miércoles, 2 de marzo de 2016

Sobrevivir en Gokulam.

[Nota introductoria: A pesar de estar en tiempo presente, este texto fue escrito en el mes de enero del 2015 y conforma el tercer capítulo de la Crónica de mi viaje a Mysore 2014-2015.]


Una papaya como mi cabeza.  A 20 rupias el kilo, entre un cuarto y un tercio de euro, y además riquísimas, son uno de los principales componentes de la dieta diaria en Mysore.

Una de las cosas más ventajosas con que se encuentra aquí el viajero son los precios.  En España estamos acostumbrados a que cada vez que salgamos a hacer algo fuera de casa nos hagan unas clavadas de espanto.  Con esto de la crisis, somos muchos los que hemos restringido salidas a restaurantes, cines y teatros a momentos puntuales.  En Mysore, en cambio, salvo las clases de yoga, todo es extremadamente barato.  Incluso los sitios claramente orientados a occidentales, donde los precios son mucho más altos, resultan muy asequibles.  Para que os hagáis una idea, en un restaurante caro cada plato cuesta unas 150 rupias (2 euros), y un rickshaw os llevará a cualquier lugar por alrededor de 100 rupias (1,3 euros).  Es decir, que en una velada completa con desplazamiento y cena podéis llegar a gastaros 7 euros, y eso si coméis como bilbaínos y vais solos en el rickshaw.  En Madrid, el menú del día más barato ronda los 10 euros; alguno me podría decir que en el vegetariano Gauranga, en la zona de las Vistillas, se puede comer por 7,5 euros, pero hay que tener en cuenta que en el Gauranga sirven un menú frugal digno de un monje cartujo -como diría Nacho- y que en el caso de Mysore se trata de un restaurante de lo más exclusivo con un precioso jardín y camareros uniformados.  Por otro lado, si no fueseis demasiado amigos del lujo y no os importunase la cocina tradicional india, siempre podríais ir caminando hasta algún restaurante indio típico donde un thali os saldría por 70 rupias - un euro.  Y si vuestras tragaderas os permitieran digerir sin percances los comistrajos que se cocinan en puestos ambulantes callejeros, entonces vuestra cena apenas costaría un par de decenas de rupias - 30 céntimos de euro.

Los puestos de frutas y verduras frescas, baratas y de excelente calidad se encuentran por todo Mysore.
Puestos de comida callejera.  Como cubiertos: las manos.
Apu y su mujer posan con una extranjera y su hijo.  Apu es mi principal proveedor de papayas y plátanos.
Tomando un coco con Curro y otros dos españoles que nos encontramos en el mítico coconut stand de Gokulam.
Una fotografía irrepetible: mi amigo Javi comiendo un thali en la fiesta de cumpleaños de Guruji del 2008.

La opción más económica además de la más saludable, claro está, es la de comprarse los alimentos uno mismo y cocinarlos en casa.  Las personas que pasan una larga temporada aquí terminan por dejar de pensar en euros, toman conciencia de que un billete de cien rupias, que equivale a poco más de un euro, puede dar para mucho y, en algún momento, tarde o temprano, se plantean controlar el gasto.  Lo cierto es que una cesta de la compra básica compuesta de frutas, verduras, cereales, legumbres, lácteos y huevos elementales, sin etiquetas de producto orgánico ni demás zarandajas, tiene un precio ridículo.  Si se evita sucumbir a las delicatessen del chocolate man, de Hashiru, de Dhatu o de Green House y similares, con un presupuesto diario de alrededor de un euro -dos euros si eres de Bilbao-, se puede estar bien alimentado.  Aunque, si conociérais las energy balls de Khushi, una bola de auténtico placer hecha con granola, chocolate y coco y que cuesta 50 rupias, sabríais que mantenerse dentro de un presupuesto espartano estricto es una tarea muy difícil.

En la tienda orgánica de Dhatu, quizás el mejor restaurante de Mysore con comida india adaptada para occidentales.
Barras de chocolate de muchos tipos distintos del chocolate man.
Energy balls de Khushi.  Me traje una docena en la maleta, para alargar los sabores de Mysore algunos días más-

Gokulam resulta un sitio muy agradable para el extranjero, con muchas alternativas pensadas para nosotros, y durante una estancia en Mysore es muy habitual quedar por ahí con la gente a desayunar, comer o cenar en sitios hechos a nuestra medida.  Además, al coincidir con tantas personas dedicadas a la práctica de yoga en general y a la de Ashtanga Yoga en particular, hay muchas probabilidades de que la conversación con los vecinos se torne interesante y se produzcan valiosos intercambios.  ¿En qué otro sitio del mundo podrías llegar a conversar, mientras te tomas un batido de papaya, coco y espirulina, con Mariela Cruz, Elena de Marti o Gibrán González, profesores autorizados de Costa Rica, Italia y Méjico, respectivamente?  En ocasiones, se puede aprender más durante el desayuno que durante la práctica.

El Santosha, lugar de desayunos de referencia para varias generaciones de ashtanguis..
Mi desayuno típico en el Santosha: tortilla especial con todo, pan de ragi -mijo- con bruschetta de tomate y albahaca, porridge de avena con almendras y bottomless -sin fondo -chai.
Nines mimetizándose con el mural de Chakra House.

Y sin embargo, a veces, a uno le queda cierta sensación de artificialidad: estás en la India, las calles están llenas de indios, pero en todos los sitios a los que vas no ves indios salvo como camareros y cocineros.  Te sientas a comer con españoles, filipinos y norteamericanos y en la mesa de al lado hay británicos y finlandeses.  Te tiras dos o tres meses en un estado indio donde se habla el idioma kannada, y las únicas nuevas palabras que acabas aprendiendo son inglesas.  ¡Hasta he aprendido a decir "buenas noches" en coreano gracias a mis compañeras de piso!  Es un poco como lo que pasa con los jubilados británicos en Mallorca, que llevan veinte años viviendo en España y todavía esperan que el chico del supermercado les atienda en inglés.  Lo cierto es que la integración de los extranjeros con la comunidad india es cercana a cero; limitándose en la mayoría de los casos nuestra relación con los locales a meras transacciones comerciales.

Green Hotel.
Nines en los jardines del Green Hotel.
Comida en el Green Hotel.
El salón de café y té del Green Hotel, un lugar muy agradable en el que Nines y yo hemos pasado muchas horas.
Gala de fin de año 2013 en el Latitha Mahal.  Coincidió que el día 1 de enero era luna y nos pegamos este pequeño lujo.  El Lalitha Mahal viene a ser como el Hotel Ritz, pero mucho más asequible si manejas euros.
Nines en el bullicio del centro de Mysore.

Personalmente, tampoco creo que deba ser de otro modo: somos lo que somos, y el barrio de Gokulam y sus servicios quizás sea el puente lógico entre su mundo y el nuestro.  Porque, a la hora de la verdad, cuando salimos de Gokulam y nos sumergimos en la vorágine de la India, con la contaminación, los ruidos por doquier, los mendigos plañideros, la sempiterna suciedad y la comida picante hasta decir basta, no tardamos mucho en echar de menos la tranquilidad y comodidad del oasis que supone Gokulam.  Para integrarse en los usos y costumbres indias, sinceramente creo que hace falta mucho más que unos cuantos viajes.  Es algo que se aprende desde la cuna.

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