miércoles, 1 de julio de 2015

Certificaciones de Mysore y de la Yoga Alliance: ¿Qué significa ser un maestro de Ashtanga Yoga "oficial"?


Fernando Gorostiza con Sharath Jois en la main shala del KPJAYI.

¡Ashtanga Yoga Bilbao ya es una escuela oficial!  La página web del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore (http://www.kpjayi.org) ha sido actualizada y ya aparecen al fin las personas que durante la temporada pasada obtuvieron la autorización para transmitir el método de Ashtanga Yoga. Entre ellos un servidor: Fernando Gorostiza de la escuela Ashtanga Yoga Bilbao.   Tampoco puedo menos que darle la enhorabuena a Rafael Martínez Alcaraz, un buen amigo y profesor en Mysore House Madrid cuya devoción y compromiso durante años también han recibido el más que merecido reconocimiento.

Después de un camino de diez años en esta tradición a la que tanto tiempo, esfuerzo y amor he entregado, para mí es un gran honor el haber obtenido el blessing de Sharath Jois y el hecho de constar como uno más entre los profesores que me han enseñado e inspirado.  Tal y como le respondí a Sharath el día que fui a recoger el papel plastificado con el diploma de autorización y me advirtió de que, a partir de ahora, sobre mí pesaba una gran responsabilidad: “Pondré todo mi empeño en estar a la altura”.

Requisitos para ser profesor autorizado en Ashtanga Yoga.

Nines Blázquez y Fernando Gorostiza en la puerta del KPJAYI.

¿Qué significa eso de ser un “profesor autorizado”?   Las autorizaciones y certificaciones en Ashtanga Yoga las expide el Instituto de Ashtanga Yoga Krishna Pattabhi Jois (KPJAYI – Krishna Pattabhi Jois Ashtanga Yoga Institute) en Mysore y suponen nada más ni nada menos que el reconocimiento y aprobación de dichos profesores como legítimos transmisores del método de Ashtanga Yoga según la tradición de Krishna Pattabhi Jois y de su sucesor Sharath Jois.  Hay tres tipos:

  • Autorización nivel 1: Permite enseñar la primera serie de Ashtanga Yoga.
  • Autorización nivel 2: Permite enseñar la serie intermedia de Ashtanga Yoga completa o parte de ella. 
  • Certificación: Permite enseñar a partir de la tercera serie de Ashtanga Yoga.

Los requisitos para ser autorizado o certificado no están claramente definidos.  La India no es como Occidente, donde la gente comienza a estudiar en septiembre y al cabo de ciertos meses o años espera obtener un título.  La concesión de una autorización en Ashtanga Yoga depende básicamente del criterio de Sharath, que es quien decide quién está preparado para enseñar y quién no.  Por lo tanto, para figurar en la lista “oficial” de Ashtanga Yoga es un requisito indispensable viajar a la India, y muchas veces además.  Cada cierto tiempo se escuchan siniestras historias acerca de gente que recibió la autorización de “extranjis” o que le fue a llorar a Sharath porque estaba en paro y Sharath la autorizó poco menos que por pena.   No conozco de primera mano ninguna de esas historias y prefiero no concederles demasiado crédito, porque por lo que he podido saber por mí mismo y a partir de mi propia experiencia, las autorizaciones tienen en común varios requisitos:

