miércoles, 20 de abril de 2016

Epílogo a la Crónica de mi último viaje a Mysore.


Con Sharath Jois en la main shala ante el retrato de Guruji tras ser autorizado.

El 30 de enero del 2015 por la mañana puse el punto final a la crónica y la envié con cierta premura, puesto que regresaba a casa en dos días y quería que mis amistades y familiares la recibieran cuando todavía me encontraba en India.  Lo que en ocasiones anteriores había sido un largo email se me había ido de las manos y convertido en la extensa crónica dividida en capítulos que habéis tenido ocasión de leer y a la que dediqué varias semanas de horas muertas.

Ese mismo día por la tarde, apurando mis últimas horas de estancia en Mysore, quise pasar por la tienda del KPJAYI para adquirir la nueva edición de Ashtanga Yoga Anusthana, el libro de Sharath Jois en el que describe los vinyasas de la primera serie y bosqueja los conceptos principales de Ashtanga Yoga.  Tenía la edición anterior, pero se trataba de un libro muy difícil de conseguir fuera de la India y ahí lo tenía al alcance de la mano por unas meras quinientas rupias (7 euros).

Era viernes y la tienda del KPJAYI cierra sábados y domingos, por lo que se trataba de mi última oportunidad.  Hacia las 17:00 horas me dirigí al KPJAYI y entré en la shala.  Casualmente Sharath se encontraba impartiendo la clase de la tarde a indios y residentes.  En contraste con las multitudinarias sesiones de la mañana, el ambiente en estas clases es mucho más relajado; apenas si asisten una docena de indios.  Las tarifas no son la explicación, puesto que a los oriundos se les cobra por las clases de yoga una pequeña fracción de lo que pagamos los extranjeros.  Es curioso que en la India también se cumpla el castellano dicho de "nadie es profeta en su tierra" y que los indios no muestren demasiado entusiasmo por una escuela de yoga que tienen al lado de su casa y que atrae a millares de extranjeros.

Primera y segunda edición de Ashtanga Yoga Anusthana - Práctica de Ashtanga Yoga.

Sharath no siempre se encarga de esas clases.  A veces las da su esposa Shruthi o alguna persona de confianza tal que Pavitra, estudiante y vecino de Sharath que regenta la popular tienda Green House.  Al día siguiente, sábado, asistiría a mi última clase -guiada- de ese viaje y se nos había avisado de que por coincidir con el final de mes y tener que recibir y registrar a una nueva remesa de alumnos, Sharath no impartiría la habitual conferencia de las 09:30.  Muchas personas aprovechan los instantes posteriores a la conferencia para despedirse de él, lo cual no sería posible aquel sábado.

De pronto, se me ocurrió que aquella era una ocasión pintiparada para decirle adiós a mi maestro.  No había multitudes alrededor, tan sólo un puñado de occidentales que, como yo, iban a la tienda a comprar algo y unos cuantos estudiantes indios sobre sus esterillas.  Así que, tras adquirir el libro, me acerqué hasta él con timidez y le hice un gesto indicándole que quería dirigirle la palabra.  Me miró con el ceño fruncido.  Al fin y al cabo, y aunque iba vestido bastante formal con pantalones y camisa larga, no con el "traje de faena" de bañador y camiseta de las ajetreadas mañanas, se encontraba en medio de una clase y yo estaba interrumpiéndolo.

Me despedí escuetamente y le di las gracias, expresando mi deseo de volver la temporada siguiente.  Tampoco era cuestión de mantener una charla distendida.  Siempre que viajo a India concerto una cita con Sharath, y la charla, siempre difícil -a solas es bastante brusco, al menos conmigo, como si me estuviera poniendo a prueba- de esta temporada ya había tenido lugar semanas atrás.  Por toda respuesta, me dijo serio: "¿Has hablado con Usha?"  Usha es su secretaria, la que lleva todas las tareas de administración del KPJAYI y la primera persona que ven los estudiantes nada más llegar.  Usha también ejerce de "filtro".  Con cuatrocientos estudiantes matriculados cada mes, y con la intención de evitar que cada día una o varias docenas llamen a la puerta de Sharath con peticiones diversas -consultas, ruegos, quejas, agradecimientos, despedidas, fotos, firmas,...- Usha se encarga también de restringir el acceso directo al Boss y decidir qué casos han de ser atendidos personalmente por él y cuáles no.

La main shala, vacía.  La puerta de entrada es la de la izquierda, por la que entra luz.  El despacho de Guruji está en la puerta de la derecha.  La tienda quedaría a la derecha, fuera de la imagen.

No había pedido permiso ni informado a Usha de mi intención de despedirme y me disculpé.  Sharath, adusto, señaló el despacho de Guruji, que ahora regenta Usha.  Ella estaba en la puerta de pie y con el gesto serio.  Fui hacia ella pensando: "Vaya, la he cagado", y de nuevo me disculpé por interrumpirle a Sharath en clase alegando que regresaba pronto a casa y que al no haber conferencia no iba a tener la oportunidad de decirle adiós.  Usha hizo caso omiso de mis disculpas y me preguntó: "¿Cuándo vuelves a tu país?"  Un tanto desconcertado, respondí que el domingo, a lo que ella repuso: "Entonces hay tiempo.  Rellena ahora el formulario de autorización."  Mi cerebro no procesó sus palabras, que hubo de repetir: "authorisation."

Tras esto, y a lo largo de los siguientes meses, las piezas del puzzle fueron encajando unas tras otras cual fichas de dominó; en pocas palabras: regresar a España, dejar el trabajo, abandonar Madrid y... Ashtanga Yoga Bilbao.

Esta crónica, por tanto, fue escrita cuando aún no sabía que me iba a convertir en profesor autorizado de Ashtanga Yoga y que la escuela que tenía intención de abrir en Bilbao se hallaba a tan sólo unos meses de distancia, no en el horizonte de un futuro lejano.  No la escribí orientada al público general, sino para que, tal y como había hecho en anteriores ocasiones, mis cercanos tuvieran un retrato panorámico de mi vida y experiencias en Mysore durante diez semanas dedicado a la práctica y estudio de yoga en un entorno exótico y de difícil asimilación para la mentalidad occidental.  

Por consiguiente, todas mis palabras las escribí desde la total libertad del que se dirige a su familia y amigos en casa y no se ve en la obligación de agradar a nadie.  A decir verdad, la publicación de esta crónica en el blog me suscitó no pocas dudas.  Soy consciente de que cuando uno expone sus opiniones privadas al escrutinio público, se diga lo que se diga y se diga como se diga, las probabilidades de herir ciertas sensibilidades son muy altas y directamente proporcionales al número de personas que las acaben leyendo.  El último de los capítulos, en concreto, le resultará sumamente polémico a la línea más ortodoxa de Ashtanga Yoga, que tiende a no cuestionar los cambios hasta que estos se producen por el estilo del descanso de los sábados, que era anatema hasta que en la temporada 2014-15 Sharath decidió trasladarlo al domingo.  Por cierto, no estaría mal retomar cierta discusión que tuve hace muchos años con una chica que argumentaba que los sábados no se practicaba porque estaba regido por Saturno, una divinidad romana que en la tradición hindú es irrelevante, aunque mejor no me voy por las ramas...  También vierto algunas críticas sobre el propio sistema de Ashtanga Yoga o acerca de la manera en que se enfocan en Mysore algunos aspectos de la práctica -el catching, las gracias previsibles que todo el mundo ríe todas las veces cual bien entrenada claque- que quizás me habría convenido censurar, pero he preferido mantener la integridad original del texto y no manipular lo que en su día fueron opiniones sinceras de un practicante de Ashtanga Yoga con un compromiso sólido de muchos años por el simple hecho de haber entrado en el mainstream de los profesores reconocidos por el KPJAYI.

Autorización del KPJAYI para enseñar Ashtanga Yoga en la tradición de Sri Krishna Pattabhi Jois,

Mi vida ha cambiado mucho desde los tiempos en que escribiera esta crónica.  En Madrid tenía un trabajo como Ingeniero de Telecomunicaciones en un Ministerio desde las 08:00 de la mañana y hasta las 15:00 horas tres días por semana y hasta las 18:30 otros dos.  Este horario me había permitido compatibilizar fácilmente y durante años trabajo, práctica diaria y aprendizaje junto a Borja Romero-Valdespino, mi maestro de Ashtanga Yoga Madrid.  Curiosamente, durante todo este tiempo en Madrid, y salvo algunos periodos excepcionales, he sido practicante de tardes.  Mi horario de entrada a las 08:00 me hacía imposible practicar por la mañana; ninguna escuela de Ashtanga Yoga en Madrid abre antes de las 06:45-07:00 de la mañana y, sinceramente, cultivar una práctica personal de madrugada en casa teniendo a un profesor de la talla de Borja a tres minutos se me antojaba una idea absurda.

