viernes, 8 de septiembre de 2023

Crónica de un viaje a Mysore en la nueva era del Ashtanga Yoga.

Ashtanga Yoga Bilbao con Sharath Jois.

Hoy día parece que han transcurrido décadas, pero lo cierto es que hace un par de años que no podíamos ni atravesar las fronteras del municipio de Bilbao para comprar una triste almohada en el Ikea de Barakaldo.  El mes de marzo del 2020 nos arrebató muchas cosas y durante largo tiempo nos vimos inmersos en una crisis de salud, economía y privación de libertad.  La "nueva normalidad" era lo más parecido a una distopía orwelliana y la idea de regresar a nuestra querida India por mucho tiempo fue una auténtica quimera.

A finales del 2021, cuando los nubarrones no habían ni mucho menos amainado, Sharath Jois anunció la reapertura de su shala para una nueva temporada de clases de tres meses.  Las condiciones del viaje, en cambio, eran terribles.  La embajada de la India anunciaba que se expedían visados de turista con treinta día de duración tan sólo y que los viajeros tenían que quedarse confinados durante una semana nada más aterrizar, por lo que ni nos lo planteamos.  De hecho, la temporada de invierno 2021-2022 debió resultar bastante azarosa, con muy poca gente en la shala y numerosos contagios y confinamientos.  

El nuevo año 2022 trajo una mejora generalizada en todo el mundo y Sharathji volvió a anunciar una temporada de clases en verano, entre julio y septiembre.  No obstante, acostumbrados a que las autoridades alternaran periodos de relativa libertad con otros de restricciones extremas, nuestros planes para el verano fueron conservadores y renunciamos a un posible viaje a India.  

La temporada de verano comenzó y las noticias que nos llegaron desde la India resultaron muy esperanzadoras.  Las clases en Mysore transcurrían sin incidentes, en casa el foco de las noticias se desviaba en otras direcciones y finalmente el mundo parecía volver a respirar tranquilo en lo que respectaba al coronavirus.  Por lo tanto, cuando a principios de agosto la web de Sharath Yoga Centre anunció un nuevo periodo de clases en noviembre y diciembre, decidimos probar suerte y enviamos nuestra solicitud, que fue aceptada en pocos días.  ¡Volveríamos a India cuatro años después!

Recién llegados a Mysore el 31 de octubre del 2022.

Tarjetas de estudiante durante el primer mes.

Tarjetas de estudiante durante el segundo mes.

Hubo que atar muchos cabos antes de partir y organizar los horarios para que nuestros queridos Carol, Aitor y Leyre nos cubriesen todas las clases de Ashtanga Yoga Bilbao durante dos meses, pero finalmente llegó el día.  Volamos el 30 de octubre, llegamos a Mysore para inscribirnos en el Sharath Yoga Centre el 31 de octubre junto con alrededor de 300 estudiantes procedentes de todo el mundo.  El martes 1 de noviembre ya hicimos nuestra primera clase con Sharathji.  La temporada empezó con dos días de clases guiadas de primera serie y a partir del jueves 3 de noviembre comenzó lo que sería la rutina habitual: clases estilo Mysore de martes a viernes, guiada de primera serie el sábado y guiada de segunda serie el lunes. 

Muchas personas, sobre todo antiguos estudiantes, añoran los tiempos de la shala antigua de Gokulam, e incluso de Lakshmipuram, en los que coincidían muy pocos estudiantes y se sentían como una familia.  Lo que suelen pasar por alto estas personas es que entonces Ashtanga Yoga era una práctica marginal que era practicada por un pequeño puñado de personas. Gracias al trabajo de Sri K. Pattanhi Jois, Sharath Jois y de los profesores autorizados por ellos, Ashtanga Yoga se ha expandido por todo el mundo y ha alcanzado a centenares de miles de personas, algunas de las cuales se han enamorado de esta práctica tal y como lo hicieron los antiguos estudiantes, y han querido conocer ellos también el lugar donde se enseñó originalmente. ¿Acaso es mejor que Ashtanga Yoga sea conocido, practicado y amado por sólo unos pocos? En el Sharath Yoga Centre hemos coincidido personas de Méjico, de Corea, de Francia, de Palestina, de India, de Estados Unidos y de un sinfín de nacionalidades además de… nosotros, representantes de una pequeña escuela en Bilbao. Todos nosotros somos una muestra de nuestras comunidades de Ashtanga Yoga, convertida hoy en una fraternidad mundial.

