lunes, 28 de diciembre de 2015

Pranayama y meditación en Ashtanga Yoga.

Guruji, en padmasana.

Durante las últimas semanas dos inquietos estudiantes de Ashtanga Yoga Bilbao que llevan un par de meses en nuestra escuela me plantearon la siguiente cuestión: ¿cómo es que en la tradición de Ashtanga Yoga no se llevan a cabo ejercicios específicos de meditación y pranayama?

En realidad, se trata de una pregunta muy pertinente que he escuchado formular varias veces.   La respuesta no es ni mucho menos que en Ashtanga Yoga no se medite ni haya técnicas de control de la respiración aunque así se lo pueda parecer a personas acostumbradas a otros "formatos" en los que se establecen claras líneas divisorias entre la práctica de asanas, pranayama y meditación.  No obstante, la explicación implica varios matices metodológicos y cuestiones históricas, por lo que se alargará algunos párrafos.

Nines Blázquez y Fernando Gorostiza, de Ashtanga Yoga Bilbao, en padmasana.

Una de las mejores respuestas la escuché hace unos años de labios de Peter Sanson, el profesor certificado neozelandés que desde hace una década celebra puntualmente cada mes de mayo en Madrid un taller de Ashtanga Yoga y del que escribí una extensa entrada en este mismo blog.  Jorge Turell, un compañero ashtangui y amigo madrileño tristemente desaparecido -falleció hace menos de un año de un fallo cardíaco mientras participaba en un triatlón- le preguntó a ver si sabía los motivos por los que en Ashtanga Yoga no se practicaba meditación y pranayama.

Sin explayarse en grandes disertaciones, fiel a su estilo, Peter le preguntó si acaso no tenía suficiente con dos horas diarias de práctica de yoga.  Porque uno siempre puede practicar asanas durante dos horas, pranayama durante otra hora y meditar durante otra hora más, y quizás repetirlo de nuevo durante la tarde, pero para eso hace falta tener una gran disponibilidad de tiempo, algo imposible si se tiene un trabajo, una familia y, en definitiva, una vida que atender.  La práctica de Ashtanga Yoga fue pensada precisamente para esas personas que no disponen de cantidades ingentes de tiempo, y es en sí una disciplina de respiración consciente -pranayama- de hora y media o dos horas de duración en la que se incluyen numerosos elementos de concentración, de repliegue hacia el interior que en sí constituyen un gran ejercicio meditativo.

En muchos de los sistemas de yoga que existen hoy por el mundo, en cambio, se practica pranayama y meditación de manera independiente, incluso como práctica principal.  ¿Por qué esta diferencia?  El Ashtanga Yoga que diseñó Sri Krishna Pattabhi Jois junto a su gurú Tirumalai Krishnamacharya en la primera mitad del siglo veinte no pretende ser mejor ni peor que los demás estilos, sino que debe ser entendido dentro de su contexto y del de las personas que lo crearon y a las que estaba orientado.


Yoga en el ashram y en la ciudad.

Parampara en cuatro grandes linajes de yoga.

En la imagen superior están representados cuatro linajes distintos de yoga que se han dado a conocer en todo el mundo.  En la fila superior se describe la línea sucesoria de gurús del linaje del raja yoga que Vivekananda llevó a Occidente a finales del siglo diecinueve.  La segunda fila corresponde al yoga Sivananda, una modalidad de hatha yoga (tipo de yoga en el que se da énfasis especial a las asanas y otras técnicas corporales con el fin de proporcionar salud a sus practicantes) muy popular desde mediados del siglo veinte.  En la tercera se muestra a Paramahansa Yogananda (autor de la famosa Autobiografía de un Yogui) y los gurús que le transmitieron las enseñanzas del kriya yoga, que se dio a conocer más allá de sus fronteras durante los primeros años del siglo veinte.  Por último, la cuarta fila describe el linaje de Krishnamacharya del que emanan hatha yoguis como Pattabhi Jois, precursor del sistema de Ashtanga Yoga y BKS Iyengar, creador del estilo de yoga que lleva su nombre.

Lo primero que cabe destacar es el hecho de que todos los sistemas de yoga que se practican hoy día tuvieran un origen sumamente discreto.  Millones de personas han conocido a Vivekananda, Vishnudevananda y Yogananda, y cuando el mundo quiso saber más de ellos sus gurús fueron conocidos también, en el caso de que siguieran vivos.  Pero es importante saber que, históricamente, el yoga no se enseñaba en clases masivas con decenas, cientos de aspirantes deseosos por aprender.  Todo lo contrario; los gurús de yoga escogían a sus discípulos con sumo cuidado hasta asegurarse de que eran dignos de recibir sus enseñanzas y se las transmitían tan sólo después de una prolongada relación personal de muchos años, en lo que se conocía como parampara.

Esto quiere decir que, hasta la expansión global que sufrió a partir de la segunda mitad del siglo veinte, el yoga era un gran desconocido y los diversos linajes no eran los árboles robustos que son hoy, con gruesas ramas extendidas por los cinco continentes, sino que más bien contaban con un tronco raquítico, en algunos casos exánime, y a menudo su supervivencia precisó de no pocas dosis de buena suerte.  Por ejemplo, si Krishnamacharya no hubiera emprendido un viaje de varios meses a través de las montañas para ir en busca de Ramamohan y someterse a su disciplina, quizás el mundo no habría llegado a recibir el legado de aquel gran hatha yogui y los yogas de Iyengar y Pattabhi Jois no habrían existido jamás.  Y si, por otro lado, una epidemia de cólera hubiera asolado la Calcuta de Ramakrishna, o si el cáncer hubiese acortado su vida tan sólo algunos años más, tal vez el mundo no habría tenido ocasión de recibir el raja yoga a través de discípulos suyos tales que Vivekananda.

El mundo ha visto y escuchado en persona a Vivekananda,  Krishnamacharya, Yogananda y Vishnudevananda, quienes fueron fotografiados, entrevistados, impartieron conferencias multitudinarias e incluso tuvieron a bien regalar al mundo retazos de su sabiduría plasmada en libros.  El mundo también ha recibido con entusiasmo las enseñanzas de Iyengar y Pattabhi Jois, Gurujis de dos respectivos linajes que cuentan con cientos de miles, millones de practicantes en pleno siglo veintiuno.  En cambio, Totapuri, Vishwananda, Ramamohan y Babaji, que tan sólo se remontan un par de generaciones y que constituyen la fuente original de linajes de yoga que hoy conocen y practican millones, son personajes misteriosos rodeados de sombras de los que apenas sabemos lo que sus discípulos contaron de ellos y cuya misma existencia muchos ponen en duda, relegándolos a la categoría de mitos del yoga.

Representación de Babaji, que según Paramahansa Yogananda ha vivido durante miles de años y recibido los conocimientos del kriya yoga del propio Lord Krishna en los tiempos del Mahabharata.