  • Se exige un determinado nivel de práctica.  En Ashtanga Yoga existe una máxima: “Nunca hay que enseñar lo que uno no ha hecho por sí mismo.”  Es decir, se exige que lo que se enseña se haga desde la propia experiencia de aprendizaje, no desde el endiosamiento de un profesor que lo cree saber todo y que ha decidido que llegado un punto ya no necesita aprender más.  Un profesor NUNCA tiene que dejar de ser estudiante.  Y por eso, cuando un profesor autorizado o certificado enseña algo, se puede tener la certeza de que él mismo lo ha experimentado en primera persona cientos, miles de veces.  Con esa premisa, el alumno puede entregarse por completo a sabiendas de que su maestro sabe muy bien lo que se trae entre manos.
  • Es necesario un compromiso de muchos años con el Ashtanga Yoga.  Esto no es llegar y besar el santo, y no basta con estar en Mysore un par de meses, demostrar una buena práctica –algo que está al alcance de mucha gente con una buena preparación física previa- y volver a casa con la autorización bajo el brazo y sin mirar atrás.  Como el propio Sharath dice: “Muchos quieren ser profesores de yoga, pero muy pocos quieren ser estudiantes.”  Sharath quiere que las personas que él bendice tengan un largo recorrido personal y caza al vuelo a aquellos que van detrás del “papelito”, exasperándolos.  El propósito de acudir a aprender a Mysore debe ser el deseo de aprender directamente de la fuente de la tradición, no obtener la autorización para enseñar.  De hecho, las autorizaciones de las que he tenido noticia, incluida la mía, llegaron de improviso.  Hay que tener en cuenta que los tiempos de espera en una serie de viajes a la India son muuuuuy largos: primero hay que solicitar la plaza en el KPJAYI con tres meses de antelación y esperar con calma la respuesta, luego hay que organizar una estancia de varios meses en otro país, otro continente y otra cultura.  Una vez en la India hay que esperar para inscribirse, para practicar cada día en la main shala, para asistir a las clases de chanting y a la conference.  Y así año tras año….  Honestamente, la mejor manera de enfocar un compromiso con el Ashtanga Yoga sellado con viajes regulares a la India es hacerlo sin expectativas, sin afanosos planes y sin prisas.  De otro modo, será inevitable que los seis venenos que se pretenden eliminar con la práctica le impregnen a uno y surja entonces la ansiedad, la frustración y la ira por no obtener lo que se anhela.  Y os aseguro que de eso hay mucho en Mysore.   
  • Se valora enormemente una relación duradera con un profesor reconocido.  De acuerdo con el sistema parampara, la transmisión de conocimientos correcta, sin distorsiones, sólo se puede producir dentro de una prolongada relación con un maestro que a su vez haya aprendido de la manera más pura y que no es otra que directamente de la fuente.  “Hay muchos ríos, pero no todos llevan al océano.”  Se espera, por tanto, que la persona en cuestión estudie con un profesor –y con uno solo, nada de cambiar de maestro como de coche- que a su vez haya estudiado con Guruji o con Sharath, quienes representan la fuente de la tradición de Ashtanga Yoga.  De esa manera, sólo habrá dos saltos entre la fuente y el estudiante, y éste tendrá un solo gurú –su maestro- y un solo paramgurú –Sharath-.  Aunque el concepto de gurú no tenga el mismo sentido en Occidente que en la India, Borja Romero-Valdespino ha sido el mío.  De él he aprendido a practicar y de él he aprendido a enseñar.  Para mí, Borja ha sido como un padre, por la escasa diferencia de edad mejor quizás como un hermano.  Sin embargo, de la misma manera que un maestro en determinada profesión u oficio no puede nombrar a otros maestros, debiendo los aspirantes acudir a la universidad o institución correspondiente, Borja no puede designar a nuevos profesores; él sólo puede tener estudiantes y asistentes o "auxiliares".  En la tradición de Ashtanga Yoga, y con la finalidad de que la enseñanza se diluya lo menos posible, un nuevo maestro es elegido únicamente por el paramgurú Sharath, que aprueba la manera en que el estudiante ha sido enseñado y le autoriza a transmitir el método tal y como lo ha aprendido.
  • ¿Y qué sucede con la capacidad de saber enseñar?  Una de las críticas que más a menudo se escuchan acerca del método de elección de profesores en Ashtanga Yoga es que Sharath autoriza a la gente en base a su propia práctica personal, sin tener en cuenta, aparentemente, si saben enseñar o no.  Y es que, claro está, es muy distinto comerse una tortilla a saber hacerla.  No tengo una visión panorámica de la situación y quizás me equivoque, pero parece claro que en el caso de estudiantes que han estado durante años bajo el paraguas de un profesor reconocido –tal que Borja-, Sharath confía plenamente en que la transmisión se haya producido de la manera adecuada.  De hecho, cuando se rellena el formulario de autorización, se pregunta expresamente quién es tu profesor, cuántos años llevas con él como estudiante y como asistente y si has dado clases.  Una persona ambiciosa podría perfectamente mentir y contarle a Sharath una película, pero eso ya se escapa de su alcance; no es su papel hacer de policía.  Como él mismo dice: “Cuando concedo una autorización a una persona sólo estoy afirmando que esa persona está preparada para transmitir el método de Ashtanga Yoga, no que esa persona haya alcanzado el samadhi.  Si entrego un cuchillo para pelar una manzana, no es mi culpa si el cuchillo se utiliza para herir a otros.”  Al fin y al cabo, flaco favor se estaría haciendo a sí mismo, por tanto, quien infringiera satyam, el segundo de los yamas, por conseguir algo que no merece.  Por otro lado están aquellas personas que han demostrado durante años una gran devoción por el Ashtanga Yoga y viajado muchas veces a Mysore pero que de vuelta en su casa no tienen a un maestro con el que continuar aprendiendo como he podido hacer yo con Borja.  Por así decirlo, Sharath ha sido su gurú y paramgurú a un tiempo.  Pues bien, por lo que he sabido, Sharath concedió la autorización a dichas personas tras invitarles a ser su asistente en la main shala de Mysore durante algunas semanas.  Me imagino que de esa manera Sharath se aseguraba de que su manera de enseñar fuese la correcta.