Con el regreso a mi Bilbao natal y la apertura de Ashtanga Yoga Bilbao las tornas han cambiado sobremanera.  Mi horario de trabajo actual comprende un intervalo a primera hora del día (de 07:00 a 10:15) y otro a última hora de la tarde (de 17:45 a 21:00).  Mi propia práctica tiene lugar en solitario antes de la clase de la mañana entre las 04:45 y las 06:30, con tiempo para desayunar y ducharme justo antes de la clase de las 07:00.  Es decir, que a día de hoy y curiosamente, tras lo escrito en la crónica respecto a los increíbles madrugones de las clases guiadas, practico a primera hora del día y en solitario, salvo en los últimos momentos en torno a las 06:15 en que Nines suele llegar.

Un año y pico después de lo narrado en estos capítulos, las cosas en Mysore siguen muy parecidas.  Ya ha transcurrido una nueva temporada de enseñanza en el KPJAYI; varios amigos míos han estado en Mysore y he podido saber acerca de la situación actual a través de ellos.  Una gran novedad ha sido el cambio de suelo: las míticas alfombras, desteñidas por el paso del tiempo, han sido finalmente retiradas y en su lugar se ha instalado una tarima.  En cuanto a la famosa saturación de estudiantes, el overbooking, ha seguido estando a la orden del día aunque un paso más allá, tal y como vaticiné en mi crónica y tal y como era previsible.  Yo mismo he sido "víctima" del tapón de solicitudes.  Tuve intención de viajar en el mes de diciembre; sólo un mes, aprovechando el parón navideño y la baja afluencia de estudiantes.  Sin embargo, no conseguí que me aceptasen.  Estuve preparado, como siempre, a las 00:00 horas indias del 1 de septiembre (19:30 del 31 de agosto hora española) delante del ordenador con el formulario relleno.  Sin embargo, cuando di al botón de "enviar", el servidor se cayó.  Cientos, miles de personas en todo el mundo debían de estar haciendo lo mismo y la máquina se desbordó literalmente.  Las redes sociales echaron humo durante horas.  Unos -pocos- lo habían logrado.  El resto, entre los que me incluía yo, refrescábamos continuamente la página pero, cuando al fin lográbamos cargar el formulario y lo enviábamos, el servidor se volvía a caer.  En este plan estuve durante varias horas hasta bien pasada la medianoche, hasta que el servidor dejó de dar señales de vida.  Llegado ese punto, me di por vencido y me acosté.  A primera hora de la mañana -las 05:00-, comprobé que la página web volvía a estar levantada, intenté enviar la solicitud y esta vez sí, fue procesada.  Varias semanas después recibí el rechazo.  Los afortunados de otras latitudes del mundo para quienes la recuperación del servidor llegó a horas prudenciales del día, o los sacrificados infatigables que aguantaron despiertos hasta bien entrada la madrugada, se me debían de haber adelantado y conseguido el "sí" que me fue negado aunque, como bien se sabe, los inescrutables criterios de selección del KPJAYI no se atienen a ninguna lógica y hasta he llegado a saber de gente que envió su solicitud varias horas después y que aún así fueron aceptados.  En el caso de mis amigos y conocidos, algunos consiguieron entrar a la segunda o tercera intentona y otros se quedaron en su casa tras ser rechazados una y otra vez o no tener disponibilidad para intentarlo en meses sucesivos.  Sandra y Raquel, nuestras queridas vecinas del piso de arriba en casa de Neeraj, tuvieron suerte y lo lograron a la primera.

Hace unas pocas semanas recibí un nuevo rechazo.  Durante los meses de julio y agosto de este año Sharath va a impartir un curso especial destinado sólo a profesores autorizados.  Se trata de un curso que ha organizado varias veces desde que muriera Guruji, aunque no todos los años, y al que por primera vez yo podía aspirar a asistir. Mi profesor Borja estuvo en el año 2010 y me había hablado muy bien de él, así que estaba decidido a ir.  Además, quizás sea en ese curso donde Sharath consulte y decida esos cambios de organización de los que se está hablando, y habría sido una histórica oportunidad haber podido ser testigo y hasta quizás haber formado parte de ello.  Pero, paso importante, en primer lugar tenía que ser aceptado.  En la lista mundial de profesores reconocidos por el KPJAYI hay unas seiscientas personas, pero tan sólo terminan siendo aceptadas alrededor de un centenar, por lo que se podía intuir que conseguir una plaza no sería tarea fácil.  Envié mi solicitud -una carta física- al KPJAYI con mucha antelación en enero, y a primeros de marzo recibí un nuevo "no", el segundo en esta temporada.  Curiosamente, en el email en que se me comunicaba la mala nueva habían olvidado incluir a los destinatarios en el campo de copia oculta, lo que nos dejó a los rechazados el triste consuelo de saber que nos habíamos quedado fuera más de sesenta personas.

Habida cuenta de mis circunstancias actuales, con la apertura de Ashtanga Yoga Bilbao y mis obligaciones en la escuela, he dado por buenos estos rechazos.  Quizás la Providencia haya querido mantenerme en el lugar que me corresponde.  Ashtanga Yoga Bilbao no ha cumplido ni siquiera un año y aunque goza de buena salud se encuentra en proceso de crecimiento, por lo que tampoco he lamentado demasiado no haber podido volver a India este año y hasta he visto en ello una buena oportunidad para volcarme todavía más en este maravilloso proyecto.

Alexia Pita con su autorización en la main shala del KPJAYI.  Alexia es una vieja amiga de mi etapa en Madrid y profesora con Borja en Ashtanga Yoga Madrid.

Una de las grandes y buenas novedades que ha deparado esta última temporada en Mysore ha sido una nueva remesa de estudiantes que han sido autorizados para enseñar Ashtanga Yoga.  A algunos de ellos los conozco personalmente, como Haney de Egipto, Adriana de Venezuela y Seoyeon de Corea, y les felicito de corazón desde aquí.  En España ha habido también una importante hornada de nuevos profesores autorizados, lo cual es un signo de la extraordinaria salud de la que goza Ashtanga Yoga por estas latitudes.  A modo de homenaje, escribiré los nombres de aquellas personas de cuya reciente autorización he sabido y a quienes de alguna u otra manera, con mayor o menor profundidad, he conocido: Alexia y Ángel de Madrid, Curro de Cádiz, Nuria de Ibiza y Victoria, Siau y Lleo de Mallorca.

Los profesores autorizados para enseñar Ashtanga Yoga en España son ya unos treinta, una cifra impresionante que sitúa a España entre los primeros países de Europa y del mundo en cuanto a difusión de este sistema de yoga.  Me gustaría romper una lanza en favor de todos ellos.  En ocasiones se escuchan, incluso desde mi retirada vida en Bilbao, habladurías y maledicencias sobre unos y otros.  Casi siempre se debe a tiranteces o rivalidades veladas entre escuelas situadas en la misma ciudad; los estudiantes de una menosprecian a los de la escuela vecina.  Pueden parecer chiquilladas, pero a mi modo de ver sembrar la duda entre nosotros no hace sino poner en tela de juicio el criterio del KPJAYI y del propio Sharath y perjudicar a Ashtanga Yoga en su conjunto.  Desconozco cómo enseñan o dejan de enseñar la mayoría de nuevos autorizados, pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que Sharath ha autorizado a personas comprometidas y con muchos años de práctica, estudio y experiencia a sus espaldas.  Todos, los nuevos y los que ya estaban, son dignos merecedores de la autorización y no querría ni osaría poner a ningunos por encima de otros.

Más que nunca en unos tiempos como los actuales, conviene que las personas que enseñan este sistema de yoga desde el compromiso y la experiencia nos apoyemos unos a otros y no andemos con chismorreos o envidias.  El daño que se está haciendo al yoga y al Ashtanga Yoga es grande, y ninguno de nosotros es el problema.  No diré nombres, pero todos sabemos de personas, centros y escuelas en muchos lugares que se dedican a prostituir la enseñanza de yoga reduciéndola a un producto comercial que se consume en un puñado de días o de fines de semana al término de los cuales y previo pago de varios miles de euros cualquiera se puede considerar un profesor cualificado.  El gran problema del Ashtanga Yoga es éste y no otro.  Las personas que se acercan al yoga suelen hacerlo desde el desconocimiento más absoluto, y deberíamos hacer nuestra la responsabilidad de hacerles ver lo importante que resulta caer en manos de un profesor cualificado que les enseñe a andar un camino que él mismo anduvo paso a paso y no que lo compró en un viaje de ocho días a Madrid, Barcelona o Huelva.