¿Cómo se explica esto?, ¿cómo puede ser que conozcamos perfectamente a los gurús pero sepamos tan poco de sus "abuelos" espirituales, ni qué decir de sus "bisabuelos" o "tatarabuelos", y nos resulte tan difícil reconstruir el árbol genealógico de los linajes de yoga?  Por escaso que fuera el afán de protagonismo de los yoguis y su deseo de pasar a la posteridadhay que admitir que el verdadero culpable de que el yoga no hubiese logrado trascender más allá de las fronteras de la India y hubiera permanecido agazapado en la oscuridad durante tanto tiempo era el propio yoga, que no había sabido "venderse" en la sociedad india.  El yoga había logrado sobrevivir al paso de los siglos, si, gracias al parampara, la transmisión a pequeña escala, lenta pero segura, basada en la relación entre gurú y discípulo, pero no contaba con prestigio alguno entre la población oriunda.  De hecho, el castellano dicho de "nadie es profeta en su tierra" se podía aplicar perfectamente al yoga en la misma India, su tierra natal, donde estaba denostado hasta el punto de considerarse una práctica esotérica exclusiva de swamis, de shadus y de sannyasis, renunciantes ascetas y demás personas desconectadas de la vida terrena.  Las familias veían con espanto que un hijo quisiera dedicarse al yoga porque se imaginaban que acabaría recluido en un ashram -monasterio- o en la calle desnudo, con el pelo y la barba sin afeitar, trenzada en rastas imposibles, volcado en el yoga y otras prácticas espirituales y que en cualquier caso, nunca tendría una vida "normal", con un trabajo y una familia de la que hacerse responsable.  Por esto se entiende que cuando un jovencísimo Pattabhi Jois entró en contacto con su gurú Krishnamacharya, acudiera en secreto a sus clases de yoga temprano antes de acudir a la escuela sin que sus padres supieran nada, por temor a ser reprendido.

Los linajes de raja yoga, Sivananda yoga y kriya yoga se corresponden precisamente con esta visión.  Vivekananda, Vishnudevananda y Yogananda tomaron votos y vivieron monásticamente.  Ramakrishna, gurú de Vivekananda, fue un místico célibe -aunque casado en un matrimonio feliz jamás consumado; una de esas curiosidades que ofrece la India- y la mayoría de sus discípulos fueron monjes o swamis.  El propio Totapuri, principal gurú de Ramakrishna, era un shadu que vivía en el bosque y al que Ramakrishna llamaba cariñosamente "el desnudo".  En consecuencia, las escuelas de yoga que de ellos derivaron estuvieron inevitablemente influenciadas por la vida monástica donde, como podemos imaginarnos, se dedica una gran cantidad de tiempo al estudio espiritual y donde las prácticas ascéticas, y por encima de todas ellas la meditación, ocupan un lugar preferente.  Léase si no la Autobiografía de un Yogui, en la que Paramahansa Yogananda, precursor del kriya yoga, describe una disciplina de meditación muy intensa a la que se entrega con entusiasmo durante buena parte del día.  La influencia monástica se observa paradigmáticamente en la tradición de hatha yoga Sivananda, donde a los maestros de yoga se los conoce como yoga acharyas y cuyas escuelas, por lo que yo sé, y pido disculpas si en algo me equivoco, están dirigidas por swamis y se organizan al estilo de un ashram.  Todo esto, aunque interesante sin duda, no favoreció la divulgación del yoga entre los gentiles.  

Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989).

El punto de inflexión llegó con Tirumalai Krishnamacharya, un gran hatha yogui de exquisita educación universitaria que ni fue un monje ni vivió como un monje ni enseñó prioritariamente a monjes.  Krishnamacharya fue un yogui de ciudad con mujer e hijos que dedico su vida a poner el yoga y su potencial terapéutico al alcance de gente de toda clase y condición.  Para él, el yoga debía proporcionar en primer lugar salud, porque, ¿cómo se puede aspirar a la espiritualidad si se está enfermo?  De ese modo, Krishnamacharya enseñó técnicas de yoga a amas de casa, niños, obreros, ancianos, maestros, gobernadores, maharajás, a gente de cualquier estrato que necesitara restituir su bienestar y que pudiese dedicarle algo de tiempo pero para la que no tenía sentido recluirse en un monasterio, estudiar enrevesados textos clásicos ni entregarse a tediosas prácticas contemplativas.  Más adelante, la escuela de yoga que Krishnamacharya abriría en el Palacio de Mysore y en la que estudiarían BKS Iyengar y Pattabhi Jois, fue erigida sobre esta misma idea.  Completamente alejada del concepto de ashram, la escuela estaba pensada para que los estudiantes pudieran empezar el día con una sesión de yoga directa al grano y a continuación acudiesen a sus quehaceres; trabajar, atender a su familia o, en el caso de Pattabhi Jois, asistir a las clases en la Universidad de Sánscrito.  El gran logro de Krishnamacharya fue que enseñó al mundo que era posible integrar el yoga en la vida cotidiana.  Nunca saldría de su India natal, pero este hombrecillo de poco más de metro y medio de altura fue ampliamente responsable de que hoy millones de personas en todo el mundo se pongan de pie cada día sobre una esterilla y por ello es conocido como "el Padre del Yoga Moderno". 

Los discípulos de Krishnamacharya mantendrían vivo su legado.  Cuando Guruji abrió su discreta escuela de yoga en Lakshmipuram, celebraba sus sesiones de yoga de madrugada, antes de impartir clases en la Universidad de Sánscrito.  Su método era claro y directo: respiración, asanas, movimientos enlazados y concentración; todo a la vez en una única sesión de menos de dos horas sin pausas para meditar y sin grandes disertaciones teóricas.  ¿Pero eso del yoga no consistía sobre todo en permanecer sentado en la postura del loto y meditar?  ¿Qué es eso de hacer un asana detrás de otra y a continuación irse a casa o al trabajo?  La realidad es que en el sistema de Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois no hay lugar a la improvisación; está muy bien pensado y todo tiene un porqué.


Meditación en Ashtanga Yoga.

Sharath Jois.

Entonces, ¿se medita o no se medita en Ashtanga Yoga?  Sí y no.  En una ocasión, en Mysore, durante la conferencia del fin de semana, Sharath respondió a una pregunta al respecto: "Si tienes tiempo, puedes quedarte más respiraciones en padmasana", esto es, en la penúltima asana de la secuencia de cierre y justo antes de la relajación final.

