¡Ashtanga Yoga Bilbao vuelve a la India! Nines y Fernando en Mysore en diciembre del 2016. |
En lo que no podemos dejar de considerar un curioso giro del destino, este mes de agosto pasaremos nuestras vacaciones en Mysore practicando con Sharath Jois.
Este año Sharath no inició su temporada de enseñanza en octubre, como solía ser habitual. Tan sólo se dedicó a anunciar una serie de tours en diferentes fechas por Asia, Europa y América. Hubo muchos rumores al respecto: problemas de salud, personales, etcétera.
De pronto, en el mes de octubre, Sharath anunció que enseñaría en Mysore los meses de diciembre y enero. Se abrió un plazo de inscripción y Nines y yo pensamos en apuntarnos: yo iría en diciembre y ella en enero, coincidiendo juntos durante las vacaciones de Navidad. Sin embargo, no sería posible. Sharath sólo quería que se apuntara gente dispuesta a estudiar con él los dos meses enteros, no meses sueltos. Con tan escaso margen de maniobra y obligados a atender nuestra propia escuela, decidimos no enviar la solicitud.
Muchos amigos fueron a Mysore en lo que se pensaba sería la única oportunidad que habría esta temporada para aprender con Sharath. No obstante, en marzo hubo otra gran sorpresa: Sharath volvería a enseñar en Mysore durante los meses de junio, julio y agosto. Y esta vez, sí, permitiría apuntarse meses sueltos, además de dos -no tres- meses seguidos.
Las personas que habían estado en Mysore en los meses de diciembre y enero no podían regresar en verano. Sin duda, era una gran oportunidad para aparcar el mal fario que habíamos tenido en las últimas temporadas. En efecto, aunque Nines fue aceptada en enero del 2017, yo fui rechazado sucesivamente en diciembre del 2015, verano del 2016 y diciembre del 2016.
Desgraciadamente, no podíamos permitirnos ir a Mysore en el mes de junio, cuando sin duda habría más probabilidades de ser aceptados por ser el primero de la nueva "temporada" veraniega. El primer taller de Peter Sanson en Ashtanga Yoga Bilbao entre el 21 y el 24 de junio, con el que estamos tremendamente ilusionados, era una de las poderosas razones que nos retenían en Bilbao. Curiosamente, el propio Peter volaría a la India para practicar con Sharath en julio y agosto nada más concluir el workshop en Bilbao.
Así que nosotros resolvimos hacer lo mismo. Nines prefería quedarse en Bilbao en julio e ir a la India sólo en agosto, mientras que yo iría los dos meses. Al llegar el uno de abril hice la pertinente solicitud que, cosa rara, entró a la primera, y esperé pacientemente la respuesta. Al cabo de un par de semanas, la recibí: no podría ir a Mysore en julio. ¡El cuarto rechazo en tres años! Pattabhi Jois solía hablar de lo difícil que le resultó a Krishnamacharya llegar hasta la residencia de su gurú Ramamohan Brahmacharya en los Himalayas recorriendo montañas y precipicios, y de lo fácil que lo teníamos ahora los yoguis modernos. No contaba, en cambio, con esta nueva circunstancia moderna: ser rechazado por tu gurú a través de un ordenador sin siquiera tener la oportunidad ni de presentarte a su puerta ni de emprender el viaje siquiera.
De todas formas, el rechazo era previsible. En junio habían sido aceptadas entre trescientas y cuatrocientas personas, muchas de las cuales se quedarían en Mysore durante dos meses. En julio, por lo tanto, tan sólo estaban disponibles las plazas de las personas que únicamente podían quedarse el mes junio y que, podía intuirse, no serían demasiadas. La gran oportunidad la brindaba el mes de agosto, cuando todos los que se iban a quedar tanto junio como julio tendrían que regresar a sus casas.