Las titulaciones de la Yoga Alliance.

Todo este asunto de las autorizaciones y certificaciones no está exento de cierta controversia.  Según la lista oficial del KPJAYI, en España sólo hay una veintena de autorizados y un único certificado –Tomás Zorzo-, pero la realidad es que repartidas por toda nuestra geografía seguramente haya cientos de personas enseñando Ashtanga Yoga.  ¿Es tan imprescindible, entonces, la autorización de Sharath?

Desde un punto de vista puramente legal, no es imprescindible.  Si tú decides abrir una escuela de Ashtanga Yoga o eres monitor de spinning y en tu gimnasio alguien te propone que veas algunos vídeos y leas algunos libros y en cuatro días te pongas a dar clases de Ashtanga Yoga, nadie te va a parar los pies.  El diploma de autorización que expide el KPJAYI es un papel que no tiene ningún reconocimiento oficial como el que podría tenerlo una titulación universitaria.  Si tramitas con el ayuntamiento una licencia para tu escuela, ningún funcionario te lo va a exigir ni tampoco Hacienda cuando te des de alta como autónomo.  Y voy más allá: ni siquiera te lo van a pedir tus propios alumnos.  La inmensa mayoría de la gente que empieza a practicar Ashtanga Yoga no sabe que sólo hay unos pocos profesores autorizados y todavía menos gente comprueba si su profesor lo es antes de asistir a sus clases.

¿Qué es lo que ha sucedido?  El yoga en general y el Ashtanga Yoga en particular se han convertido en un importante fenómeno de masas.   Desde el punto de vista occidental, capitalista, eso supone DINERO.  Y son muchos los que, por uno u otro motivo, porque se han quedado en paro, porque les parece una excelente oportunidad de negocio o porque sinceramente les entusiasma la práctica y de corazón les apetece compartirla, se han querido subir al carro de enseñar Ashtanga Yoga.   Ninguno de esos motivos es en sí reprobable; el problema es que muchas, demasiadas veces, la transición de estudiante a profesor se hace rápido y mal.

Uno de los famosos sellos de la Yoga Alliance.

En los últimos años se han puesto muy de moda las certificaciones de la Yoga Alliance, una asociación internacional de origen estadounidense que, ante la ausencia de consenso normativo, se propuso establecer unos criterios mínimos de calidad en las formaciones de yoga que se imparten por el mundo.  La Yoga Alliance mantiene un listado de profesores afiliados que han completado satisfactoriamente sus cursos de formación y un listado de escuelas a las que otorga su beneplácito para impartir dichos cursos.  Con el prestigio que confiere ser la única institución si no reconocida, al menos conocida en todas partes, muchos profesores de yoga esgrimen con orgullo en sus currículos las certificaciones de la Yoga Alliance que los acreditan para enseñar.

