miércoles, 30 de marzo de 2016

Práctica estilo Mysore en Mysore, valga la redundancia.

[Nota introductoria: A pesar de estar en tiempo presente, este texto fue escrito en el mes de enero del 2015 y conforma el séptimo capítulo de la Crónica de mi viaje a Mysore 2014-2015.]


Calzado acumulado en las escaleras de entrada, imagen típica durante una mañana de clase en el KPJAYI.

En las mañanas de clase estilo Mysore los alumnos practican de manera distribuida según el criterio de Sharath. A diferencia de temporadas anteriores en que había turnos cada quince minutos, este año las rondas de alumnos han sido establecidas en intervalos de treinta minutos a partir de las 04:30. Cuando entra a practicar, por ejemplo, el último alumno del turno de las 06:30 -mi caso en enero-, deben de ser aproximadamente las 07:00, y todos los que tienen escrita en su tarjeta las 07:00 entran entre esa hora y las 07:30. Este equilibrio entre turnos se mantiene durante buena parte de la mañana pero, por desgracia, cada turno siempre le acaba rascando unos minutos al siguiente de manera que, según compruebo cuando salgo de mi práctica hacia las 08:45, hay un atasco considerable con gente de las 08:30, de las 09:00, y no me extrañaría nada que también de las 08:00, atestando hall de entrada y escaleras.

Incluso en el mejor de los casos, durante los turnos que no se ven desbordados, nada te quita tu media hora de espera. Hay carteles en los que se recomienda a los alumnos llegar quince minutos antes de su hora, pero si lo haces así puedes tener la certeza de que los primeros de tu turno habrán llegado por lo menos media hora antes y que por lo tanto tú vas a esperar bastante más que quince minutos. Yo me limito a llegar a mi hora (las 7:30 en diciembre y las 06:30 en enero) y conformarme con entrar entre los últimos de mi turno. Resignado a una inevitable espera de media hora, prefiero hacerla lo más tarde posible. Y no me puedo quejar para nada porque, a pesar de la espera, a mí no me toca nunca un sitio demasiado incómodo. Privilegios por ser alto y grande, qué cosas. En efecto, los que levantarían la cabeza cuando Sharath dice: "One more, small!", a la tediosa espera le suman la posibilidad de tener que acomodarse en rincones miserables, como el stage, junto a la puerta entreabierta, en el lateral derecho con una pared a un lado y un pseudotecho a dos palmos de su cabeza o en los huecos transversales que quedan en esquinas y pasillos. El año pasado Nines me decía, no sin razón, que entonces la gente "small" como ella tendría que pagar menos.

Espera previa a una clase Mysore en el vestíbulo.

Nada más entrar en el vestíbulo de espera un golpe de calor te da la bienvenida y empaña los cristales de tus gafas -si las llevas-. Aunque, más allá del cambio de temperatura, en seguida notas esa energía, esa intensidad o como se quiera llamarla, que desprende la main shala. Dentro, sesenta estudiantes -sesenta y dos, para ser exactos, y siempre que no me haya equivocado al contar- ejecutan su práctica mientras Sharath y tres asistentes los velan y los retratos y fotografías de los miembros de la familia Jois y Krishnamacharya observan a todos. La magia de este lugar no se basa sólo en el microclima generado por la transpiración de varias docenas de cuerpos. No se trata de una magnitud física que podamos definir y medir o cuantificar, pero sin duda está ahí.

En cierta ocasión leí, y creo que no era en ningún libro trascendental, sino en una simple novela de ficción, que cuando en un sitio suceden ciertas cosas, lo ocurrido permanece al cabo del tiempo. Los lugares sagrados son el más claro ejemplo: una iglesia o un cementerio no son nunca tomados a la ligera; lo que entre sus muros ha acaecido modifica la percepción que de ellos se tiene e incluso aunque uno esté solo se pasea por ellos con respeto, reconociéndolos como símbolos tangibles del gran misterio de la vida. También se puede hablar de emplazamientos históricos tales como Stonehenge, las Termópilas, el Coliseo de Roma, Covadonga o la Bastilla, sitios en los que sin duda el pasado sobrevive en el presente. De igual modo, la casa donde algún artista desarrolló su obra o un científico llevó a cabo un importante descubrimiento, la Universidad de Salamanca o la ciudad de Florencia, evocan al visitante mucho más que un simple conjunto de piedras puestas unas sobre otras, y se busca protegerlos y conservarlos.