Después de una primera semana bastante azarosa, ya estábamos completamente asentados, establecidos en una pequeña casa, el sueño regularizado y acostumbrados a las viejas nuevas rutinas.  Y digo "viejas nuevas" porque cada vez que uno regresa a la India tiene que volver a integrar en su cabeza situaciones que en India son normales pero que en casa se antojan realmente extrañas y que después de cuatro años sin pisar estos lares habían quedado enterradas a muchos metros de profundidad.   Así, cosas tan sencillas como cruzar una calle en un país donde se circula por la izquierda y los vehículos no atienden a las normas básicas de circulación o lavarse los dientes con agua embotellada porque el agua del grifo sólo es apta para fregar y ducharse, requieren una considerable reprogramación.  Por suerte, el cerebro es un prodigioso órgano capaz de rescatar rutinas largo tiempo olvidadas y ponerlas en primer plano, de modo que catorce días después ya estábamos sumergidos en la cultura de Vishnu y Ganesha, el té masala chai, los platos y vasos de metal con comida picante, los rickshaw, los cocos, las vacas, perros, cabras, ovejas, gallinas y cerdos sueltos por las calles de aceras destrozadas y los retretes sin papel higiénico y con manguerita. 

Una estampa típica de Gokulam.

El famoso templo de Ganesha.

Hemanth y sus cocos, en el cruce de 1st main con Gokulam road. 

Mysore es la meca de Ashtanga Yoga y cada año atrae a miles de personas procedentes de todo el mundo con una devoción especial por este sistema de yoga.  Por supuesto, hay muchos otros profesores, pero Sharath Jois, nieto y sucesor de Pattabhi Jois, es el principal motivo por el que muchas personas, incluidos nosotros, viajamos a Mysore.   En total, hemos sido alrededor de trescientos "afortunados" los que hemos conseguido una plaza para estudiar con Sharath durante esta corta temporada de dos meses de duración, entre seguramente varios miles que rellenaron la solicitud.  

Finalmente hemos tenido ocasión de conocer la nueva shala a la que Sharath trasladó sus clases a partir de 2019.  Nuestro último viaje había tenido lugar en agosto del 2018 y siempre habíamos estado en la shala de Gokulam. La experiencia, coincidimos Nines y yo, es muy positiva.  La vieja shala era mucho más pequeña y tenía muchos inconvenientes: el calor era insoportable, había sitios sumamente incómodos y en las clases guiadas la gente estaba inhumanamente hacinada.  La nueva shala, grande como un pabellón de baloncesto, es mucho más cómoda. Los vestuarios son amplios, con numerosos cuartos de baño, y el espacio de práctica es tan amplio que, ahora sí, se puede respirar sin derretirse como un Frigopie en un baño turco. En las clases Mysore sigue habiendo el mismo número de personas (turnos de 65 personas, cuando en la shala de Gokulam contaba 62) atendidos por Sharath y cinco ayudantes, todos ellos profesores autorizados, y es en las clases guiadas cuando se aprovecha la totalidad de la superficie para que todos quepamos en un mismo turno. 

Esperando para entrar a practicar en el Sharath Yoga Centre.  3:40 de la mañana.

Un ángulo interesante de la entrada al Sharath Yoga Centre.

Docenas de zapatos en las escaleras de entrada.

Junto al altar del Sharath Yoga Centre.

Una foto con los rusos Natalia e Iván que permite apreciar la amplitud del espacio.  En el suelo, se ven las marcas amarillas y negras que delimitan los espacios de práctica en las sesiones estilo Mysore.

