domingo, 11 de octubre de 2015

Práctica estilo Mysore, ¿cómo y por qué?

Las obligaciones de los últimos meses me han mantenido apartado del blog.  Las entradas no han sido ni lo frecuentes, ni lo extensas, ni lo interesantes que me habría gustado.  Lo cierto es que las tareas que hemos tenido que acometer Nines y yo desde hace más de dos meses han sido tan colosales que sentarme a escribir en el blog simplemente era un lujo que no me podía permitir.  La apertura de Ashtanga Yoga Bilbao y actividades relacionadas ha sido el quehacer más evidente a los ojos de los que nos siguen a través de este blog, de nuestra página de Facebook o de la lista de correo electrónico de Ashtanga Yoga Bilbao, pero no el único.  Sólo en el último mes, mientras ultimábamos los detalles de la reforma, diseñábamos publicidad, actualizábamos la página web, encargábamos mobiliario y luego, mientras nos volcábamos en las clases y en organizar el día a día en Ashtanga Yoga Bilbao, hemos llevado a cabo dos mudanzas: una desde Madrid a Bilbao y otra desde nuestra ubicación provisional en Bilbao hasta nuestra ubicación definitiva en Bilbao, con todo lo que ello conlleva y que os podéis imaginar.  En el día de hoy, 11 de octubre, tras haber desembalado la última caja, colocado su contenido y -detalle importante- haber traído a nuestro nuevo hogar a nuestro querido gato Nevsky, nuestra serie de reformas, mudanzas y demás han terminado.  Ahora, al fin, podemos decir que estamos instalados en Bilbao.  

Con un día de descanso -12 de octubre- aún por delante, no se me ha ocurrido otra manera mejor para celebrarlo que escribir una nueva entrada en el blog.  Las palabras de hoy las dedicaré a algo que hace tiempo quería haber hecho: explicar las características del estilo Mysore y sus ventajas.  Lo cierto es que las preguntas más habituales que los estudiantes principiantes o los aspirantes a estudiantes plantean a los profesores de Ashtanga Yoga giran en torno al concepto de "clases estilo Mysore."  El estilo Mysore es una de las principales características de la práctica de Ashtanga Yoga.  En lo que alcanzo a saber, de hecho, el Ashtanga Yoga es único en esta manera de enseñar.  Por eso, no es de extrañar que muchas personas frunzan el ceño cuando se enteran que las clases de Ashtanga Yoga tradicional no van a ser guiadas, que no va a haber un profesor hablando en voz alta y diciendo a todos los alumnos qué han de hacer en cada momento, tal y como sucede en las otras clases de yoga que han visto o de las que han tenido conocimiento.

La mayor parte del texto que voy a transcribir a continuación no es mío, sino que lo he extraído de un extraordinario artículo escrito por Geraldine Beirne que encontré hace unas semanas en The Guardian.  Al final del post copio el enlace. 

Clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore, India.  Sharath Jois, de pie a la derecha.

Ashtanga Vinyasa Yoga es uno de los estilos de yoga más conocidos hoy día.  Millones de occidentales lo practican en busca de un cuerpo tonificado y de una mente calmada.  Pero las clases guiadas de Ashtanga Yoga pueden resultar muy intimidatorias, con un ritmo muy elevado que impide que los estudiantes noveles apenas puedan tener ocasión de recibir indicaciones o correcciones.  Por este motivo, a los nuevos estudiantes de Ashtanga Yoga Bilbao les desaconsejamos por activa y por pasiva acudir a las clases guiadas de los viernes hasta después de varias semanas o meses y tras haber acumulado unas cuantas decenas de horas de "vuelo".

La alternativa es la práctica estilo Mysore, la manera tradicional de practicar Ashtanga Yoga.  El estilo Mysore, uno de los grandes aportes de Pattabhi Jois al yoga, ofrece una clase de yoga personalizada pero mucho más barata de lo que costaría una clase privada, y todo ello con la energía de grupo de una clase convencional.  En una clase estilo Mysore, el profesor se dirige a ti por tu nombre, conoce tu práctica y, por último pero no por ello menos importante, la clase es silenciosa, sin peroratas en voz alta y sin música new age siendo vomitada a través de altavoces, lo que no da lugar a distracciones y facilita la concentración hacia el interior, que es justo de lo que debería ir el yoga. 

Mucha gente me ha escrito, un tanto desconcertada, porque no entienden qué es eso de una clase de tres horas que comienza a las 18:15.  Lo curioso del caso -para un neófito- es que es posible llegar a una clase estilo Mysore a cualquier hora y quedarse todo el tiempo que resulte necesario.  Para alguien que empieza, podría ser tan poco como 30-45 minutos, mientras que para la gente con más experiencia la clase podría llegar a durar dos horas.  Es una forma maravillosa de que tanto los principiantes como los avanzados compartan las clases sin segregaciones -nivel básico, intermedio y avanzado- y desarrollen una autopráctica que puedan llevar consigo a cualquier lado.

Baddha konasana, adho mukha svanasana y marichyasana A en una clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore, India.

Mysore es el nombre de la ciudad en la que K. Pattabhi Jois enseñó desde finales de la década de 1930 hasta su muerte en el 2009.  En su primer día en una clase estilo Mysore los estudiantes aprenden, como en su día lo hicieran los principiantes en la escuela de Pattabhi Jois, los saludos al sol paso a paso y quizás las primeras posturas de pie.  Después, el profesor le añade una nueva postura cuando siente que el estudiante ha memorizado la secuencia y la ha ejecutado de manera óptima.  Si al estudiante se le ha olvidado algo, el profesor está allí para ayudarle.  

Practicar yoga de esta manera deja en manos del estudiante la batuta.  La señal para moverse hacia la siguiente postura viene de su propia respiración, no de las instrucciones del profesor.  En consecuencia, los estudiantes pueden pasar más tiempo trabajando a su propio ritmo en algún aspecto que les parezca difícil.  A todos los efectos, el estudiante se convierte en su propio profesor.  Si hay algo que le resulta imposible, el profesor le ayudará o le proporcionará una versión más sencilla.

