Antes del verano comenzó a practicar con nosotros una persona que llevaba varios años haciendo otros estilos de yoga y que, un día, mientras hablábamos acerca de su experiencia previa y de sus sensaciones en Ashtanga Yoga Bilbao, para nuestra perplejidad, dijo algo así: "Después de varios años de práctica de yoga, pensé que ya estaba preparado para comenzar Ashtanga Yoga". Dicha persona continúa en Ashtanga Yoga Bilbao hoy día y, si se reconoce en este párrafo, desde aquí le mandamos un afectuoso saludo.
Ya se ha escrito por activa y por pasiva en este blog que el formato de enseñanza estilo Mysore pone la práctica de Ashtanga Yoga al alcance de todo el mundo, sin necesidad alguna de una preparación previa. La primera clase de una persona será, esencialmente, una clase privada en la que conocerá una pequeña fracción del método y en las sucesivas seguirá recibiendo el mismo tipo de enseñanza personalizada. En cualquier otro estilo de yoga las clases se llevan a cabo en grupo y todas las personas, independientemente de si llevan dos años o dos días, practicarán a la vez. La persona que dirija la clase podrá adecuar la clase al nivel del grupo pero, aún así, siempre habrá algunas personas a las que debido a sus circunstancias les cueste seguir el ritmo y otras más habilidosas o veteranas que se puedan sentir lastradas. El formato estilo Mysore de Ashtanga Yoga, en cambio, permite que de una persona a otra la práctica se pueda simplificar o complicar todo lo que resulte necesario, por lo que no habrá ningún problema en que durante un buen tiempo alguien no haga más que una versión adaptada de los saludos al sol mientras que la persona de al lado ejecuta toda clase de virguerías.
Sin embargo, nuestro amigo estaba en lo cierto en una cosa: la práctica de Ashtanga Yoga tiene un estigma profundamente enraizado en el imaginario colectivo: mucha gente que lo conoce pero nunca lo ha practicado tiene la noción de que Ashtanga Yoga es uno de los estilos más exigentes, más complejos desde el punto de vista físico y que está orientado a personas con determinada complexión atlética. Youtube y el postureo de las redes sociales tiene mucho que ver con esta falsa percepción y, de hecho, muchas escuelas de Ashtanga Yoga contribuimos a ello al utilizar como reclamo publicitario vídeos e imágenes de asanas complicadas tales las que ilustran esta entrada.
Pincha mayurasana by T. Krishnamacharya. |
El postureo en sí no es malo. De hecho, ya se ha mencionado en anteriores ocasiones que fue gracias a una exhibición de asanas de Krishnamacharya que Pattabhi Jois comenzó a practicar yoga y a otra exhibición de Manju Jois que Ashtanga Yoga llegó a Occidente. El asana, lo externo, puede ser una puerta de entrada válida al viaje hacia el interior que propone el yoga. Lo sorprendente es que, con la sobreabundancia de información que existe hoy día, el imaginario colectivo tan sólo haya prestado atención a uno de los lados de la moneda y hecho caso omiso al otro.
Tal es así que, por desgracia, la práctica de Ashtanga Yoga seguirá siendo para muchos una mera disciplina gimnástica. Algunas personas se verán atraídas por ello y otras repelidas. Qué se le va a hacer. En esta línea, tampoco son pocas las personas que identifican la práctica de Ashtanga Yoga con los pinos, las posturas invertidas sobre las manos, quizás el epítome por excelencia del asana difícil. Hace pocos meses un chico que comenzó a practicar con nosotros, al cabo de unas pocas semanas de clases me preguntó: "Oye Fernando, ¿crees que para enero podré hacer el pino?". Quizás la expectativa de lograr hacer el pino y otras figuras igualmente complejas haya conducido a muchas personas hasta esta práctica, pero lo que sí está claro es que el que si tu práctica de Ashtanga Yoga sobrevive más allá de los primeros meses, tras tus primeros morrazos contra la realidad, la motivación para continuar la hallarás más en la reposada internalidad que en la llamativa externalidad.
Pino-puente by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao.
En realidad, hoy día según la enseñanza tradicional del KPJAYI en Mysore muy pocos practicantes deberían de hacer "el pino", el handstand, la parada de manos o, más propiamente dicho en sánscrito: adho mukha vrksasana o "árbol cara abajo". En el sentido estricto, el pino debería empezar a hacerse al final de la serie intermedia dentro de la secuencia avanzada de backbending, que a los habituales drop-backs añade el pino-puente, los tic-tacs y el escorpión o vrschikasana. Si se aguarda hasta ese momento es debido a una buena razón que Sharath Jois refiere a menudo: los pinos fortalecen la articulación de los hombros a costa de su flexibilidad, y la flexibilidad en los hombros es necesaria para un gran número de posturas, en especial extensiones de espalda como urdhva dhanurasana y kapotasana. Por este motivo, en Mysore muy poca gente hace "el pino" y, de hecho, "adornar" la práctica con pinos durante los saludos al sol, tras navasana o similar se considera "show off" o fardar, y las personas que osan levantar sus pies más de lo debido suelen verse severamente reprendidas.
