sábado, 28 de octubre de 2023

Urdhvua kukuttasana: bandha en acción.

Urdhva kukuttasana B by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao.  26 de septiembre del 2023.
Urdhva kukuttasana B.

Las cuatro series avanzadas de Ashtanga Yoga tienen el sobrenombre “sthira bhaga”, que significa “estabilidad divina” y que hace mención al despliegue de fuerza que construyen y demandan. 

En este video se muestra un momento crucial de la tercera serie de Ashtanga Yoga, en el que acaba de concluir con durvasasana una secuencia de estabilidad con el pie detrás de la cabeza y comienza una secuencia de estabilidad sobre los brazos. Urdhva kukuttasana (el gallo elevado) es la primera de esta secuencia de pura fuerza visceral, de puro bandha, y constituye un verdadero cancerbero que evidenciará la fortaleza o debilidad del practicante y lo preparado que está para lo siguiente. 

Urdhva kukuttasana B editado para Instagram.

Urdhva kukuttasana tiene tres variantes, y aquí se muestra la segunda de ellas. Las otras dos no son precisamente sencillas, pero las personas familiarizadas reconocerán que urdhva kukuttasana B es, con diferencia, la más difícil de las tres. Entiendo que la mayoría de las personas que vean esta publicación no se están enfrentando a ella, pero quizás pueda servir como ejemplo a todo el mundo de la utilidad de esos famosos “bandhas”. Desde su primer día, a un practicante de Ashtanga Yoga se le plantea el problema de utpluthih o tolasana, que muchos piensan es imposible debido a la longitud de sus brazos respecto a su torso. En esta postura de la tercera serie puede verse un ejemplo extremo de cómo la longitud de los brazos resulta ampliamente irrelevante y de cómo lo que hay que cultivar es la fortaleza de la musculatura interna que es capaz de elevar el torso y encogerlo como si de un acordeón se tratara.

La principal dificultad de esta variante de urdhva kukuttasana estriba en ser capaz de subir las piernas A LA VEZ por detrás de los brazos sin chocar contra ellos, quedarse atascado ni tener que apoyarse primero sobre una rodilla y después subir la otra. En esto es crucial el empleo de la respiración. La subida hacia atrás debe realizarse sobre una inhalación; no se me pasa por la cabeza que sea posible hacerlo sobre una exhalación. Para ello, subo inhalando en primer lugar levantándome ligeramente del suelo, luego exhalo mientras pego las rodillas al pecho para a continuación inhalar y balancearme llevando las rodillas entre los brazos hacia atrás y arriba. El resto es ya cuestión de bandhas o, en términos prosaicos, de abdominal transverso, diafragma y suelo pélvico. 

Urdhva kukuttasana B sin editar.

Deseo recalcar el hecho evidente de que no tiene sentido practicar las series avanzadas de Ashtanga Yoga si antes no se han resuelto suficientemente las series primera e intermedia, en las que se busca, respectivamente, purificar el cuerpo físico -yoga chikitsa- y el sistema nervioso -nadi shodhana-. Las secuencias de Ashtanga Yoga tienen un ordenamiento inteligente, de modo que los asanas posteriores se basan en los anteriores. Cuando se han desarrollado la movilidad y fuerza necesarias, el estudiante estará preparado para afrontar nuevos retos. En el caso de esta postura, entiendo que resultan claves las posturas especialmente orientadas al desarrollo de fuerza de la segunda serie, a saber: bakasana b, karandavasana, mayurasana y nakrasana. Pasar por alto una debilidad en estas posturas pasará factura más adelante, y éste es uno de los puntos cruciales donde saltará a la vista. De nuevo, te animo a que no pruebes estas cosas por tu cuenta “a ver qué pasa” y te pongas en manos de un profesor experimentado que vea tu práctica con perspectiva y te pueda guiar, ayudar y aconsejar. 

Mis agradecimientos a Luke Jordan y Lucía Andrade por haberlo hecho y a Nines Blázquez por apoyarme cada día.

jueves, 28 de septiembre de 2023

Luke Jordan: Asanas con contenido.


Descubrimos a Luke Jordan hace muy poco.  Corrían los primeros días del mes de enero del 2022, cuando de pronto Nines me pasó una publicación de la recién estrenada cuenta de Instagram de Anna Costanza en la que se anunciaba un workshop de seis días con un tal Luke Jordan con práctica estilo Mysore y canto védico.  Mi primera reacción fue de rechazo: "¿Quién es ése?"  Yo ya estaba haciendo clases online con Lucía Andrade, profesora certificada por el KPJAYI/SYC de Mysore, con quien habíamos hecho dos workshops presenciales en Madrid en los que me había enseñado el final de la serie intermedia y el comienzo de la tercera, y daba por hecho que ese tal Luke sería un profesor random de los muchos que se pasean por el mundo impartiendo workshops, por lo que no me llamó especialmente la atención, ni siquiera por que una parte sustancial del suyo consistiera en el canto de mantras, una agradable rareza en esta clase de eventos que suelen complementarse con sesiones de ejercicios de apertura de cadera, backbending o jump-backs que, la verdad sea dicha, me interesan más bien poco.

Sin embargo, una rápida búsqueda en Google me hizo descubrir, en primer lugar y para mi sorpresa, que Luke Jordan era uno de los escasos profesores certificados por el KPJAYI/SYC de Mysore y que estaba afincado en la localidad portuguesa de Colares.  ¿Cómo podía ser eso?  Entre España y Portugal hay alrededor de 50 profesores autorizados; en toda Europa más de 300.  De esos 300, sólo hay 11 certificados; el resto son autorizados nivel 1 ó 2 tal que Nines o yo.  Lucía Andrade se había mudado en tiempos recientes a Ibiza y Tomás Zorzo está, a todos los efectos, retirado del Ashtanga Yoga tradicional. ¿Cómo podía ser que no me hubiera enterado que en la Península Ibérica había un segundo profesor, aparte de Lucía, certificado y en activo?

Bueno, pues me acababa de enterar.  Luke Jordan, originario de Irlanda del Norte, se había mudado al sur de Europa y en abril del 2022 tendría ocasión de conocerlo.  


Ayudando en Supta vajrasana.

