Esta semana, entre el miércoles y el domingo, va a tener lugar en Madrid un nuevo taller de práctica estilo Mysore con Peter
Sanson, profesor sénior de Ashtanga Yoga procedente de Nueva Zelanda.
Se trata del noveno año consecutivo que se organiza este
taller. Para la comunidad de Ashtanga Yoga
en Madrid se ha convertido en un bonito e importante acontecimiento. Se trata de la única ocasión del año en que las
dos escuelas principales que hay en Madrid, Ashtanga Yoga Madrid y Mysore House, reúnen a sus alumnos para practicar juntos bajo el mismo techo. A ellos se une gente de toda España que cada
año se desplaza a Madrid desde Barcelona, Cádiz o las islas Canarias con el
único objeto de asistir a este taller. Borja
Romero-Valdespino y José Carballal, profesores titulares de las respectivas
escuelas madrileñas, se convierten por una semana en los asistentes de Peter Sanson,
quien se echa la clase encima del hombro con su inigualable estilo.
Peter Sanson y Borja Romero-Valdespino, mayo del 2014. |
El precio del taller este año son 140 euros, lo cual a priori no parece nada barato. Por ese precio se podría pagar mensualidad y pico de práctica diaria en cualquier escuela de España y buena parte de Europa. Entonces, ¿realmente merece la pena aflojar esa cantidad de dinero por cinco días con Peter Sanson? Ésa es la pregunta que me han planteado a menudo compañeros ashtanguis que no estaban seguros de si asistir o no al taller, y en mi respuesta nunca ha habido titubeos: Sí merece la pena, sin duda. Y mira que para nada soy un conformista al que lo convence cualquiera. Hay por ahí reputados profesores con los que he estado, que no me han convencido y con los que no tengo intención de repetir. Si alguien me pregunta por ellos, suelo darles una respuesta vaga, fría. Pero a Peter Sanson no puedo dejar de recomendarlo. Y ya es mi noveno año con él.
Peter es uno de los pocos maestros sénior de Ashtanga Yoga
que hay en el mundo. Forma parte de esa
remesa de profesores que conocieron a Guruji
–Krishna Pattabhi Jois- en la década de los ochenta cuando el Ashtanga
Yoga no era el fenómeno global que es hoy y mantuvieron con él una estrecha relación
tanto personal como de gurú-discípulo. Si vais a Mysore es posible que os lo encontréis, porque continúa viajando cada año como un estudiante más. Está certificado para enseñar hasta la cuarta
serie de Ashtanga Yoga, algo que no creo que puedan decir más de una docena de personas
en todo el planeta. Y sin embargo, de la misma manera que en su imagen no hay ostentaciones estéticas, ropa llamativa, tatuajes, adornos ni peinados estrafalarios, tampoco hallaréis en su forma de ser el menor atisbo de presunción. Él es tal y como se ve en su mirada y en su gesto: transparente, sin dobleces, y al mismo tiempo alegre, juguetón, casi infantil. Pese a su largo recorrido, nunca le escucharéis hablar de posturas
avanzadas ni de su certificación para enseñar la cuarta serie. Si acaso, contará a aquellos decepcionados
por no poder hacer más que Guruji lo tuvo parado sin enseñarle ninguna nueva
asana durante siete años. Como él dice: “Lo
que sucede en la esterilla de al lado no tiene para ti la menor relevancia” así
que, ¿para qué presumir de lo que al fin y al cabo no trasciende más allá de lo individual? No hay vídeos de él en Internet
ni tiene en Facebook el típico perfil repleto de fotos de exhibición. Hasta hace poco ni siquiera tenía página
web. Le convencieron para que al menos
tuviese una ventanita hacia el mundo, aunque parece que no le hace mucho caso
porque lleva varias semanas caída sin que nadie la arregle. Tampoco le interesa el circo de canales de Youtube,
el merchandising, las marcas, los bestsellers que han brotado alrededor del yoga.
Lo único que le interesa a Peter Sanson es
transmitir el yoga en distancias cortas, tal y como él lo aprendió de Guruji. Al que, por cierto, recuerda siempre con gran cariño, casi como un padre.
Peter Sanson con Guruji y Sharath Jois. |
Cuando viajé a Mysore por primera vez en julio del 2008 tuve
la suerte de conocer a Guruji en persona.
De hecho, me lo encontré de sopetón el primer día cuando llegué somnoliento
a la India y entré en la oficina del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore para
registrarme. Sin embargo, no lo conocí
como profesor. Le quedaba menos de un
año de vida y hacía algunos meses que había dejado de dar las clases por
problemas de salud y entregado el relevo a Sharath. Cuando Sharath impartía la conferencia de los
domingos a veces Guruji permanecía sentado unos minutos, escuchando, y luego se
retiraba con ayuda de un bastón. La velita se estaba apagando...