Pero hacer el pino no es fácil. Vamos, que no es una mera cuestión de voluntad: "Uhm, puedo hacerlo pero mejor no lo hago porque me perjudica y Sharath se enfada." Se trata de un movimiento avanzado que requiere de un largo proceso en el que se involucran fuerza, técnica y equilibrio. En primer lugar, el cerebro tendrá que establecer numerosas conexiones nuevas en lo que supone un proceso similar a volver a aprender a caminar. A los bebés, como sabemos, aprender a andar les lleva mucho tiempo y muchos intentos. Aun cuando puedan haber obtenido la fuerza muscular necesaria, el cerebro tiene que desarrollar la percepción de dónde se encuentra qué parte del cuerpo en cada momento y automatizar el proceso de lo que entendemos por ponerse de pie y caminar que implica la coordinación de numerosos músculos y sentidos. Y eso que la anatomía humana está diseñada precisamente para situarse sobre los pies: unos órganos especializados que proporcionan una notable superficie de apoyo. Sin embargo, para las posturas invertidas ni la anatomía humana está diseñada ni el cerebro está educado a priori. La colocación de los pies por encima de la cabeza no ha sido clave para la supervivencia y propagación de la especie, por lo que no disponemos de órganos especializados para ello. Y tampoco forma parte de nuestra tradición educativa el que los padres les enseñen a los niños a caminar sobre las manos una vez han logrado hacerlo sobre los pies, razón por la cual boca abajo el cerebro se encuentra naturalmente desorientado.
Lo habitual, por tanto, es que las posturas invertidas sean huesos duros de roer. El primer asana invertida a que se enfrenta un practicante de Ashtanga Yoga es salamba sarvangasana, la postura sobre los hombros con apoyo de manos que algunos llaman la vela y en la que el cuerpo se levanta sobre una amplia base constituida por hombros y codos con la ayuda adicional de las manos. Se trata de una postura invertida básica porque, además de que se dispone de una base considerable, el cuerpo se encuentra dentro del propio campo visual: puede que no sepas bien si estás del todo recto, pero al menos te ves torso, piernas y pies y sabes que están ahí. Aun así, las primeras veces que una persona se enfrenta a sarvangasana no es extraño que sienta confusión e incluso cierto pánico del que el sorprendido cerebro es responsable. La postura en sí resulta sumamente beneficiosa para el sistema circulatorio y con un gran efecto relajante, tal y como le corresponde a un asana que forma parte de la secuencia de cierre de la práctica. La posición del cuello puede resultar forzada para algunas personas, y quizás el ángulo de las cervicales con respecto al resto de la columna deba de ser suavizado mediante el empleo de un escalón formado con mantas tal y como suele hacerse en el estilo yoga Iyengar.
Sirsasana es la siguiente postura invertida de moderada envergadura a que se enfrenta el practicante de Ashtanga Yoga. Se trata de uno de los últimos asanas de cierre y también se la conoce como la postura sobre la cabeza, parada de cabeza o headstand. Las dimensiones de la base sobre la que se apoya el cuerpo en esta postura es mucho menor que en sarvangasana: un triángulo formado por los antebrazos y la cabeza. Para que la postura no sea un verdadero desastre es necesario haber desarrollado el tono muscular necesario para, por un lado, sostener desde los antebrazos y los hombros la mayor parte del peso del cuerpo y así evitar cargarlo sobre las cervicales, y por el otro, mantener el torso firme hacia arriba sin que se desplome sobre sí como un saco de patatas. En sarvangasana uno se podía apoyar en cierta medida sobre las manos, pero ahora no existe la posibilidad de esa trampa y habrá que colocar una vara de hierro estructural que mantenga erguido ese saco de patatas. Pero el mayor problema, sin duda, estriba en mantener la vertical en ausencia de referencias visuales: la posición de la cabeza impide visualizar dónde se encuentra el resto del cuerpo y el cerebro ha de desarrollar un nuevo tipo de percepción. Por esta razón se suele empezar a practicar esta postura contra la pared o bajo la vigilancia de un profesor que haga las veces de pared.
