domingo, 25 de noviembre de 2018

Los pinos (handstands) en Ashtanga Yoga.



Antes del verano comenzó a practicar con nosotros una persona que llevaba varios años haciendo otros estilos de yoga y que, un día, mientras hablábamos acerca de su experiencia previa y de sus sensaciones en Ashtanga Yoga Bilbao, para nuestra perplejidad, dijo algo así: "Después de varios años de práctica de yoga, pensé que ya estaba preparado para comenzar Ashtanga Yoga".  Dicha persona continúa en Ashtanga Yoga Bilbao hoy día y, si se reconoce en este párrafo, desde aquí le mandamos un afectuoso saludo.

Ya se ha escrito por activa y por pasiva en este blog que el formato de enseñanza estilo Mysore pone la práctica de Ashtanga Yoga al alcance de todo el mundo, sin necesidad alguna de una preparación previa.  La primera clase de una persona será, esencialmente, una clase privada en la que conocerá una pequeña fracción del método y en las sucesivas seguirá recibiendo el mismo tipo de enseñanza personalizada.  En cualquier otro estilo de yoga las clases se llevan a cabo en grupo y todas las personas, independientemente de si llevan dos años o dos días, practicarán a la vez.  La persona que dirija la clase podrá adecuar la clase al nivel del grupo pero, aún así, siempre habrá algunas personas a las que debido a sus circunstancias les cueste seguir el ritmo y otras más habilidosas o veteranas que se puedan sentir lastradas.  El formato estilo Mysore de Ashtanga Yoga, en cambio, permite que de una persona a otra la práctica se pueda simplificar o complicar todo lo que resulte necesario, por lo que no habrá ningún problema en que durante un buen tiempo alguien no haga más que una versión adaptada de los saludos al sol mientras que la persona de al lado ejecuta toda clase de virguerías.

Sin embargo, nuestro amigo estaba en lo cierto en una cosa: la práctica de Ashtanga Yoga tiene un estigma profundamente enraizado en el imaginario colectivo: mucha gente que lo conoce pero nunca lo ha practicado tiene la noción de que Ashtanga Yoga es uno de los estilos más exigentes, más complejos desde el punto de vista físico y que está orientado a personas con determinada complexión atlética.  Youtube y el postureo de las redes sociales tiene mucho que ver con esta falsa percepción y, de hecho, muchas escuelas de Ashtanga Yoga contribuimos a ello al utilizar como reclamo publicitario vídeos e imágenes de asanas complicadas tales las que ilustran esta entrada. 

Pincha mayurasana by T. Krishnamacharya.

El postureo en sí no es malo.  De hecho, ya se ha mencionado en anteriores ocasiones que fue gracias a una exhibición de asanas de Krishnamacharya que Pattabhi Jois comenzó a practicar yoga y a otra exhibición de Manju Jois que Ashtanga Yoga llegó a Occidente.  El asana, lo externo, puede ser una puerta de entrada válida al viaje hacia el interior que propone el yoga.  Lo sorprendente es que, con la sobreabundancia de información que existe hoy día, el imaginario colectivo tan sólo haya prestado atención a uno de los lados de la moneda y hecho caso omiso al otro. 

Tal es así que, por desgracia, la práctica de Ashtanga Yoga seguirá siendo para muchos una mera disciplina gimnástica.  Algunas personas se verán atraídas por ello y otras repelidas.  Qué se le va a hacer.  En esta línea, tampoco son pocas las personas que identifican la práctica de Ashtanga Yoga con los pinos, las posturas invertidas sobre las manos, quizás el epítome por excelencia del asana difícil.  Hace pocos meses un chico que comenzó a practicar con nosotros, al cabo de unas pocas semanas de clases me preguntó: "Oye Fernando, ¿crees que para enero podré hacer el pino?". Quizás la expectativa de lograr hacer el pino y otras figuras igualmente complejas haya conducido a muchas personas hasta esta práctica, pero lo que sí está claro es que el que si tu práctica de Ashtanga Yoga sobrevive más allá de los primeros meses, tras tus primeros morrazos contra la realidad, la motivación para continuar la hallarás más en la reposada internalidad que en la llamativa externalidad.

Pino-puente by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao.

En realidad, hoy día según la enseñanza tradicional del KPJAYI en Mysore muy pocos practicantes deberían de hacer "el pino", el handstand, la parada de manos o, más propiamente dicho en sánscrito: adho mukha vrksasana o "árbol cara abajo". En el sentido estricto, el pino debería empezar a hacerse al final de la serie intermedia dentro de la secuencia avanzada de backbending, que a los habituales drop-backs añade el pino-puente, los tic-tacs y el escorpión o vrschikasana.  Si se aguarda hasta ese momento es debido a una buena razón que Sharath Jois refiere a menudo: los pinos fortalecen la articulación de los hombros a costa de su flexibilidad, y la flexibilidad en los hombros es necesaria para un gran número de posturas, en especial extensiones de espalda como urdhva dhanurasana y kapotasana.  Por este motivo, en Mysore muy poca gente hace "el pino" y, de hecho, "adornar" la práctica con pinos durante los saludos al sol, tras navasana o similar se considera "show off" o fardar, y las personas que osan levantar sus pies más de lo debido suelen verse severamente reprendidas.

Pero hacer el pino no es fácil.  Vamos, que no es una mera cuestión de voluntad: "Uhm, puedo hacerlo pero mejor no lo hago porque me perjudica y Sharath se enfada."  Se trata de un movimiento avanzado que requiere de un largo proceso en el que se involucran fuerza, técnica y equilibrio.  En primer lugar, el cerebro tendrá que establecer numerosas conexiones nuevas en lo que supone un proceso similar a volver a aprender a caminar.  A los bebés, como sabemos, aprender a andar les lleva mucho tiempo y muchos intentos.  Aun cuando puedan haber obtenido la fuerza muscular necesaria, el cerebro tiene que desarrollar la percepción de dónde se encuentra qué parte del cuerpo en cada momento y automatizar el proceso de lo que entendemos por ponerse de pie y caminar que implica la coordinación de numerosos músculos y sentidos.  Y eso que la anatomía humana está diseñada precisamente para situarse sobre los pies: unos órganos especializados que proporcionan una notable superficie de apoyo.  Sin embargo, para las posturas invertidas ni la anatomía humana está diseñada ni el cerebro está educado a priori.  La colocación de los pies por encima de la cabeza no ha sido clave para la supervivencia y propagación de la especie, por lo que no disponemos de órganos especializados para ello.  Y tampoco forma parte de nuestra tradición educativa el que los padres les enseñen a los niños a caminar sobre las manos una vez han logrado hacerlo sobre los pies, razón por la cual boca abajo el cerebro se encuentra naturalmente desorientado. 

