miércoles, 13 de abril de 2016

La tradición y el futuro de Ashtanga Yoga.

[Nota introductoria: A pesar de estar en tiempo presente, este texto fue escrito en el mes de enero del 2015 y conforma el noveno y último capítulo de la Crónica de mi viaje a Mysore 2014-2015.  El texto lo terminé antes de saber que iba a ser autorizado para enseñar Ashtanga Yoga, por lo que las opiniones que vierto aquí no estaban influidas por dicha circunstancia, lo cual sin duda añade objetividad al texto.  Dejaré para el epílogo los comentarios actualizados.]


Fotografía de Sharath con su madre Saraswathi ante los retratos de la main shala, profusamente adornados..

Tras repasar las páginas anteriores me he dado cuenta de que he pasado un poco por encima sobre el pequeño detalle de que las clases guiadas tengan lugar en sábado y lunes; siendo el domingo el día oficial de descanso junto con las lunas llenas y nuevas.  En otros tiempos, esto habría sido poco menos que un sacrilegio.  Y es que hasta el año pasado, el día de descanso oficial en Ashtanga Yoga era el sábado.  Desde el propio KPJAYI se esperaba que los profesores autorizados y certificados de todo el mundo hicieran lo mismo que en Mysore y cerraran sus escuelas en sábado.  Se les llegaría incluso a enviar una misiva recordándoles la obligación de no impartir "teacher trainings" bajo ningún seudónimo y de respetar el descanso de las lunas y del sábado.  Pues bien, desde octubre del 2014 se ha dado la vuelta a la tortilla y Sharath ha apostatado de la fe judía para convertirse al cristianismo: del descanso del Sabbath al del Domingo, día del Señor.

El cambio no tiene gran trascendencia, salvo para dar la razón a todos aquellos que no están de acuerdo con eso de que la tradición del Ashtanga Yoga ha permanecido inamovible desde el albor de los tiempos.  En realidad, es evidente que la práctica sí ha ido cambiando.  Sólo hay que leer el libro Guruji de Eddie Stern para comprobar que los primeros estudiantes occidentales de Pattabhi Jois tuvieron experiencias muy distintas a los de hoy, empezando por los menores tiempos de espera -risa forzada-.  De hecho, durante la última conferencia de este mes de enero alguien le preguntó a Sharath acerca de los viejos tiempos en Lakshmipuram en los que había dos prácticas de asanas: una por la mañana y otra por la tarde.  Sharath respondió diciendo que él era muy joven para recordarlo y que, en cualquier caso, la enseñanza en aquellos tiempos estaba todavía "inmadura".

Sharath, de espaldas, durante una conferencia.

¿Qué quería decir con eso?  Me imagino que se refería a que Guruji, según pasaban los años, había ido haciendo cambios con la intención de "perfeccionar la tradición".  Tomás Zorzo en el retiro en Acebo durante el pasado verano nos habló de algunos de ellos.  Antes, por ejemplo, se hacían diez respiraciones en cada asana.  A medida que fueron llegando más alumnos, por una pura cuestión de economía de tiempo, las diez respiraciones se recortaron a ocho y luego a las cinco actuales.  Del full vinyasa se pasó al half vinyasa.  La propia serie de asanas ha sufrido modificaciones.  Sin ir más lejos, en el famoso póster que editó el defenestrado Lino Miele y que Borja tiene colgado en Espoz se observan varias diferencias: de la postura parivrrta parsvakonasana, una de las torsiones que hoy día se hacen al principio de la práctica, no hay ni rastro.  En cambio, de paschimattanasana, la primera postura de suelo de la primera serie, se observan cuatro variantes, cuando hoy día sólo se hacen dos.  Este cambio lo viví en mis propias carnes en el recién estrenado 2007 cuando al volver de vacaciones de Navidad me encontré con que Borja había dejado de guiar paschimattanasana A, B, C y D y sólo guiaba ya A y D.  Me explicó que en Mysore se habían dejado de hacer las otras dos.  Y, sin más, él las quitó también.  La contrapostura de yoga mudra,  que se observa en el póster de Lino, tampoco se hace ya de manera oficial.  Buscad en Google: "Nancy Gilgoff original ashtanga yoga syllabus" y encontraréis fácilmente un documento del año 1974 en el que se listan toda la secuencia de asanas hasta la cuarta serie tal y como se enseñaba en Mysore entonces.  Encontraréis cosas sorprendentes como siete variantes de sirsasana distintas en la secuencia final.  Hoy día sólo se hacen dos, a lo sumo tres si se considera la variante sirsasana C.  Me imagino que el resto se corresponde con la secuencia que hay al final de la serie intermedia.  En algún momento, por algún motivo, Guruji decidiría poner todos esos sirsasanas al final de la segunda serie, como tantas otras cosas que seguramente se me escapen y que fue puliendo a su gusto, porque le convenía o porque de verdad creía que de esa manera era mejor.