No investigué ni leí nada más acerca de él.  Simplemente esperaba vivir la experiencia y suponía que sería enriquecedora.  La práctica de Ashtanga Yoga, dicen muchos que no la conocen o la conocen superficialmente, es siempre igual, por lo que en realidad tiene poco sentido ir con un profesor o con otro: harás lo mismo y te harán lo mismo, como si todos, profesores y practicantes de Ashtanga Yoga, estuvieran sacados de una línea de producción en cadena.  Esta noción no puede estar más errada.  Por mucho que hayamos aprendido de la fuente de Ashtanga Yoga en Mysore y que tengamos como referencia a Sharath Jois y su abuelo, lo que transmitimos está siempre "coloreado" de nuestra interpretación subjetiva, de nuestra forma de ser particular, de nuestro recorrido personal y de nuestras influencias.  Incluso en Ashtanga Yoga Bilbao, donde Nines y yo hemos tenido recorridos muy similares con muchos años al lado de Borja, varios viajes a Mysore y un buen saco de workshops con los mismos profesores, enseñamos de maneras distintas.  Nuestra atención al detalle no es la misma, la manera de expresarnos, de corregir y ayudar verbalmente o manualmente no es para nada idéntica.  De hecho, frecuentemente discrepamos en ciertas cuestiones, y a veces nadie diría que en realidad tenemos los mismos orígenes.  A decir verdad, la práctica de Ashtanga Yoga, sus practicantes y sus profesores son como un caleidoscopio: uno mira siempre a través del mismo agujero, los cristales de colores son siempre los mismos pero, cada vez que se gira, se observa algo diferente.  Por eso resulta interesante entrar en contacto con otros profesores, para enriquecer tu propia experiencia al impregnarte de su experiencia.  En el caso de Luke Jordan intuía que, por el hecho de que hubiera conocido más de la práctica y durante más tiempo que nosotros mismos, cosa cada vez más difícil a medida que nos acercamos a las dos décadas de práctica, su perspectiva merecía ser conocida. 

Y no me equivoqué.  Nos alojamos en una pensión de Alcobendas durante toda la semana y caminamos  cada mañana hasta el chalé de Anna, en cuyo garaje nuestra amiga ha acondicionado una coqueta shala.  El evento había congregado a numerosos practicantes de Ashtanga Yoga de toda la geografía española; nos reencontramos con viejas caras conocidas y había también una nutrida representación extranjera.  Por lo visto, debíamos de ser de los últimos pardillos en enterarnos de que Luke andaba moviéndose por estas latitudes.  

Luke en plena faena.

La shala estaba atestada.  El ambiente recordaba a la main shala de Gokulam en Mysore: mucho calor,  poca ventilación y escasa distancia entre esterillas; veintitantas personas en diferentes momentos de su práctica (el final de un turno coincidía con el comienzo del siguiente) se agolpaban en una habitación habilitada para una docena a lo sumo.  A Luke, no obstante, la situación para nada se le hacía grande  y su presencia llenaba toda la estancia, aunque no al estilo de Peter Sanson, que durante la clase no para de reír, regañar, animar, gruñir, hacer bromas...  En cambio, Luke se movía en silencio de un lado a otro, dejando caer un goteo continuo de correcciones, pistas y ajustes.  El primer día y el último hicimos todos únicamente primera serie.  Recuerdo que el primer día me ajustó en numerosos asanas de la primera serie en las que nadie me había tocado en años.  Me sentí enderezado, aunque a día de hoy no he sido capaz de replicar sus correcciones en mi práctica personal, lo que me ha animado y me sigue animando a repetir con él.  Sus manos eran seguras, sin titubeos, y en las posturas de segunda y tercera serie mantenía el alto nivel de seguridad y confianza.  En mi práctica personal no necesito grandes ayudas salvo en el obvio supta vajrasana y en vrchkasana (el escorpión), pero él me ajustó además con genialidad en ardha matsyendrasanadwi pada sirsasana y kasyapasana.  Como guinda, durante esos días me enseñó además las siguientes dos posturas de la tercera serie: skandasana y durvasasana, esta última harto difícil pero que con su ayuda pareció fácil.  Harina de otro costal fue cuando regresé a casa y tuve que afrontarla en solitario, aunque por suerte ahí estaba Lucía Andrade con sus clases online y Nines en el día a día con su intuición y a día de hoy puedo alegrarme de no haber sufrido incidentes y ya puedo hacerla con relativa seguridad.

Para los practicantes con muchos años de experiencia en esta tradición de yoga a los que hay pocas personas que nos puedan aportar algo, es una verdadera suerte tener cerca a un profesor como Luke Jordan, cuyo repertorio le permite cubrir a un espectro de estudiantes tan amplio, desde aquellos enredados en las habituales trabas de las series primera y segunda hasta los que lidian con los desafíos de la tercera y cuarta.  El entorno totalmente "exótico" de Luke, además, aporta un enfoque completamente diferente.  A Nines y a mí nos ha hecho ajustes y nos ha dado pistas que nadie más nos había dicho y hasta el día de hoy reflexionamos acerca de cosas que Luke nos dijo o hizo en el corto lapso de tiempo que hemos compartido con él.  


Fernando, Anna, Luke y Nines en Alcobendas.

Después de la gran experiencia de Madrid, en el mes de agosto de ese mismo año 2022 repetimos y nos fuimos a Colares, donde Luke dirige su Ashtanga Yoga Summer School dentro de un complejo de vacaciones en la costa de Cascais, con tres meses de práctica y chanting con el mismo formato del workshop de Madrid y al que cualquier practicante de Ashtanga Yoga se puede apuntar por una o varias semanas a un precio muy asequible.  La experiencia fue igualmente intensa e interesante y de nuevo nos reunimos un variopinto conjunto de ashtanguis de diversas procedencias, incluida gente que sólo hemos conocido en Mysore, algunos viejos compañeros de Ashtanga Yoga Madrid, practicantes con los que hemos entablado cierta amistad después de haber coincidido en varios eventos de yoga (Lucía Andrade, Peter Sanson, Mysore, Conil, etc.), y un abundante número de extranjeros que le llevan siguiendo a Luke desde hace tiempo.  Una alumna nuestra de Ashtanga Yoga Bilbao también se apuntó a la Summer School y conoció a Luke unas semanas después, e incluso cuando meses después viajamos a Mysore, conocimos a una chica filipina llamada Jenny que vive en Bruselas, a la que le encanta Luke Jordan y que ha estado varios veranos en la Summer School de Colares, incluido ese mismo.  No es de extrañar que su Ashtanga Yoga Summer School se esté convirtiendo en un referente para la comunidad europea de Ashtanga Yoga, y si de algo nos arrepentimos es de no haberla conocido antes.  Trinidad, una vieja amiga de Madrid, coincidió con nosotros en Colares y nos contó que descubrió a Luke Jordan y su escuela en Colares hace unos años y desde entonces no ha faltado un verano.  Al principio iban muy pocas personas, para su sorpresa, pero a medida que la gente fue conociendo a Luke, tal que nosotros, su escuela de verano se ha erigido en un excelente lugar de encuentro para ashtanguis en vacaciones.

No tengo muy clara la biografía de Luke, pero he obtenido algunas nociones gracias a una entrevista que le hicieron en Ashtanga Parampara, una página web en la que se han publicado numerosas entrevistas a profesores de Ashtanga Yoga, y en la que el propio Luke cuenta que, mientras estaba en la universidad, y poco después de conocer la práctica de Ashtanga Yoga, se mudó desde Edimburgo a Londres con el único objetivo de practicar con el famoso (aunque alejado de todo famoseo) Hamish Hendry, por aquel entonces el único profesor autorizado del Reino Unido.  Como Luke cuenta, "vivía para [la práctica de] las 6 de la mañana,  El resto del día sentía que llevaba una vida clandestina.  Era un yogui disfrazado."  Un año después, Hamish le sugirió ir a Mysore, y tras conocer al mismo Pattabhi Jois en un tour europeo con una parada precisamente en Londres, Luke cumplió su viejo sueño de viajar a Mysore.  Luke cuenta en la misma entrevista que cuando conoció a Pattabhi Jois estaba aún en la shala original de Lakshmipuram y que contaba con 87 años, de lo que se deduce, teniendo en cuenta que Guruji falleció en el 2009 a los 94 años de edad, que se trataba del año 2002.  Por lo tanto, Luke comenzó la práctica alrededor del año 2000 cuando contaba con algo más de veinte años, así que ahora debe andar en torno a los 45 y, entre sus principales influencias caben destacar a Hamish Hendry y a Pattabhi y Sharath Jois.

