miércoles, 12 de octubre de 2016

¡Tomás Zorzo en Bilbao!


Cartel promocional del taller intensivo con Tomás Zorzo el 5/6 de noviembre en Ashtanga Yoga Bilbao.

Ashtanga Yoga Bilbao va a tener el gran honor de recibir a Tomás Zorzo (Rama), quien el próximo 5/6 de noviembre visitará Bilbao por primera vez para impartir un taller intensivo de fin de semana con el tema: "Ashtanga Yoga: teoría y práctica para la transformación personal."  

Tomás Zorzo es uno de los estudiantes más antiguos de Sri K. Pattabhi Jois, pionero del Ashtanga Yoga en España y una de las pocas personas de todo el mundo certificadas para enseñar hasta la tercera serie de Ashtanga Yoga por el Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore.

Su primer viaje a la India tuvo lugar en 1984.  Había entrado en el yoga a través del linaje de Sivananda, y tras recibir formación en Canadá viajó a Risikesh para estudiar filosofía Vedanta durante tres meses en un Ashram de Sivananda.  Un holandés le habló de Mysore y de Pattabhi Jois, y al año siguiente regresó a la India con intención de conocerlo.  

Tomás contaba con menos de 25 años cuando se encontró con Guruji por primera vez.  En aquellos tiempos viajar a la India era una experiencia muy dura, mucho más de lo que es hoy.  Sin agua mineral, sin papel higiénico, sin higiene, Rama contrajo una hepatitis amébica en su primer viaje y una grave disentería en el segundo. Cuando llegó a Mysore se encontraba muy enfermo; en el hospital le habían prescrito docenas de pastillas para paliar su infección intestinal y no creía estar en condiciones de estudiar con Pattabhi Jois.  Guruji, al escucharle, le dijo: "Tira todas esas medicinas y simplemente practica, practica y practica.  Esto limpiará tu hígado y demás órganos y te recuperarás."  Su primera práctica fue muy dura; estaba terriblemente débil, no sabía nada de aquel sistema de yoga tan físico, tan diferente de Sivananda, y Guruji le hizo llegar tan lejos como janu sirsasana.
Pattabhi Jois y su mujer Amma visitan a Rama y a Camino en su fastuoso alojamiento durante un taller en Francia.

"Este hombre me va a matar, me está ajustando, empujando con demasiada fuerza", escribió Tomás en su diario.  Temía romperse con los intensos ajustes.  Aquel indio loco se tumbaba sobre él en cada asana y Rama se decía; "Oh Dios mío, me va a matar."  Pero en realidad le estaba curando.  De su primera clase salió mejor de lo que entró.  Y se empezó a enganchar.  La práctica era muy poderosa y sintió sus efectos terapéuticos inmediatamente.  Semana tras semana mejoró, y al cabo de un mes la disentería había desaparecido.  En realidad, aunque intensos, los ajustes de Guruji eran muy buenos, y Tomás siempre recordaría el amor y cariño con que Guruji le trató aquella primera vez.  

En su segundo viaje a la India, Tomás tenía pánico de volver a enfermar.  Tenía la sensación de que India era enorme y él muy pequeño.  Tenía miedo de la comida, de tocar nada; todo estaba sucio, India era simplemente gigantesca.  Y cuando partió tras aquellos primeros dos meses con Guruji, le quedó la sensación de que ahora era él quien era enorme y la India la que se había vuelto pequeña.  Su energía, su prana creció, y ya no volvió a tener miedo de caer enfermo.

Al año siguiente Rama regresó, por supuesto.  No consideraba todavía a Pattabhi Jois su gurú, tan sólo un buen profesor que le había curado.  Pero halló algo en él que le hizo regresar y que no podía expresar con palabras: la práctica, las asanas, la energía de la shala, ¿su poder?

Tomás Zorzo en una flexión hacia atrás: eka pada kapotasana.

En esta segunda ocasión Tomás quiso demostrarle a Guruji que era alguien muy fuerte y que había estado practicando lo aprendido.  En realidad, tenía el ego un tanto subido.  Pattabhi Jois le trataba con desdén y Tomás salía llorando de cada práctica.  Tras los backbends, el punto fuerte del joven y flexible Tomás, Guruji nunca le decía "Bien", sino que más bien gruñía y soltaba: "¡Tú! ¡Mal la respiración!"  Y la reacción de Rama fue tal que cuando le ajustaba en paschimattanasana no se dejaba doblar hacia delante sino que empujaba hacia atrás.  Guruji hacía sus ruidos raros, gruñendo con esfuerzo para empujarle hacia delante, y Rama salía de la práctica envuelto en lágrimas.  "Se acabó, este no es mi gurú", se dijo al día siguiente.  Decidió ir a practicar pero no prestarle atención, ignorarlo, olvidarse de él.  Y fue entonces que acudió a ajustarle y en ocasiones le decía: "Mejor, mejor."  Aquél fue el comienzo de la gran transformación de Tomás, de su entrega a Guruji.  Acostumbrado a maestros de yoga que soltaban largas e inalcanzables disertaciones filosóficas, Pattabhi Jois le hizo poner los pies en el suelo con su manera de enseñar práctica que ponía la espiritualidad al nivel del ser humano a través de lecciones terrenales y tangibles tales como la humildad, el coraje, la entrega y la confianza.  Así fue como empezó a reconocerlo como su gurú.

A lo largo de los años Rama entabló con Guruji una relación muy especial, muy personal, imposible de imaginar hoy día con las grandes aglomeraciones de gente procedente de todo el mundo que se agolpan para estudiar con Sharath Jois, nieto de Pattabhi Jois y nuevo director del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore,  Tomás le llamaba por teléfono para decirle cuándo llegaría, se quedaba en su casa, charlaban.  Durante un viaje a Francia en que Tomás tuvo la oportunidad de pasar mucho tiempo con Guruji y asistirle durante las clases, hablaron largo y tendido sobre espiritualidad, meditación y psicología en una serie de conversaciones que le dejaron impactado y que le ayudaron a comprender la profundidad de su enseñanza, tan intensa desde el punto de vista externo, físico, pero con unas aspiraciones tan sutilmente internas.

La manera de enseñar de Guruji le fascinó y Tomás quiso ir un paso más allá.  La tradición de Pattabhi Jois tenía su origen en el gran hatha yogui, maestro de maestros, Tirumalai Krishnamacharya.  Rama quiso seguir su estela.  Entonces no existía Internet y la gente no tenía acceso a torrentes de información como hoy, pero se las ingenió para localizar y estudiar con varios de los discípulos de Krishnamacharya como BKS Iyengar y TKV Desikachar, que le aportaron diferentes enfoques de la enseñanza de Krishnamacharya en las diferentes etapas de su vida.  Como es habitual en Rama, su aproximación no fue tímida ni ligera, y por lo que le escuché decir una vez, llegaría a viajar a Pune para estudiar con Iyengar hasta cinco veces.  Ambu, un discípulo de Sri Aurobindo, fue otro maestro que atrajo poderosamente su atención y con el que profundizó su aprendizaje.

Tomás Zorzo, pionero del Ashtanga Yoga en España, con Natalia Paisano y Borja Romero-Valdespino, pioneros del Ashtanga Yoga en Madrid.  Mysore 1999.  Fotografía procedente de la página de Facebook de Natalia Paisano.

Mientras tanto, Tomás continuaría sus estudios con Pattabhi Jois, siendo un visitante asiduo de Mysore hasta bien entrada la década de los años 2000.  Después, no sé muy bien cuándo, seguramente con la creciente popularidad de Pattabhi Jois y el comienzo de las aglomeraciones, se retiró de Mysore discretamente después de más de quince años no sin dejar un profundo legado.  Su hijo Ananda, que fue el occidental más joven en estudiar con Guruji a la tierna edad de diez años, sigue viajando todavía hoy a Mysore y enseñando Ashtanga Yoga en Lanzarote.  Mi maestro Borja de Ashtanga Yoga Madrid, que a tantas personas -incluido yo mismo- ha hecho conocer el Ashtanga Yoga, coincidió y alternó en sus primeros viajes a India con el más que veterano Tomás, que era toda una institución para la discreta comunidad hispana, y de alguna manera se puede decir que Borja y muchos de los que hemos ido tras él nos hemos visto inspirados por el ejemplo de Rama.

De hecho, fue la recomendación de Borja la que me hizo desplazarme a Oviedo en el año 2008.  Oviedo era la ciudad natal de Tomás y donde dirigía y dirige su propio centro de yoga.  Como hoy, compaginaba las clases regulares en su escuela con talleres por todo el mundo.  Reservé una semana de vacaciones en el trabajo durante el otoño y fui a Oviedo con la sola intención de practicar con él.  Mi recorrido en el Ashtanga Yoga se reducía a tres años de práctica continuada y un viaje a Mysore unos pocos meses atrás durante el cual Sharath me había enseñado pashasana, la primera postura de la serie intermedia.  Tampoco era un novato, pero la idea de encontrarme con el mítico Tomás me abrumaba.

