La semana pasada subimos a las redes sociales un vídeo en el que, por primera vez, lograba completar la postura de karandavasana, un asana de la serie intermedia que comencé a practicar hace más de tres años y cuya parte final, la subida, me resultó imposible hasta hace unos pocos días. El comentario que añadimos al vídeo subido a las redes sociales es el siguiente:
Y de pronto lo imposible... ocurre. Karandavasana: la postura del pato del Himalaya. En Ashtanga Yoga Bilbao no somos amigos de colgar videos y fotos "fardando" de nuestra práctica, pero esta vez se ha producido un hito importante con una gran lección que bien merece este video. Hoy es el tercer día seguido que he podido completar la parte final de karandavasana, levantarme de vuelta a pincha mayurasana. Con muchos "peros", aunque levantarme al fin y al cabo. Ha llovido mucho desde que me la enseñó Gabriella Pascoli en Ashtanga Yoga Madrid en abril del 2014. Durante todo este tiempo he vivido la sensación de "imposibilidad" de esta postura, seguramente la más difícil, y no sólo de la serie intermedia, y saboreado los sentimientos de frustración, resignación, desesperación, abatimiento y hasta burla, con que esta asana abofetea a los que osan desafiarla. Más de tres años más tarde, después de docenas de caídas, cientos de intentos, de pronto, en una anodina semana de agosto, se ha abierto la flor. No sé muy bien porqué ni cómo, aunque no cabe duda de que la aceptación, la perseverancia, la disciplina y el auto-estudio han tenido que ver mucho en ello. Karandavasana me ha acompañado a lo largo de la parte final de nuestra estancia en Madrid y la apertura y desarrollo de Ashtanga Yoga Bilbao. Muchos nuevos retos ante los que, al igual que con karandavasana, no nos hemos dado la vuelta, no hemos girado la cara ni los hemos dado por imposibles diciendo: "Bah, con esto no hay nada que hacer. Pero, ¿qué es lo siguiente?" Pues eso, karandavasana es más que una postura y Ashtanga Yoga es mucho más que posturas.
La parte final del comentario me ha animado a reflexionar más allá. Y es que, a menudo, ocurre que estudiantes de Ashtanga Yoga, y esto sucede tanto en Ashtanga Yoga Bilbao como en otras escuelas del mundo, plantean preguntas -explícitas y retóricas- relacionadas con progresos físicos en asanas. La casuística es muy amplia:
- "¿Cuánto tardaré en hacer esto?"
- "¿Me enseñas la siguiente postura?"
- "¿Cuándo haré yo eso?"
- "Esto es imposible. Nunca lo conseguiré."
- "¿Siempre se repite lo mismo?"
- "Ashtanga Yoga es muy monótono. Me aburre."
- "Me gusta alternar Ashtanga Yoga con otros estilos para hacer cosas distintas."
- etc...
Los occidentales somos muy dados a esta clase de fenómeno al que, a buen seguro, ni Krishnamacharya ni Pattabhi Jois tuvieron que enfrentarse. Los occidentales somos inconformistas; el progreso y la competitividad forma parte de nuestra esencia, y los patrones de comportamiento que rigen nuestra dimensión social, afectiva, laboral y económica los llevamos, cómo no, también a nuestra práctica de yoga.
Me imagino que habrá de todo en todos lados, pero los indios tienden a ser dóciles, obedientes, y más aún en presencia de su maestro, su gurú. El discípulo oriental recibe lo que su maestro le ofrece y lo cultiva con celo, sin pedirle más. Los occidentales, en cambio, somos ambiciosos, tendemos a compararnos con los demás y queremos para nosotros lo que el vecino tiene y, si es posible, más que él. Por desgracia para nosotros, la paz interior y la dicha no son cualidades mensurables, por lo que rara vez se ambiciona el samadhi. Las asanas de yoga, en cambio, son coleccionables como cromos en un álbum, y en seguida se convierten en objeto de la codicia del practicante de yoga.
Karandavasana bien hecho, by Sharath Jois.
Uno de los problemas es que hoy día existe una sobreabundancia de información. Cuando una persona comienza a practicar Ashtanga Yoga y experimenta ese entusiasmo que suele producirse cuando se inicia una nueva actividad, en su casa tiene al alcance de un click millones de páginas web con imágenes y vídeos de lo que está aprendiendo. Esta saturación de información que, todo sea dicho, nosotros mismos, las escuelas de yoga, alimentamos con nuestras técnicas de marketing centradas en fotografías y vídeos de asanas, provoca que mucha gente practique Ashtanga Yoga a sabiendas de lo que viene a continuación, de "lo siguiente".