Terminaré el epílogo y la crónica con una pequeña anécdota que ya creo haber contado anteriormente en este mismo blog pero que considero viene muy bien a modo de colofón.  La fotografía con Sharath que encabeza esta entrada fue tomada el sábado 31 de enero del 2015.  Mi vuelo salía el 1 de febrero de madrugada, y un taxi me llevaba hacia Bangalore esa misma noche.  Unas horas después, por la tarde, pasé por el KPJAYI a recoger el papel físico de la autorización.  De vuelta a casa, pasé por delante de la casa de Sharath, que está justo en la misma calle del KPJAYI.  Dio la casualidad que justo en ese momento Sharath salía de casa con su mujer e hijos.  No dejé pasar la ocasión y le di las gracias, enseñándole el papel.  Sharath me dijo unas últimas palabras: "Authorisation, more responsibility" (autorización, mayor responsibilidad), a lo que respondí: "I'll do my best to be up to it" (pondré todo mi empeño en estar a la altura).  Les debió de parecer gracioso y todos se rieron a carcajadas.

Más de un año después, en Bilbao y resignado a no regresar a la India en un tiempo, suelo recordar esas palabras.  El tiempo dirá si supe estar a la altura pero, por el momento, lo único que puedo decir es: ¡qué buen sabor tiene la responsabilidad!

Gracias a Sharath, gracias a Borja, gracias a Nines y gracias a ti por leer esto.

miércoles, 13 de abril de 2016

La tradición y el futuro de Ashtanga Yoga.

[Nota introductoria: A pesar de estar en tiempo presente, este texto fue escrito en el mes de enero del 2015 y conforma el noveno y último capítulo de la Crónica de mi viaje a Mysore 2014-2015.  El texto lo terminé antes de saber que iba a ser autorizado para enseñar Ashtanga Yoga, por lo que las opiniones que vierto aquí no estaban influidas por dicha circunstancia, lo cual sin duda añade objetividad al texto.  Dejaré para el epílogo los comentarios actualizados.]


Fotografía de Sharath con su madre Saraswathi ante los retratos de la main shala, profusamente adornados..

Tras repasar las páginas anteriores me he dado cuenta de que he pasado un poco por encima sobre el pequeño detalle de que las clases guiadas tengan lugar en sábado y lunes; siendo el domingo el día oficial de descanso junto con las lunas llenas y nuevas.  En otros tiempos, esto habría sido poco menos que un sacrilegio.  Y es que hasta el año pasado, el día de descanso oficial en Ashtanga Yoga era el sábado.  Desde el propio KPJAYI se esperaba que los profesores autorizados y certificados de todo el mundo hicieran lo mismo que en Mysore y cerraran sus escuelas en sábado.  Se les llegaría incluso a enviar una misiva recordándoles la obligación de no impartir "teacher trainings" bajo ningún seudónimo y de respetar el descanso de las lunas y del sábado.  Pues bien, desde octubre del 2014 se ha dado la vuelta a la tortilla y Sharath ha apostatado de la fe judía para convertirse al cristianismo: del descanso del Sabbath al del Domingo, día del Señor.

El cambio no tiene gran trascendencia, salvo para dar la razón a todos aquellos que no están de acuerdo con eso de que la tradición del Ashtanga Yoga ha permanecido inamovible desde el albor de los tiempos.  En realidad, es evidente que la práctica sí ha ido cambiando.  Sólo hay que leer el libro Guruji de Eddie Stern para comprobar que los primeros estudiantes occidentales de Pattabhi Jois tuvieron experiencias muy distintas a los de hoy, empezando por los menores tiempos de espera -risa forzada-.  De hecho, durante la última conferencia de este mes de enero alguien le preguntó a Sharath acerca de los viejos tiempos en Lakshmipuram en los que había dos prácticas de asanas: una por la mañana y otra por la tarde.  Sharath respondió diciendo que él era muy joven para recordarlo y que, en cualquier caso, la enseñanza en aquellos tiempos estaba todavía "inmadura".

Sharath, de espaldas, durante una conferencia.

¿Qué quería decir con eso?  Me imagino que se refería a que Guruji, según pasaban los años, había ido haciendo cambios con la intención de "perfeccionar la tradición".  Tomás Zorzo en el retiro en Acebo durante el pasado verano nos habló de algunos de ellos.  Antes, por ejemplo, se hacían diez respiraciones en cada asana.  A medida que fueron llegando más alumnos, por una pura cuestión de economía de tiempo, las diez respiraciones se recortaron a ocho y luego a las cinco actuales.  Del full vinyasa se pasó al half vinyasa.  La propia serie de asanas ha sufrido modificaciones.  Sin ir más lejos, en el famoso póster que editó el defenestrado Lino Miele y que Borja tiene colgado en Espoz se observan varias diferencias: de la postura parivrrta parsvakonasana, una de las torsiones que hoy día se hacen al principio de la práctica, no hay ni rastro.  En cambio, de paschimattanasana, la primera postura de suelo de la primera serie, se observan cuatro variantes, cuando hoy día sólo se hacen dos.  Este cambio lo viví en mis propias carnes en el recién estrenado 2007 cuando al volver de vacaciones de Navidad me encontré con que Borja había dejado de guiar paschimattanasana A, B, C y D y sólo guiaba ya A y D.  Me explicó que en Mysore se habían dejado de hacer las otras dos.  Y, sin más, él las quitó también.  La contrapostura de yoga mudra,  que se observa en el póster de Lino, tampoco se hace ya de manera oficial.  Buscad en Google: "Nancy Gilgoff original ashtanga yoga syllabus" y encontraréis fácilmente un documento del año 1974 en el que se listan toda la secuencia de asanas hasta la cuarta serie tal y como se enseñaba en Mysore entonces.  Encontraréis cosas sorprendentes como siete variantes de sirsasana distintas en la secuencia final.  Hoy día sólo se hacen dos, a lo sumo tres si se considera la variante sirsasana C.  Me imagino que el resto se corresponde con la secuencia que hay al final de la serie intermedia.  En algún momento, por algún motivo, Guruji decidiría poner todos esos sirsasanas al final de la segunda serie, como tantas otras cosas que seguramente se me escapen y que fue puliendo a su gusto, porque le convenía o porque de verdad creía que de esa manera era mejor.

Por lo tanto, el Ashtanga Yoga sí es mutable, vaya si lo es.  Lo que hay que tener muy en cuenta, no obstante, es que el que se ha encargado siempre de implementar cambios en el sistema de Ashtanga Yoga según Sri Krisha Pattabhi Jois ha sido el propio Pattabhi Jois o, en todo caso, su heredero Sharath Jois.  Es decir, que el Ashtanga Yoga cambia, sí, pero los cambios se deciden en Mysore y desde Mysore son acatados por los profesores de Ashtanga del mundo, o al menos los que afirman que enseñan el método de Ashtanga Yoga según la tradición de Pattabhi Jois.  Porque si enseñan otra cosa, si creen que son capaces de mejorar el método de Pattabhi Jois, o prefieren enseñar tal y como se enseñaba en 1974, en 1990 o en 2005, entonces no pueden decir que enseñan Ashtanga Yoga según la tradición de Pattabhi Jois.  Podrán hacerlo en la tradición de Lino Miele, de John Scott, de Matthew Sweeney, de Graeme Northfield o de quien sea, pero al menos deberían tener un poco de dignidad y cambiar el nombre de lo que enseñan, no disfrazarse de lo que no son para aprovecharse del tirón publicitario de Mysore, y no venderse como seguidores de una tradición que en el fondo no respetan y creen que se puede y debe mejorar y casualmente ellos saben cómo.

Puede parecer una estructura rígida, monolítica, alguno diría que fascista -término muy de moda para calificar todo aquello que no le gusta a uno, y más aún si implica disciplina, devoción o ambas-, pero no deja de responder al espíritu original de la enseñanza que Pattabhi Jois impartiera en su pequeña escuela en el Palacio de Mysore y luego en Lakshmipuram,  de esa llamada "tradición" que Sharath hoy tanto empeño sigue poniendo en mantener viva, a pesar de las dificultades y de la realidad de los nuevos tiempos.

Sharath en una clase guiada repleta de estudiantes.

Porque hay que reconocer, sí, que lo que los estudiantes que venimos hoy a Mysore vivimos una caricatura de los tiempos de antaño.  Tradicionalmente, el parampara, la transmisión de conocimientos de gurú a discípulo se producía en una estrecha relación en la que el gurú conocía al alumno muy de cerca.  Así aprendió Krishnamacharya de Ramamoham, quien entre otras cosas y, según cuenta la leyenda, le hizo memorizar de principio a fin el Yoga Korunta, texto a partir del cual se dice creó Pattabhi Jois el método de Ashtanga Yoga.  Cuando Pattabhi Jois niño quiso aprender  con Krishnamacharya, éste sometió al aspirante a un riguroso interrogatorio: de dónde era, cómo era su familia, en qué trabajaba su padre, etcétera.  Y es que no todo el mundo era apto de recibir el conocimiento del yoga.  Un valioso diamante no podía ser entregado a un chimpancé, porque no lo apreciaría, lo manosearía torpemente, jugaría con él, y acabaría dejándolo por ahí tirado, roto.  Pattabhi Jois con sus propios alumnos también mantendría relaciones cercanas.  Tomás Zorzo y los antiguos alumnos occidentales, por ejemplo, cuentan cómo se quedaban a vivir en su casa, comían con su familia y, oh dios mío, los llamaba por su nombre.