Salamba sarvangasana by Nines Blázquez en Ashtanga Yoga Bilbao.

Lo habitual, por tanto, es que las posturas invertidas sean huesos duros de roer.  El primer asana invertida a que se enfrenta un practicante de Ashtanga Yoga es salamba sarvangasana, la postura sobre los hombros con apoyo de manos que algunos llaman la vela y en la que el cuerpo se levanta sobre una amplia base constituida por hombros y codos con la ayuda adicional de las manos.  Se trata de una postura invertida básica porque, además de que se dispone de una base considerable, el cuerpo se encuentra dentro del propio campo visual: puede que no sepas bien si estás del todo recto, pero al menos te ves torso, piernas y pies y sabes que están ahí.  Aun así, las primeras veces que una persona se enfrenta a sarvangasana no es extraño que sienta confusión e incluso cierto pánico del que el sorprendido cerebro es responsable.  La postura en sí resulta sumamente beneficiosa para el sistema circulatorio y con un gran efecto relajante, tal y como le corresponde a un asana que forma parte de la secuencia de cierre de la práctica.  La posición del cuello puede resultar forzada para algunas personas, y quizás el ángulo de las cervicales con respecto al resto de la columna deba de ser suavizado mediante el empleo de un escalón formado con mantas tal y como suele hacerse en el estilo yoga Iyengar.

Sirsasana es la siguiente postura invertida de moderada envergadura a que se enfrenta el practicante de Ashtanga Yoga.  Se trata de uno de los últimos asanas de cierre y también se la conoce como la postura sobre la cabeza, parada de cabeza o headstand.  Las dimensiones de la base sobre la que se apoya el cuerpo en esta postura es mucho menor que en sarvangasana: un triángulo formado por los antebrazos y la cabeza.  Para que la postura no sea un verdadero desastre es necesario haber desarrollado el tono muscular necesario para, por un lado, sostener desde los antebrazos y los hombros la mayor parte del peso del cuerpo y así evitar cargarlo sobre las cervicales, y por el otro, mantener el torso firme hacia arriba sin que se desplome sobre sí como un saco de patatas.  En sarvangasana uno se podía apoyar en cierta medida sobre las manos, pero ahora no existe la posibilidad de esa trampa y habrá que colocar una vara de hierro estructural que mantenga erguido ese saco de patatas.  Pero el mayor problema, sin duda, estriba en mantener la vertical en ausencia de referencias visuales: la posición de la cabeza impide visualizar dónde se encuentra el resto del cuerpo y el cerebro ha de desarrollar un nuevo tipo de percepción.  Por esta razón se suele empezar a practicar esta postura contra la pared o bajo la vigilancia de un profesor que haga las veces de pared. 

Sirsasana by Nines Blázquez en Ashtanga Yoga Bilbao.  A esta postura se la conoce como el rey de las asanas, mientras que a sarvangasana se la llama la reina, debido a su importancia y a los pingües beneficios que proporcionan.  Son las posturas que se mantienen durante más tiempo.

Pincha mayurasana by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao.

En la segunda mitad de la serie intermedia se encuentra pincha mayurasana o pluma de pavo real, una postura invertida mucho más compleja en la que, a diferencia de sirsasana, la cabeza no se apoya en absoluto en el suelo y el peso se sostiene por completo mediante los antebrazos.  Se trata de una postura avanzada que suele estar fuera del alcance del practicante medio y que requiere de una notable madurez en la práctica.  A veces se entienden los asanas como problemáticas individuales, cuando en realidad la práctica de Ashtanga Yoga debe de ser entendida como un todo en la que las posturas se apoyan y refuerzan las unas a las otras.  Cuando una postura invertida compleja como pincha mayurasana se ubica tan lejos en las secuencias de Ashtanga Yoga es porque se espera que la persona haya conseguido cierto grado de dominio sobre toda la secuencia anterior.  La práctica prematura de pincha, una figura muy espectacular con la que profesores de estilos llamémoslos mixtos buscan seducir a su clientela, rara vez desemboca en su correcta ejecución.  Durante mis primeros meses de práctica de yoga en San Diego en el 2005, en ocasiones me animaban a intentar pincha con ayuda de cuerdas y bloques contra la pared.  Recuerdo aquellas intentonas como ridículos conatos, aunque se me afirmaba que la clave estaba en intentarla una y otra vez hasta que finalmente saliera.  No volvería a hacerla nunca más durante casi una década pero, curiosamente, cuando Gabriella Pascolli me la enseñó mucho tiempo después en el 2014, pude completarla sin dificultad desde el primer día.  La diferencia la marcaba el bagaje de muchos años de práctica diaria de toda la secuencia anterior, no el haberla intentado cientos de veces contra la pared como un pato mareado.

Adho mukha vrksasana o el pino se sitúa varios peldaños de dificultad por encima.  En esta postura invertida uno ha de mantenerse sobre las palmas de las manos con los brazos estirados, lo que reduce la base al mínimo y eleva el centro de masa.  Mantener el equilibrio en el pino, en consecuencia, se torna una tarea mucho más difícil que en cualquiera de las otras posiciones invertidas.  Aunque a menudo el peor de los problemas no es el hecho de mantenerse en el pino, sino cómo llegar al pino.  En el caso de sirsasana todavía era posible doblar las rodillas para levantarse de manera controlada si no se disponía aún de la técnica y fuerza abdominal suficientes para hacerlo con piernas estiradas, pero en el handstand si no se tiene la fuerza y la técnica no queda más remedio que pegar un salto, con la incertidumbre que ello conlleva.  Por esta razón, y por lo dicho antes respecto a la flexibilidad de los hombros, es conveniente introducir el pino cuando la práctica de Ashtanga Yoga se encuentra bastante avanzada: oficialmente, al término de la serie intermedia.

Uno de mis primeros handstand sin ayuda en Ashtanga Yoga Madrid, año 2009.