La mayoría de los que lean esto seguramente ya lo sepan, pero nunca está de más recordarlo: ashtanga yoga es el yoga de las ocho ramas descrito hace dos milenios por el sabio Patanjali en sus 196 aforismos conocidos como yoga sutras.  Sin entrar en detalles, las ocho ramas son ocho pasos progresivos que conducen al ser humano hasta la iluminación, la purificación, el moksha, la liberación, el nirvana, la identificación plena con el todo universal, la rotura de las cadenas de la existencia condicionada o karma que atan al ser humano al samsara, a una sucesión sin fin de reencarnaciones mortales en un mundo que no es más que una ilusión o maya.  Las ocho ramas engloban una serie de prácticas que incluyen imperativos morales de comportamiento con el entorno y los demás -yamas-, hábitos y obligaciones personales -niyamas-, un régimen de posturas físicas saludables -asana-, control de la respiración -pranayama-, repliegue desde el mundo de los sentidos hacia el interior -pratyahara-, concentración de la mente en un solo objeto -dharana-, meditación ininterrumpida -dhyana- y, por último, identificación plena con el objeto de meditación -samadhi- que, en última instancia, sería Dios o el todo.  Por lo tanto, el Ashtanga Yoga que practicamos en Ashtanga Yoga Bilbao y que suele escribirse en letras mayúsculas para diferenciarlo, es tan sólo la interpretación que Pattabhi Jois hizo del yoga de las ocho ramas, del ashtanga yoga de Patanjali, y que en realidad constituye los cimientos de todos los sistemas de yoga, incluidos, también, el raja yoga de Vivekananda, el kriya yoga de Yogananda y el Sivananda yoga de Vishnudevananda

Así, las ocho ramas incluyen todas las actividades que se llevan a cabo en cualquier sistema de yoga, incluida la práctica de asanas, el pranayama y la meditación.  Las diferencias entre una tradición y otra estriban en el énfasis que ponen sobre cada una de las ocho ramas, pero el fin último de todas ellas es samadhi, la iluminación.  Así, en el kriya yoga destaca la meditación, en el raja yoga la meditación y el estudio espiritual -svadhyaya, uno de los niyamas-, en el hatha yoga la práctica de asanas, mientras que en el bhakti yoga o yoga devocional de los Hare Krishna que encuentran en la repetición mántrica del nombre de Dios una herramienta útil para elevarse hacia el samadhi, es isvara pranidhana -otro de los niyamas-, la devoción a la divinidad, el que adquiere una importancia central.  Pero esto no significa necesariamente que un kriya yogui no practique asanas, un raja yogui no realice pranayama o un bhakti yogui o un hatha yogui no mediten, de la misma manera que ninguno de ellos se crea con carta blanca para olvidarse de los yamas y le parezca permisible el robo.  Es una simple cuestión metodólogica.

Las ocho ramas de ashtanga yoga.

Pattabhi Jois dividía las ocho ramas del ashtanga yoga de Patanjali en dos grandes grupos: las ramas externas y las internas.  Las ramas externas son yama, niyama, asana y pranayama; las internas pratyahara, dharana, dhyana y samadhi.  Según su enseñanza, para el ser humano es posible, aunque difícil, practicar las ramas externas.  Las ramas internas en las que se engloban los diversos estados de meditación, en cambio, son extremadamente difíciles de poner en práctica de forma aislada, hasta el punto de resultar frustrantememte inalcanzables para la mayoría.  Su aproximación a las ramas internas, por tanto, era indirecta: Pattabhi Jois creía que la práctica constante y adecuada de su sistema de yoga, con todos sus elementos, con toda su complejidad -la respiración, las asanas, los bandhas, los dristhis-, purifica el cuerpo físico y conduce al ser humano de manera natural hacia las ramas internas.

Cuánto de lejos se quiera llegar, es una cuestión personal de cada uno, de su actitud.  Algunos desearán tan sólo obtener salud, otros apaciguar su mente; los habrá quienes persigan el control de los sentidos, aumentar su capacidad de concentración o meditar en la esencia del ser humano y del Universo.  Guruji lo tenía claro; para él, el objetivo último del yoga es Dios.  Cuando practiques, "piensa en Dios, el Dios que prefieras, no hay problema".  O, como Krishnamacharya decía: "Piensa en Dios,  Si no en Dios, en el sol.  Si no en el sol, en tus padres."  Por último, esto es lo que se puede leer en la página web del Instituto de Ashtanga Yoga en Mysore acerca de los fundamentos prácticos y filosóficos de Ashtanga Yoga tal y como lo enseñó Sri Krishna Pattabhi Jois: "... Dios reside en nuestros corazones en forma de luz, pero esta luz se encuentra cubierta por seis venenos: kama, krodha, moha, lobha, matsaryamada.  Deseo, ira, ignorancia, codicia, envidia y pereza.  Cuando la práctica de yoga se mantiene con diligencia y dedicación durante un largo periodo de tiempo, el calor generado consume todos estos venenos y la luz de nuestra naturaleza interna emerge."

Por lo tanto, ¿es necesario meditar en Ashtanga Yoga?  Si uno practica correctamente, con devoción, con entusiasmo, durante mucho tiempo, la práctica se convierte per se en una meditación.  La respuesta de Sharath, en cierta medida jocosa, converge hacia la de Peter Sanson:  Medita, si tienes tiempo y quieres, pero en realidad, algún día te darás cuenta, sólo necesitas tu práctica.  


Pranayama en Ashtanga Yoga.

Círculo de pranayama.  Guruji con sus estudiantes occidentales en Encinitas, California, en los años 70.

Todo lo dicho al respecto de la meditación se aplica también a las técnicas de pranayama, cuarta rama del ashtanga yoga de Patanjali y elemento crucial en el Ashtanga Yoga de Pattabhi Jois.  A través de la respiración llega el control de la mente, y toda la práctica de Ashtanga Yoga se erige en torno a la respiración, fuente principal de prana, con un énfasis que no se observa en ningún otro estilo de yoga,    

La práctica de Ashtanga Yoga no es sencilla.  Ni desde el punto de vista de las asanas, ni mucho menos de la respiración.  Ejecutar todos los vinyasas de manera correcta, cada movimiento exactamente en su inhalación o en su exhalación, prolongada, profunda y calmada, conlleva un largo proceso de transformación interna físico y mental.  Durante años, el dominio de la respiración en la propia práctica resulta un más que suficiente ejercicio de pranayama y el que persigue más todavía quizás debiera revisar el alcance de su ambición.  ¿Se te queda corta la inhalación cuando caminas hacia delante en los guerreros, poco menos que hay que emplear un fonendoscopio para escuchar la vibración de tu garganta, se entrecorta tu aliento en las torsiones, llegas a navasana con la lengua fuera, y aún así te preocupas por que nadie te haya enseñado todavía técnicas de pranayama?

La realidad es que sí existe una práctica específica de pranayama en Ashtanga Yoga, aunque por lo que acabo de explicar se reserva a niveles de práctica avanzados para los que sí tiene sentido.  En Mysore, cuando la gente se lo pregunta a Sharath, suele decir: "Haz lo que te enseñe tu profesor."  De la misma manera que no debe ser el estudiante, por lo general proclive a la precipitación y a la temeridad, el que decida cuándo está preparado para aprender una nueva asana, un profesor cualificado y con perspectiva debería de ser quien considere si ha llegado o no la hora de aprender pranayama.

Sharath Jois enseñando pranayama en la main shala del KPJAYI en Mysore.