Hoy día, en cambio, no creo que Sharath se sepa el nombre ni del diez por ciento de los que estamos aquí.  Si mantiene alguna clase de relación personal con alguno, será con un porcentaje todavía menor.  De hecho, para poder hablar con él para pedirle consejo o preguntarle lo que sea, salvo que lo hagas en unos segundos durante las clases, hay que concertar una cita con varias semanas de antelación, y el tiempo que a priori reserva para ti su secretaria Usha son unos escasos cinco minutos mientras Sharath imparte las clases de la tarde a sus alumnos indios.  El problema reside en que la vieja escuela de yoga que durante décadas gestionara Pattabhi Jois a pequeña escala, como una familia, hoy día ha alcanzado dimensiones mundiales.

Sharath durante una conferencia con su hijo, que a menudo irrumpe con desparpajo en las charlas de su padre.

En una de las conferencias -geniales conferencias- que ha impartido Sharath esta temporada y que tuve ocasión de escuchar en persona, nos hizo un emotivo relato de lo que es su día a día:  Si tiene suerte y sus obligaciones familiares -tiene mujer y dos hijos- se lo permiten, se acuesta a las 20:00 horas, aunque muchas veces le dan las 21:00 ó las 22:00 y no se ha dormido aún.  Exhibe unas acusadas ojeras que son visible prueba de ello.  Se levanta, invariablemente, a las 00:45 -sí, las doce y cuarenta y cinco de la medianoche, no se trata de ninguna errata- y realiza su práctica de asanas y las pujas, oraciones o lo que sea que le corresponde hacer por su casta -brahmín, la de los sacerdotes.  Luego, a las 04:30 empiezan las clases con nosotros, con sus varios cientos de alumnos.  Se pasa la mañana entera observándonos, ajustándonos y enseñándonos, a costa de su sueño y de su espalda, que suele andar resentida por estar ayudando a tanta y tanta gente a hacer drop-backs, karandavasanas y demás.  Luego, por la tarde, a las 15:30, vuelve a tener clase con los alumnos indios y residentes.  Según sus propias palabras: "No sabéis lo difícil que es.  Creedme si os digo que no lo hago por dinero.  Os aseguro que existen otras maneras mucho más fáciles de hacer dinero."  A continuación nos confesó que todo lo hacía por amor al yoga, por querer seguir aprendiendo y enseñando lo que su gurú le transmitió, porque no sabría concebir su vida sin yoga y porque tampoco querría hacer otra cosa.

Preciosas palabras, en verdad, a las que, no obstante, y volviendo al punto que nos ocupaba, cabe agregar que una sola persona, por muy entregada que sea, por muy fuerte que sea su sadhana, por mucho que ame el yoga, por muchos sacrificios personales que asuma en mor del linaje, de la tradición, no puede pretender abarcar con sus brazos a todo el mundo.

Los estudiantes se agolpan en la main shala durante una conferencia..

En la actualidad, durante la temporada de seis meses vienen a Mysore a practicar varios centenares de alumnos, puede que más de mil.  Otros muchos, unos cuantos centenares seguramente, se quedan con las ganas y son rechazados.  El Ashtanga Yoga como fenómeno sociológico ha alcanzado unas proporciones inmensas.  Durante el mes de diciembre comprobamos la lista de profesores autorizados y contamos más de quinientos -517-.  La cifra se ha disparado desde que Sharath Jois asumiera el timón en el 2009.  En España, por ejemplo, el número se ha duplicado.  Si a todos los profesores autorizados les diera por venir a estudiar en la misma temporada -cosa que en teoría tienen que hacer- y cada uno se quedara, digamos, dos meses, sólo con ellos bastaría para ocupar la mitad de todas las plazas disponibles en el KPJAYI durante los seis meses de enseñanza de Sharath.  De parte de Borja, que sólo es uno de los profesores autorizados entre los más de quinientos, hemos venido tres alumnos (aparte de otros cuatro que han estado con Saraswathi).  De parte de José Carballal han estudiado con Sharath, que yo sepa, unos cinco.  Si de parte de cada profesor autorizado quisieran venir a estudiar tres o cinco personas, sencillamente no habría aforo suficiente.  Por lo tanto, ¿cuál es la solución?  ¿Ampliar los horarios y que Sharath enseñe hasta las 18:00 de la tarde ininterrumpidamente para dar cabida a todos los que quieran venir?  ¿Construir una shala más grande para doscientas o trescientas personas, por el estilo de las multitudinarias clases del señor Bikram en Los Ángeles?  Y, cuando ésta se llene, ¿construir otra todavía más grande en la que quepan un millar?  Y si no, dado que tanta gente sigue dispuesta a venir a pesar de las 34.000 rupias -470 euros- por el primer mes y las 24.000 rupias -330 euros- por el segundo y sucesivos, ¿por qué no subir los precios de manera inmisericorde hasta, por ejemplo, las 100.000 rupias -unos 1.300 euros- mensuales, lo que vendría a ser el salario anual de muchos indios, para cribar todavía más a los aspirantes?

Muchas ciudades en todo el mundo tienen estudios consolidados y muchos de sus alumnos cuentan con largos años de experiencia y devoción a sus espaldas.  La tendencia es que el Ashtanga Yoga siga creciendo más y más.  En Valencia, en Sevilla, en Zaragoza, en Bilbao, por nombrar sólo algunas ciudades españolas importantes, no hay escuelas de Ashtanga Yoga con profesores autorizados.  Es lógico pensar que en el futuro termine habiéndolas.  A alguno quizás no le haga gracia esto y no le guste la idea de que el Ashtanga haya llegado a convertirse en semejante fenómeno de masas, con todo el merchandising y el negocio asociado que hay detrás, empezando por el que hay en el mismo Mysore.  Sin embargo, que el mensaje del yoga haya alcanzado a tanta gente en tan diversos lugares y que millares se puedan estar beneficiando de ello es algo que hay que valorar muy positivamente y, desde luego, algo que habría agradado enormemente a Krishnamacharya.  La parte negativa, empero, es que en virtud de la tradición del Ashtanga Yoga, del parampara, todos aquellos alumnos que han aprendido de manos de un profesor autorizado y desean ir más allá y acudir a aprender de la fuente, de su paramgurú -el gurú de su gurú- Sharath Jois, cada vez lo van a tener más difícil.  Ya no es que Sharath no tenga ocasión de conocerte o siquiera de saber tu nombre, lo que sucede es que los aspirantes a estudiar en el KPJAYI están abocados a que, en un plazo más bien corto, la solicitud online para inscribirse se convierta en algo parecido a una tómbola con poquísimas posibilidades de éxito.  ¿Qué esperanzas de ser aceptada tendría una persona si, digamos, se tramitasen dos mil solicitudes al mes?  A la luz de las cifras que se manejan en la comunidad de Ashtanga Yoga mundial, no parece un número para nada exagerado.  En el mes de octubre, el de mayores oportunidades por ser comienzo de temporada, habría trescientas plazas disponibles, lo cual arrojaría una probabilidad de entre el diez y el quince por ciento.  Si cada mes continuasen llegando las mismas dos mil solicitudes, y teniendo en cuenta que habría muchas menos plazas disponibles por la gente -mayoría de gente- que practica durante más de un mes, la probabilidad de ser aceptado bajaría del diez, incluso del cinco por ciento.  Por lo tanto, en el futuro, bajo estas hipotéticas pero previsibles circunstancias, una persona que quisiera estudiar en el KPJAYI tendría que esperar ser aceptada una vez de cada diez veces que lo intentase.  Es decir, una vez cada temporada y media, y siempre que sus circunstancias le permitiesen solicitar la admisión todos los meses.

Con Martinos, chipriota-norteamericano, y Mina, de Corea.

Y digo yo, ¿por qué no van a tener derecho todas esas personas comprometidas con la práctica, con la tradición, con el parampara, que han aprendido con un profesor autorizado según establecen los cánones, a acudir a la fuente en Mysore y seguir el mismo camino que otros siguieron?  ¿Cómo se decidirá quién se queda fuera y quién dentro, quién puede llegar a recibir algún día el blessing de su gurú y quién no?  ¿Fue una cuestión de mérito o de pura suerte la que tuvieron los antiguos estudiantes, que se encontraron en el sitio adecuado en el momento adecuado?  ¿Por qué, por lo tanto, tienen que ser penalizadas las nuevas generaciones sólo por el hecho de que hayan conocido el Ashtanga Yoga en su momento álgido, cuando más popular es y cuando más interesado está el mundo en ello?  Las comparaciones son odiosas, pero desde hace un tiempo a esta parte he estado analizando con cierta envidia la manera en que el otro gran alumno de Krishnamacharya: BKS Iyengar, transformó su "tradición".  No estoy muy metido en la "cultura" Iyengar pero, por lo que he averiguado a través de Internet, Iyengar, ante la dimensión que había alcanzado el estilo de yoga que él enseñaba, decidió hacer aquello que hoy día se considera fundamental a la hora de gestionar grandes grupos humanos, grandes instituciones y grandes proyectos: delegar.