Salamba sarvangasana by Nines Blázquez en Ashtanga Yoga Bilbao. |
Lo habitual, por tanto, es que las posturas invertidas sean huesos duros de roer. El primer asana invertida a que se enfrenta un practicante de Ashtanga Yoga es salamba sarvangasana, la postura sobre los hombros con apoyo de manos que algunos llaman la vela y en la que el cuerpo se levanta sobre una amplia base constituida por hombros y codos con la ayuda adicional de las manos. Se trata de una postura invertida básica porque, además de que se dispone de una base considerable, el cuerpo se encuentra dentro del propio campo visual: puede que no sepas bien si estás del todo recto, pero al menos te ves torso, piernas y pies y sabes que están ahí. Aun así, las primeras veces que una persona se enfrenta a sarvangasana no es extraño que sienta confusión e incluso cierto pánico del que el sorprendido cerebro es responsable. La postura en sí resulta sumamente beneficiosa para el sistema circulatorio y con un gran efecto relajante, tal y como le corresponde a un asana que forma parte de la secuencia de cierre de la práctica. La posición del cuello puede resultar forzada para algunas personas, y quizás el ángulo de las cervicales con respecto al resto de la columna deba de ser suavizado mediante el empleo de un escalón formado con mantas tal y como suele hacerse en el estilo yoga Iyengar.
Sirsasana es la siguiente postura invertida de moderada envergadura a que se enfrenta el practicante de Ashtanga Yoga. Se trata de uno de los últimos asanas de cierre y también se la conoce como la postura sobre la cabeza, parada de cabeza o headstand. Las dimensiones de la base sobre la que se apoya el cuerpo en esta postura es mucho menor que en sarvangasana: un triángulo formado por los antebrazos y la cabeza. Para que la postura no sea un verdadero desastre es necesario haber desarrollado el tono muscular necesario para, por un lado, sostener desde los antebrazos y los hombros la mayor parte del peso del cuerpo y así evitar cargarlo sobre las cervicales, y por el otro, mantener el torso firme hacia arriba sin que se desplome sobre sí como un saco de patatas. En sarvangasana uno se podía apoyar en cierta medida sobre las manos, pero ahora no existe la posibilidad de esa trampa y habrá que colocar una vara de hierro estructural que mantenga erguido ese saco de patatas. Pero el mayor problema, sin duda, estriba en mantener la vertical en ausencia de referencias visuales: la posición de la cabeza impide visualizar dónde se encuentra el resto del cuerpo y el cerebro ha de desarrollar un nuevo tipo de percepción. Por esta razón se suele empezar a practicar esta postura contra la pared o bajo la vigilancia de un profesor que haga las veces de pared.
Pincha mayurasana by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao. |
En la segunda mitad de la serie intermedia se encuentra pincha mayurasana o pluma de pavo real, una postura invertida mucho más compleja en la que, a diferencia de sirsasana, la cabeza no se apoya en absoluto en el suelo y el peso se sostiene por completo mediante los antebrazos. Se trata de una postura avanzada que suele estar fuera del alcance del practicante medio y que requiere de una notable madurez en la práctica. A veces se entienden los asanas como problemáticas individuales, cuando en realidad la práctica de Ashtanga Yoga debe de ser entendida como un todo en la que las posturas se apoyan y refuerzan las unas a las otras. Cuando una postura invertida compleja como pincha mayurasana se ubica tan lejos en las secuencias de Ashtanga Yoga es porque se espera que la persona haya conseguido cierto grado de dominio sobre toda la secuencia anterior. La práctica prematura de pincha, una figura muy espectacular con la que profesores de estilos llamémoslos mixtos buscan seducir a su clientela, rara vez desemboca en su correcta ejecución. Durante mis primeros meses de práctica de yoga en San Diego en el 2005, en ocasiones me animaban a intentar pincha con ayuda de cuerdas y bloques contra la pared. Recuerdo aquellas intentonas como ridículos conatos, aunque se me afirmaba que la clave estaba en intentarla una y otra vez hasta que finalmente saliera. No volvería a hacerla nunca más durante casi una década pero, curiosamente, cuando Gabriella Pascolli me la enseñó mucho tiempo después en el 2014, pude completarla sin dificultad desde el primer día. La diferencia la marcaba el bagaje de muchos años de práctica diaria de toda la secuencia anterior, no el haberla intentado cientos de veces contra la pared como un pato mareado.