La experiencia me resultó tan positiva que la repetiría dos veces más: en el 2009 y el 2010.  Rama se embutió en su mono de trabajo y desplegó todo su arsenal de conocimientos  Cada una de esas tres semanas en tres años sucesivos me ajustó, me aconsejó, me enseñó cosas nuevas, me contó anécdotas, me habló de respiración, de actitud, sobre la evolución de las asanas y, sobre todo, se esforzó en tratar de transmitirme la esencia de la enseñanza de Guruji, en ocasiones dirigiéndose a mí en inglés, con instrucciones cortas e imitando el tono de su viejo maestro que, al menos el primer año en que viajé a Oviedo, aún seguía vivo al otro lado del mundo.  Tomás, claro, sabía que me había desplazado desde Madrid exclusivamente para conocerlo y saltaba a la vista que quería agradarme.  Después de la clase a veces me quedaba charlando con él sobre el Mysore que él conoció y yo había visto hacía poco, sobre la gente de Madrid que ambos conocíamos y sobre temas de la vida en general.  Es una persona francamente abierta que no eludía siquiera temas muy íntimos, y uno de los años incluso fuimos a comer juntos cosa que, como muchos saben, es la condición sine qua non para sellar los lazos de amistad.

Rama con Nines Blázquez y Fernando Gorostiza.

Por circunstancias de la vida que no vienen al caso no regresaría a Oviedo más veces pero, algunos años después, en verano del 2014, volví a coincidir con él.  Me enteré de que Tomás organizaba su primer retiro de yoga de una semana de duración.  El acontecimiento tendría lugar en el complejo Lalitha, en el pueblo de Acebo de la provincia de Cáceres, y allá que fui.  En aquel retiro una treintena larga de personas apasionadas por el yoga disfrutamos de una de las experiencias más intensas en este ámbito de las que tengo recuerdo.  Durante casi nueve días Rama llevó a cabo un absoluto y total despliegue de entusiasmo, de pasión por enseñar.  Nada que ver con esos supuestos "retiros" y "vacaciones" de yoga en que los profesores se limitan a impartir una clase magistral y alguna que otra actividad aquí y allá pero el resto del tiempo lo emplean esencialmente en descansar y disfrutar de sus propias vacaciones pagadas.  En su retiro en el Lalitha, Tomás encadenó una tras otra serie de actividades con las que nos sorprendió cada día desde las siete de la mañana hasta más allá de las once de la noche y con tan sólo un par de horas de descanso al mediodía para comer y otra hora para cenar: práctica matutina de Ashtanga Yoga tradicional, guiada y estilo Mysore, práctica vespertina con diferentes temáticas, sesiones de pranayama, de meditación y de técnicas psicológicas, charlas de filosofía...  Incansable, a última hora de la noche ejercía de DJ y nos animaba a bailar un buen rato antes de salir a contemplar las estrellas...

A grandes rasgos éste es el hombre que va a venir a Bilbao el próximo 5/6 de noviembre.  Tomás ofrece años de experiencia, sabiduría, buen humor y ganas de enseñar a raudales.  Me imagino que siempre habrá voces disonantes y gente que no esté de acuerdo con sus métodos o enfoque. pero desde luego nadie puede poner en duda que por su entrega y esfuerzo Rama siempre va mucho más allá de lo que el deber exige.  

Para terminar me gustaría hacer un apunte.  Curiosamente, a pesar de sus impresionantes credenciales dentro de la tradición de Ashtanga Yoga, me consta que Tomás es a veces desdeñado por algunos círculos que consideran que "ya no enseña Ashtanga Yoga."  El que dice algo así, desde luego no ha estado nunca con Tomás o, al menos, no ha estado nunca con él en una clase de Ashtanga Yoga.  Es cierto, sí, que en su centro de Oviedo las clases de lo que él llama "yoga integral", y no Ashtanga Yoga, ocupan la mayor parte de su franja horaria.  Yo he estado en alguna de esas clases en las que divide la clase en una charla, una meditación, unos ejercicios de pranayama y una práctica de asanas guiada bastante suave que, por su estructura y forma, recuerda levemente a la práctica de Ashtanga Yoga.  Es un estilo de yoga en el que Rama combina distintas técnicas de yoga que ha aprendido durante toda su trayectoria y que decidió llamarlo "integral", aunque en cierta ocasión le escuché que quizás debería haberlo llamado "Tomás Yoga."  En esas clases no hay ni trampa ni cartón: no es Ashtanga Yoga y el que acuda a ellas sabe que no encontrará la práctica de Ashtanga Yoga tal y como lo enseñó Pattabhi Jois.

La sonrisa de Rama.

Yo he asistido a algunas de sus clases de yoga integral pero también he estado en muchas de sus clases de Ashtanga Yoga y, perdonadme que os diga, en esto no hay discusión posible: Tomás enseña el Ashtanga Yoga que Guruji enseñaba en Mysore y que él estuvo mamando durante años y años de práctica personal comprometida y a una distancia más corta de la fuente de la tradición de lo que muchos profesores de Ashtanga Yoga de hoy día, tal que yo mismo, llegaremos nunca a soñar.  Resulta irrisorio que en algunos casos "saber demasiado" pueda resultar contraproducente y que se pueda pensar que el entorno multidisciplinar de Tomás empaña su capacidad de transmitir el linaje de Ashtanga Yoga.  Porque todo lo que Rama enseña lo hace desde su propia experiencia; él no es uno de esos profesores que encadenan un cursillo de formación de un puñado de horas tras otro y engordan su currículum con una retahíla de certificaciones de poca monta.  El diletantismo, la superficialidad, no van con Tomás.  Todo lo que enseña lo ha aprendido y practicado en profundidad, rumiándolo, saboreándolo y digiriéndolo, y no hay más que compartir una clase con él para darse cuenta.

Cuando hablé con Rama acerca del intensivo del 5/6 de noviembre en Bilbao, le expresé mi deseo de que lo enfocase a practicantes de Ashtanga Yoga.  Sus talleres y cursos a veces están orientados a un público general, no necesariamente inmerso en el linaje de Pattabhi Jois, pero nuestra idea era que tras una temporada completa de rodaje de Ashtanga Yoga Bilbao, y después de haber iniciado en la práctica de Ashtanga Yoga a docenas de personas y brindado por vez primera a Bilbao la posibilidad de practicar Ashtanga Yoga de la manera tradicional en una escuela con clases mañana y tarde seis días a la semana, nuestra gente tuviese la oportunidad de saborear y apreciar a un profesor senior de la talla de Tomás.  En un mundo como éste en que todo lo extranjero suele estar tan sobrevalorado, la verdad es que es un gran suerte poder contar con Rama, tan cercano en lo personal y en lo cultural.  ¡No te lo pienses más y ven a Bilbao a vivir una experiencia única!


Información y reservas; http://www.ashtangayogabilbao.com/evento_tomaszorzo_112016.php








Nota bibliográfica: Además de la consabida cosecha propia, he utilizado como fuente para este post la entrevista a Tomás Zorzo del libro "Guruji: A portrait of Sri K. Pattabhi Jois Through the Eyes of His Students" de Guy Donahaye y Eddie Stern.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Primer aniversario: ¡Ashtanga Yoga Bilbao completa su primer ciclo solar!



Al principio no había nada: sólo consciencia pura, verdad absoluta, potencial infinito sin principio ni fin, dormido en la inmensidad del océano eterno Karana.  Después, con el despertar del Gran Creador, surgió la luz y la vida.  

El Gran Creador (Gran Vishnu -MahaVishnu- o Shiva, puesto que diferentes fuentes consideran a uno surgido del otro y viceversa), se erige al mismo tiempo en Preservador -Vishnu- y Destructor -Shiva- del Universo Primordial.  A su vez, el Gran Vishnu adopta diferentes formas y con la inhalación de cada una de ellas nace un Brahma, que vive durante cien años y muere al terminar el aliento.

Un universo de Brahma dentro del Océano Primordial.

Cada Brahma, al nacer, crea un nuevo universo en el interior del Universo Primordial.  Un día en la vida de Brahma se conoce como kalpa y tiene una duración de más de cuatro mil millones de años.  Cada kalpa es regido por catorce manus sucesivos que regulan el universo y cada uno de los cuales vive durante 71 chaturyugas, cuartetos de yugas o eras.

Tras la muerte del decimocuarto manu, el día de Brahma llega a su fin y con él el Universo perece.  Al caer la noche, Brahma descansa durante un kalpa entero y, al amanecer despierta y crea una nueva secuencia de catorce manus, repitiéndose el ciclo una y otra vez hasta completar los cien años de vida de Brahma o 311 millones de millones de años terrestres.  Casi nada.

Estructura de la vida de Brahma y de su universo asociado.  En la actualidad nos encontramos en una era kali yuga.

En esta escueta y seguramente imprecisa descripción se han expuesto los grandes ciclos de la creación del universo -multiverso- de acuerdo con la cosmología hindú.  Aunque de proporciones inmensas, evocan sin cesar ciclos tan familiares como el día y la noche, el despertar y el descanso y la inhalación y la exhalación.  

Conociendo esto, se entiende que en las tradiciones de yoga se preste tanta atención a los ciclos.  En el linaje de Ashtanga Yoga, por ejemplo, se recomienda empezar la práctica temprano saludando al sol del nuevo día, se respetan los días de luna llena y nueva, y al igual que la vida misma, la práctica comienza con una inhalación y termina con una exhalación.  La práctica entera, de hecho, desarrollada sobre inhalaciones y exhalaciones, es una sucesión circular de ciclos de ida y vuelta que regresan continuamente al punto de partida.