Handstand en Ashtanga Yoga Bilbao, 2018.


Otras figuras de handstand sin estirar las dos piernas.

Éste es el punto de vista que defiende hoy la línea tradicional encabezada por Sharath Jois.  En cierta ocasión escuché comentar a una profesora de Ashtanga Yoga veterana que si se enseñan los pinos de forma prematura, es decir, antes de haber completado la serie intermedia, al menos se debería de haber esperado a que la persona dominase la secuencia hasta pincha mayurasana.  De esa manera se evitaría en gran medida comprometer las extensiones de espalda como kapotasana con un fortalecimiento excesivo de los hombros al tiempo que se tendrían ciertas garantías de que la persona podrá hacer el handstand con éxito.

Dicho esto, tengo que decir que la noción que muchos teníamos de la práctica de Ashtanga Yoga y de los pinos hace unos años era bastante distinta a la que se tiene actualmente.  En aquellos tiempos Youtube no se había convertido aún en la inmensa biblioteca audiovisual que es hoy y los que practicábamos Ashtanga Yoga no teníamos demasiados vídeos a nuestra disposición.  Recuerdo que cierto día del año 2006 me reuní con otros amigos practicantes para ver un vídeo de John Scott, un profesor certificado australiano, haciendo la primera serie.  John Scott era una de las grandes referencias del momento para los ashtanguis porque había publicado un libro que podía encontrarse en las líbrerías españolas traducido al castellano con los detalles de la primera serie y un deuvedé suyo también circulaba de mano en mano como si se tratara del Santo Grial.

Pino olímpico (piernas estiradas abiertas) tras prasarita padottanasana D by Fernando Gorostiza.

En aquel vídeo de la primera serie podía verse cómo John Scott efectuaba el pino en varios momentos: durante los saludos al sol, tras prasarita padottanasana, en los medios vinyasas de las posturas de suelo, después de navasana...  John Scott era un profesor certificado por Pattabhi Jois para enseñar más allá de la tercera serie, su práctica era inmaculada y nosotros unos mindundis que habíamos empezado en esto anteayer así que, con todo el sentido, dimos por sentado que una práctica ideal de la primera serie de Ashtanga Yoga había de ser así y que de hecho así la acabaríamos haciendo cuando fuéramos mayores.

Hoy día todos esos pinos son considerados anatema, prohibidos, perjudiciales, "show off".  Entonces, ¿por qué había editado John Scott un vídeo con esa clase de adornos si Pattabhi Jois nunca se los había enseñado?  No estoy en condiciones de afirmar que Guruji hubiera establecido siempre esta línea roja respecto a los pinos, y de hecho a continuación voy a proporcionar nada más ni nada menos que tres ejemplos de sendos profesores de Ashtanga Yoga veteranos a los que se les ve salpicar de handstand la práctica de la primera serie.  Todos ellos son profesores muy conocidos y alguno ha sido defenestrado por la línea tradicional por motivos que no vienen al caso ahora, pero las grabaciones son muy antiguas, anteriores al año 2000, y pertenecen a una época en la que Pattabhi Jois estaba aún vivo y la relación con los protagonistas era estrecha.  Los vídeos son largos (full vinyasa) pero en todos ellos daré una referencia a modo de paradigma al momento en el que, tras cinco respiraciones en navasana, se levantan del suelo para hacer un handstandJohn Scott (1:00:52)  Lino Miele (1:08:00) y David Swenson (1:17:52).

Pattabhi Jois guía la primera serie a Sharath.  Año 1997.  Sin pinos ni adornos. 

Quizás fuera cosecha propia o quizás Pattabhi Jois mismo enseñase a algunos de sus estudiantes a llevar a cabo esas transiciones avanzadas.  Me inclino más por lo segundo.  De hecho, la práctica tradicional hoy día incluye algunos movimientos que, aunque no puedan ser calificados de pinos estrictos, sí que lo son en el sentido de que la totalidad del peso del cuerpo se ha de colocar sobre las manos.  Un ejemplo claro lo tenemos en los vinyasas tras utkatasana virabhadrasana, en los que hay que colocar las manos en el suelo y levantarse "Astau, up!" y "Ekadasa, up!"  En el caso de utkatasana muchas personas simplemente levantan la cabeza, pero en el mismo Mysore muchos pegan un salto hacia algo que sólo puede definirse como un pino con piernas dobladas.  La versión final, como puede verse en este vídeo con Pattabhi y Sharath Jois (24:10) consiste en levantarse a pulso hasta ese pino con piernas dobladas y a continuación saltar atrás a chaturanga.  De acuerdo, las piernas y codos no se estiran, pero a todos los efectos esto es un (semi) handstand.

La transición de salida desde virabhadrasana (25:05 en el mismo vídeo) es una auténtica virguería, y muchos en Mysore la sustituyen con un salto hacia la vertical con una sola pierna estirada que a menudo es un tanto descontrolada y que a Sharath no le hace demasiada gracia, otros apoyan la rodilla en el sobaco para elevarse en algo parecido a lo que hace Sharath, y muchas otras personas no se complican y simplemente van a chaturanga dandasana.  En sus conferencias a menudo Sharath recuerda cuál es el vinyasa correcto, pero lo que él hace es tan absurdamente difícil que solemos reírnos.  La versión sencilla con la rodilla apoyada en el codo en vez de en el aire, es de hecho similar a una postura de la tercera serie: eka pada bakasana, y es sumamente difícil como corresponde a un asana de la serie avanzada.  Cualquiera de estas dos opciones, al fin y a la postre, pueden considerarse pinos en el sentido de que todo el peso del cuerpo descansa sobre las manos y el cuerpo se eleva.  

Transición al pino con una pierna estirada tras virabhadrasana B.  Bad man!

Así que, bien en la salida de utkatasana o de virabhadrasana, la enseñanza tradicional anima a llevar a cabo sendas maniobras de handstand en las que se fortalecen los hombros y en las que su flexibilidad puede verse comprometida.  Aunque claro, como ya he escrito no se trata de una mera cuestión de voluntad y tales movimientos suelen estar al alcance sólo de practicantes experimentados. 