Las sesiones de estilo Mysore se caracterizan por el sonido de lo que algunos denominan "respiración ujjayi" y otros "respiración libre sonora" - una respiración poderosa, rítmica, que calienta.  Todo el mundo trabaja a su propio ritmo, así que un novato podría llegar a pensar que cada uno está haciendo algo distinto.  Esto sirve, en cierta manera, para reducir el elemento competitivo y comparativo que podría surgir en cualquier otra modalidad de ejercicio en grupo.  Se dan pocas instrucciones verbales y cuando se dan se susurran, dirigidas sólo a la persona interesada.

Clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore India.  A la derecha, de pie y vestida de amarillo, Sharaswathi Jois, hija de Pattabhi Jois y madre de Sharath Jois.

Los ajustes son un elemento importante de la autopráctica estilo Mysore.  Aquí es donde los profesores experimentados emplean sus manos para guiar el cuerpo del estudiante hacia la postura con un correcto alineamiento.  Realmente hay que confiar en una persona que te anima a subir a una postura invertida como sirsasana por primera vez, por lo que resulta imprescindible asegurarse de que el profesor sea alguien preparado.

En una práctica estilo Mysore, los estudiantes han de afrontar las distracciones y los vaivenes de la mente regresando una y otra vez al estado de concentración, en lugar de escuchar pasivamente a un profesor u observar lo que hace el resto.  Esto hace que sea una práctica interna, una meditación en movimiento.  Si el propósito del yoga es calmar la mente, tal y como escribe Patanjali en sus yoga sutras, la práctica estilo Mysore de Ashtanga Yoga definitivamente puede ayudar a conseguirlo.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

Equinoccio de otoño, una oportunidad para el cambio.


El equinoccio de otoño ha puesto hoy punto y final al verano y dado inicio a un periodo de seis meses en los que la noche será más larga que el día.  Se trata de un gran cambio de ciclo que evoca la impermanencia de nuestra realidad.  El final del verano supone también el inicio de la primavera para nuestros vecinos del cono sur, por lo que una vez visto el cuadro completo tampoco cabe hablar de una transición triste, tal y como han parecido sugerir los noticiarios del día.  

Los grandes ciclos astronómicos como los equinoccios y solsticios, las fases de la luna o el día y la noche, equivalen al ciclo de la respiración.  Alguien podría decir que lo que más le gusta es inspirar oxígeno y estar despierto, y que eso de exhalar aire y echarse a dormir no le interesa para nada.  Sin embargo, uno no es posible sin el otro y, de hecho, uno y otro se necesitan.  Al reconocer y honrar los ritmos de la naturaleza, aprendemos a vivir en mayor armonía con ella y a aceptar que nosotros, como parte de la naturaleza, tampoco vamos a permanecer para siempre y que en lo bueno y en lo malo, en lo que nos gusta y lo que no, hallaremos cambios y que, sin duda, esos cambios harán para deshacer, o desharán para hacer.

Al finalizar la reforma en Ashtanga Yoga Bilbao y barajar fechas de apertura, el equinoccio de otoño pareció atraernos como un imán.  Una gran transición astronómica caía justo dentro del plazo al que las tareas pendientes apuntaban.  Era como si, en cierto modo, el cosmos nos guiñase un ojo.  No opusimos resistencia y nos dejamos llevar: sería el 21 de septiembre, lunes, a escasas horas del equinoccio.

Hoy, después de tres días, miramos hacia atrás satisfechos y hacia delante con ilusión.  Los cambios que nos ha traído este equinoccio han sido muchos y grandes, y qué menos que dedicarle estas pocas palabras después de tantas semanas de escasez epistolar en el blog.  Un abrazo y gracias.

domingo, 20 de septiembre de 2015

¡Listos para empezar!

¡Todo está a punto en Ashtanga Yoga Bilbao!  Tras tres meses de ajetreo que han incluido la búsqueda de un hogar para la escuela, una accidentada reforma y una mudanza desde Madrid, al fin hemos puesto la última maceta en su sitio y limpiado la última mota de polvo.  Te presentamos la que, si lo deseas, a partir de mañana será tu casa:

Recepción.
Sala de práctica.
Altar en honor a Guruji, creador del sistema Ashtanga Vinyasa Yoga, y Ganesha, el que remueve obstáculos.
Sala de práctica.
Sala de práctica.
Vestuario.
Duchas del baño.
En la siguiente secuencia de parejas de imágenes, tenéis una interesante visión del "antes" -o el "durante"- y el "después":




Detrás de este proceso de transformación que ha llevado a convertir una triste y vetusta oficina en una escuela de Ashtanga Yoga a la altura de Bilbao hemos estado, claro, Nines Blázquez y Fernando Gorostiza, aunque también queremos hacer una especial mención a Mircea Agapie e Ion Sonea, los albañiles-electricistas-carpinteros que gracias a su esfuerzo más allá del deber han hecho esto posible.  De no haberlos tenido a ellos, es probable que todavía hoy estuviésemos echando cemento y alicatando.


Mircea Agapie con Nines y Fernando.
Ion Sonea con Fernando.
Ha llegado la hora de la verdad: mañana, lunes, arranca la aventura de Ashtanga Yoga Bilbao.  ¡Te esperamos!

domingo, 6 de septiembre de 2015

¡Ashtanga Yoga Bilbao abre sus puertas!

Diseño de Nines Blázquez.

¡Ya tenemos fecha de apertura!  Llenos de ilusión y profundamente emocionados al fin podemos anunciar que el próximo lunes 21 de septiembre daremos comienzo a las clases regulares en Ashtanga Yoga Bilbao.  

Tras un mes de agosto loco, con jornadas de trabajo de lunes a domingo maratonianas, innumerables visitas a almacenes de construcción y mobiliario repartidos por toda la geografía vizcaína y un sinfín de vicisitudes, la obra ha llegado a su fin.  Próximamente publicaremos una entrada en este mismo blog con una pequeña crónica de lo que han sido la reforma.  Esta próxima semana llegará el grueso de los muebles desde los respectivos proveedores y todavía nos queda una última pechada para dar por terminado el último detalle, pero ya sabemos que la semana del equinoccio de otoño va a ser la que dará el pistoletazo de salida a la andadura de Ashtanga Yoga Bilbao.