Luke Jordan y un retrato de Pattabhi Jois.

Podcast con Luke Jordan en el canal Keen on Yoga.

Tengo la sensación de que no se puede entender a Luke Jordan sin entender a Hamish Hendry.  Hamish, cuya cuenta de Instagram es privada y apenas cuenta con un millar de seguidores, seguramente no sea tan famoso como aquellas estrellas de las redes sociales a los que siguen cientos de miles o millones, pero no cabe duda de que es ampliamente conocido, y yo diría que admirado, en los círculos de Ashtanga Yoga.  Los motivos son varios: en primer lugar, por haber sido el pionero de Ashtanga Yoga en el Reino Unido, claro está, pero también por su seriedad, por estar alejado del postureo y, sobre todo, por su profundidad intelectual.  De hecho, se sabe que Hamish cuenta con una titulación universitaria (no sé si doctorado) en religión o filosofía hinduista, además de ser el editor de la revista de yoga Pushpam con un contenido muy interesante.  Una de sus publicaciones, el librito Yoga Dharma, la hemos vendido traducida al castellano en Ashtanga Yoga Bilbao hasta que se agotaron las existencias, y además Nines y yo tuvimos ocasión de conocer a Hamish en un workshop de fin de semana que impartió en septiembre del 2019 en la shala de nuestra amiga Alexia.  

Pues bien, Luke Jordan tiene mucho de Hamish.  Y mucho de lo bueno.  Es tan poco mediático como él y tan comprometido con la práctica y la enseñanza como él y, al igual que Hamish, la profundidad mental de Luke resulta apabullante, cosa que cualquiera puede comprobar al asistir a una sola de sus sesiones de canto védico empapada de vastos conocimientos en sánscrito y filosofía.  Como relata en la entrevista de Ashtanga Parampara, Luke tuvo una crisis existencial durante la adolescencia que le condujo a plantearse el sentido de la vida, a la lectura de textos filosóficos y a una búsqueda errática en pos de la verdad.  En sus años de universidad sufrió un grave episodio mental que lo mantuvo hospitalizado durante una temporada pero tras el cual, todo cambió.  En sus propias palabras: "Algo de mi yo antiguo había muerto y algo distinto había nacido.  Al regresar a la universidad comencé a estudiar religiones tanto académicamente como en mi tiempo libre.  Me sorprendieron especialmente el taoísmo y comencé a estudiar hinduismo.  De alguna manera, me daba la impresión de que estas filosofías tenían sentido."  A continuación, Luke probó numerosas disciplinas de investigación personal (meditación, reiki, feng shui, I ching, Chi Kung,...) hasta que finalmente acabó en los brazos de Ashtanga Yoga, iniciando así un largo sendero de compromiso que lo llevó, por un lado, a convertirse en uno de los pocos profesores del mundo certificados para enseñar hasta la tercera serie de Ashtanga Yoga y, por el otro, a graduarse en un Máster en Religiones Indias.        

Luke durante una sesión de canto védico.


40 segundos de chanting con Luke Jordan.  Vídeo procedente de la página de Facebook de Ashtanga Yoga Canarias.

Una parte importante de los talleres de Luke la constituye las sesiones de canto védico que tienen lugar tras la práctica de asanas.  Son un verdadero espectáculo.  Recita como un indio, con una pronunciación que llama mucho la atención y que él, confiesa, ha tratado de llevar hasta la perfección casi obsesivamente.  Las sesiones de canto védico son salpicadas con reflexiones filosóficas, explicaciones de los mantras recitados, algunos tintes de buen humor y sarcasmo, y también con cuentos de naturaleza espiritual cuya narración siempre comienza con el típico "Once upon a time... (Érase una vez...)".  A él mismo le gusta describirse como "escritor, cuenta-cuentos, cantador védico, sancritista y apasionado estudiante de la cultura yóguica y espiritual".  A veces deja caer retazos de su vida privada entre los que le he escuchado hablar de su profesor de sánscrito y chanting, un académico indio afincado en Mysore con el que toma clases online cuando no está en India y cuyo nombre prefiere no desvelar porque no desea tener más estudiantes.  Si la memoria no me falla, Luke lleva la friolera de veinte años estudiando sánscrito y no ha perdido un ápice de fascinación por ese complejo idioma del que dice, cada día aprende algo nuevo.  Siempre me llama poderosamente la atención la manera en que pronuncia algunos mantras que me resultan más conocidos, como los que se recitan en Ashtanga Yoga, y no puedo evitar compararlos con la pronunciación de Lakshmisha, el profesor de chanting del Sharath Yoga Centre en Mysore.  No poseo los conocimientos suficientes como para hacer un juicio objetivo, pero no puedo evitar la sensación de que Luke Jordan, un norirlandés, recita en sánscrito más correctamente que el indio que Sharath ha escogido para enseñarnos.  Igual es simplemente, que Luke es mejor cantante.

Cartel del workshop de Luke Jordan en Ashtanga Yoga Bilbao diseñado por Nines Blázquez.

Si quieres comprobar todo esto por ti mismo y sin necesidad de desplazarte hasta Colares o hasta alguna de las ciudades donde Luke Jordan imparte sus talleres, Ashtanga Yoga Bilbao te ofrece la gran oportunidad de conocerlo en unas pocas semanas.  En efecto, desde el domingo 15 hasta el viernes 20 de octubre del 2023 tendremos la suerte de disfrutar en nuestra escuela de Bilbao de una semana completa de práctica de Ashtanga Yoga y canto védico con Luke Jordan.  Para nosotros es una gran suerte y un honor que un "peso pesado" como Luke haya aceptado nuestra invitación y que por primera vez se desplace hasta el País Vasco para compartir su pasión por el yoga y la espiritualidad durante seis días que tendrán mucho de ambos.  El formato del workshop en Bilbao será el mismo que arrastra cada verano a tantas personas de todo el mundo hasta Colares y estamos seguros de que va a resultar una experiencia inolvidable.  Ya hay bastantes personas apuntadas (más de veinte), pero hemos habilitado varios turnos y por el momento hay plazas disponibles.  ¡No te quedes sin la tuya!  Te esperamos.  Aquí tienes toda la información sobre el taller publicada en nuestra página web y a continuación te dejamos la información que el propio Luke nos ha pasado acerca de su workshop:

"El Encantamiento del Yoga: Mantra, Mito y Significado" 

Estos seis días entre el domingo 15 y el viernes 20 de octubre serán una inmersión experiencial en los mundos físicos y filosóficos de Ashtanga Yoga y sus amplias tradiciones culturales. La práctica de asanas diaria establecerá los cimientos para una exploración más allá a través del canto védico y una investigación más profunda hacia el significado de eso que llamamos "yoga".  