El primero de mayo -treinta de abril en la realidad local, aunque primero de abril en la India-, estábamos listos delante del ordenador, con todo preparado. En cuanto apareció el formulario en la página web de Sharath rellenamos todos los campos, adjuntamos las fotografías y pulsamos el botón de envío. En mi caso, me llevó menos de un minuto. Pero, ¡oh sorpresa! En muchas partes del mundo otras tantas personas estaban haciendo lo mismo que nosotros y, al igual que sucediera en anteriores ocasiones, el servidor se desplomó. Las redes sociales bullían. Nadie había podido enviar la solicitud. Al cabo de tres cuartos de hora de intentos, resignados, nos fuimos a otra cosa, mariposa. Aunque, cual chimpancé compulsivo, a cada rato comprobaba en el móvil el estado de la web. "Servidor inalcanzable", "Base de datos caída" y otros mensajes similares me escupía la pantalla a la cara. Pero, de pronto, al cabo de una hora u hora y media, la página web volvió a activarse y pude acceder al formulario. Lo rellené a todo correr y, a continuación, hice lo mismo con la solicitud de Nines, que estaba demasiado harta como para volver a hacerlo ella misma. ¡Las dos entraron! Y al cabo de una semana, con pocos minutos de diferencia, recibimos la respuesta: ¡sí iríamos en agosto a Mysore! ¡Y los dos juntos!
Ya tenemos cogidos los billetes de avión: volaremos a la India el 24 de julio y regresaremos el 4 de septiembre. Las clases en Ashtanga Yoga Bilbao, lógicamente, se interrumpirán entre esas dos fechas. Una de las víctimas colaterales será el taller de Sharath Jois en Madrid entre el 4 y el 8 de septiembre al que estábamos seguros de asistir. Las nuevas circunstancias y nuestra fecha de regreso nos obligan a cambiar de opinión. Aunque nos dé algo de pena no poder participar al lado de un montón de amigos de toda España en el primer tour de nuestro maestro por estos lares, desde luego, preferimos mil veces estar un mes entero con Sharath en Mysore que hacer cinco clases guiadas con él en Madrid.
Nines está acostumbrada, pero para mí va a ser la primera ocasión que practique con Sharath sólo durante un mes. Hasta ahora siempre me había quedado en Mysore durante dos meses largos. Aunque me pueda saber a poco, ha sido tan larga mi ausencia -más de tres años- que seguro me va a encantar. Y más aún después de lo solitaria que ha sido mi práctica durante estos tres años. Los cinco días que pasamos la semana pasada con Peter Sanson en Madrid han supuesto para mí el periodo más largo durante todo este tiempo en el que he practicado con un profesor. La práctica de Nines se suele solapar con el comienzo de la clase de la mañana y tengo ocasión de ayudarla en la parte final de su práctica, pero para ella también será un momento muy especial este retorno a Mysore. Hemos sido capaces de mantener nuestra sadhana, nuestra disciplina de práctica contra viento y marea durante estos tres años y lo hemos hecho con gusto, pero queremos saborear cada bocado de esta oportunidad que nos brinda la providencia.
¿Y qué sentido tiene regresar a Mysore una vez más? En mi caso, después de este viaje ya habré pasado cerca de un año de mi vida en esa ciudad, la tercera en mi particular clasificación tras veinticinco más tres años en Bilbao y casi diez en Madrid. Las motivaciones para volver a Mysore una y otra vez, dedicando a esa anodina ciudad -turísticamente hablando- del sur de la India tanto tiempo, tantas vacaciones, tanto esfuerzo y sacrificios y tanto dinero, son varias y contundentes, pero quizás sean dignas de otra entrada en este blog. Hoy sólo he querido plasmar los acontecimientos que han hecho posible este emocionante y largamente esperado retorno.
Precisamente en el mes de marzo, cuando se supo que habría temporada en verano, se publicó un artículo en la página web Sonima con la rúbrica de Sharath Jois en el que abría su corazón y, entre otros interesantes puntos, daba respuesta a varias cuestiones que los mentideros habían alzado acompañadas de toda clase de rumores: por qué no había comenzado la habitual temporada de seis meses en octubre, por qué está organizando tantos tours y por qué había decidido volver a enseñar en verano. He aquí sus palabras:
Cuando me encuentro en Mysore enseñando, estoy tan sumergido en la enseñanza que apenas tengo tiempo para mi propia práctica. Cada año, siempre intento dedicar algunos meses a concentrarme en mi propia sadhana. Esto es lo que estoy haciendo en la actualidad. Me ayuda a refrescar mi práctica de yoga y mis enseñanzas así como mantener el equilibrio.