Por lo tanto, el Ashtanga Yoga sí es mutable, vaya si lo es.  Lo que hay que tener muy en cuenta, no obstante, es que el que se ha encargado siempre de implementar cambios en el sistema de Ashtanga Yoga según Sri Krisha Pattabhi Jois ha sido el propio Pattabhi Jois o, en todo caso, su heredero Sharath Jois.  Es decir, que el Ashtanga Yoga cambia, sí, pero los cambios se deciden en Mysore y desde Mysore son acatados por los profesores de Ashtanga del mundo, o al menos los que afirman que enseñan el método de Ashtanga Yoga según la tradición de Pattabhi Jois.  Porque si enseñan otra cosa, si creen que son capaces de mejorar el método de Pattabhi Jois, o prefieren enseñar tal y como se enseñaba en 1974, en 1990 o en 2005, entonces no pueden decir que enseñan Ashtanga Yoga según la tradición de Pattabhi Jois.  Podrán hacerlo en la tradición de Lino Miele, de John Scott, de Matthew Sweeney, de Graeme Northfield o de quien sea, pero al menos deberían tener un poco de dignidad y cambiar el nombre de lo que enseñan, no disfrazarse de lo que no son para aprovecharse del tirón publicitario de Mysore, y no venderse como seguidores de una tradición que en el fondo no respetan y creen que se puede y debe mejorar y casualmente ellos saben cómo.

Puede parecer una estructura rígida, monolítica, alguno diría que fascista -término muy de moda para calificar todo aquello que no le gusta a uno, y más aún si implica disciplina, devoción o ambas-, pero no deja de responder al espíritu original de la enseñanza que Pattabhi Jois impartiera en su pequeña escuela en el Palacio de Mysore y luego en Lakshmipuram,  de esa llamada "tradición" que Sharath hoy tanto empeño sigue poniendo en mantener viva, a pesar de las dificultades y de la realidad de los nuevos tiempos.

Sharath en una clase guiada repleta de estudiantes.

Porque hay que reconocer, sí, que lo que los estudiantes que venimos hoy a Mysore vivimos una caricatura de los tiempos de antaño.  Tradicionalmente, el parampara, la transmisión de conocimientos de gurú a discípulo se producía en una estrecha relación en la que el gurú conocía al alumno muy de cerca.  Así aprendió Krishnamacharya de Ramamoham, quien entre otras cosas y, según cuenta la leyenda, le hizo memorizar de principio a fin el Yoga Korunta, texto a partir del cual se dice creó Pattabhi Jois el método de Ashtanga Yoga.  Cuando Pattabhi Jois niño quiso aprender  con Krishnamacharya, éste sometió al aspirante a un riguroso interrogatorio: de dónde era, cómo era su familia, en qué trabajaba su padre, etcétera.  Y es que no todo el mundo era apto de recibir el conocimiento del yoga.  Un valioso diamante no podía ser entregado a un chimpancé, porque no lo apreciaría, lo manosearía torpemente, jugaría con él, y acabaría dejándolo por ahí tirado, roto.  Pattabhi Jois con sus propios alumnos también mantendría relaciones cercanas.  Tomás Zorzo y los antiguos alumnos occidentales, por ejemplo, cuentan cómo se quedaban a vivir en su casa, comían con su familia y, oh dios mío, los llamaba por su nombre.

Hoy día, en cambio, no creo que Sharath se sepa el nombre ni del diez por ciento de los que estamos aquí.  Si mantiene alguna clase de relación personal con alguno, será con un porcentaje todavía menor.  De hecho, para poder hablar con él para pedirle consejo o preguntarle lo que sea, salvo que lo hagas en unos segundos durante las clases, hay que concertar una cita con varias semanas de antelación, y el tiempo que a priori reserva para ti su secretaria Usha son unos escasos cinco minutos mientras Sharath imparte las clases de la tarde a sus alumnos indios.  El problema reside en que la vieja escuela de yoga que durante décadas gestionara Pattabhi Jois a pequeña escala, como una familia, hoy día ha alcanzado dimensiones mundiales.

