martes, 11 de abril de 2017

El enfrentamiento entre Vasishtha y Vishwamitra.

Ilustración de Vasishtha y Vishwamitra ejecutando las asanas a las que dan nombre: vasishthasana y vishwamitrasana.

Como saben los asiduos a nuestra escuela, en Ashtanga Yoga Bilbao cada semana impar, antes de las clases guiadas que tienen lugar en viernes y sábado, damos una pequeña charla de alrededor de quince minutos sobre algún tema relacionado con el yoga.  Lo llamamos "el uno por ciento de teoría", en referencia a una famosa cita de Krishna Pattabhi Jois según la cual "el yoga es un 99% práctica y un 1% teoría" - "yoga is 99% practice and 1% theory"

La idea de estas charlas teóricas surge de la tradicional conferencia que impartía Guruji los domingos en Mysore y que ahora Sharathji imparte los sábados por la mañana después de la última clase guiada de la semana.  Estas charlas -Conference, como las conoce todo el mundo- suelen tener una hora larga de duración, tocan varias temáticas, algunas nuevas a elección de Sharath y otras recurrentes que repite casi cada semana, e incluyen un espacio para responder preguntas.  Son verdaderamente multitudinarias; sin duda uno de los momentos mágicos de la estancia en Mysore y en los que mejor se percibe la enorme cantidad de gente que estudia cada mes en el KPJAYI.

Al plantearnos el proyecto de Ashtanga Yoga Bilbao tuvimos claro que, a nuestra manera, debíamos reproducir la experiencia de la Conference de Mysore.  Sin embargo, nos parecía fuera de lugar pretender que cada semana nuestros estudiantes se acercasen hasta la escuela fuera del horario de clases para escuchar una larga charla; la iniciativa quizás no tendría buena acogida entre un público que empezaba a conocer Ashtanga Yoga y además seguramente nosotros tampoco estábamos preparados para mantener su interés durante tanto tiempo cada semana.  Desde luego que no tenemos la capacidad o los conocimientos de Sharath ni de Pattabhi Jois, pero a decir verdad tampoco es una tarea sencilla; por ejemplo, en la escuela Ashtanga Yoga London de Hendry Hamish, profesor certificado reputadísimo y con una vasta preparación, la Conference se celebra tan sólo una vez al mes.

Instantes antes de la Conference de Sharath en el KPJAYI de Mysore.

Pero la pincelada regular de teoría se nos antojaba imprescindible.  Nos consta que hay gente que se limita a practicar el método de asanas y respiración de Ashtanga Yoga durante años y no hace ningún esfuerzo personal por aprender nada más allá, acumulando cientos, miles de horas de práctica y cero horas de teoría.  En cierta ocasión, descubrí con sorpresa que una chica de Madrid que había sido mi compañera de práctica durante años no sabía quién era Pattabhi Jois ni que Mysore era una ciudad del sur de la India.  Ella no había investigado nada por su cuenta y nadie nunca se lo había explicado.  Era nuestro deber, por tanto, hacer algo por que germinase la semilla del conocimiento y, sobre todo, del interés, en las personas que se acercasen hasta nosotros en Ashtanga Yoga Bilbao.

Para resolver la cuestión finalmente recurrimos a la estancia de Gabriella Pascoli en Ashtanga Yoga Madrid en el año 2014, cuando sustituyó a nuestro profesor Borja durante su viaje a la India.  Gabriella comenzaba todas las clases guiadas con alguna pequeña salida de guión: explicaba qué eran los bandhas, hablaba de porqué las mujeres no debían practicar posturas invertidas durante la menstruación, enseñaba algún ejercicio de pranayama...  Al final, el ejemplo de Gabriella nos sirvió de inspiración y es lo que hemos acabado estableciendo en Ashtanga Yoga Bilbao.

Desde que a finales de agosto arrancase este curso 2016-2017 hemos estado tratando en nuestras charlas uno de los grandes tópicos del yoga: el Ashtanga Yoga, el yoga de los ocho pasos, que Patanjali describe en su segundo capítulo de los Yoga Sutras.  Durante todos estos meses hemos ahondado en los cinco yamas o restricciones morales, conductas, comportamientos a tener en cuenta en nuestra relación con el exterior y hemos hablado también de los primeros tres niyamas o restricciones internas: saucha, santosha y tapas.