La mente va más rápido que el cuerpo, y lo mismo sucede con la ambición. El que lleva un mes, tres, seis meses, repitiendo la misma secuencia, quiere más. Es perfectamente consciente de que lo que está haciendo no lo domina y que le quedan aún muchos nudos energéticos que resolver, pero aún así se está aburriendo, desea un nuevo estímulo, sabe qué es lo siguiente y quiere hacerlo, y a veces lo expresa mediante alguna de las preguntas antes citadas.
Ashtanga Yoga no es un método para hacer asanas. Se practican asanas en Ashtanga Yoga, claro está, pero el fin no es hacer el mayor número de asanas posible. El asana es un vehículo, no un fin. Ashtanga Yoga es un método que se vale del exterior del ser humano para acceder de manera indirecta a su interior y modificarlo para convertirnos en mejores personas. Ashtanga Yoga proviene de un linaje de hatha yoguis, no bhakti yoguis, raja yoguis ni kriya yoguis, que utilizaban técnicas de hatha yoga para lograr el control de los vaivenes perniciosos de la mente y que así se lo transmitieron al mundo.
Un post de la famosa Kino McGregor en Instagram en el que cuenta cómo, quince años después, al fin ha logrado levantarse sin ayuda de karandavasana.
Dado que el cuerpo es el vehículo que hace posible el acceso y desarrollo del interior del ser humano, la base de cualquier práctica física ha de ser la salud. Las secuencias de asanas en Ashtanga Yoga están estructuradas para proporcionar salud a los diferentes niveles de practicantes. Aunque se trate de un tópico muy manido, lo repetiré: en la primera serie o yoga chikitsa (yoga terapia) la práctica se centra en purificar los órganos del cuerpo físico elevando el estado de salud general y por eso tiene un importante catálogo de flexiones hacia delante en las que se estimula el cuerpo de diversas formas; la serie intermedia o nadhi sodhana (purificación de los canales energéticos) busca la sanación del sistema nervioso y para ello incorpora extensiones de espalda y torsiones intensas; por último, las series avanzadas sthira bhaga (fuerza y estabilidad) son prolíficas en equilibrios sobre manos y otras virguerías.
La práctica de asanas será todo lo avanzada que requiera cada persona de acuerdo con sus circunstancias y su recorrido personal; será tarea del profesor acompañarla a lo largo del viaje. El verdadero trabajo, no obstante, tendrá lugar dentro. Completar supta kurmasana, dwi pada sirsasana, durvasasana o cualquiera de esas posturas espectaculares que salen en los póster de asanas no es el objetivo. La práctica revela lo que tenemos dentro y, al cabo del tiempo, hace que surjan cualidades con las que, probablemente, no nos resulte agradable enfrentarnos: la pereza, la distracción, la impaciencia, el desánimo, la duda, el miedo, la sensación de que no avanzamos... Llegado ese punto, muchos arrojan la toalla, pero lo cierto es que enfrentarse a nuestros monstruos internos es inherente al camino que propone el yoga. La práctica también nos sitúa ante el deseo, la ambición por conseguir algo que no logramos y que no tarda en dar lugar a la ira, a la envidia cuando descubrimos que el vecino sí lo tiene, a la codicia por querer conservarlo, al orgullo que nos hace sentirnos importantes por nuestros logros, al miedo a perderlos... Son cualidades que surgen durante la práctica de asanas, sí, pero si nos observamos detenidamente, nos daremos cuenta de que en realidad es lo que tenemos dentro y llevamos con nosotros a todas las esferas de la vida. La frustración, la ira, el desánimo, la impaciencia por no conseguir cerrar marichysiana D o levantarnos de los drop backs, son los mismos sentimientos que nos causan insatisfacción en nuestra dimensión psicológica, afectiva o laboral.
Al cultivar la práctica durante un largo periodo de tiempo, puede ocurrir que algunas de esas cualidades se vayan somatizando. La clave está en ser capaz de centrarse en los elementos internos, en la respiración rítmica, en las sutiles contracciones musculares, en mantener toda tu atención, emplear toda tu habilidad, toda tu inteligencia, toda tu fuerza en cada instante que dure tu práctica. Pattabhi Jois decía que "la práctica de yoga mantenida con gran diligencia y dedicación a lo largo de mucho tiempo genera un calor capaz de quemar los venenos internos y hace aflorar la luz de nuestra naturaleza interna." Y es que, aunque resulte sorprendente, y siempre de manera indirecta, la práctica es capaz de diluir algunos de esos patrones de comportamiento defectuoso que se habían enquistado en tu vida. Esto es algo de lo que podemos dar fe desde nuestra propia experiencia los que llevamos practicando a diario durante muchos años: La pereza, aunque pueda llamar a la puerta de vez en cuando, es vencida por la disciplina inquebrantable del que sabe que se va a levantar y se va a situar sobre la esterilla para ver qué ocurre ese día. El miedo se vence enfrentándose día tras día a posturas que causan vértigo, claustrofobia o puro pánico; el catálogo es amplio: marichyasana D, bhuja pidasana, sethu bandhasana, kapotasana, karandavasana, drop backs, sirsasana... La impaciencia, la prisa, la ira, la frustración se derrotan, sí, afrontando de cara esa postura que te desafía, que llevas meses, años, sin poder resolver y a la que hace mucho tiempo diste por imposible. En mi caso en estos últimos años, karandavasana. La mera certeza de que jamás lograría levantarme había diluido toda ambición; la postura a medias con el correspondiente derrumbe final había formado parte de mi práctica con tal naturalidad que la fogosa ira se había transmutado en una reposada aceptación. Y claro, como no estaba escrito en ningún sitio que tres años y cuatro meses después lograría levantarme, no hubo lugar a la prisa ni a la impaciencia...