La pared de la main shala del KPJAYI, repleta de retratos e imágenes con gran significado en la tradición de Ashtanga Yoga.

Por eso, a pesar de que, de manera fría y racional se pueda llegar a pensar que la escuela de Ashtanga Yoga que abriera Sri Krishna Pattabhi Jois en Gokulam no es más que eso, un simple lugar, una coordenada más del planeta Tierra, con su latitud y su longitud, lo que ahí ha pasado y lo que ese lugar representa, a pesar de sus muchos defectos e incomodidades, resulta abrumador. Ahí está el origen aún latente de una práctica que ha llevado a muchas personas de todo el mundo a la salud, a la búsqueda de sí mismos y a la espiritualidad. Ahí se encuentra el extremo florido de un árbol entre cuyas ramas se cuentan Pattabhi Jois, Krishnamacharya y Ramamohan y en cuyas raíces descansa Patanjali, el sabio de las mil cabezas de cobra resplandecientes. Y ahí nos encontramos todos, cuando en cualquier lugar del mundo se canta el mantra que da inicio a una clase de Ashtanga Yoga, con la foto de Guruji en un rincón acompañada de una vela encendida. Esa conexión con lo trascendente que no se puede palpar, que no se puede demostrar y de la que en estos momentos algún lector quizás se está descojonando, es la energía, la presencia o el espíritu que, si uno es lo suficientemente sensible, se percibe al entrar en la shala.

La entrega y la devoción de las personas que practican a tu lado y que han hecho de esta disciplina física y espiritual parte de sus vidas se unen con todo lo anterior para conformar un cóctel explosivo. La energía del grupo, todos los sabemos, constituye un importante acicate, y en Mysore la práctica es tan vibrante, tiene tanto estímulo, que se puede llegar a hacer realmente agotadora. En mi caso, que rompo a sudar a lo bestia con el primer el surya namaskar B, lo primero que hago para no apurar mi particular barra de energía es modular la respiración: profunda, pero suave, tratando de mantener lo más bajo posible el ritmo del corazón y sin añadir todavía más calor al que ya siento. Si te toca la primera o la última fila, ese calor se ve menguado por el aire fresco que se desliza a través de las ventanas abiertas y te refresca pecho o espalda en oleadas, pero ese pequeño alivio nunca es suficiente y, si acaso, hasta puede llegar a resultar fastidioso por lo poco recomendables que resultan las corrientes de aire en lo que a resfriados respecta.

Un punto de vista de una clase estilo Mysore en la main shala.

En el año 2008, recién llegados de España, Nacho y yo salimos tan agotados de nuestra primera clase en Mysore que nos pasamos los tres días siguientes postrados en cama descansando. En la última conferencia de Sharath a la que he asistido esta temporada él mismo ha hablado del concepto de yogi fever o asana fever que surge en la práctica de yoga cuando el cuerpo no es capaz de soportar cierto nivel de intensidad. Sharath explicó que él pasó por ello cuando Guruji le ajustó por primera vez en un backbending extremo. Durante este viaje a Mysore, en concreto al ejecutar posturas hacia atrás tipo kapotasana, a veces he sentido mareos y náuseas pero, por suerte, no he vuelto a sufrir ningún episodio similar de agotamiento que no se enmendase con dos o tres cocos y una Larabar, con la excepción de un día que practiqué con dolor de cabeza. Aunque pude terminar toda la práctica, cuando me retiré a hacer finales sólo hice savasana -sukhasana- y después me fui a casa a echar una siesta de tres horas. Al despertar, estaba recuperado.