Ronald Steiner ejecuta Vasishthasana, la primera postura de la tercera serie en honor al sabio Vasishtha.  Imagen obtenida de www.ashtangayoga.info.

La primera semana de abril hablamos de tapas: la austeridad, simplicidad, perseverancia o disciplina necesarias para mantener una vida alejada de la mera satisfacción de los deseos de los sentidos.  Un verdadero practicante espiritual, conocido como sadhaka, ha de mantener su práctica contra viento y marea, sin flaquear ni arrojar la toalla ante las dificultades que la práctica y la propia vida plantea tarde o temprano.  Casi a modo de anécdota, hablamos también de los tapasya o practicantes de tapas que históricamente llevaron la austeridad al extremo de la mortificación con vistas a conseguir poderes sobrenaturales o siddhis y pusimos como ejemplo el legendario enfrentamiento entre los sabios Vasishtha y Vishwamitra descrito en el Ramayana, la gran epopeya del hinduísmo junto con el Mahabharata, en el que se relata la historia del príncipe Rama, séptimo avatar de Vishnu, y sus aventuras durante el exilio forzoso a que se ve abocado tras una conspiración en la corte de su padre, el Rey Dasharatha.

Este próximo fin de semana será el tercero del mes pero se estará celebrando la Semana Santa y Ashtanga Yoga Bilbao cerrará por vacaciones, pero en la última semana de abril, los días 28 y 29, antes de las clases guiadas, contaremos precisamente la historia de Vasishtha y Vishwamitra, que adopta la forma de un precioso cuento con una instructiva moraleja.  Mientras traducíamos el texto, lo adaptábamos y preparábamos su presentación, nos hemos dado cuenta de que se trata de una historia tan bonita, tan icónica del yoga y tan representativa de la cultura y manera de pensar en la India, que hemos decidido publicarla en el blog, antes incluso de que la presentemos en nuestras clases.  ¡Que la disfrutéis!


El sabio Vasishtha con su mujer Arundhati y la vaca Sabala.

El enfrentamiento entre Vasishtha y Vishwamitra: un relato del Ramayana.
Fuente: Capítulos II y III del Ramayana, 47ª edición de la adaptación al Ramayana traducida por Chakravarti Rajagopalachari y publicada por Bhavan's Book University.  Adquirido en el Ramakrishna Ashram de Gokulam en verano del 2008.

Érase una vez un rey llamado Vishwamitra que marchaba con su ejército y al que la casualidad llevó hasta el ashram del sabio Vasishtha.  El rishi les dispensó una hospitalidad tan suntuosa al Rey y sus soldados que Vishwamitra se preguntó de dónde provendría tanta abundancia en una ermita perdida en pleno bosque.  Al ser preguntado, Vasishtha llamó a su vaca Sabala y explicó que ella era la fuente de la inagotable plenitud.

Vasishtha dispensa un festín a sus invitados.  Antes de convertirse en eremita, a Vishwamitra se le conocía como el Rey Kaushika.  Para evitar confusiones, aquí lo llamaremos siempre Vishwamitra.

Tras darle las gracias al sabio, el rey Vishwamitra dijo: "Debes entregarme esta vaca puesto que ella será mucho más útil conmigo que contigo.  Los grandes artefactos de poder y riqueza pertenecen al Rey por pleno derecho."

Sabala, la vaca de la abundancia y causa de la disputa entre Vasishta y Vishwamitra.  También se la conoce por los nombres Kamadhenu y Nandini.

Pero Vasishtha no podía separarse de la divina vaca.  Citó numerosas razones y suplicó al rey que no siguiera adelante con su requerimiento.  Pero cuanto más reacio se mostraba Vasishtha en entregar la vaca, más ansioso se volvía el Rey de poseerla.

Tras fracasar en sus esfuerzos de convencer al sabio para que se separase de la vaca, Vishwamitra se enfadó y ordenó a sus hombres que se apropiasen de la vaca mediante la fuerza.