En efecto, como si de un juego de muñecas rusas se tratara, en cierto modo se puede entender que cada pequeño ciclo refleja y honra ciclos mayores, en algunos casos colosales.  El ser humano inhala y exhala cada escasos segundos al igual que su corazón late y parpadean sus ojos.  Son ciclos cortos que se repiten miles de veces cada día.  Sin embargo, el ser humano abre también una vez los ojos cada día cuando despierta y los cierra una vez cuando duerme, y sin duda una última y primera respiración acompañan también al gesto de perder y recuperar la consciencia en el proceso onírico.      

A su alrededor, ciclos similares se suceden continuamente.  Cada poco menos de un mes, la luna oscila, afectando mareas, ciclos menstruales y estados de ánimo, las fases del sol se suceden, con sus días y noches más largas y más cortas y sus cambios de estación.  El ser humano da inicio a su propia vida con una inhalación, dolorosa, cuando los pulmones del recién nacido se abren por primera vez para recibir aire del exterior, y terminan cuando el moribundo expira su último aliento. 

Representación de los multiversos en la cosmología hindú.

Ciclos, ciclos por doquier.  El ser humano no es mas que una pequeña parte, tan insignificante como una mero llenar y vaciar de pulmones pero a la vez tan crucial.  No en vano es la respiración de cada una de las formas de Vishnu en el Universo Primordial la que da origen a Brahma y a su universo.  Brahma no vive más que durante un ciclo de respiración, y él mismo y su universo, con toda su riqueza y complejidad, sus más de 300 millones de millones de años terrestres, surgen y desaparecen por siempre en menos de lo que en otra esfera se tarda en pestañear.  Como el anochecer del día, la luna nueva, el final de una estación o el terminar del año, perdidos en la colosal inmensidad del cosmos que los alberga y cuya relativa fugacidad en cierta manera le recuerdan al propio cosmos que él tampoco está destinado a durar para siempre.  En otro lado del Gran Océano, una exhalación lo hará desaparecer, a éste y a otros tantos universos, pero la siguiente inhalación en seguida volverá a hacer surgir un sinfín de universos, perpetuando los ciclos.  Por lo tanto, ¿qué es la respiración humana al lado del día y la noche, las fases de la luna o las del sol?  ¿Y qué es la propia vida humana al lado de los planetas, las estrellas, las galaxias y las imponentes distancias y tiempos siderales, en éste y otros universos?  Pues nada... y todo.

Cartel inaugural de Ashtanga Yoga Bilbao del 21 de septiembre del 2015.

Acerca de todo esto he querido reflexionar en un día como hoy en el que Ashtanga Yoga Bilbao cumple su primer año de existencia, su primer ciclo solar que, curiosamente, la casualidad o el destino quisieron que coincidiese con el equinoccio de otoño, el instante en que el sol se encuentra justo sobre el plano del ecuador terrestre y el día y la noche tienen exactamente la misma duración  A partir de ahora, la noche se irá haciendo cada vez más larga y el día más corto hasta llegar al solsticio.  Ashtanga Yoga Bilbao ha cumplido un año o, dicho de otro modo, ha completado su primera respiración en sincronía con el sol.  Un ciclo en el interior de otros ciclos que a su vez contiene otros ciclos.  Dentro hemos estado todos nosotros, profesores y estudiantes de Ashtanga Yoga Bilbao entrando y saliendo, inhalando y exhalando, arriba y abajo, adelante y detrás.  A todos nosotros: ¡felicidades y gracias!  ¡Seguiremos formando parte de esta aventura, en las pequeñas y grandes escalas de la existencia!

viernes, 5 de agosto de 2016

Final de temporada en Ashtanga Yoga Bilbao: ¡Hasta el 29 de agosto!


Cerramos por vacaciones y regresamos el 29 de agosto.  Diseño de Nines Blázquez.

La primera temporada de Ashtanga Yoga Bilbao ha llegado a su fin.  Mucho ha llovido -en sentido figurado y literal; esto es Bilbao- desde que abriéramos puertas el pasado 21 de septiembre.  Hoy comenzamos nuestro descanso de tres semanas (estaremos cerrados desde el 6 hasta el 28 de agosto), y ha llegado el momento de las conclusiones.

La temporada ha sido larga.  Aunque el pistoletazo de salida lo diéramos en septiembre, hubo mucha tela que cortar antes.  En las últimas semanas de mayo del 2015 abandoné mi antiguo trabajo y regresé a Bilbao para buscar un sitio a la altura de este proyecto.  Cualquiera que haya emprendido la búsqueda de un lugar para su nuevo hogar o negocio sabe lo tedioso que puede resultar una pesquisa de esas características, y más con las particularidades propias de una escuela de yoga en las que no basta con encontrar un espacio sin más, sino en la que tranquilidad, la luz y la armonía resultan elementos imprescindibles.

La séptima planta del Rascacielos Bailén fue el lugar finalmente escogido, pero a nuestras manos llegó en forma de oficina de arquitectura compartimentada en despachos, cubierta por una astrosa moqueta, paredes desteñidas por el paso de décadas de descuido, una espantosa iluminación fluorescente de oficina y con un vestíbulo oscuro y unos baños destartalados y sin ducha y requería de una profunda remodelación para convertirse en el Ashtanga Yoga Bilbao que habíamos soñado.


Clase estilo Mysore en Ashtanga Yoga Bilbao.

El mes de agosto transcurrió en frenética actividad: derribo, desescombro, fontanería, cristalería, carpintería, electricidad, alicatado, pintura,...  Los gremios de construcción locales por lo visto tenían más ganas de estar de vacaciones que de trabajar y hubimos de traernos desde Madrid unos albañiles multiusos rumanos que -por propio interés- trabajaron en jornadas de doce horas de lunes a domingo, ignorantes del calor veraniego y del ajetreo de la Aste Nagusia, para terminar la reforma cuanto antes y poder irse de vacaciones a su país a mediados de septiembre.  Para agilizar las tareas yo mismo ejercí de peón albañil, y aún no sé cómo encontré también tiempo para encajar entre medias una mudanza Madrid-Bilbao que incluía a Nines y al gato.

Finalmente terminaron las obras.  Hasta casi el último día estuvimos pendientes de la llegada e instalación de muebles, mamparas de ducha, lámparas y complementos varios, pero al fin terminó aquel trance y pudimos inaugurar la temporada.

La apertura en Bilbao de la primera escuela de Ashtanga Yoga era una iniciativa que tenía mucho de audaz pero también de temerario.  En realidad, ya se había enseñado Ashtanga Yoga aquí antes, pero no en su forma tradicional, es decir, tal y como se enseña en la India, con clases mañana y tarde seis días a la semana: cuatro días de estilo Mysore y dos de clases guiadas, y tampoco en una escuela exclusiva de Ashtanga Yoga con la personalidad e idiosincrasia que suelen tener, y mucho menos que contase con el reconocimiento del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore creado por Sri Krishna Pattabhi Jois.

Clase guiada en Ashtanga Yoga Bilbao.

Del mismo modo que el que abre una imprenta o una fábrica de sacacorchos, la incertidumbre rodeó Ashtanga Yoga Bilbao siquiera antes de que diese su primer paso.  Ciertas malas lenguas sugirieron que si no se había abierto una escuela de este estilo de yoga en Bilbao quizás fuera porque nadie estaba interesado.  Nosotros andábamos sobrados de ilusión y confianza, pero no teníamos ningún argumento que esgrimir ante los embates pesimistas que resonaban, y desgraciadamente algunos de ellos demasiado cerca.

Lo primero a lo que los agoreros hacían alusión, por supuesto, era a la faceta económica, aunque por suerte, la divulgación de Ashtanga Yoga se trata de una labor mucho más sutil que la impresión de libros o la venta de sacacorchos en los que el éxito se mide ateniéndose a fríos números.  Al igual que todo negocio, nosotros también estábamos sujetos a balances de ingresos/gastos y una cuenta de resultados, pero una escuela de yoga tiene un valor intrínsicamente humano que hace que las personas que acuden sean mucho más que clientes con mero valor transaccional.  Nuestras expectativas, por tanto, no se centraban en la superación del umbral de rentabilidad, sino en saber transmitir pasión, salud y conocimiento a todo aquel que se acercase a la séptima planta del edificio Bailén.  Lo demás acabaría -o acabará- llegando por sí solo, como la fruta madura.

Las expectativas, ya se sabe, son traicioneras.  Una de las grandes enseñanzas del Bhagavad Gita versa en torno a la acción sin expectativas, en el cumplimiento del deber natural de cada uno sin apego a los resultados materiales o emocionales.  Por otro lado se dice que la frustración -o la realizacion- es una función de nuestras expectativas, en el sentido de que un deseo exacerbado puede echar al traste resultados objetivamente positivos o que bajo otra luz bien podrían haberse considerado positivos.



En lo que respecta a nuestras expectativas en la primera temporada de existencia de Ashtanga Yoga Bilbao, para ser sinceros eran muy bajas.  Como ya he dicho, no existía antes en Bilbao ninguna escuela de Ashtanga Yoga tradicional y, a pesar de la popularidad e implantación de que goza en muchas ciudades del mundo y de España, lo cierto es que muy pocas personas conocían la existencia de este estilo de yoga.  El hecho de ser pioneros en darlo a conocer y divulgarlo, por tanto, nos aconsejaba mantener una postura conservadora.  Además, contábamos con el ejemplo de amigos cercanos que se habían lanzado a la aventura de abrir su propia escuela de Ashtanga Yoga en otras ciudades y sabíamos bien de las dificultades que habían tenido que afrontar.

