas de yoga que de ellos derivaron estuvieron inevitablemente influenciadas por la vida monástica donde, como podemos imaginarnos, se dedica una gran cantidad de tiempo al estudio espiritual y donde las prácticas ascéticas, y por encima de todas ellas la meditación, ocupan un lugar preferente.  Léase si no la Autobiografía de un Yogui, en la que Paramahansa Yogananda, precursor del kriya yoga, describe una disciplina de meditación muy intensa a la que se entrega con entusiasmo durante buena parte del día.  La influencia monástica se observa paradigmáticamente en la tradición de hatha yoga Sivananda, donde a los maestros de yoga se los conoce como yoga acharyas y cuyas escuelas, por lo que yo sé, y pido disculpas si en algo me equivoco, están dirigidas por swamis y se organizan al estilo de un ashram.  Todo esto, aunque interesante sin duda, no favoreció la divulgación del yoga entre los gentiles.  

Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989).

El punto de inflexión llegó con Tirumalai Krishnamacharya, un gran hatha yogui de exquisita educación universitaria que ni fue un monje ni vivió como un monje ni enseñó prioritariamente a monjes.  Krishnamacharya fue un yogui de ciudad con mujer e hijos que dedico su vida a poner el yoga y su potencial terapéutico al alcance de gente de toda clase y condición.  Para él, el yoga debía proporcionar en primer lugar salud, porque, ¿cómo se puede aspirar a la espiritualidad si se está enfermo?  De ese modo, Krishnamacharya enseñó técnicas de yoga a amas de casa, niños, obreros, ancianos, maestros, gobernadores, maharajás, a gente de cualquier estrato que necesitara restituir su bienestar y que pudiese dedicarle algo de tiempo pero para la que no tenía sentido recluirse en un monasterio, estudiar enrevesados textos clásicos ni entregarse a tediosas prácticas contemplativas.  Más adelante, la escuela de yoga que Krishnamacharya abriría en el Palacio de Mysore y en la que estudiarían BKS Iyengar y Pattabhi Jois, fue erigida sobre esta misma idea.  Completamente alejada del concepto de ashram, la escuela estaba pensada para que los estudiantes pudieran empezar el día con una sesión de yoga directa al grano y a continuación acudiesen a sus quehaceres; trabajar, atender a su familia o, en el caso de Pattabhi Jois, asistir a las clases en la Universidad de Sánscrito.  El gran logro de Krishnamacharya fue que enseñó al mundo que era posible integrar el yoga en la vida cotidiana.  Nunca saldría de su India natal, pero este hombrecillo de poco más de metro y medio de altura fue ampliamente responsable de que hoy millones de personas en todo el mundo se pongan de pie cada día sobre una esterilla y por ello es conocido como "el Padre del Yoga Moderno". 

Los discípulos de Krishnamacharya mantendrían vivo su legado.  Cuando Guruji abrió su discreta escuela de yoga en Lakshmipuram, celebraba sus sesiones de yoga de madrugada, antes de impartir clases en la Universidad de Sánscrito.  Su método era claro y directo: respiración, asanas, movimientos enlazados y concentración; todo a la vez en una única sesión de menos de dos horas sin pausas para meditar y sin grandes disertaciones teóricas.  ¿Pero eso del yoga no consistía sobre todo en permanecer sentado en la postura del loto y meditar?  ¿Qué es eso de hacer un asana detrás de otra y a continuación irse a casa o al trabajo?  La realidad es que en el sistema de Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois no hay lugar a la improvisación; está muy bien pensado y todo tiene un porqué.


Meditación en Ashtanga Yoga.

Sharath Jois.

Entonces, ¿se medita o no se medita en Ashtanga Yoga?  Sí y no.  En una ocasión, en Mysore, durante la conferencia del fin de semana, Sharath respondió a una pregunta al respecto: "Si tienes tiempo, puedes quedarte más respiraciones en padmasana", esto es, en la penúltima asana de la secuencia de cierre y justo antes de la relajación final.

La mayoría de los que lean esto seguramente ya lo sepan, pero nunca está de más recordarlo: ashtanga yoga es el yoga de las ocho ramas descrito hace dos milenios por el sabio Patanjali en sus 196 aforismos conocidos como yoga sutras.  Sin entrar en detalles, las ocho ramas son ocho pasos progresivos que conducen al ser humano hasta la iluminación, la purificación, el moksha, la liberación, el nirvana, la identificación plena con el todo universal, la rotura de las cadenas de la existencia condicionada o karma que atan al ser humano al samsara, a una sucesión sin fin de reencarnaciones mortales en un mundo que no es más que una ilusión o maya.  Las ocho ramas engloban una serie de prácticas que incluyen imperativos morales de comportamiento con el entorno y los demás -yamas-, hábitos y obligaciones personales -niyamas-, un régimen de posturas físicas saludables -asana-, control de la respiración -pranayama-, repliegue desde el mundo de los sentidos hacia el interior -pratyahara-, concentración de la mente en un solo objeto -dharana-, meditación ininterrumpida -dhyana- y, por último, identificación plena con el objeto de meditación -samadhi- que, en última instancia, sería Dios o el todo.  Por lo tanto, el Ashtanga Yoga que practicamos en Ashtanga Yoga Bilbao y que suele escribirse en letras mayúsculas para diferenciarlo, es tan sólo la interpretación que Pattabhi Jois hizo del yoga de las ocho ramas, del ashtanga yoga de Patanjali, y que en realidad constituye los cimientos de todos los sistemas de yoga, incluidos, también, el raja yoga de Vivekananda, el kriya yoga de Yogananda y el Sivananda yoga de Vishnudevananda

Así, las ocho ramas incluyen todas las actividades que se llevan a cabo en cualquier sistema de yoga, incluida la práctica de asanas, el pranayama y la meditación.  Las diferencias entre una tradición y otra estriban en el énfasis que ponen sobre cada una de las ocho ramas, pero el fin último de todas ellas es samadhi, la iluminación.  Así, en el kriya yoga destaca la meditación, en el raja yoga la meditación y el estudio espiritual -svadhyaya, uno de los niyamas-, en el hatha yoga la práctica de asanas, mientras que en el bhakti yoga o yoga devocional de los Hare Krishna que encuentran en la repetición mántrica del nombre de Dios una herramienta útil para elevarse hacia el samadhi, es isvara pranidhana -otro de los niyamas-, la devoción a la divinidad, el que adquiere una importancia central.  Pero esto no significa necesariamente que un kriya yogui no practique asanas, un raja yogui no realice pranayama o un bhakti yogui o un hatha yogui no mediten, de la misma manera que ninguno de ellos se crea con carta blanca para olvidarse de los yamas y le parezca permisible el robo.  Es una simple cuestión metodólogica.

Las ocho ramas de ashtanga yoga.

Pattabhi Jois dividía las ocho ramas del ashtanga yoga de Patanjali en dos grandes grupos: las ramas externas y las internas.  Las ramas externas son yama, niyama, asana y pranayama; las internas pratyahara, dharana, dhyana y samadhi.  Según su enseñanza, para el ser humano es posible, aunque difícil, practicar las ramas externas.  Las ramas internas en las que se engloban los diversos estados de meditación, en cambio, son extremadamente difíciles de poner en práctica de forma aislada, hasta el punto de resultar frustrantememte inalcanzables para la mayoría.  Su aproximación a las ramas internas, por tanto, era indirecta: Pattabhi Jois creía que la práctica constante y adecuada de su sistema de yoga, con todos sus elementos, con toda su complejidad -la respiración, las asanas, los bandhas, los dristhis-, purifica el cuerpo físico y conduce al ser humano de manera natural hacia las ramas internas.

Cuánto de lejos se quiera llegar, es una cuestión personal de cada uno, de su actitud.  Algunos desearán tan sólo obtener salud, otros apaciguar su mente; los habrá quienes persigan el control de los sentidos, aumentar su capacidad de concentración o meditar en la esencia del ser humano y del Universo.  Guruji lo tenía claro; para él, el objetivo último del yoga es Dios.  Cuando practiques, "piensa en Dios, el Dios que prefieras, no hay problema".  O, como Krishnamacharya decía: "Piensa en Dios,  Si no en Dios, en el sol.  Si no en el sol, en tus padres."  Por último, esto es lo que se puede leer en la página web del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore acerca de los fundamentos prácticos y filosóficos de Ashtanga Yoga tal y como lo enseñó Sri Krishna Pattabhi Jois: "... Dios reside en nuestros corazones en forma de luz, pero esta luz se encuentra cubierta por seis venenos: kama, krodha, moha, lobha, matsaryamada.  Deseo, ira, ignorancia, codicia, envidia y pereza.  Cuando la práctica de yoga se mantiene con diligencia y dedicación durante un largo periodo de tiempo, el calor generado consume todos estos venenos y la luz de nuestra naturaleza interna emerge."