En los viejos tiempos de Lakshmipuram, cuando los estudiantes eran tan pocos que podían sentarse en un pequeño círculo en torno a Guruji, era habitual que la gente que practicaba la serie intermedia aprendiese técnicas específicas de pranayama.  Más tarde, y seguramente debido al creciente número de alumnos -en opinión de David Williams-, Guruji decidió explicar pranayama sólo a los estudiantes que practicaban tercera serie.  No se trata tampoco de ningún secreto celosamente guardado: yo mismo he tenido ocasión de practicar los ejercicios de pranayama de Ashtanga Yoga en dos ocasiones, durante sendos talleres con David Williams y Tomás Zorzo.  En este enlace podéis encontrar información detallada acerca de cómo ejecutarlos.  Hasta el propio Sharath Jois ha divulgado en los últimos tiempos una técnica de pranayama muy sencilla con respiración alterna que muchos profesores de Ashtanga Yoga -yo incluido- están enseñando en sus escuelas.  Es simplemente una cuestión de: ¿por qué deseas hacer más, si lo básico ya es más que suficiente para ti?

Para terminar, repetiré unas palabras que Sharath Jois gusta mucho de repetir: "La práctica de asanas supone sólo dos horas al día.  El yoga ocupa las veinticuatro horas."  Y es que, a menudo nos preocupamos mucho de tecnicismos, que si pranayama, asanas que no salen, medios lotos que se atascan, el salto adelante y el salto atrás, y en cambio nos olvidamos de atender las primeras ramas de Ashtanga Yoga, los yamas y niyamas, sin los cuales podremos aspirar, a lo sumo, a ser unos virtuosos gimnastas.  

jueves, 24 de diciembre de 2015

¡Feliz Navidad, feliz luna llena y feliz primer trimestre de Ashtanga Yoga Bilbao!

Tarjeta navideña de Ashtanga Yoga Bilbao.  Diseño de Nines Blázquez.

Mañana se celebra la fiesta de la Natividad, un antiquísimo festejo pagano del solsticio astronómico que el cristianizado Imperio Romano hizo coincidir con el nacimiento de Jesús para favorecer su asimilación popular.  En realidad, según la propia Biblia, el nacimiento de Jesucristo tuvo lugar en otra época del año, seguramente a principios de otoño.  En cualquier caso, se trata de una fecha muy especial para muchos.  Creyentes o no, la Natividad sirve de excusa a las familias para reunirse y pasar juntos una -en principio- agradable velada. 

La Navidad de este año es un poco más singular en términos astronómicos porque coincide con la luna llena de diciembre.  Podría decirse que, energéticamente, el cambio de ciclo solar se ve reforzado por el cambio de ciclo lunar, y quizás por ello la gente sienta un deseo todavía mayor de estar cerca de los suyos y protegerse unos a otros.  Sea como sea, esta coincidencia se produjo por última vez en 1977 y no volverá a suceder hasta el año 2034, así que no está de más tenerla presente.

¡Nuestros mejores deseos en tres idiomas!  

Para nosotros es también una celebración con muchas connotaciones. Abrimos las puertas de Ashtanga Yoga Bilbao con el equinoccio de otoño y ahora, con el solsticio de invierno y la luna llena de diciembre, cumplimos nuestro primer trimestre de existencia.

Satisfechos por el camino recorrido y agradecidos por la acogida recibida, afrontamos el futuro con ilusión, con la esperanza de aportar, guiar y servir.  ¡Muchas gracias por confiar en nosotros, aunque sea sólo leyendo esta entrada del blog, y feliz Navidad!

jueves, 12 de noviembre de 2015

Motivación y armonía en Ashtanga Yoga



El pasado sábado en Ashtanga Yoga Bilbao disfrutamos del documental "Breathing Ashtanga Yoga" (Respirando Ashtanga Yoga) junto a su creador, Josu Ozkaritz.  Muchos amigos, estudiantes de Ashtanga Yoga y curiosos nos acompañaron durante la proyección.

El documental tocaba distintos aspectos de esta tradición de yoga: su origen, su historia, sus protagonistas, su sentido y sus repercusiones; de la mano de estudiantes y profesores cuyo testimonio servía de hilo narrativo.

Son muchas las personas que han conocido la práctica de Ashtanga Yoga con nosotros desde que abrimos el 21 de septiembre, y me figuro que muchos de ellos sonrieron reconociéndose en aquellos practicantes experimentados del documental que recordaban sus sensaciones tras su primer contacto con Ashtanga Yoga: esfuerzo, sudor, frustración, confusión, incredulidad, y después alivio, ligereza, calma, alegría.  La práctica de Ashtanga Yoga remueve muchas cosas a nivel energético, y tras su primera clase la mayoría de personas se dan cuenta de que lo que han hecho ha sido algo mucho más profundo e intenso que una mera sesión de ejercicios aeróbico-calisténicos y estiramientos.

Motivación en Ashtanga Yoga.

Hace unas semanas, en concreto el pasado 13 de octubre, se cumplieron diez años desde mi primera clase de Ashtanga Yoga.  A día de hoy me cuento entre aquellas personas que mucho después continúan practicando con la misma, sino mayor devoción que en sus primeros años.  La pregunta es obvia: ¿cómo se puede seguir hallando motivación después de más de diez años de práctica?  Para quienes lo observen desde fuera quizás no tenga el menor sentido, habida cuenta de la estructura monolítica de Ashtanga Yoga en la que se aprende una secuencia predeterminada que siempre se practica en idéntico orden.  ¿Diez años haciendo lo mismo?  ¿Cada día las mismas asanas, el mismo sistema, con pequeños cambios, pequeños progresos cada muchos meses, o tal vez incluso retrocesos? 

Hasta mayo, cuando todavía practicaba con Borja en Ashtanga Yoga Madrid, me quedaba el nada desdeñable acicate de la práctica en grupo.  Ahora, en cambio, practico en solitario antes de la clase de las 07:00 de la mañana.  Entre las 04:30 y las 05:00 llego a Ashtanga Yoga Bilbao, enciendo una vela junto a la fotografía de Guruji y una vara de incienso, despliego la esterilla y entono el mantra inicial de Ashtanga Yoga en la quietud de la madrugada.  Y a decir verdad, mi ánimo no ha decaído un ápice durante todas estas semanas.  Ningún día me ha podido la pereza y me he dicho: "Bah, hoy no."  Debo decir que incluso le encuentro cierto lado romántico al hecho de practicar a solas bajo la tenue luz de las lamparitas de Ashtanga Yoga Bilbao, de la vela de Guruji, de las farolas de la calle y quizás de la luna, e ir sintiendo cómo el amanecer, poco a poco, se va abriendo paso sobre el Casco Viejo y Santutxu.  Un amanecer que, por cierto, en las últimas semanas cada vez me ha sido más esquivo hasta acabar dando la bienvenida a los estudiantes de las 07:00.