Por ello preferimos empezar con pies de plomo.  No estábamos seguros de cómo reaccionaría la gente al horario matutino y durante las primeras semanas tuvimos clase por la mañana tan sólo tres días, dos de ellos a la prudente hora de las 09:30.  Pero la respuesta de los bilbaínos no tardaría en sorprendernos.

Las clases comenzaban el lunes 21 de septiembre; la inauguración oficial tendría lugar el sábado 26, cuando varios amigos de Madrid vendrían a visitarnos, pero decidimos comenzar con las clases antes de la propia inauguración.  Por la mañana de aquel lunes 21 vinieron tres personas, dos de ellas practicantes experimentadas que nos acompañarían a diario hasta el final de temporada, en un caso, y hasta que la vida la llevó a otras latitudes, en el otro, pero por la tarde, a partir de las 17:45 comenzó a sonar el timbre.  Una y otra y otra y otra vez.  Hasta dieciocho veces.  ¡Dieciocho personas, sí, vinieron a practicar Ashtanga Yoga en nuestra primera tarde!  De todas ellas, diecisiete partían de cero.  No os podéis hacer una idea de lo que fue enseñar a diecisiete personas a dar sus primeros pasos en Ashtanga Yoga durante una tarde de clase estilo Mysore, ¡desde luego Borja nunca me preparó para algo así!  Algo tendría que ver el hecho de que lanzásemos una oferta de apertura para practicar los últimos diez días de septiembre a cambio de 25 euros, pero se trató de una reacción completamente inesperada por muchos anuncios en Facebook y carteles que hubiésemos estado pegando por las calles.  Contábamos con unos comienzos difíciles y desde luego con que aquel primer día sería más bien tirando a discreto.

Cartel promocional de la apertura de Ashtanga Yoga Bilbao el 21 de septiembre del 2015.  Diseño de Nines Blázquez.

Llegarían tardes y días peores, aunque aquello tampoco fue ningún espejismo. Muchas de las personas que comenzaron a practicar Ashtanga Yoga aquellos primeros días llevaban tiempo esperándonos y bastantes de ellas han continuado con nosotros durante todos estos meses hasta que las vacaciones nos han hecho despedirlos hasta después del verano.  Así que el impulso de aquel primer día nunca decayó y semana a semana, mes a mes, fueron llegando más personas, siempre en un número mayor que las que se iban.  Llegarían los días sin gente, claro está, esas clases guiadas en viernes por la tarde que tardaron en cuajar o para las que no había gente suficiente -desaconsejamos asistir a clases guiadas a los principiantes, pero fueron la excepción a la norma.  Bilbao tenía -tiene- sed de Ashtanga Yoga y muchas personas, una vez lo probaban, le cogían el gustillo y ya no querían soltar la copa.  A la buena acogida respondimos ampliando horarios.  Al cabo de pocas semanas abrimos clases todas las mañanas de lunes a viernes a partir de las 07:00, y a partir de enero también los sábados por la mañana hasta completar treinta y cuatro horas semanales de clases de Ashtanga Yoga,

Así que apenas podemos estar más satisfechos.  Tampoco daré cifras exactas, pero desde que abrimos puertas el pasado 21 de septiembre han pasado por nuestra escuela muchas más personas de las que cabía esperar en una primera temporada, algunas gente de paso que han tomado clases sueltas pero muchas de ellas gente que ha estado con nosotros durante meses, por las que hemos llegado a sentir gran cariño y con algunas de las cuales me atrevo a decir que hemos entablado amistad.  Algunos iban y venían, otros se quedaban, pero mes a mes veíamos que las clases funcionaban cada vez mejor hasta que llegó mayo, sin duda el más popular.  A partir de entonces, con la llegada de los meses de verano y el buen tiempo, poco a poco la gente se fue despidiendo por vacaciones.  ¡Lo mismo que hacemos nosotros ahora con un estupendo sabor de boca!

Hemos iniciado a muchas personas en la práctica de Ashtanga Yoga, bien a través de nuestros cursos de iniciación de fin de semana -cuatro esta temporada- o de nuestras ofertas de uno y dos meses de iniciación.  Otras ya conocían la práctica y la han continuado o retomado con nosotros. Hemos tenido estudiantes que residían en Madrid, Ibiza, Costa Rica, Chile o el Reino Unido y que nos han elegido para continuar su práctica durante su estancia en Bilbao, y también algunas personas nos han sorprendido y honrado viniendo a practicar habitualmente desde lugares tan lejanos como Plentzia, Gazteiz o Torrelavega, empleando más tiempo en desplazarse hasta aquí que a la propia práctica.

Nuestra labor, nuestra aspiración, nuestro deseo, nuestro deber, nuestro dharma, era hacer llegar la práctica de Ashtanga Yoga y sus beneficios al mayor número de gente posible, tal y como habría sido el deseo de Sri K. Pattabhi Jois y de T. Krishnamacharya.  Al final, todas y cada una de las personas que han pasado por nuestra escuela han sido especiales para nosotros; todas habéis formado parte de Ashtanga Yoga Bilbao, esta hermosa aventura que durante mucho tiempo existió en el interior de nuestras mentes en forma de sueño y que finalmente cobró vida.  Por habernos acompañado, de corazón gracias y... ¡nos vemos a partir del 29 de agosto!

martes, 19 de julio de 2016

Centésimo primer -101- cumpleaños de Guruji,

En el día de hoy, luna llena del mes de julio, se celebra el cumpleaños de Sri Krishna Pattabhi Jois, fallecido hace seis años y que hoy habría cumplido 101 años.  Además, la luna llena de julio coincide con el Guru Purnima, una festividad en la India en la que se veneran y dan las gracias a los maestros académicos y espirituales. Al igual que hace un año, desde Ashtanga Yoga Bilbao nos gustaría homenajear a Guruji con algunas palabras, agradeciéndole su infatigable labor de enseñanza durante más de setenta años que ha hecho posible que el Ashtanga Yoga haya llegado a lugares tan recónditos del mundo como el propio Bilbao.  Si bien el año pasado traduje una sentida y larga biografía, esta vez he encontrado un texto corto pero entrañable escrito en los últimos años de vida de Guruji, y de nuevo me he tomado la molestia de traducirlo.   Podéis leer el texto original aquí.

Memorial a Guruji en la main shala de Mysore poco después de su fallecimiento en mayo del 2009.

A sus 90 años muy bien llevados, Sri Krishna Pattabhi Jois, o Guruji tal y como sus estudiantes lo llaman cariñosamente, se ha convertido en un faro de luz en un mundo que ha despertado al poder del yoga durante más de medio siglo.  Él ha enseñado humilde y diligentemente el método que aprendió de su propio gurú, el reputado Sri T. Krishnamacharya, desde 1937 de manera ininterrumpida.  Guiado por una fe inquebrantable en su gurú, en Dios, y en el poder curativo del yoga, Pattabhi Jois ha dedicado su vida a esta antigua ciencia india de liberación y a hacer llegar el método de Ashtanga Yoga al mayor número de gente posible.

Y sin embargo Guruji no nació dentro del linaje de grandes yoguis que representa ahora.  De hecho, cuando comenzó la práctica de yoga ni siquiera se lo dijo a su familia; era una época en que se consideraba una práctica esotérica e impropia de padres de familia tal que él.  Quedó tan impresionado por la práctica cuando se topó con una exhibición de Krishnamacharya en 1927, que sintió el impulso de andar el sendero del yoga a la tierna edad de doce años.  Guruji describe así el día en que se encontró con Krishnamacharya en Hassan, en el sur de la India:

De joven, vi a Krishnamacharya impartiendo una exhibición de yoga, y quedé fascinado por las posturas.  Al día siguiente acudí a su puerta, me postré ante él y le supliqué que me aceptara como su discípulo.  Me habló con aspereza preguntándome quién era, y resultó bastante intimidatorio.  Entonces me preguntó de dónde venía y quién era mi padre.  Le expliqué que venía del pueblo de Kaushika a cinco millas de distancia y que mi padre era un astrólogo y sacerdote.  Me preguntó si llegaría puntual a las clases, y asentí raudo.  Al día siguiente, estuve puntual en la clase.  ¡Desde aquel mismo día empezaron las palizas!

Cada semana, en Ashtanga Yoga Bilbao, rendimos homenaje a Guruji con una ofrenda de flores.

Fue el comienzo de una relación de veinticinco años con el estricto pero compasivo Krishnamacharya, que había estudiado yoga durante años con Rama Mohan Brahmachari en una cueva del Tibet.  Pero después de dos años de práctica diaria con su gurú, el joven Pattabhi Jois marchó a Mysore para estudiar sánscrito, de nuevo sin decírselo a su familia, mientras Krihsnamacharya partía para enseñar en otra parte.  Fueron unos años penosos para Pattabhi Jois, con catorce años y sin un centavo, que se vio obligado a mendigar comida de las familias Brahmines locales de la relativamente pudiente ciudad de Mysore y dormir en la Universidad de Sánscrito por la noche.  Tampoco pasaría mucho tiempo hasta que logró impresionar al rector de su Universidad con una exhibición de yoga que le sirvió para obtener una beca de cinco rupias al mes y derecho a comer en la cantina de la Universidad.  Por esa misma época, en 1931, el destinó lo reunió con su gurú, que se había trasladado a Mysore para curar al Maharajá Krishna Rejendran Wodeyar, gravemente enfermo.  Al continuar sus estudios con Krishnamacharya, Jois obtuvo también el favor del Maharajá, celebrando a menudo exhibiciones de yoga para él y finalmente aceptando un puesto de enseñanza de yoga que creó en la Universidad de Sánscrito en marzo de 1937.