La tarea del profesor, lo he dicho antes, consiste en saber guiar al practicante a lo largo de este camino de maduración y catarsis que, huelga decirlo, requiere su tiempo. Porque su tarea, desde luego, no es la de contentar al practicante, proporcionarle un flujo continuo de nuevas posturas sin que haya tenido tiempo de asimilar lo anterior ni, al fin ni al cabo, alimentar sus deseos, su impaciencia, sus prisas, su ambición, precisamente aquello que se pretende purificar. Además, la codicia del ser humano es infinita. Quizás se pueda mantener durante algunos meses a esa clase de alumno impaciente a base de proporcionarle más y más asanas. Le puedes enseñar de mala manera toda la primera y la segunda serie, dejando que trampee y se arrastre donde sea menester, pero tarde o temprano se irá a otro sitio buscando más: en el mismo Mysore hay un señor que enseñó la tercera serie completa en un par de semanas a un amigo nuestro que acababa de comenzar la serie intermedia algunos meses atrás. El desenlace más que probable a esta clase de actitudes es la lesión y, finalmente, el abandono total de la práctica con alguna frase lapidaria por el estilo de: "Esto no es para mí" o "El yoga lesiona".
"Ashtanga Yoga está hecho para todo el mundo, pero no todo el mundo está hecho para Ashtanga Yoga" es otro de los topicazos que se escuchan, y es bien cierto. Ashtanga Yoga es una práctica que funciona pero que es difícil y que requiere un elevado nivel de compromiso. Muchas personas la prueban y la aborrecen, y otras muchas no necesitan siquiera probarla para aborrecerla: siempre el mismo orden de asanas, pocas clases guiadas, tan sólo el sonido de la respiración... Pero Ashtanga Yoga es así, no pretende ser un variado compendio de asanas divertidas con las que entretener a la gente durante hora y media al ritmo de música pop; es un método sistemático desarrollado durante siglos para el desarrollo interior del individuo apoyado en los yamas, en los niyamas y en unas secuencias cerradas de asanas guiadas por la respiración. Así es como lo enseñaron Krishnamacharya y Pattabhi Jois y así es como lo transmite Sharath Jois y como lo transmitimos las escuelas tradicionales de Ashtanga Yoga. En Ashtanga Yoga Bilbao quizás atraeríamos a más gente ofreciéndoles productos, estilos de yoga adaptados al gusto occidental, pero preferimos la autenticidad y optamos por enseñar aquello en lo que creemos, que nosotros mismos hemos experimentado durante más de una década y seguimos experimentando a día de hoy.
En resumen, las prácticas de Ashtanga Yoga que perduran a largo plazo son prácticas pacientes y respetuosas. El problema es pensar que en seguida vas a poder hacer lo que ves en la foto; no conoces la historia y los parámetros de partida de esa persona y seguramente pases por alto los años de dedicación que hay detrás; tú deseas la foto si no ya, para el próximo verano. Y enfocar la práctica de yoga con un plan, con una agenda de plazos, es garantía de frustración. Mejor céntrate en la búsqueda de la felicidad, de la satisfacción más allá de las asanas y deja que la flor se vaya abriendo a su ritmo; si la fuerzas, sus pétalos se romperán...