Por eso, la norma en Mysore es que durante su primera semana todos los estudiantes, sea cual sea su nivel de práctica, hagan sólo primary series. Así se tiene un cierto periodo de adaptación tras el viaje y el cambio de horario y hábitos. Dado que todos los que empezaron a practicar el uno de octubre se encontraban en la misma situación, Sharath inauguró la temporada con cuatro días seguidos de clases guiadas de serie primera. Después de una semana exacta, la gente puede retomar la misma práctica que tenía la última vez que vino a Mysore a estudiar con Sharath. Ojo con esto: lo mismo que estudiaste la última vez con Sharath. A Sharath le importa un comino lo que hagas en tu país y cómo sea tu práctica con otros profesores. Cuando practicas con él por primera vez, comienzas desde cero y, a lo sumo, te deja terminar la primera serie, pero no más. Él es quien determina cuándo haces pashasana y las siguientes posturas y, cuidado con pasarte de listo y hacer mas de lo debido porque, aunque su criterio pueda parecer en ocasiones arbitrario, es muy estricto y si te pilla "robando" asanas no se corta un pelo y te hace parar a gritos. Os recomiendo el blog de Ian Grysak, un canadiense que lleva muchos años practicando con Rolf en Goa y que con él ha terminado la cuarta serie. Este año ha hecho su primer viaje a Mysore y Sharath lo ha tenido casi un mes haciendo sólo la primera serie. En tres meses, Sharath no le ha dejado ir más alla de dwi pada sirsasana, en la primera mitad de la segunda serie. La narración de sus experiencias en el blog resulta sumamente interesante.

Sharath en una clase estilo Mysore.  Imagen publicada anteriormente en este blog.  Pido disculpas por tener que recurrir a esta clase de imágenes de archivo -Google-, pero en teoría está prohibido tomar fotos en el interior del KPJAYI y tengo muy pocas propias.

Mi práctica tras la primera semana ha consistido en un half split de la primera serie con segunda serie hasta eka pada sirsasana. Explicaré un poco qué es eso de half split y full split para los interesados. Mucha gente no sabe que, en realidad, la primera asana de la primera serie es uttitha hasta padangustasana. A las posturas de pie hasta parsvottanasana se las conoce como fundamental asanas. En Ashtanga Yoga, hagas la primera, la tercera o la sexta serie, empezarás siempre con los surya namaskar A y B y a continuación las posturas fundamentales. Si tu práctica es de primera serie, a continuación harás uttitha hasta padangustasana y seguirás adelante a través de todas las asanas de la primera serie hasta setu bandhasana para terminar con puentes y la secuencia final.

Cuando llega el día en que aprendes pashasana, la primera asana de la segunda serie o serie intermedia, tu práctica no cambia mucho. Simplemente continúas haciendo la misma secuencia de primera serie añadiendo pashasana a continuación de setu bandhasana y antes de los puentes. A medida que vas aprendiendo nuevas posturas de la segunda serie, las asimilas en tu rutina de la misma manera. Hasta que al final, cuando has aprendido un número considerable de asanas de la segunda serie, se produce el half split, que consiste en practicar cada día sólo una mitad de la primera serie y, a continuación, todas las asanas que hagas de la serie intermedia. La división es un poco rara porque, en verdad, la primera mitad es bastante más larga: un día practicas desde uttitha hasta padangustasana hasta navasana, y otro día desde bhuja pidasana hasta setu bandhasana. La idea es que llegue un punto en que tu rutina de segunda serie tenga mayor peso que tu rutina de primera serie, la cual se supone llevas mucho tiempo practicando. El hito para hacer half split suele ser el momento en que aprendes eka pada sirsasana. Supone todo un alivio para el estudiante, porque llegado ese punto la práctica de primera con segunda supera ampliamente las dos horas de duración.

Badha konasana, en primer plano.

Con el tiempo, según se van añadiendo nuevas asanas de la serie intermedia, se produce el full split, que implica que las asanas de la primera serie desaparecen por completo de tu rutina. Entonces, tras surya namaskar A y B y las posturas fundamentales hasta parsvottanasana, pasas directamente a pashasana. Esto suele pasar cuando se aprende pincha mayurasana. Más adelante, cuando terminas por completar toda la segunda serie y acaba llegando el buen día en que haces vashistasana, la primera asana de la tercera serie o serie avanzada A, la incorporas al final de tu práctica de segunda serie de la misma manera que en su día hiciste con pashasana. Y, en el futuro, a medida que fueras ampliando tu rutina de tercera serie, también habría los correspondientes half split de segunda serie y full split hasta practicar sólo tercera serie.

La misma mecánica se aplicaría a todas las series hasta la sexta o avanzada D. En la hipotética situación de que alguien practicase todas las series, empezaría la semana con la sexta y terminaría con la primera, haciendo una distinta cada día en orden descendente. Cuando se practican varias series, el énfasis se pone en la más avanzada, de manera que una persona que haga tercera serie, practicará ésta todos los días y en los dos últimos hará, respectivamente, sólo segunda y sólo primera. Si practica segunda serie, su rutina será segunda serie todos los días y el último primera serie.