Vishwamitra exige a Vasishtha que le entregue a la vaca Sabala.

Sabala no podía entender porqué estaba siendo manejada con tanta rudeza; ella no quería alejarse del sabio y de su ashram.  Con lágrimas en los ojos, se preguntó en qué manera habría ofendido a Vasishtha para que éste permaneciese quieto y se limitara a observar mientras se la llevaban a rastras.  La vaca se escabulló de entre las manos de los soldados y corrió a buscar refugio a los pies del sabio.

Conmovido por la lastimosa súplica de su querida vaca, que era como una hermana pequeña para él, el sabio dijo: "Haz que surjan soldados y que planten cara a los hombres de Vishwamitra."

Sabala invoca un ejército de soldados.

Sabala obedeció al instante, y los agresores fueron rechazados.  Ciego de rabia, Vishwamitra se subió a su carro de guerra y, alzando su arco, arrojó una lluvia de flechas sobre los soldados invocados por la vaca, pero su fuerza era inagotable y las fuerzas reales sufrieron una completa derrota.  A continuación, los hijos de Vishwamitra apuntaron al propio Vasishtha, pero fueron volatizados.

Vishwamitra inicia su tormentoso viaje espiritual.

Derrotado y desgraciado, Vishwamitra confió su reino a uno de sus hijos supervivientes y marchó a los Himalayas a someterse a rigurosos tapas, dirigiendo sus devociones a Lord Shiva para obtener poderes con los que someter a Vasishtha.

Tan firme fue Vishwamitra en sus austeridades que Lord Shiva resultó complacido y apareció ante él.  Le preguntó al rey cuál era el objetivo que perseguía al llevar a cabo esos tapas.

Vishwamitra replicó: "Si tú estás satisfecho con mis tapas, bendíceme con flechas divinas y permite que domine todas las armas."

"Así sea," dijo Shiva, y le entregó a Vishwamitra todas las armas disponibles de los Devas, Gandharvas, Rishis, Yakshas y Demonios.

Vishwamitra se enfrenta de nuevo a Vasishtha, que esgrime su bastón mágico.

Hinchado de orgullo como el océano, Vishwamitra dio por hecho que Vasishtha estaba acabado.  Se dirigió a todo correr hasta la morada del sabio.  Aterrorizados por la llegada del terrible Vishwamitra, los discípulos de Vasishtha y los animales de su ashram se esfumaron.

Golpeados por el arma de fuego de Vishwamitra, el ashram de Vasishtha quedó reducido a cenizas.

Vasishtha lamentó al giro de los acontecimientos, pero decidido a acabar con la desmedida altivez del rey reconvertido en eremita, le plantó cara con su Brahmadanda -bastón sagrado- en la mano.  Ciego de ira, Vishwamitra le disparó todas las armas divinas que Shiva le había dado, pero todas fueron detenidas según se acercaban al bastón del rishi, que las absorbió.

A Vishwamitra no le quedaba más que un arma en su arsenal, pero era la más poderosa de todas: el Brahmaastra.  Según la esgrimía contra Vasishtha el mundo quedó envuelto en tinieblas como si de un inmenso eclipse se tratara, y hasta los inmortales temblaron aterrorizados.  Pero también el terrible astra se fundió con el bastón del rishi, provocando que tanto él como el hombre santo brillasen con la gloria que habían absorbido.

Momento álgido del épico combate entre Vasishtha y Vishwamitra, en el que los sabios esgrimen su brahmadanda y brahmaastra, respectivamente.

Vishwamitra se quedó perplejo.  Aceptando la derrota abiertamente, dijo: "¿Qué sentido tiene el poder de los Kshatriyas -casta guerrera- en el arte de las armas?  Si con tan sólo un bastón en su mano, este Vasishtha ha anulado todas mis armas.  De hecho Lord Shiva me ha engañado.  No tengo otra alternativa que convertirme en un Brahma Rishi como Vasishtha."  Tras decir esto, se retiró del campo de batalla y se dirigió al sur a sumergirse en tapas aún más rigurosos.