Adho mukha vrksasana o el pino se sitúa varios peldaños de dificultad por encima. En esta postura invertida uno ha de mantenerse sobre las palmas de las manos con los brazos estirados, lo que reduce la base al mínimo y eleva el centro de masa. Mantener el equilibrio en el pino, en consecuencia, se torna una tarea mucho más difícil que en cualquiera de las otras posiciones invertidas. Aunque a menudo el peor de los problemas no es el hecho de mantenerse en el pino, sino cómo llegar al pino. En el caso de sirsasana todavía era posible doblar las rodillas para levantarse de manera controlada si no se disponía aún de la técnica y fuerza abdominal suficientes para hacerlo con piernas estiradas, pero en el handstand si no se tiene la fuerza y la técnica no queda más remedio que pegar un salto, con la incertidumbre que ello conlleva. Por esta razón, y por lo dicho antes respecto a la flexibilidad de los hombros, es conveniente introducir el pino cuando la práctica de Ashtanga Yoga se encuentra bastante avanzada: oficialmente, al término de la serie intermedia.
Uno de mis primeros handstand sin ayuda en Ashtanga Yoga Madrid, año 2009. |
Handstand en Ashtanga Yoga Bilbao, 2018. |
Otras figuras de handstand sin estirar las dos piernas. |
Éste es el punto de vista que defiende hoy la línea tradicional encabezada por Sharath Jois. En cierta ocasión escuché comentar a una profesora de Ashtanga Yoga veterana que si se enseñan los pinos de forma prematura, es decir, antes de haber completado la serie intermedia, al menos se debería de haber esperado a que la persona dominase la secuencia hasta pincha mayurasana. De esa manera se evitaría en gran medida comprometer las extensiones de espalda como kapotasana con un fortalecimiento excesivo de los hombros al tiempo que se tendrían ciertas garantías de que la persona podrá hacer el handstand con éxito.
Dicho esto, tengo que decir que la noción que muchos teníamos de la práctica de Ashtanga Yoga y de los pinos hace unos años era bastante distinta a la que se tiene actualmente. En aquellos tiempos Youtube no se había convertido aún en la inmensa biblioteca audiovisual que es hoy y los que practicábamos Ashtanga Yoga no teníamos demasiados vídeos a nuestra disposición. Recuerdo que cierto día del año 2006 me reuní con otros amigos practicantes para ver un vídeo de John Scott, un profesor certificado australiano, haciendo la primera serie. John Scott era una de las grandes referencias del momento para los ashtanguis porque había publicado un libro que podía encontrarse en las líbrerías españolas traducido al castellano con los detalles de la primera serie y un deuvedé suyo también circulaba de mano en mano como si se tratara del Santo Grial.
En aquel vídeo de la primera serie podía verse cómo John Scott efectuaba el pino en varios momentos: durante los saludos al sol, tras prasarita padottanasana, en los medios vinyasas de las posturas de suelo, después de navasana... John Scott era un profesor certificado por Pattabhi Jois para enseñar más allá de la tercera serie, su práctica era inmaculada y nosotros unos mindundis que habíamos empezado en esto anteayer así que, con todo el sentido, dimos por sentado que una práctica ideal de la primera serie de Ashtanga Yoga había de ser así y que de hecho así la acabaríamos haciendo cuando fuéramos mayores.
Hoy día todos esos pinos son considerados anatema, prohibidos, perjudiciales, "show off". Entonces, ¿por qué había editado John Scott un vídeo con esa clase de adornos si Pattabhi Jois nunca se los había enseñado? No estoy en condiciones de afirmar que Guruji hubiera establecido siempre esta línea roja respecto a los pinos, y de hecho a continuación voy a proporcionar nada más ni nada menos que tres ejemplos de sendos profesores de Ashtanga Yoga veteranos a los que se les ve salpicar de handstand la práctica de la primera serie. Todos ellos son profesores muy conocidos y alguno ha sido defenestrado por la línea tradicional por motivos que no vienen al caso ahora, pero las grabaciones son muy antiguas, anteriores al año 2000, y pertenecen a una época en la que Pattabhi Jois estaba aún vivo y la relación con los protagonistas era estrecha. Los vídeos son largos (full vinyasa) pero en todos ellos daré una referencia a modo de paradigma al momento en el que, tras cinco respiraciones en navasana, se levantan del suelo para hacer un handstand: John Scott (1:00:52) Lino Miele (1:08:00) y David Swenson (1:17:52).