La principal pega estriba en que la nueva shala se encuentra a 10 kilómetros de Gokulam, lo que complica la logística y se antoja necesario alquilar una moto o moverse en rickshaw, Mi hora de práctica en las clases estilo Mysore (de martes a viernes) ha sido las 04:00 de la mañana, mientras que la de Nines ha sido las 05:30.  El motivo por el que no hemos practicado juntos es que Sharathji ha querido ordenar a la gente por veteranía, situando en los primeros turnos a las personas más veteranas con más viajes a Mysore y en los últimos a las nuevas.  Como profesor autorizado, a mí me asignó el primero de los turnos, mientras que a Nines la ha colocado en el inmediatamente siguiente. 

Si hubiera una manera sencilla de describir la India, sin duda habría que decir que se trata de un país de enormes contrastes.  Por ejemplo, a los indios les encantan los colores vivos y así los lucen en su ropa, en su comida, en la decoración de sus templos, en sus vehículos, en los carromatos en los que venden fruta o té chai.  Casitas humildes las pintan de azul intenso o verde pastel, sus moradores te saludan con una amplia sonrisa y en el umbral de sus casas pintan, sobre la acera, elaborados rangolis como flores multipétalo con tiza de color.  Pero, al mismo tiempo, junto al templo con la decoración más primorosa, te puedes dar de bruces con la mayor cochambre imaginable: basura esparcida que nadie recoge, cabras y gallinas sueltas, mendigos descalzos y un socavón que los perros callejeros y los rickshaws soslayan como buenamente pueden.  Son muy espirituales, pero intentan engañarte a la mínima oportunidad.  Te hablan de que el ajo y la cebolla son demasiado picantes y la antítesis de la virtuosa comida sáttvica, pero no encuentras un plato indio que no tenga su buena dosis de guindilla.  Puedes pedirte un café por 10 rupias en una tabernilla de mala muerte a pie de calle, y a unos metros te ponen un capuccino por 150 rupias en un local con ínfulas de cafetería a orillas del Sena.   Un carro arrastrado por un búfalo coincide en un semáforo con un Mercedes todoterreno y una familia entera montada sobre la misma motocicleta.   No puedes apenas respirar por la contaminación en una carretera principal, y al cabo de unos minutos te encuentras paseando por la orilla de un gigantesco lago (Kukkarahalli) situado en medio de la ciudad con pájaros majestuosos surcando sus aguas.  Así es la India.  Un desorden ordenado. Una suciedad rutilante. Un paraiso gris. Un manjar que apenas puedes tragar.  Una estafa que pagas encantado.  Una paradoja, un oximoron que te cuesta entender, que te enerva, que te desagrada y a la vez, que te fascina. 

Establo de vacas en plena calle.

Un rincón del palacio de Mysore.

Poblado de chabolas en Gokulam.

Los jardines del Green Hotel.

El caos del mercado Devaraja.

El precioso parque Cheluvamba y la preciosa Nines.

Caótico andamiaje en una construcción.

El lago Kukkarahalli: un vergel en medio de Mysore.

Otra vista del lago Kukkarahalli.  Impresionante.

Una escalera que cumple toda la normativa de seguridad ISO 9001.

Los jardines del Palacio de Mysore con el propio palacio detrás.