Cada día Luke llevará su presencia, su atención al detalle, su guía experta y su apoyo en tu viaje yóguico. Después de la sesión de asanas nos juntaremos en torno a la antigua tradición del canto védico y, con un especial énfasis en la pronunciación correcta, exploraremos las palabras sánscritas y los conceptos filosóficos hacia los que apuntan los cánticos, conectándonos con la vieja sabiduría y el potencial transformador de la tradición yóguica. Luke hará uso de sus conocimientos no sólo para entretener sino también para informar e inspirar.


miércoles, 20 de septiembre de 2023

Vishwamitrasana y Vasishthasana: ¿Está todo el mundo equivocado salvo los ashtanguis?


Vishwamitrasana… ¿o vasishthasana?  Según los ashtanguis: vasishthasana.  Según el resto de los hatha yoguis: vishwamitasana.  Septiembre del 2023.

Hace varios años publiqué una entrada en el blog en la que hablaba de la historia entre Vishwamitra y Vasishta, dos sabios que aparecen en el Ramayana y entre los cuales se desataba un combate épico.  Si te interesa, puedes leerlo aquí.

Por aquel entonces yo aún no hacía los dos asanas en los que se homenajea a dichos sabios, pero con el paso del tiempo las he llegado a conocer y ejecutar: se trata de las dos primeras posturas de la tercera serie de Ashtanga Yoga.

Vasishthasana para el resto del mundo; vishwamitrasana para los ashtanguis.  Abril del 2022 en Conil.

Al hacerlas, descubrí lo que me imagino conocen la mayoría de practicantes de Ashtanga Yoga que llegan a ese punto de las series: las dos posturas relacionadas con estos sabios en Ashtanga Yoga se llaman justo al revés de como las llama el resto de los practicantes de hatha yoga.  Para los ashtanguis, vasishtasana es en realidad vishwamitrasana y viceversa.  En mi entrada del blog del pasado, de hecho las denominaba tal y como lo hace todo el mundo fuera de Ashtanga Yoga. 

Durante nuestra estancia en Portugal el año pasado, Luke Jordan comentó a este respecto, con su peculiar estilo jocoso que, por supuesto, todo el mundo está equivocado salvo los ashtanguis.  Así que, ¿cómo se deberían llamar, en realidad, estas populares aunque harto difíciles posturas?  Para averiguarlo, recurriremos a la fuente principal: el Ramayana.

El gran protagonista del relato es Vishwamitra, uno de los siete grandes sabios o Brahmarishis y que en el Ramayana es presentado como el tutor de Rama poco antes de relatar, a modo de flashback, su oscuro pasado.

Vasishtha y Vishwamitra ejecutando las posturas que llevan sus nombres.  En esta ilustración cuya fuente desconozco, parece darse la razón a los ashtanguis: el personaje que aparece en primer plano lleva joyas y una especie de corona tal y como le correspondería al rey Vishwamitra, mientras que el el personaje que aparece al fondo viste ropas austeras y sin adornos tal y como le correspondería al sabio Vasishtha.  La vaca origen del conflicto entre ambos aparece en la esquina inferior izquierda.

Vishwamitra era un poderoso rey originalmente llamado Kaushika que se adentró con su ejército en el territorio donde el sabio Vasishtha tenía su ashram.  Vasishtha poseía una vaca milagrosa llamada Kamadhenu que Vishwamitra quiso para sí, a resultas de lo cual se produjo el enfrentamiento.  Sin embargo, Vasishtha usó sus poderes mágicos para derrotar todas las acometidas de Vishwamitra, tras lo cual Vishwamitra se sometió a toda clase de austeridades con el fin de obtener el favor de los dioses y hacerse suficientemente poderoso como para derrotar a Vasishtha y vivió un sinfín de aventuras hasta finalmente redimirse, hacer las paces con su enemigo y convertirse en uno de los siete grandes sabios.

En este somero resumen no hay nada que arroje luz sobre la curiosa manera en que dichos sabios son representados en forma de postura de hatha yoga.  ¿De dónde vienen, pues, los dos asanas Vasishthasana y Vishwamitrasana?  ¿Qué representan?  Para ello, creo conveniente ofrecer la lectura de estos dos párrafos del capítulo 22 del Ramayana:


Finalmente, el Señor Shiva apareció ante Vishwamitra ofreciéndole cumplir sus deseos. Vishvamitra pidió entonces el conocimiento de las artes de la guerra del Dhanurveda y de otras escrituras, y también de las poderosas armas y de los misiles usados por los habitantes de los planetas superiores. Mahadev, después de otorgarle el pedido, desapareció. Vishwamitra, reanimado y vigoroso en virtud de su austeridad, y orgulloso por los poderes adquiridos, regresó al ashram de Vasishtha y comenzó a disparar dardos mortales, espantando a los sabios que allí vivían, así como a las aves y a los animales que huyeron despavoridos.

El sabio Vasishtha, indignado ante el insolente ataque, con su bastón extinguió cuanto proyectil fuera lanzado. Prontamente el escenario se convirtió en un mar de misiles y contramisiles disparados furiosamente por el Rey Vishwamitra, que desplegaba toda la habilidad y fuerza que había adquirido, culminando en el disparo del poderoso brahmastra, arma irresistible que hizo temblar el planeta y su atmósfera. El brahmán Vasishtha, reprendiendo al agresor luego de una batalla de armas místicas formidables, redujo el arsenal de Vishwamitra a la nada, haciendo además, que el arma letal fuera tragada por su bastón.  Dejando indefenso a Vishwamitra, devolvió la calma al lugar.

El otro lado de la ashtangui vasishthasana.

Vasishthasana (ashtangui) en marzo del 2022, cuando llevaba sólo un par de meses haciéndola.  Nótese que la pierna izquierda está mucho menos levantada que en la versión del 2023 (en la imagen superior).  Levantar la pierna que está en el aire es una de sus principales dificultades.  Por eso, a menudo en otros estilos de hatha yoga esta postura se haría no con la mano izquierda apuntando hacia el techo, sino agarrando el pie.

So riesgo de equivocarme, creo que las dos posturas representan precisamente este combate del Ramayana en el que Vishwamitra utiliza un arma arrojadiza de terrible poder que Vasishtha logra neutralizar con su bastón.  Por eso, uno de los asanas parece representar un poderoso arco, una ballesta u onagro en el que los brazos se extienden como los dos listones que tensan la cuerda y la pierna apunta hacia delante como el proyectil que está siendo lanzado, mientras que el otro asana claramente representa el bastón de Vasishtha con forma de cruz que absorbe todos los proyectiles que son arrojados.  