En consecuencia, creo que no se puede hablar en términos absolutos: “no hagas nunca el pino bajo ninguna circunstancia” o “que todo el mundo haga el pino en todo momento y lugar”.  Porque insisto, no se trata de tener la voluntad de hacerlos sino que, como tantos otros elementos en la práctica, requieren un indefinido tiempo de maduración que casualmente suele ser mucho más largo de lo planeado.  El dominio de los bandhas, las contracciones musculares del core, la zona situada entre el diafragma y el suelo pélvico, son una de sus claves, y esto no se logra de la noche a la mañana.  La práctica de la primera serie está repleta de saltos adelante y saltos atrás a chaturanga.  Al principio uno no puede ni levantar los pies del suelo, y a menudo los principiantes se ven incapaces de bajar a chaturanga rectos como tablas y se ven obligados a apoyar rodillas o se desploman, faltos de tono.  Con el paso del tiempo, la disciplina y la insistencia, la práctica dará sus frutos y mejorarás poco a poco, ganarás fuerza, el abdomen empujará hacia arriba e irás, como suelo decir, quitando patatas de ese pesado saco.

Lo curioso es que a lo largo de los años, durante la práctica, uno va obteniendo "destellos" del handstand.  Por ejemplo, cuando las brumas del salto atrás y del salto a través de los medios vinyasas y saludos al sol se van disipando, te das cuenta de que, en cierto modo, los saltos son una suerte de pino.  No estiras las piernas verticalmente, pero sí colocas el peso de todo el cuerpo sobre las manos en suspensión, sostenido por los bandhas"Ah, claro", te pasa entonces por la cabeza, "esto es lo que hacía John Scott en aquel deuvedé."  Tampoco hay nada que te impida experimentar de vez en cuando durante tu práctica estilo Mysore, dejar sacar a ese niño que tienes dentro y permitirle jugar con las sensaciones y los cambios de distribución de peso, los sutiles movimientos de la pelvis y las contracciones musculares para salirte del guión y de tu zona de comodidad e ir refinando poco a poco tu técnica.  Con el paso del tiempo y la repetición la fortaleza del cuerpo y las conexiones neuronales del cerebro irán en aumento y llegará un punto en que finalmente acabes siendo capaz de hacer con aquél lo que quiera éste.  Para entonces quizás hayas desarrollado la fuerza suficiente como para poner las manos en el suelo tras utkatasana y plantearte levantar las piernas sobre tu cabeza.  Y en ese momento también, probablemente, tu pino ya será viable, siempre que tu profesor tenga a bien enseñártelo...

Seis primeros vinyasas de surya namaskar B by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao.  En el cuarto vinyasa -chatuari- se traslada el peso a las manos y se baja a chaturanga en suspensión desde los bandhas.  Movimiento aceptado en Mysore.  Good man!

El pino, por consiguiente, es una consecuencia de la práctica, no un fin.  La obsesión por conseguirlo a menudo se puede tornar en un pernicioso veneno.  Hace cosa de un año tuve una anécdota personal que viene muy a propósito: una chica se puso en contacto conmigo pidiéndome una clase privada para que la ayudase a hacer el pino.  Intenté disuadirla y le expliqué que la práctica de Ashtanga Yoga no iba de hacer pinos, que yo no era un especialista de pinos y hasta le recomendé una escuela de circo y acrobacia de Bilbao en la que seguramente le podrían enseñar lo que ansiaba mucho mejor que yo.  Pero ella insistió en que estaba segura de que yo podía ayudarla a lograr su objetivo.  Cuando alguien me propone un servicio que no tengo muchas ganas de hacer suelo tomar una medida muy efectiva que no consiste en otra cosa que pedir un precio muy alto.  Por lo general, suele disuadir a la persona o empresa interesada y me libro de hacerlo.  Esta vez, sin embargo, la chica aceptó, y no me quedó más remedio que enseñarle una clase privada orientada a hacer el pino.

Comencé por hacerle un calentamiento de asanas.  Tras el primer saludo al sol ya me pude hacer una idea de lo lejos que estaba del pino.  Es sorprendente lo mucho que le dice un simple saludo al sol al ojo experto acerca de la práctica de una persona y de sus capacidades.  Luego empezamos a hacer posturas invertidas progresivamente más difíciles en las que la pobre sufría y resoplaba mientras yo, vigilante, hacía lo necesario para evitar que se cayera.  Finalmente, la coloqué en el perro boca abajo y, cual levantapiedras de Bilbao, la agarré por las caderas y le levanté el torso y las piernas sobre su cabeza mientras sujetaba sus hombros con mis rodillas y le quitaba peso de las manos empujando hacia arriba.  La chica reía y gritaba a la vez, emocionada.  Durante cinco segundos permaneció ahí, en un handstand con andamios, y finalmente la bajé, temblorosa.  Después de una breve secuencia final terminó la clase.  Había quedado muy satisfecha por haber logrado hacer el pino, pero nunca volví a saber de ella.  No sé, quizás al menos logré plantar una semilla y, sino en esta vida, tal vez en otra, vuelva a encontrarse con el yoga.

Seis primeros vinyasas de surya namaskar B by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao.  En el tercer vinyasa -trini- se traslada el peso a las manos y se sube al pino -handstand- a pulso desde los bandhas y en chatuari se baja a chaturanga desde el pino.  Movimiento NO aceptado en Mysore.  Bad man!

No de esta manera, desde luego, pero lo cierto es que durante mis años de práctica he estado en escuelas y he aprendido de profesores que de hecho enseñaban a hacer el handstand sin que el estudiante se encontrase ni de lejos cerca del final de la serie intermedia tal y como manda el canon.  No como una regla general y ni mucho menos a todas las personas, pero sí como algo que se podía ir integrando paulatinamente en la práctica según ésta maduraba.  En mi vivencia personal, el pino lo introdujo Borja en mi práctica relativamente temprano, cuando aún no había terminado la primera serie.  Algunos años después, en el 2009, cuando finalmente logré mantenerme solo en el pino y practicaba ya unas cuantas posturas de la serie intermedia, Borja introdujo en mi práctica el pino-puente.  Y más tarde, tras dominar la caída al puente, me ayudó con los tic-tocs, una compleja secuencia en la que se pasa de perro boca abajo al puente y del puente al perro boca abajo a través del handstand.  No había terminado la segunda serie, pero Borja me estaba preparando para la secuencia de puentes que hace la gente que la acaba.