Por lo tanto, ¿es necesario meditar en Ashtanga Yoga?  Si uno practica correctamente, con devoción, con entusiasmo, durante mucho tiempo, la práctica se convierte per se en una meditación.  La respuesta de Sharath, en cierta medida jocosa, converge hacia la de Peter Sanson:  Medita, si tienes tiempo y quieres, pero en realidad, algún día te darás cuenta, sólo necesitas tu práctica.  


Pranayama en Ashtanga Yoga.

Círculo de pranayama.  Guruji con sus estudiantes occidentales en Encinitas, California, en los años 70.

Todo lo dicho al respecto de la meditación se aplica también a las técnicas de pranayama, cuarta rama del ashtanga yoga de Patanjali y elemento crucial en el Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois.  A través de la respiración llega el control de la mente, y toda la práctica de Ashtanga Yoga se erige en torno a la respiración, fuente principal de prana, con un énfasis que no se observa en ningún otro estilo de yoga,    

La práctica de Ashtanga Yoga no es sencilla.  Ni desde el punto de vista de las asanas, ni mucho menos de la respiración.  Ejecutar todos los vinyasas de manera correcta, cada movimiento exactamente en su inhalación o en su exhalación, prolongada, profunda y calmada, conlleva un largo proceso de transformación interna físico y mental.  Durante años, el dominio de la respiración en la propia práctica resulta un más que suficiente ejercicio de pranayama y el que persigue más todavía quizás debiera revisar el alcance de su ambición.  ¿Se te queda corta la inhalación cuando caminas hacia delante en los guerreros, poco menos que hay que emplear un fonendoscopio para escuchar la vibración de tu garganta, se entrecorta tu aliento en las torsiones, llegas a navasana con la lengua fuera, y aún así te preocupas por que nadie te haya enseñado todavía técnicas de pranayama?

La realidad es que sí existe una práctica específica de pranayama en Ashtanga Yoga, aunque por lo que acabo de explicar se reserva a niveles de práctica avanzados para los que sí tiene sentido.  En Mysore, cuando la gente se lo pregunta a Sharath, suele decir: "Haz lo que te enseñe tu profesor."  De la misma manera que no debe ser el estudiante, por lo general proclive a la precipitación y a la temeridad, el que decida cuándo está preparado para aprender una nueva asana, un profesor cualificado y con perspectiva debería de ser quien considere si ha llegado o no la hora de aprender pranayama.

Sharath Jois enseñando pranayama en la main shala del KPJAYI en Mysore.

En los viejos tiempos de Lakshmipuram, cuando los estudiantes eran tan pocos que podían sentarse en un pequeño círculo en torno a Guruji, era habitual que la gente que practicaba la serie intermedia aprendiese técnicas específicas de pranayama.  Más tarde, y seguramente debido al creciente número de alumnos -en opinión de David Williams-, Guruji decidió explicar pranayama sólo a los estudiantes que practicaban tercera serie.  No se trata tampoco de ningún secreto celosamente guardado: yo mismo he tenido ocasión de practicar los ejercicios de pranayama de Ashtanga Yoga en dos ocasiones, durante sendos talleres con David Williams y Tomás Zorzo.  En este enlace podéis encontrar información detallada acerca de cómo ejecutarlos.  Hasta el propio Sharath Jois ha divulgado en los últimos tiempos una técnica de pranayama muy sencilla con respiración alterna que muchos profesores de Ashtanga Yoga -yo incluido- están enseñando en sus escuelas.  Es simplemente una cuestión de: ¿por qué deseas hacer más, si lo básico ya es más que suficiente para ti?

Para terminar, repetiré unas palabras que Sharath Jois gusta mucho de repetir: "La práctica de asanas supone sólo dos horas al día.  El yoga ocupa las veinticuatro horas."  Y es que, a menudo nos preocupamos mucho de tecnicismos, que si pranayama, asanas que no salen, medios lotos que se atascan, el salto adelante y el salto atrás, y en cambio nos olvidamos de atender las primeras ramas de Ashtanga Yoga, los yamas y niyamas, sin los cuales podremos aspirar, a lo sumo, a ser unos virtuosos gimnastas.  

jueves, 24 de diciembre de 2015

¡Feliz Navidad, feliz luna llena y feliz primer trimestre de Ashtanga Yoga Bilbao!

Tarjeta navideña de Ashtanga Yoga Bilbao.  Diseño de Nines Blázquez.

Mañana se celebra la fiesta de la Natividad, un antiquísimo festejo pagano del solsticio astronómico que el cristianizado Imperio Romano hizo coincidir con el nacimiento de Jesús para favorecer su asimilación popular.  En realidad, según la propia Biblia, el nacimiento de Jesucristo tuvo lugar en otra época del año, seguramente a principios de otoño.  En cualquier caso, se trata de una fecha muy especial para muchos.  Creyentes o no, la Natividad sirve de excusa a las familias para reunirse y pasar juntos una -en principio- agradable velada. 

La Navidad de este año es un poco más singular en términos astronómicos porque coincide con la luna llena de diciembre.  Podría decirse que, energéticamente, el cambio de ciclo solar se ve reforzado por el cambio de ciclo lunar, y quizás por ello la gente sienta un deseo todavía mayor de estar cerca de los suyos y protegerse unos a otros.  Sea como sea, esta coincidencia se produjo por última vez en 1977 y no volverá a suceder hasta el año 2034, así que no está de más tenerla presente.

¡Nuestros mejores deseos en tres idiomas!  

Para nosotros es también una celebración con muchas connotaciones. Abrimos las puertas de Ashtanga Yoga Bilbao con el equinoccio de otoño y ahora, con el solsticio de invierno y la luna llena de diciembre, cumplimos nuestro primer trimestre de existencia.

Satisfechos por el camino recorrido y agradecidos por la acogida recibida, afrontamos el futuro con ilusión, con la esperanza de aportar, guiar y servir.  ¡Muchas gracias por confiar en nosotros, aunque sea sólo leyendo esta entrada del blog, y feliz Navidad!

jueves, 12 de noviembre de 2015

Motivación y armonía en Ashtanga Yoga



El pasado sábado en Ashtanga Yoga Bilbao disfrutamos del documental "Breathing Ashtanga Yoga" (Respirando Ashtanga Yoga) junto a su creador, Josu Ozkaritz.  Muchos amigos, estudiantes de Ashtanga Yoga y curiosos nos acompañaron durante la proyección.

El documental tocaba distintos aspectos de esta tradición de yoga: su origen, su historia, sus protagonistas, su sentido y sus repercusiones; de la mano de estudiantes y profesores cuyo testimonio servía de hilo narrativo.

Son muchas las personas que han conocido la práctica de Ashtanga Yoga con nosotros desde que abrimos el 21 de septiembre, y me figuro que muchos de ellos sonrieron reconociéndose en aquellos practicantes experimentados del documental que recordaban sus sensaciones tras su primer contacto con Ashtanga Yoga: esfuerzo, sudor, frustración, confusión, incredulidad, y después alivio, ligereza, calma, alegría.  La práctica de Ashtanga Yoga remueve muchas cosas a nivel energético, y tras su primera clase la mayoría de personas se dan cuenta de que lo que han hecho ha sido algo mucho más profundo e intenso que una mera sesión de ejercicios aeróbico-calisténicos y estiramientos.

Motivación en Ashtanga Yoga.

Hace unas semanas, en concreto el pasado 13 de octubre, se cumplieron diez años desde mi primera clase de Ashtanga Yoga.  A día de hoy me cuento entre aquellas personas que mucho después continúan practicando con la misma, sino mayor devoción que en sus primeros años.  La pregunta es obvia: ¿cómo se puede seguir hallando motivación después de más de diez años de práctica?  Para quienes lo observen desde fuera quizás no tenga el menor sentido, habida cuenta de la estructura monolítica de Ashtanga Yoga en la que se aprende una secuencia predeterminada que siempre se practica en idéntico orden.  ¿Diez años haciendo lo mismo?  ¿Cada día las mismas asanas, el mismo sistema, con pequeños cambios, pequeños progresos cada muchos meses, o tal vez incluso retrocesos? 