En realidad, la creación de la Yoga Alliance no supuso necesariamente una intromisión en el sistema parampara gurú-discípulo de la tradición de Ashtanga Yoga tal y como lo enseñaba Pattabhi Jois y tal y como lo enseña hoy Sharath Jois.  Al fin y al cabo, la Yoga Alliance únicamente otorga a sus escuelas registradas el derecho de plasmar sobre los diplomas que expiden sellos de la Yoga Alliance con las palabras “Profesor de Yoga Registrado” -"RYT - Registered Yoga Teacher"- y el correspondiente epígrafe de 200 ó 500 horas en función del número de horas de formación.  Ojo al dato: "Profesor de Yoga Registrado", sin apellidos adicionales; un término completamente genérico y para nada relacionado con la tradición de Ashtanga Yoga, Iyengar ni ninguna otra.

Pero claro, el mundo está lleno de pillos y listillos dispuestos a toda clase de triquiñuelas, y más si es con el objeto de obtener sustanciosos beneficios.  Así aprovechándose del tirón y popularidad del Ashtanga Yoga, y sabiendo que eso de aprender durante años al lado de un profesor autorizado y de viajar a Mysore muchas veces es un incordio para la mayoría, lo que se les ha ocurrido a muchas escuelas y profesores sin escrúpulos es organizar cursos de formación de Ashtanga Yoga "amparados" por la Yoga Alliance que al cabo de un corto periodo de tiempo –semanas o meses- conceden al aspirante un diploma “oficial”.  Es decir, ellos imprimen en letras bien grandes el pretencioso título: “Instructor de Ashtanga Yoga” y le plantan al lado el discreto sello de la Yoga Alliance de “Profesor de Yoga Registrado”.  Y a correr.

Tampoco hay que tener grandes dotes detectivescas; una sencilla búsqueda en Google os arrojará múltiples ejemplos.  De hecho, uno de los primeros resultados que seguramente encontréis -se trata de un enlace patrocinado- se corresponde con una famosa escuela de yoga de Madrid de cuyo nombre no me quiero acordar que imparte cursos de formación de Ashtanga Yoga según la tradición de Pattabhi Jois y que tiene el “prestigio” de haber recibido una carta escrita por el propio Pattabhi Jois en el que se le conminaba a no impartir cursos de formación en Ashtanga Yoga y menos en su nombre.  ¿Y sabéis qué?  A día de hoy dicha escuela continúa impartiendo y anunciando a bombo y platillo sus cursos con total desvergüenza.  ¿Y por qué?  Pues muy fácil: por dinero.  Un aspirante a profesor va a pagar por ocho-diez fines de semana de formación lo mismo que pagaría practicando todos los días durante tres-cuatro años enteros.  Y eso, desde el punto de vista empresarial, es sumamente interesante.

¿Y por qué en Mysore no se han querido legitimar de alguna manera los cursos de formación en Ashtanga Yoga de la Yoga Alliance?  ¿Acaso Pattabhi y Sharath Jois tenían miedo de que les quitasen su trozo del pastel?  ¿Por envidia, por egoísmo, por afán acaparador?  Eso es lo que dicen algunos, pero la realidad es muy distinta.  Si se analiza fríamente uno de esos cursos de formación de la Yoga Alliance, y dejando ya de lado el sistema parampara, la transmisión de conocimientos lo más cerca posible de la fuente y demás, se puede observar que, a cambio claro está, de una cantidad que oscila entre los 2.000 y los 4.000 euros, ofrecen una formación de 200 horas durante varios fines de semana repartidos a lo largo de varios meses o de manera intensiva durante un puñado de semanas seguidas.  Y digo yo: ¿qué son diez fines de semana o un mes de formación al lado de años y años de mamar en primera persona y desde diferentes ángulos todas las sutilezas de un método de desarrollo físico, mental y espiritual tan complejo como el Ashtanga Yoga y que para muchas personas acaba constituyendo un verdadero estilo de vida?  Son cosas muy distintas pero, ¿dejarías que te operara de apendicitis un cirujano que hubiera tenido una formación de 200 horas a lo largo de nueve fines de semana?  Creo que si yo supiera que su formación se limita a 200 horas -el equivalente a veinte créditos universitarios de los de antes, o tres asignaturas semestrales-, no dejaría entrar en mi casa ni a un electricista.  Ni qué decir permitir que toque mi cuerpo y juguetee con mis músculos, mis huesos y mi alma alguien cuyo único respaldo para enseñar una práctica tan transformadora como ésta lo constituya un sello de 200 horas de la Yoga Alliance.