Ese mismo año, Guruji se casó con Savitramma, a quien más tarde se la conocería cariñosamente como Amma, en un matrimonio por amor.  Tuvieron tres hijos -Saraswathi, Manju y Ramesh- y se mudaron a una pequeña casa en Lakshmipuran, que más tarde se convertiría en el Instituto de Investigación de Ashtanga Yoga.  Fue desde este instituto que el método de Ashtanga Yoga echó raíces y se propagó por el mundo.  El primer occidental estudió con Guruji en 1964 y gracias a un libro que publicó más tarde en el que se citaba la dirección de Guruji, un flujo continuo de europeos y americanos comenzó a llegar.  En 1975 Guruji y su hijo Manju viajaron a los Estados Unidos, llevando el Ashtanga Yoga directamente a Occidente,  Fue la primera de muchas giras con las que acabaría circunvalando el mundo y poniendo a millares en contacto directo con este antiguo linaje de yoga.

Ilustración de Sharath, Pattabhi y Krishnamacharya, tres generaciones de gurús en el linaje de Ashtanga Yoga.

Hoy, cuando Guruji no está viajando por el mundo enseñando, se le puede encontrar en casa en Mysore transmitiendo sin descanso sus amplios conocimientos.  Durante varias horas cada día recibe a antiguos y nuevos estudiantes en su modesta shala, y enseña junto a su hija Saraswathi y su nieto Sharath.  Ahora co-director del Instituto de Investigación de Ashtanga Yoga, Sharath se ha convertido en el estudiante más devoto y con más talento de su abuelo, a quien describe como "el mejor gurú del mundo..., una enciclopedia andante de yoga".

Con el apoyo de una familia que ha sabido darle amor y también trabajar duro, Pattabhi Jois es sin duda la piedra angular de la incipiente comunidad de Ashtanga Yoga.  Su sonrisa contagiosa, paciencia infinita e imponente presencia continúan atrayendo a cientos de estudiantes año tras año.  Y sin embargo, a pesar de su fama y fortuna, pese a ser la cabeza saliente de una práctica que se ha dado a conocer en todo el mundo, Guruji todavía se aferra a la creencia de que el yoga trasciende al individuo.  Como él mismo dice: "Después de que mi vida haya acabado, sólo quedará el yoga."   

miércoles, 29 de junio de 2016

Paramagurú Sharath Jois y gurú Borja Romero-Valdespino.



Sharath Jois, nieto de Sri Krishna Pattabhi Jois y director del Instituto de Ashtanga Yoga -KPJAYI- en Mysore, India, acaba de concluir un tour de varias semanas en los Estados Unidos, con clases en varias ciudades que han atraído a multitudes y tenido una notable repercusión en las redes sociales.  Los carteles en los que se publicitaban las etapas del tour investían sobre Sharath Jois el título de Paramagurú, o gurú del parampara, reconociéndolo como la cabeza saliente del linaje de Ashtanga Yoga, el Gurú de todos los gurús de esta tradición tras Ramamohan Bramacharya, Tirumalai Krishnamacharya y Krishna Pattabhi Jois.

El concepto de gurú nos resulta muy exótico aquí en Occidente, y hasta diríase que provoca cierto rechazo por las connotaciones que se le suelen atribuir.  Gurú, en muchos casos históricos, ha sido sinónimo de perturbado que se erige en el líder religioso de una secta en la que se abusa económica y sexualmente de un grupo de enfervorecidos acólitos que predican obediencia fanática a su líder.  Por desgracia, cuando se saca a colación la palabra gurú, nuestra memoria cultural no evoca a Ramakrishna o a Yogananda, sino a David Koresh y Charles Manson, que guardan tanta relación con los anteriores como la velocidad con el tocino. 

En realidad, un verdadero gurú se acerca más a la generosidad que al interés.  Dedica su tiempo, su esfuerzo y hasta su salud y capacidad económica en transmitir sin esperar nada a cambio, por el mero deseo de enseñar y guiar.  Literalmente, gurú significa "el que elimina la oscuridad" y es, por lo tanto, alguien que conduce al discípulo hacia la luz, hacia la sabiduría, hacia la iluminación.  Tiene un alcance más amplio que el de un simple maestro de escuela, puesto que su enseñanza va más allá de impartir desde la tarima una serie de conocimientos y esperar que el discípulo se empape de ellos.  El gurú es alguien que conoce íntimamente a su discípulo, sus defectos y sus virtudes, y se esfuerza en sacarlo de la confusión, de la ignorancia y conducirlo hacia la claridad, ayudándolo a descubrir por sí mismo su dormido potencial interno.  Esto siempre ha de hacerlo de manera generosa, altruista, limpia, sáttvica.  Lo más parecido que podemos encontrar en nuestra cultura es la figura del padre que desea lo mejor para su hijo y que, sabedor de sus capacidades, lo orienta y ayuda en la vida para que alcance la realización y la felicidad.  La diferencia principal entre la figura de un padre en Occidente y el de un gurú en Oriente estriba en que una buena parte de los conocimientos que el gurú pretende transmitir se engloban dentro de una tradición de filosofía, autorrealización y búsqueda espiritual que, en el caso del yoga, acompañarán al discípulo incluso más allá de esta existencia.  

Sharath Jois a los pies de su gurú y abuelo Sri K. Pattabhi Jois.  Portada del libro Ashtanga Yoga Anusthana.

De hecho, la manera en que tradicionalmente se ha enseñado el yoga, en lo que se conoce como relación parampara o gurú-shishya, implicaba que el discípulo debía vivir en casa de su gurú como un miembro más de la familia.  De alguna manera, el gurú se convertía en un segundo padre que enseñaba al discípulo mediante su conocimiento y experiencia, sí, pero también mediante su propio ejemplo, a andar un camino que él mismo había recorrido.  El gurú es una fuente de conocimiento para el discípulo pero también una inspiración, un modelo a seguir que se gana el respeto y devoción por méritos propios, recorrido y ejemplo diario, no un líder al que se presta juramento incondicional y se sigue irracionalmente.

La relación gurú-shishya, gurú-discípulo que Krishnamacharya mantuvo con Ramamohan transcurrió de acuerdo con esta tradición.  Según contó él mismo, Krishnamacharya pasó siete años en las montañas aprendiendo, comiendo y durmiendo en la casa -cueva- de su maestro, de su gurú.  Pattabhi Jois no vivió, que se sepa, en casa de Krishnamacharya, pero sí mantuvo una dilatada relación de veinte años de la que surgió la práctica que conocemos hoy.  Sharath Jois, por último, fue un discípulo privilegiado que compartió el seno familiar con su abuelo y que aprendió el sistema de Ashtanga Yoga de primera mano durante décadas.

Cuando Ashtanga Yoga dio el salto a Occidente se produjo, en primer lugar, una diferencia cualitativa.  Los estudiantes y su gurú no compartían cultura ni idioma.  Pattabhi Jois -Guruji- no hablaba inglés fluido y sus estudiantes no se habían visto imbuidos desde la infancia en la idiosincrasia india, lo cual, a mi modo de ver, y a pesar de que la manera de enseñar de Guruji era más bien empática, supuso un importante obstáculo.  Aún así, puede afirmarse que los que viajaron a Mysore durante los primeros años gozaron de una relación muy cercana con Guruji que tampoco se diferenciaba demasiado del parampara tradicional que él mismo y los estudiantes de otras tradiciones de yoga habían vivido en generaciones anteriores.  Después, a medida que Ashtanga Yoga se fue popularizando surgió la diferencia cuantitativa; llegó un punto en que Guruji tenía tantos estudiantes que ese tipo de enseñanza íntima se fue haciendo cada vez más difícil.  La difusión global de Ashtanga Yoga en todos los continentes era algo positivo, sin duda, pero una de las consecuencias inevitables fue el resentimiento de la relación gurú-shishya tradicional.

Instantánea de una clase guiada por Sharath Jois en Nueva York durante el tour de junio 2016.