Al igual que Pattabhi Jois, BKS Iyengar -conocido también como Guruji en su linaje-, fue alumno en la escuela de Krishnamacharya en Mysore.  Y no sólo eso porque, como muchos sabéis, Pattabhi Jois y él son casi coetáneos -Pattabhi Jois es un par de años mayor-, así que de hecho fueron compañeros de clase.  En una de las pocas fotografías que se conservan de la escuela de Krishnamacharya, en la que salen muchos niños y adolescentes haciendo demostraciones de asanas y Krishnamacharya en medio de todos ellos, aparecen los dos.  A Pattabhi Jois difícilmente se le puede reconocer porque está haciendo kapotasana.

BKS Iyengar (1918-2014) y K. Pattabhi Jois (1915-2009).

Existe cierta controversia en torno a quién acabó recogiendo el testigo y transmitiendo las verdaderas enseñanzas de Krishnamacharya en la que no voy a entrar: seguramente los dos tuvieran razón a su manera, porque Krishnamacharya no era un hombre que se encasillara y durante toda la vida enseñó a diferentes tipos de personas de diferentes maneras.  Iyengar cuenta con la "distinción" de ser cuñado de Krishnamacharya y es lógico pensar que su relación con él fuera bastante estrecha, pero parece que es cierto que Pattabhi Jois pasó mucho más tiempo en Mysore con Krishnamacharya, quien envió a Iyengar a Pune con la misión de expandir el yoga cuando contaba sólo con dieciocho años.  En cualquier caso, los dos, Pattabhi Jois e Iyengar, Guruji y Guruji en sus dos tradiciones, tuvieron circunstancias muy distintas y acabaron tomando caminos muy distintos, aunque el denominador común de Krishnamacharya fuese sin duda reconocible en las enseñanzas de ambos.

Hay que reconocer que BKS Iyengar y su estilo de yoga han desempeñado un papel fundamental en la expansión mundial que ha vivido el yoga en las últimas décadas.  La mayoría de los que lean esto seguramente sean seguidores del linaje de Pattabhi Jois y tal vez muchos desconozcan hasta qué punto ha sido importante el León de Pune.  Siendo justos, habría que decir que de veras ha sido más importante que Pattabhi Jois, al menos en el aspecto cuantitativo.  En el retiro en Acebo del pasado verano escuchamos esto de boca del propio Tomás Zorzo, antiguo alumno de Pattabhi Jois y una persona cuya lealtad y respeto hacia Guruji queda fuera de toda duda.  Como él dijo, todos los complementos típicos que hoy día se asocian con clases de yoga: bloques, cuñas, cuerdas, cinturones, pertenecen a la tradición Iyengar.  Si a alguien se le ocurre aparecer por Mysore con una triste cuña, no os quepa duda de que Sharath, con el ceño fruncido, acudirá en seguida a decirle que se lleve esa cosa al vestuario.  Nines puede confirmároslo, pues ella lo vivió en primera persona.  En el yoga Iyengar, en cambio, creado por un maestro que tuvo una salud infantil muy delicada -tuberculosis, malaria, hambre-, los props han sido siempre el pan nuestro de cada día.

Después de todo esto espero que haya quedado bien claro que BKS Iyengar es un gigante comparable, sino superior, a Sri Krishna Pattabhi Jois y que, por lo tanto, las decisiones que tomara como cabeza saliente de su tradición deberían de ser tomadas muy en cuenta.  Y bien, ¿qué es lo que hizo Iyengar?  Me imagino que llegó un punto en que, ante las dimensiones que había adquirido su linaje y el elevado número de profesores y alumnos que tenía repartidos por todo el mundo, acabó dando su visto bueno a la creación de Asociaciones Nacionales de Yoga Iyengar en distintos países, gestionadas por profesores experimentados que habían estudiado con él, en los que tenía plena confianza y que, eso sí, debían seguir las directrices que él marcara.  La tradición de Iyengar cambió.  Desde el propio Iyengar.

Fotografía de 1980 en la que BKS Iyengar es retratado junto a su gurú, T. Krishnamacharya (1888-1989).

En el yoga Iyengar, como muchos sabéis, las clases se imparten de una manera muy imperativa, diríase que militar, de acuerdo con la personalidad del propio Iyengar que siempre decía era la personalidad que mostraba Krishnamacharya como profesor, y la estructura de las Asociaciones Nacionales de Yoga Iyengar sigue también una estructura muy cuadriculada y jerarquizada.  Si rebuscáis en la página web oficial, podéis encontrar que, por ejemplo, existen hasta trece niveles distintos de profesores Iyengar.  Uno no puede siquiera llegar a aspirar a comenzar la formación para el nivel inferior sino después de varios años de práctica y siempre con la recomendación de un profesor oficial.  La formación para el nivel más bajo dura dos años completos y, al final, el aspirante se somete a un examen ante un tribunal.  Niveles superiores requieren años adicionales con periodos de espera entre medias, de manera que los niveles más altos, en el mejor de los casos, suponen décadas de aprendizaje.  La formación se organiza desde las Asociaciones Nacionales en base a los criterios de Pune y, aquellas personas que son consideradas aptas por las Asociaciones Nacionales, son inmediatamente reconocidas por Pune.

Es decir, llegó un momento en que dejó de ser imprescindible ir a Pune para profundizar en la práctica del linaje Iyengar.  Iyengar decidió depositar su confianza en los profesores que habían estudiado con él y delegó en ellos no sólo la enseñanza de los alumnos, sino incluso la formación de los nuevos profesores.  En el caso de Ashtanga Yoga, los que algún día quieran llegar a ser profesores reconocidos por el KPJAYI, deben ir a Mysore; mientras que en el de Iyengar, no hace falta salir de Madrid.  Todavía, claro está, existe una escuela de Iyengar en Pune en la que el propio Iyengar estuvo enseñando casi hasta el último día de su vida, y nunca faltan practicantes comprometidos que desean ir hasta allí a aplacar su sed en la fuente de la tradición Iyengar.  Y vaya si quieren ir.  Fijaos lo que se dice en la página web de la Asociación Española de Yoga Iyengar: "Para estudiar en el RIMYI es necesario tener una práctica de Yoga Iyengar de al menos ocho años y contar con el aval de un profesor. La solicitud debe enviarse, por lo menos, con dos años de antelación."  Dos años de antelación y casi una década de estudio demostrable.  Cómo deben de estar las cosas en Pune, ¿verdad?.  La saturación del KPJAYI en Mysore, una broma.

Iyengar, durante una clase en Pune en 1983.

Cierto día tuve una interesante conversación con una chica danesa que he conocido aquí.  Le hablé del modelo Iyengar y le sugerí la posibilidad de que, en el futuro, la tradición de Ashtanga Yoga se enfocase en la misma dirección para tratar de acometer los retos que se le estaban planteando como linaje de yoga a escala mundial.  Se lo tomó casi como una ofensa personal: "¿Por qué hay que hacer las cosas como en Iyengar? ¡Aquí seguimos el parampara tradicional!"  Tenía razón ella en que el parampara clásico seguramente sea la manera ideal de transmitir conocimientos de yoga, pero, ¿qué opinará esa chica cuando intente volver a Mysore dentro de dos, tres, cinco años, y sea rechazada mes tras mes porque haya tal tapón de gente que tan sólo una de cada diez solicitudes reciba el sí?  ¿Es factible el parampara cuando ni siquiera tienes ocasión de estudiar con tu gurú?  ¿Hay que limitar el acceso a la tradición de Ashtanga Yoga a una élite pequeña y afortunada que encima ha de soportar niveles de congestión inauditos?  ¿Realmente le haría eso algún bien al Ashtanga Yoga, o no haría sino frenar su expansión, que es precisamente lo que le quería Krishnamacharya cuando envió a Iyengar a Pune: "Ve y expande el yoga"?

Una de las cosas más útiles que he obtenido de este viaje, y el motivo principal por el que he empezado a escribir este último capítulo, es que he sabido que todas estas preguntas que yo y muchos otros nos hacemos, en cierta manera Sharath también se las está planteando.  Durante un desayuno en Khushi, tuvimos una conversación de lo más interesante con un profesor autorizado con el que solíamos coincidir y que estuvo presente en el curso con Sharath del pasado verano.  Los últimos años Sharath ha tomado por costumbre organizar cursos de verano de dos meses de duración en los que sólo acepta a profesores autorizados y en un número muy limitado.  Así, tiene ocasión de pasar un largo tiempo con ellos fuera de la vorágine de la temporada y enseñarles cosas que sólo quiere que sepan ellos.  De alguna manera, se puede decir que en esos cursos Sharath consigue que el parampara vuelva a recobrar un poco de su sentido original.