El problema de la Yoga Alliance, por tanto, es que abrió la puerta a la posibilidad de que uno se creyera que convertirse en maestro de Ashtanga Yoga era algo tan sencillo como hacerse monitor de spinning o zumba.  Lo cierto es que muchas personas se apuntan a esos cursos engañadas: ven la publicidad y sinceramente creen que ésa es la manera de convertirse en profesor de Ashtanga Yoga.  La culpa ahí la tienen los organizadores de la formación y su falta de escrúpulos.  Y que no diga nadie, como ya he escuchado, que lo que quieren es “compartir con el mayor número de personas posible una enseñanza tan maravillosa” ni demás sentimentalismos de medio pelo.  Porque lo que hay detrás no es otra cosa que interés económico, y además se está haciendo de manera irrespetuosa e irresponsable porque se está ofreciendo la posibilidad de que una persona que ha conocido Ashtanga Yoga hace menos de un mes se crea que se puede convertir en profesor en un pispás con tal de que afloje la cartera.  Haz lo que quieras bajo el nombre Power Yoga, Vinyasa Flow, Rocket Yoga o Fuck Yoga: tienes multitud de estilos y "tradiciones" para elegir y nadie te pondrá pegas si los imprimes en tus diplomas, pero no pretendas usurpar el nombre y la tradición del Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois cuando tienes pleno conocimiento de que Pattabhi Jois no lo habría aprobado jamás.

¿Autorización de Mysore, certificación de la Yoga Alliance o nada?

Retrato de Sri Krishna Pattabhi Jois en la main shala de Mysore: respeto.
En realidad, una persona puede perfectamente estar autorizada en Mysore pero ser un mal profesor: ser torpe, vago, agresivo o, simplemente, gilipollas.  De la misma manera, nada quita que alguien que no haya ido jamás a Mysore y cuente o no cuente con certificaciones de la Yoga Alliance en su currículum pueda haberse convertido en un excelente maestro, comprometido, juicioso y que enseñe desde el corazón.  Las circunstancias y las vidas, a veces, son sumamente complejas.  David Swenson, Matthew Sweeney o el mismísimo David Williams, por ejemplo, no aparecen en el listado "oficial", y sin embargo no me cabe ninguna duda de que sus alumnos están seguros en sus manos.  Y como ellos seguramente haya multitud de maestros no reconocidos por el KPJAYI con un largo recorrido sobre sus espaldas que sean unos dignos transmisores del método de Ashtanga Yoga y que, muy importante, hayan sabido ganarse el corazón de sus alumnos.  Conozco personalmente a muchos que se encuentran en esta situación.  A fin de cuentas, la relación que se establece entre un profesor y un estudiante entra dentro del ámbito de las relaciones humanas y como tal hay que entenderla.  La afinidad entre profesor y alumno es algo que puede surgir y que es sumamente deseable, pero no hay sello de la Yoga Alliance ni autorización del KPJAYI que la garantice.