Durante las clases Mysore Sharath suele observar la práctica de la gente desde el stage elevado, como un búho que cubre con su vista todo el bosque. De pronto, ve algo y actúa, enviando a alguno de los asistentes o acudiendo él mismo. Son tres los profesores autorizados que asisten a Sharath en las clases Mysore. Hay dos o tres equipos que se turnan durante toda la mañana. Los que asisten a las 04:30 practican después; el resto antes. Por lo general, son gente experimentada y se puede confiar en que te van a hacer buenos ajustes. Y más te vale confiar en ellos, porque sus manos van a estar encima de ti mucho más a menudo que las de Sharath, que se tiene que distribuir por toda la shala y que, a lo sumo, te toca una o dos veces por semana.

Sharath ayuda a un estudiante a hacer catching.

Un año más hay que hablar del manido tema del catching, la flexión hacia atrás extrema, el puente que se cierra tanto, tanto, que acabas tocando con las manos tus talones y, con ayuda o solo si tienes vocación de contorsionista, agarrándote tus propios tobillos. Su nombre técnico y sumamente descriptivo es chakra bandhasana (rueda agarrada). El catching se ha convertido en uno de los episodios más comentados y temidos entre muchas personas durante su estancia en Mysore. En una conferencia, alguien le preguntó a Sharath cuál era el propósito del catching. La respuesta de Sharath hizo fruncir el ceño a más de uno, yo incluido. Sharath dijo que era "just for fun", por hacer algo divertido al final de la práctica. Una persona agregó de manera espontánea que para ella el catching suponía enfrentarse a algo que le da mucho miedo, como sucede tantas veces en la vida. No fueron esas las palabras de Sharath y, aunque lo hubieran sido, a mí no me habrían parecido válidas. Sharath mismo en sus conferencias ha arremetido a menudo contra ciertos profesores que, con el afán de presumir -"show off"-, cuelgan vídeos en Youtube o enseñan a sus alumnos posturas llamativas para alimentar su ego, tipo el handstand -pino- que, para él, no tiene cabida en la práctica y hasta puede llegar a resultar contraproducente puesto que fortalece sobremanera la articulación de los hombros y limita su movimiento, lastrando las flexiones hacia atrás. El catching es, sin duda, una postura llamativa que no se distingue precisamente por cuidar la salud de la espalda. Si venís a Mysore y tenéis ocasion de hablar del asunto, escucharéis aquí y allá historias de dolores de espalda más o menos importantes así como truculentos relatos de lesiones vertebrales -preguntádselo sino a Ricardo Randall, profesor autorizado en Monterrey- que ponen los pelos de punta. No creo que el "just for fun" justifique esta clase de contorsiones que ponen en peligro algo tan importante como la columna vertebral, el centro vital del ser humano. Puestos a hacer algo divertido, el handstand parece mucho más inocuo. Al menos, lo que uno arriesga es sólo la rigidez de sus hombros. Pero así es el criterio de Sharath, y en Mysore todos lo acatamos.

Durante este viaje a Mysore he hecho el catching muchas veces, pero de manera intermitente. Mi espalda se ha encontrado por lo general bien. Ya durante la primera semana, cuando estaba haciendo sólo primera serie, uno de los asistentes de la shala, tras hacer los puentes, parecía dispuesto a hacerme el catching. Le dije que no, que sin las posturas hacia atrás de la segunda serie no podía ni quería cerrar tanto el puente. Por lo visto, los diferentes asistentes hacen un reparto por alumnos y por posturas, de manera que siempre suele ayudarte la misma persona en las mismas posturas. No es una regla que se cumpla a rajatabla, pero lo cierto es que durante el primer mes una chica de Londres solía ajustarme en kapotasana y un francés en los medios backbends y el catching.

Sharath, más joven que en la foto anterior, asiste en un catching.