Quizás fuera cosecha propia o quizás Pattabhi Jois mismo enseñase a algunos de sus estudiantes a llevar a cabo esas transiciones avanzadas. Me inclino más por lo segundo. De hecho, la práctica tradicional hoy día incluye algunos movimientos que, aunque no puedan ser calificados de pinos estrictos, sí que lo son en el sentido de que la totalidad del peso del cuerpo se ha de colocar sobre las manos. Un ejemplo claro lo tenemos en los vinyasas tras utkatasana y virabhadrasana, en los que hay que colocar las manos en el suelo y levantarse "Astau, up!" y "Ekadasa, up!" En el caso de utkatasana muchas personas simplemente levantan la cabeza, pero en el mismo Mysore muchos pegan un salto hacia algo que sólo puede definirse como un pino con piernas dobladas. La versión final, como puede verse en este vídeo con Pattabhi y Sharath Jois (24:10) consiste en levantarse a pulso hasta ese pino con piernas dobladas y a continuación saltar atrás a chaturanga. De acuerdo, las piernas y codos no se estiran, pero a todos los efectos esto es un (semi) handstand.
Pino olímpico (piernas estiradas abiertas) tras prasarita padottanasana D by Fernando Gorostiza.
En aquel vídeo de la primera serie podía verse cómo John Scott efectuaba el pino en varios momentos: durante los saludos al sol, tras prasarita padottanasana, en los medios vinyasas de las posturas de suelo, después de navasana... John Scott era un profesor certificado por Pattabhi Jois para enseñar más allá de la tercera serie, su práctica era inmaculada y nosotros unos mindundis que habíamos empezado en esto anteayer así que, con todo el sentido, dimos por sentado que una práctica ideal de la primera serie de Ashtanga Yoga había de ser así y que de hecho así la acabaríamos haciendo cuando fuéramos mayores.
Hoy día todos esos pinos son considerados anatema, prohibidos, perjudiciales, "show off". Entonces, ¿por qué había editado John Scott un vídeo con esa clase de adornos si Pattabhi Jois nunca se los había enseñado? No estoy en condiciones de afirmar que Guruji hubiera establecido siempre esta línea roja respecto a los pinos, y de hecho a continuación voy a proporcionar nada más ni nada menos que tres ejemplos de sendos profesores de Ashtanga Yoga veteranos a los que se les ve salpicar de handstand la práctica de la primera serie. Todos ellos son profesores muy conocidos y alguno ha sido defenestrado por la línea tradicional por motivos que no vienen al caso ahora, pero las grabaciones son muy antiguas, anteriores al año 2000, y pertenecen a una época en la que Pattabhi Jois estaba aún vivo y la relación con los protagonistas era estrecha. Los vídeos son largos (full vinyasa) pero en todos ellos daré una referencia a modo de paradigma al momento en el que, tras cinco respiraciones en navasana, se levantan del suelo para hacer un handstand: John Scott (1:00:52) Lino Miele (1:08:00) y David Swenson (1:17:52).
Pattabhi Jois guía la primera serie a Sharath. Año 1997. Sin pinos ni adornos.
Quizás fuera cosecha propia o quizás Pattabhi Jois mismo enseñase a algunos de sus estudiantes a llevar a cabo esas transiciones avanzadas. Me inclino más por lo segundo. De hecho, la práctica tradicional hoy día incluye algunos movimientos que, aunque no puedan ser calificados de pinos estrictos, sí que lo son en el sentido de que la totalidad del peso del cuerpo se ha de colocar sobre las manos. Un ejemplo claro lo tenemos en los vinyasas tras utkatasana y virabhadrasana, en los que hay que colocar las manos en el suelo y levantarse "Astau, up!" y "Ekadasa, up!" En el caso de utkatasana muchas personas simplemente levantan la cabeza, pero en el mismo Mysore muchos pegan un salto hacia algo que sólo puede definirse como un pino con piernas dobladas. La versión final, como puede verse en este vídeo con Pattabhi y Sharath Jois (24:10) consiste en levantarse a pulso hasta ese pino con piernas dobladas y a continuación saltar atrás a chaturanga. De acuerdo, las piernas y codos no se estiran, pero a todos los efectos esto es un (semi) handstand.
La transición de salida desde virabhadrasana (25:05 en el mismo vídeo) es una auténtica virguería, y muchos en Mysore la sustituyen con un salto hacia la vertical con una sola pierna estirada que a menudo es un tanto descontrolada y que a Sharath no le hace demasiada gracia, otros apoyan la rodilla en el sobaco para elevarse en algo parecido a lo que hace Sharath, y muchas otras personas no se complican y simplemente van a chaturanga dandasana. En sus conferencias a menudo Sharath recuerda cuál es el vinyasa correcto, pero lo que él hace es tan absurdamente difícil que solemos reírnos. La versión sencilla con la rodilla apoyada en el codo en vez de en el aire, es de hecho similar a una postura de la tercera serie: eka pada bakasana, y es sumamente difícil como corresponde a un asana de la serie avanzada. Cualquiera de estas dos opciones, al fin y a la postre, pueden considerarse pinos en el sentido de que todo el peso del cuerpo descansa sobre las manos y el cuerpo se eleva.