Era perfectamente consciente de que eso del pino no estaba bien visto en los círculos puristas y cuando viajaba a Mysore y en los talleres con Peter Sanson por supuesto me abstenía de hacerlo.  Sin embargo, siempre que he viajado a otras ciudades como París, Milán, Lisboa, Barcelona, Praga o Zurich y estado en otras escuelas, nadie me ha puesto ningún impedimento. En algunas, incluso, veía que estudiantes que tampoco completaban la serie intermedia también hacían las secuencias finales con pino. Yo siempre les pedía permiso a los profesores, varios de ellos autorizados con los que más tarde coincidiría en Mysore, y nunca nadie me dijo que no.  En Lisboa incluso me dijeron: "Claro, es que con tu práctica eso es lo que hay que hacer." 

Demostración de Sharath en Mysore en el año 2012 durante una conferencia mostrando la manera correcta de saltar atrás con padmasana (el loto) montado y alguna que otra virguería de handstand con loto.  Puro trabajo de bandhas.  No hay otro secreto.

Ante esto, llegué a plantearme incluso que puede que en el pasado Pattabhi Jois enseñara los handstands a algunas personas o al menos se los permitiera, pero que más tarde llegase a la conclusión de que era mejor no hacerlos y de ahí en adelante decidiera restringirlos.  En Mysore la gente a menudo le pregunta a Sharath acerca de cosas de la práctica que se hacían en el pasado y que ahora, aunque se conozcan, a nadie se le pasa por la cabeza hacerlas.  Una de sus respuestas arquetípicas es ésta: “Yo era muy joven para acordarme de eso.  Lo que sí sé es que mi abuelo introdujo algunos cambios porque pensaba que así era mejor.”  Tampoco me extrañaría que con la fijación con el exterior que tenemos los occidentales y después de algún que otro trompazo o lesión, Guruji cortara de raíz la obsesión por los pinos prohibiéndolos por completo.  En cualquier caso, en la actualidad Sharath prefiere que la gente practique el handstand sólo cuando se termina la segunda serie, un punto realmente muy avanzado al que puede que muchos no lleguen nunca.  Éste es el punto de vista ortodoxo.  Eso sí, en la intimidad de tu casa nada te impide que juegues y hagas lo que te dé la gana.

La conclusión es que, en efecto, en Ashtanga Yoga hay practicantes que hacen el pino, pero si lo que tú quieres es hacer el pino mejor no te apuntes a Ashtanga Yoga.  El método no está orientado en esa dirección y los handstand son meros byproducts, derivados de la práctica.  En muchas escuelas ni siquiera los practicantes avanzados que son capaces de hacerlos los hacen, y la mayoría de profesores ni los enseñan.

Si tu profesora o profesor te los enseña, desde luego no seré yo quien lo critique.  Puede que sea consciente de los contras, pero que aún así haya considerado que es el momento adecuado, que tu puente es lo suficientemente bueno y la flexibilidad de tus hombros lo suficientemente alta como para arriesgarse a comprometerla practicando el pino.  El pino te dará fuerza de la que quizás andas escasa, aunque no te preocupes, porque si no lo haces la práctica sin pinos también te hará desarrollarla.  Y algún día, sin apego a los frutos, quizás coseches, de improvisto, la manzana del handstand.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Filosofía yóguica con Arvind Pare.

El próximo fin de semana el maestro de filosofía Arvind Pare estará en Bilbao impartiendo un workshop de filosofía de más de diez horas de duración.  Si te interesa y tienes ganas y tiempo, ¡todavía puedes apuntarte!  Haz click en el enlace de la línea anterior para leer toda la información acerca del curso.  Todas las charlas serán traducidas al castellano y habrá dos clases guiadas de Ashtanga Yoga optativas adicionales a las charlas.

La entrada de hoy pretende ser una presentación de este gran maestro de filosofía que en escasos días nos va a brindar una ocasión única para entender los principales textos del yoga desde dentro, de manos de alguien que los ha estudiado con profundidad durante muchos años y que los ha asimilado no como un mero estudiante académico, sino como un devoto miembro de la milenaria cultura a la que dichos textos dan forma.  Por ello, desde Ashtanga Yoga Bilbao estamos convencidos de que cualquier persona con inquietud por el yoga apreciará enormemente las enseñanzas que aportará este taller.  No obstante, somos conscientes de que Arvind Pare es un maestro poco conocido: apenas existe información en Internet y la mayoría de los que hemos escrito acerca de él nos hemos limitado a replicar el breve apunte biográfico que tiene publicado en su web.  Sirva pues este post para ofrecer un retrato más amplio de Arvind Pare y de su manera de enseñar, acercándolo a todas aquellas personas interesadas en conocerlo.  Para elaborarlo he empleado mis propios recuerdos y algunos apuntes que estuve tomando el pasado verano durante sus charlas en Mysore; ¡ojalá sirva para animar a las personas indecisas!


De vez en cuando se ponen en contacto con nosotros desde otras escuelas de yoga pidiéndonos que les ayudemos a promocionar a tal o cual profesor que está de visita.  Se trata de un tema delicado porque hay que tener muy en cuenta que aquello que recomendemos lo estaremos haciendo no sólo a título personal, sino como representantes de Ashtanga Yoga Bilbao.  Por lo tanto, y a menos que conozcamos en persona al susodicho y sepamos de buena tinta que merece la pena y estamos de acuerdo con lo que enseña, no colaboramos nunca en esta clase de promociones.  Quizás seamos unos rancios, pero una recomendación que pueda ser útil a otras personas tiene que ser honesta, y la honestidad no puede surgir nunca desde el desconocimiento.

No cabe duda de que en la actualidad existen por el mundo grandísimos maestros de yoga y de filosofía yóguica a la espera de que los conozcamos.  Sin ir más lejos, en el último viaje a Mysore adquirimos un nuevo comentario de los Yoga Sutras escrito por un señor llamado Pandit Rajami Tigunait que es una verdadera maravilla.  Hasta el pasado mes de agosto era un auténtico desconocido para nosotros, pero no hay más que leer una página al azar de su comentario para darse cuenta de que estamos ante un maestro extraordinario. 