Hoy día, el reto que Sharath afronta en Mysore con trescientos-cuatrocientos estudiantes cada mes y millares cada temporada es inmenso.  En jornadas maratonianas de más de diez horas entre mañana y tarde, con gran sacrificio personal, mantiene vivo el legado de su abuelo y de Krishnamacharya buscando que sus enseñanzas alcancen y beneficien al mayor número de personas posible.  Su esfuerzo es realmente digno de elogio pero, todo hay que decirlo, la relación que mantiene hoy con sus estudiantes es una caricatura de la que Ramakrishna tuvo con Vivekananda, Yogananda con Sri Yukteswar y desde luego Krishnamacharya con Ramamohan, Pattabhi Jois con aquél o el propio Sharath con su abuelo.  No hay forma humana de que un maestro conozca a todos y cada uno de los estudiantes que acuden hoy a Mysore de la misma manera que Guruji conoció a los pioneros de los años setenta, ochenta y noventa, quienes le llamaban por teléfono a casa para avisarle de que llegaban en unos días, se quedaban a dormir bajo su techo y compartían almuerzo y sobremesa.  Quizás Sharath pueda conocer nuestra práctica física y mediante su ojo experto y manos hábiles hacer un seguimiento efectivo de nuestra evolución, de nuestras limitaciones y de lo que nuestra mente refleja en nuestros cuerpos.  Al fin y al cabo practicando con él cada mañana a lo largo de varios meses durante varios años se acaban acumulando muchas horas, y de la misma forma que nosotros podemos sentir su energía no cabe duda de que él también siente la nuestra; el intercambio es innegable y me consta que hasta algunos estudiantes de cuando en cuando han tenido ocasión de comer y charlar con él y su familia, pero ello no quita que a la mayoría de nosotros ni siquiera pueda llamarnos por nuestro nombre, todo un símbolo de lo que la popularización y masificación del Ashtanga Yoga ha supuesto para el parampara tradicional.

Sharath Jois es, sí, el Paramagurú de Ashtanga Yoga.  Como sucesor de Sri K. Pattabhi Jois al frente del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore ha asumido sobre sus hombros una tarea colosal: manejar el timón del trasatlántico en que se ha convertido este sistema de yoga, otrora una pequeño bote flotando en un remoto estanque de la India y que ahora surca los siete mares.  Su papel es fundamental porque, quieras que no, todos los profesores de todo el mundo acabamos aportando en nuestra enseñanza elementos propios.  Algunos aprendieron con Guruji hace mucho tiempo y no siguieron su evolución, por lo que enseñan en modo "cápsula del tiempo", otros por influencia de otros estilos o decisión propia optan por introducir modificaciones y sus alumnos y a veces hasta ellos mismos no acaban teniendo claro qué es la modificación y qué es lo original; otros simplemente no han ido nunca a Mysore y han aprendido "de aquella manera" a través de libros, vídeos, intuición o malos profesores y en lo que enseñan apenas se reconoce la práctica tradicional de Ashtanga Yoga.  Por ello, entiendo que la figura de Sharath es importante para asentar un estándar, una referencia común para que esta práctica no se acabe convirtiendo en un barrillo confuso que en un lado sea de una forma y en otro de la contraria.  Y por último, sobre todo ahora que me dedico a enseñar yoga, Sharath es también un ejemplo en el que fijarme, una inspiración que cada mañana, tal que yo mismo, se levanta a cultivar su práctica personal y después ayuda a sus estudiantes a andar su propio camino.

Sin embargo, aun reconociendo a Sharath Jois como Paramagurú de Ashtanga Yoga y, por tanto, la única persona que podía decidir a mi entender que me encontraba preparado para transmitir el método de Ashtanga Yoga en la tradición de su abuelo y emprender con legitimidad la aventura de Ashtanga Yoga Bilbao, lo que no puedo hacer es considerarlo mi gurú, al menos en el sentido tradicional del término.  Muchas personas que viajan a Mysore se refieren a él como su único maestro, como su gurú.  Entiendo que diferentes personas hayan tenido diferentes experiencias pero, en lo que a mí respecta y por todo lo que he dicho anteriormente, la única persona a la que sinceramente puedo considerar mi gurú es Borja Romero-Valdespino.

Nines, Pau, Borja y yo.

Borja y yo nos conocimos de una forma bastante graciosa.  Yo había conocido el yoga en Estados Unidos.  En un primer viaje en el 2004 entré en contacto con Bikram Yoga, el yoga que se enseña en el interior de una sala caliente tipo sauna, y en mi segundo viaje en el 2005 practiqué a diario durante tres meses en un centro de San Diego donde se impartían clases de diferentes estilos dinámicos, todos ellos variantes de Ashtanga Yoga.  A decir verdad, no tenía muy claro las diferencias: Power Yoga, Vinyasa Flow, Ashtanga Improved,.. todo me parecía esencialmente lo mismo; clases guiadas en las que había que hacer una curiosa respiración neumática que llamaban ujjayi y que comenzaban con saludos al sol, una secuencia de pie, otra de suelo y una última de cierre.  Era muy divertido y me gustaba bastante, así que a mi regreso a España tuve intención de continuar.  Corría el mes de enero del 2006 y en Bilbao no había nada, pero enseguida encontré trabajo en Madrid y ahí Google sí que escupió unos cuantos resultados.  Cerca del trabajo encontré una escuela de Bikram Yoga y uno de esos centros tutti-frutti en los que se imparten diversos estilos de yoga, entre ellos Ashtanga Yoga y Vinyasa, y allá que fui.

Durante tres meses estuve practicando con entusiasmo en aquellos dos sitios; Ashtanga y derivados entre semana y Bikram el fin de semana.  Finalmente, una soleada tarde de sábado del mes de abril del 2006, se produjo el feliz encuentro.  Había poca gente en la clase de Bikram Yoga; seis chicas y dos chicos.  El otro chico estaba en la parte de atrás, donde ponen a los nuevos en su clase de prueba.  En las duchas, tras la clase, coincidimos los dos únicos varones.  Recuerdo perfectamente la conversación, que él comenzó: "¿Te gusta Bikram Yoga?", a lo que respondí: "Bueno, la verdad es que prefiero Ashtanga, pero el sabado no hay otra cosa."  Quedó muy sorprendido por que conociese Ashtanga Yoga y me preguntó dónde practicaba.  Finalmente, me confesó que él tenía una escuela de Ashtanga y me dio una tarjeta.  "¿Cómo?  ¿Y por qué no sales en Internet?"  "Ya, tengo pendiente la web."  ¡Qué tiempos aquellos en los que no se encontraban escuelas de Ashtanga Yoga en Madrid por Google!  Si hoy echáis un vistazo, lo que os costará encontrar es un barrio que no tenga alguna...

A partir de entonces Borja siempre contaría, jocoso, que nos conocimos desnudos.  Curiosamente, el encuentro se produjo la primera y única vez en su vida que a Borja se le ocurrió probar una clase de Bikram Yoga.  ¿Casualidad?, ¿suerte?, ¿Providencia?  Lo más seguro es que hubiese acabado sabiendo de él en cualquier caso, pero me gusta pensar que hubo algo o alguien especial que propició ese primer encuentro.  El lunes siguiente fui a su clase, donde por fin pisé por primera vez una verdadera escuela de Ashtanga Yoga y aprendí a distinguir la práctica tradicional de imitaciones y sucedáneos.  Durante algunos meses continué yendo a los tres centros de yoga; el hecho de que en Ashtanga Yoga se hiciese siempre la misma frecuencia me provocaba cierto rechazo porque me había acostumbrado a clases distintas cada día, pero le fui cogiendo el gustillo y poco a poco me escoré hacia el Ashtanga Yoga.  El mes de agosto fue el primero en que me acogí a la tarifa de mes ilimitado.  Y ya no lo dejé.

Pronto me convertí en un estudiante de los más asiduos en Ashtanga Yoga Madrid, y paralelamente a la práctica mi relación con Borja se fue afianzando.  Él me acompañó, ayudó y aconsejó durante toda una década a lo largo de todo este hermoso camino de autodescubrimiento.  Algunos años después, en el 2009, mientras asistía en Ibiza a uno de sus retiros de verano, me propuso convertirme en su asistente, algo que en verdad no se me había pasado por la cabeza pero que me pareció una excelente oportunidad para observar la práctica de Ashtanga Yoga desde una perspectiva completamente distinta.   Durante años, paso a paso, me fue enseñando sus métodos de enseñanza, técnicas, trucos y secretos, y me dio la oportunidad de desenvolverme en las clases de la primera escuela de Ashtanga Yoga en Madrid y descubrir los mil y un detalles de esta práctica aplicados a un sinfín de cuerpos y psicologías.  Sin duda, Borja fue el artífice de Ashtanga Yoga Bilbao.  Fui yo, y no él, quien tomó la decisión de abandonar Madrid y regresar a Bilbao, pero no cabe duda de que Borja encendió, para que pudiera verlos, los faroles que jalonaban el camino de regreso a Bilbao y hasta el rascacielos Bailén.  Si tuviera que buscar un rostro con el que ilustrar el término gurú en mi diccionario vital, sin duda escogería el de Borja.  Todavía hoy es la primera persona a la que recurro cada vez que tengo una consulta respecto a la práctica, la enseñanza, o la gestión de la escuela, por lo que gracias a la tecnología la relación sigue.

Si has conocido la práctica de Ashtanga Yoga en Madrid, es muy probable que Borja y el pequeño estudio que abrió con Natalia en la calle Juanelo, de manera directa o indirecta, se encuentren detrás de tu particular historia dentro de este estilo de yoga.  Porque si no fue él mismo quien te enseñó tu primer saludo al sol, seguro que se lo enseñó a tu profesor, al profesor de tu profesor o al profesor del profesor de tu profesor.  Pionero del Ashtanga Yoga en Madrid, Borja ha dado a conocer este sistema de yoga a miles de personas, a varias generaciones de ashtanguis, muchos de los cuales, tal que yo mismo, lo hemos acabado llevando a otros lugares lejos de la capital de España.

Borja y Guruji en el 2001.