Transición al pino con una pierna estirada tras virabhadrasana B. Bad man!
En consecuencia, creo que no se puede hablar en términos absolutos: “no hagas nunca el pino bajo ninguna circunstancia” o “que todo el mundo haga el pino en todo momento y lugar”. Porque insisto, no se trata de tener la voluntad de hacerlos sino que, como tantos otros elementos en la práctica, requieren un indefinido tiempo de maduración que casualmente suele ser mucho más largo de lo planeado. El dominio de los bandhas, las contracciones musculares del core, la zona situada entre el diafragma y el suelo pélvico, son una de sus claves, y esto no se logra de la noche a la mañana. La práctica de la primera serie está repleta de saltos adelante y saltos atrás a chaturanga. Al principio uno no puede ni levantar los pies del suelo, y a menudo los principiantes se ven incapaces de bajar a chaturanga rectos como tablas y se ven obligados a apoyar rodillas o se desploman, faltos de tono. Con el paso del tiempo, la disciplina y la insistencia, la práctica dará sus frutos y mejorarás poco a poco, ganarás fuerza, el abdomen empujará hacia arriba e irás, como suelo decir, quitando patatas de ese pesado saco.
Lo curioso es que a lo largo de los años, durante la práctica, uno va obteniendo "destellos" del handstand. Por ejemplo, cuando las brumas del salto atrás y del salto a través de los medios vinyasas y saludos al sol se van disipando, te das cuenta de que, en cierto modo, los saltos son una suerte de pino. No estiras las piernas verticalmente, pero sí colocas el peso de todo el cuerpo sobre las manos en suspensión, sostenido por los bandhas. "Ah, claro", te pasa entonces por la cabeza, "esto es lo que hacía John Scott en aquel deuvedé." Tampoco hay nada que te impida experimentar de vez en cuando durante tu práctica estilo Mysore, dejar sacar a ese niño que tienes dentro y permitirle jugar con las sensaciones y los cambios de distribución de peso, los sutiles movimientos de la pelvis y las contracciones musculares para salirte del guión y de tu zona de comodidad e ir refinando poco a poco tu técnica. Con el paso del tiempo y la repetición la fortaleza del cuerpo y las conexiones neuronales del cerebro irán en aumento y llegará un punto en que finalmente acabes siendo capaz de hacer con aquél lo que quiera éste. Para entonces quizás hayas desarrollado la fuerza suficiente como para poner las manos en el suelo tras utkatasana y plantearte levantar las piernas sobre tu cabeza. Y en ese momento también, probablemente, tu pino ya será viable, siempre que tu profesor tenga a bien enseñártelo...
El pino, por consiguiente, es una consecuencia de la práctica, no un fin. La obsesión por conseguirlo a menudo se puede tornar en un pernicioso veneno. Hace cosa de un año tuve una anécdota personal que viene muy a propósito: una chica se puso en contacto conmigo pidiéndome una clase privada para que la ayudase a hacer el pino. Intenté disuadirla y le expliqué que la práctica de Ashtanga Yoga no iba de hacer pinos, que yo no era un especialista de pinos y hasta le recomendé una escuela de circo y acrobacia de Bilbao en la que seguramente le podrían enseñar lo que ansiaba mucho mejor que yo. Pero ella insistió en que estaba segura de que yo podía ayudarla a lograr su objetivo. Cuando alguien me propone un servicio que no tengo muchas ganas de hacer suelo tomar una medida muy efectiva que no consiste en otra cosa que pedir un precio muy alto. Por lo general, suele disuadir a la persona o empresa interesada y me libro de hacerlo. Esta vez, sin embargo, la chica aceptó, y no me quedó más remedio que enseñarle una clase privada orientada a hacer el pino.
Comencé por hacerle un calentamiento de asanas. Tras el primer saludo al sol ya me pude hacer una idea de lo lejos que estaba del pino. Es sorprendente lo mucho que le dice un simple saludo al sol al ojo experto acerca de la práctica de una persona y de sus capacidades. Luego empezamos a hacer posturas invertidas progresivamente más difíciles en las que la pobre sufría y resoplaba mientras yo, vigilante, hacía lo necesario para evitar que se cayera. Finalmente, la coloqué en el perro boca abajo y, cual levantapiedras de Bilbao, la agarré por las caderas y le levanté el torso y las piernas sobre su cabeza mientras sujetaba sus hombros con mis rodillas y le quitaba peso de las manos empujando hacia arriba. La chica reía y gritaba a la vez, emocionada. Durante cinco segundos permaneció ahí, en un handstand con andamios, y finalmente la bajé, temblorosa. Después de una breve secuencia final terminó la clase. Había quedado muy satisfecha por haber logrado hacer el pino, pero nunca volví a saber de ella. No sé, quizás al menos logré plantar una semilla y, sino en esta vida, tal vez en otra, vuelva a encontrarse con el yoga.