Por un lado está el amor, la devoción a esta práctica.  Por personalidad he sido siempre un hombre apasionado que emprendía las cosas con ardor y se adentraba en ellas hasta el final.  Ashtanga Yoga se convirtió en un descubrimiento fascinante y nunca vi el momento de dejarlo; todo lo contrario.  Cada vez quise inmiscuirme, implicarme, entregarme más hasta el punto de acabar convirtiéndolo en mi profesión.  De alguna manera, la práctica de Ashtanga Yoga se asemeja a las relaciones: al principio es intensa y dulce como el noviazgo, todo son novedades y sensaciones fuertes; más tarde se convierte en un matrimonio, algo que se integra íntimamente en tu vida y al que conoces tan perfectamente como ello te conoce a ti.  En ocasiones esto irrita, exaspera, desanima y aburre, sobre todo si se practica en base a expectativas y objetivos.  En mi caso, no puedo decirlo de otra manera, la relación con el Ashtanga Yoga se ha convertido en un matrimonio feliz.



Por otro lado hay que hablar del sentido del deber.  El día que recibí la autorización para enseñar Ashtanga Yoga Sharath Jois me dijo: "Authorisation, more responsibility."  Con ello quería decir que el paso de convertirme en profesor a tiempo completo implicaba mucho más que limitarse a abrir una escuela e impartir clases con mejor o peor fortuna. Un profesor de Ashtanga Yoga ha de ser alguien que enseñe a la gente desde la experiencia, alguien que sirva de inspiración a sus alumnos y ojo, alguien que continúe aprendiendo.

En las conferencias del final de semana en Mysore a menudo se le escucha a Sharath decir que "un profesor será tan bueno como su sadhana", es decir, su disciplina de práctica, lo cual no significa que un profesor tenga de ser un acróbata o un contorsionista fuera de serie capaz de dejar boquiabiertos a los directores de casting del Circo del Sol.  Un profesor de Ashtanga Yoga ha de ser alguien que enseñe a sus alumnos a andar un camino que él mismo ha andado, alguien que ha sabido ser, en primer lugar, estudiante, y también alguien que predique con el ejemplo, que crea en el poder reparador y transformador de esta práctica y desee de corazón ponerlo a disposición de otras personas.  Enseñar yoga sin practicarlo es como un maestro de cocina que dejó de cocinar, un profesor de música que perdió la ilusión por tocar o un poeta que ya no lee poesía.  Uno puede envejecer, puede enfermar o lesionarse; la práctica no será igual durante toda la vida, pero el sadhana, la disciplina de práctica, la devoción, ha de permanecer.  Un profesor de yoga no dejará de serlo porque haya dejado de poder ponerse los pies detrás de la cabeza.  Pero un profesor de yoga transmite un estilo de vida, y su deber de cara a sus alumnos es seguirlo.  De lo contrario, la suya será una enseñanza sin esencia, sin alma.

Imponerse una disciplina en contra del propio deseo quizás resulte un acto masoquista y hasta hipócrita, pero aquí es donde sentido del deber y amor se entrelazan.  Así, de la misma manera que es deber de un cónyuge mantener viva la llama del amor, igualmente un profesor de Ashtanga Yoga ha de poner empeño en cultivar aquellos aspectos que alimentan la ilusión por la práctica, sobre todo si sus circunstancias le obligan a practicar en solitario tal que mi caso en esta nueva etapa.  El hábito, la ceremonia, los ritos, tales como practicar siempre a la misma hora, sobre la misma esterilla, con una toalla al lado, vistiendo el mismo tipo de ropa, con una vela encendida, con alguna imagen cerca que sirva de inspiración, bien sea de Guruji, Buda, Jesucristo o de algún ser querido que ya no esté, hacen mucho por mantener vivo el fuego.  

Pero por último y sobre todo, como el mayor y más poderoso fruto de Ashtanga Yoga, y donde en mi opinión se fundamenta ese éxito que lleva a muchos a continuar desenrollando su esterilla décadas después, está la armonía de la práctica.

Armonía en Ashtanga Yoga.

¿Qué es la armonía?  Por lo general, la armonía se relaciona con la música.  Armonía es un equilibrio de proporciones y, en efecto, es en el ámbito musical donde la armonía alcanza su expresión más clara.  Pero el yoga, amigos míos, también es armonía.

En yoga, se entiende que los vrittis son perturbaciones introducidas por el lado consciente de la mente que alteran su estado natural de calma.  Porque más allá de pensamientos, ideologías, prejuicios, condicionamientos culturales, familiares o personales, el ser humano posee una conciencia pura de cualidades eternas, un alma, un purusha, a la que los vrittis perturban en forma de apegos, tensiones y estrés.  Y de acuerdo con el famoso segundo sutra de Patanjali -yogas chitta vritti nirodhah-, el objeto del yoga es precisamente detener el vaivén de esos vrittis y regresar a la calma, a la paz innata de nuestra naturaleza eterna.

Los dos cerebros: lógico e intuitivo.
Cuando una persona aprende a tocar un instrumento, al principio se siente muy torpe.  La cabeza ha de pensar dónde colocar los dedos, cómo pulsar la tecla, soplar o rasgar la cuerda, los ojos han de descifrar las notas del pentagrama y el cuerpo en general ha de coordinar notas, tiempos y movimientos.  En rasgos generales, la mente está confusa, atareada y muy lejos de hallarse en estado de calma.  Lo que domina es el hemisferio izquierdo del cerebro, el hemisferio lógico, que se afana en tratar de encontrar soluciones a la serie de problemas que se le están planteando.

Con el paso del tiempo, se produce un gran cambio, cuando el cerebro establece los enlaces sinápticos y desarrolla la coordinación necesarias para ejecutar la composición musical satisfactoriamente.  En otras palabras, cuando el intérprete adquiere destreza técnica, y es justo en ese momento que se produce su fusión con la música.  La parte lógica no ha de efectuar ya esfuerzo alguno, y el que adquiere entonces protagonismo es el hemisferio derecho, el intuitivo, el creativo.  La música fluye a través de la mente, de los dedos, de los labios, sin obstáculos.  Es el momento de la armonía: la armonía de la música y la armonía de la mente, en la que no queda espacio para otros pensamientos, distracciones, perturbaciones,  ni, en definitiva, vrittis.  Sólo música.

El yoga es esto mismo.  Una armonía mental obtenida a través del cuerpo, que se erige en un gran instrumento.  Un cuerpo con el que, al principio, no se tiene conexión pero que al cabo del tiempo se acaba afinando cual cuerda de guitarra.

Porque cuando se empieza a practicar todo es confusión: la posición de los pies, la colocación de las caderas, los ángulos de rodillas y codos, el orden de las asanas, las transiciones entre una y otra, la fuerza y flexibilidad que no se sabe bien de dónde sacarlas...  Ese primer estadío se ve dominado por el hemisferio lógico: la mente se esfuerza en aprender las técnicas de posicionamiento y desplazamiento básicas y se siente apabullada ante la cantidad y complejidad de la información a procesar.  Con el paso del tiempo, poco a poco, la coordinación motora se va refinando, la secuencia se asimila en el plano físico y la práctica se vuelve más alineada, más estable, más recta.  Entonces, resulta posible adentrarse un poco más allá e incorporar los elementos internos, haciendo que la respiración realmente tome la batuta de la práctica, enfocando la atención a un solo punto en cada vinyasa y construyendo fortaleza interna a través de los bandhas.  La práctica, con el tiempo, deja de constituir un desafío a la lógica para adentrarse en el campo de la creatividad, de la intuición.  La mente se libera entonces, deja de estar constreñida a la problemática postural y se expande, alcanzando lo que muchos de los que practicamos Ashtanga Yoga podemos definir como un "trance" en el que los movimientos se suceden al ritmo de la respiración, la mirada no oscila y la mente no vacila, dedicando a cada momento toda su atención, todo su esfuerzo, todo su ingenio e inteligencia.  Es la hora del fluir de la totalidad del ser, de la poesía de los sentidos, de la armonía.
 
