Con Sharath Jois en la main shala ante el retrato de Guruji tras ser autorizado. |
Ese mismo día por la tarde, apurando mis últimas horas de estancia en Mysore, quise pasar por la tienda del KPJAYI para adquirir la nueva edición de Ashtanga Yoga Anusthana, el libro de Sharath Jois en el que describe los vinyasas de la primera serie y bosqueja los conceptos principales de Ashtanga Yoga. Tenía la edición anterior, pero se trataba de un libro muy difícil de conseguir fuera de la India y ahí lo tenía al alcance de la mano por unas meras quinientas rupias (7 euros).
Era viernes y la tienda del KPJAYI cierra sábados y domingos, por lo que se trataba de mi última oportunidad. Hacia las 17:00 horas me dirigí al KPJAYI y entré en la shala. Casualmente Sharath se encontraba impartiendo la clase de la tarde a indios y residentes. En contraste con las multitudinarias sesiones de la mañana, el ambiente en estas clases es mucho más relajado; apenas si asisten una docena de indios. Las tarifas no son la explicación, puesto que a los oriundos se les cobra por las clases de yoga una pequeña fracción de lo que pagamos los extranjeros. Es curioso que en la India también se cumpla el castellano dicho de "nadie es profeta en su tierra" y que los indios no muestren demasiado entusiasmo por una escuela de yoga que tienen al lado de su casa y que atrae a millares de extranjeros.
Primera y segunda edición de Ashtanga Yoga Anusthana - Práctica de Ashtanga Yoga. |
Sharath no siempre se encarga de esas clases. A veces las da su esposa Shruthi o alguna persona de confianza tal que Pavitra, estudiante y vecino de Sharath que regenta la popular tienda Green House. Al día siguiente, sábado, asistiría a mi última clase -guiada- de ese viaje y se nos había avisado de que por coincidir con el final de mes y tener que recibir y registrar a una nueva remesa de alumnos, Sharath no impartiría la habitual conferencia de las 09:30. Muchas personas aprovechan los instantes posteriores a la conferencia para despedirse de él, lo cual no sería posible aquel sábado.
De pronto, se me ocurrió que aquella era una ocasión pintiparada para decirle adiós a mi maestro. No había multitudes alrededor, tan sólo un puñado de occidentales que, como yo, iban a la tienda a comprar algo y unos cuantos estudiantes indios sobre sus esterillas. Así que, tras adquirir el libro, me acerqué hasta él con timidez y le hice un gesto indicándole que quería dirigirle la palabra. Me miró con el ceño fruncido. Al fin y al cabo, y aunque iba vestido bastante formal con pantalones y camisa larga, no con el "traje de faena" de bañador y camiseta de las ajetreadas mañanas, se encontraba en medio de una clase y yo estaba interrumpiéndolo.
Me despedí escuetamente y le di las gracias, expresando mi deseo de volver la temporada siguiente. Tampoco era cuestión de mantener una charla distendida. Siempre que viajo a India concerto una cita con Sharath, y la charla, siempre difícil -a solas es bastante brusco, al menos conmigo, como si me estuviera poniendo a prueba- de esta temporada ya había tenido lugar semanas atrás. Por toda respuesta, me dijo serio: "¿Has hablado con Usha?" Usha es su secretaria, la que lleva todas las tareas de administración del KPJAYI y la primera persona que ven los estudiantes nada más llegar. Usha también ejerce de "filtro". Con cuatrocientos estudiantes matriculados cada mes, y con la intención de evitar que cada día una o varias docenas llamen a la puerta de Sharath con peticiones diversas -consultas, ruegos, quejas, agradecimientos, despedidas, fotos, firmas,...- Usha se encarga también de restringir el acceso directo al Boss y decidir qué casos han de ser atendidos personalmente por él y cuáles no.
La main shala, vacía. La puerta de entrada es la de la izquierda, por la que entra luz. El despacho de Guruji está en la puerta de la derecha. La tienda quedaría a la derecha, fuera de la imagen. |
No había pedido permiso ni informado a Usha de mi intención de despedirme y me disculpé. Sharath, adusto, señaló el despacho de Guruji, que ahora regenta Usha. Ella estaba en la puerta de pie y con el gesto serio. Fui hacia ella pensando: "Vaya, la he cagado", y de nuevo me disculpé por interrumpirle a Sharath en clase alegando que regresaba pronto a casa y que al no haber conferencia no iba a tener la oportunidad de decirle adiós. Usha hizo caso omiso de mis disculpas y me preguntó: "¿Cuándo vuelves a tu país?" Un tanto desconcertado, respondí que el domingo, a lo que ella repuso: "Entonces hay tiempo. Rellena ahora el formulario de autorización." Mi cerebro no procesó sus palabras, que hubo de repetir: "authorisation."