Durante años y años Vishwamitra padeció terribles austeridades.  Complacido por sus perseverancias, Brahma se presentó ante él.  Tras anunciarle a Vishwamitra que, como consecuencia de sus tapas había alcanzado el rango de rishi entre los reyes, Brahma se desvaneció.

A Vishwamitra le decepcionó enormemente que todas sus penalidades le hubiesen otorgado sólo el estatus de Raja Rishi.  Descontento con nada que no fuera sino el rango más alto -Brahma Rishi-, se sometió a austeridades más y más rigurosas con tal de que se le reconociese estar a la misma altura que Vasishtha.

Vishwamitra: el hombre que se atrevió a desafiar a los dioses.  Portada de una novela india.

Cierto día, Vishwamitra supo de un Rey llamado Trisanku tan apegado a la belleza de su cuerpo que no soportaba la idea de tener que abandonarlo al morir y al que una maldición -lanzada por Vasishtha precisamente, para tratar de alejarlo del apego a su cuerpo- había convertido en chandala, un intocable cubierto de harapos.  Vishwamitra sintió lástima por él y halló la ocasión pintiparada para rendir cuentas con su archienemigo: ésa era la gran debilidad de Vishwamitra; era muy impulsivo y en seguida se dejaba llevar por sus emociones, bien fueran ira, simpatía o amor.

Vishwamitra se ofreció para oficiar una ceremonia de sacrificio que le permitiría a Trisanku ser aceptado en los cielos en su forma física y no solo en espíritu.  Invitó a todos los sabios y discípulos de los alrededores, pero cuando invocó a los dioses para que descendieran y aceptasen sus ofrendas, ninguna deidad acudió.  Los rishis que habían asistido a la ceremonia se mofaron.

Loco de ira, Vishwamitra exclamó: "Oh, Trisanku, admira ahora mi poder.  En este momento transfiero para tu beneficio todo el mérito que he obtenido.  Si mis austeridades tienen algún valor, deberían elevarte hasta el cielo en tu cuerpo mortal.  No me importan si los Devas rechazan mis ofrendas.  ¡Oh, Rey Trisanku! ¡Asciende!"

Un milagro ocurrió entonces.  Ante el asombro de todos, Trisanku con su cuerpo de chandala se elevó hacia el cielo.  El mundo contempló así el poder de los tapas de Vishwamitra.

Indra impide que Trisanku ascienda al Cielo en su forma física.

Trisanku alcanzó el Cielo, pero Indra, el San Pedro hindú, lo rechazó y lo obligó a descender de nuevo.  Trisanku cayó desde los cielos, bocabajo, gritando: "¡Oh, Vishwamitra! ¡Sálvame!"

Vishwamitra, decidido a darles una lección a los dioses, espetó a Trisanku: "¡Detente ahí!" y, para sorpresa de todos, el descenso hacia tierra de Trisanku cesó abruptamente y se detuvo en medio del aire, brillando como una estrella.  Como un segundo Brahma, Vishwamitra empezó a crear un nuevo horizonte de estrellas que alarmó a los Devas, quienes le rogaron que por favor aplacase su ira y no continuase con la creación de un segundo universo.

La caída de Trisanku desde los Cielos, detenida por Vishwamitra.

Tan fácil de ser complacido como de ser provocado, Vishwamitra detuvo su proceso creativo.  Pero sus increíbles acciones habían consumido todo el poder que había acumulado con sus austeridades, y se encontró con que tenía que empezar de nuevo. 

Vishwamitra entonces se dirigió hacia el oeste y persistió en sus austeridades.  Durante años continuaron los rigurosos tapas, pero una vez más en cuanto estaban a punto de dar sus frutos, algo sucedía que desataba su ira y le hacía perder el control.  Tras recomponerse, resolvía con firmeza no dejarse llevar nunca más por la ira y reanudaba sus tapas.

Vishwamitra en estado de meditación.

Después de muchos años de austeridades, Brahma y los Devas surgieron ante él y le dijeron: "Tus tapas han surtido efecto.  Ya no estás en el rango de los reyes; te has convertido en un verdadero rishi."