Sharath habló de cambios para el futuro.  No estuve allí y es posible que se trate de información sesgada, así que estas palabras tampoco quiero que se tomen al pie de la letra.  Durante casi una década, el edificio donde se encuentra el KPJAYI ha sido a la vez escuela de Ashtanga Yoga y el hogar de la familia Jois, que residía en las plantas superiores.  Sin embargo, hace poco tiempo que Sharath ha terminado la construcción de una casa muy moderna en la misma calle y que yo sepa en el KPJAYI ya no vive nadie salvo el perro guardián Prakash, que se encarga de encender luces y abrir las puertas a las 04:30.  Así que lo que se le ha ocurrido a Sharath, por un lado, es ampliar la enseñanza del KPJAYI a las plantas superiores del edificio.  Según parece, traería a profesores autorizados o certificados y les encargaría organizar grupos de alumnos en esas otras shalas secundarias.

Sharath ante los retratos del KPJAYI.

No sería la panacea a todos los males pero sí un paso de gran trascendencia, porque, más allá de que el problema de espacio se viera paliado en cierta medida, supondría una vuelta de tuerca más en la implicación de profesores ajenos a la familia Jois en el epicentro mismo de la tradición.  En el año 2005, sólo enseñaban Guruji y Sharath.  En el año 2008, sólo Sharath y su madre Saraswathi.  En el año 2014 enseña Sharath asistido por profesores autorizados.  En el 2016, quizás, enseñen -y no sólo asistan- profesores autorizados.  Tal vez, y ahora sí que estoy hipotetizando, si el experimento saliera bien, Sharath estaría dispuesto a ir todavía más lejos.  Y es que, si bien Pattabhi Jois y Sharath Jois han expedido certificaciones y autorizaciones desde hace años, considerando a esas personas aptas para transmitir el método tal y como les fue enseñado, la realidad es que no han hecho nunca el esfuerzo de organizarlas como comunidad, dando la sensación de que sólo confiaban en ellas para que dieran clases estilo Mysore en sus escuelas locales.  Ni existe nada parecido a una Asociación de Ashtanga Yoga fuera de Mysore, por el estilo de las Asociaciones Nacionales de Yoga Iyengar, ni las escuelas de los más de 500 profesores con el blessing han constituido otra cosa que "islas" independientes que, además, y no con poca frecuencia, terminan enfrentadas entre sí.

La otra cosa que, al parecer, dijo Sharath, rompe todavía más los moldes que han imperado en la tradición de Ashtanga Yoga.  Por lo visto, tiene intención de permitir que algunos profesores determinados, elegidos por él personalmente, puedan expedir alguna clase de papel acreditativo a alumnos que se encuentren aprendiendo bajo su tutela y que cumplan ciertos requisitos.  No sería equivalente a una autorización del KPJAYI, sino un rango inferior, pero si semejante cosa llegase a ocurrir, no cabría duda de que se estaría abriendo una nueva etapa en el Ashtanga Yoga.    

Entonces, ¿cuál es el futuro de Ashtanga Yoga y cuál es nuestro papel como estudiantes?  En mi opinión, los cambios que tengan lugar en la tradición deben producirse desde la propia tradición.  Bajo la batuta de Guruji la práctica de Ashtanga Yoga sufrió transformaciones o, dicho de otra manera, evolucionó.  Otro tanto ha sucedido durante estos cinco años de "reinado" de Sharath.  Ahora, quizás, haya llegado la hora de cambios importantes.  Sea lo que sea lo que esté por venir, tendrá que ser Sharath el que dé el paso.  Los que respetamos la tradición de Ashtanga Yoga, los que creemos que mantener sus raíces intactas es un valor importante, seremos testigos de ello y lo aceptaremos.

Pattabhi Jois, Krishnamacharya, Ramamohan, Amma,...

Porque, ¿qué sentido tiene abrir un cisma tal que el de Lino Miele quien, esgrimiendo la certificación de Guruji, optó por desautorizar a Sharath y abrir una línea de enseñanza de Ashtanga Yoga independiente del KPJAYI?  Desde la mentalidad occidental, y a la vista de cómo se han puesto las cosas en Mysore y la aparente pérdida de rumbo que de ello se desprende, tal vez muchos la consideren una alternativa perfectamente válida.  Sin embargo, lo que me llama la atención es que a estas alturas todavía haya algunos que crean haber descubierto la pólvora.  Hace mucho que surgieron hijos putativos de Ashtanga Yoga: Vinyasa Flow, Power Yoga, Rocket Yoga...  Viejos alumnos de Pattabhi Jois que señalaron los defectos de la línea tradicional, pensaron que podían mejorarla y decidieron salirse de ella, utilizando los mismos conceptos y creando una marca propia.

Dentro de lo que cabe, esas opciones me parecen bastante respetables.  Copian lo esencial del Ashtanga Yoga, acomodan las posturas difíciles a su gusto y hacen un cóctel con las series de posturas, pero al menos establecen una clara línea divisoria y no dan lugar a equívocos.  Lo que me parece de juzgado de guardia son los cismas a medias, que es lo que ha hecho gente como Lino Miele: Enseño el Ashtanga Yoga clásico según la tradición de Pattabhi Jois, pero me paso por el forro de los cojones lo que Pattabhi Jois tendría que decir al respecto, cambio o dejo de cambiar lo que me dé la gana, y para colmo, continúo apropiándome de su nombre.  Total, el viejo está muerto...  Y a la sazón, se envisten a sí mismos en herederos legítimos de la tradición, tal que los generales de Alejandro Magno.

Sharath con Pattabhi Jois.  Veinte años de aprendizaje directo al lado de Guruji lo avalan. 

De todas las grandes escuelas de yoga a escala mundial que existen hoy día, Iyengar, Shivananda, Bikram y Ashtanga quizás sean las más importantes en términos numéricos.  La tradición de Ashtanga Yoga es por la que yo y seguramente la mayoría de los que lean esto sentimos adhesión.  Resulta difícil practicar Ashtanga Yoga durante muchos años sin acabar amando el Ashtanga Yoga.  Y el amor, indefectiblemente, conduce al respeto.  Sharath habló en una conferencia de cierta ocasión en que Guruji viajó a Estados Unidos y se encontró con uno de sus viejos alumnos.  Hacía tiempo que no se veían, pero se trataba de alguien por quien Guruji había llegado a tener especial aprecio.  Sharath no quiso decir su nombre.  El personaje en cuestión se acercó a su viejo maestro y le dijo: "¿Ves a esa persona de ahí?  Pues mira, yo le he enseñado en dos meses todo lo que tú tardaste años en enseñarme."  Guruji no dijo nada, pero se sintió abatido durante días.  Sharath habló entonces de lo importante que es guardarle respeto a tu profesor y a lo que te ha enseñado, algo con lo que estoy muy de acuerdo y que es justo lo que los "apóstatas" del Ashtanga Yoga no han hecho.

A lo largo de todas estas páginas he descrito cómo es a día de hoy la práctica de Ashtanga Yoga en Mysore.  Muchas de las cosas que suceden aquí no son buenas; otras muchas sí lo son.  Al fin y al cabo, eso es lo que siempre sucede en todo aquello que queda en manos de los seres humanos: nuestra propia imperfección hace que nuestras obras sean imperfectas.  Sharath dista de ser un hombre perfecto, pero no cabe duda de que es un hombre entregado que, cosa difícil hoy día, sabe predicar con el ejemplo.  Puede que se esté forrando obscenamente a costa de todos los extranjeros que venimos aquí cada año, pero su vida dista mucho de ser la de un millonario.  Con todo lo que ha ganado sólo en los últimos años desde la muerte de Guruji, podría haberse retirado hace tiempo a beber mojitos en una playa paradisíaca o haber vendido los derechos del Ashtanga Yoga a alguna multinacional norteamericana a cambio de un porcentaje.  Sin embargo, continúa viviendo en Mysore, donde nació y creció, y sigue levantándose cada medianoche a cultivar su propia práctica y a enseñar durante largas horas con la misma disciplina y devoción que antaño hiciera con su abuelo.  Veinticinco años han transcurrido ya desde que empezara su aprendizaje de manos de Guruji, el único mentor que ha tenido y a quien debe todo lo que es y sabe.  No quiere ni pretende tener otro gurú.  Como él mismo ha dicho en sus conferencias, necesitaría varias vidas para poder asimilar todo lo que Guruji le enseñó.

Por todo ello, a mi modo de ver, Sharath es un digno sucesor de Pattabhi Jois: la comunidad de Ashtanga Yoga mundial puede estar tranquila.  En sus manos está dirigir a buen puerto el barco del Ashtanga Yoga.  En el futuro veremos qué nos deparan sus golpes de timón.  Al menos yo, pienso estar a bordo.  





"El ser humano necesita el Yoga, pero el Yoga no nos necesita a nosotros."  

Sharath Jois, enero de 2015.  Mysore.

miércoles, 6 de abril de 2016

Clases guiadas de madrugada.

