Kukuttasana by Fernando Gorostiza.
Garbha pindasana y kukuttasana constituyen una dupla de posturas que ilustra con claridad el sentido del ordenamiento de los asanas y del trabajo físico progresivo que se lleva a cabo en el método de Ashtanga Yoga.
Si eres ajeno a esta tradición de yoga, quizás te sorprenda que unos asanas aparentemente tan avanzados se encuentren dentro de la primera serie de un sistema de asanas conformado por seis series. En realidad, garbha pindasana y kukuttasana son la culminación de todo lo que les ha precedido. Hasta navasana, la primera serie ha planteado esencialmente un compendio de flexiones hacia delante y un par de torsiones en las que se ha buscado comprimir los órganos del torso y movilizar las articulaciones de la cadera y sacro-ilíacas, todo ello aderezado con transiciones de fuerza o medios vinyasas. A partir de ese momento la fuerza y la movilidad pélvica se combinan para construir los siguientes asanas. Sin ellas no hay posibilidad de que florezcan bhuja pidasana, kurmasana, supta kurmasana ni por supuesto garbha pindasana ni kukuttasana.
Llegado este punto de la serie de Ashtanga Yoga resulta imprescindible contar con una guía experta, alguien con dilatada experiencia que analice tu práctica con perspectiva y sepa juzgar cuándo estás preparado para acometer los nuevos retos.
Secuencia completa de garbha pindasana & kukuttasana "maquillada" para Instagram.
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A este respecto quiero compartir una anécdota personal. Durante la primavera del 2006, cuando llevaba alrededor de seis meses de práctica, me “colé” en una clase guiada de Ashtanga Yoga Madrid. Borja no estaba aquel día y la clase la daba una profesora sustituta que no me conocía. Mi práctica habitual alcanzaba hasta navasana (con un marichyasana D deficiente), pero ya había visto lo que venía a continuación y la ambición me empujó a continuar la clase guiada más allá de navasana, fingiendo que mi práctica habitual alcanzaba más allá.
El libro de Sharath Jois, con kukuttasana en la portada.
Podía hacer un loto completo y daba por hecho que garbha pindasana no representaría mayor problema. Cuando llegó el momento, metí un brazo, metí el otro y… ¡crack! Noté un dolor en la rodilla. Terminé la clase asustado y anduve dos días cojo. Luego me recuperé y seguí practicando.
La experiencia me sirvió para, a las malas, aprender una gran lección a la que me he atenido hasta el día de hoy: no hacer nunca por mi cuenta ningún asana que no me haya enseñado un profesor cualificado. Desde aquel día de primavera del 2006, y a pesar de haber estado muchos años practicando casi siempre en solitario, no he consultado jamás ningún libro ni ningún vídeo para saber cómo es la siguiente postura de la serie e intentarla por mi cuenta: he esperado siempre hasta estar con algún profesor experimentado y hacer algo nuevo cuando me lo enseñara.
Las fotos que me sacó Borja el primer día que hice garbha pindasana y kukuttasana en el 2006 en Ashtanga Yoga Madrid. Para Borja es una tradición sacar una foto la primera vez que alguien hace estas posturas, costumbre que hemos mantenido en Ashtanga Yoga Bilbao como saben muchos de nuestros estudiantes.
Unos meses después, en noviembre del 2006, llegó el día en que Borja consideró que ya estaba preparado para garbha pindasana. Yo, avergonzado, no le había contado nada de mi imprudente “osadía” acaecida unos meses antes, y el hecho de saber que me enfrentaría a lo que me había dejado cojo dos días me provocaba cierta inquietud. Sin embargo, todo transcurrió como la seda y entré con notable facilidad en la postura. En ese momento, y no en primavera, era cuando estaba preparado. Borja, experto, lo vio con claridad; yo, inexperto, estaba ciego.
Diecisiete años después, quiero darte este consejo que una vez leí de manos de un veterano profesor de Ashtanga Yoga. Hay tres tipos de estudiantes: Al primer tipo, si le dices que no toque la llama de vela porque se va a quemar, te hace caso y no la toca nunca. El segundo tipo de estudiante, en cambio, no está del todo seguro y tarde o temprano alarga la mano para tocar la vela. Se quema, evidentemente, pero aprende y ya no vuelve a tocarla. Por último está el tercer tipo, el más tozudo de todos. Por supuesto, no hace caso al consejo y toca la vela, quemándose. Sin embargo, no aprende la lección, y al cabo de un rato vuelve a intentarlo, pensando que ahora quizás no se quemará. Pero vuelve a tocar la llama y a quemarse. Otra vez. Y otra.
Yo fui el segundo tipo de estudiante, el que necesitó quemarse para aprender la lección. Y tú, ¿de qué tipo eres?
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