Por lo tanto, y a menos que pueda encontrar argumentos que refuten mi razonamiento, sinceramente creo que la postura que en Ashtanga Yoga llamamos vishwamitrasana en realidad representa el bastón con que se protege Vasishtha y la que llamamos vasishthasana en realidad representa la poderosa arma que esgrime Vishwamitra.  Soy consciente de que Pattabhi Jois era un gran erudito, profesor en la Universidad de Sánscrito en Mysore y sin duda un gran conocedor del Ramayana, por lo que afirmar que él y todos los que en Ashtanga Yoga llamamos así a estas posturas estamos equivocados me causa cierta zozobra, pero ante la abrumadora evidencia no me queda más remedio que reconocerlo.  De hecho, cada vez que pienso en los nombres de estas dos posturas, tengo que intercambiar los nombres que de forma natural surgen en mi cabeza y contradecir lo que la lógica me dice.  Y a lo largo de estos años he escuchado en varias ocasiones a ashtanguis experimentados comentar acerca de este asunto cosas por el estilo de "en Ashtanga Yoga las llamamos al revés, y no le des más vueltas".  Quizás estemos conscientemente equivocados, pero lo estamos en cualquier caso.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Crónica de un viaje a Mysore en la nueva era del Ashtanga Yoga.

Ashtanga Yoga Bilbao con Sharath Jois.

Hoy día parece que han transcurrido décadas, pero lo cierto es que hace un par de años que no podíamos ni atravesar las fronteras del municipio de Bilbao para comprar una triste almohada en el Ikea de Barakaldo.  El mes de marzo del 2020 nos arrebató muchas cosas y durante largo tiempo nos vimos inmersos en una crisis de salud, economía y privación de libertad.  La "nueva normalidad" era lo más parecido a una distopía orwelliana y la idea de regresar a nuestra querida India por mucho tiempo fue una auténtica quimera.

A finales del 2021, cuando los nubarrones no habían ni mucho menos amainado, Sharath Jois anunció la reapertura de su shala para una nueva temporada de clases de tres meses.  Las condiciones del viaje, en cambio, eran terribles.  La embajada de la India anunciaba que se expedían visados de turista con treinta día de duración tan sólo y que los viajeros tenían que quedarse confinados durante una semana nada más aterrizar, por lo que ni nos lo planteamos.  De hecho, la temporada de invierno 2021-2022 debió resultar bastante azarosa, con muy poca gente en la shala y numerosos contagios y confinamientos.  

El nuevo año 2022 trajo una mejora generalizada en todo el mundo y Sharathji volvió a anunciar una temporada de clases en verano, entre julio y septiembre.  No obstante, acostumbrados a que las autoridades alternaran periodos de relativa libertad con otros de restricciones extremas, nuestros planes para el verano fueron conservadores y renunciamos a un posible viaje a India.  

La temporada de verano comenzó y las noticias que nos llegaron desde la India resultaron muy esperanzadoras.  Las clases en Mysore transcurrían sin incidentes, en casa el foco de las noticias se desviaba en otras direcciones y finalmente el mundo parecía volver a respirar tranquilo en lo que respectaba al coronavirus.  Por lo tanto, cuando a principios de agosto la web de Sharath Yoga Centre anunció un nuevo periodo de clases en noviembre y diciembre, decidimos probar suerte y enviamos nuestra solicitud, que fue aceptada en pocos días.  ¡Volveríamos a India cuatro años después!

Recién llegados a Mysore el 31 de octubre del 2022.

Tarjetas de estudiante durante el primer mes.

Tarjetas de estudiante durante el segundo mes.

Hubo que atar muchos cabos antes de partir y organizar los horarios para que nuestros queridos Carol, Aitor y Leyre nos cubriesen todas las clases de Ashtanga Yoga Bilbao durante dos meses, pero finalmente llegó el día.  Volamos el 30 de octubre, llegamos a Mysore para inscribirnos en el Sharath Yoga Centre el 31 de octubre junto con alrededor de 300 estudiantes procedentes de todo el mundo.  El martes 1 de noviembre ya hicimos nuestra primera clase con Sharathji.  La temporada empezó con dos días de clases guiadas de primera serie y a partir del jueves 3 de noviembre comenzó lo que sería la rutina habitual: clases estilo Mysore de martes a viernes, guiada de primera serie el sábado y guiada de segunda serie el lunes. 

Muchas personas, sobre todo antiguos estudiantes, añoran los tiempos de la shala antigua de Gokulam, e incluso de Lakshmipuram, en los que coincidían muy pocos estudiantes y se sentían como una familia.  Lo que suelen pasar por alto estas personas es que entonces Ashtanga Yoga era una práctica marginal que era practicada por un pequeño puñado de personas. Gracias al trabajo de Sri K. Pattanhi Jois, Sharath Jois y de los profesores autorizados por ellos, Ashtanga Yoga se ha expandido por todo el mundo y ha alcanzado a centenares de miles de personas, algunas de las cuales se han enamorado de esta práctica tal y como lo hicieron los antiguos estudiantes, y han querido conocer ellos también el lugar donde se enseñó originalmente. ¿Acaso es mejor que Ashtanga Yoga sea conocido, practicado y amado por sólo unos pocos? En el Sharath Yoga Centre hemos coincidido personas de Méjico, de Corea, de Francia, de Palestina, de India, de Estados Unidos y de un sinfín de nacionalidades además de… nosotros, representantes de una pequeña escuela en Bilbao. Todos nosotros somos una muestra de nuestras comunidades de Ashtanga Yoga, convertida hoy en una fraternidad mundial.

Después de una primera semana bastante azarosa, ya estábamos completamente asentados, establecidos en una pequeña casa, el sueño regularizado y acostumbrados a las viejas nuevas rutinas.  Y digo "viejas nuevas" porque cada vez que uno regresa a la India tiene que volver a integrar en su cabeza situaciones que en India son normales pero que en casa se antojan realmente extrañas y que después de cuatro años sin pisar estos lares habían quedado enterradas a muchos metros de profundidad.   Así, cosas tan sencillas como cruzar una calle en un país donde se circula por la izquierda y los vehículos no atienden a las normas básicas de circulación o lavarse los dientes con agua embotellada porque el agua del grifo sólo es apta para fregar y ducharse, requieren una considerable reprogramación.  Por suerte, el cerebro es un prodigioso órgano capaz de rescatar rutinas largo tiempo olvidadas y ponerlas en primer plano, de modo que catorce días después ya estábamos sumergidos en la cultura de Vishnu y Ganesha, el té masala chai, los platos y vasos de metal con comida picante, los rickshaw, los cocos, las vacas, perros, cabras, ovejas, gallinas y cerdos sueltos por las calles de aceras destrozadas y los retretes sin papel higiénico y con manguerita. 

Una estampa típica de Gokulam.

El famoso templo de Ganesha.

Hemanth y sus cocos, en el cruce de 1st main con Gokulam road. 

Mysore es la meca de Ashtanga Yoga y cada año atrae a miles de personas procedentes de todo el mundo con una devoción especial por este sistema de yoga.  Por supuesto, hay muchos otros profesores, pero Sharath Jois, nieto y sucesor de Pattabhi Jois, es el principal motivo por el que muchas personas, incluidos nosotros, viajamos a Mysore.   En total, hemos sido alrededor de trescientos "afortunados" los que hemos conseguido una plaza para estudiar con Sharath durante esta corta temporada de dos meses de duración, entre seguramente varios miles que rellenaron la solicitud.  