El meollo del viaje, su motivo principal, es decir, la práctica de Ashtanga Yoga en el Sharath Yoga Center, transcurrió satisfactoriamente.  En realidad, se trataba de una actividad que condicionaba toda nuestra jornada.   Mi despertador sonaba a las 2:50 de la madrugada. A las 3:25 venía a buscarme el rickshaw en el que también viajaban Aurelie, de Francia, y Mariela, de Costa Rica, y llegábamos al Sharath Yoga Center a las 3:40.  Esperábamos algunos minutos ante la puerta y cuando llegaba el coche de Sharath una señora que se encargaba de las tareas de limpieza y al mismo tiempo custodiaba el lugar a modo de ama de llaves nos abría la puerta y entrábamos.   Los que estábamos en el primer turno solíamos ponernos siempre en los mismos sitios: los bajitos en las tres primeras filas y los más altos en las dos últimas.  Sharath decía que para que pueda vernos mejor a todos. 65 personas en total en cinco filas de a trece.  Durante los dos meses en las clases estilo Mysore tuve a las mismas vecinas de esterilla: Carol de Argentina pero residente en Berlín a mi derecha y Mira de Munich a mi izquierda.  Cada mañana la misma ceremonia: dejar la esterilla en el sitio, cambiarse en los vestuarios y empezar la práctica sin más. Sharath entraba en su despacho y se quedaba en él un buen rato.  Todos los días tenía unos cuantos meetings de cinco minutos de duración con algunos estudiantes.  Reuniones con Sharath a las 4:00 de la mañana, sí. Entretanto, sus cinco ayudantes del primer turno guardaban el espacio.  Luego salía Sharath.  En primer lugar se dirigía al altar con la gran imagen de Pattabhi Jois y la de Krishnamacharya y les dedicaba unas reverencias con incienso y murmuraba unas oraciones. Después, exclamaba el habitual "Samasthih" ante el que interrumpíamos nuestra práctica para recitar el mantra de Ashtanga Yoga.  Llegado ese momento yo ya había terminado los saludos al sol, la secuencia fundamental hasta parsvottanasana y en la serie intermedia había llegado quizás hasta dhanurasana.  Sharath recitaba en mantra inicial en dos tonos distintos: uno terminando las sílabas impares (excepto la quinta) en un tono alto, como lo hace Luke Jordan, y otro el normal que escucháis en Ashtanga Yoga BIlbao y en la mayorúa de shalas. Las primeras semanas solía recitar el del tono más alto, pero después predominó el que me resulta más familiar. 

La última vez que estuve en Mysore, en agosto del 2018, mi práctica había llegado hasta karandavasana, y a pesar de que haya aprendido más asanas con otros profesores durante estos años, Sharath quiere que la gente continúe la práctica desde el punto en que se encontraba en su último viaje en Mysore.  En realidad, en estos últimos cuatro años ya había terminado la serie intermedia y comenzado la tercera con Lucía Andrade quien, por cierto, estuvo también en Mysore como alumna con su marido y su hijo.  Es muy habitual esto de que la gente tenga en casa prácticas más largas que las que tiene en Mysore.  Sharath quiere que todo el mundo pase a través de su filtro y sea él en persona quien supervise la práctica de cada uno asana asana, pero no siempre es posible venir a Mysore regularmente y por ello muchos acabamos aprendiendo más allá de lo que Sharath nos permitió hacer la última vez.  Por lo tanto, durante las primeras semanas me ceñí a mi práctica de serie intermedia hasta karandavasana, pero saltaba a la vista que Sharath consideraba de que estaba preparado para continuar y después de esas semanas de "rodaje" me fue avanzando a un ritmo constante y con bastante rapidez, de manera que una tras otra fueron cayendo mayurasana, nakrasanavatayanasana, parighasana, gomukhasana, supta urdhva pada vajrasana, hasta que finalmente, el jueves 8 de diciembre, tras preguntarme cuál era mi última postura (le gusta especialmente preguntar el trabalüénguico nombre de supta urdhva pada vajrasana), me dijo que al día siguiente hiciera los siete sirsasanas, es decir, los tres mukta hasta sirsasana y los cuatro baddha hasta sirsasana, lo que suponía para mí algo muy especial: ¡terminar la segunda serie con Sharathji!  

Clase guiada de la primera serie.  Estos cuatro vídeos están extraídos del perfil de Instagram de Sharathji @sharathjoisr

Clase estilo Mysore.  Al fondo, sobre una esterilla roja y haciendo tittibhasana, aparece un servidor.

Otro momento de una clase guiada estilo Mysore.  Si se busca, se nos puede ver a Nines y a mí sobre esterilla roja y amarilla, uno junto a otro.