Nuestro horario de clases va a ser el siguiente:  

Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes


07:15-09:15
Ashtanga Mysore


09:15-11:15
Ashtanga Mysore

09:15-11:15
Ashtanga Mysore

09:15-11:15
Ashtanga guiada





18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore

19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:00-21:00
Ashtanga guiada

Estos horarios son nuestra propuesta inicial.  En realidad, ¡estamos a disposición de los bilbaínos!  Si la gente lo quiere, podemos abrir clases todas las mañanas, los mediodías y/o los fines de semana.  Deja un comentario o escríbenos a info@ashtangayogabilbao.com si tienes alguna sugerencia al respecto.  Recogeremos todas vuestras peticiones y, en el caso de que se pueda formar un grupo de práctica en algún otro horario, lo abriremos gustosos.

¡Te esperamos el lunes 21!  Puedes venir desde las 09:00 de la mañana (recuerda que abrimos 15 minutos antes de la hora anunciada para que puedas inscribirte en la escuela y cambiarte sin prisas).  Durante las clases estilo Mysore, no tienes que ser puntual.  ¡Basta con que vengas a cualquier hora dentro del horario!  Tendremos esterillas de uso público, si es que no tienes una propia.  Para cualquier duda, escríbenos a info@ashtangayogabilbao.com o llámanos al 696123011.

La fiesta de inauguración tendrá lugar durante un fin de semana una vez comenzadas las clases.  Lo anunciaremos próximamente.

http://www.ashtangayogabilbao.com

lunes, 10 de agosto de 2015

Galería fotográfica de Ashtanga Yoga Bilbao.


¡Os presentamos la galería de imágenes de Ashtanga Yoga Bilbao!  Hemos publicado en la página web una serie de fotografías tomadas durante una práctica que Nines y yo realizamos en un parque hace dos fines de semana.  La autora de las fotografías es Eva Gutiérrez Fernández, a quien nos gustaría expresar desde aquí un caluroso agradecimiento por su buen trabajo y esfuerzo.



En esta entrada del blog hemos publicado tan sólo una muestra.  Si queréis ver la galería completa con más de sesenta fotografías, aquí tenéis la dirección, dentro de nuestra página web: http://www.ashtangayogabilbao.com/galeria.php



El yoga es un proceso interno de transformación personal por lo que esta clase de espectáculos externos más propios de una carpa de circo quizás no deberían tener cabida.   No obstante, conviene recordar el papel histórico que han desempeñado las exhibiciones de asanas en la reciente difusión del yoga.  Sin ir más lejos, y tal y como se explicó en el post anterior, el propio Pattabhi Jois fue iniciado en el yoga a través de una exhibición que Krishnamacharya tuvo a bien celebrar en Hassan, la aldea en la que se encontraba su escuela.  La demostración de asanas a la que asistió le dejó tan boquiabierto, que enseguida sintió el irrefrenable deseo de ponerse en contacto con el que sería su gurú y aprender yoga.  Una decisión que cambiaría su vida y el mundo para siempre.   



Otro tanto sucedió con David Williams y Norman Allen, primeros difusores del Ashtanga Yoga en Occidente, cuando asistieron a una exhibición de asanas que Manju Jois, hijo de Pattabhi Jois, impartió en aquel ashram de Pondicherry.  En estos y otros muchos casos, por tanto, una exhibición de asanas supuso el hito suficiente para inciarse en la senda del yoga, su puerta de entrada. 


Los nuevos tiempos conducen a nuevos medios y, hoy, las exhibiciones que otrora se celebraran de aldea en aldea y de ashram en ashram pueden tener lugar a través de Internet.  No hay nada como el vivo y el directo, pero lo digital también tiene sus ventajas y en Ashtanga Yoga Bilbao hemos optado por publicar esta galería para ayudar a difundir el Ashtanga Yoga y mostrar los frutos EXTERNOS de un compromiso constante mantenido durante años.  Ojalá que las imágenes sirvan de inspiración a algunas personas y les animen a dar su primer paso en este fascinante camino de autoconocimiento que es el yoga y que consiste en, quede claro, a través de lo externo, llegar a lo interno.


http://www.ashtangayogabilbao.com/galeria.php

viernes, 31 de julio de 2015

Tributo a Guruji - Centenario de K. Pattabhi Jois


¡Estamos en día de celebraciones!  En el País Vasco celebramos la festividad de San Ignacio de Loyola y en la India tiene lugar el Guru Purnima, un festival dedicado a los maestros académicos y espirituales.  Por si no fuera poco, en el día de hoy se celebra también el cumpleaños de Sri Krishna Pattabhi Jois, creador del sistema de yoga Ashtanga Vinyasa y maestro de maestros.  Además, se trata de un cumpleaños muy especial, porque Guruji habría cumplido hoy exactamente cien años.

La fecha exacta del cumpleaños fue hace cinco días: el 26 de julio, pero en la India es habitual que las celebraciones se hagan de acuerdo con el calendario lunar y, dado que K. Pattabhi Jois nació un 26 de julio del año 1915, día de luna llena, su cumpleaños se ha celebrado tradicionalmente el día de luna llena del mes de julio. Así fue en el 2008, cuando estando Guruji todavía en vida efectué mi primer viaje a Mysore y asistí a su fiesta de cumpleaños el 18 de julio, día de luna llena.  El día de su cumpleaños, por lo tanto, baila cada año al son de la luna llena.

Este año se da una curiosa circunstancia. Resulta que en el mes de julio que está a punto de terminar tenemos lo que se denomina una “luna azul”, que no es otra cosa que la coincidencia de dos lunas llenas dentro del mismo mes: la primera el día 2 y la segunda el 31, hoy. Se trata de un fenómeno puramente casual que no por ello ha dejado de parecerme una más que interesante coincidencia. Para que os hagáis una idea, entre los 756 meses que hay entre los años 1968 y 2030 tan sólo habrá catorce lunas azules. En inglés, el modismo “once in a blue moon” - “una vez cada luna azul” se emplea para referirse a hechos poco habituales. Qué mejor día, por tanto, para conmemorar una efemérides tan poco habitual como el centenario de Guruji, que un día en el que coinciden la luna llena, la luna azul, el Guru Purnima y la festividad de san Ignacio de Loyola. 