Sharath durante una conferencia con su hijo, que a menudo irrumpe con desparpajo en las charlas de su padre.

En una de las conferencias -geniales conferencias- que ha impartido Sharath esta temporada y que tuve ocasión de escuchar en persona, nos hizo un emotivo relato de lo que es su día a día:  Si tiene suerte y sus obligaciones familiares -tiene mujer y dos hijos- se lo permiten, se acuesta a las 20:00 horas, aunque muchas veces le dan las 21:00 ó las 22:00 y no se ha dormido aún.  Exhibe unas acusadas ojeras que son visible prueba de ello.  Se levanta, invariablemente, a las 00:45 -sí, las doce y cuarenta y cinco de la medianoche, no se trata de ninguna errata- y realiza su práctica de asanas y las pujas, oraciones o lo que sea que le corresponde hacer por su casta -brahmín, la de los sacerdotes.  Luego, a las 04:30 empiezan las clases con nosotros, con sus varios cientos de alumnos.  Se pasa la mañana entera observándonos, ajustándonos y enseñándonos, a costa de su sueño y de su espalda, que suele andar resentida por estar ayudando a tanta y tanta gente a hacer drop-backs, karandavasanas y demás.  Luego, por la tarde, a las 15:30, vuelve a tener clase con los alumnos indios y residentes.  Según sus propias palabras: "No sabéis lo difícil que es.  Creedme si os digo que no lo hago por dinero.  Os aseguro que existen otras maneras mucho más fáciles de hacer dinero."  A continuación nos confesó que todo lo hacía por amor al yoga, por querer seguir aprendiendo y enseñando lo que su gurú le transmitió, porque no sabría concebir su vida sin yoga y porque tampoco querría hacer otra cosa.

Preciosas palabras, en verdad, a las que, no obstante, y volviendo al punto que nos ocupaba, cabe agregar que una sola persona, por muy entregada que sea, por muy fuerte que sea su sadhana, por mucho que ame el yoga, por muchos sacrificios personales que asuma en mor del linaje, de la tradición, no puede pretender abarcar con sus brazos a todo el mundo.

Los estudiantes se agolpan en la main shala durante una conferencia..

En la actualidad, durante la temporada de seis meses vienen a Mysore a practicar varios centenares de alumnos, puede que más de mil.  Otros muchos, unos cuantos centenares seguramente, se quedan con las ganas y son rechazados.  El Ashtanga Yoga como fenómeno sociológico ha alcanzado unas proporciones inmensas.  Durante el mes de diciembre comprobamos la lista de profesores autorizados y contamos más de quinientos -517-.  La cifra se ha disparado desde que Sharath Jois asumiera el timón en el 2009.  En España, por ejemplo, el número se ha duplicado.  Si a todos los profesores autorizados les diera por venir a estudiar en la misma temporada -cosa que en teoría tienen que hacer- y cada uno se quedara, digamos, dos meses, sólo con ellos bastaría para ocupar la mitad de todas las plazas disponibles en el KPJAYI durante los seis meses de enseñanza de Sharath.  De parte de Borja, que sólo es uno de los profesores autorizados entre los más de quinientos, hemos venido tres alumnos (aparte de otros cuatro que han estado con Saraswathi).  De parte de José Carballal han estudiado con Sharath, que yo sepa, unos cinco.  Si de parte de cada profesor autorizado quisieran venir a estudiar tres o cinco personas, sencillamente no habría aforo suficiente.  Por lo tanto, ¿cuál es la solución?  ¿Ampliar los horarios y que Sharath enseñe hasta las 18:00 de la tarde ininterrumpidamente para dar cabida a todos los que quieran venir?  ¿Construir una shala más grande para doscientas o trescientas personas, por el estilo de las multitudinarias clases del señor Bikram en Los Ángeles?  Y, cuando ésta se llene, ¿construir otra todavía más grande en la que quepan un millar?  Y si no, dado que tanta gente sigue dispuesta a venir a pesar de las 34.000 rupias -470 euros- por el primer mes y las 24.000 rupias -330 euros- por el segundo y sucesivos, ¿por qué no subir los precios de manera inmisericorde hasta, por ejemplo, las 100.000 rupias -unos 1.300 euros- mensuales, lo que vendría a ser el salario anual de muchos indios, para cribar todavía más a los aspirantes?