Posturas finales durante una clase guiada de la serie intermedia.  De nuevo, los dos somos identificables; yo más fácilmente porque estoy en segunda fila sobre esterilla roja.

Espera para la clase guiada de la serie intermedia.  Apréciese la diferencia horaria respecto a la clase Mysore.

Sharathji durante una conferencia.

Clase de chanting con Lakshmisha.

Con Mariela y Aurelie, mis compañeras de rickshaw durante estos dos meses.

Al día siguiente, viernes 9 de diciembre, debió dar por buenos mis sirsasanas y me dijo que la semana siguiente comenzase los handstands, es decir, la secuencia de equilibrios sobre manos con que concluye la serie intermedia.  Tras la clase, me postré a sus pies y le di las gracias.  Él me había enseñado la primera postura de la segunda serie -pashasana- en agosto del 2008, y catorce años más tarde la había terminado.  En las semanas que quedaban aún comenzaría la primera postura de la tercera serie, vishwamitrasana, pero el hito principal del viaje en lo que respecta a mi práctica con Sharathji había tenido lugar ese viernes 9 de diciembre, y siempre lo recordaré.

Por parte de Nines, durante este viaje su práctica avanzó desde kapotasana hasta eka pada sirsasana y cumplió el importante hito de comenzar a asistir a las clases guiadas de la serie intermedia los lunes a las 7:30 de la mañana. En las clases estilo Mysore Nines estaba en el segundo turno, que sobre el papel empezaba a las 5:30 pero que en la práctica lo hacía a las 5:00. A la gente que no estaba en el primer turno le tocaba esperar hasta que hubiera un hueco libre, de manera que siempre hubiese 65 personas practicando, como en las camas calientes de un submarino.  Mientras Nines esperaba yo hacía mi última postura y la secuencia de backbendings y me retiraba a colocarme detrás de unos biombos que separan la zona principal de la zona de finales donde hacíamos la secuencia de cierre. De camino, siempre me daba tiempo a saludar a Nines, a punto de entrar a su práctica.  Para las 6 de la mañana ya estaba de vuelta en casa y, por lo general, me echaba una siesta mientras aguardaba el regreso de Nines para desayunar juntos.

Ésta era nuestra rutina de martes a viernes.  Los sábados había una clase guiada de la primera serie a las 6:30 de la mañana y los lunes otra clase guiada de serie intermedia a las 7:30, precedida de una clase guidada de la primera serie para las personas que no hiciesen intermedia.  Los domingos y los días de luna llena y nueva eran días de descanso.  También estaban las clases obligatorias de chanting con Lakshmisha y unas clases de cultura general de yoga también con Lakshmisha a las que nos apuntamos.   Tampoco voy a decir que fuese una vida dura, porque durante el resto del día teníamos grandes legajos de tiempo para dedicarlos a lo que más apeteciera: descansar, comer, visitar sitios, alternar con gente, apuntarte a cursos con múltiples opciones... pero reconozco que el tema del sueño se hacía duro.  De martes a viernes había que levantarse a las 3 de la mañana pero de sábado a lunes podías hacerlo mucho más tarde.  Los hábitos de sueño estuvieron quebrados durante los dos meses y cada lunes por la noche se hacía muy cuesta arriba, porque intentabas dormirte a las ocho de la tarde pero los ojos, simplemente, no se cerraban.  Las personas que viajan por primera vez a Mysore lo tienen mucho más fácil en este sentido, porque entran a practicar a las clases estilo Mysore a una hora muy similar a la que entran a las clases guiadas.  Para los veteranos, en cambio...  