Irrepetible fotografía a los pies de Guruji.

A Guruji tuve la suerte de conocerlo en el ocaso de su vida. Aquel 18 de julio del año 2008 pude postrarme a sus pies, nervioso, sin descalzarme, y felicitarle por su 93 cumpleaños.  Una semana antes, el mismo día que llegué a Mysore y acudí a la oficina del KPJAYI a inscribirme, me lo encontré de sopetón e intercambié con él algunas palabras. Me preguntó de dónde venía y acerca de mi profesor. “Oh, borya, borya.”, exclamó cuando le hablé de Borja. Pero por desgracia, su salud se encontraba muy mermada y tan sólo era una sombra de lo que fue. Su nieto Sharath impartía todas las clases y conferencias y el mítico Pattabhi Jois que durante más de sesenta años había dirigido el Instituto de Ashtanga Yoga apenas se hacía notar.  No creo que sea yo, por tanto, el más indicado para rendirle con mis palabras el homenaje que merece. Le guardo un gran respeto y un gran cariño por todo lo que fue, lo que hizo, lo que representa y por el legado que ha dejado a la humanidad, pero prefiero que las palabras que le dedique en esta tan especial onomástica pertenezcan a personas que lo conocieron durante sus mejores años.

En la página web de Ashtanga Yoga New York he encontrado una magnífica reseña biográfica que creo se encuentra a la altura. He solicitado y obtenido el permiso de Ashtanga Yoga New York para traducirlo y reproducirlo en este blog, cosa que me dispongo a hacer a continuación. Que lo disfrutéis como yo lo he hecho:


A Sri Krishna Pattabhi Jois (Guruji) le gustaba citar una parte del Bhagavad Gita en la que Krishna proclama que sólo si lo ha practicado en una vida anterior llegará un individuo a practicar yoga en esta vida, incluso contra su propia voluntad, como arrastrado por un imán. Quizás fue esto mismo lo que condujo a un jovencísimo Pattabhi Jois hasta la conferencia y demostración de yoga que tuvo lugar en el Jubilee Hall de Hassan, en el Estado de Karnataka al sur de la India. Con tan sólo doce años, contempló maravillado cómo un yogui fuerte y ágil saltaba de asana en asana. Entendió muy poco de la conferencia que hubo tras la exhibición -y durante un tiempo seguiría entendiendo poco del método y filosofía que se expusieron- pero lo que vio lo dejó tan impresionado que sintió que tenía que aprenderlo él mismo. Al día siguiente se levantó temprano y, con gran audacia por parte de un chico tan joven, se dirigió hasta la casa donde se alojaba el susodicho yogui para pedirle instrucción. El yogui lo recibió en la puerta y, al escuchar su solicitud, lo interrogó sin piedad. Guruji, como llegaría a ser conocido más tarde, respondió a sus bruscas preguntas con diligencia y, en recompensa, se le dijo que regresara al día siguiente. Lo hizo, estableciendo el comienzo de lo que llegaría a ser un periodo de estudio de veinticinco años con el gran Tirumalai Krishnamacharya.

Nada en su entorno favorecía una elección semejante. Nadie en su familia practicaba yoga ni había expresado nunca el más mínimo interés en ello. Vista como una práctica esotérica exclusiva de monjes, sadhus y sannyasis, en aquella época el yoga se consideraba inadecuado para los cabezas de familia, creyéndose que en su persecución del yoga perderían interés en los asuntos mundanos y abandonarían a sus familias. Una posibilidad como ésa no habría sido vista nunca con buenos ojos para el hijo de una familia brahmín.

Su familia era originaria del pueblo de Kowshika, una pequeña aldea de sesenta o setenta familias brahmines cerca de Hassan. Muy unido a sus tradiciones, el pueblo apenas ha cambiado desde los días de la niñez de Guruji: la vida cotidiana todavía gira alrededor de los tres venerables templos situados a ambos extremos de la calle principal y los habitantes aún llevan las vidas frugales y difíciles de sus ancestros. Cuando Guruji era un niño se consideraba rica a la persona que poseyera una bicicleta. Hoy, a pesar de que han transcurrido mas de tres cuartos de siglo y de la reciente llegada de la electricidad, muy poco ha cambiado en Kowshika.

Fue aquí donde, un día de luna llena, nació Guruji en julio de 1915, el quinto de nueve niños. Su padre era astrólogo, sacerdote y propietario de tierras, y su madre se hacía cargo de las cinco niñas, los cuatro niños y de los asuntos del hogar. A partir de los cinco años de edad, su padre le inició a Guruji en los rituales hindúes y en el idioma sánscrito, tal y como era preceptivo para los niños brahmines en aquel entonces. Después comenzó a ir a la escuela en la cercana Hassan.

Tirumalai Krishnamacharya, legendario maestro de maestros y gurú de K. Pattabhi Jois.

A los doce años, y sin decírselo a nadie en la familia, comenzó a practicar Ashtanga Yoga a diario con Krishnamacharya, Se levantaba temprano, caminaba cinco kilómetros hasta Hassan para practicar, y después iba a la escuela. Hizo esto durante dos años hasta que, con la intención de profundizar en los estudios de sánscrito y de nuevo sin el consentimiento de su familia, abandonó su casa y se trasladó a Mysore. En torno a esta época Krishnamacharya partió también de Hassan. Pasaron tres años antes de que Guruji le escribiera a su padre para informarle de dónde se encontraba.

En Mysore, en 1931, comenzó la historia de su reencuentro con Krishnamacharya y de su asociación con el Maharajah de Mysore. Mientras estudiaba en la Universidad de Sánscrito, Guruji supo que se había organizado una exhibición de yoga y, sin saber quién iba a impartirla, decidió asistir. Resultó que la persona al frente de la exhibición no era otro que su propio gurú, Krishnamacharya, que se había trasladado a Mysore. Entusiasmado, se abrió paso entre la multitud hasta su maestro y se postró ante él, retomando la relación. Una relación que se consolidó durante los veintidós años que Krishnamacharya permanecería en Mysore.