Muchas ciudades en todo el mundo tienen estudios consolidados y muchos de sus alumnos cuentan con largos años de experiencia y devoción a sus espaldas.  La tendencia es que el Ashtanga Yoga siga creciendo más y más.  En Valencia, en Sevilla, en Zaragoza, en Bilbao, por nombrar sólo algunas ciudades españolas importantes, no hay escuelas de Ashtanga Yoga con profesores autorizados.  Es lógico pensar que en el futuro termine habiéndolas.  A alguno quizás no le haga gracia esto y no le guste la idea de que el Ashtanga haya llegado a convertirse en semejante fenómeno de masas, con todo el merchandising y el negocio asociado que hay detrás, empezando por el que hay en el mismo Mysore.  Sin embargo, que el mensaje del yoga haya alcanzado a tanta gente en tan diversos lugares y que millares se puedan estar beneficiando de ello es algo que hay que valorar muy positivamente y, desde luego, algo que habría agradado enormemente a Krishnamacharya.  La parte negativa, empero, es que en virtud de la tradición del Ashtanga Yoga, del parampara, todos aquellos alumnos que han aprendido de manos de un profesor autorizado y desean ir más allá y acudir a aprender de la fuente, de su paramgurú -el gurú de su gurú- Sharath Jois, cada vez lo van a tener más difícil.  Ya no es que Sharath no tenga ocasión de conocerte o siquiera de saber tu nombre, lo que sucede es que los aspirantes a estudiar en el KPJAYI están abocados a que, en un plazo más bien corto, la solicitud online para inscribirse se convierta en algo parecido a una tómbola con poquísimas posibilidades de éxito.  ¿Qué esperanzas de ser aceptada tendría una persona si, digamos, se tramitasen dos mil solicitudes al mes?  A la luz de las cifras que se manejan en la comunidad de Ashtanga Yoga mundial, no parece un número para nada exagerado.  En el mes de octubre, el de mayores oportunidades por ser comienzo de temporada, habría trescientas plazas disponibles, lo cual arrojaría una probabilidad de entre el diez y el quince por ciento.  Si cada mes continuasen llegando las mismas dos mil solicitudes, y teniendo en cuenta que habría muchas menos plazas disponibles por la gente -mayoría de gente- que practica durante más de un mes, la probabilidad de ser aceptado bajaría del diez, incluso del cinco por ciento.  Por lo tanto, en el futuro, bajo estas hipotéticas pero previsibles circunstancias, una persona que quisiera estudiar en el KPJAYI tendría que esperar ser aceptada una vez de cada diez veces que lo intentase.  Es decir, una vez cada temporada y media, y siempre que sus circunstancias le permitiesen solicitar la admisión todos los meses.

Con Martinos, chipriota-norteamericano, y Mina, de Corea.

Y digo yo, ¿por qué no van a tener derecho todas esas personas comprometidas con la práctica, con la tradición, con el parampara, que han aprendido con un profesor autorizado según establecen los cánones, a acudir a la fuente en Mysore y seguir el mismo camino que otros siguieron?  ¿Cómo se decidirá quién se queda fuera y quién dentro, quién puede llegar a recibir algún día el blessing de su gurú y quién no?  ¿Fue una cuestión de mérito o de pura suerte la que tuvieron los antiguos estudiantes, que se encontraron en el sitio adecuado en el momento adecuado?  ¿Por qué, por lo tanto, tienen que ser penalizadas las nuevas generaciones sólo por el hecho de que hayan conocido el Ashtanga Yoga en su momento álgido, cuando más popular es y cuando más interesado está el mundo en ello?  Las comparaciones son odiosas, pero desde hace un tiempo a esta parte he estado analizando con cierta envidia la manera en que el otro gran alumno de Krishnamacharya: BKS Iyengar, transformó su "tradición".  No estoy muy metido en la "cultura" Iyengar pero, por lo que he averiguado a través de Internet, Iyengar, ante la dimensión que había alcanzado el estilo de yoga que él enseñaba, decidió hacer aquello que hoy día se considera fundamental a la hora de gestionar grandes grupos humanos, grandes instituciones y grandes proyectos: delegar.