Guruji solía decir y Sharath aún lo dice a menudo hoy día, que se puede navegar durante años por la superficie del océano sin llegar a sumergir nunca la cabeza dentro del agua para descubrir las maravillas que se esconden debajo.  La práctica enfocada como una mera rutina de ejercicios arroja no pocos beneficios, como son el incremento de la flexibilidad, de la fuerza, de la resistencia, la purificación de los órganos internos y una mejoría general de salud.  Pero limitarse al plano físico supone quedarse en la superficie.  La verdadera catarsis se produce en la armonía interna, en ese estado de repliegue hacia dentro en el que las señales de ruido externo se apagan y en el que en buena parte fundamentamos nuestra motivación aquellos que hemos mantenido a largo plazo la práctica de Ashtanga Yoga.

Armonía.

Porque la flexibilidad llegará o no, el cuerpo se abrirá o no y se lograrán hacer o no determinadas posturas.  Pero, termine uno o no termine la primera serie, la segunda, la tercera o la sexta, sea capaz o no de hacer catching en marichyasana D, ponerse de pie desde urdhva dhanurasana o agarrarse talones en kapotasana, la armonía de la práctica, la supresión de los vrittis, la catarsis mental, estarán siempre a su alcance.  Y llegado ese punto será cuando el practicante de Ashtanga Yoga se dé cuenta de que cada día, en su práctica, tendrá un momento íntimo para dejar de lado el runrún de las preocupaciones, de las insatisfacciones, de los problemas propios de esta existencia condicionada y retirarse hacia la profundidad de su ser en busca de esa cajita que tenemos todos dentro del pecho y que es hogar de paz, libertad y eternidad.

Cada noche, al cerrar los ojos, más que en ninguna otra ocasión, todos los seres humanos somos iguales.  Independientemente de las riquezas, posesiones, amantes o amigos, muchos o pocos, que hayamos amasado a lo largo de nuestra existencia, todos los seres humanos nos enfrentamos antes de dormir a un curioso estado de equiparación en el que, tal que el nonato desnudo en el vientre materno o el moribundo que exhala su último aliento, nos hemos de enfrentar a la soledad de nuestra conciencia en un escenario al que no podemos llevarnos nada.  De hecho, el sueño puede entenderse como una experiencia de muerte a la que el ser humano se enfrenta de manera cotidiana.  Sabemos que se va a producir una "desconexión" y la aceptamos como tal, cuando lo único que diferencia al sueño de la muerte es que en ésta la desconexión es irreversible.

El gran problema de la existencia humana y sobre todo de nuestra sociedad moderna, en la que el consumismo y el valor de la posesión se ha llevado a extremos nunca antes vistos, es el del apego, el de la dependencia a lo impermanente.  La fuente de un sinfín de insatisfacciones del ser humano radica en la dificultad de asimilar que todo lo que acaparamos en el mundo es una ilusión, que todo aquello que amamos, que anhelamos, todo lo bueno que parece dar sentido a nuestra existencia, y también todo lo malo que la amarga, está condenado a desaparecer.  Todo es transitorio, todo es etéreo, y aferrarse a cosas, personas o procesos -como la juventud o la propia vida- efímeros es una garantía de infelicidad y angustia, una bomba de relojería que explotará tarde o temprano.  En contra de lo que pregonan a bombo y platillo los tabloides, el reto principal del ser humano no es acumular y conservar lo acumulado, sino ser capaz de cerrar los ojos en plena noche, enfrentándose a esa terrible soledad, a ese folio oscuro de la mente al que nadie se puede llevar nada que haya comprado, y hallar paz.

La práctica de yoga se orienta en esa dirección precisamente: proporciona un método práctico para llevar al ser humano a su estado primigenio, hacerlo retroceder a ese instante nada más nacer en que, desnudo e inocente, existía en armonía, para iluminar la conciencia adormecida y recuperar aquello que más necesita la sociedad desquiciada de hoy: serenidad, calma y paz.  No lo pienses más... ¡y practica!

domingo, 11 de octubre de 2015

Práctica estilo Mysore, ¿cómo y por qué?

Las obligaciones de los últimos meses me han mantenido apartado del blog.  Las entradas no han sido ni lo frecuentes, ni lo extensas, ni lo interesantes que me habría gustado.  Lo cierto es que las tareas que hemos tenido que acometer Nines y yo desde hace más de dos meses han sido tan colosales que sentarme a escribir en el blog simplemente era un lujo que no me podía permitir.  La apertura de Ashtanga Yoga Bilbao y actividades relacionadas ha sido el quehacer más evidente a los ojos de los que nos siguen a través de este blog, de nuestra página de Facebook o de la lista de correo electrónico de Ashtanga Yoga Bilbao, pero no el único.  Sólo en el último mes, mientras ultimábamos los detalles de la reforma, diseñábamos publicidad, actualizábamos la página web, encargábamos mobiliario y luego, mientras nos volcábamos en las clases y en organizar el día a día en Ashtanga Yoga Bilbao, hemos llevado a cabo dos mudanzas: una desde Madrid a Bilbao y otra desde nuestra ubicación provisional en Bilbao hasta nuestra ubicación definitiva en Bilbao, con todo lo que ello conlleva y que os podéis imaginar.  En el día de hoy, 11 de octubre, tras haber desembalado la última caja, colocado su contenido y -detalle importante- haber traído a nuestro nuevo hogar a nuestro querido gato Nevsky, nuestra serie de reformas, mudanzas y demás han terminado.  Ahora, al fin, podemos decir que estamos instalados en Bilbao.  

Con un día de descanso -12 de octubre- aún por delante, no se me ha ocurrido otra manera mejor para celebrarlo que escribir una nueva entrada en el blog.  Las palabras de hoy las dedicaré a algo que hace tiempo quería haber hecho: explicar las características del estilo Mysore y sus ventajas.  Lo cierto es que las preguntas más habituales que los estudiantes principiantes o los aspirantes a estudiantes plantean a los profesores de Ashtanga Yoga giran en torno al concepto de "clases estilo Mysore."  El estilo Mysore es una de las principales características de la práctica de Ashtanga Yoga.  En lo que alcanzo a saber, de hecho, el Ashtanga Yoga es único en esta manera de enseñar.  Por eso, no es de extrañar que muchas personas frunzan el ceño cuando se enteran que las clases de Ashtanga Yoga tradicional no van a ser guiadas, que no va a haber un profesor hablando en voz alta y diciendo a todos los alumnos qué han de hacer en cada momento, tal y como sucede en las otras clases de yoga que han visto o de las que han tenido conocimiento.