Entretanto, el Maharajah de Mysore, Krishna Rajendra Wodeyar, se había puesto gravemente enfermo. Fue informado de que había llegado a la ciudad un gran yogui que quizás podría ayudarlo, e hizo que lo llamaran. Donde todos los demás habían fracasado Krishnamacharya tuvo éxito, y el Maharajah se vio curado de sus males. Agradecido, se convirtió en el patrocinador de Krishnamacharya, levantando una shala de yoga para él dentro de los terrenos del Palacio y enviándole a él y a estudiantes modelo como Guruji por toda la India para efectuar exhibiciones, estudiar textos e investigar otras escuelas de Yoga y estilos. Alrededor de cien estudiantes recibirían instrucción en la yoga shala del palacio, entre ellos los hijos del propio Maharajah, pero a medida que el tiempo transcurría y aumentaban los rigores de la práctica, los números menguaron hasta que al final sólo quedaron tres: Guruji, su amigo C. Mahadev Bhatt y Keshavamurthy.  Un tiempo después, cuando la muerte del Maharajah puso fin a su largo mecenazgo, Krishnamacharya marchó a Madrás.

Alumnos de la escuela de yoga de Krishnamacharya en el Palacio de Mysore.  Guruji es el que se encuentra en la postura de kapotasana.

Hombre brillante, Krishnamacharya era también un profesor riguroso. Si Guruji llegaba un solo minuto antes o después de su hora, se le castigaba a permanecer descalzo fuera de la shala bajo el tórrido sol del mediodía durante treinta minutos. Si su postura o respiración no eran correctas durante la práctica, recibía castigos corporales -una clase de reprimenda con la que, más tarde diría, ¡conseguía hacer bien la postura de inmediato!  Un día, mientras Krishnamacharya impartía una conferencia, le obligó a Guruji a permanecer en mayurasana al otro lado de la habitación durante media hora. Guruji cree que fue de esta manera como se volvió fuerte y disciplinado en su práctica y aprendió que a través de la correcta respiración, el control de la mente y de la fe, los beneficios y los niveles más profundos del yoga llegaban automáticamente. Para Guruji, la fe en el yoga implicaba que las palabras de su profesor y de los textos de yoga son verdades incuestionables y que son todo lo que uno necesita para perseguir y obtener el éxito en el yoga.

Mientras estudiaba con Krishnamacharya y sin que él lo supiera, una joven llamada Savitramma, que contaba tan sólo con catorce años de edad, comenzó a asistir a sus exhibiciones de yoga en la Universidad de Sánscrito junto a su padre, Narayana Shastri, un erudito en sánscrito. Después de una de las exhibiciones, la chica, a la que más tarde sus hijos así como todos los estudiantes de yoga conocerían como Amma (madre), le dijo a su padre: “Quiero a ese hombre como esposo.” Obediente, su padre se acercó a Guruji al día siguiente y le invitó a su casa a cenar. Guruji aceptó y viajó hasta Nanjangud, su pueblo, situado a unos veinte kilómetros de distancia, y pronto se vio sometido a un interrogatorio por parte de Narayana Shastri: "¿De dónde eres?" "¿Cuál es el nombre de tu padre?"  "¿A qué casta perteneces?"  Para alegría de la familia de Amma, su respuesta a esta última pregunta fue la debida, y le pidieron que regresara la semana siguiente con su horóscopo. Perplejo, Guruji preguntó porqué, pero no obtuvo respuesta. En cualquier caso, hizo lo que le pedían, sin saber que al hacerlo se desató una pequeña crisis al descubrirse que según su horóscopo él y Amma no encajaban. “No me importa,” se sabe que dijo Amma, “Adecuado o no, lo quiero.” Tras esto, su padre tiró el horóscopo a la basura y fue a ver al padre de Guruji, quien aprobó el matrimonio. Krishnamacharya le dio una cariñosa señal de advertencia a Amma, diciéndole: “¡Ten cuidado! Es un hombre muy fuerte. Si le pides que te traiga las Colinas Chamundi, lo hará.” Se casaron el cuarto día después de la luna llena de junio en 1933, cumpleaños de Amma.

Amma y Guruji.

Guruji tenía dieciocho años, Amma catorce. Tras la boda, Amma volvió con su familia y Guruji regresó a su habitación en la Universidad. Durante tres o cuatro años, no se vieron. Entonces, cerca de 1940, Amma se trasladó a Mysore y su vida en familia juntos comenzó. Años más tarde, ella diría que tenía tanto miedo de Guruji en aquel tiempo que, durante los primeros tres o cuatro años de su matrimonio, no hablaba con él – y de hecho no le dirigiría la palabra hasta después del nacimiento de su segundo hijo, Manju. Durante los siguientes ocho años vivieron en una serie de casas hasta que un grupo de estudiantes de Guruji se reunió para ayudarle a construir la casa en Lakshmipuram por 10.000 rupias. Para cuando Guruji y Amma se mudaron a esta casa ya habían nacido sus tres hijos: Saraswati, Manju y Ramesh.

Amma fue la primera estudiante de yoga de Guruji y, según sus propias palabras, aprendió muy bien hasta la serie avanzada. El mismo Krishnamacharya la examinó una vez acerca del vinyasa específico de las asanas, enunciando los números que a continuación ella tenía que demostrar con rapidez. Muy satisfecho con su práctica, le expidió un certificado de enseñanza.

La vida durante los primeros años, sin embargo, no fue fácil. Aunque Guruji enseñaba yoga en la Universidad de Sánscrito, su salario de diez rupias al mes apenas bastaba para mantener a una familia de cinco miembros. No sería hasta después de 1956, cuando logró hacerse profesor de sánscrito, que sus circunstancias se aliviaron en cierto modo. En 1948 estableció el Instituto de Investigación de Ashtanga Yoga en su nueva casa en Lakshmipuram con la idea de experimentar con los aspectos curativos del yoga. Entonces, la casa constaba tan sólo de dos habitaciones, una cocina y un baño. No sería hasta 1964 que Guruji añadió una extensión hasta la parte trasera del yoga hall así como un baño escaleras arriba. Fue también en esta época cuando un belga llamado Andre van Lysebeth viajó a Mysore tras encontrarse en Bombay con un swami que había sido estudiante de Guruji. Van Lysebeth sabía sánscrito y estudió con Guruji durante dos meses durante los cuales aprendió las asanas de las series primera e intermedia. No mucho después, escribió un libro llamado Pranayama en el que aparecía una foto de Guruji. Esto supuso la presentación de Guruji al público europeo, con el resultado de que los europeos fuesen los primeros occidentales que comenzaron a viajar a Mysore para estudiar con él. Los primeros americanos llegarían pronto, empezando por Norman Allen en 1971, que se abrió paso hasta el rellano de Guruji tras asistir a una exhibición de Manju, el hijo de Guruji, en el ashram de Swami Gitananda en Pondicherry.