Hasta mayo, cuando todavía practicaba con Borja en Ashtanga Yoga Madrid, me quedaba el nada desdeñable acicate de la práctica en grupo.  Ahora, en cambio, practico en solitario antes de la clase de las 07:00 de la mañana.  Entre las 04:30 y las 05:00 llego a Ashtanga Yoga Bilbao, enciendo una vela junto a la fotografía de Guruji y una vara de incienso, despliego la esterilla y entono el mantra inicial de Ashtanga Yoga en la quietud de la madrugada.  Y a decir verdad, mi ánimo no ha decaído un ápice durante todas estas semanas.  Ningún día me ha podido la pereza y me he dicho: "Bah, hoy no."  Debo decir que incluso le encuentro cierto lado romántico al hecho de practicar a solas bajo la tenue luz de las lamparitas de Ashtanga Yoga Bilbao, de la vela de Guruji, de las farolas de la calle y quizás de la luna, e ir sintiendo cómo el amanecer, poco a poco, se va abriendo paso sobre el Casco Viejo y Santutxu.  Un amanecer que, por cierto, en las últimas semanas cada vez me ha sido más esquivo hasta acabar dando la bienvenida a los estudiantes de las 07:00.

Por un lado está el amor, la devoción a esta práctica.  Por personalidad he sido siempre un hombre apasionado que emprendía las cosas con ardor y se adentraba en ellas hasta el final.  Ashtanga Yoga se convirtió en un descubrimiento fascinante y nunca vi el momento de dejarlo; todo lo contrario.  Cada vez quise inmiscuirme, implicarme, entregarme más hasta el punto de acabar convirtiéndolo en mi profesión.  De alguna manera, la práctica de Ashtanga Yoga se asemeja a las relaciones: al principio es intensa y dulce como el noviazgo, todo son novedades y sensaciones fuertes; más tarde se convierte en un matrimonio, algo que se integra íntimamente en tu vida y al que conoces tan perfectamente como ello te conoce a ti.  En ocasiones esto irrita, exaspera, desanima y aburre, sobre todo si se practica en base a expectativas y objetivos.  En mi caso, no puedo decirlo de otra manera, la relación con el Ashtanga Yoga se ha convertido en un matrimonio feliz.



Por otro lado hay que hablar del sentido del deber.  El día que recibí la autorización para enseñar Ashtanga Yoga Sharath Jois me dijo: "Authorisation, more responsibility."  Con ello quería decir que el paso de convertirme en profesor a tiempo completo implicaba mucho más que limitarse a abrir una escuela e impartir clases con mejor o peor fortuna. Un profesor de Ashtanga Yoga ha de ser alguien que enseñe a la gente desde la experiencia, alguien que sirva de inspiración a sus alumnos y ojo, alguien que continúe aprendiendo.

En las conferencias del final de semana en Mysore a menudo se le escucha a Sharath decir que "un profesor será tan bueno como su sadhana", es decir, su disciplina de práctica, lo cual no significa que un profesor tenga de ser un acróbata o un contorsionista fuera de serie capaz de dejar boquiabiertos a los directores de casting del Circo del Sol.  Un profesor de Ashtanga Yoga ha de ser alguien que enseñe a sus alumnos a andar un camino que él mismo ha andado, alguien que ha sabido ser, en primer lugar, estudiante, y también alguien que predique con el ejemplo, que crea en el poder reparador y transformador de esta práctica y desee de corazón ponerlo a disposición de otras personas.  Enseñar yoga sin practicarlo es como un maestro de cocina que dejó de cocinar, un profesor de música que perdió la ilusión por tocar o un poeta que ya no lee poesía.  Uno puede envejecer, puede enfermar o lesionarse; la práctica no será igual durante toda la vida, pero el sadhana, la disciplina de práctica, la devoción, ha de permanecer.  Un profesor de yoga no dejará de serlo porque haya dejado de poder ponerse los pies detrás de la cabeza.  Pero un profesor de yoga transmite un estilo de vida, y su deber de cara a sus alumnos es seguirlo.  De lo contrario, la suya será una enseñanza sin esencia, sin alma.

Imponerse una disciplina en contra del propio deseo quizás resulte un acto masoquista y hasta hipócrita, pero aquí es donde sentido del deber y amor se entrelazan.  Así, de la misma manera que es deber de un cónyuge mantener viva la llama del amor, igualmente un profesor de Ashtanga Yoga ha de poner empeño en cultivar aquellos aspectos que alimentan la ilusión por la práctica, sobre todo si sus circunstancias le obligan a practicar en solitario tal que mi caso en esta nueva etapa.  El hábito, la ceremonia, los ritos, tales como practicar siempre a la misma hora, sobre la misma esterilla, con una toalla al lado, vistiendo el mismo tipo de ropa, con una vela encendida, con alguna imagen cerca que sirva de inspiración, bien sea de Guruji, Buda, Jesucristo o de algún ser querido que ya no esté, hacen mucho por mantener vivo el fuego.  

Pero por último y sobre todo, como el mayor y más poderoso fruto de Ashtanga Yoga, y donde en mi opinión se fundamenta ese éxito que lleva a muchos a continuar desenrollando su esterilla décadas después, está la armonía de la práctica.

Armonía en Ashtanga Yoga.

¿Qué es la armonía?  Por lo general, la armonía se relaciona con la música.  Armonía es un equilibrio de proporciones y, en efecto, es en el ámbito musical donde la armonía alcanza su expresión más clara.  Pero el yoga, amigos míos, también es armonía.

En yoga, se entiende que los vrittis son perturbaciones introducidas por el lado consciente de la mente que alteran su estado natural de calma.  Porque más allá de pensamientos, ideologías, prejuicios, condicionamientos culturales, familiares o personales, el ser humano posee una conciencia pura de cualidades eternas, un alma, un purusha, a la que los vrittis perturban en forma de apegos, tensiones y estrés.  Y de acuerdo con el famoso segundo sutra de Patanjali -yogas chitta vritti nirodhah-, el objeto del yoga es precisamente detener el vaivén de esos vrittis y regresar a la calma, a la paz innata de nuestra naturaleza eterna.

Los dos cerebros: lógico e intuitivo.
Cuando una persona aprende a tocar un instrumento, al principio se siente muy torpe.  La cabeza ha de pensar dónde colocar los dedos, cómo pulsar la tecla, soplar o rasgar la cuerda, los ojos han de descifrar las notas del pentagrama y el cuerpo en general ha de coordinar notas, tiempos y movimientos.  En rasgos generales, la mente está confusa, atareada y muy lejos de hallarse en estado de calma.  Lo que domina es el hemisferio izquierdo del cerebro, el hemisferio lógico, que se afana en tratar de encontrar soluciones a la serie de problemas que se le están planteando.

Con el paso del tiempo, se produce un gran cambio, cuando el cerebro establece los enlaces sinápticos y desarrolla la coordinación necesarias para ejecutar la composición musical satisfactoriamente.  En otras palabras, cuando el intérprete adquiere destreza técnica, y es justo en ese momento que se produce su fusión con la música.  La parte lógica no ha de efectuar ya esfuerzo alguno, y el que adquiere entonces protagonismo es el hemisferio derecho, el intuitivo, el creativo.  La música fluye a través de la mente, de los dedos, de los labios, sin obstáculos.  Es el momento de la armonía: la armonía de la música y la armonía de la mente, en la que no queda espacio para otros pensamientos, distracciones, perturbaciones,  ni, en definitiva, vrittis.  Sólo música.

El yoga es esto mismo.  Una armonía mental obtenida a través del cuerpo, que se erige en un gran instrumento.  Un cuerpo con el que, al principio, no se tiene conexión pero que al cabo del tiempo se acaba afinando cual cuerda de guitarra.

Porque cuando se empieza a practicar todo es confusión: la posición de los pies, la colocación de las caderas, los ángulos de rodillas y codos, el orden de las asanas, las transiciones entre una y otra, la fuerza y flexibilidad que no se sabe bien de dónde sacarlas...  Ese primer estadío se ve dominado por el hemisferio lógico: la mente se esfuerza en aprender las técnicas de posicionamiento y desplazamiento básicas y se siente apabullada ante la cantidad y complejidad de la información a procesar.  Con el paso del tiempo, poco a poco, la coordinación motora se va refinando, la secuencia se asimila en el plano físico y la práctica se vuelve más alineada, más estable, más recta.  Entonces, resulta posible adentrarse un poco más allá e incorporar los elementos internos, haciendo que la respiración realmente tome la batuta de la práctica, enfocando la atención a un solo punto en cada vinyasa y construyendo fortaleza interna a través de los bandhas.  La práctica, con el tiempo, deja de constituir un desafío a la lógica para adentrarse en el campo de la creatividad, de la intuición.  La mente se libera entonces, deja de estar constreñida a la problemática postural y se expande, alcanzando lo que muchos de los que practicamos Ashtanga Yoga podemos definir como un "trance" en el que los movimientos se suceden al ritmo de la respiración, la mirada no oscila y la mente no vacila, dedicando a cada momento toda su atención, todo su esfuerzo, todo su ingenio e inteligencia.  Es la hora del fluir de la totalidad del ser, de la poesía de los sentidos, de la armonía.
 