Borja conoció a Guruji en el año 2000, en una época en que al escuchar la palabra Ashtanga a la gente le venía a la cabeza alguna clase de ropa interior y en los tiempos de la pequeña shala de Lakhsmipuram, cuando los estudiantes que acudían a Mysore eran una pequeña fracción de los que van hoy.  Con más de una docena de viajes a sus espaldas, ha conocido a Pattabhi Jois y a Sharath como ya pocos pueden hacerlo hoy debido a la masificación.  De hecho, estoy seguro de que Sharath no se acuerda de mi nombre, pero sí de que soy "Borja's student".  En mi primer viaje en el 2008, cuando entré en el office del Instituto de Ashtanga Yoga recién llegado a Mysore y me encontré de sopetón con Guruji y Sharath, no tuve más que mencionar el nombre de Borja y ellos enseguida asintieron sonrientes, repitiendo su nombre: "Borya, Borya" (sic).

Su amor y entrega por esta práctica le llevaron a abandonar un interesante trabajo estable en un canal de televisión privada y dedicarse a tiempo completo a la difusión del método de Ashtanga Yoga.  Autorizado en el 2005, durante muchos años fue el único profesor autorizado en Madrid y uno entre el puñado de profesores reconocidos por Guruji que había en España.  Devoto de su maestro, siguió de cerca las noticias respecto a su salud y cuando llegó aquel aciago día del mes de mayo del 2009, buscó a todo correr un sustituto para sus clases y cogió un avión para asistir al funeral de Guruji.  Fiel a su forma de ser, sin ostentaciones ni afán de notoriedad, no colgó fotos en Facebook ni publicó un extenso artículo en un blog tal que éste.  Borja prefiere guardar sus experiencias para sí y enseñar en distancias cortas, sin levantar la voz ni pontificar.  De hecho, me ha parecido muy sorprendente encontrarme en Bilbao a gente que practicó Ashtanga Yoga en Madrid y que no tenía ni idea de la existencia de Borja, a pesar de que, tal y como he contado, su profesor o el profesor de su profesor sin duda dieron sus primeros pasos en Ashtanga Yoga en el viejo estudio de la calle Juanelo que Borja regentaba.  ¡Lo que puede dar de sí una buena estrategia comercial!  El marketing y la publicidad, la verdad, no han sido nunca su fuerte.  Sólo con decir que en menos de un año de existencia de Ashtanga Yoga Bilbao, nuestra página de Facebook tiene casi tantos seguidores como la de Ashtanga Yoga Madrid...  

Tampoco quiero desgranar aquí todas las facetas de la personalidad de Borja.  Él va a leer esta entrada y no deseo hacerle sentir desnudo.  Simplemente contaré una anécdota de la que fui protagonista y con la que espero no importunarlo.  En la primavera del año 2007 tuve un ataque de apendicitis que no se resolvió con cirugía sino con una prolongada estancia de dos semanas en el hospital Gregorio Marañón a base de antibióticos por vía intravenosa.  Pues bien, además de las esperadas y diarias visitas familiares, recibí también la visita de unos cuantos amigos, entre ellos Borja y su mujer Susana -que, por cierto, a día de hoy está a punto de dar a luz a su segundo hijo; un beso desde aquí-, quienes me visitaron no una, sino dos veces.  Quizás pueda parecer un comportamiento lógico hasta cierto punto; yo era uno de sus estudiantes y estaba ingresado en el hospital sin que estuviera del todo claro qué era lo que me pasaba pero leñe, ¿dos visitas?  Yo no era ni mucho menos un amigo íntimo, apenas llevaba un año como estudiante en Juanelo y mi personalidad norteña tampoco había propiciado que se forjase ninguna amistad prematura, así que aquellas dos visitas las interpreté correctamente como un anticipo de lo que había en el interior de su corazón.

En efecto, al cabo de todos aquellos años en Madrid en que tuve la oportunidad de estar tan cerca de Borja, pude saber y ser testigo directo de innumerables gestos verdaderamente encomiables que iban mucho más allá del deber y de la caridad.  Y lejos de buscar reconocimiento público, palmaditas en la espalda y "likes" en las redes sociales, Borja siempre optaba por mantenerlos en celoso anonimato.  Así que, más allá de sus abundantes enseñanzas respecto a la práctica, de sus precisos ajustes y sabios consejos, Borja me ilustró mediante su propio ejemplo aquello que Sharath Jois no cesa de repetir hasta la saciedad en sus conferencias: las asanas son dos horas cada día, el yoga veinticuatro horas.  De nada sirve convertirse en un gran gimnasta, flexible y fuerte, si tus actos no van en consonancia, si no pones en práctica los yamas y los niyamas y no aportas tu granito de arena para hacer del mundo un lugar mejor.  

Esta entrada se la quiero dedicar a mi Paramagurú Sharath Jois y a mi gurú Borja Romero-Valdespino, que tanto me han enseñado e inspirado y a quienes debo todo lo que sé respecto a este maravilloso sistema de yoga, un verdadero soplo de aire fresco en la sociedad moderna.  Todo lo bueno se lo debo a ellos; lo malo es responsabilidad mía.  El cumpleaños de Borja tuvo lugar el pasado domingo 26 de junio y esta entrada estaba pensada a modo de homenaje de cumpleaños.  Mi habitual capacidad de alargarme ha postergado la publicación algunos días, ¡pero espero le haya gustado igualmente!

jueves, 26 de mayo de 2016

Entrevista a Sharath Jois en LA Yoga - Yoga y espiritualidad.

La revista LA Yoga (Los Ángeles Yoga) ha publicado este mes una entrevista con Sharath Jois, director del KPJ Ashtanga Yoga Institute en Mysore, India, y nieto de K. Pattabhi Jois, que tiene algunas partes muy interesantes y que he traducido al castellano para favorecer su divulgación fuera de la comunidad angloparlante.  Aquí está el enlace al artículo original.




Entrevistadora: Muchos guías espirituales construyeron centros en Los Ángeles para divulgar el yoga.  ¿Crees que Los Ángeles es un lugar espiritual?

Sharath:  Las propias prácticas lo hacen espiritual.  Allá donde hay mucha gente espiritual, hay sitios espirituales.  ¿Por qué son espirituales los Himalayas?  Porque hay mucha gente espiritual allí que experimenta la espiritualidad y que tiene experiencias espirituales.  Ése es el motivo por el que muchos gurús fueron a Los Ángeles; porque había personas a las que les interesaba la espiritualidad.  Cuando hay gente interesada que quiere saber sobre espiritualidad, ellos se vuelven espirituales y el sitio se convierte en un lugar espiritual.  Quizás aquí exista este tipo de conexión.

E: El sur de California fue el primer destino que tu abuelo, Sri K. Pattabhhi Jois, conocido como Guruji, visitó en los Estados Unidos.

S: En 1975, Guruji fue a Encinitas.  Fue el primer lugar de Estados Unidos en el que enseñó Ashtanga Yoga.  Paramahansa Yogananda también estableció allí su centro.  La gente empezó a pensar en espiritualidad y en yoga.  Querían aprender sobre yoga y descubrir lo que es, así que los gurús comenzaron a viajar.

L: El yoga ha sido reinterpretado muchas veces.  ¿Crees que el yoga es clásico y moderno al mismo tiempo?

S: Por supuesto.  Hoy día se ha convertido en algo más físico, por el estilo de cómo hacer un pino.  No hay espiritualidad en esto.  Es sólo algo físico, cómo doblar tu cuerpo y como alinear tu cuerpo, pero el yoga clásico consiste en llevar disciplina a tu cuerpo y a tu mente, y cómo esa disciplina te conduce hacia la espiritualidad.  Tiene que ver con los yamas y niyamas, que son unas ramas muy importantes en la práctica de yoga.  No hay mucha gente que preste atención a esto.  Sólo centran su atención en el aspecto físico del yoga... no hay respiración, no hay vinyasa, no hay enfoque.  Todas estas cosas, que denominamos tristana, son muy importantes en nuestra practica de asanas.

Algunas formas de yoga moderno se han convertido básicamente en acrobacias.  Nadie sabe cuándo inhalar, cuándo exhalar, cómo la postura ayuda al cuerpo y a la mente.  No saben cómo la respiración ayuda al cuerpo, al sistema nervioso y a la mente.  Pero esto es muy importante.  El yoga se está haciendo muy popular en todo el mundo, pero hay pocas personas que hayan entendido el yoga correctamente, que hayan ido a las raíces del yoga.  Todo es como un circo; doblar el cuerpo no quiere decir que haya espiritualidad.

E: ¿Qué es el estilo Mysore?

S: Permite que te explique primero qué es una clase guiada, en la que decimos los nombres de las asanas, contamos los vinyasas y cada estudiante practica el asana al mismo tiempo.  Esto es para mejorar el vinyasa y adquirir una comprensión adecuada del sistema: dónde inhalar y exhalar y seguir el vinyasa correctamente.

La clase Mysore es aquella en la que no hay cuenta.  Supervisamos e intentamos ayudar a los estudiantes a mejorar diferentes posturas.  No es estilo Mysore, sino un estilo de uno a uno.  Los estudiantes practican a su propio ritmo.  Esto se llama estilo Mysore porque surgió en Mysore de la mano de Pattabhi Jois.