Por lo general, enseño de cinco a seis meses seguidos, pero esta pasada temporada quise tomarme un descanso para estar con mi familia y ayudar a mis hijos en su educación. Muchos estudiantes me dijeron que los dos meses (diciembre y enero) habían pasado demasiado rápido. Algunos lloraban cuando se iban. No querían marcharse. Querían quedarse y estudiar, pero tienen familia y trabajos a los que regresar. Querían saber cuando se abriría la shala de nuevo para poder tomarse otras vacaciones y volver. Pero una parte del yoga es vivir una vida equilibrada, estable, y no pasar demasiado tiempo lejos de casa.
Cuando los estudiantes vienen a Mysore, no tienen las habituales exigencias de su vida en casa. Para muchos, es agradable acudir a la fuente y aprender. En casa, tienen su trabajo y su familia y es difícil para ellos prestar una atención completa hacia su práctica de yoga. En Mysore, si así lo escogen, pueden concentrarse por completo en el yoga.
Mysore es muy simple. Nada es lujoso en Mysore. No importante cómo de lujosa o compleja es tu vida en tu país, una vez vienes a Mysore y aprendes en la shala, todo es simple. Las enseñanzas son simples, muy efectivas, pero simples. La cuestión es experimentar tu práctica de yoga en un ambiente en el que te puedas relajar.
En Mysore, los estudiantes pasan tiempo juntos. Aprenden yoga, practican juntos, van a visitar sitios y comen juntos. Están aprendiendo, pero también disfrutan de su tiempo. Todas estas cosas los rejuvenecen. Ellos regresan a su país refrescados, pero siempre echan de menos esto. En Mysore, se sienten parte de una familia.
Lo mismo ocurre cuando viajo para enseñar. Cada año, recibo muchas peticiones para enseñar a estudiantes en sus ciudades. He estado viajando durante muchos años enseñando yoga e intentando alcanzar todos los lugares que puedo. No todo el mundo puede venir hasta la India para estudiar yoga así que cuando viajo procuro ofrecerles la experiencia de cómo es el auténtico yoga en Mysore. He ido a lugares en los que no había Ashtanga Yoga, donde los estudiantes nunca habían experimentado el auténtico yoga que enseñamos en Mysore. Siempre intento animarles a que aprendan más. La energía es muy buena cuando los estudiantes me visitan en las giras y están deseosos por aprender. Quizás algún día visiten Mysore, pero hasta entonces intentaré ir hasta ellos.
De muchas maneras, viajar me recarga. Tanto si estoy enseñando, viajando o tomándome un descanso, intento mantener en armonía la familia, el trabajo y la sadhana. Cuando hago mis planes para viajar, tengo en cuenta mi práctica, mis comidas y mi rutina de sueño. Cuando me tomo un tiempo de descanso, tengo en cuenta a mis estudiantes y cómo recargarme para poder enseñarles de nuevo. Cuando enseño, intento disfrutar de la vida cotidiana con mi mujer y mis hijos. Por el bien de mi propia sadhana, encontrar el equilibrio entre estas cosas es esencial para poder orientar mis esfuerzos hacia aquello que esté haciendo.
Muy pronto volveré a viajar de nuevo. En abril estaré en Tailandia y China. Después estaré en casa para enseñar en Mysore en junio, julio y agosto. En septiembre tendrá lugar una gira por España y Portugal, dos países que nunca antes había visitado. Una vez enseñé en Santiago, Chile, pero ésta será mi primera vez en un país europeo de habla española o portuguesa. En octubre tendré un yatra en el norte de India en Rishikesh y después iré a Japón, las Filipinas y Bali. Cuando viajo y conozco gente nueva es muy inspirador. Quizás acaban de empezar a practicar este yoga y al practicar conmigo perciben cierta energía. Con suerte, les conducirá hacia un camino de transformación.