Guruji solía decir y Sharath aún lo dice a menudo hoy día, que se puede navegar durante años por la superficie del océano sin llegar a sumergir nunca la cabeza dentro del agua para descubrir las maravillas que se esconden debajo.  La práctica enfocada como una mera rutina de ejercicios arroja no pocos beneficios, como son el incremento de la flexibilidad, de la fuerza, de la resistencia, la purificación de los órganos internos y una mejoría general de salud.  Pero limitarse al plano físico supone quedarse en la superficie.  La verdadera catarsis se produce en la armonía interna, en ese estado de repliegue hacia dentro en el que las señales de ruido externo se apagan y en el que en buena parte fundamentamos nuestra motivación aquellos que hemos mantenido a largo plazo la práctica de Ashtanga Yoga.

Armonía.

Porque la flexibilidad llegará o no, el cuerpo se abrirá o no y se lograrán hacer o no determinadas posturas.  Pero, termine uno o no termine la primera serie, la segunda, la tercera o la sexta, sea capaz o no de hacer catching en marichyasana D, ponerse de pie desde urdhva dhanurasana o agarrarse talones en kapotasana, la armonía de la práctica, la supresión de los vrittis, la catarsis mental, estarán siempre a su alcance.  Y llegado ese punto será cuando el practicante de Ashtanga Yoga se dé cuenta de que cada día, en su práctica, tendrá un momento íntimo para dejar de lado el runrún de las preocupaciones, de las insatisfacciones, de los problemas propios de esta existencia condicionada y retirarse hacia la profundidad de su ser en busca de esa cajita que tenemos todos dentro del pecho y que es hogar de paz, libertad y eternidad.

Cada noche, al cerrar los ojos, más que en ninguna otra ocasión, todos los seres humanos somos iguales.  Independientemente de las riquezas, posesiones, amantes o amigos, muchos o pocos, que hayamos amasado a lo largo de nuestra existencia, todos los seres humanos nos enfrentamos antes de dormir a un curioso estado de equiparación en el que, tal que el nonato desnudo en el vientre materno o el moribundo que exhala su último aliento, nos hemos de enfrentar a la soledad de nuestra conciencia en un escenario al que no podemos llevarnos nada.  De hecho, el sueño puede entenderse como una experiencia de muerte a la que el ser humano se enfrenta de manera cotidiana.  Sabemos que se va a producir una "desconexión" y la aceptamos como tal, cuando lo único que diferencia al sueño de la muerte es que en ésta la desconexión es irreversible.

El gran problema de la existencia humana y sobre todo de nuestra sociedad moderna, en la que el consumismo y el valor de la posesión se ha llevado a extremos nunca antes vistos, es el del apego, el de la dependencia a lo impermanente.  La fuente de un sinfín de insatisfacciones del ser humano radica en la dificultad de asimilar que todo lo que acaparamos en el mundo es una ilusión, que todo aquello que amamos, que anhelamos, todo lo bueno que parece dar sentido a nuestra existencia, y también todo lo malo que la amarga, está condenado a desaparecer.  Todo es transitorio, todo es etéreo, y aferrarse a cosas, personas o procesos -como la juventud o la propia vida- efímeros es una garantía de infelicidad y angustia, una bomba de relojería que explotará tarde o temprano.  En contra de lo que pregonan a bombo y platillo los tabloides, el reto principal del ser humano no es acumular y conservar lo acumulado, sino ser capaz de cerrar los ojos en plena noche, enfrentándose a esa terrible soledad, a ese folio oscuro de la mente al que nadie se puede llevar nada que haya comprado, y hallar paz.

La práctica de yoga se orienta en esa dirección precisamente: proporciona un método práctico para llevar al ser humano a su estado primigenio, hacerlo retroceder a ese instante nada más nacer en que, desnudo e inocente, existía en armonía, para iluminar la conciencia adormecida y recuperar aquello que más necesita la sociedad desquiciada de hoy: serenidad, calma y paz.  No lo pienses más... ¡y practica!

domingo, 11 de octubre de 2015

Práctica estilo Mysore, ¿cómo y por qué?

Las obligaciones de los últimos meses me han mantenido apartado del blog.  Las entradas no han sido ni lo frecuentes, ni lo extensas, ni lo interesantes que me habría gustado.  Lo cierto es que las tareas que hemos tenido que acometer Nines y yo desde hace más de dos meses han sido tan colosales que sentarme a escribir en el blog simplemente era un lujo que no me podía permitir.  La apertura de Ashtanga Yoga Bilbao y actividades relacionadas ha sido el quehacer más evidente a los ojos de los que nos siguen a través de este blog, de nuestra página de Facebook o de la lista de correo electrónico de Ashtanga Yoga Bilbao, pero no el único.  Sólo en el último mes, mientras ultimábamos los detalles de la reforma, diseñábamos publicidad, actualizábamos la página web, encargábamos mobiliario y luego, mientras nos volcábamos en las clases y en organizar el día a día en Ashtanga Yoga Bilbao, hemos llevado a cabo dos mudanzas: una desde Madrid a Bilbao y otra desde nuestra ubicación provisional en Bilbao hasta nuestra ubicación definitiva en Bilbao, con todo lo que ello conlleva y que os podéis imaginar.  En el día de hoy, 11 de octubre, tras haber desembalado la última caja, colocado su contenido y -detalle importante- haber traído a nuestro nuevo hogar a nuestro querido gato Nevsky, nuestra serie de reformas, mudanzas y demás han terminado.  Ahora, al fin, podemos decir que estamos instalados en Bilbao.  

Con un día de descanso -12 de octubre- aún por delante, no se me ha ocurrido otra manera mejor para celebrarlo que escribir una nueva entrada en el blog.  Las palabras de hoy las dedicaré a algo que hace tiempo quería haber hecho: explicar las características del estilo Mysore y sus ventajas.  Lo cierto es que las preguntas más habituales que los estudiantes principiantes o los aspirantes a estudiantes plantean a los profesores de Ashtanga Yoga giran en torno al concepto de "clases estilo Mysore."  El estilo Mysore es una de las principales características de la práctica de Ashtanga Yoga.  En lo que alcanzo a saber, de hecho, el Ashtanga Yoga es único en esta manera de enseñar.  Por eso, no es de extrañar que muchas personas frunzan el ceño cuando se enteran que las clases de Ashtanga Yoga tradicional no van a ser guiadas, que no va a haber un profesor hablando en voz alta y diciendo a todos los alumnos qué han de hacer en cada momento, tal y como sucede en las otras clases de yoga que han visto o de las que han tenido conocimiento.

La mayor parte del texto que voy a transcribir a continuación no es mío, sino que lo he extraído de un extraordinario artículo escrito por Geraldine Beirne que encontré hace unas semanas en The Guardian.  Al final del post copio el enlace. 

Clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore, India.  Sharath Jois, de pie a la derecha.

Ashtanga Vinyasa Yoga es uno de los estilos de yoga más conocidos hoy día.  Millones de occidentales lo practican en busca de un cuerpo tonificado y de una mente calmada.  Pero las clases guiadas de Ashtanga Yoga pueden resultar muy intimidatorias, con un ritmo muy elevado que impide que los estudiantes noveles apenas puedan tener ocasión de recibir indicaciones o correcciones.  Por este motivo, a los nuevos estudiantes de Ashtanga Yoga Bilbao les desaconsejamos por activa y por pasiva acudir a las clases guiadas de los viernes hasta después de varias semanas o meses y tras haber acumulado unas cuantas decenas de horas de "vuelo".

La alternativa es la práctica estilo Mysore, la manera tradicional de practicar Ashtanga Yoga.  El estilo Mysore, uno de los grandes aportes de Pattabhi Jois al yoga, ofrece una clase de yoga personalizada pero mucho más barata de lo que costaría una clase privada, y todo ello con la energía de grupo de una clase convencional.  En una clase estilo Mysore, el profesor se dirige a ti por tu nombre, conoce tu práctica y, por último pero no por ello menos importante, la clase es silenciosa, sin peroratas en voz alta y sin música new age siendo vomitada a través de altavoces, lo que no da lugar a distracciones y facilita la concentración hacia el interior, que es justo de lo que debería ir el yoga. 