Amma, Guruji y su hija Saraswati, madre de Sharath, en la puerta de la vieja escuela de yoga en Lakshmipuram.

En 1958, Guruji comenzó a trabajar en un libro que se convertiría en un verdadero regalo para la comunidad mundial de Ashtanga Yoga en los años que estarían por venir. Escribiendo a mano todo el texto a lo largo de dos o tres años mientras su familia descansaba durante sus habituales siestas de la tarde, bosquejó la naturaleza atemporal de la práctica así como su utilidad para la humanidad. Bajo el título Yoga Mala, esta recopilación de la sabiduría de Guruji fue publicado por primera vez en 1962 en India gracias al propietario de una plantación de café en Coorg que también estudiaba yoga. El Shankaracharya del Sringeri Mutt en Mysore quedó tan impresionado por el conocimiento de Guruji en la materia tras leer el manuscrito del Yoga Mala que escribió una nota introductoria para el libro. Alrededor de treinta y siete años más tarde, el Yoga Mala se publicaría en inglés, el primero de los muchos idiomas en que se traduciría a medida que la influencia de Ashtanga Yoga se extendía por el planeta.

En 1997, Amma falleció inesperadamente. Toda la familia quedó devastada. Como núcleo y ancla de la familia, la suya era una presencia irremplazable, una ausencia imposible de llenar. En memoria de Amma, Guruji llevó a cabo una serie de proyectos, empezando por la renovación de dos templos en Kowshika de especial importancia para él. Separadas con un año de distancia, las renovaciones incluían la construcción de nuevos exteriores para los templos de Ganesha y Rameshvara Linga (Shiva), además de adornos de plata maciza que Guruji encargó para las deidades de los templos. Para celebrar la inauguración de los templos reformados, se organizaron elaboradas pujas y festejos de tres días de duración a los que fue invitado todo el pueblo, así como todos los estudiantes de yoga de Guruji. A continuación, comenzó la construcción de un templo en el año 2000 dedicado a Adi Shankaracharya, el famoso profesor de advaita vedanta del siglo XVI que también es el gurú de su familia. En el templo se encontraba instalada también Sharadamba, diosa de la sabiduría y el conocimiento, y Navagraha, los nueve planetas de la astrología india, adorados para asegurar el bien de los acontecimientos del mundo y de las vidas individuales. El templo fue abierto en el año 2001 con gran pompa. Al frente de las ceremonias e impartiendo sus bendiciones estaba el Shankaracharya de Hebbur Mutt, lo cual fue un gran honor para Guruji. En los pueblos indios, los templos sirven como importantes puntos de encuentro espiritual y comunitario, así como lugares sagrados que abren puertas hacia el Universo. La construcción y renovación de templos, por tanto, no eran sólo un regalo en recuerdo a Amma, sino para la continuidad de una tradición espiritual antiquísima que se mantiene para el beneficio de todos los seres.

Guruji en samasthih.

Las fotografías de archivo de Guruji que se ven a menudo, tal que aquella en la que aparece en samasthitih, fueron tomadas en Tiruchinapalli y Kanchipuram, ambas en Tamil Nadu. Tiruchinapalli es el hogar del famoso templo de Sri Ranganatha, y Kanchipuram de Adi Shankaracharya Mutt, Sri Kancha Kama Koti Peetham, así como de un floreciente templo de Siva. El abuelo de Amma, un gran profesor universitario de sánscrito, vedas y astrología, fue de joven el profesor del Shankaracharya Chandrasekharendra Saraswati. Este swamiji se convertiría en una importante figura espiritual dentro del Hinduísmo. Considerado por muchos una persona iluminada, se le conocía por su humildad extrema y genuina compasión por todos los seres. Gente de toda la India viajaba para verlo, y era famoso por sus vastos conocimientos en multitud de materias. Alrededor de la misma época en que se tomaron las fotografías de Guruji haciendo asanas que están incluidas en el Yoga Mala, Guruji y Amma fueron a visitar al Swamiji. En su primera visita, él preguntó quiénes eran, y Guruji le respondió que era el nuero de Narayana Shastri. Al escuchar esto, los ojos del Shankaracharya se iluminaron visiblemente y los dos departieron largamente sobre yoga y filosofía. Guruji y Amma se quedaron entonces con el Swamiji durante ocho días y, durante ese tiempo, el Shankaracharya le pidió que le hiciera una exhibición de yoga. Quedó tan impresionado con el conocimiento y habilidades que demostró Guruji que le pidió que se quedara en Kanchipuram a enseñar yoga, pero las obligaciones de Guruji en otros lugares le obligaron a rechazar la petición. No obstante, él y Amma visitaron al Shankaracharya varias veces más. En su última visita, acudieron con toda la familia. Cuando llegaron, se les informó que el Shankaracharya estaba haciendo voto de silencio y que por lo tanto no recibía visitas. Pero cuando un secretario le informó de que Guruji había venido con su familia desde Mysore, el acharya se acercó hasta la puerta, sonrió y levantó su mano en silencio saludándolos antes de retirarse de nuevo.

Guruji pasó por el mundo sin intención de hacer ruido. Si logró mejorarlo, fue a través de su incansable dedicación a la enseñanza y práctica de Ashtanga Yoga y de su vida espiritual como un cabeza de familia. Lo cierto es que hasta hace no mucho en la India, dedicarse a enseñar yoga no era una profesión para nada glamurosa. La mayoría de la población la desdeñaba, viéndola de la misma manera que se ha visto hasta hace poco en Occidente – un fenómeno marginal para monjes, eremitas y fanáticos espirituales. Pero, de la misma manera que Krishnamacharya había hecho antes que él, Guruji decidió bregar contra la corriente de su época al dedicar su vida a la enseñanza y práctica de yoga. Esto quizás podría explicar porqué nunca le habló a su familia acerca de su práctica y porqué partió para Mysore a los catorce años de edad sin decirle una sola palabra a nadie. Si lo hubiera hecho, habrían protestado y tratado de convencerlo para que desistiera.