Al igual que Pattabhi Jois, BKS Iyengar -conocido también como Guruji en su linaje-, fue alumno en la escuela de Krishnamacharya en Mysore.  Y no sólo eso porque, como muchos sabéis, Pattabhi Jois y él son casi coetáneos -Pattabhi Jois es un par de años mayor-, así que de hecho fueron compañeros de clase.  En una de las pocas fotografías que se conservan de la escuela de Krishnamacharya, en la que salen muchos niños y adolescentes haciendo demostraciones de asanas y Krishnamacharya en medio de todos ellos, aparecen los dos.  A Pattabhi Jois difícilmente se le puede reconocer porque está haciendo kapotasana.

BKS Iyengar (1918-2014) y K. Pattabhi Jois (1915-2009).

Existe cierta controversia en torno a quién acabó recogiendo el testigo y transmitiendo las verdaderas enseñanzas de Krishnamacharya en la que no voy a entrar: seguramente los dos tuvieran razón a su manera, porque Krishnamacharya no era un hombre que se encasillara y durante toda la vida enseñó a diferentes tipos de personas de diferentes maneras.  Iyengar cuenta con la "distinción" de ser cuñado de Krishnamacharya y es lógico pensar que su relación con él fuera bastante estrecha, pero parece que es cierto que Pattabhi Jois pasó mucho más tiempo en Mysore con Krishnamacharya, quien envió a Iyengar a Pune con la misión de expandir el yoga cuando contaba sólo con dieciocho años.  En cualquier caso, los dos, Pattabhi Jois e Iyengar, Guruji y Guruji en sus dos tradiciones, tuvieron circunstancias muy distintas y acabaron tomando caminos muy distintos, aunque el denominador común de Krishnamacharya fuese sin duda reconocible en las enseñanzas de ambos.

Hay que reconocer que BKS Iyengar y su estilo de yoga han desempeñado un papel fundamental en la expansión mundial que ha vivido el yoga en las últimas décadas.  La mayoría de los que lean esto seguramente sean seguidores del linaje de Pattabhi Jois y tal vez muchos desconozcan hasta qué punto ha sido importante el León de Pune.  Siendo justos, habría que decir que de veras ha sido más importante que Pattabhi Jois, al menos en el aspecto cuantitativo.  En el retiro en Acebo del pasado verano escuchamos esto de boca del propio Tomás Zorzo, antiguo alumno de Pattabhi Jois y una persona cuya lealtad y respeto hacia Guruji queda fuera de toda duda.  Como él dijo, todos los complementos típicos que hoy día se asocian con clases de yoga: bloques, cuñas, cuerdas, cinturones, pertenecen a la tradición Iyengar.  Si a alguien se le ocurre aparecer por Mysore con una triste cuña, no os quepa duda de que Sharath, con el ceño fruncido, acudirá en seguida a decirle que se lleve esa cosa al vestuario.  Nines puede confirmároslo, pues ella lo vivió en primera persona.  En el yoga Iyengar, en cambio, creado por un maestro que tuvo una salud infantil muy delicada -tuberculosis, malaria, hambre-, los props han sido siempre el pan nuestro de cada día.

Después de todo esto espero que haya quedado bien claro que BKS Iyengar es un gigante comparable, sino superior, a Sri Krishna Pattabhi Jois y que, por lo tanto, las decisiones que tomara como cabeza saliente de su tradición deberían de ser tomadas muy en cuenta.  Y bien, ¿qué es lo que hizo Iyengar?  Me imagino que llegó un punto en que, ante las dimensiones que había adquirido su linaje y el elevado número de profesores y alumnos que tenía repartidos por todo el mundo, acabó dando su visto bueno a la creación de Asociaciones Nacionales de Yoga Iyengar en distintos países, gestionadas por profesores experimentados que habían estudiado con él, en los que tenía plena confianza y que, eso sí, debían seguir las directrices que él marcara.  La tradición de Iyengar cambió.  Desde el propio Iyengar.

Fotografía de 1980 en la que BKS Iyengar es retratado junto a su gurú, T. Krishnamacharya (1888-1989).