Tras esto, y a lo largo de los siguientes meses, las piezas del puzzle fueron encajando unas tras otras cual fichas de dominó; en pocas palabras: regresar a España, dejar el trabajo, abandonar Madrid y... Ashtanga Yoga Bilbao.
Esta crónica, por tanto, fue escrita cuando aún no sabía que me iba a convertir en profesor autorizado de Ashtanga Yoga y que la escuela que tenía intención de abrir en Bilbao se hallaba a tan sólo unos meses de distancia, no en el horizonte de un futuro lejano. No la escribí orientada al público general, sino para que, tal y como había hecho en anteriores ocasiones, mis cercanos tuvieran un retrato panorámico de mi vida y experiencias en Mysore durante diez semanas dedicado a la práctica y estudio de yoga en un entorno exótico y de difícil asimilación para la mentalidad occidental.
Por consiguiente, todas mis palabras las escribí desde la total libertad del que se dirige a su familia y amigos en casa y no se ve en la obligación de agradar a nadie. A decir verdad, la publicación de esta crónica en el blog me suscitó no pocas dudas. Soy consciente de que cuando uno expone sus opiniones privadas al escrutinio público, se diga lo que se diga y se diga como se diga, las probabilidades de herir ciertas sensibilidades son muy altas y directamente proporcionales al número de personas que las acaben leyendo. El último de los capítulos, en concreto, le resultará sumamente polémico a la línea más ortodoxa de Ashtanga Yoga, que tiende a no cuestionar los cambios hasta que estos se producen por el estilo del descanso de los sábados, que era anatema hasta que en la temporada 2014-15 Sharath decidió trasladarlo al domingo. Por cierto, no estaría mal retomar cierta discusión que tuve hace muchos años con una chica que argumentaba que los sábados no se practicaba porque estaba regido por Saturno, una divinidad romana que en la tradición hindú es irrelevante, aunque mejor no me voy por las ramas... También vierto algunas críticas sobre el propio sistema de Ashtanga Yoga o acerca de la manera en que se enfocan en Mysore algunos aspectos de la práctica -el catching, las gracias previsibles que todo el mundo ríe todas las veces cual bien entrenada claque- que quizás me habría convenido censurar, pero he preferido mantener la integridad original del texto y no manipular lo que en su día fueron opiniones sinceras de un practicante de Ashtanga Yoga con un compromiso sólido de muchos años por el simple hecho de haber entrado en el mainstream de los profesores reconocidos por el KPJAYI.
Autorización del KPJAYI para enseñar Ashtanga Yoga en la tradición de Sri Krishna Pattabhi Jois, |
Mi vida ha cambiado mucho desde los tiempos en que escribiera esta crónica. En Madrid tenía un trabajo como Ingeniero de Telecomunicaciones en un Ministerio desde las 08:00 de la mañana y hasta las 15:00 horas tres días por semana y hasta las 18:30 otros dos. Este horario me había permitido compatibilizar fácilmente y durante años trabajo, práctica diaria y aprendizaje junto a Borja Romero-Valdespino, mi maestro de Ashtanga Yoga Madrid. Curiosamente, durante todo este tiempo en Madrid, y salvo algunos periodos excepcionales, he sido practicante de tardes. Mi horario de entrada a las 08:00 me hacía imposible practicar por la mañana; ninguna escuela de Ashtanga Yoga en Madrid abre antes de las 06:45-07:00 de la mañana y, sinceramente, cultivar una práctica personal de madrugada en casa teniendo a un profesor de la talla de Borja a tres minutos se me antojaba una idea absurda.
Con el regreso a mi Bilbao natal y la apertura de Ashtanga Yoga Bilbao las tornas han cambiado sobremanera. Mi horario de trabajo actual comprende un intervalo a primera hora del día (de 07:00 a 10:15) y otro a última hora de la tarde (de 17:45 a 21:00). Mi propia práctica tiene lugar en solitario antes de la clase de la mañana entre las 04:45 y las 06:30, con tiempo para desayunar y ducharme justo antes de la clase de las 07:00. Es decir, que a día de hoy y curiosamente, tras lo escrito en la crónica respecto a los increíbles madrugones de las clases guiadas, practico a primera hora del día y en solitario, salvo en los últimos momentos en torno a las 06:15 en que Nines suele llegar.