Mucha gente me ha escrito, un tanto desconcertada, porque no entienden qué es eso de una clase de tres horas que comienza a las 18:15.  Lo curioso del caso -para un neófito- es que es posible llegar a una clase estilo Mysore a cualquier hora y quedarse todo el tiempo que resulte necesario.  Para alguien que empieza, podría ser tan poco como 30-45 minutos, mientras que para la gente con más experiencia la clase podría llegar a durar dos horas.  Es una forma maravillosa de que tanto los principiantes como los avanzados compartan las clases sin segregaciones -nivel básico, intermedio y avanzado- y desarrollen una autopráctica que puedan llevar consigo a cualquier lado.

Baddha konasana, adho mukha svanasana y marichyasana A en una clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore, India.

Mysore es el nombre de la ciudad en la que K. Pattabhi Jois enseñó desde finales de la década de 1930 hasta su muerte en el 2009.  En su primer día en una clase estilo Mysore los estudiantes aprenden, como en su día lo hicieran los principiantes en la escuela de Pattabhi Jois, los saludos al sol paso a paso y quizás las primeras posturas de pie.  Después, el profesor le añade una nueva postura cuando siente que el estudiante ha memorizado la secuencia y la ha ejecutado de manera óptima.  Si al estudiante se le ha olvidado algo, el profesor está allí para ayudarle.  

Practicar yoga de esta manera deja en manos del estudiante la batuta.  La señal para moverse hacia la siguiente postura viene de su propia respiración, no de las instrucciones del profesor.  En consecuencia, los estudiantes pueden pasar más tiempo trabajando a su propio ritmo en algún aspecto que les parezca difícil.  A todos los efectos, el estudiante se convierte en su propio profesor.  Si hay algo que le resulta imposible, el profesor le ayudará o le proporcionará una versión más sencilla.

Las sesiones de estilo Mysore se caracterizan por el sonido de lo que algunos denominan "respiración ujjayi" y otros "respiración libre sonora" - una respiración poderosa, rítmica, que calienta.  Todo el mundo trabaja a su propio ritmo, así que un novato podría llegar a pensar que cada uno está haciendo algo distinto.  Esto sirve, en cierta manera, para reducir el elemento competitivo y comparativo que podría surgir en cualquier otra modalidad de ejercicio en grupo.  Se dan pocas instrucciones verbales y cuando se dan se susurran, dirigidas sólo a la persona interesada.

Clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore India.  A la derecha, de pie y vestida de amarillo, Sharaswathi Jois, hija de Pattabhi Jois y madre de Sharath Jois.

Los ajustes son un elemento importante de la autopráctica estilo Mysore.  Aquí es donde los profesores experimentados emplean sus manos para guiar el cuerpo del estudiante hacia la postura con un correcto alineamiento.  Realmente hay que confiar en una persona que te anima a subir a una postura invertida como sirsasana por primera vez, por lo que resulta imprescindible asegurarse de que el profesor sea alguien preparado.

En una práctica estilo Mysore, los estudiantes han de afrontar las distracciones y los vaivenes de la mente regresando una y otra vez al estado de concentración, en lugar de escuchar pasivamente a un profesor u observar lo que hace el resto.  Esto hace que sea una práctica interna, una meditación en movimiento.  Si el propósito del yoga es calmar la mente, tal y como escribe Patanjali en sus yoga sutras, la práctica estilo Mysore de Ashtanga Yoga definitivamente puede ayudar a conseguirlo.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

Equinoccio de otoño, una oportunidad para el cambio.


El equinoccio de otoño ha puesto hoy punto y final al verano y dado inicio a un periodo de seis meses en los que la noche será más larga que el día.  Se trata de un gran cambio de ciclo que evoca la impermanencia de nuestra realidad.  El final del verano supone también el inicio de la primavera para nuestros vecinos del cono sur, por lo que una vez visto el cuadro completo tampoco cabe hablar de una transición triste, tal y como han parecido sugerir los noticiarios del día.  

Los grandes ciclos astronómicos como los equinoccios y solsticios, las fases de la luna o el día y la noche, equivalen al ciclo de la respiración.  Alguien podría decir que lo que más le gusta es inspirar oxígeno y estar despierto, y que eso de exhalar aire y echarse a dormir no le interesa para nada.  Sin embargo, uno no es posible sin el otro y, de hecho, uno y otro se necesitan.  Al reconocer y honrar los ritmos de la naturaleza, aprendemos a vivir en mayor armonía con ella y a aceptar que nosotros, como parte de la naturaleza, tampoco vamos a permanecer para siempre y que en lo bueno y en lo malo, en lo que nos gusta y lo que no, hallaremos cambios y que, sin duda, esos cambios harán para deshacer, o desharán para hacer.

Al finalizar la reforma en Ashtanga Yoga Bilbao y barajar fechas de apertura, el equinoccio de otoño pareció atraernos como un imán.  Una gran transición astronómica caía justo dentro del plazo al que las tareas pendientes apuntaban.  Era como si, en cierto modo, el cosmos nos guiñase un ojo.  No opusimos resistencia y nos dejamos llevar: sería el 21 de septiembre, lunes, a escasas horas del equinoccio.

Hoy, después de tres días, miramos hacia atrás satisfechos y hacia delante con ilusión.  Los cambios que nos ha traído este equinoccio han sido muchos y grandes, y qué menos que dedicarle estas pocas palabras después de tantas semanas de escasez epistolar en el blog.  Un abrazo y gracias.

domingo, 20 de septiembre de 2015

¡Listos para empezar!

¡Todo está a punto en Ashtanga Yoga Bilbao!  Tras tres meses de ajetreo que han incluido la búsqueda de un hogar para la escuela, una accidentada reforma y una mudanza desde Madrid, al fin hemos puesto la última maceta en su sitio y limpiado la última mota de polvo.  Te presentamos la que, si lo deseas, a partir de mañana será tu casa:

Recepción.
Sala de práctica.
Altar en honor a Guruji, creador del sistema Ashtanga Vinyasa Yoga, y Ganesha, el que remueve obstáculos.
Sala de práctica.
Sala de práctica.
Vestuario.
Duchas del baño.
En la siguiente secuencia de parejas de imágenes, tenéis una interesante visión del "antes" -o el "durante"- y el "después":




Detrás de este proceso de transformación que ha llevado a convertir una triste y vetusta oficina en una escuela de Ashtanga Yoga a la altura de Bilbao hemos estado, claro, Nines Blázquez y Fernando Gorostiza, aunque también queremos hacer una especial mención a Mircea Agapie e Ion Sonea, los albañiles-electricistas-carpinteros que gracias a su esfuerzo más allá del deber han hecho esto posible.  De no haberlos tenido a ellos, es probable que todavía hoy estuviésemos echando cemento y alicatando.


Mircea Agapie con Nines y Fernando.
Ion Sonea con Fernando.
Ha llegado la hora de la verdad: mañana, lunes, arranca la aventura de Ashtanga Yoga Bilbao.  ¡Te esperamos!

domingo, 6 de septiembre de 2015

¡Ashtanga Yoga Bilbao abre sus puertas!

Diseño de Nines Blázquez.

¡Ya tenemos fecha de apertura!  Llenos de ilusión y profundamente emocionados al fin podemos anunciar que el próximo lunes 21 de septiembre daremos comienzo a las clases regulares en Ashtanga Yoga Bilbao.  

Tras un mes de agosto loco, con jornadas de trabajo de lunes a domingo maratonianas, innumerables visitas a almacenes de construcción y mobiliario repartidos por toda la geografía vizcaína y un sinfín de vicisitudes, la obra ha llegado a su fin.  Próximamente publicaremos una entrada en este mismo blog con una pequeña crónica de lo que han sido la reforma.  Esta próxima semana llegará el grueso de los muebles desde los respectivos proveedores y todavía nos queda una última pechada para dar por terminado el último detalle, pero ya sabemos que la semana del equinoccio de otoño va a ser la que dará el pistoletazo de salida a la andadura de Ashtanga Yoga Bilbao.