[Nota introductoria: A pesar de estar en tiempo presente, este texto fue escrito en el mes de enero del 2015 y conforma el octavo capítulo de la Crónica de mi viaje a Mysore 2014-2015.  En mis circunstancias actuales, la lectura de este capítulo me hace esbozar una sonrisa.  Desde que abrimos Ashtanga Yoga Bilbao me he estado levantando a las 04:00 de la mañana y practicando alrededor de las 04:45; lo que hace un año me parecía una exageración se ha convertido en algo muy cercano a mi realidad cotidiana.]


Esperando a que se abran las puertas del KPJAYI.

Lo de las clases guiadas de sábado y lunes merece un capítulo aparte en el que de lo primero de lo que hay que hablar es, sin duda, de las largas esperas.  En efecto, la espera previa a las clases guiadas es uno de los capítulos más extremos que tiene que padecer un estudiante del KPJAYI.  El problema es, como diría Albert Einstein, una cuestión de espacio y tiempo.  Si tienes más de 300 alumnos y estableces tres turnos de clases guiadas, asumes que en cada turno deberán encajarse más de 100 alumnos.  Sin embargo, si durante las clases Mysore sólo caben unas 60 personas simultáneamente, entonces el problema es evidente: no hay sitio para todos.

La main shala, vacía.  Pese a su amplitud, se queda pequeña en las clases guiadas.

Y mira que ponemos lo mejor de nuestra parte.  El espacio entre esterillas, que durante las clases estilo Mysore te permite dejar tus toallas con cierta holgura, se encoge hasta el cero absoluto en las clases guiadas.  Las esterillas se encuentran, literalmente, tocando unas con otras.  En una ocasión me tomé la molestia y conté filas de dieciséis personas sobre las alfombras frente a las doce que suele haber en las clases Mysore.  A razón de cuatro filas, estamos hablando de 64 personas en las filas principales.  En la fila de atrás del todo, sobre el mármol, caben apretujados otros nueve.  En el stage, donde practican cuatro personas habitualmente, se encajan seis.  Esto hace un total de 79 esterillas.  Todavía se puede rascar algún sitio más en transversal: delante de la puerta de la oficina de Sharath, delante de la puerta de la antigua oficina de Guruji, delante de la puerta de la tienda, en el hueco entre la penúltima y la última fila, sobre el pasillo que conduce a los vestuarios femeninos.  Sin embargo, no hay manera.  Hay hueco, a lo sumo, para 85 personas, y más de 100 esperando entrar.  ¿Qué hacen los que sobran, entonces?  Pues irse a casa, o buscarse la vida como pueden.  Los que no caben en la shala lo primero que hacen es buscarse un sitio en los vestuarios, las chicas en el suyo y los chicos en el nuestro, junto a los maravillosos olores y efluvios de los cuartos de baño   Los vestuarios tienen dos plantas, la superior con un techo bajo que no permite levantar los brazos con los codos estirados pero bueno, menos da una piedra y ahí también se colocan unos cuantos.  Al cachondo de Sharath le gusta subir a esa zona durante su interminable cuenta en upluthih para comprobar que nadie esté remoloneando.  Todavía hay metros cuadrados adicionales en el hall de entrada, junto a la puerta de la calle. Al final se pueden acabar encajando veinte o treinta personas más hasta completar el aforo.  Y si a pesar de todo no encuentra uno sitio, y salvo que sea el último turno de clases guiadas, siempre le queda la opción de esperar fuera a la siguiente clase.  Total, no hay nada mejor que hacer en Mysore a las 04:30 de la mañana.

Sharath entre varias filas de uthitta parsvakonasanas durante una clase guiada.

¿Qué hacer para no acabar practicando al lado de un retrete maloliente?  Sharath establece qué turno te corresponde en las clases guiadas, pero no entra en el detalle de dónde pondrás tu esterilla.  La manera natural con que los estudiantes han resuelto el problema se resume en la siguiente frase: "Sálvese quien pueda".  El que llega primero y se sitúa más cerca de la puerta, tiene mayores probabilidades de asegurarse un sitio cuando ésta se abre.  La "carrera" por los primeros puestos empieza de madrugada.  Yo llego siempre con una hora exacta de antelación, pero para entonces ya hay cerca de una veintena esperando, por lo que me figuro que los primeros llegarán con hora y media.  En diciembre mi clase guiada de los sábados era a las 06:00; en enero a las 04:30.  Por lo tanto, durante el mes de enero he esperado desde las 03:30 de la madrugada, y algunos lo han hecho desde las 03:00.  Por lo menos, no ha llovido ningún día.  Cuando esperas para la clase de las 06:00, puedes estar a cubierto bajo el pórtico de las escaleras pero, dado que la puerta del KPJAYI se abre a las 04:15, la espera para el turno de las 04:30 transcurre a la intemperie.

Con Tanya en las escaleras esperando al turno de las 06:00.  La escasez de gente alrededor indica que hemos llegado muy temprano; probablemente las 05:00.

Lo más fastidioso es que al final parece que sólo eres un alumno aplicado si te pegas estos increíbles madrugones.  Si llegas "sólo" veinte minutos antes de que comience la clase, te tocará practicar en el vestuario y quizás te quede encima la sensación de que se te han pegado las sábanas.  Sharath no juzga a nadie por el sitio en el que practica.  Tan sólo arremete -"Why you late?" - contra los que llegan verdaderamente tarde, cuando la clase ya ha empezado o cuando ya estamos todos cambiados y sobre las esterillas.  También suele "cazar" con bastante efectividad a los que se escaquean de su hora y se cuelan en la clase siguiente.  A menos que sepa que lo han hecho porque estaba lleno hasta los topes su turno, la bronca suele ser monumental, y puede que ni siquiera los deje practicar y los eche a gritos.

A todo esto se añade el concepto "shala time".  Resulta que históricamente, Pattabhi Jois estaba harto de que la gente llegase tarde a las citas y le replicara: "Pero Guruji, si sólo he llegado dos minutos tarde."  Para que no hubiera excusas, Pattabhi Jois decidió adelantar quince minutos el reloj de la shala.  Así obligaba a todo el mundo a llegar mucho antes de lo que se le había dicho, y entonces, el que llegaba "sólo" dos minutos tarde, en realidad, según la "shala time" había llegado tarde diecisiete minutos.  La tradición se ha mantenido hasta hoy: un enorme reloj de agujas preside la shala principal del KPJAYI.  La hora que marca dicho reloj, desde luego, no está sincronizada con ningún servidor horario de Internet.  A día de hoy, la "shala time" se encuentra adelantada nada más y nada menos que 23 minutos, y ésa es la hora oficial que ha de seguir todo el mundo que haga algo relacionado con el KPJAYI, bien sea ir a clases de yoga, sánscrito o yoga sutras, a chanting, a inscribirse o a comprar algo en la tienda durante su horario comercial.  Cuando se queda con alguien fuera de la shala, a veces conviene especificar si la hora de la que se habla es "shala time" u hora estándar, puesto que muchos optan por cambiar la hora de sus relojes para evitar despistes con Sharath y viven con casi media hora de adelanto respecto al mundo.

Madrugadas estilo Mysore.

Por lo tanto, cuando en enero me cambió Sharath las horas de práctica y pasé de la guiada de las 06:00 a las 04:30, la broma fue doble.  Para tener opciones de practicar en un sitio decente, me he estado levantando a las 02:30 y yendo a esperar a la puerta del KPJAYI a las 03:30 de la mañana, que en el mundo exterior son en torno a las 03:10.  La sensación de una espera en silencio de sesenta minutos sobre el asfalto en plena noche cerrada junto con varias docenas de personas es alucinante.  Caras dormidas, cuerpos abrigados (habrá unos quince grados) sentados sobre rollos de esterilla, gente leyendo, escuchando música o meditando mientras Mysore duerme, los grillos cantan alrededor y a lo lejos algún perro aúlla.  A eso de las 04:10 se empieza a notar movimiento: se encienden algunas luces en el edificio y al cabo de escasos minutos se abre la puerta principal.  Como impulsados por un resorte, nos ponemos de pie.  Yo ya he aprendido a estar descalzo llegado ese momento, con las zapatillas guardadas dentro de la mochila y la esterilla fuera de la funda.  Y es que no hay un segundo que perder; la marea humana está a punto de desatarse y si uno no quiere ser arrollado por su ímpetu, no puede detenerse en minucias por el estilo de descalzarse o bajar una cremallera.

Selfie ante la puerta del KPJAYI hacia las 04:00 de la mañana.
Otro selfie durante la espera.