Con Arvind Pare sucede algo parecido: uno no tiene que escucharlo más allá de algunos pocos minutos para darse cuenta de que se trata de un maestro muy especial.  Sin embargo, en su web no hallaréis espectaculares fotografías de él haciendo asanas complicadísimas ni tampoco presume de miles de seguidores en una cuenta de Instagram.  Los occidentales tenemos interiorizado el estereotipo de que un gran profesor de yoga es alguien que enseña asanas y las ejecuta él mismo con maestría.  Arvind, en cambio, ni siquiera puede sentarse cómodamente en la postura del loto; él simplemente habla, relata, razona y responde.  Es un perfecto ejemplo de lo que, a mi entender, es un jñana yogui, un yogui del conocimiento, toda una excepcionalidad en medio de este vórtice de hatha yoguis en que estamos inmersos y al que recomendamos sin el menor atisbo de duda.

Anuncio de Arvind Pare en Facebook.

Mi primer contacto con Arvind Pare tuvo lugar en el año 2014 durante uno de nuestros viajes a Mysore.  Algunos meses atrás había empezado a hacerse notar en un grupo de Facebook muy concurrido por las personas que viajamos a Mysore y en el que se publican anuncios de casas para alquilar, noticias, cursos y actividades diversas.  Acompañados por unas ilustraciones con una estética muy interesante, una página llamada Swadhyaya anunciaba periódicamente charlas temáticas semanales de filosofía a cargo de un desconocido Arvind Pare.  El término swadhyaya se corresponde con el cuarto niyama del Ashtanga Yoga de Patanjali y hace referencia al estudio de textos sagrados y al conocimiento de sí mismo, por lo que el nombre escogido por Arvind se antojaba sumamente acertado y en verdad que llamaba la atención.

Por aquel entonces mi amiga Tanya y yo estábamos apuntados al segundo nivel de sánscrito con Lakhsmi, el profesor de filosofía y chanting del Instituto de Ashanga Yoga Krishna Pattabhi Jois (KPJAYI).  El año anterior habíamos cursado el primer nivel de sánscrito, y junto con las clases de sánscrito Lakshmi nos había enseñado también el primer capítulo del Hatha Yoga Pradipika, un famoso texto clásico sobre Hatha Yoga.  Se aprendía mucho en las clases de gramática sánscrita, pero a mi modesto entender las aptitudes de Lakshmi como orador y enseñante del Hatha Yoga Pradipika dejaban mucho que desear: se limitaba poco más que a leer los comentarios de la edición que tenía entre manos y a irse por las ramas contando chascarrillos de su vida que, aunque interesantes desde un punto de vista cultural, en nada tenían que ver con la materia tratada.

Además del Hatha Yoga Pradipika Lakshmi también enseñaba Yoga Sutras y el Bhagavad Gita, los dos textos fundamentales de la filosofía yóguica, y a pesar de que se trataban de clases muy populares a las que se apuntaban muchas personas, debido a la experiencia con el Pradipika yo no me sentía muy motivado a inscribirme.  Tanya compartía mi opinión y al final fue ella quien tomó la iniciativa y se lanzó a conocer a ese tal Arvind Pare que enseñaba filosofía en el salón de su propia casa.  Las charlas temáticas exigían el compromiso de una semana entera, pero Arvind también impartía una charla diaria bajo donación a la que se podía acudir de forma aislada, me imagino que con la idea de darse a conocer.

Arvind Pare en el rellano de su casa en Mysore.

Las referencias de Tanya fueron tan buenas que al final yo también me animé, y no tardé en darme cuenta de que no estaba para nada equivocada: el contraste entre Lakshmi y Arvind fue como pasar de estar en la fría sombra a caer de lleno bajo la luz del sol.  Recuerdo que las primeras charlas en las que participé se centraban precisamente en los Yoga Sutras.  Arvind no utilizaba ni libros ni pizarra.  Repartía libros o fotocopias entre los estudiantes, eso sí, pero él no consultaba nada: recitaba de memoria el sutra en cuestión, lo traducía término a término y a continuación lo comentaba.  La soltura con la que se manejaba era insultante, y tras haberlo conocido durante varios años he acabado dándome cuenta de que, de hecho, los textos en los que centra sus charlas los sabe de memoria de pe a pa.  Durante el viaje de este último verano asistimos a algunas sesiones de chanting que Arvind organizaba al mediodía y en las que, a veces, nos repartía ejemplares del Bhagavad Gita mientras él permanecía con las manos desnudas y nos decía: "Hoy recitaremos el tercer capítulo".  Y en seguida arrancaba con los primeros versos, con nosotros siguiéndolo a trancas y barrancas.

No lo sé, quizás aprenderse los setecientos versos del Bhagavad Gita o los ciento noventa y seis aforismos de Patanjali sean pecata minuta para un filósofo yóguico que se precie.  Al fin y al cabo, tengo entendido que algunos sacerdotes protestantes son capaces de recitar de memoria capítulos enteros de la Biblia y citar versículos de forma textual para apoyar sus argumentos teológicos, pero para mí es, cuanto menos, una garantía de conocimiento y dominio a los que no estoy acostumbrado.  Porque ya no es sólo saberlos; en el viaje de aquel año también fuimos a ver a un niño prodigio de ocho años que a lo largo de varias horas recitó de carrerilla todo el Bhagavad Gita.  Doy fe de que el niño se había aprendido de memoria los setecientos versos porque lo comprobé libro en mano, pero tal vez el niño no entendiera una sola palabra de lo que estaba diciendo.  El verdadero intríngulis está en, más allá de ser capaz de repetirlos cual papagayo, entenderlos y, sobre todo, saberlos explicar a una audiencia ignorante.       

Las charlas de Arvind se distinguen precisamente por su claridad y amenidad.  Doce años de su vida transcurrieron en Estados Unidos, donde se graduó en Ingeniería y Dirección de Empresas.  Por lo tanto, conoce muy bien a los occidentales y sabe cómo es nuestra manera de pensar.  A diferencia de numerosos comentarios de los Yoga Sutras y el Bhagavad Gita que se pueden encontrar, escritos por indios o indiólogos para un público erudito, Arvind no da por sentados muchos conceptos que a alguien que haya mamado la tradición hindú desde la cuna le resultan familiares, sino que los desgrana y matiza.  Su exposición, además, es clara y entretenida: sus razonamientos conducen al oyente a través de lo que de otro modo serían enrevesados conceptos filosóficos como las aguas de un río tranquilo, y para ello emplea parábolas, cuentos y metáforas que acercan los conceptos a ras del suelo y posibilitan su fácil comprensión.