Nuestro horario de clases va a ser el siguiente:  

Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes


07:15-09:15
Ashtanga Mysore


09:15-11:15
Ashtanga Mysore

09:15-11:15
Ashtanga Mysore

09:15-11:15
Ashtanga guiada





18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore

19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:00-21:00
Ashtanga guiada

Estos horarios son nuestra propuesta inicial.  En realidad, ¡estamos a disposición de los bilbaínos!  Si la gente lo quiere, podemos abrir clases todas las mañanas, los mediodías y/o los fines de semana.  Deja un comentario o escríbenos a info@ashtangayogabilbao.com si tienes alguna sugerencia al respecto.  Recogeremos todas vuestras peticiones y, en el caso de que se pueda formar un grupo de práctica en algún otro horario, lo abriremos gustosos.

¡Te esperamos el lunes 21!  Puedes venir desde las 09:00 de la mañana (recuerda que abrimos 15 minutos antes de la hora anunciada para que puedas inscribirte en la escuela y cambiarte sin prisas).  Durante las clases estilo Mysore, no tienes que ser puntual.  ¡Basta con que vengas a cualquier hora dentro del horario!  Tendremos esterillas de uso público, si es que no tienes una propia.  Para cualquier duda, escríbenos a info@ashtangayogabilbao.com o llámanos al 696123011.

La fiesta de inauguración tendrá lugar durante un fin de semana una vez comenzadas las clases.  Lo anunciaremos próximamente.

http://www.ashtangayogabilbao.com

lunes, 10 de agosto de 2015

Galería fotográfica de Ashtanga Yoga Bilbao.


¡Os presentamos la galería de imágenes de Ashtanga Yoga Bilbao!  Hemos publicado en la página web una serie de fotografías tomadas durante una práctica que Nines y yo realizamos en un parque hace dos fines de semana.  La autora de las fotografías es Eva Gutiérrez Fernández, a quien nos gustaría expresar desde aquí un caluroso agradecimiento por su buen trabajo y esfuerzo.



En esta entrada del blog hemos publicado tan sólo una muestra.  Si queréis ver la galería completa con más de sesenta fotografías, aquí tenéis la dirección, dentro de nuestra página web: http://www.ashtangayogabilbao.com/galeria.php



El yoga es un proceso interno de transformación personal por lo que esta clase de espectáculos externos más propios de una carpa de circo quizás no deberían tener cabida.   No obstante, conviene recordar el papel histórico que han desempeñado las exhibiciones de asanas en la reciente difusión del yoga.  Sin ir más lejos, y tal y como se explicó en el post anterior, el propio Pattabhi Jois fue iniciado en el yoga a través de una exhibición que Krishnamacharya tuvo a bien celebrar en Hassan, la aldea en la que se encontraba su escuela.  La demostración de asanas a la que asistió le dejó tan boquiabierto, que enseguida sintió el irrefrenable deseo de ponerse en contacto con el que sería su gurú y aprender yoga.  Una decisión que cambiaría su vida y el mundo para siempre.   



Otro tanto sucedió con David Williams y Norman Allen, primeros difusores del Ashtanga Yoga en Occidente, cuando asistieron a una exhibición de asanas que Manju Jois, hijo de Pattabhi Jois, impartió en aquel ashram de Pondicherry.  En estos y otros muchos casos, por tanto, una exhibición de asanas supuso el hito suficiente para inciarse en la senda del yoga, su puerta de entrada. 


Los nuevos tiempos conducen a nuevos medios y, hoy, las exhibiciones que otrora se celebraran de aldea en aldea y de ashram en ashram pueden tener lugar a través de Internet.  No hay nada como el vivo y el directo, pero lo digital también tiene sus ventajas y en Ashtanga Yoga Bilbao hemos optado por publicar esta galería para ayudar a difundir el Ashtanga Yoga y mostrar los frutos EXTERNOS de un compromiso constante mantenido durante años.  Ojalá que las imágenes sirvan de inspiración a algunas personas y les animen a dar su primer paso en este fascinante camino de autoconocimiento que es el yoga y que consiste en, quede claro, a través de lo externo, llegar a lo interno.


http://www.ashtangayogabilbao.com/galeria.php

viernes, 31 de julio de 2015

Tributo a Guruji - Centenario de K. Pattabhi Jois


¡Estamos en día de celebraciones!  En el País Vasco celebramos la festividad de San Ignacio de Loyola y en la India tiene lugar el Guru Purnima, un festival dedicado a los maestros académicos y espirituales.  Por si no fuera poco, en el día de hoy se celebra también el cumpleaños de Sri Krishna Pattabhi Jois, creador del sistema de yoga Ashtanga Vinyasa y maestro de maestros.  Además, se trata de un cumpleaños muy especial, porque Guruji habría cumplido hoy exactamente cien años.

La fecha exacta del cumpleaños fue hace cinco días: el 26 de julio, pero en la India es habitual que las celebraciones se hagan de acuerdo con el calendario lunar y, dado que K. Pattabhi Jois nació un 26 de julio del año 1915, día de luna llena, su cumpleaños se ha celebrado tradicionalmente el día de luna llena del mes de julio. Así fue en el 2008, cuando estando Guruji todavía en vida efectué mi primer viaje a Mysore y asistí a su fiesta de cumpleaños el 18 de julio, día de luna llena.  El día de su cumpleaños, por lo tanto, baila cada año al son de la luna llena.

Este año se da una curiosa circunstancia. Resulta que en el mes de julio que está a punto de terminar tenemos lo que se denomina una “luna azul”, que no es otra cosa que la coincidencia de dos lunas llenas dentro del mismo mes: la primera el día 2 y la segunda el 31, hoy. Se trata de un fenómeno puramente casual que no por ello ha dejado de parecerme una más que interesante coincidencia. Para que os hagáis una idea, entre los 756 meses que hay entre los años 1968 y 2030 tan sólo habrá catorce lunas azules. En inglés, el modismo “once in a blue moon” - “una vez cada luna azul” se emplea para referirse a hechos poco habituales. Qué mejor día, por tanto, para conmemorar una efemérides tan poco habitual como el centenario de Guruji, que un día en el que coinciden la luna llena, la luna azul, el Guru Purnima y la festividad de san Ignacio de Loyola. 

Irrepetible fotografía a los pies de Guruji.

A Guruji tuve la suerte de conocerlo en el ocaso de su vida. Aquel 18 de julio del año 2008 pude postrarme a sus pies, nervioso, sin descalzarme, y felicitarle por su 93 cumpleaños.  Una semana antes, el mismo día que llegué a Mysore y acudí a la oficina del KPJAYI a inscribirme, me lo encontré de sopetón e intercambié con él algunas palabras. Me preguntó de dónde venía y acerca de mi profesor. “Oh, borya, borya.”, exclamó cuando le hablé de Borja. Pero por desgracia, su salud se encontraba muy mermada y tan sólo era una sombra de lo que fue. Su nieto Sharath impartía todas las clases y conferencias y el mítico Pattabhi Jois que durante más de sesenta años había dirigido el Instituto de Ashtanga Yoga apenas se hacía notar.  No creo que sea yo, por tanto, el más indicado para rendirle con mis palabras el homenaje que merece. Le guardo un gran respeto y un gran cariño por todo lo que fue, lo que hizo, lo que representa y por el legado que ha dejado a la humanidad, pero prefiero que las palabras que le dedique en esta tan especial onomástica pertenezcan a personas que lo conocieron durante sus mejores años.

En la página web de Ashtanga Yoga New York he encontrado una magnífica reseña biográfica que creo se encuentra a la altura. He solicitado y obtenido el permiso de Ashtanga Yoga New York para traducirlo y reproducirlo en este blog, cosa que me dispongo a hacer a continuación. Que lo disfrutéis como yo lo he hecho:


A Sri Krishna Pattabhi Jois (Guruji) le gustaba citar una parte del Bhagavad Gita en la que Krishna proclama que sólo si lo ha practicado en una vida anterior llegará un individuo a practicar yoga en esta vida, incluso contra su propia voluntad, como arrastrado por un imán. Quizás fue esto mismo lo que condujo a un jovencísimo Pattabhi Jois hasta la conferencia y demostración de yoga que tuvo lugar en el Jubilee Hall de Hassan, en el Estado de Karnataka al sur de la India. Con tan sólo doce años, contempló maravillado cómo un yogui fuerte y ágil saltaba de asana en asana. Entendió muy poco de la conferencia que hubo tras la exhibición -y durante un tiempo seguiría entendiendo poco del método y filosofía que se expusieron- pero lo que vio lo dejó tan impresionado que sintió que tenía que aprenderlo él mismo. Al día siguiente se levantó temprano y, con gran audacia por parte de un chico tan joven, se dirigió hasta la casa donde se alojaba el susodicho yogui para pedirle instrucción. El yogui lo recibió en la puerta y, al escuchar su solicitud, lo interrogó sin piedad. Guruji, como llegaría a ser conocido más tarde, respondió a sus bruscas preguntas con diligencia y, en recompensa, se le dijo que regresara al día siguiente. Lo hizo, estableciendo el comienzo de lo que llegaría a ser un periodo de estudio de veinticinco años con el gran Tirumalai Krishnamacharya.