Con el tema del catching hay que tener cuidado, y lo que he aprendido a hacer es asumir yo mismo la responsabilidad. Sharath tiene la sensibilidad para percibir cómo se encuentra tu espalda ese dia y la habilidad para llevarte las manos hasta los tobillos sin tirones. Sin embargo, al menos los asistentes que me ha tocado a mí, no tienen ni de lejos su experiencia ni sus aptitudes. Para ellos es un sota, caballo y rey: si ven que haces segunda serie y que te levantas solo desde urdhva dhanurasana, dan por hecho que eres capaz de hacer el catching y, a menos que se lo digas tú y, sobre todo, si eres capaz de caminar con las manos por ti mismo hasta los talones, harán que te agarres los tobillos como sea. Con el francés estuve haciendo el catching durante casi dos semanas, pero empecé a notar cierto dolor en la espalda y le dije que prefería limitarme a cerrar el puente - "only walk". Unas cuantas semanas después, con la espalda recuperada, volví a hacerlo. El segundo mes los que me han estado ajustando han sido un chico de Serbia, y un chico indio que vive en la misma calle que el KPJAYI y que regenta el Green House, una tienda muy popular en la que se venden libros y productos orgánicos. Pavithra no está autorizado que yo sepa, aunque me imagino que lo va a ser este mes después del periodo de asistencia. Los dos han puesto muy buena voluntad pero, tal y como les he intentado explicar varias veces sin éxito, tienen que llevar el peso de mi cuerpo sobre los pies modificando la posición de mi cintura para que pueda levantar las manos del suelo. Por mucho que haya caminado con las manos hasta los talones, si el peso de mi cuerpo se encuentra sobre todo en las manos, difícilmente voy a poder levantarlas para agarrar los tobillos. No sé si es un problema que debo solucionar yo o deben hacerlo ellos, pero me resulta muy desagradable estar en un puente extremo y ver cómo una persona me quita una de las manos y a continuación me quita la otra sin sentir que hay un gran peso sobre ella y que es probable que me caiga. Al final, me acabo cogiendo los tobillos pero tengo una gran sensación de inestabilidad y en seguida salgo. Para ahorrarme posibles disgustos, les he acabado por decir que me duele la espalda -lo cual es mentira- y que prefiero "only walk", reservándome sólo para las ocasiones en que Sharath tiene a bien ajustarme.

Lo peor de este viaje a Mysore ha sido, sin duda, una inflamación de rodilla con la que he tenido que lidiar y con la que todavía hoy estoy lidiando. En este caso, no se puede hablar de que ningún asistente ni Sharath hayan tenido la culpa. El origen se remonta a mis últimas dos lesiones de tobillo fuera de la práctica, la última de ellas el pasado verano. La movilidad de mi tobillo izquierdo estaba comprometida desde hacía varios meses y fue sólo un par de semanas antes de venir a Mysore que pude hacer una práctica de primera serie completa sin limitaciones en todo lo tocante a movimientos de supinación -extensión del lado externo- del tobillo izquierdo. Una de las asanas en las que había tenido problemas era baddha konasana, con sus rotaciones de los dos tobillos, y desde agosto me había acostumbrado a dejarla a la mitad, sin girar plantas de los pies, bajar rodillas ni estrujar la barbilla contra el suelo.

Imagen tomada durante una clase estilo Mysore en los tiempos de Guruji, a quien se ve junto a la puerta.

Al llegar a Mysore llevaba ya dos semanas de práctica en Madrid sin molestias en los tobillos. La práctica en la shala iba genial. El calor, el ambiente, la energía o lo que fuera, me hacían sentir muy ligero y flexible. El entusiasta de Nicolás ya me había empezado a hacer el catching con sus no demasiado duchas manos. Los tobillos y las rodillas, perfectos: marichyasana B y D, garbha pindasana y demás asanas que podrían haber sido delicadas iban como lo seda. Hasta que de pronto, un día, en baddha konasana, la rodilla derecha me dio un latigazo sin aviso previo. Analizando el pasado, creo que lo que pasó fue que, acostumbrado a adaptar el asana durante los meses anteriores por el problema en el tobillo, había situado los pies muy alejados del cuerpo, lo cual no era un problema siempre que las rodillas se mantuvieran arriba. Ese día aciago, lo que hice fue tratar de abrir las plantas de los pies, como antaño, y bajar muslos y rodillas al suelo para completar la asana tal y como no había podido hacer desde agosto. La posición alejada de los pies, con las rodillas en un ángulo inadecuado, llevó demasiada presión a la rodilla. Lo cierto es que estaba pendiente del lado izquierdo, el del tobillo problemático, y el latigazo me pegó en el lado derecho.