Finalmente hemos tenido ocasión de conocer la nueva shala a la que Sharath trasladó sus clases a partir de 2019.  Nuestro último viaje había tenido lugar en agosto del 2018 y siempre habíamos estado en la shala de Gokulam. La experiencia, coincidimos Nines y yo, es muy positiva.  La vieja shala era mucho más pequeña y tenía muchos inconvenientes: el calor era insoportable, había sitios sumamente incómodos y en las clases guiadas la gente estaba inhumanamente hacinada.  La nueva shala, grande como un pabellón de baloncesto, es mucho más cómoda. Los vestuarios son amplios, con numerosos cuartos de baño, y el espacio de práctica es tan amplio que, ahora sí, se puede respirar sin derretirse como un Frigopie en un baño turco. En las clases Mysore sigue habiendo el mismo número de personas (turnos de 65 personas, cuando en la shala de Gokulam contaba 62) atendidos por Sharath y cinco ayudantes, todos ellos profesores autorizados, y es en las clases guiadas cuando se aprovecha la totalidad de la superficie para que todos quepamos en un mismo turno. 

Esperando para entrar a practicar en el Sharath Yoga Centre.  3:40 de la mañana.

Un ángulo interesante de la entrada al Sharath Yoga Centre.

Docenas de zapatos en las escaleras de entrada.

Junto al altar del Sharath Yoga Centre.

Una foto con los rusos Natalia e Iván que permite apreciar la amplitud del espacio.  En el suelo, se ven las marcas amarillas y negras que delimitan los espacios de práctica en las sesiones estilo Mysore.

La principal pega estriba en que la nueva shala se encuentra a 10 kilómetros de Gokulam, lo que complica la logística y se antoja necesario alquilar una moto o moverse en rickshaw, Mi hora de práctica en las clases estilo Mysore (de martes a viernes) ha sido las 04:00 de la mañana, mientras que la de Nines ha sido las 05:30.  El motivo por el que no hemos practicado juntos es que Sharathji ha querido ordenar a la gente por veteranía, situando en los primeros turnos a las personas más veteranas con más viajes a Mysore y en los últimos a las nuevas.  Como profesor autorizado, a mí me asignó el primero de los turnos, mientras que a Nines la ha colocado en el inmediatamente siguiente. 

Si hubiera una manera sencilla de describir la India, sin duda habría que decir que se trata de un país de enormes contrastes.  Por ejemplo, a los indios les encantan los colores vivos y así los lucen en su ropa, en su comida, en la decoración de sus templos, en sus vehículos, en los carromatos en los que venden fruta o té chai.  Casitas humildes las pintan de azul intenso o verde pastel, sus moradores te saludan con una amplia sonrisa y en el umbral de sus casas pintan, sobre la acera, elaborados rangolis como flores multipétalo con tiza de color.  Pero, al mismo tiempo, junto al templo con la decoración más primorosa, te puedes dar de bruces con la mayor cochambre imaginable: basura esparcida que nadie recoge, cabras y gallinas sueltas, mendigos descalzos y un socavón que los perros callejeros y los rickshaws soslayan como buenamente pueden.  Son muy espirituales, pero intentan engañarte a la mínima oportunidad.  Te hablan de que el ajo y la cebolla son demasiado picantes y la antítesis de la virtuosa comida sáttvica, pero no encuentras un plato indio que no tenga su buena dosis de guindilla.  Puedes pedirte un café por 10 rupias en una tabernilla de mala muerte a pie de calle, y a unos metros te ponen un capuccino por 150 rupias en un local con ínfulas de cafetería a orillas del Sena.   Un carro arrastrado por un búfalo coincide en un semáforo con un Mercedes todoterreno y una familia entera montada sobre la misma motocicleta.   No puedes apenas respirar por la contaminación en una carretera principal, y al cabo de unos minutos te encuentras paseando por la orilla de un gigantesco lago (Kukkarahalli) situado en medio de la ciudad con pájaros majestuosos surcando sus aguas.  Así es la India.  Un desorden ordenado. Una suciedad rutilante. Un paraiso gris. Un manjar que apenas puedes tragar.  Una estafa que pagas encantado.  Una paradoja, un oximoron que te cuesta entender, que te enerva, que te desagrada y a la vez, que te fascina. 

Establo de vacas en plena calle.

Un rincón del palacio de Mysore.

Poblado de chabolas en Gokulam.

Los jardines del Green Hotel.

El caos del mercado Devaraja.

El precioso parque Cheluvamba y la preciosa Nines.

Caótico andamiaje en una construcción.

El lago Kukkarahalli: un vergel en medio de Mysore.

Otra vista del lago Kukkarahalli.  Impresionante.

Una escalera que cumple toda la normativa de seguridad ISO 9001.

Los jardines del Palacio de Mysore con el propio palacio detrás.

El meollo del viaje, su motivo principal, es decir, la práctica de Ashtanga Yoga en el Sharath Yoga Center, transcurrió satisfactoriamente.  En realidad, se trataba de una actividad que condicionaba toda nuestra jornada.   Mi despertador sonaba a las 2:50 de la madrugada. A las 3:25 venía a buscarme el rickshaw en el que también viajaban Aurelie, de Francia, y Mariela, de Costa Rica, y llegábamos al Sharath Yoga Center a las 3:40.  Esperábamos algunos minutos ante la puerta y cuando llegaba el coche de Sharath una señora que se encargaba de las tareas de limpieza y al mismo tiempo custodiaba el lugar a modo de ama de llaves nos abría la puerta y entrábamos.   Los que estábamos en el primer turno solíamos ponernos siempre en los mismos sitios: los bajitos en las tres primeras filas y los más altos en las dos últimas.  Sharath decía que para que pueda vernos mejor a todos. 65 personas en total en cinco filas de a trece.  Durante los dos meses en las clases estilo Mysore tuve a las mismas vecinas de esterilla: Carol de Argentina pero residente en Berlín a mi derecha y Mira de Munich a mi izquierda.  Cada mañana la misma ceremonia: dejar la esterilla en el sitio, cambiarse en los vestuarios y empezar la práctica sin más. Sharath entraba en su despacho y se quedaba en él un buen rato.  Todos los días tenía unos cuantos meetings de cinco minutos de duración con algunos estudiantes.  Reuniones con Sharath a las 4:00 de la mañana, sí. Entretanto, sus cinco ayudantes del primer turno guardaban el espacio.  Luego salía Sharath.  En primer lugar se dirigía al altar con la gran imagen de Pattabhi Jois y la de Krishnamacharya y les dedicaba unas reverencias con incienso y murmuraba unas oraciones. Después, exclamaba el habitual "Samasthih" ante el que interrumpíamos nuestra práctica para recitar el mantra de Ashtanga Yoga.  Llegado ese momento yo ya había terminado los saludos al sol, la secuencia fundamental hasta parsvottanasana y en la serie intermedia había llegado quizás hasta dhanurasana.  Sharath recitaba en mantra inicial en dos tonos distintos: uno terminando las sílabas impares (excepto la quinta) en un tono alto, como lo hace Luke Jordan, y otro el normal que escucháis en Ashtanga Yoga BIlbao y en la mayorúa de shalas. Las primeras semanas solía recitar el del tono más alto, pero después predominó el que me resulta más familiar. 