Iaian Grysak, practicante y profesor de Ashtanga Yoga, escribió en su blog esta interesante entrada sobre su propia experiencia con karandavasana en Mysore. |
Al cultivar la práctica durante un largo periodo de tiempo, puede ocurrir que algunas de esas cualidades se vayan somatizando. La clave está en ser capaz de centrarse en los elementos internos, en la respiración rítmica, en las sutiles contracciones musculares, en mantener toda tu atención, emplear toda tu habilidad, toda tu inteligencia, toda tu fuerza en cada instante que dure tu práctica. Pattabhi Jois decía que "la práctica de yoga mantenida con gran diligencia y dedicación a lo largo de mucho tiempo genera un calor capaz de quemar los venenos internos y hace aflorar la luz de nuestra naturaleza interna." Y es que, aunque resulte sorprendente, y siempre de manera indirecta, la práctica es capaz de diluir algunos de esos patrones de comportamiento defectuoso que se habían enquistado en tu vida. Esto es algo de lo que podemos dar fe desde nuestra propia experiencia los que llevamos practicando a diario durante muchos años: La pereza, aunque pueda llamar a la puerta de vez en cuando, es vencida por la disciplina inquebrantable del que sabe que se va a levantar y se va a situar sobre la esterilla para ver qué ocurre ese día. El miedo se vence enfrentándose día tras día a posturas que causan vértigo, claustrofobia o puro pánico; el catálogo es amplio: marichyasana D, bhuja pidasana, sethu bandhasana, kapotasana, karandavasana, drop backs, sirsasana... La impaciencia, la prisa, la ira, la frustración se derrotan, sí, afrontando de cara esa postura que te desafía, que llevas meses, años, sin poder resolver y a la que hace mucho tiempo diste por imposible. En mi caso en estos últimos años, karandavasana. La mera certeza de que jamás lograría levantarme había diluido toda ambición; la postura a medias con el correspondiente derrumbe final había formado parte de mi práctica con tal naturalidad que la fogosa ira se había transmutado en una reposada aceptación. Y claro, como no estaba escrito en ningún sitio que tres años y cuatro meses después lograría levantarme, no hubo lugar a la prisa ni a la impaciencia...
La tarea del profesor, lo he dicho antes, consiste en saber guiar al practicante a lo largo de este camino de maduración y catarsis que, huelga decirlo, requiere su tiempo. Porque su tarea, desde luego, no es la de contentar al practicante, proporcionarle un flujo continuo de nuevas posturas sin que haya tenido tiempo de asimilar lo anterior ni, al fin ni al cabo, alimentar sus deseos, su impaciencia, sus prisas, su ambición, precisamente aquello que se pretende purificar. Además, la codicia del ser humano es infinita. Quizás se pueda mantener durante algunos meses a esa clase de alumno impaciente a base de proporcionarle más y más asanas. Le puedes enseñar de mala manera toda la primera y la segunda serie, dejando que trampee y se arrastre donde sea menester, pero tarde o temprano se irá a otro sitio buscando más: en el mismo Mysore hay un señor que enseñó la tercera serie completa en un par de semanas a un amigo nuestro que acababa de comenzar la serie intermedia algunos meses atrás. El desenlace más que probable a esta clase de actitudes es la lesión y, finalmente, el abandono total de la práctica con alguna frase lapidaria por el estilo de: "Esto no es para mí" o "El yoga lesiona".
"Ashtanga Yoga está hecho para todo el mundo, pero no todo el mundo está hecho para Ashtanga Yoga" es otro de los topicazos que se escuchan, y es bien cierto. Ashtanga Yoga es una práctica que funciona pero que es difícil y que requiere un elevado nivel de compromiso. Muchas personas la prueban y la aborrecen, y otras muchas no necesitan siquiera probarla para aborrecerla: siempre el mismo orden de asanas, pocas clases guiadas, tan sólo el sonido de la respiración... Pero Ashtanga Yoga es así, no pretende ser un variado compendio de asanas divertidas con las que entretener a la gente durante hora y media al ritmo de música pop; es un método sistemático desarrollado durante siglos para el desarrollo interior del individuo apoyado en los yamas, en los niyamas y en unas secuencias cerradas de asanas guiadas por la respiración. Así es como lo enseñaron Krishnamacharya y Pattabhi Jois y así es como lo transmite Sharath Jois y como lo transmitimos las escuelas tradicionales de Ashtanga Yoga. En Ashtanga Yoga Bilbao quizás atraeríamos a más gente ofreciéndoles productos, estilos de yoga adaptados al gusto occidental, pero preferimos la autenticidad y optamos por enseñar aquello en lo que creemos, que nosotros mismos hemos experimentado durante más de una década y seguimos experimentando a día de hoy.
En resumen, las prácticas de Ashtanga Yoga que perduran a largo plazo son prácticas pacientes y respetuosas. El problema es pensar que en seguida vas a poder hacer lo que ves en la foto; no conoces la historia y los parámetros de partida de esa persona y seguramente pases por alto los años de dedicación que hay detrás; tú deseas la foto si no ya, para el próximo verano. Y enfocar la práctica de yoga con un plan, con una agenda de plazos, es garantía de frustración. Mejor céntrate en la búsqueda de la felicidad, de la satisfacción más allá de las asanas y deja que la flor se vaya abriendo a su ritmo; si la fuerzas, sus pétalos se romperán...