Esto de nuevo le supuso una decepción.  Deseaba convertirse en un Brahma Rishi, igual a Vasishtha, y tan sólo se le reconocía como un rishi común.  Era un reconocimiento tan inútil como los proyectiles que el Brahmadanda de Vasishtha se había tragado.

Por lo tanto, decidió proseguir con sus tapas, más severos que nunca.

Menaka y Vishwamitra.

A los Devas no les gustó esto.  Enviaron a la damisela celestial Menaka para tentarlo con su belleza y candor celestiales y conseguir que así Vishwamitra se olvidase de su elevada pero obsesiva meta y prestase atención a los placeres mundanos.  Acudió al lugar donde Vishwamitra se estaba sometiendo a austeridades y jugó a llamar su atención con un centenar de ardides de seducción.  Vishwamitra la vio y quedó fascinado por su belleza.  Rompió su juramente y pasó diez años abandonado en un sueño de gozo carnal.

Finalmente despertó, observó a la asustada Menaka con pena y dijo que no la maldeciría, puesto que había sido culpa de su propia locura, no de ella, quien al tentarlo tan sólo había cumplido las órdenes de su maestro.  Y con tristeza se encaminó hacia los Himalayas a continuar sus tapas rotos.

Allí, durante mil años, controlando sus sentidos, realizó rigurosos tapas.  Por petición de los Devas, Brahma volvió a aparecerse a Vishwamitra y le habló así: "Te doy la bienvenida como Maharishi, hijo mío.  Satisfecho por tus conmovedores tapas, te otorgo ese título y la santidad que comporta."

Sharath Jois ejecuta Vishwamitrasana, la postura en honor al sabio Vishwamitra que evoca sus ansias guerreras.

Sin alegrarse ni decepcionarse, Vishwamitra dobló sus manos en adoración y preguntó al Padre del Universo si la bendición significaba que había logrado conquistar los sentidos.

"De ninguna manera", respondió el Creador, "pero sigue esforzándote en dominarlos."
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Decidido a lograr la conquista suprema, Vishwamitra inició otro millar de años de tapas todavía más duros que arrastraron a los Devas a una consternación aún mayor.

Rambha despliega todos sus encantos para tentar a Vishwamitra.

Indra envió la damisela celestial Rambha y la instruyó para que desplegase todas sus artes para seducir a Vishwamitra y alejarlo de su propósito.  Ella tenía miedo, pero Indra le aseguró que no la dejarían sola, sino que la acompañarían el Dios del Amor y el Espíritu de la Primavera.  Aceptó a regañadientes y, según penetró en la zona de retiro de Vishwamitra, el bosque floreció con una belleza inconmensurable, el viento del sur sopló brisa cargada de aromas de flores y sonaron bellas melodías.  El Amor y la Primavera estaban allí para ayudar a la Belleza.  Perturbado por sensaciones a las que durante mucho tiempo había sido ajeno, Vishwamitra abrió los ojos y contempló a una sonriente damisela de embriagadora belleza que parecía el mismísimo espíritu de la primavera con sus flores, fragancia y música.  Ante esta visión de voluptuosidad un relámpago de ira le atravesó, reconociendo en ella otra tentación arrojada a él por los envidiosos Devas y maldijo a la tentadora: "Oh Rambha, por querer tentarme a mí, que estoy esforzándome en conquistar la ira y el deseo, te condeno a quedarte petrificada durante diez mil años."

Pero esta explosión de ira le hizo darse cuenta de lo lejos que se encontraba de completar su propósito y con pena abandonó los bosques de los Himalayas y buscó la soledad del este.  Allí, detuvo su respiración, abandonó todo pensamiento en las cosas mundanas y realizó unas austeridades tan rigurosas que de su cuerpo surgieron humo y llamas que cubrieron el universo.  Entonces, tras la oración de los aterrorizados dioses, Brahma apareció de nuevo ante él y lo envistió como Brahma Rishi. 

Pero Vishwamitra dijo: "¿Cómo puedo ser feliz, a menos que sea de los labios de mi viejo enemigo, Vasishtha, que escuche que soy un Brahma Rishi?"