Guruji no tuvo nunca ninguna duda. Enseñó sin escatimar esfuerzos durante prácticamente tres cuartos de siglo, sin pensar en fama o ganancias pecuniarias. Aunque ambas cosas le llegaran en sus últimos años, él nunca las persiguió. Él simplemente fue un gran ejemplo de inquebrantable dedicación. Nunca se publicitó, sino que se limitó a permanecer en su casa, enseñando lo que él mismo había aprendido de su gurú.  Fue la Providencia la que dispuso que gente de todo el mundo se viera atraída hasta la puerta de su modesta escuela. El impacto que ha tenido en el mundo del yoga y el impacto en los millares de individuos que han atravesado las puertas de su shala de yoga son incalculables. Guruji fue el vivo ejemplo de cómo lograr que la luz de una tradición ancestral brille como el fuego.

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martes, 21 de julio de 2015

Conectando con uno mismo a través del yoga.

Con frecuencia habréis escuchado aquello de que "el yoga sirve para conectar con uno mismo".  De hecho, la frase se emplea a discreción cada vez que se pretende rebatir la extendida creencia de que el yoga no es más que una rutina de ejercicio físico y estiramientos. Sin embargo, aunque lo de "conectar con uno mismo" suene muy bonito, al típico ciudadano de a pie lo suele dejar indiferente.  Hay que admitir que el concepto resulta un tanto vago, incluso podría decirse que esotérico, cuando lo que la mayoría de gente en realidad espera recibir es una respuesta clara y, sobre todo, pragmática.  Tampoco ayuda demasiado el que para complementar la explicación se recurran a argumentaciones psicológicas y mucho menos espirituales.  La habitual reacción ante tales recursos es el silencio y una sonrisa condescendiente.  Por lo tanto, si bien es cierto que la lógica no siempre alcanza a explicarlo todo y a veces se antoja necesario recurrir a herramientas distintas de las que ofrece la ciencia cartesiana, en este caso, y tras la lectura de un interesante artículo que me ha inspirado este post, sí que va a resultar posible hacer entender en su propio terreno a los enemigos de lo intuitivo cuando preguntan, socarrones, para qué sirve el yoga, qué significa la susodicha "conexión con uno mismo" .

Modelo motor del homúnculo.

En la imagen superior tenemos al homúnculo, que no es otra cosa que una representación del cuerpo humano desde el punto de vista del córtex cerebral.  El tamaño de cada parte del cuerpo del homúnculo es directamente proporcional a la potencia neuronal que de hecho se encuentra implicada en su control.  Es fácil entender que aquellas regiones del cuerpo que requieren un alto nivel de destreza ocupan una superficie mayor en el cerebro, el cual les dedica una cantidad mayor de neuronas y circuitos neuronales.  

De ese modo, las manos del homúnculo son gigantescas porque una gran parte del cerebro motor está concentrada en las manos, que han de ser extremadamente precisas y sensibles para que el hombre pueda efectuar con ellas una amplia variedad de tareas.  Lo mismo sucede con la boca y la lengua, donde se ubican los complejos sentidos del gusto y el habla.  La rodilla o el codo, por el contrario, son minúsculos, tal y como corresponde con unas zonas de nuestra anatomía a las que el cerebro no les presta apenas atención.  Difícilmente podremos reconocer un objeto palpándolo con el codo.  La mano, en cambio, será capaz de proporcionarnos muchísima información.

En realidad, la forma del homúnculo la vamos conformando nosotros mismos durante nuestro propio desarrollo.  Desde la niñez, nuestra interactuación con los estímulos del mundo va educando al cerebro y construyendo nuestra estructura neurológica, nuestro homúnculo. No obstante, conviene tener en cuenta que no se trata de una configuración inamovible.  De hecho, el homúnculo podría verse drásticamente modificado en determinadas situaciones.  En el caso de un accidente neurológico, por ejemplo, grandes regiones del cerebro podrían quedar anuladas, lo que al homúnculo le supondrían verdaderas amputaciones.  

Homúnculo sensorial y motor.

Pero el homúnculo también puede ser modificado mediante la práctica.  No resulta posible aumentar el número de neuronas del cerebro, pero lo que las neuronas sí pueden hacer es establecer nuevos circuitos entre ellas.  De hecho, la capacidad de hacer esto es casi ilimitada.  De ese modo, por ejemplo, una persona que tras sufrir un ictus hubiera perdido el sentido del habla y cuyo homúnculo hubiera sufrido una grave distorsión, con el paso del tiempo y el entrenamiento adecuado podría llegar a recuperar todas o casi todas sus funciones originales y, con ellas la forma normal del homúnculo.  ¿Significa eso que la persona puede conseguir "resucitar" sus neuronas muertas?  No.  Lo que la persona hace es establecer nuevos circuitos neuronales entre las neuronas supervivientes de manera que éstas asuman las funciones de las muertas.  Igualmente, los ciegos y los mancos suelen ser capaces de compensar sus minusvalías mediante un híper-desarrollo del resto de sus sentidos.  Un ejemplo paradigmático de ello lo constituyen esas personas mancas que terminan manejando sus pies como si de manos se trataran y que en algunos casos llevan a cabo verdaderas virguerías tales como tocar instrumentos o construir maquetas.  Su homúnculo supliría sus manos inutilizadas con unos pies gigantescos, reflejando la extensa red de conexiones neuronales creada en torno a los pies. 

De la misma manera, una persona que aprende a tocar el piano, lo que está haciendo es crear nuevos circuitos neuronales.  Está aumentando las conexiones hacia los dedos que tocan las teclas del piano, los pies que presionan los pedales, el oído que percibe la música y el sentido armónico que es capaz de entenderla e interpretarla.  Está creando configuraciones neuronales que previamente no existían y, por así decirlo, haciendo que su homúnculo eche músculo, al entrenar a las neuronas de su cerebro en una nueva serie de actividades que implican el manejo y coordinación de partes y sentidos del cuerpo de un modo en que no estaba familiarizado.  Lo mismo estará haciendo una persona cuando aprende a manejar un coche, a jugar al baloncesto, a reparar relojes, a hacer malabarismos con pelotas o a bailar flamenco.  Y otro tanto estará haciendo, también, el que practica yoga.