La última vez que estuve en Mysore, en agosto del 2018, mi práctica había llegado hasta karandavasana, y a pesar de que haya aprendido más asanas con otros profesores durante estos años, Sharath quiere que la gente continúe la práctica desde el punto en que se encontraba en su último viaje en Mysore.  En realidad, en estos últimos cuatro años ya había terminado la serie intermedia y comenzado la tercera con Lucía Andrade quien, por cierto, estuvo también en Mysore como alumna con su marido y su hijo.  Es muy habitual esto de que la gente tenga en casa prácticas más largas que las que tiene en Mysore.  Sharath quiere que todo el mundo pase a través de su filtro y sea él en persona quien supervise la práctica de cada uno asana asana, pero no siempre es posible venir a Mysore regularmente y por ello muchos acabamos aprendiendo más allá de lo que Sharath nos permitió hacer la última vez.  Por lo tanto, durante las primeras semanas me ceñí a mi práctica de serie intermedia hasta karandavasana, pero saltaba a la vista que Sharath consideraba de que estaba preparado para continuar y después de esas semanas de "rodaje" me fue avanzando a un ritmo constante y con bastante rapidez, de manera que una tras otra fueron cayendo mayurasana, nakrasanavatayanasana, parighasana, gomukhasana, supta urdhva pada vajrasana, hasta que finalmente, el jueves 8 de diciembre, tras preguntarme cuál era mi última postura (le gusta especialmente preguntar el trabalüénguico nombre de supta urdhva pada vajrasana), me dijo que al día siguiente hiciera los siete sirsasanas, es decir, los tres mukta hasta sirsasana y los cuatro baddha hasta sirsasana, lo que suponía para mí algo muy especial: ¡terminar la segunda serie con Sharathji!  

Clase guiada de la primera serie.  Estos cuatro vídeos están extraídos del perfil de Instagram de Sharathji @sharathjoisr

Clase estilo Mysore.  Al fondo, sobre una esterilla roja y haciendo tittibhasana, aparece un servidor.

Otro momento de una clase guiada estilo Mysore.  Si se busca, se nos puede ver a Nines y a mí sobre esterilla roja y amarilla, uno junto a otro.

Posturas finales durante una clase guiada de la serie intermedia.  De nuevo, los dos somos identificables; yo más fácilmente porque estoy en segunda fila sobre esterilla roja.

Espera para la clase guiada de la serie intermedia.  Apréciese la diferencia horaria respecto a la clase Mysore.

Sharathji durante una conferencia.

Clase de chanting con Lakshmisha.

Con Mariela y Aurelie, mis compañeras de rickshaw durante estos dos meses.

Al día siguiente, viernes 9 de diciembre, debió dar por buenos mis sirsasanas y me dijo que la semana siguiente comenzase los handstands, es decir, la secuencia de equilibrios sobre manos con que concluye la serie intermedia.  Tras la clase, me postré a sus pies y le di las gracias.  Él me había enseñado la primera postura de la segunda serie -pashasana- en agosto del 2008, y catorce años más tarde la había terminado.  En las semanas que quedaban aún comenzaría la primera postura de la tercera serie, vishwamitrasana, pero el hito principal del viaje en lo que respecta a mi práctica con Sharathji había tenido lugar ese viernes 9 de diciembre, y siempre lo recordaré.

Por parte de Nines, durante este viaje su práctica avanzó desde kapotasana hasta eka pada sirsasana y cumplió el importante hito de comenzar a asistir a las clases guiadas de la serie intermedia los lunes a las 7:30 de la mañana. En las clases estilo Mysore Nines estaba en el segundo turno, que sobre el papel empezaba a las 5:30 pero que en la práctica lo hacía a las 5:00. A la gente que no estaba en el primer turno le tocaba esperar hasta que hubiera un hueco libre, de manera que siempre hubiese 65 personas practicando, como en las camas calientes de un submarino.  Mientras Nines esperaba yo hacía mi última postura y la secuencia de backbendings y me retiraba a colocarme detrás de unos biombos que separan la zona principal de la zona de finales donde hacíamos la secuencia de cierre. De camino, siempre me daba tiempo a saludar a Nines, a punto de entrar a su práctica.  Para las 6 de la mañana ya estaba de vuelta en casa y, por lo general, me echaba una siesta mientras aguardaba el regreso de Nines para desayunar juntos.

Ésta era nuestra rutina de martes a viernes.  Los sábados había una clase guiada de la primera serie a las 6:30 de la mañana y los lunes otra clase guiada de serie intermedia a las 7:30, precedida de una clase guidada de la primera serie para las personas que no hiciesen intermedia.  Los domingos y los días de luna llena y nueva eran días de descanso.  También estaban las clases obligatorias de chanting con Lakshmisha y unas clases de cultura general de yoga también con Lakshmisha a las que nos apuntamos.   Tampoco voy a decir que fuese una vida dura, porque durante el resto del día teníamos grandes legajos de tiempo para dedicarlos a lo que más apeteciera: descansar, comer, visitar sitios, alternar con gente, apuntarte a cursos con múltiples opciones... pero reconozco que el tema del sueño se hacía duro.  De martes a viernes había que levantarse a las 3 de la mañana pero de sábado a lunes podías hacerlo mucho más tarde.  Los hábitos de sueño estuvieron quebrados durante los dos meses y cada lunes por la noche se hacía muy cuesta arriba, porque intentabas dormirte a las ocho de la tarde pero los ojos, simplemente, no se cerraban.  Las personas que viajan por primera vez a Mysore lo tienen mucho más fácil en este sentido, porque entran a practicar a las clases estilo Mysore a una hora muy similar a la que entran a las clases guiadas.  Para los veteranos, en cambio...  

Autorizados nivel 1 y 2

El momento especial que por siempre recordaremos de este viaje sucedió el jueves 14 de diciembre y tuvo un sabor completamente agridulce.  El miércoles 13 Nines recibió una noticia terrible desde España concerniente a su familia.  No entraré aquí en detalles; las personas cercanas a nosotros ya los conocen.  En pocas palabras: un familiar muy cercano iba a ser operado de urgencia el viernes 15.  No sabíamos lo que hacer; la familia de Nines le aconsejó que se quedara en la India y que ellos se harían cargo de todo.  Ante lo que pudiera pasar, decidimos hablar con Sharathji para que supiera que, en función de lo que ocurriera en España, quizás teníamos que volar precipitadamente de vuelta sin despedirnos.  Mucha gente quiere hablar con Sharath por diversos motivos y lo habitual es que se solicite a su secretaria Usha una cita.  Al día siguiente jueves fuimos adonde Usha y se lo contamos.  Ella nos llevó inmediatamente adonde Sharathji para que habláramos con él en persona.  Los dos fueron muy sensibles ante la situación y, para nuestra sorpresa, Sharathji decidió ahí mismo darle a Nines la autorización nivel 1 y a mí subirme al nivel 2.  En verdad, fue bastante desconcertante.  Tras hablar del problema, Sharatji le preguntó a Nines a ver cuántas veces había venido y cuál era su última postura, y decidió hacer por la vía rápida lo que me imagino habría llegado también de forma natural: era el quinto viaje de Nines a Mysore y lo tenía más que merecido.  La idea era que, si nos teníamos que ir el sábado o el domingo, lo hiciéramos con las autorizaciones en la mano.  