Nada en su entorno favorecía una elección semejante. Nadie en su familia practicaba yoga ni había expresado nunca el más mínimo interés en ello. Vista como una práctica esotérica exclusiva de monjes, sadhus y sannyasis, en aquella época el yoga se consideraba inadecuado para los cabezas de familia, creyéndose que en su persecución del yoga perderían interés en los asuntos mundanos y abandonarían a sus familias. Una posibilidad como ésa no habría sido vista nunca con buenos ojos para el hijo de una familia brahmín.

Su familia era originaria del pueblo de Kowshika, una pequeña aldea de sesenta o setenta familias brahmines cerca de Hassan. Muy unido a sus tradiciones, el pueblo apenas ha cambiado desde los días de la niñez de Guruji: la vida cotidiana todavía gira alrededor de los tres venerables templos situados a ambos extremos de la calle principal y los habitantes aún llevan las vidas frugales y difíciles de sus ancestros. Cuando Guruji era un niño se consideraba rica a la persona que poseyera una bicicleta. Hoy, a pesar de que han transcurrido mas de tres cuartos de siglo y de la reciente llegada de la electricidad, muy poco ha cambiado en Kowshika.

Fue aquí donde, un día de luna llena, nació Guruji en julio de 1915, el quinto de nueve niños. Su padre era astrólogo, sacerdote y propietario de tierras, y su madre se hacía cargo de las cinco niñas, los cuatro niños y de los asuntos del hogar. A partir de los cinco años de edad, su padre le inició a Guruji en los rituales hindúes y en el idioma sánscrito, tal y como era preceptivo para los niños brahmines en aquel entonces. Después comenzó a ir a la escuela en la cercana Hassan.

Tirumalai Krishnamacharya, legendario maestro de maestros y gurú de K. Pattabhi Jois.

A los doce años, y sin decírselo a nadie en la familia, comenzó a practicar Ashtanga Yoga a diario con Krishnamacharya, Se levantaba temprano, caminaba cinco kilómetros hasta Hassan para practicar, y después iba a la escuela. Hizo esto durante dos años hasta que, con la intención de profundizar en los estudios de sánscrito y de nuevo sin el consentimiento de su familia, abandonó su casa y se trasladó a Mysore. En torno a esta época Krishnamacharya partió también de Hassan. Pasaron tres años antes de que Guruji le escribiera a su padre para informarle de dónde se encontraba.

En Mysore, en 1931, comenzó la historia de su reencuentro con Krishnamacharya y de su asociación con el Maharajah de Mysore. Mientras estudiaba en la Universidad de Sánscrito, Guruji supo que se había organizado una exhibición de yoga y, sin saber quién iba a impartirla, decidió asistir. Resultó que la persona al frente de la exhibición no era otro que su propio gurú, Krishnamacharya, que se había trasladado a Mysore. Entusiasmado, se abrió paso entre la multitud hasta su maestro y se postró ante él, retomando la relación. Una relación que se consolidó durante los veintidós años que Krishnamacharya permanecería en Mysore.

Entretanto, el Maharajah de Mysore, Krishna Rajendra Wodeyar, se había puesto gravemente enfermo. Fue informado de que había llegado a la ciudad un gran yogui que quizás podría ayudarlo, e hizo que lo llamaran. Donde todos los demás habían fracasado Krishnamacharya tuvo éxito, y el Maharajah se vio curado de sus males. Agradecido, se convirtió en el patrocinador de Krishnamacharya, levantando una shala de yoga para él dentro de los terrenos del Palacio y enviándole a él y a estudiantes modelo como Guruji por toda la India para efectuar exhibiciones, estudiar textos e investigar otras escuelas de Yoga y estilos. Alrededor de cien estudiantes recibirían instrucción en la yoga shala del palacio, entre ellos los hijos del propio Maharajah, pero a medida que el tiempo transcurría y aumentaban los rigores de la práctica, los números menguaron hasta que al final sólo quedaron tres: Guruji, su amigo C. Mahadev Bhatt y Keshavamurthy.  Un tiempo después, cuando la muerte del Maharajah puso fin a su largo mecenazgo, Krishnamacharya marchó a Madrás.

Alumnos de la escuela de yoga de Krishnamacharya en el Palacio de Mysore.  Guruji es el que se encuentra en la postura de kapotasana.

Hombre brillante, Krishnamacharya era también un profesor riguroso. Si Guruji llegaba un solo minuto antes o después de su hora, se le castigaba a permanecer descalzo fuera de la shala bajo el tórrido sol del mediodía durante treinta minutos. Si su postura o respiración no eran correctas durante la práctica, recibía castigos corporales -una clase de reprimenda con la que, más tarde diría, ¡conseguía hacer bien la postura de inmediato!  Un día, mientras Krishnamacharya impartía una conferencia, le obligó a Guruji a permanecer en mayurasana al otro lado de la habitación durante media hora. Guruji cree que fue de esta manera como se volvió fuerte y disciplinado en su práctica y aprendió que a través de la correcta respiración, el control de la mente y de la fe, los beneficios y los niveles más profundos del yoga llegaban automáticamente. Para Guruji, la fe en el yoga implicaba que las palabras de su profesor y de los textos de yoga son verdades incuestionables y que son todo lo que uno necesita para perseguir y obtener el éxito en el yoga.

Mientras estudiaba con Krishnamacharya y sin que él lo supiera, una joven llamada Savitramma, que contaba tan sólo con catorce años de edad, comenzó a asistir a sus exhibiciones de yoga en la Universidad de Sánscrito junto a su padre, Narayana Shastri, un erudito en sánscrito. Después de una de las exhibiciones, la chica, a la que más tarde sus hijos así como todos los estudiantes de yoga conocerían como Amma (madre), le dijo a su padre: “Quiero a ese hombre como esposo.” Obediente, su padre se acercó a Guruji al día siguiente y le invitó a su casa a cenar. Guruji aceptó y viajó hasta Nanjangud, su pueblo, situado a unos veinte kilómetros de distancia, y pronto se vio sometido a un interrogatorio por parte de Narayana Shastri: "¿De dónde eres?" "¿Cuál es el nombre de tu padre?"  "¿A qué casta perteneces?"  Para alegría de la familia de Amma, su respuesta a esta última pregunta fue la debida, y le pidieron que regresara la semana siguiente con su horóscopo. Perplejo, Guruji preguntó porqué, pero no obtuvo respuesta. En cualquier caso, hizo lo que le pedían, sin saber que al hacerlo se desató una pequeña crisis al descubrirse que según su horóscopo él y Amma no encajaban. “No me importa,” se sabe que dijo Amma, “Adecuado o no, lo quiero.” Tras esto, su padre tiró el horóscopo a la basura y fue a ver al padre de Guruji, quien aprobó el matrimonio. Krishnamacharya le dio una cariñosa señal de advertencia a Amma, diciéndole: “¡Ten cuidado! Es un hombre muy fuerte. Si le pides que te traiga las Colinas Chamundi, lo hará.” Se casaron el cuarto día después de la luna llena de junio en 1933, cumpleaños de Amma.

Amma y Guruji.

Guruji tenía dieciocho años, Amma catorce. Tras la boda, Amma volvió con su familia y Guruji regresó a su habitación en la Universidad. Durante tres o cuatro años, no se vieron. Entonces, cerca de 1940, Amma se trasladó a Mysore y su vida en familia juntos comenzó. Años más tarde, ella diría que tenía tanto miedo de Guruji en aquel tiempo que, durante los primeros tres o cuatro años de su matrimonio, no hablaba con él – y de hecho no le dirigiría la palabra hasta después del nacimiento de su segundo hijo, Manju. Durante los siguientes ocho años vivieron en una serie de casas hasta que un grupo de estudiantes de Guruji se reunió para ayudarle a construir la casa en Lakshmipuram por 10.000 rupias. Para cuando Guruji y Amma se mudaron a esta casa ya habían nacido sus tres hijos: Saraswati, Manju y Ramesh.