La mayor parte del texto que voy a transcribir a continuación no es mío, sino que lo he extraído de un extraordinario artículo escrito por Geraldine Beirne que encontré hace unas semanas en The Guardian.  Al final del post copio el enlace. 

Clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore, India.  Sharath Jois, de pie a la derecha.

Ashtanga Vinyasa Yoga es uno de los estilos de yoga más conocidos hoy día.  Millones de occidentales lo practican en busca de un cuerpo tonificado y de una mente calmada.  Pero las clases guiadas de Ashtanga Yoga pueden resultar muy intimidatorias, con un ritmo muy elevado que impide que los estudiantes noveles apenas puedan tener ocasión de recibir indicaciones o correcciones.  Por este motivo, a los nuevos estudiantes de Ashtanga Yoga Bilbao les desaconsejamos por activa y por pasiva acudir a las clases guiadas de los viernes hasta después de varias semanas o meses y tras haber acumulado unas cuantas decenas de horas de "vuelo".

La alternativa es la práctica estilo Mysore, la manera tradicional de practicar Ashtanga Yoga.  El estilo Mysore, uno de los grandes aportes de Pattabhi Jois al yoga, ofrece una clase de yoga personalizada pero mucho más barata de lo que costaría una clase privada, y todo ello con la energía de grupo de una clase convencional.  En una clase estilo Mysore, el profesor se dirige a ti por tu nombre, conoce tu práctica y, por último pero no por ello menos importante, la clase es silenciosa, sin peroratas en voz alta y sin música new age siendo vomitada a través de altavoces, lo que no da lugar a distracciones y facilita la concentración hacia el interior, que es justo de lo que debería ir el yoga. 

Mucha gente me ha escrito, un tanto desconcertada, porque no entienden qué es eso de una clase de tres horas que comienza a las 18:15.  Lo curioso del caso -para un neófito- es que es posible llegar a una clase estilo Mysore a cualquier hora y quedarse todo el tiempo que resulte necesario.  Para alguien que empieza, podría ser tan poco como 30-45 minutos, mientras que para la gente con más experiencia la clase podría llegar a durar dos horas.  Es una forma maravillosa de que tanto los principiantes como los avanzados compartan las clases sin segregaciones -nivel básico, intermedio y avanzado- y desarrollen una autopráctica que puedan llevar consigo a cualquier lado.

Baddha konasana, adho mukha svanasana y marichyasana A en una clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore, India.

Mysore es el nombre de la ciudad en la que K. Pattabhi Jois enseñó desde finales de la década de 1930 hasta su muerte en el 2009.  En su primer día en una clase estilo Mysore los estudiantes aprenden, como en su día lo hicieran los principiantes en la escuela de Pattabhi Jois, los saludos al sol paso a paso y quizás las primeras posturas de pie.  Después, el profesor le añade una nueva postura cuando siente que el estudiante ha memorizado la secuencia y la ha ejecutado de manera óptima.  Si al estudiante se le ha olvidado algo, el profesor está allí para ayudarle.  

Practicar yoga de esta manera deja en manos del estudiante la batuta.  La señal para moverse hacia la siguiente postura viene de su propia respiración, no de las instrucciones del profesor.  En consecuencia, los estudiantes pueden pasar más tiempo trabajando a su propio ritmo en algún aspecto que les parezca difícil.  A todos los efectos, el estudiante se convierte en su propio profesor.  Si hay algo que le resulta imposible, el profesor le ayudará o le proporcionará una versión más sencilla.

Las sesiones de estilo Mysore se caracterizan por el sonido de lo que algunos denominan "respiración ujjayi" y otros "respiración libre sonora" - una respiración poderosa, rítmica, que calienta.  Todo el mundo trabaja a su propio ritmo, así que un novato podría llegar a pensar que cada uno está haciendo algo distinto.  Esto sirve, en cierta manera, para reducir el elemento competitivo y comparativo que podría surgir en cualquier otra modalidad de ejercicio en grupo.  Se dan pocas instrucciones verbales y cuando se dan se susurran, dirigidas sólo a la persona interesada.

Clase estilo Mysore en la main shala del KPJAYI en Mysore India.  A la derecha, de pie y vestida de amarillo, Sharaswathi Jois, hija de Pattabhi Jois y madre de Sharath Jois.

Los ajustes son un elemento importante de la autopráctica estilo Mysore.  Aquí es donde los profesores experimentados emplean sus manos para guiar el cuerpo del estudiante hacia la postura con un correcto alineamiento.  Realmente hay que confiar en una persona que te anima a subir a una postura invertida como sirsasana por primera vez, por lo que resulta imprescindible asegurarse de que el profesor sea alguien preparado.

En una práctica estilo Mysore, los estudiantes han de afrontar las distracciones y los vaivenes de la mente regresando una y otra vez al estado de concentración, en lugar de escuchar pasivamente a un profesor u observar lo que hace el resto.  Esto hace que sea una práctica interna, una meditación en movimiento.  Si el propósito del yoga es calmar la mente, tal y como escribe Patanjali en sus yoga sutras, la práctica estilo Mysore de Ashtanga Yoga definitivamente puede ayudar a conseguirlo.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

Equinoccio de otoño, una oportunidad para el cambio.


El equinoccio de otoño ha puesto hoy punto y final al verano y dado inicio a un periodo de seis meses en los que la noche será más larga que el día.  Se trata de un gran cambio de ciclo que evoca la impermanencia de nuestra realidad.  El final del verano supone también el inicio de la primavera para nuestros vecinos del cono sur, por lo que una vez visto el cuadro completo tampoco cabe hablar de una transición triste, tal y como han parecido sugerir los noticiarios del día.  

Los grandes ciclos astronómicos como los equinoccios y solsticios, las fases de la luna o el día y la noche, equivalen al ciclo de la respiración.  Alguien podría decir que lo que más le gusta es inspirar oxígeno y estar despierto, y que eso de exhalar aire y echarse a dormir no le interesa para nada.  Sin embargo, uno no es posible sin el otro y, de hecho, uno y otro se necesitan.  Al reconocer y honrar los ritmos de la naturaleza, aprendemos a vivir en mayor armonía con ella y a aceptar que nosotros, como parte de la naturaleza, tampoco vamos a permanecer para siempre y que en lo bueno y en lo malo, en lo que nos gusta y lo que no, hallaremos cambios y que, sin duda, esos cambios harán para deshacer, o desharán para hacer.

Al finalizar la reforma en Ashtanga Yoga Bilbao y barajar fechas de apertura, el equinoccio de otoño pareció atraernos como un imán.  Una gran transición astronómica caía justo dentro del plazo al que las tareas pendientes apuntaban.  Era como si, en cierto modo, el cosmos nos guiñase un ojo.  No opusimos resistencia y nos dejamos llevar: sería el 21 de septiembre, lunes, a escasas horas del equinoccio.