Un año y pico después de lo narrado en estos capítulos, las cosas en Mysore siguen muy parecidas. Ya ha transcurrido una nueva temporada de enseñanza en el KPJAYI; varios amigos míos han estado en Mysore y he podido saber acerca de la situación actual a través de ellos. Una gran novedad ha sido el cambio de suelo: las míticas alfombras, desteñidas por el paso del tiempo, han sido finalmente retiradas y en su lugar se ha instalado una tarima. En cuanto a la famosa saturación de estudiantes, el overbooking, ha seguido estando a la orden del día aunque un paso más allá, tal y como vaticiné en mi crónica y tal y como era previsible. Yo mismo he sido "víctima" del tapón de solicitudes. Tuve intención de viajar en el mes de diciembre; sólo un mes, aprovechando el parón navideño y la baja afluencia de estudiantes. Sin embargo, no conseguí que me aceptasen. Estuve preparado, como siempre, a las 00:00 horas indias del 1 de septiembre (19:30 del 31 de agosto hora española) delante del ordenador con el formulario relleno. Sin embargo, cuando di al botón de "enviar", el servidor se cayó. Cientos, miles de personas en todo el mundo debían de estar haciendo lo mismo y la máquina se desbordó literalmente. Las redes sociales echaron humo durante horas. Unos -pocos- lo habían logrado. El resto, entre los que me incluía yo, refrescábamos continuamente la página pero, cuando al fin lográbamos cargar el formulario y lo enviábamos, el servidor se volvía a caer. En este plan estuve durante varias horas hasta bien pasada la medianoche, hasta que el servidor dejó de dar señales de vida. Llegado ese punto, me di por vencido y me acosté. A primera hora de la mañana -las 05:00-, comprobé que la página web volvía a estar levantada, intenté enviar la solicitud y esta vez sí, fue procesada. Varias semanas después recibí el rechazo. Los afortunados de otras latitudes del mundo para quienes la recuperación del servidor llegó a horas prudenciales del día, o los sacrificados infatigables que aguantaron despiertos hasta bien entrada la madrugada, se me debían de haber adelantado y conseguido el "sí" que me fue negado aunque, como bien se sabe, los inescrutables criterios de selección del KPJAYI no se atienen a ninguna lógica y hasta he llegado a saber de gente que envió su solicitud varias horas después y que aún así fueron aceptados. En el caso de mis amigos y conocidos, algunos consiguieron entrar a la segunda o tercera intentona y otros se quedaron en su casa tras ser rechazados una y otra vez o no tener disponibilidad para intentarlo en meses sucesivos. Sandra y Raquel, nuestras queridas vecinas del piso de arriba en casa de Neeraj, tuvieron suerte y lo lograron a la primera.
Hace unas pocas semanas recibí un nuevo rechazo. Durante los meses de julio y agosto de este año Sharath va a impartir un curso especial destinado sólo a profesores autorizados. Se trata de un curso que ha organizado varias veces desde que muriera Guruji, aunque no todos los años, y al que por primera vez yo podía aspirar a asistir. Mi profesor Borja estuvo en el año 2010 y me había hablado muy bien de él, así que estaba decidido a ir. Además, quizás sea en ese curso donde Sharath consulte y decida esos cambios de organización de los que se está hablando, y habría sido una histórica oportunidad haber podido ser testigo y hasta quizás haber formado parte de ello. Pero, paso importante, en primer lugar tenía que ser aceptado. En la lista mundial de profesores reconocidos por el KPJAYI hay unas seiscientas personas, pero tan sólo terminan siendo aceptadas alrededor de un centenar, por lo que se podía intuir que conseguir una plaza no sería tarea fácil. Envié mi solicitud -una carta física- al KPJAYI con mucha antelación en enero, y a primeros de marzo recibí un nuevo "no", el segundo en esta temporada. Curiosamente, en el email en que se me comunicaba la mala nueva habían olvidado incluir a los destinatarios en el campo de copia oculta, lo que nos dejó a los rechazados el triste consuelo de saber que nos habíamos quedado fuera más de sesenta personas.
Habida cuenta de mis circunstancias actuales, con la apertura de Ashtanga Yoga Bilbao y mis obligaciones en la escuela, he dado por buenos estos rechazos. Quizás la Providencia haya querido mantenerme en el lugar que me corresponde. Ashtanga Yoga Bilbao no ha cumplido ni siquiera un año y aunque goza de buena salud se encuentra en proceso de crecimiento, por lo que tampoco he lamentado demasiado no haber podido volver a India este año y hasta he visto en ello una buena oportunidad para volcarme todavía más en este maravilloso proyecto.