En el yoga Iyengar, como muchos sabéis, las clases se imparten de una manera muy imperativa, diríase que militar, de acuerdo con la personalidad del propio Iyengar que siempre decía era la personalidad que mostraba Krishnamacharya como profesor, y la estructura de las Asociaciones Nacionales de Yoga Iyengar sigue también una estructura muy cuadriculada y jerarquizada.  Si rebuscáis en la página web oficial, podéis encontrar que, por ejemplo, existen hasta trece niveles distintos de profesores Iyengar.  Uno no puede siquiera llegar a aspirar a comenzar la formación para el nivel inferior sino después de varios años de práctica y siempre con la recomendación de un profesor oficial.  La formación para el nivel más bajo dura dos años completos y, al final, el aspirante se somete a un examen ante un tribunal.  Niveles superiores requieren años adicionales con periodos de espera entre medias, de manera que los niveles más altos, en el mejor de los casos, suponen décadas de aprendizaje.  La formación se organiza desde las Asociaciones Nacionales en base a los criterios de Pune y, aquellas personas que son consideradas aptas por las Asociaciones Nacionales, son inmediatamente reconocidas por Pune.

Es decir, llegó un momento en que dejó de ser imprescindible ir a Pune para profundizar en la práctica del linaje Iyengar.  Iyengar decidió depositar su confianza en los profesores que habían estudiado con él y delegó en ellos no sólo la enseñanza de los alumnos, sino incluso la formación de los nuevos profesores.  En el caso de Ashtanga Yoga, los que algún día quieran llegar a ser profesores reconocidos por el KPJAYI, deben ir a Mysore; mientras que en el de Iyengar, no hace falta salir de Madrid.  Todavía, claro está, existe una escuela de Iyengar en Pune en la que el propio Iyengar estuvo enseñando casi hasta el último día de su vida, y nunca faltan practicantes comprometidos que desean ir hasta allí a aplacar su sed en la fuente de la tradición Iyengar.  Y vaya si quieren ir.  Fijaos lo que se dice en la página web de la Asociación Española de Yoga Iyengar: "Para estudiar en el RIMYI es necesario tener una práctica de Yoga Iyengar de al menos ocho años y contar con el aval de un profesor. La solicitud debe enviarse, por lo menos, con dos años de antelación."  Dos años de antelación y casi una década de estudio demostrable.  Cómo deben de estar las cosas en Pune, ¿verdad?.  La saturación del KPJAYI en Mysore, una broma.

Iyengar, durante una clase en Pune en 1983.

Cierto día tuve una interesante conversación con una chica danesa que he conocido aquí.  Le hablé del modelo Iyengar y le sugerí la posibilidad de que, en el futuro, la tradición de Ashtanga Yoga se enfocase en la misma dirección para tratar de acometer los retos que se le estaban planteando como linaje de yoga a escala mundial.  Se lo tomó casi como una ofensa personal: "¿Por qué hay que hacer las cosas como en Iyengar? ¡Aquí seguimos el parampara tradicional!"  Tenía razón ella en que el parampara clásico seguramente sea la manera ideal de transmitir conocimientos de yoga, pero, ¿qué opinará esa chica cuando intente volver a Mysore dentro de dos, tres, cinco años, y sea rechazada mes tras mes porque haya tal tapón de gente que tan sólo una de cada diez solicitudes reciba el sí?  ¿Es factible el parampara cuando ni siquiera tienes ocasión de estudiar con tu gurú?  ¿Hay que limitar el acceso a la tradición de Ashtanga Yoga a una élite pequeña y afortunada que encima ha de soportar niveles de congestión inauditos?  ¿Realmente le haría eso algún bien al Ashtanga Yoga, o no haría sino frenar su expansión, que es precisamente lo que le quería Krishnamacharya cuando envió a Iyengar a Pune: "Ve y expande el yoga"?

Una de las cosas más útiles que he obtenido de este viaje, y el motivo principal por el que he empezado a escribir este último capítulo, es que he sabido que todas estas preguntas que yo y muchos otros nos hacemos, en cierta manera Sharath también se las está planteando.  Durante un desayuno en Khushi, tuvimos una conversación de lo más interesante con un profesor autorizado con el que solíamos coincidir y que estuvo presente en el curso con Sharath del pasado verano.  Los últimos años Sharath ha tomado por costumbre organizar cursos de verano de dos meses de duración en los que sólo acepta a profesores autorizados y en un número muy limitado.  Así, tiene ocasión de pasar un largo tiempo con ellos fuera de la vorágine de la temporada y enseñarles cosas que sólo quiere que sepan ellos.  De alguna manera, se puede decir que en esos cursos Sharath consigue que el parampara vuelva a recobrar un poco de su sentido original.