Prakash, el amo de llaves del KPJAYI que controla los accesos a la shala durante todo el día, surge entre la oscuridad vestido con ropa de invierno, recién levantado, abre uno de los vanos de la verja y se hace a un lado.  Entonces nos movemos todos a la vez, como pingüinos apretujados, atravesamos el cuello de botella de la verja e inundamos las escaleras por ambos lados.  Es la oportunidad de los pícaros, y si bien tú has podido llegar entre los veinte primeros, en seguida te encuentras con que, sin saber exactamente cómo, hay cuarenta delante de ti.  La gente de atrás empuja, vaya si empuja, y no hay que esforzarse en avanzar: la marea te lleva en volandas.  Yo suelo subir las escaleras descojonándome por lo absurdo de la situación, aunque sé de gente que se molesta bastante y que responde a los empellones con bufidos o que más tarde publica un post en Facebook acerca de la vergonzosa situación que ha padecido esa mañana.  Finalmente, tras coronar la escalera y franquear las dos puertas de madera como buenamente puedes, te encuentras sobre las alfombras de la main shala, donde la gente ya se ha apresurado a colocar su esterilla en sus sitios preferidos.  Y más vale que tú te espabiles y hagas lo propio porque,  tal que en el juego de las sillas musicales, como te muevas con indecisión, te los pueden ir quitando uno a uno y al final, a pesar de sesenta minutos de espera a la intemperie, quizás des a parar con tus huesos en el vestuario.  Tras colocar las esterillas, la barahúnda se retira a cambiarse a los vestuarios, que en cuestión de segundos parece el metro a hora punta.  Si tienes suerte puedes llegar a ver la espectral figura de Sharath rebozado en varias capas de ropa y con bufanda, entrando en la shala desde su casa y metiéndose en su despacho.  Al fin, con todo el mundo sobre su esterilla, en la shala principal, en el vestuario o en el hall de entrada, Sharath sale con la ropa de faena a cantar el mantra inicial de Ashtanga.  Y así, amigos míos, es como empieza una clase guiada un sábado cualquiera en Mysore.

Sharath mantiene un ritmo bastante intenso.  Creo que en una conferencia dijo que tarda exactamente 78 minutos en guiar la primera serie completa, lo cual es realmente rápido para el común de los mortales.  Las instrucciones las da como un metrónomo, con una regularidad cronométrica que a lo súbito interrumpe, buscando que los estudiantes desconecten del "piloto automático" e imprecando con un "Why you hurry?" o un "You wanna go breakfast?" a quienes no se quedan congelados y pasan al siguiente movimiento antes de que él lo diga.   Son ya todo un clásico las varias "putadillas" con que sazona las clases guiadas, aunque no deja de llamarme la atención que la gente se ría en cada ocasión como si no supieran lo que va a hacer, cuando en realidad todos lo sabemos.

Virabhadrasana B.

Los que os quejéis de lo mucho que cansan las cinco repeticiones de navasana y la cuenta de diez en upluthih, tendríais que venir a Mysore para saber lo que es bueno.  Cuando Sharath guía los cinco navasanas, después del tercer y cuarto lolasana y del último "three" y "four", dice "Fffffffff"... "Ffffffffff"... y finalmente "Fffffffive", alargando hasta la eternidad ese último navasana que sabe les resulta a todos especialmente duro.  La cuenta de upluthih es para darle de comer aparte.  Lo mismo dice "one" y se pasea por ahí, se mete en los vestuarios a comprobar qué hacen los desahuciados y tras medio minuto dice "oh, only one", que comienza con buen ritmo "one... two... three..." y luego va alargando cada vez más los espacios entre los números de manera que "eight... (...) nine..." se vuelve una pequeña gran tortura.  Todo sea por el feliz desarrollo de nuestro mula bandha.

Dos detalles que me han llamado la atención en las clases guiadas de este año: a veces Sharath no ha hecho el mantra final y, por vez primera, he visto savasanas -o shukasana, como Sharath prefiere decir- de un par de minutos de duración.  En mis anteriores visitas, el descanso duraba microsegundos - "Go home and take rest".  Ninguno de los dos sucesos respondían a ningún patrón; seguramente se tratara de una mera cuestión de tiempo: si se había quedado corto o se había pasado.  Aproximadamente en diez minutos se produce la transición entre un turno y el siguiente, con el consiguiente cambio de gente y esterillas, y Sharath suele pasar ese precioso tiempo recluido en su despacho.  Yo, no me puedo hacer una idea clara de lo duro que debe de ser impartir tres clases guiadas seguidas una detrás de otra, pero me figuro que incluso alguien tan curtido en estas lides como Sharath necesita de un breve periodo de descanso entre una y otra y el sacrificio de sukhasana o del mantra final le debe parecer un mal menor.

Con Sandra, tomando nuestro coco de madrugada.

El colofón de la clase guiada de las cuatro y media es el coco que nos tomamos bajo las estrellas a las 05:50 de la mañana, que en el mundo real son alrededor de las 05:30.  A lo lejos se oyen los cantos de la mezquita llamando a la oración, pero Mysore todavía ronca en plena noche cerrada.  A algunos les parece una hora estupenda para practicar -"Es cuando los chakras están más abiertos", he llegado a escuchar.  A mí, en cambio, me parece de lo más antinatural, totalmente contrario al ciclo normal del cuerpo y que sin duda debe interferir en los niveles de melatonina y serotonina de manera negativa.   Brahmamuhurta, la hora de Brahma propicia para la meditación y prácticas espirituales, tiene lugar alrededor de hora y media antes del amanecer, no tres horas antes.  Una cosa es empezar a practicar de noche y que durante la práctica amanezca, y otra es empezar y terminar de noche sin que se intuya el menor atisbo de amanecer.  Las 04:30 de la madrugada en verano tal vez sea una hora ideal para las prácticas espirituales, pero en invierno es algo verdaderamente excéntrico.  Sea como sea, con la principal obligación del día cubierta, ya sólo queda regresar a casa a comer algo rápido y dormir.  A las 09:30 Sharath dará su conferencia, media hora después del término de la última clase, y hay que estar despejado.  El pobre Sharath, él sí que las pasa canutas.

Antes de la clase guiada de la serie intermedia.

En el caso de la guiada de los lunes tengo la suerte de ir a la clase de la serie intermedia a las 07:30 de la mañana y, por lo tanto, el mal trago de las 04:30 sólo tengo que pasarlo una vez por semana.  Curro y Sandra, en cambio, lo han tenido por partida doble.  A mí me resulta una experiencia muy cómoda porque, aparte de que transcurre a una hora mucho más prudencial, tiene la ventaja de que en ella hay pocos problemas de espacio.  La mayoría de los estudiantes van a las guiadas de la serie primera y se tienen que apiñar en los dos turnos anteriores de 04:30 y 06:00, donde el nivel de saturación alcanza proporciones dantescas.  Como consecuencia de ello, hay mucha menos gente en la guiada de la intermedia: nadie practica en los vestuarios, suele haber cierto hueco entre las esterillas y en el vestíbulo en lugar de gente practicando hay público observando.  Confesaré una maldad: tras ver espacios vacíos en clases anteriores, yo me he arriesgado a llegar unos pocos minutos antes, entrado entre los últimos, y encontrado buen sitio sin problema.  En la actualidad estoy llegando con una antelación de cuarenta y cinco minutos porque la remesa de enero ha sido abundante y tampoco conviene jugársela y acabar en el vestuario.  Cierto lunes del mes de diciembre, llegó a haber tanta gente en las clases de primera serie que Sharath dijo a algunos de ellos que hicieran práctica estilo Mysore en los huecos que quedaran libres en la intermedia, razón de más para no retrasarse en demasía.

Kapotasana B.  Sharath, sobre el stage, y el público, en el hall.

La clase guiada de la serie intermedia tiene sus peculiaridades.  Para mí es una práctica bastante relajada, puesto que a día de hoy Sharath no me ha dejado hacer más allá de eka pada sirsasana y en cosa de sesenta minutos estoy fuera.  Aún así, el ritmo es frenético.  Al entrar en las posturas, Sharath te mantiene en chaturanga dandasana, con recochineo, y finalmente dice: "Exhale... bhekasana, pancha, inhale" y sin tiempo para preparaciones ni secarte el sudor tienes que entrar en la postura.  Parsva dhanurasana tiene su gracia, teniendo que caer todos hacia el lado que corresponda de manera sincronizada, como piezas de dominó.  El resto de la serie más allá de mi última asana, lo oigo desde el vestuario mientras hago finales.  Sharath sigue tomándose el tiempo que haga falta para ayudar en todos los karandavasanas que lo requieran y en los chakra bandhasanas -catching- extremos del final.

La anécdota más típica de las clases guiadas de la serie intermedia tiene lugar cuando Sharath comprueba la gente que hay en el hall de entrada haciendo de público.  El tío es verdaderamente bueno con las caras y, en un rápido escaneo en seguida localiza a los que no le suenan y les pide la tarjeta de estudiante del KPJAYI.  Suelen ser alumnos de Saraswathi, pero si no tienen la tarjeta encima es inmisericorde y los echa.  A veces, sobre todo a primeros de mes, mete la gamba y pide la tarjeta a personas que resultan ser alumnos suyos recién registrados y cuyas facciones no ha memorizado aún.