Arvind Pare sobre el sofá-cama del salón de su casa desde el que suele impartir las charlas. 

La historia de la vida de Arvind Pare tiene pinta de ser muy curiosa, aunque nosotros no conocemos más que retazos.  Al parecer, tras la estancia de doce años en Estados Unidos no sintió interés en continuar el camino profesional al que apuntaba su formación académica.  Ejerció como ingeniero durante un breve periodo de tiempo pero en seguida regresó a la India donde se decantó por una vida de renuncia en ashrams -monasterios- durante quince años, no tengo muy claro si en calidad de simple discípulo o de swami -monje-.  En cualquier caso, no tiene mujer ni hijos conocidos y en Mysore vive solo, por lo que tampoco se puede descartar que de hecho se trate de un sannyasi, aunque eso es algo que se lo tendríais que preguntar a él directamente.  Durante esos quince años en ashrams conoció al que considera su gurúSwami Dayananda Saraswati, un reputado maestro espiritual de Advaita Vedanta fundador de las escuelas Arsha Vidya y entre cuyos discípulos se encuentra el mismísmo Narendra Modri, actual Primer Ministro de la India.  Según sus propias palabras durante un desayuno que compartimos el pasado verano, después de quince años de aprender, leer y escuchar, Arvind consideró que había llegado la hora de ser él quien comenzase a hablar y ser escuchado.  Corría el verano del año 2014 y, tras barajar varias posibilidades, decidió trasladarse al barrio de Gokulam en Mysore, uno de los principales epicentros del yoga en la India que atrae a una importante comunidad internacional de estudiantes sensibles a las enseñanzas filosóficas.

A lo largo de estos últimos años hemos aprendido a apreciar a Arvind como uno de los platos fuertes de nuestros viajes a Mysore.  Y creo que no somos los únicos en reconocerlo: su buenhacer le han granjeado un merecido prestigio entre no pocas personas, y creo no equivocarme si digo que a día de hoy es considerado uno de los puntos cardinales en Mysore en el sentido de que si quieres Ashtanga Yoga, sin duda se te aconsejará que vayas adonde Sharath Jois; si quieres cambiar rupias; donde Shiva; si quieres masaje ayurvédico, con Naga Kumar; si quieres libros, a Pavithra de Green House; chocolatinas, al chocolate man; terapias de cuencos tibetanos, donde Akhil en Shudda; estatuas, a Cauvery Emporium; esterillas de algodón, a Rashinkar; taxi, a Ganesh; especias, al mercado Devaraja; y por fin, si quieres filosofía, que acudas adonde Arvind Pare.

La filosofía del yoga en ocasiones puede resultar muy árida porque maneja conceptos complejos que requieren de un importante esfuerzo de comprensión.  Arvind, en cambio, es muy habilidoso en el arte de enseñar e ilustra continuamente sus explicaciones con metáforas y pequeños cuentos que facilitan sobremanera el entendimiento de lo que se trae entre manos.  Por ejemplo, una de las metáforas que suele emplear y que más me gustan es la del mar y las olas, con la que explica la relación entre las consciencias individuales y la Consciencia Suprema: "Las olas creen ser distintas unas de otras a pesar de que todas están destinadas a acabar retornando al océano.  ¿Realmente existe diferencia alguna entre el agua que forma parte de una ola y el agua que compone el océano?  Hay millones de olas, pero ninguna puede esconder de mí el océano.  Sólo cuando existe en mí un sentido de separación, dejo de ser oceáno y me limito a ser ola." 

Ashtanga Yoga Bilbao y Arvind Pare en la India. 

En efecto, Arvind ha aprendido en la tradición filosófica Advaita Vedanta, que postula la no dualidad de la existencia: todo es uno.  "La dualidad es fácil de entender: unos son zapateros, otros campesinos, otros profesores; hay hombres, mujeres, altos, bajos, medianos y rubios y morenos.  El estudio hay que hacerlo para darse cuenta de que todos somos lo mismo.  Para darte cuenta de que somos distintos no necesitas más que hacer caso a lo que ven tus ojos."  El sol y la luz es otra de las metáforas recurrentes que emplea para explicar el problema de identificación con el yo no-permanente: "Una calabaza de Halloween puede estar vacía o tener una vela en su interior, pero la existencia o no de la calabaza no modifica en nada la naturaleza de la luz de la vela.  Si algo le ocurriese a la calabaza, ¿se vería afectada la luz?  Si la calabaza se encuentra triste, la luz no debería entristecerse." "Imagínate que tienes diez cubos de agua sobre los que se refleja la luz del sol.  Si derribas uno de los cubos, el sol no cambia.  Lo que le sucede al cubo, no le ocurre al sol." "Si sólo ves nubes, ¿quiere decir que no hay sol?  En realidad, sigue habiendo sol y, de hecho, las nubes existen porque hay sol; el sol permite que sean vistas."  Desgraciadamente, el ser humano sufre porque "lo que no debería ser posible, que la luz se identifique con la oscuridad, sucede, y el yo, el que ve, se identifica con el cuerpo, con lo visto, cuando en realidad es consciencia, purusha, no prakriti.  La gente vive infeliz creyendo que es el coche, no que posee el coche."  Detrás de todo está la ignorancia, avidya: "La ignorancia es la raíz del árbol del sufrimiento, sobre el que se construyen el resto de kleshas: el ego, el deseo, la aversión y el miedo.  Y no adelantamos nada con quitarle las hojas y restringir algunos deseos y miedos aquí y allá: hay que atacar la raíz de la ignorancia, la madre de todos los kleshas."

Quizás muchos crean que es imposible resolver este dilema en vida mientras permanezcamos atados a este cuerpo y esta existencia, pero según propone el sendero del yoga: "no tienes que romper el cántaro para saber que está hecho de arcilla.  De la misma forma, en la propia vida es posible alcanzar el conocimiento."  No obstante, el camino será difícil, y "por mucho que te obligues a meditar retirado en una cueva, no llegarás nunca a Ishvara a menos que hayas logrado mantener a raya a los kleshas.  De otro modo, meditarás en las cosas y personas que odias, deseas o por las que sientes apego.  Es decir, un simple camino de renuncia y austeridad no te llevará a samadhi porque tu mente permanecerá en los objetos burdos."  El camino descrito por Patanjali ofrece la solución: "Habréis visto alguna vez a esos encantadores de serpientes que tocan la flauta a escasa distancia de ellas y las manipulan peligrosamente.  El truco está en que a las serpientes les han quitado las glándulas de veneno.  Un yogui hace lo mismo: neutraliza los kleshas."