Sharath habló de cambios para el futuro.  No estuve allí y es posible que se trate de información sesgada, así que estas palabras tampoco quiero que se tomen al pie de la letra.  Durante casi una década, el edificio donde se encuentra el KPJAYI ha sido a la vez escuela de Ashtanga Yoga y el hogar de la familia Jois, que residía en las plantas superiores.  Sin embargo, hace poco tiempo que Sharath ha terminado la construcción de una casa muy moderna en la misma calle y que yo sepa en el KPJAYI ya no vive nadie salvo el perro guardián Prakash, que se encarga de encender luces y abrir las puertas a las 04:30.  Así que lo que se le ha ocurrido a Sharath, por un lado, es ampliar la enseñanza del KPJAYI a las plantas superiores del edificio.  Según parece, traería a profesores autorizados o certificados y les encargaría organizar grupos de alumnos en esas otras shalas secundarias.

Sharath ante los retratos del KPJAYI.

No sería la panacea a todos los males pero sí un paso de gran trascendencia, porque, más allá de que el problema de espacio se viera paliado en cierta medida, supondría una vuelta de tuerca más en la implicación de profesores ajenos a la familia Jois en el epicentro mismo de la tradición.  En el año 2005, sólo enseñaban Guruji y Sharath.  En el año 2008, sólo Sharath y su madre Saraswathi.  En el año 2014 enseña Sharath asistido por profesores autorizados.  En el 2016, quizás, enseñen -y no sólo asistan- profesores autorizados.  Tal vez, y ahora sí que estoy hipotetizando, si el experimento saliera bien, Sharath estaría dispuesto a ir todavía más lejos.  Y es que, si bien Pattabhi Jois y Sharath Jois han expedido certificaciones y autorizaciones desde hace años, considerando a esas personas aptas para transmitir el método tal y como les fue enseñado, la realidad es que no han hecho nunca el esfuerzo de organizarlas como comunidad, dando la sensación de que sólo confiaban en ellas para que dieran clases estilo Mysore en sus escuelas locales.  Ni existe nada parecido a una Asociación de Ashtanga Yoga fuera de Mysore, por el estilo de las Asociaciones Nacionales de Yoga Iyengar, ni las escuelas de los más de 500 profesores con el blessing han constituido otra cosa que "islas" independientes que, además, y no con poca frecuencia, terminan enfrentadas entre sí.

La otra cosa que, al parecer, dijo Sharath, rompe todavía más los moldes que han imperado en la tradición de Ashtanga Yoga.  Por lo visto, tiene intención de permitir que algunos profesores determinados, elegidos por él personalmente, puedan expedir alguna clase de papel acreditativo a alumnos que se encuentren aprendiendo bajo su tutela y que cumplan ciertos requisitos.  No sería equivalente a una autorización del KPJAYI, sino un rango inferior, pero si semejante cosa llegase a ocurrir, no cabría duda de que se estaría abriendo una nueva etapa en el Ashtanga Yoga.    

Entonces, ¿cuál es el futuro de Ashtanga Yoga y cuál es nuestro papel como estudiantes?  En mi opinión, los cambios que tengan lugar en la tradición deben producirse desde la propia tradición.  Bajo la batuta de Guruji la práctica de Ashtanga Yoga sufrió transformaciones o, dicho de otra manera, evolucionó.  Otro tanto ha sucedido durante estos cinco años de "reinado" de Sharath.  Ahora, quizás, haya llegado la hora de cambios importantes.  Sea lo que sea lo que esté por venir, tendrá que ser Sharath el que dé el paso.  Los que respetamos la tradición de Ashtanga Yoga, los que creemos que mantener sus raíces intactas es un valor importante, seremos testigos de ello y lo aceptaremos.

Pattabhi Jois, Krishnamacharya, Ramamohan, Amma,...

Porque, ¿qué sentido tiene abrir un cisma tal que el de Lino Miele quien, esgrimiendo la certificación de Guruji, optó por desautorizar a Sharath y abrir una línea de enseñanza de Ashtanga Yoga independiente del KPJAYI?  Desde la mentalidad occidental, y a la vista de cómo se han puesto las cosas en Mysore y la aparente pérdida de rumbo que de ello se desprende, tal vez muchos la consideren una alternativa perfectamente válida.  Sin embargo, lo que me llama la atención es que a estas alturas todavía haya algunos que crean haber descubierto la pólvora.  Hace mucho que surgieron hijos putativos de Ashtanga Yoga: Vinyasa Flow, Power Yoga, Rocket Yoga...  Viejos alumnos de Pattabhi Jois que señalaron los defectos de la línea tradicional, pensaron que podían mejorarla y decidieron salirse de ella, utilizando los mismos conceptos y creando una marca propia.