Autorizados nivel 1 y 2

El momento especial que por siempre recordaremos de este viaje sucedió el jueves 14 de diciembre y tuvo un sabor completamente agridulce.  El miércoles 13 Nines recibió una noticia terrible desde España concerniente a su familia.  No entraré aquí en detalles; las personas cercanas a nosotros ya los conocen.  En pocas palabras: un familiar muy cercano iba a ser operado de urgencia el viernes 15.  No sabíamos lo que hacer; la familia de Nines le aconsejó que se quedara en la India y que ellos se harían cargo de todo.  Ante lo que pudiera pasar, decidimos hablar con Sharathji para que supiera que, en función de lo que ocurriera en España, quizás teníamos que volar precipitadamente de vuelta sin despedirnos.  Mucha gente quiere hablar con Sharath por diversos motivos y lo habitual es que se solicite a su secretaria Usha una cita.  Al día siguiente jueves fuimos adonde Usha y se lo contamos.  Ella nos llevó inmediatamente adonde Sharathji para que habláramos con él en persona.  Los dos fueron muy sensibles ante la situación y, para nuestra sorpresa, Sharathji decidió ahí mismo darle a Nines la autorización nivel 1 y a mí subirme al nivel 2.  En verdad, fue bastante desconcertante.  Tras hablar del problema, Sharatji le preguntó a Nines a ver cuántas veces había venido y cuál era su última postura, y decidió hacer por la vía rápida lo que me imagino habría llegado también de forma natural: era el quinto viaje de Nines a Mysore y lo tenía más que merecido.  La idea era que, si nos teníamos que ir el sábado o el domingo, lo hiciéramos con las autorizaciones en la mano.  

Al final, la operación salió bien y, a pesar de las dudas de Nines, su familia le convenció para que se quedara, por lo que completamos el viaje tal y como estaba previsto.  Durante más de una semana mantuvimos en silencio el tema de las autorizaciones porque, lógicamente, Nines no tenía cuerpo para felicitaciones y celebraciones.  Finalmente, su familiar salió del hospital y todo pareció ir a mejor, así que pudimos celebrarlo y el último día nos sacamos la habitual foto con Sharathji mostrando nuestras flamantes autorizaciones.


La fotografía que encabeza esta entrada y que aquí reproduzco de nuevo es muy especial porque cierra un círculo que comenzó hace muchos años.  Está destinada a ser enmarcada y colocada en un lugar preferente de la escuela de la misma manera que lo que la fotografía representa ocupa un lugar preferente en nuestras vidas.

Desde el año 2015 Nines y yo hemos entregado nuestras vidas a la transmisión de está práctica, manteniendo una escuela de Ashtanga Yoga tradicional de acuerdo con el método que se ha estado enseñando en la ciudad de Mysore desde hace casi un siglo y que fue divulgado fuera de la India por Sri Krishna Pattabhi Jois, el abuelo de Sharath Jois, junto a quien posamos en esta fotografía y que fue su discípulo más intimo durante veinte años.  En la actualidad, en Ashtanga Yoga Bilbao ofrecemos más de cuarenta horas de clases de Ashtanga Yoga y sólo de Ashtanga Yoga seis días a la semana, co clases estilo Mysore de lunes a viernes y clase guiada de la primera serie el sábado, a imagen y semejanza de la escuela original en Mysore.

Ashtanga Yoga es nuestra pasión, es nuestra profesión, es nuestra vida.  La tradición del Ashtanga Yoga de Mysore no es un polvorienta leyenda del pasado, sino una realidad que sigue viva hoy día y sentimos que Mysore es el sitio en el que hay que estar si queremos seguir ofreciéndoles lo máximo a las personas que se acerquen a nosotros.  Es nuestra prioridad que los estudiantes que acudan a Ashtanga Yoga Bilbao reciban una enseñanza auténtica y por eso creemos que una relación estrecha con Sharathji y su escuela, el profesor y el lugar más genuinos para aprender Ashtanga Yoga, es absolutamente necesaria.

En este último viaje ambos, Nines y yo, hemos obtenido el reconocimiento del paramagurú de Ashtanga Yoga para enseñar la primera serie y la segunda serie, respectivamente.  A muchas personas esto les puede parecer una tontería.  Al fin y al cabo, para abrir una escuela de Ashtanga Yoga no hace falta título alguno.  El ayuntamiento no te lo va a exigir a la hora de solicitar una licencia de actividad.  La seguridad social no te lo va a pedir para darte de alta en el impuesto de actividades económicas.  En términos legales, burocráticos, no tiene ninguna validez.