Por lo general, enseño de cinco a seis meses seguidos, pero esta pasada temporada quise tomarme un descanso para estar con mi familia y ayudar a mis hijos en su educación. Muchos estudiantes me dijeron que los dos meses (diciembre y enero) habían pasado demasiado rápido. Algunos lloraban cuando se iban. No querían marcharse. Querían quedarse y estudiar, pero tienen familia y trabajos a los que regresar. Querían saber cuando se abriría la shala de nuevo para poder tomarse otras vacaciones y volver. Pero una parte del yoga es vivir una vida equilibrada, estable, y no pasar demasiado tiempo lejos de casa.
Cuando los estudiantes vienen a Mysore, no tienen las habituales exigencias de su vida en casa. Para muchos, es agradable acudir a la fuente y aprender. En casa, tienen su trabajo y su familia y es difícil para ellos prestar una atención completa hacia su práctica de yoga. En Mysore, si así lo escogen, pueden concentrarse por completo en el yoga.
Mysore es muy simple. Nada es lujoso en Mysore. No importante cómo de lujosa o compleja es tu vida en tu país, una vez vienes a Mysore y aprendes en la shala, todo es simple. Las enseñanzas son simples, muy efectivas, pero simples. La cuestión es experimentar tu práctica de yoga en un ambiente en el que te puedas relajar.
En Mysore, los estudiantes pasan tiempo juntos. Aprenden yoga, practican juntos, van a visitar sitios y comen juntos. Están aprendiendo, pero también disfrutan de su tiempo. Todas estas cosas los rejuvenecen. Ellos regresan a su país refrescados, pero siempre echan de menos esto. En Mysore, se sienten parte de una familia.
Lo mismo ocurre cuando viajo para enseñar. Cada año, recibo muchas peticiones para enseñar a estudiantes en sus ciudades. He estado viajando durante muchos años enseñando yoga e intentando alcanzar todos los lugares que puedo. No todo el mundo puede venir hasta la India para estudiar yoga así que cuando viajo procuro ofrecerles la experiencia de cómo es el auténtico yoga en Mysore. He ido a lugares en los que no había Ashtanga Yoga, donde los estudiantes nunca habían experimentado el auténtico yoga que enseñamos en Mysore. Siempre intento animarles a que aprendan más. La energía es muy buena cuando los estudiantes me visitan en las giras y están deseosos por aprender. Quizás algún día visiten Mysore, pero hasta entonces intentaré ir hasta ellos.
De muchas maneras, viajar me recarga. Tanto si estoy enseñando, viajando o tomándome un descanso, intento mantener en armonía la familia, el trabajo y la sadhana. Cuando hago mis planes para viajar, tengo en cuenta mi práctica, mis comidas y mi rutina de sueño. Cuando me tomo un tiempo de descanso, tengo en cuenta a mis estudiantes y cómo recargarme para poder enseñarles de nuevo. Cuando enseño, intento disfrutar de la vida cotidiana con mi mujer y mis hijos. Por el bien de mi propia sadhana, encontrar el equilibrio entre estas cosas es esencial para poder orientar mis esfuerzos hacia aquello que esté haciendo.
Muy pronto volveré a viajar de nuevo. En abril estaré en Tailandia y China. Después estaré en casa para enseñar en Mysore en junio, julio y agosto. En septiembre tendrá lugar una gira por España y Portugal, dos países que nunca antes había visitado. Una vez enseñé en Santiago, Chile, pero ésta será mi primera vez en un país europeo de habla española o portuguesa. En octubre tendré un yatra en el norte de India en Rishikesh y después iré a Japón, las Filipinas y Bali. Cuando viajo y conozco gente nueva es muy inspirador. Quizás acaban de empezar a practicar este yoga y al practicar conmigo perciben cierta energía. Con suerte, les conducirá hacia un camino de transformación.