No de esta manera, desde luego, pero lo cierto es que durante mis años de práctica he estado en escuelas y he aprendido de profesores que de hecho enseñaban a hacer el handstand sin que el estudiante se encontrase ni de lejos cerca del final de la serie intermedia tal y como manda el canon. No como una regla general y ni mucho menos a todas las personas, pero sí como algo que se podía ir integrando paulatinamente en la práctica según ésta maduraba. En mi vivencia personal, el pino lo introdujo Borja en mi práctica relativamente temprano, cuando aún no había terminado la primera serie. Algunos años después, en el 2009, cuando finalmente logré mantenerme solo en el pino y practicaba ya unas cuantas posturas de la serie intermedia, Borja introdujo en mi práctica el pino-puente. Y más tarde, tras dominar la caída al puente, me ayudó con los tic-tocs, una compleja secuencia en la que se pasa de perro boca abajo al puente y del puente al perro boca abajo a través del handstand. No había terminado la segunda serie, pero Borja me estaba preparando para la secuencia de puentes que hace la gente que la acaba.
Era perfectamente consciente de que eso del pino no estaba bien visto en los círculos puristas y cuando viajaba a Mysore y en los talleres con Peter Sanson por supuesto me abstenía de hacerlo. Sin embargo, siempre que he viajado a otras ciudades como París, Milán, Lisboa, Barcelona, Praga o Zurich y estado en otras escuelas, nadie me ha puesto ningún impedimento. En algunas, incluso, veía que estudiantes que tampoco completaban la serie intermedia también hacían las secuencias finales con pino. Yo siempre les pedía permiso a los profesores, varios de ellos autorizados con los que más tarde coincidiría en Mysore, y nunca nadie me dijo que no. En Lisboa incluso me dijeron: "Claro, es que con tu práctica eso es lo que hay que hacer."
Seis primeros vinyasas de surya namaskar B by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao. En el cuarto vinyasa -chatuari- se traslada el peso a las manos y se baja a chaturanga en suspensión desde los bandhas. Movimiento aceptado en Mysore. Good man!
El pino, por consiguiente, es una consecuencia de la práctica, no un fin. La obsesión por conseguirlo a menudo se puede tornar en un pernicioso veneno. Hace cosa de un año tuve una anécdota personal que viene muy a propósito: una chica se puso en contacto conmigo pidiéndome una clase privada para que la ayudase a hacer el pino. Intenté disuadirla y le expliqué que la práctica de Ashtanga Yoga no iba de hacer pinos, que yo no era un especialista de pinos y hasta le recomendé una escuela de circo y acrobacia de Bilbao en la que seguramente le podrían enseñar lo que ansiaba mucho mejor que yo. Pero ella insistió en que estaba segura de que yo podía ayudarla a lograr su objetivo. Cuando alguien me propone un servicio que no tengo muchas ganas de hacer suelo tomar una medida muy efectiva que no consiste en otra cosa que pedir un precio muy alto. Por lo general, suele disuadir a la persona o empresa interesada y me libro de hacerlo. Esta vez, sin embargo, la chica aceptó, y no me quedó más remedio que enseñarle una clase privada orientada a hacer el pino.
Comencé por hacerle un calentamiento de asanas. Tras el primer saludo al sol ya me pude hacer una idea de lo lejos que estaba del pino. Es sorprendente lo mucho que le dice un simple saludo al sol al ojo experto acerca de la práctica de una persona y de sus capacidades. Luego empezamos a hacer posturas invertidas progresivamente más difíciles en las que la pobre sufría y resoplaba mientras yo, vigilante, hacía lo necesario para evitar que se cayera. Finalmente, la coloqué en el perro boca abajo y, cual levantapiedras de Bilbao, la agarré por las caderas y le levanté el torso y las piernas sobre su cabeza mientras sujetaba sus hombros con mis rodillas y le quitaba peso de las manos empujando hacia arriba. La chica reía y gritaba a la vez, emocionada. Durante cinco segundos permaneció ahí, en un handstand con andamios, y finalmente la bajé, temblorosa. Después de una breve secuencia final terminó la clase. Había quedado muy satisfecha por haber logrado hacer el pino, pero nunca volví a saber de ella. No sé, quizás al menos logré plantar una semilla y, sino en esta vida, tal vez en otra, vuelva a encontrarse con el yoga.