Además, la autorización de Sharathji es muy cara; para llegar a este punto Nines y yo hemos necesitado entre los dos un total de once viajes, que han implicado pasar más de dieciséis meses de nuestra vida en la india, miles de euros en gastos, sino decenas de miles de euros invertidos en vuelos, alojamientos, clases y toda clase de gastos relacionados con una estancia de varios meses en otro país, ni qué decir cuando además tienes que mantener una escuela de yoga abierta en casa.  Puestos a conseguir un papel, sale mucho más rentable apuntarse a alguno de los teacher trainings que pululan por España o el mismo Bilbao.  Aflojas mil, dos mil euros y, sin necesidad de desplazarte a medio mundo de distancia, en apenas treinta días o un puñado de fines de semana distribuidos a lo largo de un curso escolar, ya tienes un tus manos un rimbombante título de profesor de yoga registrado de 200 horas y puedes aparecer en el listado de la Yoga Alliance o alguna patraña similar.  Total, ninguno de los dos (ni la autorización de Mysore ni el certificado de la Yoga Alliance) tienen ninguna utilidad a efectos legales y prácticos más allá de la importancia que uno quiera darle.  Además, la mayoría de los estudiantes que tocan tu puerta ni siquiera se molestarán en comprobar si tienes un título ni cuál tienes .  Entonces, ¿para qué complicarse?

A nuestro entender, desde el punto de vista de un practicante de Ashtanga Yoga comprometido, la autorización de Sharath Jois es el máximo reconocimiento posible.  La autorización de Mysore la reciben, únicamente y sin excepción, personas con años de recorrido a sus espaldas.  No hay atajos que valgan.  Sharath es perfectamente conocedor de la gran estafa que está teniendo lugar con los teacher trainings en los que gente sin absolutamente ninguna experiencia en yoga tiene al alcance de su mano convertirse en "profesor" en un mes, y se encarga personalmente de que las autorizaciones que expide sean especialmente difíciles de conseguir y estén fundamentadas sobre una experiencia de muchos años.

Todos los profesores que nos han enseñado, que nos han inspirado, que nos han servido de modelo y ejemplo, han sido autorizados para enseñar el método de Ashtanga Yoga por Pattabhi Jois o por Sharath Jois, a quienes ellos mismos han considerado sus referentes.  Nos vienen a la cabeza nombres como Borja Romero-Valdespino de Ashtanga Yoga Madrid, quien nos guió como un padre durante diez años; Tomás Zorzo del Centro de Yoga Ashtanga en Oviedo, pionerp del Ashtanga Yoga en España y a quien tenemos la suerte de poder considerarlo un amigo; Peter Sanson de Nueva Zelanda, quien desde hace más de quince años con sus visitas en primavera ha sido un galvanizador para la comunidad de Ashtanga Yoga española, Gabriella Pascoli, con quien vivimos unos meses inolvidables en Madrid en el año 2014; José Carballa y Rafael Martínez de Mysore House Madrid, quienes fueron un faro en medio de las tinieblas durante nuestros primeros años en Bilbao sin guía; los certificados Lucía Andrade y Luke Jordan, quienes nos han enseñado en estos últimos años.  Todos ellos son profesores con décadas experiencia a sus espaldas y con un mismos denominador común: Mysore y Pattabhi Jois/Sharath Jois.  Así que por todos estos motivos, para nosotros es un gran honor haber recibido la bendición, el "blessing" del maestro del que han aprendido nuestros maestros y haberlo experimentado en primera persona nosotros mismos.

Sharath Jois nos ha acompañado a lo largo de todo nuestro recorrido en sus diferentes etapas: los años en Madrid del 2006 al 2015 y los años en Bilbao desde el 2015 hasta hoy.  Con él hemos practicado en los años 2008, 2013, 2014, 2015, 2017, 2018 y 2022 y esperamos seguir haciéndolo.  ¡Hasta pronto!

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