E: Practicar en la shala de Mysore recuerda a las Naciones Unidas del yoga.  Puede que los estudiantes no hablen el mismo idioma, pero cuando hacemos nuestra práctica juntos se crea una hermosa energía.  ¿Qué opinas del mundo del Ashtanga, cada vez más global y más grande?

S: El yoga no tiene ningún idioma.  Cuando hay sesenta estudiantes practicando en la shala, no hay un idioma común pero sí algo común: la práctica de yoga.  Todos hacen la misma práctica, las mismas asanas, incluso saben qué asana es cada una, con cuántos vinyasas.  Todos hacen a la vez la misma asana en el mismo orden, y ése es el idioma que trae tanta paz.  Tu energia, su energía, todo está entrelazándose y generando esta gran bola de energía en la shala.  Es muy importante, y es el único idioma.

Cuando se practica en silencio, se genera cierta energía que lleva paz a todo el ambiente.  El silencio es el único método para obtener paz.  Una vez que tu mente se queda en silencio, todo se vuelve silencioso y sereno.  Todo el concepto, el propósito de hacer yoga, es llevar silencio y paz a tu mente.

En Mysore hay diferentes nacionalidades que hablan diferentes idiomas, pero en la práctica no se emplea ningún idioma aunque la energía sea tan alta.  Cuando la energía sube y nadie habla, sólo ves igualdad entre todos y cada uno de los estudiantes.  Ya no es que seas americano, japonés, coreano o australiano.  Cuando esta igualdad se instala, todo es uno.  Yoga es unidad.  Allí donde no hay emociones, ni felicidad, ni tristeza, ni castas, ni credos, ni nacionalidades, ni discriminaciones, eso también es yoga.  Es decir, el yoga es hacerse uno,

E: ¿Qué es un Shadaka?

S: Un Shadaka es un practicante que se entrega a la práctica y al linaje.  El yoga no es algo que pueda ser practicado viendo vídeos o leyendo libros.  El yoga ha de llevar a través del parampara, de un linaje, y tienes que ser devoto de ese linaje y tratar de aprender yoga.  Así es como el yoga debería llegar.

E: El enfoque "de uno a uno", sin intercambiar apenas palabras, ¿nos ayuda a conocer mejor nuestra naturaleza?

S: De acuerdo con nuestro linaje, no es posible enseñar a grandes grupos.  Podemos enseñar, pero no podemos conectar con mucha gente.  No podemos entender a nuestros estudiantes a menos que estemos enseñando de uno a uno.  Cuando hay demasiados estudiantes, no podemos alcanzar a todos.  Tu voz puede llegar, pero no puedes proporcionar una atención personal a cada estudiante.  Cada uno tiene diferentes estructuras corporales, condicionamientos mentales y flexibilidades.  Sólo cuando estás cara a cara con los estudiantes puedes entenderlo y darles lo que necesitan.

E: ¿Esto les ayuda en su camino espiritual?

S: El camino espiritual llega cuando entras en conexión con tu gurú.  Cuando proporcionas atención personalizada a un estudiante, hay mucha energía que fluye a través de tu estudiante.  Él puede sentir la energía.  Cuando la gente viene a practicar a Mysore, hay cierta energía aquí.  Cuando esa energía la genera un gurú, todos le seguirán, todos conectarán con él, todos pueden sentir su energía y tratar de practicar en esa energía.  Con una multitud no puedes tener esa misma energía.  Es como ir a un concierto de rock.  Puedes escuchar, pero no puedes establecer una conexión con el cantante.

E: ¿Qué impacto está teniendo Ashtanga Yoga en el mundo?

S: No hay un único lugar en concreto en el que esté teniendo impacto.  El yoga no es algo de un solo sitio.  El yoga ha llegado a muchos lugares, muchos países, muchas nacionalidades.  El yoga no pertenece a una sola cultura.  Todos deberían practicar yoga para su propio bienestar.  Una vez eso ocurra, todo el planeta se convertirá en un lugar espiritual.  Todo el planeta cambiará.  Todos se darán cuenta de su propia responsabilidad en la vida hacia este planeta, hacia la humanidad, y eso es en lo que tenemos que pensar.  El yoga proporcionará ese tipo de conocimiento.  No es sólo algo físico, sino cómo mantener tu propio bienestar y el de los demás.  Eso es el yoga.

martes, 10 de mayo de 2016

El rascacielos Bailén y el entorno de Ashtanga Yoga Bilbao hoy y en 1950.

El rascacielos Bailén en los tiempos de la estación de la Naja y de los barcos atracados en el Arenal.

En esta ocasión voy a salirme de la temática habitual del blog y dedicar esta entrada al entorno paisajístico que rodea nuestra escuela.

El edificio Bailén en cuya séptima planta se ubica Ashtanga Yoga Bilbao es, como muchos bilbaínos saben, un lugar emblemático de nuestra ciudad que durante varias décadas fue su edificio más alto.  Todavía hoy se lo conoce como el rascacielos Bailén, a pesar de que muchos de los edificios que hay a su alrededor lo superen en altura, y cuando la gente me llama para pedirme detalles sobre la ubicación de la escuela muchos enseguida identifican la famosa torre.

El rascacielos Bailén en el 2016.  Un tranvía moderno pasa justo por delante.

Todavía recuerdo que, de niño, paseando hacia el Arenal con mi padre, solía señalarme el edificio y en una de sus charlas culturales -era arquitecto- me lo describía como un soberbio ejemplo de arquitectura racionalista.  A mí no me terminaba de gustar; estaba mugriento de suciedad y parecía una aburrida torre de defensa antiaérea, pero con su insistencia a lo largo de los años logró que, por lo menos, el edificio no me pasase desapercibido.

Años después regresé a Bilbao.  Mi padre ya no estaba vivo y yo regresaba con unas intenciones insólitas e impensables en etapas anteriores de mi vida: buscar un lugar para abrir una escuela de yoga.  Anduve recorriendo Bilbao durante semanas, viendo locales y poniéndome en contacto con inmobiliarias y particulares que encontraba a través del periódico y por Internet.

El Arenal desde el rascacielos Bailén en los tiempos del trolebús y de las grúas de descarga de barcos.

Y cierto día, según salía del Casco Viejo tras haber efectuado una nueva barrida de locales y primeros pisos en busca de carteles de "se alquila", pasé por delante del viejo rascacielos.  Ya no estaba mugriento; lo habían sometido a un lavado de cara y se alzaba impoluto sobre la ría.  Entré a probar suerte y resultaba que se trataba de un edificio de oficinas que tenía varias en alquiler, aunque no las habían anunciado en ningún sitio.  Necesitaba una grande y, miel sobre hojuelas, la séptima planta estaba libre.  Quedé prendado nada más verla; cumplía todos mis requisitos, pero todos absolutamente, incluidos los más prescindibles como tener buenas vistas y luz natural.  Haría falta una buena obra, pero ni caído del cielo me podía imaginar haber encontrado algo así.  

El resto ya lo conocéis.  Al final aquella vieja oficina tardaría algo menos de tres meses en convertirse en Ashtanga Yoga Bilbao.  No me cabe duda de que mi padre fue quien despertó mi interés en aquel edificio y de alguna manera el culpable de que me hubiese dado por probar suerte ahí durante mi tediosa búsqueda del verano pasado.  Nines suele decirme que quizás haya sido él mismo quien, desde arriba, me haya querido echar una mano, y no la contradigo.  El destino lo labramos nosotros mismos con nuestras decisiones, pero éstas también se pueden "facilitar" y "encauzar".  No deja de ser curioso que los anteriores inquilinos de la séptima planta fueran unos arquitectos, colegas de profesión suyos.  Sea como sea, no me cabe duda de que a mi padre le habría gustado saber que he acabado cumpliendo mi dharma en aquel viejo rascacielos que a él tanto le fascinaba   arquitectónicamente.

El Arenal desde el rascacielos Bailén en el 2016,

Hace unas semanas, rebuscando en los puestos del domingo de la Plaza Nueva, cayeron en nuestras manos sendas fotografías que a día de hoy adornan los vestuarios de Ashtanga Yoga Bilbao.  Se trata de una fotografía del edificio Bailén desde el Arenal y otra del Arenal desde una de las ventanas del edificio Bailén.  Son unas fotografías antiguas sumamente interesantes desde el punto de vista actual, porque en ellas queda representado el Bilbao que fue pero que ya no es.

La construcción del rascacielos Bailén terminó en 1946 y yo nací en 1979.  Yo conocí la estación de la Naja y las vías que cubrían el muelle de Ripa.  Hasta finales de los años 90 y según recuerdo los primeros años 2000 siguieron utilizándose para ir en ferrocarril en dirección Barakaldo.  Pero lo que no conocí fueron grúas de descarga en el Arenal y barcos atracados en sus muelles.  La riada de 1983 hundió el barco Consulado, pero éste estaba atracado en el muelle de Uribitarte frente al Ayuntamiento.  Entre mis recuerdos infantiles tampoco hay sitio para trolebuses y tranvías, aunque los vestigios de viejas vías surcaban como cicatrices muchas calles de Bilbao.  Por todo ello, las fotografías que adornan esta entrada deben de remontarse a la década de 1950 o de 1960.  ¡Que las disfrutéis!  Y si quieres ver los originales, ya sabes, ¡ven a Ashtanga Yoga Bilbao!  Así, además de alegrar tu vista y recrearte en la nostalgia, puedes practicar yoga con nosotros.