Seis primeros vinyasas de surya namaskar B by Fernando Gorostiza en Ashtanga Yoga Bilbao. En el tercer vinyasa -trini- se traslada el peso a las manos y se sube al pino -handstand- a pulso desde los bandhas y en chatuari se baja a chaturanga desde el pino. Movimiento NO aceptado en Mysore. Bad man!
No de esta manera, desde luego, pero lo cierto es que durante mis años de práctica he estado en escuelas y he aprendido de profesores que de hecho enseñaban a hacer el handstand sin que el estudiante se encontrase ni de lejos cerca del final de la serie intermedia tal y como manda el canon. No como una regla general y ni mucho menos a todas las personas, pero sí como algo que se podía ir integrando paulatinamente en la práctica según ésta maduraba. En mi vivencia personal, el pino lo introdujo Borja en mi práctica relativamente temprano, cuando aún no había terminado la primera serie. Algunos años después, en el 2009, cuando finalmente logré mantenerme solo en el pino y practicaba ya unas cuantas posturas de la serie intermedia, Borja introdujo en mi práctica el pino-puente. Y más tarde, tras dominar la caída al puente, me ayudó con los tic-tocs, una compleja secuencia en la que se pasa de perro boca abajo al puente y del puente al perro boca abajo a través del handstand. No había terminado la segunda serie, pero Borja me estaba preparando para la secuencia de puentes que hace la gente que la acaba.
Era perfectamente consciente de que eso del pino no estaba bien visto en los círculos puristas y cuando viajaba a Mysore y en los talleres con Peter Sanson por supuesto me abstenía de hacerlo. Sin embargo, siempre que he viajado a otras ciudades como París, Milán, Lisboa, Barcelona, Praga o Zurich y estado en otras escuelas, nadie me ha puesto ningún impedimento. En algunas, incluso, veía que estudiantes que tampoco completaban la serie intermedia también hacían las secuencias finales con pino. Yo siempre les pedía permiso a los profesores, varios de ellos autorizados con los que más tarde coincidiría en Mysore, y nunca nadie me dijo que no. En Lisboa incluso me dijeron: "Claro, es que con tu práctica eso es lo que hay que hacer."
Demostración de Sharath en Mysore en el año 2012 durante una conferencia mostrando la manera correcta de saltar atrás con padmasana (el loto) montado y alguna que otra virguería de handstand con loto. Puro trabajo de bandhas. No hay otro secreto.
Ante esto, llegué a plantearme incluso que puede que en el pasado Pattabhi Jois enseñara los handstands a algunas personas o al menos se los permitiera, pero que más tarde llegase a la conclusión de que era mejor no hacerlos y de ahí en adelante decidiera restringirlos. En Mysore la gente a menudo le pregunta a Sharath acerca de cosas de la práctica que se hacían en el pasado y que ahora, aunque se conozcan, a nadie se le pasa por la cabeza hacerlas. Una de sus respuestas arquetípicas es ésta: “Yo era muy joven para acordarme de eso. Lo que sí sé es que mi abuelo introdujo algunos cambios porque pensaba que así era mejor.” Tampoco me extrañaría que con la fijación con el exterior que tenemos los occidentales y después de algún que otro trompazo o lesión, Guruji cortara de raíz la obsesión por los pinos prohibiéndolos por completo. En cualquier caso, en la actualidad Sharath prefiere que la gente practique el handstand sólo cuando se termina la segunda serie, un punto realmente muy avanzado al que puede que muchos no lleguen nunca. Éste es el punto de vista ortodoxo. Eso sí, en la intimidad de tu casa nada te impide que juegues y hagas lo que te dé la gana.
La conclusión es que, en efecto, en Ashtanga Yoga hay practicantes que hacen el pino, pero si lo que tú quieres es hacer el pino mejor no te apuntes a Ashtanga Yoga. El método no está orientado en esa dirección y los handstand son meros byproducts, derivados de la práctica. En muchas escuelas ni siquiera los practicantes avanzados que son capaces de hacerlos los hacen, y la mayoría de profesores ni los enseñan.
Si tu profesora o profesor te los enseña, desde luego no seré yo quien lo critique. Puede que sea consciente de los contras, pero que aún así haya considerado que es el momento adecuado, que tu puente es lo suficientemente bueno y la flexibilidad de tus hombros lo suficientemente alta como para arriesgarse a comprometerla practicando el pino. El pino te dará fuerza de la que quizás andas escasa, aunque no te preocupes, porque si no lo haces la práctica sin pinos también te hará desarrollarla. Y algún día, sin apego a los frutos, quizás coseches, de improvisto, la manzana del handstand.