Fuera como fuera, la rodilla no estaba bien después del latigazo. Tuve la suerte de conocer a una chica de Canarias -Paula- que es fisioterapeuta. Me examinó la rodilla, hizo unas pruebas de movimiento y determinó que no tenía roturas de menisco ni ligamentos, pero que tenia una hinchazón que no se percibía a simple vista y en contra de la cual no debía actuar porque podía agravarla. Me puso unas tiras elásticas y me dijo que no hiciera nada que molestara a la rodilla. Al día siguiente me presenté a la práctica con las tiras y le dije a Sharath que iba a tener que hacer adaptaciones durante un tiempo y continué haciendo la misma práctica. Los primeros días tuve sensaciones raras, como al acuclillarme y hacer lotos. Al cabo de un tiempo, aprendí a saber qué podía hacer, qué debía hacer y qué no podía ni debía hacer. Curiosamente, las posturas de la segunda serie me causaban menos problemas que las de la primera. Supe de una clínica de fisioterapia india -Avira- y fui a que me vieran. El doctor Ragavendra me confirmó que no tenía nada roto pero que sí tenía una inflamación (artritis) en la articulación. Me prescribió un tratamiento de diez días consistente en calor por ondas electromagnéticas y micromasajes con ultrasonidos que costó 3.000 rupias (unos 40 euros). Paralelamente, me dio una rutina de ejercicios para las piernas. Me dijo que con eso sería más que suficiente. Siguiendo la rutina de ejercicios, en dos o tres meses desaparecería la inflamación y volvería a tener la misma movilidad.

Últimos instantes de una mañana estilo Mysore en el KPJAYI, con los últimos estudiantes en los instantes finales de su práctica.

En la actualidad, ya no tengo sensaciones raras y sigo haciendo una práctica con modificaciones a la espera de que la rodilla recupere toda su amplitud de movimiento. Cada vez la pierna se va soltando más, pero el proceso es lento como me había pronosticado el fisioterapeuta indio. Una cura milagrosa que me hizo un acupuntor coreano recomendado por mis compañeras de piso no sirvió para nada, salvo para sacarme 1.500 rupias y dejarme un moratón. Así que, a día de hoy, los medios lotos con la pierna derecha los hago a medio muslo y los lotos completos con el cruce al revés. Se da la curiosa circunstancia de que en marichyasana D me agarro la muñeca en un lado, y con el otro ni intento el loto. En los medios lotos agarrados -ardha baddha padma y similares- alcanzo a cogerme el talón del pie derecho. Quizás tirando podría llegar más lejos, pero ni se me pasa por la cabeza. Posturas como supta kurmasana, bhekasana o eka pada sirsasana, que se podría pensar que comprometen la rodilla, no me causan problema. Durante una guiada de la serie intermedia, encontrándonos todos haciendo el primer lado de bharadvajasana, Sharath me vociferó que qué hacía cogiéndome el talón. En esa asana se mira hacia atrás y no debió darse cuenta de quién era yo. Me giré a mirarle y le señalé la rodilla, y entonces cayó en la cuenta y se calló. Me figuro que si Sharath no me ha dejado continuar más allá de eka pada sirsasana, ha sido por esto.

Por lo demás, dejando de lado este importante incidente, mi práctica ha ido a más. Hay dos tipos de personas que vienen a la India: los que pierden peso y los que lo ganan. Yo he sido de los primeros. La verdad es que ahora estoy muy, muy delgadito y eso lo noto bastante en la práctica. Como no he perdido fuerza en los brazos, durante las transiciones o vinyasas me siento como una pluma. También he mejorado mucho en flexibilidad. Uno de los cambios más sorprendentes ha tenido lugar en kapotasana, la temible flexión hacia atrás de la serie intermedia. Aquí en Mysore, esa postura no se considera terminada hasta que no te agarras los talones. En Madrid ya era capaz de hacerlo solo, pero necesitaba cuatro o cinco intentos. Aquí en Mysore, después del primer intento siempre venía algún asistente a ajustarme. Sin embargo, en las últimas semanas he sido capaz de hacer la postura completa al segundo intento y sin ayuda. Lo nunca visto. Cuando empecé a hacer esta postura, pensé que eso de cogerse los talones era un mito inalcanzable para los chicarrones del norte como yo. Cinco años después, gracias a las sabias enseñanzas de Borja y también a las de Gabriela durante su estancia el año pasado, he derribado el muro. Me imagino que la pérdida de peso y de masa muscular debido al cambio de rutinas y alimentación ha tenido mucho que ver en ello.

Entrañable selfie con Tanya y Sandra tomando un coco tras la práctica.

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