Dentro de lo que cabe, esas opciones me parecen bastante respetables.  Copian lo esencial del Ashtanga Yoga, acomodan las posturas difíciles a su gusto y hacen un cóctel con las series de posturas, pero al menos establecen una clara línea divisoria y no dan lugar a equívocos.  Lo que me parece de juzgado de guardia son los cismas a medias, que es lo que ha hecho gente como Lino Miele: Enseño el Ashtanga Yoga clásico según la tradición de Pattabhi Jois, pero me paso por el forro de los cojones lo que Pattabhi Jois tendría que decir al respecto, cambio o dejo de cambiar lo que me dé la gana, y para colmo, continúo apropiándome de su nombre.  Total, el viejo está muerto...  Y a la sazón, se envisten a sí mismos en herederos legítimos de la tradición, tal que los generales de Alejandro Magno.

Sharath con Pattabhi Jois.  Veinte años de aprendizaje directo al lado de Guruji lo avalan. 

De todas las grandes escuelas de yoga a escala mundial que existen hoy día, Iyengar, Shivananda, Bikram y Ashtanga quizás sean las más importantes en términos numéricos.  La tradición de Ashtanga Yoga es por la que yo y seguramente la mayoría de los que lean esto sentimos adhesión.  Resulta difícil practicar Ashtanga Yoga durante muchos años sin acabar amando el Ashtanga Yoga.  Y el amor, indefectiblemente, conduce al respeto.  Sharath habló en una conferencia de cierta ocasión en que Guruji viajó a Estados Unidos y se encontró con uno de sus viejos alumnos.  Hacía tiempo que no se veían, pero se trataba de alguien por quien Guruji había llegado a tener especial aprecio.  Sharath no quiso decir su nombre.  El personaje en cuestión se acercó a su viejo maestro y le dijo: "¿Ves a esa persona de ahí?  Pues mira, yo le he enseñado en dos meses todo lo que tú tardaste años en enseñarme."  Guruji no dijo nada, pero se sintió abatido durante días.  Sharath habló entonces de lo importante que es guardarle respeto a tu profesor y a lo que te ha enseñado, algo con lo que estoy muy de acuerdo y que es justo lo que los "apóstatas" del Ashtanga Yoga no han hecho.

A lo largo de todas estas páginas he descrito cómo es a día de hoy la práctica de Ashtanga Yoga en Mysore.  Muchas de las cosas que suceden aquí no son buenas; otras muchas sí lo son.  Al fin y al cabo, eso es lo que siempre sucede en todo aquello que queda en manos de los seres humanos: nuestra propia imperfección hace que nuestras obras sean imperfectas.  Sharath dista de ser un hombre perfecto, pero no cabe duda de que es un hombre entregado que, cosa difícil hoy día, sabe predicar con el ejemplo.  Puede que se esté forrando obscenamente a costa de todos los extranjeros que venimos aquí cada año, pero su vida dista mucho de ser la de un millonario.  Con todo lo que ha ganado sólo en los últimos años desde la muerte de Guruji, podría haberse retirado hace tiempo a beber mojitos en una playa paradisíaca o haber vendido los derechos del Ashtanga Yoga a alguna multinacional norteamericana a cambio de un porcentaje.  Sin embargo, continúa viviendo en Mysore, donde nació y creció, y sigue levantándose cada medianoche a cultivar su propia práctica y a enseñar durante largas horas con la misma disciplina y devoción que antaño hiciera con su abuelo.  Veinticinco años han transcurrido ya desde que empezara su aprendizaje de manos de Guruji, el único mentor que ha tenido y a quien debe todo lo que es y sabe.  No quiere ni pretende tener otro gurú.  Como él mismo ha dicho en sus conferencias, necesitaría varias vidas para poder asimilar todo lo que Guruji le enseñó.

Por todo ello, a mi modo de ver, Sharath es un digno sucesor de Pattabhi Jois: la comunidad de Ashtanga Yoga mundial puede estar tranquila.  En sus manos está dirigir a buen puerto el barco del Ashtanga Yoga.  En el futuro veremos qué nos deparan sus golpes de timón.  Al menos yo, pienso estar a bordo.  





"El ser humano necesita el Yoga, pero el Yoga no nos necesita a nosotros."  

Sharath Jois, enero de 2015.  Mysore.

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