Hoy, después de tres días, miramos hacia atrás satisfechos y hacia delante con ilusión.  Los cambios que nos ha traído este equinoccio han sido muchos y grandes, y qué menos que dedicarle estas pocas palabras después de tantas semanas de escasez epistolar en el blog.  Un abrazo y gracias.

domingo, 20 de septiembre de 2015

¡Listos para empezar!

¡Todo está a punto en Ashtanga Yoga Bilbao!  Tras tres meses de ajetreo que han incluido la búsqueda de un hogar para la escuela, una accidentada reforma y una mudanza desde Madrid, al fin hemos puesto la última maceta en su sitio y limpiado la última mota de polvo.  Te presentamos la que, si lo deseas, a partir de mañana será tu casa:

Recepción.
Sala de práctica.
Altar en honor a Guruji, creador del sistema Ashtanga Vinyasa Yoga, y Ganesha, el que remueve obstáculos.
Sala de práctica.
Sala de práctica.
Vestuario.
Duchas del baño.
En la siguiente secuencia de parejas de imágenes, tenéis una interesante visión del "antes" -o el "durante"- y el "después":




Detrás de este proceso de transformación que ha llevado a convertir una triste y vetusta oficina en una escuela de Ashtanga Yoga a la altura de Bilbao hemos estado, claro, Nines Blázquez y Fernando Gorostiza, aunque también queremos hacer una especial mención a Mircea Agapie e Ion Sonea, los albañiles-electricistas-carpinteros que gracias a su esfuerzo más allá del deber han hecho esto posible.  De no haberlos tenido a ellos, es probable que todavía hoy estuviésemos echando cemento y alicatando.


Mircea Agapie con Nines y Fernando.
Ion Sonea con Fernando.
Ha llegado la hora de la verdad: mañana, lunes, arranca la aventura de Ashtanga Yoga Bilbao.  ¡Te esperamos!

domingo, 6 de septiembre de 2015

¡Ashtanga Yoga Bilbao abre sus puertas!

Diseño de Nines Blázquez.

¡Ya tenemos fecha de apertura!  Llenos de ilusión y profundamente emocionados al fin podemos anunciar que el próximo lunes 21 de septiembre daremos comienzo a las clases regulares en Ashtanga Yoga Bilbao.  

Tras un mes de agosto loco, con jornadas de trabajo de lunes a domingo maratonianas, innumerables visitas a almacenes de construcción y mobiliario repartidos por toda la geografía vizcaína y un sinfín de vicisitudes, la obra ha llegado a su fin.  Próximamente publicaremos una entrada en este mismo blog con una pequeña crónica de lo que han sido la reforma.  Esta próxima semana llegará el grueso de los muebles desde los respectivos proveedores y todavía nos queda una última pechada para dar por terminado el último detalle, pero ya sabemos que la semana del equinoccio de otoño va a ser la que dará el pistoletazo de salida a la andadura de Ashtanga Yoga Bilbao.

Nuestro horario de clases va a ser el siguiente:  

Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes


07:15-09:15
Ashtanga Mysore


09:15-11:15
Ashtanga Mysore

09:15-11:15
Ashtanga Mysore

09:15-11:15
Ashtanga guiada





18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore
18:00-19:45
Ashtanga Mysore

19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:15-21:00
Ashtanga Mysore
19:00-21:00
Ashtanga guiada

Estos horarios son nuestra propuesta inicial.  En realidad, ¡estamos a disposición de los bilbaínos!  Si la gente lo quiere, podemos abrir clases todas las mañanas, los mediodías y/o los fines de semana.  Deja un comentario o escríbenos a info@ashtangayogabilbao.com si tienes alguna sugerencia al respecto.  Recogeremos todas vuestras peticiones y, en el caso de que se pueda formar un grupo de práctica en algún otro horario, lo abriremos gustosos.

¡Te esperamos el lunes 21!  Puedes venir desde las 09:00 de la mañana (recuerda que abrimos 15 minutos antes de la hora anunciada para que puedas inscribirte en la escuela y cambiarte sin prisas).  Durante las clases estilo Mysore, no tienes que ser puntual.  ¡Basta con que vengas a cualquier hora dentro del horario!  Tendremos esterillas de uso público, si es que no tienes una propia.  Para cualquier duda, escríbenos a info@ashtangayogabilbao.com o llámanos al 696123011.

La fiesta de inauguración tendrá lugar durante un fin de semana una vez comenzadas las clases.  Lo anunciaremos próximamente.

http://www.ashtangayogabilbao.com

lunes, 10 de agosto de 2015

Galería fotográfica de Ashtanga Yoga Bilbao.


¡Os presentamos la galería de imágenes de Ashtanga Yoga Bilbao!  Hemos publicado en la página web una serie de fotografías tomadas durante una práctica que Nines y yo realizamos en un parque hace dos fines de semana.  La autora de las fotografías es Eva Gutiérrez Fernández, a quien nos gustaría expresar desde aquí un caluroso agradecimiento por su buen trabajo y esfuerzo.



En esta entrada del blog hemos publicado tan sólo una muestra.  Si queréis ver la galería completa con más de sesenta fotografías, aquí tenéis la dirección, dentro de nuestra página web: http://www.ashtangayogabilbao.com/galeria.php



El yoga es un proceso interno de transformación personal por lo que esta clase de espectáculos externos más propios de una carpa de circo quizás no deberían tener cabida.   No obstante, conviene recordar el papel histórico que han desempeñado las exhibiciones de asanas en la reciente difusión del yoga.  Sin ir más lejos, y tal y como se explicó en el post anterior, el propio Pattabhi Jois fue iniciado en el yoga a través de una exhibición que Krishnamacharya tuvo a bien celebrar en Hassan, la aldea en la que se encontraba su escuela.  La demostración de asanas a la que asistió le dejó tan boquiabierto, que enseguida sintió el irrefrenable deseo de ponerse en contacto con el que sería su gurú y aprender yoga.  Una decisión que cambiaría su vida y el mundo para siempre.   



Otro tanto sucedió con David Williams y Norman Allen, primeros difusores del Ashtanga Yoga en Occidente, cuando asistieron a una exhibición de asanas que Manju Jois, hijo de Pattabhi Jois, impartió en aquel ashram de Pondicherry.  En estos y otros muchos casos, por tanto, una exhibición de asanas supuso el hito suficiente para inciarse en la senda del yoga, su puerta de entrada. 


Los nuevos tiempos conducen a nuevos medios y, hoy, las exhibiciones que otrora se celebraran de aldea en aldea y de ashram en ashram pueden tener lugar a través de Internet.  No hay nada como el vivo y el directo, pero lo digital también tiene sus ventajas y en Ashtanga Yoga Bilbao hemos optado por publicar esta galería para ayudar a difundir el Ashtanga Yoga y mostrar los frutos EXTERNOS de un compromiso constante mantenido durante años.  Ojalá que las imágenes sirvan de inspiración a algunas personas y les animen a dar su primer paso en este fascinante camino de autoconocimiento que es el yoga y que consiste en, quede claro, a través de lo externo, llegar a lo interno.


http://www.ashtangayogabilbao.com/galeria.php