Al final, la operación salió bien y, a pesar de las dudas de Nines, su familia le convenció para que se quedara, por lo que completamos el viaje tal y como estaba previsto.  Durante más de una semana mantuvimos en silencio el tema de las autorizaciones porque, lógicamente, Nines no tenía cuerpo para felicitaciones y celebraciones.  Finalmente, su familiar salió del hospital y todo pareció ir a mejor, así que pudimos celebrarlo y el último día nos sacamos la habitual foto con Sharathji mostrando nuestras flamantes autorizaciones.


La fotografía que encabeza esta entrada y que aquí reproduzco de nuevo es muy especial porque cierra un círculo que comenzó hace muchos años.  Está destinada a ser enmarcada y colocada en un lugar preferente de la escuela de la misma manera que lo que la fotografía representa ocupa un lugar preferente en nuestras vidas.

Desde el año 2015 Nines y yo hemos entregado nuestras vidas a la transmisión de está práctica, manteniendo una escuela de Ashtanga Yoga tradicional de acuerdo con el método que se ha estado enseñando en la ciudad de Mysore desde hace casi un siglo y que fue divulgado fuera de la India por Sri Krishna Pattabhi Jois, el abuelo de Sharath Jois, junto a quien posamos en esta fotografía y que fue su discípulo más intimo durante veinte años.  En la actualidad, en Ashtanga Yoga Bilbao ofrecemos más de cuarenta horas de clases de Ashtanga Yoga y sólo de Ashtanga Yoga seis días a la semana, co clases estilo Mysore de lunes a viernes y clase guiada de la primera serie el sábado, a imagen y semejanza de la escuela original en Mysore.

Ashtanga Yoga es nuestra pasión, es nuestra profesión, es nuestra vida.  La tradición del Ashtanga Yoga de Mysore no es un polvorienta leyenda del pasado, sino una realidad que sigue viva hoy día y sentimos que Mysore es el sitio en el que hay que estar si queremos seguir ofreciéndoles lo máximo a las personas que se acerquen a nosotros.  Es nuestra prioridad que los estudiantes que acudan a Ashtanga Yoga Bilbao reciban una enseñanza auténtica y por eso creemos que una relación estrecha con Sharathji y su escuela, el profesor y el lugar más genuinos para aprender Ashtanga Yoga, es absolutamente necesaria.

En este último viaje ambos, Nines y yo, hemos obtenido el reconocimiento del paramagurú de Ashtanga Yoga para enseñar la primera serie y la segunda serie, respectivamente.  A muchas personas esto les puede parecer una tontería.  Al fin y al cabo, para abrir una escuela de Ashtanga Yoga no hace falta título alguno.  El ayuntamiento no te lo va a exigir a la hora de solicitar una licencia de actividad.  La seguridad social no te lo va a pedir para darte de alta en el impuesto de actividades económicas.  En términos legales, burocráticos, no tiene ninguna validez.

Además, la autorización de Sharathji es muy cara; para llegar a este punto Nines y yo hemos necesitado entre los dos un total de once viajes, que han implicado pasar más de dieciséis meses de nuestra vida en la india, miles de euros en gastos, sino decenas de miles de euros invertidos en vuelos, alojamientos, clases y toda clase de gastos relacionados con una estancia de varios meses en otro país, ni qué decir cuando además tienes que mantener una escuela de yoga abierta en casa.  Puestos a conseguir un papel, sale mucho más rentable apuntarse a alguno de los teacher trainings que pululan por España o el mismo Bilbao.  Aflojas mil, dos mil euros y, sin necesidad de desplazarte a medio mundo de distancia, en apenas treinta días o un puñado de fines de semana distribuidos a lo largo de un curso escolar, ya tienes un tus manos un rimbombante título de profesor de yoga registrado de 200 horas y puedes aparecer en el listado de la Yoga Alliance o alguna patraña similar.  Total, ninguno de los dos (ni la autorización de Mysore ni el certificado de la Yoga Alliance) tienen ninguna utilidad a efectos legales y prácticos más allá de la importancia que uno quiera darle.  Además, la mayoría de los estudiantes que tocan tu puerta ni siquiera se molestarán en comprobar si tienes un título ni cuál tienes .  Entonces, ¿para qué complicarse?

A nuestro entender, desde el punto de vista de un practicante de Ashtanga Yoga comprometido, la autorización de Sharath Jois es el máximo reconocimiento posible.  La autorización de Mysore la reciben, únicamente y sin excepción, personas con años de recorrido a sus espaldas.  No hay atajos que valgan.  Sharath es perfectamente conocedor de la gran estafa que está teniendo lugar con los teacher trainings en los que gente sin absolutamente ninguna experiencia en yoga tiene al alcance de su mano convertirse en "profesor" en un mes, y se encarga personalmente de que las autorizaciones que expide sean especialmente difíciles de conseguir y estén fundamentadas sobre una experiencia de muchos años.

Todos los profesores que nos han enseñado, que nos han inspirado, que nos han servido de modelo y ejemplo, han sido autorizados para enseñar el método de Ashtanga Yoga por Pattabhi Jois o por Sharath Jois, a quienes ellos mismos han considerado sus referentes.  Nos vienen a la cabeza nombres como Borja Romero-Valdespino de Ashtanga Yoga Madrid, quien nos guió como un padre durante diez años; Tomás Zorzo del Centro de Yoga Ashtanga en Oviedo, pionerp del Ashtanga Yoga en España y a quien tenemos la suerte de poder considerarlo un amigo; Peter Sanson de Nueva Zelanda, quien desde hace más de quince años con sus visitas en primavera ha sido un galvanizador para la comunidad de Ashtanga Yoga española, Gabriella Pascoli, con quien vivimos unos meses inolvidables en Madrid en el año 2014; José Carballa y Rafael Martínez de Mysore House Madrid, quienes fueron un faro en medio de las tinieblas durante nuestros primeros años en Bilbao sin guía; los certificados Lucía Andrade y Luke Jordan, quienes nos han enseñado en estos últimos años.  Todos ellos son profesores con décadas experiencia a sus espaldas y con un mismos denominador común: Mysore y Pattabhi Jois/Sharath Jois.  Así que por todos estos motivos, para nosotros es un gran honor haber recibido la bendición, el "blessing" del maestro del que han aprendido nuestros maestros y haberlo experimentado en primera persona nosotros mismos.

Sharath Jois nos ha acompañado a lo largo de todo nuestro recorrido en sus diferentes etapas: los años en Madrid del 2006 al 2015 y los años en Bilbao desde el 2015 hasta hoy.  Con él hemos practicado en los años 2008, 2013, 2014, 2015, 2017, 2018 y 2022 y esperamos seguir haciéndolo.  ¡Hasta pronto!