¿Mi consejo?  Si tienes referencias fiables, haz caso de ellas.  Puede que haya profesores que no aparezcan en ninguna lista pero que merezcan realmente la pena por encima de otros que sí lo estén.  Pero eso sí, si no tienes referencias, fíate de la lista del KPJAYI.  Porque por desgracia, la mera existencia de las certificaciones de la Yoga Alliance ha corrompido la enseñanza del Ashtanga Yoga, convirtiéndola poco menos que en un campo minado, una partida de ruleta rusa, haciendo que, a priori, y en ausencia de referencias, resulte imposible distinguir a profesores comprometidos, experimentados y, en definitiva, buenos, de ilusos que creyeron que 200 horas de formación eran suficientes para convertirlos en maestros.  De lo único de lo que es garantía una autorización del KPJAYI es de que esa persona ha tenido un compromiso sólido con el Ashtanga Yoga y que el camino que ha seguido hasta convertirse en maestro ha sido largo, difícil y respetuoso, lo cual no es poco.  De hecho, hoy por hoy, a mi modo de ver e, insisto, en ausencia de referencias, las titulaciones del KPJAYI son el único aval de compromiso, preparación y calidad que puede tener un maestro.  La afinidad es algo que comprobaré posteriormente sobre esa base porque, de otro modo, no hay nada que me permita distinguir en una ciudad o país que no conozco el polvo de la paja: a los profesores de Ashtanga Yoga comprometidos, con un largo bagaje a sus espaldas y respetuosos con la tradición que enseñan, de los "profesores" formados en un curso exprés.  Lo cierto es que siempre que he viajado por el mundo y he buscado profesores autorizados con los que practicar, me ha quedado la sensación de haber acertado.  Me gustaría saber el porcentaje de “acierto” que habría tenido de haber caído en manos de profesores registrados de la Yoga Alliance.

El concepto de “maestro de Ashtanga Yoga” me ha impuesto siempre mucho respeto.  He conocido a muchos maestros de Ashtanga Yoga autorizados y certificados y todos ellos me han parecido dignísimos representantes de la tradición de Ashtanga Yoga.  Quizás, simplemente, tuve suerte; aunque la suerte, como diría aquél, también hay que buscarla.  Cuando llegó el día en que me planteé que quizás en el futuro me gustaría dedicarme a enseñar Ashtanga Yoga en Bilbao, lo que tuve claro desde el principio es que no iba a ser yo el que dijera: “Ya está.  Ya soy maestro de Ashtanga Yoga”  y lanzarme a enseñar con algún diploma de la Yoga Alliance o similar bajo el brazo.  Quizás en el futuro cambie la tradición, quizás algún día desde Mysore se decidan hacer las cosas de otra manera y el Ashtanga Yoga según la tradición de Sri Krishna Pattabhi Jois evolucione en otra dirección buscando adaptarse a las dificultades de los nuevos tiempos y a las dimensiones globales que ha alcanzado.  Pero, hoy por hoy, el que debía tomar la decisión y hacerme dar el importante paso de convertirme en maestro de Ashtanga Yoga, sólo podía ser Sharath Jois.  Por respeto a la tradición del Ashtanga Yoga, para no usurparla.  Por respeto a sus profesores, para reconocer su propio esfuerzo, su propio camino.  Y por respeto a mis hipotéticos futuros alumnos, para que tuvieren la certeza de que aquel que por casualidad ha acabado siendo su maestro, de todos los caminos posibles, siguió el correcto. 

4 comentarios:

  1. Muchisimas gracias por tan clarificador articulo. Me ha servido muchisimo.

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  2. Me alegro de que te haya servido, al menos para ver el cuadro completo.

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  3. esta información era justo lo que necesitaba para aclarar mis dudas. no me cuadraba que fuese solo tan pocas horas. Una duda mas. yo soy de Castellón y para practicar ashtanga lo más cerca es Valencia... Quiere decir que si decidiera solicitar una plaza con Sharath en my sore no podría ?? Porque en Valencia no hay ninguno de sus alumnos. Lo más cerca es Barcelona....
    Gracias de antemano

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  4. Hola. Lo que dices es cierto. Si deseas viajar a Mysore para practicar con Sharath, te piden que hayas estado aprendiendo durante tres meses con alguno de los profesores autorizados de su lista: http://kpjayi.org/teachers-directory/europe. Como puedes ver, en Valencia no aparece nadie. Si en tu solicitud online no pones el nombre de alguno de los profesores autorizados, o cuando te preguntan al inscribirte en Mysore comprueban que tu profesor no está en la lista, no te dejarán pasar. La alternativa es que practiques con alguno de esos profesores de la lista que tengas cerca -Barcelona o Baleares- o que mientas bajo tu cuenta y riesgo.

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