En la última etapa se encuentra samadhi, un estado mental difícil de comprender y más todavía de describir, aunque por momentos Arvind lo logra:  "Cuando estoy dormido, no tengo que esforzarme en dormir.  Ya estoy ahí.  De la misma forma, la iluminación o samadhi es un estado de consciencia en el que, simplemente, se está una vez se llega a él." "No te defines por los roles que te atribuyes.  Primero eres, existes, después serás hijo, sobrino, trabajador, indio, etcétera.  Tu Ser no tiene forma ni color.  Samadhi samskara destruye todos los condicionamientos previos, como la corriente del río que barre las plantas y piedras que han aparecido en su lecho pero que no constituyen la verdad sobre el río, no lo definen como río."  Y sus pequeños cuentos son siempre una delicia y un gran apoyo a las explicaciones: "Había un hombre que utilizó una barca para atravesar un río.  Al llegar al otro lado y dirigirse a su casa, en vez de dejar la barca en la orilla, la arrastró por la tierra hacia su casa.  Todo el mundo le decía: 'Pero qué haces, ¿estás loco?'  De la misma forma, nirbijah samadhi es un tipo de samadhi en el que la semilla del samsara, de las existencias condicionadas, desaparece y no vuelves a nacer.  Dejas en la orilla del río la barca del cuerpo y del intelecto que te ha sido de utilidad para cruzar el río, pero no te la llevas a casa."

Arvind Pare.

Aparte de exponer de manera soberbia, Arvind también es capaz responder preguntas de manera muy elocuente.  Hace tiempo que me ha parecido la persona más indicada para resolver ciertas dudas que me han ido surgiendo a lo largo del tiempo respecto a conceptos filosóficos o el lenguaje sánscrito y sus respuestas han sido siempre más que satisfactorias.  Por ejemplo, cuando le pregunté acerca de la procedencia de los shadripus o arisadvargas, también conocidos como los seis enemigos, que a menudo se confunden con los cinco kleshas o venenos de los que habla Patanjali en los Yoga Sutras, fue capaz de indicarme el texto exacto donde son enumerados -Mudgala Upanisad-, aparte de citarme algunos versos del Bhagavad Gita donde se hacen menciones a varios de ellos.  Recuerdo también con gran aprecio la amplia explicación que dio a mi pregunta de porqué Ganesha, una deidad que a priori cabría pensar es poco importante dentro del panteón hindú, sin embargo sea objeto de tanta veneración entre los hindúes hasta el punto de que casi resulte imposible encontrar una casa o un templo en la India que no tenga alguna imagen de ese ser regordete con cabeza de elefante.

Sus conocimientos de sánscrito son lo suficientemente amplios no sólo como para traducir término a término los Yoga Sutras y el Bhagavad Gita al completo, sino también para aclarar las dudas que puedan asolar a sus oyentes.  No he llegado a ser testigo de grandes disertaciones gramaticales en torno al lenguaje sánscrito y tampoco puedo afirmar a ciencia cierta que sea un gran experto, pero tampoco he escuchado nunca ninguna pregunta que lo pillase a contrapié e incluso a nivel personal he podido resolver ciertas dudas técnicas que tenía, por ejemplo, acerca de algunos mantras que practico habitualmente, tales como el verso final del mangala mantra extendido, del que conozco dos versiones distintas y que gracias a Arvind ahora sé tienen significados similares.  Así mismo, el término "nirvighnam" de un famoso mantra a Ganesha cuyas primeras palabras son "vakratunda mahakaya", que en otros sitios había visto escrito como "avighnam", resultan ser sinónimos: libre de obstáculos, sin obstáculos, siendo "vighnam" igual a "obstáculo" y "a" o "nir" dos maneras de establecer una negación.  La sesión del próximo viernes se dedicará por completo al análisis de varios mantras, incluidos los que se recitan en la tradición de Ashtanga Yoga, por lo que los que asistáis tendréis ocasión de explorar por vosotros mismos el significado de los mantras que recitáis a diario y plantearle vuestras dudas.

Como tantas cosas de Mysore, Arvind es uno de esos tesoros que disfrutamos durante el tiempo que estamos en India y que en cuanto regresamos a casa queda atrás.  Sin embargo, a mediados del pasado año 2017 me enteré por Facebook que Arvind Pare iba a impartir algunas charlas de filosofía en Asturias.  No tenía ni idea de que estaba viajando por Europa; me parecía inconcebible verlo tan lejos de su casita en Mysore y menos todavía a un puñado de kilómetros de Bilbao, y en seguida me puse en contacto con él y lo invité a venir a nuestra escuela.  Sería maravilloso que la gente de Bilbao pudiera tener la oportunidad de conocer a un maestro tan interesante.  Recibió mi propuesta con agrado, pero desgraciadamente ya tenía todas las fechas comprometidas y los billetes de avión reservados.  Aún así, me aseguró que incluiría Bilbao entre sus destinos de la siguiente temporada.  Y así fue; a principios del pasado verano me escribió unos mensajes y enseguida concretamos las fechas.  ¡Ya queda menos de una semana!  Será todo un honor y una gran suerte poder contar con él en Bilbao.  ¡Ojalá os guste tanto como a nosotros!

El taller del próximo fin de semana del 9, 10 y 11 de noviembre se centrará en los dos grandes textos fundamentales del yoga: los Yoga Sutras de Patanjali y el Bhagavad Gita, con una tarde adicional dedicada al estudio de mantras y de la sílaba sagrada OM.  Es posible apuntarse a sesiones sueltas, aunque si te apuntas a todo el fin de semana obtendrás un considerable descuento.  Todas las charlas serán traducidas al castellano por Fernando Gorostiza y el sábado y el domingo a primera hora de la mañana. habrá sendas clases guiadas de Ashtanga Yoga opcionales para los asistentes al workshop.  Una vez más, incluyo el enlace a nuestra web con toda la información.