El yoga físico, con sus ejercicios de asanas, constituye una poderosa herramienta para despertar lo que se denomina conciencia corporal.  Estamos muy habituados a manejar algunas zonas de nuestro cuerpo pero, lamentablemente, y debido a nuestro estilo de vida y a nuestros condicionamientos culturales, otras las tenemos realmente atrofiadas.  Desde el punto de vista del cerebro del ciudadano medio carece de importancia todo lo que no tenga que ver con andar, sentarse y manejar un teclado de ordenador.  Fuera de ahí, la inversión neuronal que el cerebro dedica al cuerpo suele ser insignificante.  

En clara oposición a esta terrible tendencia de las sociedades surgió y ha llegado hasta nuestros días el yoga, que de manera sistemática sitúa a sus practicantes ante la insólita perspectiva de tener que colocar sus músculos y sus huesos en posiciones poco habituales y ejecutar movimientos que nunca se le plantearían en su vida cotidiana.  Al verse obligado a abordar una y otra vez esta nueva problemática muscular, el cerebro comienza a crear patrones en su interior, estableciendo enlaces entre las neuronas con las que satisfacer las nuevas demandas físicas.  

Desde aquí parte el despertar de la conciencia corporal.  Con el tiempo y la práctica prolongadas, la persona acabará desarrollando la capacidad de mover su cuerpo a través de las asanas y asumir como algo natural lo que anteriormente constituía un verdadero reto.  Todos los que practicamos yoga, en mayor o menor medida lo hemos notado, y al cabo del tiempo todos acabamos desarrollando la curiosa habilidad de saber dónde tenemos el pie sin mirarlo, cuál es nuestro lado bueno en cada asana, en qué puntos notamos rigidez, el grado de flexibilidad que tenemos en ese día en particular, etcétera, etcétera.  Toda una suerte de habilidades que algunos años atrás nos habrían sonado a chino y que, ahora, aceptamos como algo cotidiano.

Pero el incremento de la conciencia corporal a través de la práctica de yoga tiene consecuencias más profundas.  Exteriormente, lo que uno percibe es que, tras varios años de práctica, determinadas posturas de equilibrio que le resultaban imposibles ahora se le antojan sencillas y en otras en las que su alineamiento estaba siempre comprometido ya nunca se acerca el profesor para corregirle.  Internamente, eso se ha traducido en nuevos enlaces neuronales, en nuevas mallas de circuitos orgánicos que el cerebro ha tejido para especializarse en la resolución de esos problemas músculo-esqueléticos que su propietario denomina asanas.  El yoga ha conducido al cerebro, literalmente, al refinamiento de su circuitería, y el impacto de ello a la fuerza se ha de notar más allá de la conciencia corporal.

Sistema nervioso sensorial-motor y sistema nervioso orgánico, frente a frente.

No sabemos todavía mucho del cerebro.  El órgano más complejo del ser humano sigue siendo un gran misterio, una caja negra aún por descifrar en su mayor parte.  Pero de lo que sí estamos seguros es de que el cerebro no se limita a ser un simple centro de control de movimientos musculares y de percepciones sensoriales.  Las neuronas del cerebro y de la médula espinal relajan y contraen los músculos e interpretan las señales procedentes de los órganos sensoriales, pero esas mismas neuronas se encuentran también detrás del funcionamiento de los órganos internos, de los procesos digestivos, cardiovasculares y hormonales que tienen lugar por todo el cuerpo y, también, detrás de lo que denominamos "conciencia" del ser humano, de su creatividad, de sus anhelos, de sus fobias, de sus emociones y, en definitiva, de toda su psicología.  A pesar de que la neurología haya pretendido establecer claras divisiones funcionales en el cerebro, la realidad es mucho más enrevesada y sugiere complejas relaciones entre órganos, músculos y emociones.  Tampoco es que una misma neurona pueda estar al mismo tiempo implicada en la extensión de un dedo, el cierre del cardias y el amor a la poesía, pero sí que cabe pensar que el cuerpo humano funciona más bien como una red entrelazada que como una sucesión de capas independientes.  Que se lo digan sino a la reflexología y a la acupuntura.  

Funciones del cerebro, desde el punto de vista "compartimentado" de la neurología.

En la India, en una época en que el acceso a los médicos convencionales estaba reservado a las élites, el yoga era algo así como una medicina low cost.  Las técnicas del yoga representaban la única opción para paliar sus dolencias que tenían las clases bajas, quienes acudían a maestros de yoga como en los pueblos de la España profunda se recurría a los curanderos.  El caso de Krishnamacharya, al que el Maharajah de Mysore hizo llamar para que le tratara cierta afección respiratoria, fue sumamente excepcional, al tiempo que un hecho clave para cambiar por siempre el destino del yoga en el mundo.  Posiblemente fue gracias a ese único suceso que hoy día, sobre todo en Occidente, cada vez más gente deje de lado la medicina convencional y recurra al yoga para tratar toda clase de problemas físicos y mentales, en lo que no deja de ser una sorprendente vuelta de tortilla desde el punto de vista histórico.

Un neurocirujano puede alterar el cuerpo mediante la estimulación del cerebro.  Un practicante de yoga puede, partiendo del extremo opuesto de la red nerviosa, alterar el cerebro.  Los cambios son sutiles y requieren tiempo, pero son innegables.  La conexión con uno mismo se hace desde lo más superficial: los movimientos musculares voluntarios y la respiración, y sus repercusiones se hacen sentir en lo más profundo del ser humano: la red neuronal en la que residen la coordinación de los músculos, el funcionamiento de los órganos y el mecanismo de las emociones.  Cuerpo y mente, consciente e inconsciente, entrelazados en una interpretación holística del ser humano: la esencia del yoga.


"Practice, practice, and all is coming."
- Sri Krishna Pattabhi Jois.