Alexia Pita con su autorización en la main shala del KPJAYI. Alexia es una vieja amiga de mi etapa en Madrid y profesora con Borja en Ashtanga Yoga Madrid. |
Una de las grandes y buenas novedades que ha deparado esta última temporada en Mysore ha sido una nueva remesa de estudiantes que han sido autorizados para enseñar Ashtanga Yoga. A algunos de ellos los conozco personalmente, como Haney de Egipto, Adriana de Venezuela y Seoyeon de Corea, y les felicito de corazón desde aquí. En España ha habido también una importante hornada de nuevos profesores autorizados, lo cual es un signo de la extraordinaria salud de la que goza Ashtanga Yoga por estas latitudes. A modo de homenaje, escribiré los nombres de aquellas personas de cuya reciente autorización he sabido y a quienes de alguna u otra manera, con mayor o menor profundidad, he conocido: Alexia y Ángel de Madrid, Curro de Cádiz, Nuria de Ibiza y Victoria, Siau y Lleo de Mallorca.
Los profesores autorizados para enseñar Ashtanga Yoga en España son ya unos treinta, una cifra impresionante que sitúa a España entre los primeros países de Europa y del mundo en cuanto a difusión de este sistema de yoga. Me gustaría romper una lanza en favor de todos ellos. En ocasiones se escuchan, incluso desde mi retirada vida en Bilbao, habladurías y maledicencias sobre unos y otros. Casi siempre se debe a tiranteces o rivalidades veladas entre escuelas situadas en la misma ciudad; los estudiantes de una menosprecian a los de la escuela vecina. Pueden parecer chiquilladas, pero a mi modo de ver sembrar la duda entre nosotros no hace sino poner en tela de juicio el criterio del KPJAYI y del propio Sharath y perjudicar a Ashtanga Yoga en su conjunto. Desconozco cómo enseñan o dejan de enseñar la mayoría de nuevos autorizados, pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que Sharath ha autorizado a personas comprometidas y con muchos años de práctica, estudio y experiencia a sus espaldas. Todos, los nuevos y los que ya estaban, son dignos merecedores de la autorización y no querría ni osaría poner a ningunos por encima de otros.
Más que nunca en unos tiempos como los actuales, conviene que las personas que enseñan este sistema de yoga desde el compromiso y la experiencia nos apoyemos unos a otros y no andemos con chismorreos o envidias. El daño que se está haciendo al yoga y al Ashtanga Yoga es grande, y ninguno de nosotros es el problema. No diré nombres, pero todos sabemos de personas, centros y escuelas en muchos lugares que se dedican a prostituir la enseñanza de yoga reduciéndola a un producto comercial que se consume en un puñado de días o de fines de semana al término de los cuales y previo pago de varios miles de euros cualquiera se puede considerar un profesor cualificado. El gran problema del Ashtanga Yoga es éste y no otro. Las personas que se acercan al yoga suelen hacerlo desde el desconocimiento más absoluto, y deberíamos hacer nuestra la responsabilidad de hacerles ver lo importante que resulta caer en manos de un profesor cualificado que les enseñe a andar un camino que él mismo anduvo paso a paso y no que lo compró en un viaje de ocho días a Madrid, Barcelona o Huelva.
Terminaré el epílogo y la crónica con una pequeña anécdota que ya creo haber contado anteriormente en este mismo blog pero que considero viene muy bien a modo de colofón. La fotografía con Sharath que encabeza esta entrada fue tomada el sábado 31 de enero del 2015. Mi vuelo salía el 1 de febrero de madrugada, y un taxi me llevaba hacia Bangalore esa misma noche. Unas horas después, por la tarde, pasé por el KPJAYI a recoger el papel físico de la autorización. De vuelta a casa, pasé por delante de la casa de Sharath, que está justo en la misma calle del KPJAYI. Dio la casualidad que justo en ese momento Sharath salía de casa con su mujer e hijos. No dejé pasar la ocasión y le di las gracias, enseñándole el papel. Sharath me dijo unas últimas palabras: "Authorisation, more responsibility" (autorización, mayor responsibilidad), a lo que respondí: "I'll do my best to be up to it" (pondré todo mi empeño en estar a la altura). Les debió de parecer gracioso y todos se rieron a carcajadas.
Más de un año después, en Bilbao y resignado a no regresar a la India en un tiempo, suelo recordar esas palabras. El tiempo dirá si supe estar a la altura pero, por el momento, lo único que puedo decir es: ¡qué buen sabor tiene la responsabilidad!
Gracias a Sharath, gracias a Borja, gracias a Nines y gracias a ti por leer esto.