Amma fue la primera estudiante de yoga de Guruji y, según sus propias palabras, aprendió muy bien hasta la serie avanzada. El mismo Krishnamacharya la examinó una vez acerca del vinyasa específico de las asanas, enunciando los números que a continuación ella tenía que demostrar con rapidez. Muy satisfecho con su práctica, le expidió un certificado de enseñanza.

La vida durante los primeros años, sin embargo, no fue fácil. Aunque Guruji enseñaba yoga en la Universidad de Sánscrito, su salario de diez rupias al mes apenas bastaba para mantener a una familia de cinco miembros. No sería hasta después de 1956, cuando logró hacerse profesor de sánscrito, que sus circunstancias se aliviaron en cierto modo. En 1948 estableció el Instituto de Investigación de Ashtanga Yoga en su nueva casa en Lakshmipuram con la idea de experimentar con los aspectos curativos del yoga. Entonces, la casa constaba tan sólo de dos habitaciones, una cocina y un baño. No sería hasta 1964 que Guruji añadió una extensión hasta la parte trasera del yoga hall así como un baño escaleras arriba. Fue también en esta época cuando un belga llamado Andre van Lysebeth viajó a Mysore tras encontrarse en Bombay con un swami que había sido estudiante de Guruji. Van Lysebeth sabía sánscrito y estudió con Guruji durante dos meses durante los cuales aprendió las asanas de las series primera e intermedia. No mucho después, escribió un libro llamado Pranayama en el que aparecía una foto de Guruji. Esto supuso la presentación de Guruji al público europeo, con el resultado de que los europeos fuesen los primeros occidentales que comenzaron a viajar a Mysore para estudiar con él. Los primeros americanos llegarían pronto, empezando por Norman Allen en 1971, que se abrió paso hasta el rellano de Guruji tras asistir a una exhibición de Manju, el hijo de Guruji, en el ashram de Swami Gitananda en Pondicherry.

Amma, Guruji y su hija Saraswati, madre de Sharath, en la puerta de la vieja escuela de yoga en Lakshmipuram.

En 1958, Guruji comenzó a trabajar en un libro que se convertiría en un verdadero regalo para la comunidad mundial de Ashtanga Yoga en los años que estarían por venir. Escribiendo a mano todo el texto a lo largo de dos o tres años mientras su familia descansaba durante sus habituales siestas de la tarde, bosquejó la naturaleza atemporal de la práctica así como su utilidad para la humanidad. Bajo el título Yoga Mala, esta recopilación de la sabiduría de Guruji fue publicado por primera vez en 1962 en India gracias al propietario de una plantación de café en Coorg que también estudiaba yoga. El Shankaracharya del Sringeri Mutt en Mysore quedó tan impresionado por el conocimiento de Guruji en la materia tras leer el manuscrito del Yoga Mala que escribió una nota introductoria para el libro. Alrededor de treinta y siete años más tarde, el Yoga Mala se publicaría en inglés, el primero de los muchos idiomas en que se traduciría a medida que la influencia de Ashtanga Yoga se extendía por el planeta.

En 1997, Amma falleció inesperadamente. Toda la familia quedó devastada. Como núcleo y ancla de la familia, la suya era una presencia irremplazable, una ausencia imposible de llenar. En memoria de Amma, Guruji llevó a cabo una serie de proyectos, empezando por la renovación de dos templos en Kowshika de especial importancia para él. Separadas con un año de distancia, las renovaciones incluían la construcción de nuevos exteriores para los templos de Ganesha y Rameshvara Linga (Shiva), además de adornos de plata maciza que Guruji encargó para las deidades de los templos. Para celebrar la inauguración de los templos reformados, se organizaron elaboradas pujas y festejos de tres días de duración a los que fue invitado todo el pueblo, así como todos los estudiantes de yoga de Guruji. A continuación, comenzó la construcción de un templo en el año 2000 dedicado a Adi Shankaracharya, el famoso profesor de advaita vedanta del siglo XVI que también es el gurú de su familia. En el templo se encontraba instalada también Sharadamba, diosa de la sabiduría y el conocimiento, y Navagraha, los nueve planetas de la astrología india, adorados para asegurar el bien de los acontecimientos del mundo y de las vidas individuales. El templo fue abierto en el año 2001 con gran pompa. Al frente de las ceremonias e impartiendo sus bendiciones estaba el Shankaracharya de Hebbur Mutt, lo cual fue un gran honor para Guruji. En los pueblos indios, los templos sirven como importantes puntos de encuentro espiritual y comunitario, así como lugares sagrados que abren puertas hacia el Universo. La construcción y renovación de templos, por tanto, no eran sólo un regalo en recuerdo a Amma, sino para la continuidad de una tradición espiritual antiquísima que se mantiene para el beneficio de todos los seres.

Guruji en samasthih.

Las fotografías de archivo de Guruji que se ven a menudo, tal que aquella en la que aparece en samasthitih, fueron tomadas en Tiruchinapalli y Kanchipuram, ambas en Tamil Nadu. Tiruchinapalli es el hogar del famoso templo de Sri Ranganatha, y Kanchipuram de Adi Shankaracharya Mutt, Sri Kancha Kama Koti Peetham, así como de un floreciente templo de Siva. El abuelo de Amma, un gran profesor universitario de sánscrito, vedas y astrología, fue de joven el profesor del Shankaracharya Chandrasekharendra Saraswati. Este swamiji se convertiría en una importante figura espiritual dentro del Hinduísmo. Considerado por muchos una persona iluminada, se le conocía por su humildad extrema y genuina compasión por todos los seres. Gente de toda la India viajaba para verlo, y era famoso por sus vastos conocimientos en multitud de materias. Alrededor de la misma época en que se tomaron las fotografías de Guruji haciendo asanas que están incluidas en el Yoga Mala, Guruji y Amma fueron a visitar al Swamiji. En su primera visita, él preguntó quiénes eran, y Guruji le respondió que era el nuero de Narayana Shastri. Al escuchar esto, los ojos del Shankaracharya se iluminaron visiblemente y los dos departieron largamente sobre yoga y filosofía. Guruji y Amma se quedaron entonces con el Swamiji durante ocho días y, durante ese tiempo, el Shankaracharya le pidió que le hiciera una exhibición de yoga. Quedó tan impresionado con el conocimiento y habilidades que demostró Guruji que le pidió que se quedara en Kanchipuram a enseñar yoga, pero las obligaciones de Guruji en otros lugares le obligaron a rechazar la petición. No obstante, él y Amma visitaron al Shankaracharya varias veces más. En su última visita, acudieron con toda la familia. Cuando llegaron, se les informó que el Shankaracharya estaba haciendo voto de silencio y que por lo tanto no recibía visitas. Pero cuando un secretario le informó de que Guruji había venido con su familia desde Mysore, el acharya se acercó hasta la puerta, sonrió y levantó su mano en silencio saludándolos antes de retirarse de nuevo.

Guruji pasó por el mundo sin intención de hacer ruido. Si logró mejorarlo, fue a través de su incansable dedicación a la enseñanza y práctica de Ashtanga Yoga y de su vida espiritual como un cabeza de familia. Lo cierto es que hasta hace no mucho en la India, dedicarse a enseñar yoga no era una profesión para nada glamurosa. La mayoría de la población la desdeñaba, viéndola de la misma manera que se ha visto hasta hace poco en Occidente – un fenómeno marginal para monjes, eremitas y fanáticos espirituales. Pero, de la misma manera que Krishnamacharya había hecho antes que él, Guruji decidió bregar contra la corriente de su época al dedicar su vida a la enseñanza y práctica de yoga. Esto quizás podría explicar porqué nunca le habló a su familia acerca de su práctica y porqué partió para Mysore a los catorce años de edad sin decirle una sola palabra a nadie. Si lo hubiera hecho, habrían protestado y tratado de convencerlo para que desistiera.


Guruji no tuvo nunca ninguna duda. Enseñó sin escatimar esfuerzos durante prácticamente tres cuartos de siglo, sin pensar en fama o ganancias pecuniarias. Aunque ambas cosas le llegaran en sus últimos años, él nunca las persiguió. Él simplemente fue un gran ejemplo de inquebrantable dedicación. Nunca se publicitó, sino que se limitó a permanecer en su casa, enseñando lo que él mismo había aprendido de su gurú.  Fue la Providencia la que dispuso que gente de todo el mundo se viera atraída hasta la puerta de su modesta escuela. El impacto que ha tenido en el mundo del yoga y el impacto en los millares de individuos que han atravesado las puertas de su shala de yoga son incalculables. Guruji fue el vivo ejemplo de cómo lograr que la luz de una tradición ancestral brille como el fuego.

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