Pues bien, por lo que he llegado a saber a través de gente que sí lo conoció como Borja Romero-Valdespino,
Tomás Zorzo y Gabriella Pascoli, la manera de enseñar de Guruji era muy
parecida a la de Peter Sanson. Peter no
es un profesor técnico. No se detendrá
ante un alumno para decirle: “Contrae el cuádriceps, relaja el deltoides y que
el fémur esté paralelo al suelo.” Peter es alguien que realmente llena la shala con su presencia, pero sus palabras y sus gestos son
muy cercanos y fáciles de entender por cualquiera. Como Guruji, Peter es un profesor empático,
afectivo, emocional. Durante la práctica
va de un lado a otro repartiendo ajustes hábiles y rápidos, manotazos, caricias
o gruñidos reprobadores. Sus “Better, swami!”, “Relax!”, “Backbending!” bien podría decirse que equivalen a
los “Hmmm… very good”, “Grrrrr… bad man”, “You, stop!” que distinguían a Guruji
y que desde luego están a años luz de las enciclopédicas explicaciones que
algunos profesores dan y muchos alumnos reclaman. Peter puede ser cariñoso con alguien, darse la
vuelta, y transformarse en la persona más severa que se pueda uno imaginar. Ante todo, su prioridad es que nadie se haga daño, y por ello detendrá inmisericorde a quien su criterio le diga deba hacerlo y sacudirá la cabeza del que finalmente le haya entendido. Con unas palabras escuetas, una risa
socarrona o un simple gesto corregirá, reprenderá o felicitará y a continuación
se centrará con toda su atención en el siguiente alumno.
Con las manos en la masa. |
Nines Blázquez y Peter Sanson, mayo del 2014. |
Después de lo que ya van a ser nueve talleres con Peter Sanson o, mejor dicho, tras este seguimiento de nueve años con él, creo haber entendido en parte cuál es la clave de lo que intenta transmitir. Una semana al año, o dos si además vas al taller de Barcelona, o tres, si también lo sigues a Portugal o Londres, en realidad no son mucho en comparación a meses y meses y años y años de práctica continuada. Y él lo sabe. Peter no pretende venir desde Nueva Zelanda y conseguir que en tres días te ates en marichyasana D o te pongas de pie desde urdhva dhanurasana. En sus ajustes puede llegar a ser muy hábil -él me ha ajustado el mejor pashasana que he hecho jamás- y sacar lo mejor de cada uno, pero no es ése su cometido. Lo que Peter quiere mostrar es una actitud, guiarte hacia una manera de hacer tu práctica que sea exigente pero respetuosa, enseñarte la diferencia entre lo que quieres hacer, lo que puedes hacer y lo que debes hacer y, a fin de cuentas, darte las herramientas para que puedas mantener una práctica satisfactoria a lo largo de toda tu vida. No es una tarea nada sencilla; las personas, los cuerpos, las psicologías, son tan diversas, la casuística es tan amplia, que llama muchísimo la atención la agilidad que tiene Peter a la hora de leer una clase y entrar como un cuchillo hasta el interior de alumnos a los que acaba de conocer. Y eso es algo que en verdad sólo puede hacerlo alguien que lleva toda una vida sobre la senda del yoga, que lo ha vivido en primera persona y que ha acumulado experiencia y sabiduría a raudales.
Me consta que no soy el único que ha tenido estas sensaciones con Peter. El hecho de que estos talleres tengan tanto éxito y tanta gente lo repita año tras año así lo avala. Para gustos están los colores, y seguramente haya mucha gente que no haya sabido encajar que Peter le haya dedicado alguna de sus reprobaciones, lo haya enviado a hacer backbendings antes de tiempo o, simplemente, piense que la experiencia no merece esos 140 euros. Pero salta a la luz que son mayoría los que, tal que yo, sienten que unos pocos días al año con Peter Sanson bastan para recargar las pilas y retomar tu práctica al día siguiente con entusiasmo renovado.
Conferencia final del taller, 2014. |
Un año más escucharemos el misterioso mantra que recita Peter al comienzo del primer turno, Un año más practicaremos juntos bajo sus manos firmes y su peculiar acento neozelandés. Un año más asistiremos a su conferencia del último día, en la que en un lenguaje directo, simple, sin florituras ni frases enrevesadas, dejará perlas de sabiduría imborrables.
Gracias a Peter por venir y ser nuestro maestro y nuestra inspiración, gracias a Borja Romero-Valdespino y a José Carballal por traerlo. Y que ojalá dure, como todo lo bueno.
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