Dos indios ataviados de Vasishtha y Vishwamitra, tan amigos después de haber estado enfrentados a muerte.

Vasishtha surgió entonces, sonrió recordando su lucha con Vishwamitra, y le dijo: "Has obtenido el fruto de tus grandes austeridades.  Ya eres un Brahma Rishi, mi hermano."

Y así concluye la historia del sabio Vishwamitra, el rey que alcanzó la santidad padeciendo terribles austeridades y que en su afán de poder llegó a desafiar a los mismos dioses, pero que sólo halló la verdadera sabiduría en la reconciliación con sus propias emociones y con su enemigo.  Posteriormente, Rama encontraría en él a su preceptor.


Conclusiones.

En los poderes sobrenaturales que Vishwamitra persigue con desesperación podemos reconocer, en sentido metafórico, las aspiraciones que nos atenazan a nosotros mismos: acumulación material, ascensos laborales, reconocimiento social, conquistas afectivas...  Mientras permanece dominado por sus sentidos, por su rabia, por su afán de venganza, Vishwamitra nunca considera suficiente el premio recibido y se empeña más y más en aumentarlo, una situación que sin duda nos resultará familiar.

En realidad, el viaje de Vishwamitra es un viaje iniciático hacia la sabiduría espiritual.  Su primer objetivo es Sabala, la vaca de la abundancia con la que podrá obtener todo lo que desee de este mundo, pero cuando Vasishtha se erige en protector de Sabala y logra derrotar a todo su ejército, el nuevo objetivo de Vishwamitra pasa a ser el poder, un poder que sólo los dioses le podrán otorgar a través de una sacrificada vida de renuncia.  Tras el segundo enfrentamiento y una nueva derrota, Vishwamitra se da cuenta de que sólo alcanzará el éxito cuando alcance en sabiduría a su enemigo, y entonces ya es cuando Vishwamitra resuelve ir en pos de la sabiduría que Vasishtha encarna.  En la reorientación de su objetivo reside su salvación.  La sabiduría, sí, le concederá el poder con el que someter a su enemigo, pero la propia sabiduría será la que le conduzca a la supresión de su sed de poder y venganza.  Vishwamitra acaba por aprender esta lección a las duras y tras no pocos avatares.

El relato, por tanto, inspira al lector a huir de los cánones de éxito que antes y ahora asolan a las sociedades humanas e iniciar su sadhana en pos de la verdadera sabiduría: la felicidad no reside en la infinita e imposible satisfacción del deseo, en la acumulación de lujos y ostentaciones -poderes-, sino en el desarrollo de la interioridad, la simplicidad hacia el exterior, la satisfacción por lo que se recibe y la ausencia de reacción ante penas y alegrías, logros y fracasos; lo que en el relato de Vasishtha y Vishwamitra es referido como la conquista de los sentidos.  Además de tapas, los dos primeros niyamassaucha santosha, giran también en torno a estos mismos conceptos.  Esta enseñanza se puede extrapolar a todos los ámbitos de la existencia humana y muchos han de aprender esto como Vishwamitra, por las malas.  En la práctica de asanas, por ejemplo, el exceso de celo, la autoexigencia, la ambición, el deseo por alcanzar metas, el apego a los logros, dejan camino expedito a la frustración, al dolor, a las lesiones.

En un sinfín de ocasiones los denodados esfuerzos de Vishwamitra se revelan vanos y una y otra vez se frustra y se estrella, pero también es cierto que una y otra vez se levanta y persevera.  Tapas es simplicidad, es austeridad, es control de las emociones, pero no es conformismo ni dejadez, sino que también es perseverancia y esfuerzo, no abandonar ante las dificultades ni el hastío.  Como Sharath gusta repetir a menudo; un verdadero practicante espiritual, un shadaka, se pondrá cada día sobre la esterilla, pase lo que pase, y practicará con toda su atención, inteligencia, esfuerzo y habilidad.  Luego, independientemente de lo sucedido, juzgará el éxito de su práctica no por lo que ha logrado, sino simplemente por haberla hecho.  Le llevó miles de años a Vishwamitra aprender todo esto; ¡a ver cuánto tardamos nosotros!